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La insubordinación ideológica de la periferia. El caso de China
The ideological insubordination of the periphery: the case of China
Relaciones Internacionales, vol. 33, núm. 67, pp. 73-94, 2024
Universidad Nacional de La Plata

Estudios

Relaciones Internacionales
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 1515-3371
ISSN-e: 2314-2766
Periodicidad: Semestral
vol. 33, núm. 67, 2024

Recepción: 14 junio 2024

Aprobación: 19 noviembre 2024

Publicación: 25 noviembre 2024


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Cómo citar este artículo: Margueliche, J. C. R. y Patronelli, H. (2024). La insubordinación ideológica de la periferia. El caso de China. Relaciones Internacionales, 33(67), 194, https://doi.org/10.24215/23142766e194

Resumen: Para comprender las centralidades hegemónicas de los Estados se ha puesto énfasis mayormente en el análisis de dimensiones económicas – militares. Pero se subestiman las variables culturales e ideológicas que extienden sus influencias al resto de las dimensiones mencionadas. Marcelo Gullo (2019a) en su obra "La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones" nos acerca un análisis historiográfico de las Relaciones Internacionales explicando la experiencia de otros Estados que, partiendo desde la periferia y subordinados a centros hegemónicos de poder, han podido lograr un pasaje exitoso a la centralidad global e internacional. Es por ello por lo que en este trabajo nos centramos en abordar la actual situación de China en el concierto internacional tomando como eje la insubordinación ideológica y cultural iniciada por este país, la cual le permitió sortear la situación de periferización y lograr un nuevo estatus de centralidad. En palabras de Gullo (2019a) esta insubordinación radica en la combinación de una actitud de insubordinación ante el pensamiento dominante y un impulso estatal eficaz que les permite a las naciones lograr un umbral de poder necesario para convertirse en actores internacionales independientes. Sumado a la propuesta de este autor, analizaremos algunas de las estrategias actuales que China está llevando adelante en clave cultural. Entre ellas nos centraremos en la diplomacia cultural y la Nueva Ruta de la Seda para analizar sus aportes en la política exterior de China e identificar cómo estarían aportando a la centralidad del país.

Palabras clave: Insubordinación, cultura, China, periferia, poder.

Abstract: In order to understand the hegemonic centralities of the States, emphasis has been placed mainly on the analysis of economic-military dimensions. However, the cultural and ideological variables exerting influence on these other dimensions have been underestimated. Marcelo Gullo (2019a), in his work "The founding insubordination. Brief history of the construction of the power of nations”, brings us a historiographic analysis of International Relations, explaining the experience of other States that - starting from the periphery and, thus, subordinate to hegemonic centers of power - have been able to successfully move towards a global and international central position. That is why, in this work, we focus on addressing China's current situation in the international arena, taking as its axis this country’s ideological and cultural insubordination, which allowed it to overcome its peripheral position and to achieve a new central status. In Gullo’s words (2019a), this insubordination lies in the combination of an attitude of insubordination towards dominant thought and an effective state drive that allows nations to achieve the necessary threshold of power to become independent international actors. In addition to this author's proposal, we will analyze some of China's current strategies from a cultural perspective. Among them, we will focus on Cultural Diplomacy and the New Silk Road, so as to look into their contributions to China's foreign policy and to identify how they could be contributing to this country's central position.

Keywords: Insubordination, culture, China, periphery, power.

1. Introducción

El escenario internacional se encuentra convulsionado producto de los diferentes conflictos que atraviesan los territorios. La enmascarada estabilidad territorial que nos muestran los Estados – Nación no se condice con las dinámicas territoriales que están atravesando las regiones y los espacios locales. La guerra de Ucrania junto a las acciones bélicas en el territorio sirio y más lejos en el tiempo el “cementerio de los imperios” Afganistán han probado la robustez militar de Estados Unidos para sostener su hegemonía mundial. Pero la potencia norteamericana no siempre gozó del beneficio de ser un Estado central. Por el contrario, las potencias que hoy conocemos o que han sido en algún momento de la historia Estados protagonistas, en su devenir atravesaron procesos de subordinación. Como suele pensarse el componente económico – militar no es la única plataforma de poder, sino que la cultura forma parte de un potente dispositivo que transforma o puede transformar a las sociedades más relegadas poniéndolas en la centralidad política, y de esta manera construir centros decisorios con mayor maniobrabilidad política.

Por otro lado, cabe destacar que los esfuerzos analíticos o de los llamados analistas internacionales se han centrado en desentrañar el orden internacional para comprender las centralidades hegemónicas de los Estados desde dimensiones de corte economicistas o militaristas. Estas dimensiones terminaron por colonizar o permear el resto de las dimensiones como las culturales e ideológicas, relegándolas a un segundo plano.

En este contexto, el artículo se centra en la obra de Marcelo Gullo (2019a) “La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones” ya que nos permite comprender que la centralidad de los Estados se encuentra más allá de las dimensiones tradicionales que se suelen ponderar. Además, esta obra nos permite avanzar y reflexionar a través de varios senderos analíticos. Por un lado, nos habilita desde un trabajo historiográfico reconocer que las grandes potencias han transitado no sólo procesos de insubordinación para consolidarse como Estados centrales, sino que además han sido sometidos (en algunos casos) a procesos y mecanismos de periferización, estancamientos y subordinación por aquellos Estados que han logrado con antelación obtener ventajas en el proyecto de desarrollo. Y una vez alcanzado este estatus logran posicionarse en el orden internacional como potencia central. Es decir que la centralidad adquiere dos procesos complementarios. En primer lugar, llegar al centro del poder mundial a través de un proceso de insubordinación cultural e ideológica. Y, en segundo lugar, desplegar todas las estrategias posibles para generar que otros Estados no lleguen a disputar dicha centralidad, y de esta manera mantener el statu quo internacional tradicional de centros y periferias.

Por otro lado, la obra permite identificar y destacar el rol de la cultura y la ideología como plataformas para el desarrollo o, dicho de otra manera, como instrumentos para lograr “romper” las cadenas de la sumisión internacional. En ese sentido, desde una mirada retrospectiva hacia la actualidad, Gullo nos permite reconocer que los Estados han utilizado los mismos procedimientos (impulso estatal, umbral de poder, etc.) para llegar al poder.

En ese sentido, el concepto de insubordinación nos permite comprender la matriz cultural e ideológica de los Estados como principal basamento para dar el salto a la centralidad de poder. Esta insubordinación cultural lleva a los Estados a desarrollarse en diferentes campos (económicos, políticos, científicos, militares, etc.) desplegando estrate-gias y acciones que terminan conformando estructuras organizativas que configuran nuevas formas de gobernanza. Por lo cual, lo cultural no relega a las otras dimensiones, sino que las permea marcando nuevos rumbos en lo que se refiere a la política, economía y a lo militar.

La obra también combina elementos y vocabularios de otras disciplinas como por ejemplo aquellas provenientes de la historiografía, y otros provistos por las teorías de las Relaciones Internacionales, para generar un análisis situado de las potencias analizadas.

La propuesta del autor es sortear los análisis descriptivos que muchas veces nutren el abordaje del escenario internacional, para fortalecer nuestras investigaciones a través de las experiencias históricas, categorías y conceptos (insubordinación, umbral de poder, estructuras hegemónicas, entre otras), lo cual nos permite ordenar y localizar las dinámicas geopolíticas del orbe internacional.

Cabe destacar que Gullo invierte la pirámide analítica de las Relaciones Internacionales centradas más en el paradigma realista (desde los postulados bélicos) e incorpora la insubordinación ideológica como instrumento y/o plataforma de desarrollo de los Estados, generando a su vez una metodología diferente para acceder al análisis internacional.

En este sentido, el concepto de insubordinación ideológica nos permite comprender la matriz cultural e ideológica como principal andamiaje para lograr el salto a la centralidad del poder. También la obra nos aporta otras experiencias de otras periferias como lo fueron en su momento: Inglaterra, EE. UU., Alemania y Japón. Y a través de estos casos identificar puntos en común en el salto de la periferización a la centralidad.

La hipótesis del trabajo de Gullo se centra en que los Estados que se encuentran en la periferia de la estructura del poder mundial sólo pueden modificar dicha condición en la política internacional a partir de la teoría de la insubordinación fundante. Esta teoría sostiene que todos los procesos emancipatorios exitosos (procesos de construcción de soberanía real y todos los procesos de desarrollo autocentrados) que lograron resultados positivos fueron la consecuencia de la instrumentación de una insubordinación ideológica-cultural. Esta insubordinación se propone en contraposición a un orden ideológico establecido por el poder dominante, sumado a un impulso estatal adecuado que permite que el poder (tangible e intangible de un Estado) se convierta en un acto concreto. En esta línea de análisis, el autor afirma que la primera potencia que construyó un orden ideológico destinado a inhibir la construcción del poder nacional de otras naciones fue Gran Bretaña a través de la predicación de la teoría de la división internacional del trabajo y el libre comercio (Gullo, 2019a).

Si bien nos centraremos en la experiencia china, el autor analiza los exitosos procesos de industrialización logrados en el curso de la historia por Estados Unidos, Alemania, y Japón. A partir de este recorrido histórico – espacial Gullo ratifica su hipótesis central logrando demostrar que hay una misma línea argumentativa (acciones y estrategias) entre las naciones antes mencionadas.

2. Conceptos que permiten entender la insubordinación

La insubordinación ideológica no es un proceso meramente intelectual, abstracto o declarativo. Requiere nutrirse de otras dimensiones y acciones concretas para llevar adelante este proyecto y sostenerse en el tiempo.

El primer concepto que queremos traer a discusión es el de “umbral de poder”. Dicho concepto permite determinar y establecer el mínimo de poder que se requiere para participar del centro. Gullo lo define de la siguiente manera:

(…) un quantum de poder mínimo necesario por debajo del cual cesa la capacidad autonómica de una unidad política. Umbral de poder es, entonces, el poder mínimo que necesita un Estado para no caer en el estadio de subordinación, en un momento determinado de la historia. De su naturaleza histórica y relativa, deviene, en consecuencia, la naturaleza “variable” de ese umbral de poder (Gullo, 2019a, p. 45)

En ese sentido, los Estados que no llegan a ese umbral de poder requerido, aunque puedan alcanzar una gran prosperidad económica, tienden a convertirse en “objetos” y no “sujetos” de la política internacional, es decir en Estados subordinados. Por otra parte, cabe destacar que el umbral de poder necesario para que un Estado no caiga en el estadio de subordinación está siempre condicionado por el poder generado por los otros Estados que conforman el sistema internacional. Y es aquí donde encontramos en la propuesta del autor otro giro o inversión analítica. Es el Estado – nación el primer eslabón del umbral de poder.

Otro concepto relacionado al anterior se refiere al denominado “impulso estatal”. Dentro de esta categoría encontramos las acciones llevadas a cabo para estimular el poder nacional. Es decir, hablamos de las políticas realizadas por un Estado para crear o incrementar cualquiera de los elementos que conforman su poder. En ese sentido, el Estado como organización político – territorial es quien debe coordinar las estrategias endógenas para impulsar su desarrollo nacional.

Por otro lado, se destacan “las corrientes de poder”. En estas corrientes podemos comprender cómo el poder cuenta con elementos dinámicos. Por ello, al tratar de dibujar y/o describir la configuración del curso de la corriente del poder a través de sus elementos dinámicos podemos observar cambios de dirección y velocidad. Por lo cual, el poder sale de su idea de inmovilidad, dando lugar a la evolución de los factores del poder. Para ello Morgenthau encuentra un principio de solución para acceder a la evaluación del poder relativo de las naciones, en el presente y en el futuro. Y esto según el autor se logra a través de la utilización de la “imaginación creativa”, la cual consiste en la combinación del conocimiento de lo que es con las “corazonadas”, con intuiciones de aquello que “podría” ser. Es decir, esta imaginación creativa nos puede proveer de un “mapa” que contenga las “tendencias probables” futuras (Gullo, 2019a). Esto no es hacer futurología, sino por el contrario con la información existente y en base a las variables y dimensiones de análisis elegidas, se puede confeccionar una hoja de ruta para acceder a la visualización de posibles escenarios.

Por otro lado, debemos destacar el concepto de “estructuras hegemónicas” (acuñado por Samuel Pinheiro Guimarães, 2005) el cual nos permite abarcar los complejos mecanismos de subordinación que existen en el sistema internacional. Dicho concepto nace como resultado de un proceso histórico, que se inicia con los descubrimientos marítimos, dando cuenta del escenario y la dinámica internacional en que actúan los Estados periféricos. Este concepto permite dar cuenta de que el escenario y la dinámica internacionales en que actúan los Estados periféricos se organizan en torno de estructuras hegemónicas de poder político y económico, cuyo núcleo está formado por los Estados centrales. Estas estructuras son el resultado de un proceso histórico, que favorecen a los países que las integran y tienen como objetivo principal su propia perpetuación (Gullo, 2019a)

Por último, se encuentra el concepto central de la obra de Gullo: “insubordinación ideológica”. Para el autor si bien existe lo que se denomina “ficción de la igualdad jurídica de los Estados”, en el escenario internacional existen Estados con y sin poder. Y dentro de esta correlación de fuerzas asimétricas que compone y configura el mapa internacional, existen grados en la relación de subordinación. En ese sentido, no debemos confundir el concepto “interdependencia económica” con el de subordinación. Esta insubordinación nace de la construcción y configuración de bases ideológicas – culturales propias que permiten este despegue de las condiciones de periferización. En palabras de Gullo (2019a) esta insubordinación radica en la combinación de una actitud de insubordinación ante el pensamiento dominante y un impulso estatal eficaz que les permite a las naciones lograr un umbral de poder necesario para convertirse en actores internacionales independientes.

Estas definiciones hasta aquí han sido de carácter enunciativas. Para cobrar mayor densidad conceptual deben contar con un ejercicio analítico de mayor profundidad y articulación. Es por ello, que en apartados posteriores retomaremos estas discusiones con un abordaje analítico con énfasis en China.

Por otro lado, sumado a la propuesta de Gullo, analizaremos algunas de las estrategias actuales que China está llevando adelante en clave cultural. Entre ellas nos centraremos en la diplomacia cultural y la Nueva Ruta de la Seda para analizar sus aportes en la política exterior de China e identificar cómo estarían aportando a la centralidad del país.

3. Las insubordinaciones de las periferias

Los debates en torno a las relaciones centro-periferia ocupan discusiones variadas desde una gran diversidad de disciplinas científicas que intentan explicar cómo un país en una situación de atraso o subdesarrollo logra transformar su estructura productiva y convertirse en un país moderno o desarrollado.

Desde las teorías neoclásicas, la periferia se percibe simplemente como un estadio del subdesarrollo que puede ser superado mediante un crecimiento lineal (Modelo de Rostow), permitiendo a los Estados avanzar por etapas hasta alcanzar el desarrollo. Sin embargo, estos postulados han sido objeto de fuertes críticas por parte de las teorías estructuralistas, que sostienen que la periferia es una condición necesaria para la existencia del centro. En este sentido, la imposición de una división internacional del trabajo ha provocado un desarrollo económico desigual, donde la acumulación de riqueza se concentra en los centros y la desposesión prevalece en las periferias. Estos enfoques teóricos destacan la dimensión económica como el factor clave para que los Estados puedan superar su condición periférica en la economía-mundo.

No obstante, Gullo (2019b) complejiza aún más esta situación y plantea la insubordinación ideológico-cultural como la principal estrategia para romper con el estadio de periferia. Por ejemplo, algunos Estados han logrado un desarrollo económico notable, pero no alcanzan el umbral mínimo de poder, permaneciendo así subordinados a los centros. Entre estos se encuentran los países nórdicos, Israel, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Estos casos ejemplifican cómo, a pesar del éxito económico, la falta de poder en la esfera internacional puede mantener a estos Estados en una relación de dependencia.

Por otra parte, el autor plantea casos en donde sí se logró dicho proceso de insubordinación generando un pasaje de la periferia al centro. Si bien el objetivo central de dicho trabajo radica en analizar la insubordinación de China, haremos un breve análisis de otros casos exitosos: Gran Bretaña, EE.UU., Alemania y Japón.

La revolución industrial en Gran Bretaña delineó la actual economía-mundo estableciendo las reglas de juego e imponiendo un umbral de poder casi inalcanzable para los demás Estados. De este modo Gran Bretaña emerge como el primer Estado-Nación industrial y pasa a subordinar todo el sistema mundial. Es decir, todo aquel Estado que desease mantener su autonomía debía industrializarse para aumentar su umbral de poder, mientras que aquellos que no lo lograsen iban a estar subordinados a la potencia naciente.

El proceso industrializador británico fue posible gracias al proteccionismo económico y el intervencionismo estatal. Sin embargo, las ideas de Adam Smith y de David Ricardo (principios de libre cambio, libre competencia, no intervención estatal, teoría de las ventajas comparativas) fueron el arma utilizada por Gran Bretaña para subordinar ideológicamente a los demás Estados. Estos postulados construyeron la actual división internacional de trabajo que define los roles del centro y la periferia.

A partir de esto, Gullo (2019b) plantea que para poder superar esta situación de dependencia era necesario aplicar una “insubordinación fundante”, es decir, había que rechazar los postulados liberales y complementarlos con un adecuado impulso estatal para poner en marcha un proceso industrializador autónomo.

El más exitoso de los casos fueron los EE. UU., quienes hasta mediados del siglo XIX presentaban todas las características de un país periférico. Sin caer en un análisis cuantitativo podemos sostener que EE. UU. era fundamentalmente un país exportador de materias primas (principalmente algodón) e importador neto de manufacturas, y que Gran Bretaña era su principal socio comercial. Es decir, los europeos estaban imponiendo las ideas del liberalismo clásico para subordinar a las Trece Colonias que se habían revelado en 1776. De esta forma, existía una independencia formal, pero, en definitiva, el control económico seguía en manos de los británicos.

Sin embargo, la Guerra de Secesión (1861-1865) fue un mojón en la historia norteamericana, ya que la victoria del norte industrialista sobre el sur agroexportador sentó las bases del proceso insubordinador. A partir de este momento se rechazaron todas las ideas de libre comercio y se impulsó el proteccionismo económico como política de Estado. El aumento considerable de los aranceles a las manufacturas importadas tuvo como consecuencia un rápido y eficaz proceso de industrialización, el cuál además fue acompañado por un fuerte impulso estatal. De esta manera, se cultivaron los frutos de un proceso de insubordinación fundante cuyo resultado se iba a manifestar después de la Segunda Guerra Mundial con la conformación del Estado-Nación Continental Industrial más grande del mundo. Después de haber sacado provecho del proteccionismo económico, EE. UU. se convirtió en el portavoz de las ideas liberales para, ahora sí, lograr subordinar a todo el sistema mundial.

En el caso de Alemania, podemos mencionar que hasta 1834 no era más que una colonia de la periferia mundial. Es a partir de este momento, con la creación de la Unión Aduanera (Zollverein), que los Estados de la Confederación Germánica comienzan a desarrollar las condiciones para salir de su condición de periferia a partir de un proceso proteccionista y de integración económica. Esto de alguna forma perjudicaba a Gran Bretaña, ya que sus manufacturas estaban alcanzadas por los aranceles impuestos. Por ello, la estrategia británica para lograr que los alemanes abrieran el mercado a sus manufacturas estuvo en subordinarlos ideológicamente a través de las clásicas teorías liberales: la industria alemana era subsidiada básicamente a costa de la agricultura, por ende, esto perjudicaba a los consumidores alemanes que debía pagar precios más caros por las manufacturas. Ante esto, los alemanes hicieron oídos sordos y ya en la segunda mitad del siglo XIX se habían convertido en el segundo productor de acero del mundo. El rol del Estado alemán a través de las medidas proteccionistas y de la facilidad para el acceso al financiamiento para el sector industrial fue clave para el desarrollo germánico.

Otro caso paradigmático fue el de Japón, quién a partir de la Revolución Meiji (1868) constituyó las bases para su insubordinación. Hasta ese momento, Japón no era más que un Estado feudal agrícola subordinado a los centros económicos y acechado por los navegantes europeos. La extrema debilidad en la cual se encontraban derivó en una política de total aislamiento del mundo por más de 200 años que agravó aún más su estado de atraso. Ante esta situación, se establecen algunos tratados desiguales con EE. UU. que decantan en una gran crisis económica en 1853, que, de alguna forma, les permitió a los japoneses entender que la capacidad industrial va a ser el factor fundamental para aumentar el poder relativo del Estado.

A partir de la Revolución Meiji se dan las condiciones para aumentar el umbral de poder a partir del rol empresario del Estado: creación y desarrollo de las grandes industrias. Además, tomando como modelo las leyes de fomento de la industria naval estadounidense, se prohibió la navegación costera a los países extranjeros y logró en el primer tercio del siglo XX constituir una poderosa industria naviera y marina mercante. Sin embargo, los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki en 1945 interrumpieron ese proyecto.

4. China y un nuevo umbral de poder

En apartados anteriores hemos transitado por los diferentes postulados de Gullo recorriendo no solo conceptos sino acontecimientos históricos que han marcado a las distintas insubordinaciones ideológicas y culturales de otras potencias (cuadro 1). En ese sentido, en este apartado nos centraremos en la insubordinación de China.

Cuadro 1.
Las insubordinaciones de la periferia

Fuente: elaboración propia en base a Gullo (2019a)

Para el caso de China desde una perspectiva histórica nos debemos remitir a etapas imperiales, como así también a acontecimientos políticos actuales. Si bien retomaremos algunas etapas que Gullo resalta en el proceso de insubordinación de China, también traeremos algunas reflexiones sobre la actualidad del gigante asiático.

Para Gullo (2019a) China es el ejemplo contemporáneo de que todo proceso de construcción de poder nacional exitoso es el resultado de una conveniente conjugación de su actitud de “insubordinación ideológica”, del fortalecimiento de un pensamiento dominante y de un eficaz “impulso estatal”.

En ese sentido, podemos destacar ciertas constantes en la política llevada adelante en el territorio chino. Y eso se puede corroborar con la articulación de postulados “tradicionales” y actuales que tienen un fuerte correlato en la política interna y externa de China.

Gullo (2019a) se retrotrae a períodos anteriores para corroborar su tesis de la insubordinación ideológica. En ese sentido, se centra en la figura y pensamiento de Sun Yat – Sen, como también en dos figuras emblemáticas que siempre trascienden en el terreno político: Mao Zedong (1893 – 1976) y Deng Xiaoping (1904 – 1997).

La figura de Sun Yat – Sen (1866 – 1925) se presenta como el primer pensador chino en intentar una insubordinación ideológica en la China moderna. Después del año 1911 Sun Yat – Sen desarrolló un conjunto de concepciones que formaron parte del futuro despegue de China. Por un lado, sostuvo que para una revolución exitosa era necesario acercarse tanto a las clases obreras, campesinas como a la burguesía nacional. Esta propuesta rompía de alguna manera las nociones de una sociedad estructurada, para abrir a la idea de una coalición social y política. Esta articulación de actores era clave y necesaria para poder convocarlos y sobre todo lograr amalgamarlos como unidad política para cuestionar la hegemonía extranjera. Otro acontecimiento para destacar es que Yat – Sen fundó en el año 1912 el Kuomintang (“Partido nacional y popular”) el cual buscaba aspirar a organizar al país, en un frente único, conformado por pequeños propietarios, intelectuales y campesinos.

Años más tarde Sun, Yat-Sen partiría al exilio, y en ese mismo período China entraría en un momento de anarquía absoluta, conocidos como el “predominio de los Señores de la Guerra”. Este vacío político y la ausencia de un proyecto político concreto, desata en el territorio una situación de inestabilidad.

Pero para el año 1917 Sun, Yat-Sen regresaría a China y se propondría a reorganizar el Kuomintang, como frente de clases con el objetivo de lograr la unificación y la independencia nacional, recibiendo el apoyo de la Revolución Soviética y estableciendo los primeros contactos con Lenin. El Kuomintang estaba constituido y configurado como un partido policlasista dotado de un ejército eficaz y reforzado por los comunistas.

Es por ello, que la figura de este pensador chino no puede pasar desapercibido en la historia y política de China, ya que a través de sus ideas colaboró en dos procesos claves de cualquier nación que pretende escaparse de la dominación externa. En primer lugar, logró comprender que la salida a la intervención militar extranjera requería de un consenso entre los diferentes actores, y que el frente común debía ser la unificación de China como espacio. En segundo término, demostró que era necesario contar con un ejército que pueda no solo expulsar a los invasores, sino asegurar la soberanía de la nación.

Por ello, el pensamiento político de Sun Yat – Sen se lo conoce bajo la doctrina política con el nombre de “los tres principios”: Nacionalismo, Democracia y Bienestar del Pueblo. En ese período y momento de la historia China se necesitaba un “Gran renacimiento nacional”. Es decir, en gran medida se buscó fundar una nueva identidad y nuevos valores a la medida de los desafíos de la época.

Debemos destacar que China (no siendo una colonia en el sentido formal) se encontraba en una penosa situación de subordinación y humillación. Bajo estas características de dominación y en base a la extensión territorial China no sufrió una colonización de tipo tradicional. Por las características de dominación a la que China fue sometida era considerada como una “hipercolonia” o “semicolonia”. Es decir, en China se había convertido en una colonia no formal de potencias extranjeras que debido a su gran extensión territorial y formas de dominación se diferenciaba de otras relaciones metrópolis - colonias. Hace cien años China era un país arrasado por las potencias dominantes, siendo proveedora barata de materias primas, campo de batalla entre los países subordinantes y objeto manipulable y moldeable de potencias externas (Gullo, 2019a).

5. Una insubordinación con características chinas

Pensar el desarrollo del gigante asiático desde una perspectiva latinoamericana y occidental puede ser, al menos, insuficiente. No es objeto de este artículo indagar sobre esto, pero si al menos tener en cuenta algunas consideraciones para comprender su proceso de insubordinación y su consecuente pasaje a la centralidad en la actualidad. La "modernización al estilo chino" es una estrategia que China ha promovido como una alternativa a los modelos de modernización occidental, basado en el desarrollo económico y tecnológico del país, pero adaptado a sus características socioculturales, políticas y económicas. Es un objetivo que ha estado presente desde el primer Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), que abarca varios períodos y que se basa en cinco dimensiones.

China ha sido, hasta el siglo XIX, la economía más grande del mundo. Su larga historia, su rica cultura, sus aportaciones a la ciencia, su influencia en países vecinos, así como su vasto territorio y su poderoso aparato burocrático daban a China la sensación de estar a la vanguardia de la humanidad en los principales ámbitos de la sociedad. Una muestra de esta concepción sinocéntrica es la actitud que los chinos guardaban respecto a la ciencia, la tecnología y la cultura de Europa. Antes del siglo XIX, China consideraba que no tenía nada que aprender de Occidente, sino que el país oriental era la gran fuente civilizatoria. La derrota militar que sufrió China a manos de los británicos en las Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860) y los posteriores tratados desiguales subordinan al gigante al control de las grandes potencias occidentales.

El fin del siglo XIX y principios del siglo XX marcó un primer intento modernizador, en el cuál la importación de conocimiento y la tecnología occidental sumado al confucianismo buscaban combinar una estrategia que permitiese la expulsión de las potencias invasoras. La aparición de la figura política de Sun Yat-Sen y la creación de la República de China en 1912 buscaban promover la unidad y estabilidad política del país. En este esfuerzo por modernizar a China, se planteó la necesidad de abandonar algunas concepciones tradicionales, en particular las del confucianismo y el taoísmo, para abrir paso a una modernización inspirada en los valores occidentales.

El triunfo de los comunistas en 1949 representó el éxito de un proyecto de modernización específico. Mao Zedong proponía un nuevo sistema político, una base económica diferente y una plataforma cultural renovada. Aunque este proyecto estaba inspirado en el marxismo-leninismo, adquirió características propias al adaptarse a las particularidades de la realidad china. Mao promovía una modernización socialista, dirigida y controlada por obreros y campesinos. Para Mao, la construcción del socialismo en China representaba una forma de modernización nacional liderada por los trabajadores. El Gran Salto Adelante puede entenderse como un intento de modernización acelerada, una carrera rápida por alcanzar e incluso superar las capacidades productivas, científicas y tecnológicas de las potencias imperialistas. Por su parte, la Revolución Cultural buscaba asegurar que los trabajadores mantuvieran el control del proceso de modernización. Al final de la era de Mao, China había alcanzado la soberanía y estabilidad política, pero aún estaba lejos de la vanguardia tecnológica.

Por su parte, la reforma y apertura de Deng Xiaoping no significó una ruptura con el proceso modernizador, sino el cambio sustancial fue que el desarrollo de las capacidades productivas y el desarrollo tecnológico se iba a apoyar en el capital privado. La estabilidad política, el desarrollo económico y las crecientes capacidades científicas y tecnológicas fueron las pautas que marcaron el proceso de modernización conducido por el PCCh.

En la actualidad, Xi Jinping plantea que la modernización es una aspiración común a todos los países del mundo, pero que solo ha sido realizada por algunos países occidentales (Xi 2023, citado por Lázaro, 2024). Estos países siguieron la “vieja vía de modernización que recurre a formas de guerra, colonización, saqueo y demás, una vía de auto beneficio a expensas del otro y llena de sangre y crimen que ha traído profundas penalidades al pueblo de la gran prole de los países en vías de desarrollo” (Xi 2022, citado por Lázaro, 2024). Xi por su parte plantea que la modernización de los países no modernizados no necesariamente tiene que seguir esa ruta y sostiene que la modernización china “termina con el mito de que modernización es igual a occidentalización” (Xi 2023, citado por Lázaro, 2024). En el informe del XX Congreso Nacional se ha sintetizado en términos explícitos la pentadimensional[1] caracterización de la modernización china: la magnitud poblacional (1410 millones de habitantes, - BM, 2023 -) desigualmente distribuida (mayoritariamente concentrada en el este y sureste del país) establece un desafío para reducir las asimetrías territoriales; la prosperidad de todo el pueblo es otro axioma del socialismo con características chinas, que busca poner en el centro que el gran beneficiario de dicho proceso modernizador sea la sociedad y no el capital; la coordinación entre la civilización material y espiritual que es la manifestación y fomento de la milenaria civilización china; coexistencia armoniosa entre el ser humano y la naturaleza, pilar fundamental para lograr los objetivos del desarrollo sostenible; y por último el desarrollo pacífico, que ha propuesto la promoción de la constitución de un nuevo tipo de relaciones internacionales, desplegando los valores comunes a toda la humanidad como la paz, el desarrollo, la equidad, la justicia, la democracia y la libertad.

Para la cosmovisión china, comprender la relación centro-periferia no resulta sencillo, ya que el esfuerzo modernizador no puede explicarse únicamente desde la perspectiva del desarrollo económico o el cambio en su estructura productiva. Las características socioculturales y políticas propias de China requieren considerar muchas más dimensiones de análisis para entender plenamente su desarrollo. Por último, una característica clave de este proceso de modernización ha sido elevar el umbral de poder, lo que ha permitido a China seguir un camino original y autónomo respecto de Occidente desde 1912.

6. Conjugando algunos conceptos en el caso de China

En este apartado nos interesa retomar las categorías enunciadas en secciones anteriores con relación al caso de China. Para el caso del gigante asiático se comienzan a conjugar una serie de factores que van a determinar el impulso estatal. Siguiendo a Morgenthau (citado por Gullo 2019a, p. 49) dicho poder se establece a través de los siguientes factores: el geográfico, autoabastecimiento de alimentos, materias primas, producción industrial, infraestructura militar, población, carácter moral y nacional, diplomacia y personalidad (un gran estadista).

Cuadro 2.
Conceptos

Fuente: Elaboración propia en base la propuesta de Gullo (2019a)

Tal como había ocurrido durante el siglo XIV, el centro del poder mundial se vuelve a instalar en Asia-Pacífico, y China es el principal protagonista. Si bien Sun Yat - Sen y Mao Zedong ya habían plantado las semillas de la insubordinación, la política de reforma y apertura llevada a cabo por Deng Xiaoping en 1978 va a dar el impulso necesario para el proceso de industrialización. La apertura gradual del mercado con un férreo control estatal conformó un sistema económico mixto conocido como economía de mercado socialista o socialismo con características chinas. Por ellos sus principales líderes siempre han logrado articularse en un objetivo común: el despegue de China. Esta idea, es muy común en la política local de China la cual se basa en: sostener, mantener y visibilizar la existencia de una política común entre diferentes mandatarios que estructura el destino del país.

Otro gran acierto de China fue la incorporación selectiva a la globalización en la década del ´70 del siglo pasado. A diferencia de otros Estados y su inserción al mercado internacional, China supo y pudo incorporase al sistema global generando su propio centro y periferia dentro de su territorio y poniendo algunos de esos recortes territoriales al servicio de la globalización. Esta globalización selectiva se dio de la mano de una fuerte presencia estatal monitoreada por el gobierno que decidía de qué forma se iba a realizar este proceso. Hablamos de las denominadas Zonas Económicas Especiales (ZEE). La instauración de estas Zonas Económicas Especiales, se centraban en atraer una mayor Inversión Extranjera Directa (IED) a través de un trato diferencial a los inversores. A su vez, esta IED se constituyó como una plataforma para lograr mayores exportaciones como nexo para lograr una mayor vinculación con los mercados manufactureros mundiales y modernizar el aparato productivo (Girado, 2017). Por otro lado, el Estado fue cobrando protagonismo y relevancia en la planificación territorial, generando y coordinando obras para potenciar tanto el mercado externo como el interno.

Si bien las reformas económicas que impulsaron esta apertura apuntaban hacia una economía de mercado, no necesariamente se iban a desarrollar bajo las ideas del liberalismo tradicional. De hecho, la participación en la producción industrial de China de las empresas estatales ha ido disminuyendo a medida que las mismas han alcanzado un grado de maduración que les permita ser más competitivas. En contraposición, se ha producido un aumento de las corporaciones mixtas y extranjeras, pero con una particularidad: la transferencia tecnológica es un principio rector para una posterior insubordinación económica.

Este impulso del Estado en los setenta permitió generar mayor presencia en el centro de las decisiones económicas e ir acrecentando su poder en la planificación de la política nacional y exterior.

En la actualidad el gran desafío de China es ir reemplazando paulatinamente la alta dependencia que tiene sobre las exportaciones extranjeras, sobre todo en electrónica y telecomunicaciones. Por ello, la mayor inversión en innovación y desarrollo son el camino para la autonomía tecnológica, que de a poco está dando resultados. Por poner un ejemplo, los asiáticos están desplazando a los EE.UU. en los nodos claves de la alta tecnología, como lo es la inteligencia artificial (Patronelli, 2021).

Por último, las estrategias para el impulso estatal han estado centradas en la última década en el aprovisionamiento de materias primas (fundamental para sostener su ritmo industrializador) y en la diplomacia exterior. Ambos se pueden conjugar en la construcción del multilateralismo y la cooperación sur-sur (Foro de Cooperación entre China y África), las inversiones en América Latina (principal socio comercial, desplazando a EE. UU.) y el megaproyecto interregional de la Franja y la Ruta.

En síntesis, China consiguió transformarse de país subdesarrollado en una potencia económica mundial gracias al impulso estatal. Dejó de ser una hipercolonia humillada por las potencias extranjeras a, quizás, el mayor Estado-Nación Industrial Continental de la historia. La acumulación del poder necesario y el rechazo a la aplicación taxativa de las políticas liberales dieron lugar a la insubordinación fundante.

A continuación, tomaremos el caso de la Nueva Ruta de la Seda en relación con la tesis de Gullo para reflexionar sobre este megaproyecto de infraestructuras y su impacto en la política exterior de China.

7. China: un breve recorrido hacia el exterior

Portador García y Alonso Solórzano Tello (2019) construyen a través de un recorrido espacio – temporal una hoja de ruta para identificar la inserción de China en el mapa mundial. La propuesta de estos/as autores es identificar a través del ingreso del país a diferentes instancias externas como fue consolidando su presencia y participación internacional. Y cómo de manera indirecta a su vez, fue configurando una diplomacia de tipo cultural. Desde el triunfo de la Revolución China (1949) hasta el gobierno de Mao Zedong (1976), China se mantuvo relativamente aislada del contexto mundial. Este período estuvo atravesado por la preocupación e interés por la política interna y la seguridad nacional. Pero a partir de la década del ’70 la perspectiva e interés hacia el exterior fue cobrando relevancia. En 1971 China recupera su lugar como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), con derecho a veto. Pero es en el año 1978 bajo el liderazgo de Deng Xiaoping se da inicio a una gran transformación, donde lo económico fue un pilar ideológico. En el año 1991 China entra en el Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC), mientras que en el 2001 ingresa a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por su parte, en el año 2004 con Hu Jintao, (a través de un discurso de Paz) se inicia un reposicionamiento de China en el contexto internacional. Durante el gobierno Hu, Jintao se modifica el término de “Ascenso chino” por el de “Desarrollo chino” para apaciguar la mirada negativa del mundo hacia el avance de este país, y con él emerge la idea de “Mundo armonioso”. Después del año 2010 los líderes chinos lanzaron la estrategia de política exterior denominada “Desarrollo armonioso” y en el año 2013 Xi Jinping presenta el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda China (Gálvez, 2012 en Portador García y Alonso Solórzano Tello, 2019).

Para Portador García y Alonso Solórzano Tello (2019) la diplomacia China del siglo XXI conjuga acertadamente cooperación e intercambio económico y comercial. Para estos autores la imagen actual de China en estos temas se sustenta sobre cuatro pilares:

  • Constantes estrategias de diplomacia pública y cultural, donde se rescata de manera articulada la cultura tradicional china

  • La retórica de la política exterior pacífica

  • Los acuerdos bilaterales y multilaterales

  • La Cooperación Sur – Sur (CSS)

En ese sentido, podemos observar como en la medida que China se pensaba hacia afuera, se iba desarrollando de manera endógena una configuración cultural que oficiaba de plataforma (geo) política.

8. La Nueva Ruta de la Seda y su insubordinación global

La Nueva Ruta de la Seda[2] (NRS) china, lanzada en 2013 y también conocida como One Belt, One Road Initiative o Belt and Road Initiative, es un ambicioso proyecto destinado para conectar a China con Asia, Europa, África y América Latina, con el objetivo de expandir su influencia económica y política a nivel global. Este proyecto se fundamenta en el establecimiento de dos rutas (o corredores) principales una terrestre y otra marítima, que abarcan una amplia red de infraestructuras para facilitar el comercio y la conectividad entre los países involucrados. La iniciativa representa un esfuerzo significativo por parte de China para revitalizar antiguas rutas comerciales y establecer nuevas vías de intercambio, lo que podría tener importantes implicaciones tanto económicas como políticas en el escenario mundial.

El ascenso de China como potencia económica y política ha estado marcado no por el uso del poder duro, sino por un impulso estratégico para aumentar su poder blando en todo el mundo. Este concepto, acuñado por Joseph Nye, se refiere a la capacidad de una nación para influir en otras a través de la atracción y la persuasión en lugar de la coerción o la fuerza. Consta de tres componentes principales: cultura, valores políticos y política exterior. Estos elementos contribuyen colectivamente a la capacidad de una nación para moldear las percepciones e influir en otros países sin coerción militar o económica. Además, si bien los elementos de poder agudo relacionados con el poder blando varían, suelen incluir los siguientes elementos: propaganda para moldear la opinión pública, incentivos económicos para países amigos, programas de intercambio cultural, medios de comunicación financiados por el Estado e iniciativas educativas. para promover una agenda política o cosmovisión específica. Este enfoque permite a China ejercer influencia de manera sutil y eficaz en la arena internacional, consolidando su posición como actor central. Además, el uso del poder blando como una herramienta de poder agudo puede implicar esfuerzos para influir en los grupos de expertos, académicos, periodistas y otros líderes de opinión en los países objetivo a través de incentivos financieros, asociaciones u otros medios (Rouvinski, 2023).

El poder agudo desdibuja la línea entre el arte de gobernar tradicional y las actividades llevadas a cabo por actores no estatales, lo que dificulta atribuir responsabilidades a un Estado en particular. Por lo tanto, el poder agudo representa un enfoque matizado e indirecto para influir en otras naciones, distinto de la fuerza manifiesta del poder duro y la atracción del poder blando.

En este sentido, China ha centrado sus esfuerzos en el desarrollo de su diplomacia cultural, la expansión de su presencia mediática global, y la promoción de intercambios educativos y culturales, todo ello con el objetivo de fortalecer su influencia a nivel internacional sin recurrir a métodos tradicionales de poderío militar o económico.

La NRS como proyecto de integración multiterritorial mayormente ha sido abordada y analizada desde un carácter económico - comercial y/o político y geopolítico. Pero no así, desde un sentido cultural. Por ello, cuando exploramos la dimensión cultural de la NRS podemos avizorar que China no solamente busca romper la dependencia económica y energética, sino que a su vez está construyendo una plataforma física y simbólica para proponer una nueva política ideológica-cultural que le permita fortalecer y legitimar su alcance global. Pero a diferencia de Occidente, dónde los valores del capitalismo y la democracia liberal eran aquellos que habían triunfado en la posguerra fría y debían expandirse por todo el mundo, China no apuesta a que los demás países emulen su sistema de partido único o su socialismo con características chinas, sino que la estrategia se apoya en la dimensión económica, en sus valores culturales y en su diáspora.

La NRS estaría configurando un canal productivo de alcance global que trae aparejadas miradas disímiles. Por un lado, China participa activamente en la globalización promoviendo una mayor conectividad global y extendiendo oportunidades al resto de los países. Es lo que se conoce como “una globalización con características chinas”. Y la otra mirada, es la que tiñe la política exterior de China como amenaza.

Lo cierto es que la NRS estaría permitiendo a China profundizar sus objetivos. Entre ellos podemos destacar: ampliar el acceso a mercados (energía, materias primas, alimentos, etc.), sostener y profundizar la multilateralidad, mejorar sus posiciones geoestratégicas y abrir nuevos de intercambios culturales. Pero la presencia de China a través de la NRS no se da solo en el marco económico. Por el contrario, detrás de este proyecto de infraestructura China está impulsando estrategias de multilateralismo permanente donde la diplomacia y la cooperación son sus cartas de presentación.

9. China y su relación con las periferias

Antes de ingresar a la conceptualización de la diplomacia cultural, es importante destacar cómo China viene construyendo, manteniendo y fortaleciendo sus relaciones con los pueblos del Sur Global.

Los países del Sur Global agotados del colonialismo formal e informal de las potencias tradicionales intentan construir nuevas formas de relacionarse. Si bien no es objeto de análisis de este artículo las relaciones entre China y África/América Latina, podemos identificar algunas de las estrategias nombradas anteriormente. En el caso africano, la presencia de China en el continente se da en un contexto de convergencias con naciones europeas que han mantenido una relación colonial. Pero a diferencia de los Estados europeos, China ha configurado nuevas formas de relacionarse con la región africana. En primer lugar, China ha aportado infraestructura a un continente que heredó una configuración espacial desconectada entre la costa y el resto de los territorios. Esta irrupción de China en África ha generado la simpatía de los líderes africanos, que ven con buenos ojos el desembarco de los asiáticos en el continente, a través de grandes inversiones en infraestructura y telecomunicaciones, en sectores como el minero e hidrocarburífero.

Por otro lado, es interesante destacar la figura bilateral del Foro para la Cooperación entre China y África (FOCAC) que viene realizando una fuerte y constante cooperación científica-tecnológica entre ambos. Para lograr esto, China se ha presentado como un país emergente, el cuál ha sido sometido por la dominación europea y que lucha contra el colonialismo, algo que comparte con los países africanos. Sin embargo, surge una mirada más pesimista con respecto a esto, que Lechini (2013) identifica como “neocolonialismo por invitación”. Es decir, China despliega una estrategia de subordinación sobre el continente africano que termina reproduciendo las relaciones centro-periferia y de esta manera reprimarizando aún más su estructura productiva.

En el caso de América Latina, el fomento de lazos culturales (desde los festivales tradicionales chinos, la gastronomía, el estudio del idioma, etc.) y la diáspora juegan un rol central para generar un entorno más propicio y estable para las inversiones y el acceso a los recursos naturales (Rouvinski, 2023). Esto es fundamental para contrarrestar la influencia tradicional de Occidente y particularmente de Estados Unidos y de esta manera reforzar los lazos económicos. Los líderes latinoamericanos ven en China una oportunidad de inversiones en sus países, pero lo más importante es que identifican que las nuevas iniciativas globales (NRS, BRICS+, entre otras) pueden dar lugar a una insubordinación del Sur Global para construir un nuevo orden mundial alternativo para las mayorías.

La diplomacia cultural, sus valores y la diáspora permiten que China construya una imagen positiva tanto en África como América Latina. Su posicionamiento como un país emergente que promueve el multilateralismo y la cooperación lo llevan a ser un líder global, que por un lado intenta insubordinarse al estatus quo del sistema internacional, pero que a la vez subordina a los demás países.

10. La diplomacia cultural ¿Una insubordinación blanda?

La presencia de China en el ámbito global se ha ido incrementando de manera acelerada en las últimas décadas. Desde la implementación de las políticas de economía abierta a mediados de la década del ’70 del siglo XX y a partir de la existencia de nuevas aperturas (adhesión a la Organización Mundial del Comercio y la Nueva Ruta de la Seda) en los primeros años del siglo XXI China ha logrado estar en el centro del mundo globalizado. Pero el gigante asiático es consciente que a pesar de sus esfuerzos por integrarse al mundo no le alcanza solo con ser protagonista en el orden global, sino que además el desafío es mayor necesitando de la construcción de acciones políticas y acuerdos económicos para consolidarse en el orbe internacional. Y es en estas disyuntivas que la diplomacia cultural supo hacerse un lugar para ingresar al orden internacional convirtiéndose en los últimos años en un objeto de estudio con capacidad de autonomía y campos de reflexión propios. En este sentido, las primeras incursiones en el ámbito cultural han venido de la mano de la China tradicional y milenaria, como un espacio gestor y generador de exportación de sus manifestaciones y producciones culturales (arte, ciencia y filosofía). Es decir, que China se ha involucrado con otros territorios a través de sus producciones y objetos culturales mucho antes de su apertura formal, como así también de la sumisión forzada en manos de Occidente en lo que se conoce como el período de la Gran Humillación. Otras estrategias se basaron en el ingreso permanente y extensivo a las plataformas del multilateralismo en el ámbito internacional descentralizando así su participación más allá del estadocentrismo tradicional; y de esta manera ir abriendo la cooperación e intercambio de la mano de otros actores (ciudades hermanas, convenios con Universidades, Institutos de Confucio, entre otros tipos de intercambios). Por otra parte, China busca y trata de mantener una cultura política e institucional que no se distancie de sus principios rectores: confucianismo, Sueño Chino, Comunidad de Destino Compartido, las cuales requieren estrategias concretas para sustanciar este objetivo ya sea tanto dentro de sus fronteras nacionales, como así también hacia fuera de ellas.

La diplomacia cultural es para China una carta de presentación de sus formas de pensar en relación con el mundo. Por ello, para poder legitimarse a nivel internacional debe generar y compartir las expectativas de una nación exitosa. Para ello es vital y clave que su política nacional efectivamente logre alcanzar sus objetivos (reducir la pobreza y las desigualdades, mejorar las condiciones ambientales, etc.) para que su política exterior se legitime.

Por su parte, para Rodríguez Barba (2014) la diplomacia cultural vincula dos conceptos polivalentes y difíciles de precisar: cultura y diplomacia. La cultura ha cobrado mucha significancia en las Relaciones Internacionales en asuntos importantes como la globalización, procesos migratorios, afirmación de Derechos culturales (diversidad cultural) y las nuevas tecnologías en la vida social y cultural de las personas. La autora, a su vez, divide a la diplomacia cultural en dos aspectos vinculantes: modo de hacer (diplomacia) y contenido (cultura). También nos aclara que la diplomacia cultural es diferente a las relaciones culturales internacionales. Además, nos plantea que dentro de la diplomacia cultural existen dos tipos de órdenes. La de primer orden ejercida por autoridades gubernamentales responsable de la política exterior. Y la de segundo orden ejercida en función de objetivos sectoriales (Mitchell, 1986 en Rodríguez Barba, 2014). También distingue la diplomacia cultural de la diplomacia pública, las cuales generalmente se confunden como sinónimos. En este sentido, la diplomacia cultural busca mejorar la imagen y valores de una nación. Presenta y representa la historia de su país, las manifestaciones artísticas y culturales, las cuales buscan el fortalecimiento en las relaciones de cooperación. También persigue el entendimiento mutuo, la creación y consolidación de lazos de respeto y confianza bajo una temporalidad a largo plazo. Por otro lado, la Diplomacia pública hace referencia a un conjunto de actividades realizadas por una diversidad de actores mediante la propaganda, las relaciones públicas y los medios de comunicación con el propósito de responder a una coyuntura determinada y es dirigida directamente al público de otro país. Esta estrategia de diplomacia pública está vinculada al concepto de “marca país”. También buscan influir la opinión en el extranjero. La confusión entre ambas diplomacias se sustenta en que las dos se han enmarcado dentro del concepto de soft power (Rodríguez Barba, 2015). Pero Saddiki (2009) considera que la diplomacia cultural es la piedra angular de la diplomacia pública. En este sentido, si bien son conceptos diferentes de ninguna manera se autoexcluyen, por el contrario, se complementan. Es decir, que mientras la diplomacia pública se dirime en los medios de comunicación diariamente para defender agendas y hacerse un lugar; por su parte la diplomacia cultural trabaja de manera integral amalgamando ideas, valores, costumbres y cosmovisiones para dar forma a una estructura que debe ser decodificada y legitimada en el ámbito público de las redes, medios y canales de comunicación.

Para Otero Roth (2007) China ha desplegado un conjunto de acciones dirigidas a la opinión pública global reforzando o generando nuevos instrumentos para llevar adelante sus objetivos. Para este autor entre los instrumentos existentes se destacan las visitas oficiales (las cuales se han extendido y amplificado) y la modernización del uso de los medios de información. Entre las novedades encontraríamos la organización de grandes eventos internacionales y la puesta en marcha de una activa política de cooperación cultural en el exterior.

Por otro lado, se identifica la singularidad del modelo chino de diplomacia pública, la cual reside en el desarrollo a partir de la tradición de propaganda política de un régimen de partido único. También destaca que China no parte desde cero en el camino de la diplomacia cultural. Por el contrario, cuenta con reservas de poder suave a través de una tradición intelectual milenaria. También debemos destacar el rol de la diáspora china de fines del siglo XIX, la cual permitió penetrar otros territorios a través del arte mobiliario, la gastronomía, entre otras, como así también configurar (en algunos casos) verdaderas comunidades y espacios transnacionales (Otero Roth, 2007).

Por último, cabe aclarar, que la diplomacia cultural no significa solamente la transmisión y la difusión de cultura y valores nacionales. Un elemento importante de la diplomacia cultural también es el hecho de escuchar a las demás naciones del mundo, comprender su propia forma de vida y buscar un terreno cultural común para compartirlo con ellos. Así pues, la diplomacia cultural no debe basarse exclusivamente en contar nuestras historias al resto del mundo; hay que tener en cuenta también que “el éxito de la diplomacia cultural depende del diálogo intercultural y del respeto mutuo”. (Saddiki, 2009: 109)

11. Algunos interrogantes y una breve reflexión

A lo largo del artículo se buscó reflexionar sobre la dimensión y rol de la cultura en relación con sus aportes a los procesos que consolidan la centralidad de un país. La obra de Gullo nos sirvió como base para reflexionar desde el campo de las relaciones internacionales a partir de conceptos y recursos como la historiografía.

Los chinos no ven su modernización en términos de centro-periferia, el cual es un modelo teórico fundamentalmente latinoamericano. Sino por el contrario debemos hablar de una “modernización con características chinas", enfatizando la particularidad de su camino de modernización, y rechazando la noción de un modelo universal de modernidad.

En ese sentido, si bien la propuesta de la insubordinación surge desde un corpus latinoamericano nos permite comprender la mirada de Occidente al desarrollo de China. Y, por otro lado, incorporar una mirada historiográfica (breve) a una civilización milenaria como China.

Pero cabe aclarar que el presente del gigante asiático aún no está exento de desafíos tanto locales como regionales y globales con relación a su consolidación como potencia. La dependencia energética, la necesidad de materias primas y de alimentos elaborados, así como su contexto geopolítico regional ponen a China en un escenario de tensiones. Pero a pesar de que los desafíos se encuentran en el exterior, China no renuncia a fortalecer su identidad, defender sus ideas rectoras y avanzar sobre la recuperación de su centralidad milenaria en el mapa mundial. Por ello, esta insubordinación ideológica, China la despliega a través de recuperar su historia, defender su soberanía y no volver sufrir la Gran Humillación de la mano de extranjeros.

Si bien China apunta su desarrollo económico y tecno productivo para posicionarse como el país más poderoso, sabe muy bien que la batalla cultural es un campo que no puede eludir.

En este sentido, China logró comprender que era necesario insubordinarse a la estructura hegemónica de poder para dar el salto o la transición hacia el centro, pero con un nuevo reposicionamiento en la orbe global e internacional. El punto de partida de este proceso fue la revolución encabezada por Sun Yat - Sen en 1911, seguida por el nacimiento de la República Popular en 1949, las reformas de apertura de Deng Xiaoping y la Comunidad de Destino Compartido, que buscan poner a China en la centralidad del mundo.

La propuesta del trabajo invita a seguir reflexionando sobre el rol de la cultura en las Relaciones Internacionales, buscando puntos de encuentro con otras dimensiones, sin colonizar perspectivas, sino por el contrario ampliar la escala de análisis. Cómo así también comprender como las estrategias (exitosas) a la centralidad del poder internacional es una potestad para pocos y un privilegio para otros.

El actual escenario internacional nos muestra un mundo multicéntrico dónde el poder se ha desplazado de Occidente hacia Asia-Pacífico. Sin dudas que China es uno de los principales protagonistas de estos cambios, pero el interrogante que surge no es sólo cómo el gigante asiático logró romper las cadenas de la dependencia para hoy convertirse en la primera economía mundial, sino también cómo logrará sostener el actual crecimiento y en qué medida podrá mantener sus estrategias vigentes sin un enfrentamiento directo con EE. UU.

Sin embargo, China ha logrado superar su estado de atraso a partir de aumentar su umbral de poder producto del impulso estatal y esto queda plasmado en su política de planificación integral, la incorporación progresiva en el contexto global (Zonas Económicas Especiales, Organización Mundial del Comercio y La Nueva Ruta de la Seda), y su particular política exterior (diplomacia cultural, Cooperación Sur - Sur, entre otras acciones).

Por otro lado, desde el año 2013 con el pronunciamiento de Xi Jinping sobre el advenimiento del proyecto La Nueva Ruta de la Seda, la diplomacia cultural podría decirse que viene a formalizar e integrar diferentes andamiajes culturales que buscan hacerse un lugar en la política exterior de China. La Nueva Ruta de la Seda claramente por su extensión territorial deberá sortear múltiples desafíos y que más allá de requerir de la consolidación política y económica deberá nutrirse de una legitimidad cultural. Este megaproyecto infraestructural será el brazo para materializar las cosmovisiones de China y a su vez la diplomacia cultural será la plataforma de legitimidad para el desarrollo de esta propuesta.

Por otro lado, la diplomacia cultural podría aportar muchas cosas más allá de los intereses políticos y económicos. Las urgencias globales como la crisis ambiental y la pandemia del COVID – 19 abrieron la necesidad de construir acuerdos más allá de las agencias internacionales, y se requiere confeccionar una nueva forma de comprenderse y relacionarse. En este sentido la diplomacia cultural opera más allá de una simple trasmisión de ideas, ya que busca reconstruir relaciones complejas y asimétricas, en espacios propicios para establecer puntos en común para un entendimiento sostenido.

Por último, en cuanto a la modernización de China, debemos pensar al menos dos caminos analíticos. En el primer camino debemos seguir profundizando la cosmovisión de china con relación al escenario internacional. Para el segundo camino, debemos centrarnos en la articulación de las necesidades (e ideas rectoras) del Partido Comunista y su relación con el mundo exterior, sobre todo a partir de la etapa de Reforma y Apertura.

12. Bibliografía

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Notas

1 Para profundizar en esta idea se recomienda leer “Entender a fondo la pentadimensional caracterización China de la modernización china” de Qu Qingshan (2023).
2 En adelante NRS.

Notas de autor

* Magister en Paisaje, Medio Ambiente y Ciudad de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (UNLP). Especialista en Estudios Chinos del Instituto de Relaciones Internacionales (UNLP). Profesor en Geografía de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP). Profesor Adjunto en Geografía de Asia, África y Oceanía (FaHCE-UNLP). Ayudante en Geografía Cultural (FaHCE-UNLP). Profesor Adjunto en Teorías y metodologías contemporáneas de la geografía (FaHCE-UNLP).
** Profesor en Geografía (FaHCE - UNLP). Docente del Departamento de Geografía (FaHCE - UNLP) e investigador del Centro de Investigaciones Geográficas –CIG- e Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales –IdIHCS-, Universidad Nacional de La Plata –UNLP-. Profesor ayudante diplomado de la cátedra de Geografía de Asia, África y Oceanía y de la cátedra Geografía de Europa y Rusia (FaHCE - UNLP).

Información adicional

Cómo citar este artículo: Margueliche, J. C. R. y Patronelli, H. (2024). La insubordinación ideológica de la periferia. El caso de China. Relaciones Internacionales, 33(67), 194, https://doi.org/10.24215/23142766e194



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