CARTA AL EDITOR
El conocimiento y su Relación con la Filosofía, la Realidad y el Lenguaje
Knowledge and its Relationship to Philosophy, Reality and Language
EPISTEME KOINONIA
Fundación Koinonía, Venezuela
ISSN-e: 2665-0282
Periodicidad: Semestral
vol. 4, núm. 7, 2022
Recepción: 20 Febrero 2020
Aprobación: 21 Abril 2020
Estimado Editor (a):
Existen numerosas e interesantes formas para definir filosofía, lo cual puede explicar su complejidad y los diversos aspectos que comprende en sí misma y en relación al quehacer humano en general. La significación etimológica de filosofía es “amor a la sabiduría”, vista la sabiduría en tanto que conocimiento teórico y práctico. (Ferrater-Mora, 2001, p.1270). Sobreentendiéndose, que éste es un amor inalcanzable porque, más allá de la intensidad o necesidad de conocer, la naturaleza humana, especialmente los limites sensoriales y los racionales, restringen cualquier completitud del conocer. Es oportuno aclarar según García & Jaksic (1983) que:
la filosofía no existe en abstracto; es el producto de la reflexión humana y ésta es siempre a su vez particular, perteneciendo a un hombre u otro dentro de una situación y cultura determinadas. Pero esto no quiere decir que el contenido de esa filosofía sea relativo a ese hombre o a las condiciones donde se da. (p.21).
Por esto, la filosofía puede esbozarse como un concepto abstracto para algunos, pero puede circunscribirse a una realidad concreta, como producto de reflexión humana. Desde cualquier perspectiva, ya sea abstracta o concreta, general o particular, la filosofía no pierde su aporte hacia la sociedad.
Por otra parte, la filosofía es el uso del saber para ventaja del hombre. Este uso es un “juicio acerca del origen o de la validez de tal saber”. Con respecto a este juicio, se plantean dos alternativas: a) la que afirma que es un don o revelación; y b) aquella que lo considera como una adquisición o producción del hombre. (Abbagnano, 1987, p.537). Se considera así la concepción de la filosofía como norma para la vida, destacando, no sólo la importancia de la teoría vinculada a la revelación sino el carácter fundamental de la virtud y la conducta como hechos humanos.
En este sentido, en el mundo de la filosofía, múltiples caminos expresan de forma explícita el amor al conocimiento. Uno de esos caminos se corresponde con la Teoría del conocimiento, disciplina filosófica encargada del estudio de las diversas teorías sobre el conocimiento. Teoría, etimológicamente, según Ferrarte-Mora (2001, p.3475), significa mirar, observar, pero cuando se refiere al proceso mental, se asume como considerar o contemplar. Entonces, el sentido filosófico originario de teoría es el de contemplación o especulación, se trata del resultado de la vida puesto que mediante ella se alcanza la felicidad de acuerdo con la virtud.
Desde otra perspectiva, el conocimiento por su polisemia forma parte de un nudo filosófico puesto que puede ser entendido desde diversas formas, entre las cuales se encuentra la vertiente clásica que considera la justificación como requisito sine qua non. Es decir, se requiere de una creencia verdadera justificada para que haya conocimiento. Más allá de la necesaria justificación, no puede obviarse que es indiscutible la potencialidad humana de afrontar el entorno y a sí mismo, para recrear la vida y reinar en atención a sus propios intereses, dado que muchas veces se le minimizan ante la sociedad pero que, otras veces, le permiten su vigencia más allá de los cambios de lo real.
Esto es claramente ilustrado por Marina (2005, p.74) en Lo real como horizonte al expresar: “Lo real no nos basta. Nos sostiene, nos limita, nos da alas, pero no nos basta. La inteligencia inventa sin parar ‘posibilidades reales, que no son fantasías sino ampliaciones que la realidad admite cuando la integramos a nuestros proyectos.” En otras palabras, la realidad tal cual se le da al ser humano no le basta. La realidad se convierte en un reto a sus capacidades intelectuales, se convierte en estímulo para ejercitarse y autoconocerse. Aunque pareciera que la realidad podría dificultarle la vida humana, realmente le estimula para que él pueda alardear de su composición integradora de lo biológico, psicológico, social y espiritual dispuesta para desarrollar sus potencialidades y para manejar los conocimientos que le permitan apropiarse de sí mismo, del entorno y de la realidad que está en continua construcción.
Por lo tanto filosofía, conocimiento y teoría son elementos inextricables y complementarios entre sí puesto que desde el amor al conocimiento, la filosofía se encarga, con frecuencia, de teorizar sobre la vida y sus múltiples componentes e inclusive sobre el propio conocimiento, a través de la Teoría del conocimiento, disciplina filosófica que para algunos autores implica el abordaje del conocimiento en general, pero que para otros es sinónimo de epistemología a pesar de encargarse de estudiar el proceso y el producto de la investigación científica; es decir, del conocimiento científico.
Las diferencias entre las diversas teorías que pretenden explicar la realidad sin perder la validez de su fundamentación, considerando el contexto inicial en la que fueron promulgadas, muestran la diversidad humana, no sólo en cuanto a sus formas de conocer sino en cuanto a las épocas y sociedades en las cuales se han desarrollado. Inclusive, en el hipotético caso de haber surgido y desarrollado en una misma época y en una misma sociedad, no podrían esperarse los mismos resultados ni enfoques porque cada ser humano es universo, así como los grupos humanos.
Con estos antecedentes, es propicio señalar que, en una aproximación integradora, el conocimiento refiere las formas sobre cómo los seres humanos perciben, entienden y organizan sus respuestas al entorno. No determinan la superioridad o inferioridad de un ser humano sobre otro. Las diferencias son incuestionables porque se trata de una muestra de la universidad, pero nunca de superioridad ni justificación de la barbarie que pueda ejercerse entre culturas diversas.
Entonces, la realidad desde sus múltiples acepciones va desde la concreta presencia de un mundo físico hasta la construcción psicosocial basada en el lenguaje y en la cultura de las diversas comunidades humanas, entre las cuales, ya sea por consenso o tradición se imponen conductas, patrones de respuestas, rituales, interpretaciones e incluso, elementos que permiten la construcción de las llamadas para-realidades discursivas puesto que a través del lenguaje se entregan y traspasan los legados socioculturales de generación en generación. De allí la importancia del lenguaje como parte del hecho comunicativo y de los indisolubles lazos con la condición humana y su cosmovisión.
Explícitamente, el hombre es comunicación, es lenguaje y se convierte en humano mediante la interacción con el otro. Dicha realización como humano esta mediada por el dominio de algún tipo de lenguaje. Inclusive, quienes pudiesen tener diferencias asociadas a limitaciones para comunicarse tienen alternativas que, como en el caso del lenguaje de señas, acortan las distancias y facilitan la comunicación eficaz.
Con ese lenguaje se nombra al mundo, pero también se le comprende, se le conoce, es decir, permite viajar desde los aspectos más simples referidos a los objetos materiales, pasando por la identidad personal y colectiva hasta los más sublimes como puede ser la cosmovisión o el manejo de su propio intelecto. Entonces, en relación a la lengua y lenguaje con respecto a la identidad personal y colectiva, Ordoñez (2003:53) recuerda al poeta siciliano nacido en 1899, Ignazio Buttitta, que expresa en sus versos:
La Palabra: “Encadenad a un pueblo, despojadlo, tapadle la boca, todavía es libre.
Privadlo de su trabajo, de su pasaporte, de la mesa donde come, del lecho donde duerme y todavía es rico.
Un pueblo se vuelve pobre y esclavo, cuando le roan la lengua heredada de sus padres: está perdido para siempre.”
Evidentemente, se reconoce con absoluta precisión el valor del lenguaje y en especial de la lengua materna como vía para humanizar o destruir un pueblo. Eso explica porque los pueblos guerreros que han triunfado borran el idioma y costumbres del pueblo derrotado, imponen su lenguaje, costumbres y creencias como mecanismo de férrea dominación no sólo corporal sino intelectual porque implica su exterminio absoluto.
Por extensión, es natural que pueda comprenderse que en la Teoría del conocimiento, el lenguaje está presente no sólo en las valoraciones, en los argumentos, en la biografía de geniales autores, sino en los propios textos de donde se da la aproximación a los planteamientos de cada uno de dichos autores para tratar de comprenderlos en su contexto y justa dimensión para entonces, atreverse a disentir o contraargumentar, sólo en caso de extrema necesidad pero nunca con el propósito de desmontar los diferentes aportes ni para darle preponderancia a una sola dimensión.
De allí, la importancia de aproximarse inicialmente al conocimiento desde la filosofía porque brinda la oportunidad de estudiar a los grandes pensadores, desde las condiciones concretas de su nacimiento y desarrollo de su vida hasta sus obras, respetando un lenguaje y una explicación de la realidad desde las diferentes perspectivas, en las cuales han quedado reflejadas las formas de explicar el conocimiento, los planteamientos sobre su origen, los argumentos que han esgrimido para sustentar sus singulares aportes al desarrollo del conocimiento humano y a su comprensión.
Por todo lo planteado, la filosofía como amor al conocimiento trata de un amor inalcanzable porque la naturaleza humana restringe cualquier intento de completitud. Desde cualquier perspectiva, ya sea abstracta o concreta, general o particular, no se pierde su aporte a la sociedad. El ejercicio de la filosofía como profesión implica la obligación por la reflexión, la contemplación, la revisión y el cuestionamiento de las diferentes teorías que explican el conocer y la realidad.
De allí que el sentido filosófico originario de teoría es el de contemplación o especulación. Actividad utilizada por el hombre virtuoso como medio para alcanzar la felicidad y considera como una actividad intelectual superior compartida con Dios. Asimismo, la teoría del conocimiento versa sobre el conocimiento referido a la realidad verdadera e independiente del carácter volitivo humano, aunque se trata de vivir, aparentemente, en la inmediatez como pareciera acusársele al hombre común. El mismo es polisémico, aunque desde una la teoría clásica lo defina como creencia verdadera justificada, es sabido que la justificación como parte de la realidad es modificada por el hombre como reto a sus capacidades intelectuales y como estímulo para ejercitarse y autoconocerse. Las diferencias entre las diferentes teorías que pretenden explicar el conocimiento y la realidad muestran la unidiversidad humana, no sólo en cuanto a las formas de conocer sino en cuanto a las épocas y sociedades en las cuales se han desarrollado.
Más allá de las diferencias entre los individuos y los pueblos para plantear teorías y conocer la realidad, entendida no solo como mundo físico sino como una construcción psicosocial basada en el lenguaje y la cultura, indisolubles lazos de su condición humana y su cosmovisión.
Por ello, el lenguaje es parte del hecho comunicativo y de los indisolubles lazos con la condición humana y su cosmovisión. De allí, el reconocimiento de la lengua materna como la primera vía de conocimiento de realidad que cada ser humano ha de recorrer y en la cual se ha de desarrollar como persona, en tanto mecanismo de socialización y humanización. Imponer un lenguaje o silenciar al oponente son formas de dominio que limitan la libertad de vivir y, por ende, la libertad de elegir asociada a la característica parcialidad o subjetividad humana, indeseable en la investigación científica y contrapuesta a la supuesta neutralidad valorativa.
En la práctica, la educación es una forma de ejercicio de la libertad mediante el enriquecimiento de un lenguaje que le ayude a obtener información para decidir, para reconocerla estructura de la realidad en la cual se desenvuelve, más allá de la diatriba entre el mundo empírico y el mundo intelectivo. Por tanto, la importancia de la integridad del conocimiento, la filosofía, la realidad y el lenguaje son elementos inextricables y complementarios entre sí.
FINANCIAMIENTO
No monetario.
AGRADECIMIENTO
A la Universidad del Zulia, Venezuela; por motivar el desarrollo de la Investigación.
REFERENCIAS CONSULTADAS
Abbagnano, N. (1987) Diccionario de Filosofía. [Philosophy Dictionary]. México: FCE.
Ferrater-Mora, J. (2001) Diccionario de filosofía. [Philosophy Dictionary]. Ariel. España.
Gracia, J & Jaksic, I. (1983) Filosofía e identidad en América Latina. [Philosophy and identity in Latin America]. Monte Ávila, Venezuela.
Marina, J. (2006). Ética para náufragos. [Ethics for castaways]. Editorial Anagrama. España.
Ordoñez, J. (2003). El derecho a la lengua de los pueblos indígenas. [The right to the language of indigenous peoples]. Universidad Nacional Autónoma de México. México.