Artículos

ERRANCIA CORDOBESA: LA TIERRA ADENTRO DE ASHAVERUS

Andrea Alejandra Bocco
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

Gramma

Universidad del Salvador, Argentina

ISSN: 1850-0153

ISSN-e: 1850-0161

Periodicidad: Bianual

núm. Esp.09, 2020

revista.gramma@usal.edu.ar

Recepción: 31 Marzo 2018

Aprobación: 24 Mayo 2018



Resumen: El relato de viajes tiene una centralidad indiscutible en la literatura culta decimonónica y, hacia finales del siglo, permite mapear las escrituras argentinas desde posibilidades heterodoxas y descentradas de lo portuario. A partir de esta hipótesis, pretendemos abordar una recopilación de artículos de viaje que Amado J. Ceballos publica en el diario La Nación, con el seudónimo de Ashaverus. En 1897, se editan en forma de libro, bajo el título Tierra adentro. Sierras de Córdoba. Excursiones por los departamentos Anejos Norte, Punilla, Cruz del Eje y Minas. Nos interesa observar las particularidades de la construcción de «tierra adentro» en Ashaverus y de qué modo sus textos hacen sistema con otros relatos de viajes: Una excursión a los indios ranqueles (1970), de Lucio Mansilla; Viaje por la Patagonia (1872), Viajes a las Sierras de Tandily de la Tinta (1884) y Viaje a Misiones (1887), de Eduardo Holmberg; En las Tierras del Inti y La Australia argentina (1898), de Roberto Payró; En el mar austral (1898), de Fray Mocho; Un viaje infernal (1899), de Eduardo Gutiérrez; entre otros.

Palabras clave: Relato de Viajes, Heterodoxia, Literatura Argentina, Ashaverus, Tierra Adentro.

Abstract: Travel literature occupies an indisputable centrality in high nineteenth-century literature and, towards the end of the century, it allows us to map Argentinian Literature from an unorthodox view not port-centered. From this hypothesis, we intend to address a collection of travel articles that Amadeo J. Ceballos publishes in the newspaper La Nación, under the pseudonym of Ashaverus. In 1897, they were published as a book, under the title Tierra adentro. Sierras de Córdoba. Excursiones por los departamentos Anejos Norte, Punilla, Cruz del Eje y Minas [Inland. Córdoba Hills. Excursions through the departments of Anejos Norte, Punilla, Cruz del Eje and Minas]. In this work, we are interested in observing the particularities of the construction of “inland” in Ashaverus and how his texts form a system with other travel stories, such as Una excursión a los indios ranqueles [An excursion to the Ranquel Indians] (1970) by Lucio Mansilla; Viaje por la Patagonia [Trip through Patagonia](1872), Viajes a las Sierras de Tandil y de la Tinta [Trip to the Sierras of Tandil and of the Tinta] (1884) and Viaje a Misiones [Trip to Misiones] (1887) both by Eduardo Holmberg; En las tierras del Inti [In the Lands of the Inti] and La Australia argentina [The Argentinian Australia] (1898) by Roberto Payró; En el mar austral [In the southern sea] (1898) by Fray Mocho; Un viaje infernal [A hellish journey] (1899) by Eduardo Gutiérrez; among others.

Keywords: Travel Literature, Heterodoxy, Argentinian Literatura, Ashaverus, Inland.

El Ojo Viajero desde el Tren

El escritor que particularmente abordaremos, Amado J. Ceballos, fue un cordobés, cuya actividad en el campo naciente del periodismo, a finales del siglo xix, lo tuvo como actor destacado. Por ese entonces, más precisamente durante la década de 1890, el diario La Nación encarga a un número importante de colaboradores tareas periodísticas en el contexto de viajes. Surge así el repórter viajero en el marco de un proceso de modernización creciente, ya con sus primeras crisis, y un proyecto de nación que tiene a hombres del interior del país como principales responsables.

Las asiduas colaboraciones en La Nación bajo la firma de Ashaverus, en algunas ocasiones, eran reproducidas en diarios de Córdoba, dada la directa referencia que hacía el repórter viajero de la geografía del interior provincial. Finalmente, una recopilación de ellas vio forma de libro desde la Imprenta Cooperativa de Buenos Aires.

Tierra adentro adscribe al género «relato de viajes» y porta los tres rasgos fundamentales que Luis Alburquerque-García (2011) señala como propios: 1) es un relato factual que se sostiene y se apoya en lo verificable; 2) lo descriptivo se impone a lo narrativo; 3) posee un carácter testimonial. En este sentido, cada episodio del viaje que entrama el texto posa la mirada, especialmente, en los detalles de las actividades agrícolas e industriales que va descubriendo o que intuye pueden desarrollarse en el corto plazo. Destaca, también el avance de algunas obras que marcan un ritmo de «progreso» para la provincia: ferrocarriles, diques, diversos emprendimientos turísticos (algunos exitosos, otros no tanto), usina eléctrica. Aquí el viajero opera como sujeto consustanciado con el proyecto modernizador que se solaza con lo que significan la transformación y la superación de la antigua fisonomía colonial. De hecho, la «excursión» (como él mismo la llama) se realiza en tren, cuyas estaciones demarcan los cortes del relato, que se expresan como «descansos» a los que invita al lector.

La paratextualidad —elemento importante también del género (Alburquerue-García, 2011)— tiene mucha relevancia en esta obra. Por un lado, la portada presenta un título ya sugestivo y hasta equívoco si pensamos en la tradición letrada. «Tierra adentro» remite, en esa tradición, al espacio del desierto habitado por el «salvaje»; es, por ejemplo, el ámbito que recorre Mansilla en su Excursión. Pero, en la actualidad de Ashaverus, ese desierto se ha conquistado y, por tanto, se resemantiza el significado de ese sintagma nominal. Sin embargo, algunos semas centrales se mantienen: remite a lo desconocido, lo extraño, en la medida en que aquello que presenta cada momento del viaje no está incorporado al imaginario de los lectores porteños. Volveremos sobre el tema de la denominación «tierra adentro».

Por otro lado, el libro incorpora ocho láminas. En muchas de ellas se presentan las obras públicas que se desarrollan en la provincia; en otras, se muestran sus riquezas naturales. En este punto, por una parte, las ilustraciones refuerzan el sentido del progreso con el que se quiere representar a Córdoba, cuya imagen clerical y colonial se construye en el Facundo y se reproduce luego como símil; por otra parte, buscan hacer visible esa «tierra adentro» desconocida y poco transitada.

Finalmente, en la portada del libro, aparece una descripción del autor bajo su seudónimo: «Colaborador de La Nación, de Buenos Aires; físico; geólogo; botánico; mineralogista; meteorologista, agrónomo; político; etc., etc… todo de afición y ocasión; de profesión vagabundo é impresionista». En ese «etc.» repetido, aparece la acumulación de actividades y de saberes que, lejos de posicionarlo como un sujeto superior, lo ubica en la diversidad, en la no especialización, en la heterodoxia; todo ello reforzado por el remate de la presentación que lo distancia de la meticulosidad y del método del científico para acercarlo a la nueva sensibilidad finisecular. El mismo Ashaverus, en el texto de apertura titulado «Dos Palabras», se defiende del posible reclamo de algunos supuestos lectores europeos de por qué no se especializa en una rama del conocimiento, y responde:

Por varias razones (sin pretender agotarlas): porque la sociología y la ciencia de América no lo permiten; porque aquí somos fatalmente enciclopedistas; porque en los países nuevos suele ocurrir el caso, por ejemplo, de que dirija un gran instituto de educación de cualquier categoría un analfabeto; […] porque finalmente si así no fuera, el autor no sería ni merecería ser llamado como es y se llama (1897, pp. 6-7).

En este rico fragmento, advertimos la construcción de un locus de enunciación americano que contrasta con posiciones cosmopolitas típicas de algunos de sus congéneres. Por lo tanto, no se trata solo de hablar sobre Córdoba, sino de hacerlo desde una modulación distinta sin ser localista: la propia condición de errante lo salva de ese pintoresquismo.

De algún modo, entonces, el enunciador en su errancia, en su vagabundeo, necesita de diversos saberes para hacer frente a la cotidianidad, al día a día, para sobrevivir. Su mismo texto es producto de esa heterodoxia de saberes: «una ensalada geográfico-descriptiva» (1897, p. 5), como Ashaverus lo designa. Esto provoca una posición en la enunciación que conjuga diversidad y heterogeneidad, y que apunta a lectores diversos: «los prácticos del tanto por ciento», «los estudiosos» y «los aficionados a excursiones de mero placer» (1897, p. 5). Recuperando la tradición del Lazarillo de ciegos caminantes, en el que se combinan lo serio y la broma, lo útil y el mero entretenimiento, la ensalada que compone Tierra adentro. Sierras de Córdoba. Excursiones por los departamentos Anejos Norte, Punilla, Cruz del Eje y Minas va intercalando chanzas e ironías junto al aporte de datos orientadores para el viajero.

Por ejemplo, en lo que podríamos denominar el primer capítulo y que presenta el tramo inicial del viaje, «De Cosquín a Capilla del Monte», se incrusta una historia. Al llegar a la estación secundaria de Casa Bamba, decide recuperar una historia que los pobladores de la zona consideran real —pero que él mismo agrega que puede ser leyenda de principios del siglo xix—, que trata de un trabajador negro que rapta a la hija del dueño. Desaparecen y se los halla mucho tiempo después, cuando ya han formado una familia con descendencia. Al aludir a esta situación, expresa que ya había pasado todo lo que uno se puede imaginar «y envidiar quizá (Dios me perdone el juicio)» (1897, p. 10). Echa un manto de piedad socarrona sobre el asunto: «no es bueno que el hombre esté solo (aunque sea negro)» (1897, p. 10). Luego de este momento de distención (y racismo) del viaje, el narrador anota que la gruta de Bamba, donde vivía con su familia, fue partida por el ferrocarril de esos «bárbaros ingleses cuyo positivismo insensible no ha sabido respetar esta reliquia de nuestro romanticismo colonial» (1897, p. 10).

Aquí podemos ver cómo funciona «la ensalada» de Ashaverus: disfrute de veraneante, datos geográficos precisos, crítica política. Este último elemento, al que aún no habíamos aludido, nos termina de amplificar los alcances del texto. Como sostiene Gabriela Boldini —tal vez en uno de los primeros estudios sobre este texto—, Amado J. Ceballos, en esta obra, realiza una descripción productivista, «pero también reclama por una buena política, respetuosa de los derechos del pueblo, que opere y actúe sobre ese espacio» (2011, p. 333) cordobés. Esta situación nos configura a un enunciador complejo que no solo reconoce los aportes del progreso, sino que es crítico de los efectos sociales negativos que genera. Incluso interpela, de alguna forma, al modelo económico finisecular que ubica a la pampa como eje del desarrollo al hablar de la casi desaparición de la actividad minera en Córdoba y de la dificultad que esto conlleva para incorporarse a un proyecto de desarrollo que, de por sí, la expulsa (Boldini, 2011).

Desde el seudónimo elegido, el enunciador construye una identidad herética. Recordemos que Ashaverus es uno de los nombres dado al judío que no le ofreció agua a Jesús, sediento en el camino hacia la cruz y, por tanto, recibió el castigo divino de errar hasta la Parusía. Desde esa condición herética, el narrador se vuelve heterodoxo: escribe desde el centro (Buenos Aires) para evidenciar que hay algo más que la ciudad cosmópolis; muestra el progreso e impugna su deshumanización; en Córdoba, se desvía del camino de la devoción religiosa y hace duras críticas a la Iglesia; se consustancia con la modernización y, a la par, se jacta de ser un «impresionista». El desplazamiento estético es claro: desanda el camino del positivismo y se adscribe al modernismo. El antipositivismo en Ashaverus es evidente, y su filiación al movimiento estético naciente se patentiza, entre otros, en el hecho de ser Darío quien prologue la obra.

Claves para la Tierra Adentro

El texto de Ashaverus que venimos trabajando opera sobre la tradición de viajes ad intra. La generación del 37 aparece, de alguna manera, inaugurando esta línea de búsqueda estética desde las escenas naturales autóctonas, dado que, en ellas, se desatarían «los destellos» de literatura nacional, tal como lo expone Sarmiento en el capítulo ii de su Facundo.

Juan Bautista Alberdi es autor de dos relatos de viaje que representan el interior del país: Memoria descriptiva sobre Tucumán (1834) e «Impresiones de una visita al Paraná» (1838). En ambos, vemos de qué manera temprana en el período poscolonial aparecen geografías excéntricas. En «Impresiones…», Alberdi confronta con los preceptos de su generación:

Un poeta americano ha hecho bien en pintar las facciones del desierto. Estas pinturas a más de un interés de curiosidad, reúnen el interés social. Aunque el desierto, no es nuestro más pingüe patrimonio, por él sin embargo, debe algún día, como hoy en Norte América, derramarse la civilización que rebosa en las costas. El arte triunfará de nuestros desiertos mediterráneos, pero antes y después de la venida del arte, las costas del Paraná y del Plata serán la silla y el manantial de la poesía nacional (1945, p. 4).

Las preceptivas de La Cautiva y de Facundo están impugnadas en este fragmento: las claves de una estética propia no se encuentran en la pampa, en el desierto, sino en nuestros inconmensurables ríos. Sin embargo, estas claves otras alberdianas para la escritura serán puestas en práctica hacia finales del siglo xix, cuando distintos y diversos actores viajen y relaten desde puntos geográficos descentrados, tanto del centro político-cultural (Buenos Aires) como del centro estético-económico (la pampa).

Sabemos que Alberdi terminó siendo un defensor de «causas perdidas» y, en ese punto, su intención de cambiar de paradigma no tendrá eco. No, por lo menos, hasta después de 1880, y, en ese caso, si bien el «interior» del país emerge en la escritura argentina, no lo hará por fuera de un campo de disputas múltiples. En varios sentidos, «el pingüe patrimonio» será la clave de organización territorial, económica, étnica, cultural, estética y social de la nación argentina.

Podemos decir, junto a Domingo Ighina, que la nación mitrista surge como fruto de un diseño territorial que implicó

… un proyecto de colonialismo interno que ocupa, simbólica y efectivamente, los territorios de la diversidad —pueblos indígenas, los mestizos mediterráneos, las aristocracias del Interior— para imponer una homogeneidad étnica, histórica y política, que se correspondiera con el esquema de dominio imperial que vigorosamente se desarrollaba en Europa (2000, p. 25).

Sin embargo, ese mismo proyecto homogeneizador de nación conlleva el germen de lo heterogéneo e insinúa una grieta. La capitalización de Buenos Aires y la coalición político-cultural de las aristocracias locales que sostienen al provinciano Roca es, a la par que signo de liberalismo y de modernización, una avanzada e irrupción de lo diverso negado por la élite porteña que se sueña blanca, europea, refinada, uniforme (Ighina, 2000).

Consideramos que, en estas coordenadas político-culturales, es necesario leer el fenómeno de los relatos de viajes del interior del país que surge desde la década de los ochenta. Podemos ver cómo La Nación/la nación coloca en el centro de los proyectos culturales al repórter viajero como modo de simbolizar que la escritura asegura el título de propiedad sobre los territorios.

En un trabajo anterior (Bocco, 2000), nos detuvimos a trabajar esta cuestión específicamente en Fray Mocho y en Roberto Payró. Aludíamos allí a una carta que Mitre envía a este último a propósito de la publicación de La Australia Argentina (1898), en la que usa justamente la expresión «título de propiedad» para hablar de cómo es necesario que se escriba sobre los territorios conquistados —aquellos espacios sobre los que avanza el estado nación— como un modo de darle entidad a ese mapa mudo que era la Argentina antes del nuevo diseño territorial finisecular. Desde estas declaraciones, el repórter viajero se define como los ojos imperiales del proyecto homogeneizador de nación.

Ahora bien, la fisura a la que aludíamos en párrafos anteriores, dentro de este proyecto, es profundizada desde esos mismos relatos de viajes finiseculares. En el caso específico de Ashaverus, es interesante su consideración de la designación tierra adentro:

El vasto país que, aceptando una denominación bastante afortunada en la gran capital del sur, he llamado Tierra Adentro, necesitará, para hacerle conocer del mundo y de sus propios habitantes, la confección de libros que han de formar con el tiempo inmensas bibliotecas: será obra de sabios, de naturalistas, de geógrafos, de cronistas, de artistas, de sociólogos (1897, p. 5, destacado del autor).

Nuevamente aquí la escritura como modo de apropiación. Pero, a su vez, hay una operación anunciada desde el inicio del relato del viaje de tomar la designación «estandarizada» por los porteños para resignificarla: de la tierra adentro equivalente a desierto ocupado por los indios, a espacio marginado de la centralidad porteña; de la tierra adentro como lo extraño y ajeno a la geografía de la patria. Es lo desconocido que debe ser repuesto: ponerle una voz propia al mapa mudo. Es la exterioridad paradojal: el adentro que está en el afuera. Es la llave de un viaje consagratorio otro: una equiparación entre Europa y el interior; un proyecto cultural que generará relatos nuevos y diversos.

El diálogo ficcionalizado entre el viajero y el «doctor» que articula parte de Tierra adentro expone una serie de interpelaciones a las representaciones sobre el interior ligadas a lo bárbaro, a lo retrasado, pero también a lo bucólico. Sutilmente se exige un diseño de nación que incorpore, en condición de igualdad, las diferentes regiones, en este caso particular, a Córdoba; y hace especial hincapié en las problemáticas económicas de los sectores populares que son excluidos del nuevo diseño.

El texto de Ashaverus hace sistema con otros relatos de viaje contemporáneos que, cada uno con sus particularidades, suma heterogeneidad y resquebraja el proyecto hegemónico. La vanguardia, de algún modo, la porta Una excursión a los indios ranqueles, que dice lo negado: que el desierto no es un vacío, que la barbarie tiene cultura. Además, inaugura el viaje consagratorio a la tierra adentro.

Un escritor heterodoxo de fines del siglo xix como Eduardo Holmberg publica, fruto de sus viajes de estudio, Viaje por la Patagonia (1872), Viajes a las Sierras de Tandil y de la Tinta (1884) y Viaje a Misiones (1887). En ellos, la ciencia tiene una centralidad innegable, y lo científico se presenta como medio y clave organizadora de la vida social. Pero junto a la función social que asume el científico viajero, se despliegan otras funciones: la política (se trata de una tarea patriótica) y la crítica. Esta última claramente es la que horada porque, en boca del viajero-científico-Holmberg, el Estado está ausente frente a situaciones de, por ejemplo, enfermedades de las poblaciones periféricas. Sobre todo se ve esto en Viaje a Misiones. A su vez, en ese texto, se infiltran saberes populares sobre medicina que sorprenden al científico; el reconocimiento de estas regiones otras se produce aportando heterogeneidad al diseño territorial.

El ingreso de los saberes, decires, culturas discordantes de la matriz portuaria/pampeana es una constante en los relatos de viaje del interior. La tradición oral, por ejemplo, juega un rol importante aquí, pero no para fosilizar esas regiones descentradas, sino para hacer operantes lenguas «vivas» que articulan lo diferencial, lo diverso, lo otro. Viaje al país de los matreros (1897), de Fray Mocho, es el entramado de las historias y de las voces de los lugareños de las costas del Paraná.

En las tierras de Inti (1909), Payró, en consonancia con Ashaverus, expone una región que posee una tradición cultural propia y que está excluida económicamente del proyecto de nación. La idea de patria —sostiene el autor— es aprehensible en esas tierras ancestrales más que en la capital del país. Podríamos plantear que se trata de una suerte de criollismo reaccionario en contra de las oleadas inmigratorias y, en ese sentido, se trataría de un discurso funcional al discurso hegemónico. Pero el reclamo y la denuncia constante de la falta de simetría en los ejes de desarrollo del país y la revalorización de lo popular contemporáneo (y no como culto a «la belleza del muerto», en términos de Michel de Certeau) nos impiden considerar esa hipótesis como el eje central de la configuración de este texto y de los otros relatos de viajes como el de Ashaverus.

A partir de lo expuesto, entendemos que los relatos de viajes producidos en el marco del proyecto modernizador de configuración del Estado nación exhiben lo que ese proyecto mismo pretende ocultar: la diversidad cultural de nuestra nación. Incluso en momentos de expansión territorial, pero de grandes asimetrías en las condiciones de desarrollo de las distintas regiones, los repórter viajeros desnudan los efectos que este proyecto tiene sobre las geografías otras y sus pueblos.

Incluso frente a políticas de estado sociales y territoriales —rémoras de la tesis del Facundo— que sostienen (tal como lo escribe en una carta Carlos Pellegrini, en 1899) que hay que achicar el mapa y colocar los esfuerzos en la pampa húmeda[1], los relatos de viajes finiseculares lo amplían y lo exponen en su total dimensión. En este sentido es que planteábamos al inicio de este trabajo la hipótesis de que estos textos permiten mapear las escrituras argentinas desde posibilidades heterodoxas y descentradas de lo portuario.

Por ello, consideramos que La Tierra adentro. Sierras de Córdoba. Excursiones por los departamentos Anejos Norte, Punilla, Cruz del Eje y Minas, de Ashaverus, funciona dentro de la red textual del género del relato de viaje que, con contradicciones, arma una serie federal de la literatura argentina.

Referencias Bibliográficas

Alberdi, J. B. (1945). Viajes y descripciones. Buenos Aires: Editorial Jackson.

Álvarez, J. S. (1961). Obras completas. Buenos Aires: Shapire.

Alburquerque-García, L. (2011). El relato de viajes: hitos y formas en la evolución del género. Revista de Literatura, (145), 15-34.

Bocco, A. (2000). El título de propiedad sobre el territorio. La literatura de viajes a fines del siglo xix. En Ighina, D.; Heredia, P.; Bocco, A.; Torres Roggero, J.; Fassi, G. y Paulinelli, M. E. Espacios culturales. Diseños de nación e los discursos literarios del Cono Sur 1880-1930 (pp. 85-104). Córdoba: Alción.

Boldini, G. (2011). Discursos en encrucijadas. Modernidad, ensayismo y Literatura en la Córdoba de entre-siglos. Tensiones estéticas e ideológicas (1880-1930) [Tesis de doctorado inédita]. Universidad Nacional de Córdoba.

Ceballos, A. J. (1897). Tierra adentro. Sierras de Córdoba. Excursiones por los departamentos Anejos Norte, Punilla, Cruz del Eje y Minas. Buenos Aires: Imprenta Cooperativa.

De Certeau, M. (2004). La cultura en plural. Buenos Aires: Nueva Visión.

Ford, A. (1988). Desde la orilla de la ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y territorio. Buenos Aires: Puntosur.

Holmberg, E. (2012). Viaje a Misiones. Entre Ríos: EDUNER.

Ighina, D. (2000). Territorios desplegados. Los ensayos de reconfiguración de la Nación. En Ighina, D.; Heredia, P.; Bocco, A.; Torres Roggero, J.; Fassi, G. y Paulinelli, M. E. Espacios culturales. Diseños de nación e los discursos literarios del Cono Sur 1880-1930 (pp. 13-49). Córdoba: Alción.

Mansilla, L. V. (1987). Una excursión a los indios ranqueles. Buenos Aires: CEAL.

Payró, R. (1960). En las tierras de Inti. Buenos Aires: Eudeba.

Notas

* Doctora en Letras Modernas. Profesora adjunta regular en la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades y Facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Nacional de Córdoba. Correo electrónico: anbocco@gmail.com
[1] Estos planteos, junto al dato de la carta de Pellegrini escrita desde París, están recogidos de Ford, 1988.
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