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Justo Gárate y la Intermediación Alemana del Exilio Español en la Argentina

Lila Bujaldón de Esteves
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina

Justo Gárate y la Intermediación Alemana del Exilio Español en la Argentina

Gramma, vol. 31, núm. 64, 2020

Universidad del Salvador

Recepción: 20 Marzo 2020

Aprobación: 23 Abril 2020

Resumen: Desde el punto de vista de la historia de las relaciones culturales argentino-germanas, los intelectuales exiliados españoles cumplen una intermediación notable en la década del cuarenta y del cincuenta en las universidades y en el campo editorial argentinos respecto de las humanidades y de la ciencia alemanas, ya que, para ellos, el paso por Alemania había sido parte integrante en su formación europea de posgrado. En esta oportunidad, se presentará la trayectoria de Justo Gárate (1900-1994), médico vasco exiliado, en su papel de presidente de la Sociedad Goetheana Argentina en Mendoza durante una década (1956-1966). En su apropiación del alemán y estancias de investigación en institutos alemanes hasta 1933, la trayectoria de Gárate ofrece un modelo reiterado de cercanía cultural valorativa con Alemania y posterior intermediación de su ciencia y su academia en el país de acogida, la Argentina, luego de abandonar España por la guerra civil de 1936.

Palabras clave: Justo Gárate, Exilio Español, Intermediación Cultural Hispano-Germana, Exilio Español y Universidad Argentina.

Abstract: From the point of view of the history of Argentine-German cultural relations, exiled Spanish intellectuals played a notorious role, in the 40s and 50s, as intermediaries in the field of German humanities and sciences, both in universities and in the editorial field in Argentina. They were able to occupy this position, because the passage through Germany had been an integral part of their European graduate formation. This paper will analyze the trajectory of Justo Gárate (1900-1994), an exiled Basque physician, in his role as President of the Argentine Goethe Society in Mendoza from 1956 to1966. In his appropriation of the German language and his research visits in German institutes until 1933, Gárate’s trajectory offers a model for cultural proximity with Germany and later intermediation in his science and scholarship in the country of reception, Argentina, after he left Spain during the Spanish Civil War of 1936.

Keywords: Justo Gárate, Spanish Exile, Cultural Spanish-German Intermediation, Spanish Exile and Argentine Universities.

Desde el punto de vista de la historia de las relaciones culturales argentino-germanas, los intelectuales exiliados españoles cumplieron una intermediación notable para las humanidades y la ciencia alemanas en las décadas del cuarenta y del cincuenta, en las universidades y en el campo editorial argentinos.

En trabajos anteriores, he puntualizado el camino que llevara previamente a esa generación de intelectuales y académicos españoles a Alemania como meca de formación de postgrado y de participación en institutos, centros y proyectos de investigación, estadías que les permitieron, a la vuelta, insertarse cómodamente en la universidad española (Bujaldón, 2006 y 2007).

Esta trayectoria habitual de formación superior se interrumpió en los primeros años de la década de 1930 por el ascenso del nazismo en Alemania, a la vez que, desde 1936 —con el comienzo de la guerra civil española—, se produjo el inicio de la diáspora de dichos intelectuales, calificados como «la Generación de Plata de la ciencia española», hacia diversos destinos, muchos de ellos hispanoamericanos, como la Argentina (Aránzazu Díaz, M. y Labajo, R., 2016)[1]. El prestigio de su trayectoria académica y científica, así como vínculos académicos cultivados con anterioridad a través de instituciones españolas establecidas en el medio argentino —como la Institución Cultural Española (1914)— promovieron y facilitaron la decidida inserción de dichos intelectuales en la universidad argentina (Aránzazu Díaz, M. y Labajo, R., 2016, pp. 194-203)[2]. Una parte importante del andamiaje científico del que se valieron en su docencia y en la continuación de su labor científica abrevaba en su formación alemana, por lo que, en muchas ocasiones, se impusieron como tarea primordial la traducción desde el alemán de aquellas obras que consideraron indispensables para su desempeño docente, o también incorporaron, en sus propias obras, la difusión de teorías, postulados y avances de la cultura alemana contemporánea.

Justo Gárate (1900-1994), médico, lingüista y crítico vasco-español, que se exilió en la Argentina y se desempeñó como profesor universitario en Mendoza hasta su jubilación, encarna, en forma paradigmática, esta tarea de intermediación española-germana en la Argentina: entre sus múltiples antecedentes, Justo Gárate fue, en la ciudad de Mendoza, durante diez años, presidente de la Sociedad Goetheana (1956-1966), institución encargada de difundir hasta hoy la lengua y la cultura alemanas (Bujaldón, 2019)[3] en la región.

Algunos Prolegómenos Necesarios

Tanto Francisco Ayala como el mismo Justo Gárate aseveran, en escritos autobiográficos, que gran parte de la simpatía de los españoles por Alemania en las primeras décadas del siglo xx se basaba en compartir las mismas enemistades por Francia y por Inglaterra. Durante la Primera Guerra Mundial, relata Gárate, su simpatía por Alemania, en oposición a la postura familiar, partía de su frecuentación de la geografía alemana y la lectura de Goethe, Schiller y Heine. Luego generaliza esta postura y añade otra explicación:

Cuando en 1917 fui a Valladolid observé que la tendencia germanófila se encontraba muy arraigada, debido no solo a la afición extendida por la lectura de autores alemanes, sino también al hecho de que la Historia de España bien estudiada y asimilada conducía a la idea de que Francia e Inglaterra habían sido en muchas ocasiones enemigos, al igual que entonces lo eran de los alemanes (Gárate, 1993, p. 16).

Francisco Ayala, refiriéndose al ámbito académico, resume así la atracción ejercida por Alemania para aquella juventud intelectual española:

En efecto, para los jóvenes estudiantes españoles que, en la década de los años 1920, se disponían, graduados en facultades diversas, a salir al extranjero en busca de horizontes intelectuales más amplios o conocimientos más especializados, el extranjero era, por excelencia, Alemania. No es que no hubiera quienes se dirigiesen a Inglaterra o se quedasen en Francia; pero, en general, la ida a Alemania se consideraba de un valor formativo análogo al que tuvo en el Renacimiento el viaje a Italia, y era requisito casi indispensable para adquirir la respetabilidad académica a que, entre nosotros, estaba vinculada la obtención de cátedras universitarias (Ayala, 1968, p. 14).

Pero ya a mediados del siglo xix y en el terreno de la filosofía «krausista», se había producido un encuentro hispano-alemán que tuvo una trascendencia pedagógica de largo alcance a través de la figura de Julián Sanz del Río y luego su discípulo Francisco Giner (1839-1915) en torno a la creación de la Institución Libre de Enseñanza (1876-1936). La estadía de J. Sanz del Río desde 1843 en la universidad de Heidelberg con el magisterio de los discípulos del kantiano Karl C. F. Krause dejó, como fruto duradero, la traducción y los comentarios por parte de J. Sanz del Río de la obra más difundida de Krause, a saber: Ideal de la Humanidad para la vida (1860)[4].

Más adelante, en la Institución Libre de Enseñanza, se hicieron fuertes las ideas de libertad en la ciencia y en la investigación de cuño humboldtiano, así como la meta de superar el estancamiento de España y su integración a la Europa progresista. La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907-1938) se constituyó en la principal herramienta para introducir las corrientes renovadas de la ciencia europea en las universidades españolas por medio del otorgamiento de becas a más de dos mil postulantes, entre los que se puede contar también a Justo Gárate, para doctorarse o profundizar estudios en el extranjero. Alemania ocupó el segundo lugar como destino solicitado (Sánchez Ron, 2000, p. 47).

En ese marco y con la ayuda de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, en la Argentina, la Institución Cultural Española recibió también la visita de distintos profesores, que, años más tarde, llegarían como exiliados, tal el caso del abogado criminalista Luis Jiménez de Asúa, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga, el historiador Claudio Sánchez de Albornoz, el filósofo Manuel García Morente y el escritor Francisco Ayala.

A nivel anecdótico, podemos recuperar la mención cercana que hace Justo Gárate en sus recuerdos de esta generación y su paso por Alemania:

Por una casualidad fui a parar a Berlín en una casa de patrona que es en la que habían parado los españoles más distinguidos que han estado en Alemania, la mayoría pensionados por la Junta para ampliación de estudios. En el álbum constaban allí las firmas de Giner de los Ríos, Rafael Altamira, Castillejo, Zulueta, Antonio Madinabeitia y Ortega y Gasset, del que había un pensamiento en alemán, no conforme a su merecida fama (Gárate, 1935, p. 36).

Efectivamente el filósofo José Ortega y Gasset había escuchado las clases del antiguo kantiano Georg Simmel en la universidad de Berlín en el semestre de 1905, luego de haber pasado por Leipzig —donde se ocupó seriamente del aprendizaje del alemán—, para continuar en Marburg, donde, en dos estadías posteriores, escuchó las lecciones de los profesores neokantianos Hermann Cohen y Paul Natorp.

Su valoración del pensamiento y la cultura alemanes hallaron eco en el alto porcentaje de escritores y de pensadores alemanes que conformaron las distintas colecciones de la editorial Revista de Occidente y su revista homónima (1923-1936), siendo uno de los principales méritos de aquellas la realización de traducciones directas del alemán, sin la previa y tradicional intermediación francesa. A través de ambas creaciones, editorial y revista, J. Ortega y Gasset llegó muchas veces a aventajar temporalmente al público francés en la recepción de autores alemanes, permitiendo al lector de habla hispana, peninsular o hispanoamericano, un acceso mucho más rico al pensamiento europeo coetáneo. Paralelamente J. Ortega y Gasset dirigía, en la editorial Espasa-Calpe, la colección «Biblioteca de Ideas del siglo xx», también con predominio de autores alemanes, basado, según Julián Marías, en la superioridad de su cultura (1983, p. 160). Por las dificultades de la Guerra, esta importante editorial española se transformó en Espasa-Calpe Argentina con la colección «Austral», donde las viejas traducciones se reeditaron, y aparecieron nuevas, de la pluma de exiliados españoles. En ella, por ejemplo, Justo Gárate publicó, entre otros, Poesía y realidad, de Goethe, en tres tomitos[5] (s. d.), y Cuatro ensayos sobre España y América: Wilhelm von Humboldt, con traducción y notas de Miguel de Unamuno y él mismo, en 1951 (Humboldt, 1951). (s. d.), y Cuatro ensayos sobre España y América: Wilhelm von Humboldt, con traducción y notas de Miguel de Unamuno y él mismo, en 1951 (Humboldt, 1951).

También, como consecuencia del exilio de 1936, se reestructuraron viejas editoriales, y se añadieron nuevas: por ejemplo, Losada, Emecé y Sudamericana (Schwartzstein, 2001)[6]. Ellas hicieron accesibles al público argentino y de habla hispana en general abundantes producciones de los años treinta y cuarenta: la fenomenología de Husserl, el neokantismo, el pensamiento de Dilthey y Simmel, las ideas de Nicolai Hartmann, la ontología de Heidegger, el marxismo y el psicoanálisis (Zuleta, 1999)[7]. En ese marco, mencionemos la traducción del alemán que Justo Gárate realizó para la editorial Losada de la obra de Emil Ludwig, Freud, el mago sexual (1951).

La presencia de J. Ortega y Gasset y, con él, de la filosofía alemana contemporánea se habían consolidado en la Argentina a través del seminario y de la serie de conferencias que dictara el filósofo español en Buenos Aires, en 1916. Sus visitas subsiguientes y la llegada de exiliados republicanos, muchos de ellos antiguos discípulos y participantes de sus tertulias vespertinas, como Francisco Ayala, Rosa Chacel, Lorenzo Luzuriaga y Manuel García Morente, reafirmaron y continuaron la labor de intermediación cultural en favor de la cultura alemana para la que J. Ortega y Gasset constituye, sin dudas, un hito.

A manera de parangón con la peripecia existencial de Justo Gárate, consideremos, por ejemplo, el camino intelectual de Lorenzo Luzuriaga (1889-1965), quien, ayudado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, terminó sus estudios pedagógicos en Berlín y en Jena durante dos años desde 1913 para insertarse luego en distintas instituciones de la Institución Libre de Enseñanza, a la vez que dirigía la Revista Pedagógica; la continuidad de esta revista fue asegurada por él en la Universidad argentina de Tucumán cuando se desempeñaba como director del Instituto de Pedagogía, emprendido ya el camino del exilio. Trasladado luego desde Tucumán a Buenos Aires, L. Luzuriaga colaboró activamente con la editorial Losada a partir de la reedición de traducciones de obras que presentaban las últimas teorías pedagógicas, sobre todo de autores de habla alemana como Paul Natorp, Georg Kerschensteiner, Johann H. Pestalozzi, Wilhelm Dilthey y Friedrich Froebel, entre muchos otros, en una colección titulada «Biblioteca del Maestro». Puntualicemos también que uno de sus proyectos, anteriores al exilio de 1939, fue el de publicar en España los programas educativos de las más avanzadas escuelas alemanas y austríacas para hacer accesible, en su patria, el estado de la educación en dichos países europeos.

Por su parte, Francisco Ayala (1906-2009), una vez terminados sus estudios de Derecho en Madrid, se propuso viajar a Alemania. La formulación de sus anhelos en el texto de su autobiografía Recuerdos y olvidos condensa el sentir de los jóvenes de su generación, que comprobamos reiteradamente en la trayectoria de innumerables biografías de intelectuales españoles de la época:

¿Qué era para mí Alemania?, me pregunto ahora. Era, por supuesto, el centro de la cultura vigente, reverenciada por mis maestros; era el hogar fecundo de tantas obras admirables y respetadas, de tantos sabios filósofos y científicos, los autores de los libros que se traducían en las colecciones patrocinadas, animadas, orientadas o dirigidas por Ortega; el centro de atracción intelectual donde todas nuestras miradas convergían (Ayala, 1982, p. 136).

Uno de los saldos de sus estadías en Alemania lo constituyó para Ayala el hacerse de la tarea de traductor, que ejerció para ganarse el pan como joven becario, así como después, durante su exilio en la Argentina, donde además ejerció como profesor de Sociología en la Universidad del Litoral. En la editorial Losada, aparecieron, en la década del cincuenta, sus traducciones, aún no superadas, de novelas de Thomas Mann (1949, 1954) y de Rainer María Rilke (1940), así como abundantes artículos en el diario La Nación sobre los pensadores Karl Mannheim, Karl Vossler, Wilhelm Dilthey y Max Weber.

Justo Gárate y la Cultura Alemana

El ejercicio de la presidencia de Justo Gárate, a lo largo de diez años, de una institución dedicada a la difusión de la lengua y la cultura alemanas en Mendoza (Bujaldón 2019), ciudad argentina de destino final de su exilio, grafica mi propuesta sobre la intermediación cumplida por estos intelectuales españoles respecto de Alemania en nuestro país.

Nacido en Bergara (provincia de Guipúzcoa), en 1900, el pequeño Justo fue llevado con su familia a Tandil, en la provincia de Buenos Aires, donde pasó los primeros años de vida. La familia inició allí un negocio de ovejas, rodeada por una nutrida colectividad de origen vasco. Esta lengua, así como el castellano de la Argentina, fueron los primeros idiomas aprendidos por Justo Gárate, idiomas a los que llamará luego «mis propias lenguas maternas» (Gárate, 1943, p. 222). Vueltos en 1906 a España, la curiosidad y el talento lingüístico del adolescente lo llevaron a aprender francés e inglés, más allá del latín y el griego escolares, así como el alemán en su afán de leer al filósofo Schopenhauer en el original[8]. En comentarios posteriores, el médico e investigador asevera que se trata de un idioma muy importante para la ciencia y la cultura (Gárate, 1943, p. 184). Más adelante, en su paso como estudiante de Medicina por la Universidad de Barcelona, aprendió el catalán. En sus recuerdos, deja sentado el método autodidacta del que se valía, similar al de Goethe —según sus propias palabras—: comparar traducciones en varios idiomas insertas en la página derecha con aquellas que partían del latín ubicadas en la hoja izquierda. Otro consejo que él mismo puso en práctica, en la medida en que las circunstancias lo permitieron, fue el de empaparse in situ de la lengua extranjera como método rápido e integral de hacerse de ella, previo estudio «pasivo» de ella en lectura y en traducción. Por ejemplo, durante las vacaciones universitarias de verano en su estancia en Freiburg de 1924, el joven médico se trasladó por dos meses a Nancy con el objetivo de mejorar su francés, así como lo hizo en 1927, en Inglaterra, respecto del inglés (Gárate, 1993, pp. 25, 30). En sus discursos a los estudiantes mendocinos de Medicina, siempre los instó tanto al aprendizaje de otros idiomas como a visitar y a permanecer en países extranjeros como modo de completar y ampliar la formación disciplinar a nivel humanista. Saldos personales de esos recorridos marcaron para siempre al circunstancial visitante, como lo recuerda Justo Gárate en su autobiografía. De la estancia en Nancy, escribe:

También realizamos excursiones a una fábrica de chocolate y otra de cerveza, y visitamos Verdún, la heroica ciudad francesa de la Primera Guerra Mundial. Allí vi los fuertes de Douaumont, Thiaumont, Vaux, etc., completamente destruidos. Quedé horrorizado y me hice entonces pacifista, para toda la vida (Gárate, 1993, p. 26).

Las propias y valiosas experiencias en viajes grupales juveniles, organizados por instituciones educativas, también fueron objeto de su propuesta pedagógica, que pudo llevar a cabo, por ejemplo, en 1964 con un grupo de veinticinco estudiantes de sexto año de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo, en un largo recorrido por Europa.

El joven dudó entre los estudios filológicos y los médicos, para finalmente cursar estos últimos en varias universidades españolas (Valladolid, Santiago de Compostela, Barcelona), llevado por el afán de conocer nuevas regiones y buscar la excelencia en la formación de grado. En 1923, se licenció en Medicina, en Madrid. Los estudios de doctorado los cumplió, en su mayor parte, en Alemania, luego de renunciar a otros interesantes ofrecimientos en París y en Estrasburgo. Así lo resume en su autobiografía: «Creo que mi vida hubiera sido completamente distinta si me hubiera quedado en Francia, y ahora, con los años a mi favor, me alegro de haber elegido el camino alemán. Acerté con mis designios y mi futuro» (Gárate, 1993, p. 25).

En un año en Freiburg (1924-1925), escuchó clases del futuro premio nobel Heinrich Otto Wieland, a la vez que lo entusiasmó el sistema de enseñanza alemán. Aprovechó también para profundizar sobre el viaje vasco de Guillermo de Humboldt, investigación que lo acompañaría durante toda la vida. Quien lo entusiasmó en el tema fue Arturo Farinelli, el conocido germanista italiano, que, junto con el mencionado H. O. Wieland, fueron, entre otros[9], quienes le extendieron las cartas de recomendación que Justo Gárate llevó a la Argentina en el camino del exilio.

Seis meses de estancia en París lo condujeron a la tertulia de Miguel de Unamuno, con quien permanecería luego en respetuoso contacto epistolar. Los nueve meses posteriores en la universidad de Berlín y de Heidelberg los dedicó al tema de su tesis doctoral en el área del cáncer, que defendió en Madrid, en 1927.

En los recuerdos referidos a aquella época, Justo Gárate emite sus juicios sobre los alemanes, en los que critica, por un lado, su incapacidad para la política, y valora, por otro, su capacidad organizativa y su moral laboral. «La cultura no era tan rica ni tan extendida como en Francia e Inglaterra. En cambio tenía organizaciones magníficas sobre asuntos concretos: los ferrocarriles, las aduanas, la docencia, la organización municipal constaban de grandes estructuras» (Gárate, 1993, p. 28).

Los años que siguieron estuvieron dedicados al ejercicio de la medicina en Bilbao —con una nueva estancia en Berlín, en 1930—, al inicio de su vida familiar, y a la participación en la política vasca, con la que se acercó al Ateneo y al Partido Nacionalista Vasco, del que fue candidato a diputado. En estos años, reafirmó sus simpatías ideológicas por Gregorio Marañón y por José Ortega y Gasset. También publicó abundantes artículos en diarios locales que le ganaron la fama de polemista filoso.

Es muy significativo el hecho de que el autor articula, en su autobiografía, el acercamiento al nacionalismo vasco con el previo interés y el estudio del euskera. Primero, durante su estadía como estudiante en Barcelona, tuvo contacto otros bergareses y, entre ellos, a un vascófilo que le hace conocer y leer el labortano, dialecto euskera hablado en Labort y Navarra. También recuerda su asistencia a los recitales del Orfeón donostiarra. Poco más adelante, y terminado el cuarto año de Medicina, escribe que, en su villa natal, pasa el verano de 1921, dedicado «… entre otras cosas, al estudio del euskara, que no lo conocía más que vulgarmente sin profundizar en sus estructuras. Para ello estudié la gramática de Arrigaray y recordé lo que había aprendido de labortano en revistas y semanarios» (Gárate, 1993, p. 19).

En el capítulo «Tiempos de guerra» de Un crítico en las quimbambas, su autor cuenta que los bombardeos, especialmente el de Guernica, empujaron la salida de la familia Gárate con hijos pequeños en mayo de 1937 a Bélgica pasando por París. El médico salió en junio de Santander a cargo de un contingente de quinientos niños vascos rumbo a Burdeos por Saint Jean Pied de Port. Cumplida la tarea, se dirigió a Bruselas para encontrarse con la familia. A pesar del relativo bienestar en esta capital, el recuerdo de los discursos de Hitler, escuchados en una cervecería de Múnich en 1930[10], lo movieron a abandonar por inseguro este «carrefour» europeo, frente a las amenazas belicistas alemanas y la inoperancia de su contraparte francesa e inglesa.

A fines de diciembre, los Gárate arribaron a Buenos Aires, donde Justo comenzó la preparación de la reválida de su título de médico y de doctor, cumplida en la universidad de La Plata a mediados del año 1938. La elección como lugar de residencia fue la ya conocida ciudad de Tandil, en que ejerció la medicina hasta el traslado a Mendoza, en 1954. Como un hito recuerda Justo Gárate la organización de las Fiestas Vascas en 1940, cuyo objetivo fue recaudar fondos para los exiliados coterráneos desde esta ciudad bonaerense. También participaba activamente en el periódico y en otras instituciones culturales locales. De estos años, también surgieron dos libros[11] en la editorial vasca Ekin, así como decenas de artículos, sobre todo de etimología y de toponimia, bajo diversos pseudónimos, en el Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos, instituto del cual fue fundador en 1943 (Aránzazu-Díaz, pp. 333-340). Podría decirse que los quince años que vivió en Tandil fueron de extrema productividad en el ámbito de los estudios sobre la cultura vasca, cuya resonancia le hizo un nombre en los ámbitos intelectuales de Buenos Aires. El éxito de su actividad profesional como médico en aquella ciudad seguramente ayudó a brindarle un espacio de «ocio creador» para ello.

La Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo había comenzado a funcionar en Mendoza en 1951 y, por el avance de las cohortes, necesitaban un profesor de clínica médica para cuarto año. Otro exiliado republicano, Gumersindo Sánchez Guisande, que era ya profesor de Anatomía en la facultad mendocina (Correas, 1989), intermedió para que se contratara a Justo Gárate, hecho que se concretó a comienzos de 1954 y se extendió hasta 1963, cargo que aquel sostuvo como profesor emérito. El acto de homenaje universitario que se le brindó en 1990, junto con el Consulado General de España, da cuenta de su labor docente y la trascendencia que logró tanto en la carrera académica como en la huella dejada en muchos de sus discípulos. En la década previa, había comenzado a recibir múltiples y honrosas distinciones, premios y homenajes en el País Vasco, como el título de Doctor Honoris Causa por dicha Universidad en 1982.

En la Sociedad Goetheana

Según relata Justo Gárate en su autobiografía, la amistad con algunos profesores alemanes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo hizo que, al poco tiempo de llegar a Mendoza, lo nombraran presidente de la Sociedad Goetheana Argentina (Gárate, 1993, p. 58). Si recorremos brevemente la historia de dicha Sociedad, filial Mendoza, lo encontramos como su segundo presidente, electo por unanimidad, por varios períodos consecutivos, hasta 1966 (Bujaldón, 2019).

Entre los objetivos de dicha institución, surgida al calor de los festejos por el segundo centenario del nacimiento de Goethe, en 1949, se hallaba la difusión de la obra y el pensamiento del autor alemán, sobre todo en lo que atañe a su concepto de la Weltliteratur o literatura universal, en cuanto a abarcar, como patrimonio de la humanidad, las grandes creaciones de todos los pueblos. En los textos de Justo Gárate, uno de los escritores más mencionados como referente para los más diversos aspectos es, sin dudas, Goethe, del cual ya había traducido y publicado por entonces, en la Argentina, Poesía y Verdad.

Durante la presidencia de Justo Gárate, se celebraron, en 1964, los quince años de existencia de dicha Sociedad, y surgieron como balance datos impactantes referidos a la realización de cientos de actos concretados con ese espíritu[12]. Además, en esa década, se creó el Instituto Cuyano de Cultura Alemana, como una sección más de la Sociedad Goetheana Argentina, que, para 1964, ostentaba la importante cifra de treinta y dos cursos y cuatrocientos treinta y dos alumnos. Las actas de la mencionada Sociedad en torno a estos años dan cuenta de la búsqueda de un espacio adecuado para albergar tan numerosos cursos, una biblioteca y un salón de actos. Luego de dejar la presidencia, Justo Gárate siguió participando como socio y presidente honorario en las reuniones de la Sociedad, y quizás su aporte más duradero en ellas fue el proponer que los nuevos miembros de la comisión directiva surgieran de entre los becarios locales universitarios que se hubieran especializado en Alemania. En su opinión, a ese grupo debía acudirse para revitalizar la cartera de socios y las actividades de la Sociedad (Acta 26, 14.11.1969)[13].

También es necesario observar que, entre los más de seiscientos artículos publicados por Justo Gárate, solo una parte modesta está dedicada al mundo alemán, y, en ese caso, se trata de aspectos que lo ponen en relación con la cultura vasca. Se dedica, sobre todo, a los viajeros alemanes que escribieron sobre el País Vasco, y centralmente sobre Guillermo de Humboldt, del que incluso publicó cartas inéditas sobre dicho periplo de 1801. También abordó el viaje inverso, desde la Argentina a Alemania, con el ejemplo del paso de Domingo Faustino Sarmiento por Göttingen (Gárate, 1960 y 1964). Otra preocupación reiterada en sus escritos concierne al alemán y su traducción, sobre lo que se dedicó a criticar, minuciosa y humorísticamente, las equivocaciones (los «gazapos», así los llama, tanto ajenas como propios) en este terreno.

José Ángel Ascunce, reconocido investigador del exilio español que rescató la figura de Justo Gárate con una detallada biografía, no duda en calificar al bergarés como «uno de los más eximios traductores del exilio vasco» (Gárate, 1993, p. 286)[14]. Abrió así J. A. Ascunce la valoración de una dimensión en la tarea intelectual de Justo Gárate, sobre la cual, el propio exiliado ha dejado con frecuencia reflexiones en su obra: un aspecto sobre el que vale la pena detenerse.

Tanto en el prólogo a su libro Cultura biológica y arte de traducir (1943) como en el capítulo «Escollos de la traducción», sostiene el autor que las condiciones del exilio, en su falta de libros en el original, lo llevaron a hacer uso de traducciones y, de esta manera, echó mano de su costumbre de hacer notas, obteniendo así un interesante material que publicar:

Cuando el destierro y la incomunicación con los países de lenguas cultas y de gran producción literaria y científica —que eran las únicas que me interesaban fuera de mis propias lenguas maternas— han hecho que tenga que leer libros traducidos, muchos de ellos vertidos ya hace tiempo, es cuando me he entretenido a la fuerza en apuntar gazapos (Gárate, 1943, p. 222).

Recordemos que Justo Gárate se había granjeado la fama, en otros campos, de ser un filoso polemista, característica que sobresale en la aguda crítica a que somete las traducciones y a los traductores consagrados, como José Pérez Bances en Poesía y Verdad, de Goethe; Pedro Pedraza y Páez en La guerra y la paz, de León Tolstoi; o el mismo Unamuno.

El aspecto más criticado por Justo Gárate en las traducciones es el referente a la geografía, en que los nombres de lugares, ríos, montañas, vegetación o ciudades sufren tales distorsiones y omisiones que impiden al lector concretar una ubicación correcta y así poder comprender cabalmente el texto. Y la severa crítica se sustenta en la postura de Justo Gárate, que siempre estaba dispuesto a polemizar, cuando dominaba el asunto tratado, ya que, desde la infancia, le había interesado la geografía, a la que se dedicó con mapas y libros especializados. Otra nota interesante hace al material sobre el que el polemista discute: novelas de Stefan Zweig de reciente aparición en español, artículos coetáneos del diario La Prensa, el diccionario Larousse y otras enciclopedias famosas que están al alcance de su mano en la lejana Tandil.

Asimismo, un traductor habitual, como lo es Justo Gárate, enumera las virtudes que parten de esta tarea: llegar a un muy buen conocimiento de las obras, que trae, como consecuencia, una mejor escritura de las propias y, por último, obtener centros de interés que lleven a reunir ingente material de lectura y de observación (Gárate, 1943, p. 248). Aun cuando Justo Gárate no conoció el ruso, frente a los otros nueve idiomas que dominaba, hace un lugar importante a la experiencia rusa impulsada por M. Gorki respecto a un gran plan de traducciones de las obras de los distintos pueblos de la Unión Soviética por parte de poetas rusos, que Pablo Schostakovsky describe en el capítulo «El arte de la traducción», que transcribe Justo Gárate en su libro. El concepto que subyace a dichas reflexiones es la conservación de la individualidad artística del autor en su originalidad, por lo que el traductor no debe substituir esa personalidad creadora. La fórmula para describir el papel del traductor es su transparencia o desaparición en pro del autor y del texto originales. En ese mismo sentido, Gogol sostiene que el traductor no debe ser percibido, sino transformarse en un vidrio tan transparente que parezca no existir (Gárate, 1943, p. 268). Merecería un estudio crítico la tarea de Justo Gárate como traductor, no solo desde el alemán, sino también desde el inglés, concretada no solo en libros, sino también en innumerables textos incorporados a sus estudios, como, por ejemplo, el dedicado a los viajeros extranjeros en el País Vasco (Gárate, 1942).

A Manera de Conclusión, de Conclusiones

Para volver a la propuesta inicial acerca del protagonismo de España en las relaciones interculturales argentino-germanas, consideramos que su decidida apertura a Europa a comienzos del siglo xx y, con ello, a la ciencia alemana, hicieron que su intermediación fuera imprescindible a través de las traducciones directas del alemán y del papel de los profesores españoles —como Justo Gárate— en las universidades argentinas, quienes habían alcanzado su formación en Alemania.

El exilio causado por la Guerra Civil actualizó, en la Argentina, mediante la inserción académica y las tareas en el ámbito editorial por parte de los intelectuales españoles, que atravesaron así los años aciagos de la Segunda Guerra Mundial, la presencia de la cultura alemana.

La trayectoria y la labor de Justo Gárate encarnan paradigmáticamente esa peripecia histórica a la vez que iluminan muchos otros aspectos de un exilio «exitoso», donde se entrecruzan la patria de origen, la patria de adopción y un destino humano que las trasciende. Con este deseo final, se cierra su autobiografía:

En Mendoza, mi ciudad de residencia, recuerdo con amor mi patria de origen, Bergara. Me gustaría estar siempre presente en ambas ciudades y que ambas me puedan recordar como una persona que vivió preocupada por el destino humano y que todo lo que hizo lo realizó en pro de la humanidad (Garate, 1993, p. 64).

Referencias Bibliográficas

Aránzazu Díaz, M. y Labajo, R. (2016). El exilio científico republicano en Argentina. Contribuciones e impacto de los médicos, biomédicos y psicoanalistas españoles en la ciencia argentina (1936-2003). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Ascunce, J. Á. (1993). Justo Gárate: una vida, un camino. En J. Gárate. Un crítico en las quimbambas (pp. 283-289). San Sebastián: Ayuntamiento de Bergara.

Ascunce, J. Á. (2016). Gárate Arriola, Justo. En M. Aznar Soler, M. y J. R. López García (eds.). Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939 (vol. 2). (pp. 410-411). Sevilla: Biblioteca del Exilio-Renacimiento.

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Notas

[1] La exhaustiva tesis doctoral de M. Aránzazu Díaz y R. Labajo, dedicada a médicos, biomédicos y psicoanalistas españoles exiliados en la Argentina, ofrece una capítulo sobre la Universidad Nacional de Cuyo, que se dedica especialmente a Justo Gárate y a su colega Gumersindo Sánchez Guisande (pp. 293-308).
[2] La mencionada tesis dedica el capítulo 10 a la Institución Cultural Española como el principal mediador en la inserción de los médicos españoles exiliados (pp. 194-203).
[3] Recientemente se realizó la conmemoración de los setenta años de la Sociedad Goetheana Argentina, el 17 de octubre de 2019, en el Museo del Área Fundacional de Mendoza.
[4] En el original, Das Urbild der Menscheit. EinVersuch. VorzüglichfürFeimaurer (1811).
[5] No he podido localizar aun esta traducción en los catálogos correspondientes.
[6] El capítulo “Redes y estrategias de inversión” del estudio de Dora Schwartzstein aborda esta temática (pp. 137-162).
[7] En el estudio de Emilia de Zuleta consultar especialmente el capítulo: “El exilio español y el movimiento editorial argentino” (pp. 55-72).
[8] También J. L. Borges explica su aprendizaje autodidacta del alemán por los mismos años con el objetivo de leer en el original a Arthur Schopenhauer, según recupera, por ejemplo, E. Rodríguez Monegal en Borges. Una biografía literaria (1987, pp.121-129; México: Fondo de Cultura Económica).
[9] También menciona Justo Gárate la recomendación que le entregó Ricardo Levene de parte de Gregorio Marañón para comenzar los trámites de la reválida de su título de médico en Universidad de La Plata.
[10] Justo Gárate publicó un artículo en el diario Tierra Vasca el 18 de enero de 1933 titulado «Datos para la historia. Así discurre Hitler» en el que, según su versión, recupera los dichos del por entonces dirigente austriaco, escuchados por Gárate durante una arenga, en una cervecería de Múnich en 1930, que no he podido consultar. En su libro Cultura biológica y arte de traducir, publicado en 1943, emite siempre comentarios negativos sobre el dictador, sus acciones políticas y el nazismo.
[11] Se trata de Viajeros extranjeros en Vasconia (1942) y Cultura biológica y arte de traducir (1943).
[12] Cf. Documento inédito: Semana de la Cultura Alemana. En conmemoración del xv.° aniversario de su fundación. 1949-28 de agosto-1964. Mendoza: Sociedad Goetheana Argentina. Imprenta D’Accurzio, 1964. Sin paginar.
[13] Los libros de actas de la Sociedad Goetheana Argentina son dos libros manuscritos en castellano, el segundo en uso de las reuniones actuales, cuya última acta registrada y consultada corresponde al n. 203 (25.06.2018), guardadas en la sede de la Sociedad Goetheana Argentina de Mendoza.
[14] El epílogo y la edición de Justo Gárate Un crítico en las quimbambas están a cargo de José Ángel Ascunce (pp. 283-289).
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