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Exilio Español y Ámbito Editorial Argentino: Trayectorias Individuales y Ambiciones Comunes
Exilio Español y Ámbito Editorial Argentino: Trayectorias Individuales y Ambiciones Comunes
Gramma, vol. 31, núm. 64, 2020
Universidad del Salvador
Recepción: 22 Febrero 2020
Aprobación: 03 Abril 2020
Resumen: Argentina fue uno de los principales países de acogida de los españoles republicanos que eligieron la vía del exilio para huir de la guerra civil española y de la dictadura franquista. Un gran número de exiliados, tanto intelectuales como trabajadores del sector editorial español, se integraron en el ámbito editorial argentino y contribuyeron a convertir la Ciudad de Buenos Aires en capital mundial de la industria editorial de habla hispana. Su participación en las revistas argentinas y la aparición de revistas del exilio fueron etapas previas a la creación de editoriales por los exiliados republicanos. A merced de su experiencia en el sector de prensa, pudieron fundar casas editoras propias con el fin de publicar las obras de intelectuales republicanos censuradas en España. El análisis de los catálogos de publicaciones muestra que, más allá de una defensa de la identidad republicana española, estas casas editoras desempeñaron un importante papel en la publicación de autores locales —no solo argentinos, sino más ampliamente latinoamericanos— en un propósito conjunto de difusión de todos los autores hispanohablantes. En el presente trabajo, nos centraremos en Gonzalo Losada, republicano español radicado en Buenos Aires y fundador de la emblemática Editorial Losada. Como editor y como presidente de la Cámara Argentina del Libro, defendió, durante décadas, el libro en español y su circulación por Latinoamérica y promovió la idea de una política del libro de idioma español, tanto en la Argentina como a escala internacional.
Palabras clave: Exilio Republicano Español, Historia Editorial, Industria Editorial Argentina, Identidades, Mercado del Libro Hispanoamericano, Gonzalo Losada.
Abstract: Argentina was one of the main host countries for Spanish Republicans who chose to live in exile in order to escape the Spanish Civil War and the Franco dictatorship. A large number of them, intellectuals as well as workers from the Spanish publishing sector, joined the Argentinean editorial sphere and contributed to turning Buenos Aires into the international capital city of the Spanish-language publishing industry. Their involvement in Argentinean magazines and the creation of Spanish Republican publications were stages prior to the founding of publishing houses. Thanks to their experience in the press sector, they were able to create publishing houses of their own, with the aim of spreading the works of Republican intellectuals censored in Spain. An analysis of publications catalogues demonstrates that, beyond the defence of a Spanish Republican identity, these publishing houses played an important role in the diffusion of local authors’ works (not only Argentinean but more widely Latin-American) with the joint purpose of publishing all Spanish-speaking authors. In the present work, we will focus on Gonzalo Losada, a Spanish republican based in Buenos Aires and the founder of the iconic Editorial Losada. Both as an editor and as President of the Argentinean Book Chamber, he stood up for decades for the Spanish-language books and their circulation throughout Latin America, promoting the idea of a Spanish-language book policy, in Argentina and internationally.
Keywords: Spanish Republican Exile, Publishing History, Argentinean Publishing Industry, Identities, Spanish-Language Book Market, Gonzalo Losada.
A raíz de la Guerra Civil que derrocó la Segunda República y de la subsiguiente dictadura franquista, los países de América Latina recibieron importantes contingentes de exiliados movidos por razones políticas, culturales y afectivas, y, en especial, con el argumento de la identidad lingüística, que favoreció las integraciones laboral y social de los españoles. Algunos países de América Latina tenían políticas de acogida muy favorables para los exiliados republicanos, como México. En cambio, en la Argentina, los republicanos españoles fueron considerados «indeseables»[1], susceptibles de amenazar la estabilidad política. Las leyes migratorias argentinas de los años treinta eran muy restrictivas, con lo cual el exilio republicano español fue esencialmente individual e ilegal, y, por consiguiente, muy difícil de evaluar. A pesar de ello, la Argentina terminó siendo uno de los destinos privilegiados para los exiliados republicanos.
Muchos de estos exiliados consiguieron integrarse en el ámbito editorial argentino. Y como consecuencia del exilio republicano, la industria editorial argentina vivió una expansión sin precedente hasta convertirse en la primera industria editorial de habla hispana en las décadas del cuarenta y del cincuenta. Nos interesaremos aquí por estos efectos de la presencia española sobre el desarrollo de la industria editorial argentina, pero también, pasando de la escala nacional al nivel internacional, plantearemos las repercusiones de esta convivencia de españoles y de argentinos sobre la difusión del libro en lengua española.
Buenos Aires, «Meridiano Editorial de los Países de Habla Española»
En el primer tercio del siglo xx, la industria editorial argentina no estaba plenamente desarrollada, los libros producidos en el país no eran de muy buena calidad, y los costes de producción eran elevados, debido a varios factores, como los impuestos para la importación del papel. Por lo tanto, el mercado argentino del libro estaba dominado por los grandes centros editores europeos de Francia, Alemania y España: los libros se imprimían en Europa antes de ser importados en la Argentina. Las dos guerras mundiales así como la guerra civil española permitieron luego liberar el mercado del libro argentino. La edición argentina empezó entonces a desarrollarse hasta llegar a su «época de oro» (De Diego, 2014), que José Luis de Diego sitúa entre mediados de los años treinta y mediados de la década del cincuenta. En esa época de oro, Buenos Aires tomó el lugar de Madrid y de Barcelona y se convirtió en la capital del libro en español, en el «meridiano editorial de los países de habla española» (1941, p. 11), para retomar las palabras del entonces presidente de la Cámara Argentina del Libro, Rafael Salazar.
El año 1936 constituyó la «gran oportunidad» de la industria editorial argentina, como la describió Pierre Lagarde (1980), por dos razones. Por una parte, la industria española quedó paralizada, y detuvo así, en su propio mercado, la competencia para la industria editorial argentina, la cual pudo entonces empezar a desarrollarse (Larraz, 2010). Por otra parte, con la Guerra Civil, se inició también el exilio republicano. Entre los exiliados, se encontraban numerosos intelectuales que se fueron integrando a la vida cultural argentina. Efectivamente, el exilio estaba compuesto, en gran parte, por literatos, escritores, periodistas y artistas afines a la república española que no podían permanecer en España, donde sus obras y sus escritos estaban sometidos a la censura. Estos intelectuales se orientaron, en su exilio, hacia los sectores de la prensa y de las editoriales, en principio, por la cuestión muy pragmática de la inserción laboral. Su primer objetivo era el de ganarse la vida, por ejemplo, mediante la publicación de artículos: tal fue el caso de Francisco Ayala, que trabajó para el diario La Nación, o de autores como Ricardo Baeza, que fue traductor para la revista Sur, o Guillermo de Torre, miembro del consejo de redacción de aquella, así como también colaborador en varias revistas culturales de Buenos Aires. El segundo objetivo de estos intelectuales exiliados era más bien político y cultural: querían llegar a publicar lo que estaba censurado por la dictadura franquista, tanto sus propios textos como los de autores canónicos españoles. Las revistas culturales, los suplementos literarios de diarios así como las editoriales argentinas se convirtieron en el lugar privilegiado para la difusión de autores republicanos españoles.
Pero el exilio republicano también lo componían trabajadores provenientes del ámbito editorial español que constituyeron la mano de obra cualificada para respaldar ese desarrollo de la industria editorial argentina. Los exiliados españoles se encontraban en todas las etapas de la producción del libro: no eran solamente editores, autores o traductores, incluso redactores, correctores, sino que también ocupaban los empleos de la impresión, la distribución y la venta de libros. Tuvo así lugar un traspaso de trabajadores, de conocimientos y de competencias entre las industrias editoriales española y argentina.
De hecho, las tres editoriales hegemónicas de esta época de oro para Buenos Aires fueron fundadas por exiliados españoles. Se trataba de editoriales que representaban el nuevo modelo de las grandes casas editoriales modernas: la Editorial Losada (creada en 1938 por Gonzalo Losada), Editorial Sudamericana (fundada ese mismo año, y dirigida por Antonio López Llausás) y Emecé Editores (creada en 1939 y dirigida por los gallegos Luis Seoane y Arturo Cuadrado). Estas editoriales fundadas y gestionadas por exiliados llegaron a dominar el mercado editorial argentino tanto económicamente como culturalmente.
Debido a esta inserción masiva de autores, trabajadores y editores españoles en las revistas y las editoriales fundadas en la Argentina, Emilia de Zuleta (1999) caracteriza el ámbito editorial argentino como «espacio contenedor» para los exiliados republicanos españoles, uno de los mayores espacios para su integración.
Modalidades de Integración de los Exiliados Españoles en el Ámbito Editorial Argentino: Participación, Creación, Edición
Esta integración de los exiliados españoles en el ámbito editorial argentino fue gradual y siguió varias pautas. Emilia de Zuleta destaca tres momentos, tres etapas sucesivas (Zuleta, 1999).
La primera etapa es la de participación de los exiliados españoles en la prensa local argentina: en los diarios y en las revistas culturales. En La Nación, por ejemplo, publicaban Ramón Gómez de la Serna, Amado Alonso, Ortega y Gasset. En el diario La Prensa, participaban Azorín, Pérez de Ayala, María de Maeztu… Otro ejemplo es el del diario Crítica, cuyo director, Natalio Botana, facilitó la entrada al país a los exiliados que viajaban a bordo del barco de vapor Massilia en 1939, un barco que había salido de Francia y transportaba a unos ciento cincuenta exiliados republicanos. El diario Crítica acogió no solamente a muchos periodistas de los que viajaban a bordo del Massilia, sino también a escritores y a técnicos del sector editorial. El hijo de Natalio Botana habló en estos términos del enriquecimiento que supuso para el diario de su padre la llegada de estos exiliados:
El regalo masivo llegó en el vapor Masilia. […].
Los periodistas pasaron casi todos a Crítica, donde fueron una inyección de pureza idiomática, y de otras líneas de imaginación creadora.
Todos fueron útiles al país, llegaron grandes técnicos y algunos bohemios todos unidos en su sentido hispánico de valor y lealtad (Botana, 1977, p. 181).
También estaban omnipresentes los exiliados en las revistas culturales Nosotros y Sur. En Nosotros, por ejemplo, publicó Rafael Alberti partes de su autobiografía. En la revista Sur, fueron muchísimos los aportes de los españoles en todos los ámbitos culturales: literatura (a través del teatro, poesía, novela), ensayos y artículos de sociología, de historia, traducciones… En esa revista, participaban grandes personalidades como Ortega y Gasset, Rafael Alberti, Ricardo Baeza, Rosa Chacel, Francisco Ayala, Guillermo de Torre y José Blanco Amor, entre muchos otros. No eran únicamente autores, sino también miembros de los diversos consejos de redacción de la revista.
La segunda etapa que define Emilia de Zuleta es la de creación, en la década del cuarenta, por parte de los exiliados, de sus propias revistas, llamadas hoy en día «revistas del exilio». Muchas de estas revistas eran de índole política, por ejemplo, El Pueblo Español, Pensamiento Español, España Independiente, Noticias de España, etc. Existían además revistas regionalistas dirigidas a un público lector más específicamente vasco, gallego o catalán. También los exiliados crearon un gran número de revistas de índole cultural. Las más importantes que se publicaban en Buenos Aires eran Cabalgata, Correo Literario, De Mar a Mar y Realidad. Estas revistas fueron creadas y alimentadas por exiliados como Lorenzo Varela, Luis Seoane, Guillermo de Torre, Arturo Cuadrado, Rafael Alberti y María Teresa León, Juan Ramón Jiménez, Lorenzo Luzuriaga y otros tantos.
A estas dos etapas de la presencia española en el ámbito de la prensa argentina las describimos, en nuestros estudios, un «modelo participativo» y un «modelo específico» de creación de revistas. Para Emilia de Zuleta, existe un tercer momento, a partir de los años cincuenta, que sería el de auténtica incorporación, de fusión entre la prensa argentina y la prensa exiliada. A nuestro parecer, existe otra etapa intermedia, que sería la de creación de editoriales. De algún modo, la participación en los diarios y las revistas así como la creación propia de revistas por los exiliados republicanos desembocan en una experiencia editorial y en una difusión a mayor escala de sus obras. Estas revistas culturales fueron como «laboratorios» en los que se cuajaron los conocimientos y los objetivos editoriales, y que dieron lugar a la aparición de editoriales nuevas. Aparecieron muchas editoriales fundadas por exiliados, como, por ejemplo Bajel, Botella al Mar, Nova, Periplo, Pleamar, creada por Alberti… además de las tres grandes, Losada, Sudamericana y Emecé.
Muchos de los fundadores de estas editoriales habían tenido una experiencia previa en las revistas culturales. Si nos fijamos en el ejemplo de la Editorial Losada, podemos darnos cuenta de que todos los cofundadores y primeros socios de la editorial habían desempeñado, a finales de la década del treinta, una labor participativa en las revistas culturales argentinas y en las revistas del exilio. Guillermo de Torre había sido secretario del suplemento literario de La Nación, primer secretario de la revista Sur y miembro de su consejo de redacción; Amado Alonso había fundado una revista de filología hispánica; Felipe Jiménez de Asúa colaboraba con la revista España Republicana; Lorenzo Luzuriaga y Francisco Ayala publicaban en La Nación, en Sur, y habían cofundado la revista Realidad.
El Objetivo Compartido de la Defensa del Libro en Español
Por lo tanto, existen abundantes ejemplos de exiliados republicanos que empezaron siendo colaboradores de revistas y de diarios argentinos antes de ser fundadores de sus propias revistas, e incluso fundadores o miembros de editoriales creadas en el exilio. Estas trayectorias individuales finalmente parecen confluir hacia la edición de libros.
Si bien el objetivo de estos exiliados era poder publicar libremente sin ser sometidos a la censura, no se limitaron a la edición de autores españoles, sino que fueron diversificando los catálogos de publicaciones incluyendo a autores locales argentinos y, de manera más amplia, a escritores provenientes de toda América Latina (Larraz, 2014). De hecho, estas editoriales no solamente incluían un gran número de exiliados republicanos, sino que también contaban con la participación de intelectuales argentinos y latinoamericanos. La Editorial Losada también fue cofundada por Francisco Romero y por Pedro Henríquez Ureña; en Sudamericana, participaban Oliverio Girondo y Victoria Ocampo; y se unieron a Emecé Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.
Volvamos al ejemplo de la Editorial Losada: entre sus primeras publicaciones, está la edición de obras completas de Federico García Lorca en ocho tomos con una primera tirada de tres mil. Un ejemplo claro de esa voluntad de difundir a los autores representativos de la cultura republicana española. Losada siguió, en sus primeros años, con la publicación de otros autores republicanos, y especialmente los exiliados: Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Antonio Machado, Pedro Salinas, Miguel Hernández, y otros muchos. A principios de la década del cuarenta, casi uno de cada dos autores hispanohablantes publicado por Losada era español[2]. Pero también fue importante la labor de difusión de autores argentinos a partir de los años cincuenta: Losada publicó a autores ya conocidos como Quiroga o Girondo —que publicó con esta editorial la primera edición de Persuasión de los días—. Otros textos inéditos publicados por Losada fueron La invención deMorel, de Bioy Casares; El Aleph, de Borges; o el primer poemario de Olga Orozco. Entre 1938 y 1968, casi un cuarto de los autores publicados por la Editorial eran argentinos. En total, la proporción de autores españoles y latinoamericanos publicados por Losada rondaba el cincuenta por ciento[3].
Lo mismo pasó con las publicaciones de Sudamericana. En un primer momento, los autores locales estaban ausentes del catálogo, pero la editorial se convirtió, en la década del sesenta, en la principal casa editora de los autores del «boom» gracias a su asesor literario Francisco Porrúa. A modo de ejemplo, recordemos que Sudamericana fue la editorial que publicó por vez primera Cien años de soledad, de García Márquez, en 1967.
Finalmente, el objetivo de estas editoriales fundadas y dirigidas por exiliados republicanos, y a las que se fueron sumando intelectuales latinoamericanos, iba más allá de la mera difusión de textos españoles. Fuera cual fuese la intención inicial de los editores y de su proyecto editorial particular, realmente se trató de difundir toda la literatura en lengua española. Fue tal la integración de los exiliados en el ámbito editorial argentino que se fueron borrando, se fueron superando las cuestiones individuales y nacionales, a favor de un objetivo común, el de la defensa del libro en español.
Es de especial relevancia, en ese aspecto, la figura de Gonzalo Losada. Si bien no era un exiliado en el sentido estricto de la palabra, porque ya estaba presente en la Argentina antes de la guerra civil española, sí se trataba de un autoexiliado republicano que realmente se vinculaba y se identificaba con los exiliados. La labor de Gonzalo Losada para la defensa del libro en lengua española fue inmensa. Una defensa que se expresó, primero, mediante sus publicaciones como editor, como vimos anteriormente. Pero también pudo Losada expresar su voluntad de defensa de todas las literaturas de lengua española mediante su papel en la Cámara Argentina del Libro. En verdad, Gonzalo Losada se fue convirtiendo, en la década del cuarenta, en una figura de referencia en el ámbito editorial argentino, e incluso una figura de autoridad, ya que llegó a ser Presidente de la Cámara Argentina del Libro en 1947. Esta nominación conllevó dos consecuencias importantes. Primero, demuestra la fusión completa de los exiliados republicanos en el ámbito editorial argentino: un republicano español logró ser el representante de toda la industria editorial nacional. Y segundo, le otorgó a Gonzalo Losada una visibilidad y una legitimidad que le permitieron llevar a escala internacional su lucha por la defensa del libro en español. Esta defensa del libro en lengua española la llevó a cabo a través de la promoción de la idea de una política del libro común a todos los países de habla hispana. Se trataba un tema recurrente en los discursos de Gonzalo Losada ante gremios de editores a lo largo de los años cincuenta y sesenta.
El objetivo era, ante todo, cultural: se trataba de difundir las literaturas locales más allá de las fronteras nacionales. La idea de Gonzalo Losada era acercar a los pueblos de lo que él denominaba el «área idiomática» hispanohablante. Así, en una charla sobre los problemas del libro que tuvo lugar en 1960, Gonzalo Losada lamentaba el aislamiento de las literaturas en lengua española:
El [segundo] gran problema es el de la insolaridad —llamémosle así— de los pueblos del idioma. Somos más de 200.000.000 los que hablamos español y portugués, pero estamos divididos en 22 países amurallados por unos nacionalismos culturales increíbles.
[…]. Como puntas de lanza en una política del libro son necesarias dos cosas, una, desarrollar el conocimiento y la estimación de los escritores de habla española en todos los pueblos y colectividades donde se habla, y, la otra, hacer que dentro de cada país se desarrolle un nacionalismo inteligente y sano (1960, p. 1).
Esta idea la desarrolló Losada en otro discurso, donde explicó que el acercamiento de los pueblos de habla hispana y la difusión a escala continental de los libros es una tarea que los gobiernos deberían llevar a cabo:
Es, pues, en mi opinión una obligación impostergable de los gobiernos, de los escritores y de cuantos tenemos algo que ver con el libro y con su difusión trabajar para que este desconocimiento y esta apatía de unos pueblos con otros desaparezca y que de verdad llegue el momento en que todos los países de habla española sean uno solo para el escritor y el artista de cualquiera de ellos (1965, p. 14).
Efectivamente, este objetivo cultural solo se puede llevar a cabo con el respaldo de los gobiernos mediante una política que defienda la difusión de los libros. Para Losada, esta política del libro comprendería varias medidas económicas, ayudas financieras, pero también leyes de protección del libro, por ejemplo, en cuanto a propiedad intelectual. En su discurso ante el primer Congreso de Asociaciones del Libro y de Cámaras del Libro de América Latina, que tuvo lugar en México en 1964, insistió nuevamente Losada en el papel que deben desempeñar los gobiernos en la implementación de una política del libro común y terminó su discurso así: «Yo me permito hacer una invocación a los gobiernos para que establezcan la política del libro a que antes me he referido» (1964, p. 8). En este sentido, el propio Losada llegó a decir que mantuvo una «permanente prédica en todas las ocasiones y en todas las formas» (1965, p. 4). Esta fue la incansable lucha de Gonzalo Losada como representante de los editores argentinos para tratar de defender toda la literatura de habla española ante las autoridades políticas y editoriales de los otros países hispanohablantes.
Para concluir, el exilio republicano español y el ámbito editorial argentino interactuaron de diversas maneras y en varias escalas, con un deslizamiento de lo individual a lo colectivo, y de lo propio, lo nacional, hacia lo hispanoamericano. Primero, y a nivel individual, los exiliados encontraron, en la prensa y en el sector editorial, un «espacio contenedor» que les proporcionó inserción laboral así como integración social según las modalidades que hemos evocado: participación en diarios y en revistas, creación de revistas propias y, finalmente, edición propia. En segundo lugar, y a escala nacional, la industria editorial argentina se nutrió de los aportes españoles para su desarrollo hasta alcanzar su «época de oro», cuando Buenos Aires llegó a convertirse en la capital editorial del libro en español. Finalmente, ya a nivel colectivo, las trayectorias individuales de intelectuales españoles y argentinos confluyeron hacia un objetivo común, el de la protección y la difusión del libro en lengua española, defendido por Gonzalo Losada a escala internacional.
Referencias Bibliográficas
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Notas