Validez universal de un lenguaje

Miguel Alberto González González
Universidad de Manizales, Colombia

Validez universal de un lenguaje

LÚMINA, núm. 08, 2007

Universidad de Manizales

Recepción: 31 Mayo 2007

Aprobación: 15 Agosto 2007

Resumen: Es evidente que al ser humano le agradan los sistemas que logren explicarlo todo, se deja llevar por las ideas de unificación, le parece que los demás deben pensar de manera similar, que los comportamientos éticos, políticos, jurídicos y económicos sean los mismos, para ello le acorrala la idea de un lenguaje expandido, aceptado y hablado por todos. La contabilidad, sin haber tenido claro ello, ha llegado a un lenguaje universalizado, el modelo viene siendo practicado con mayor rigor en las sociedades modernas. Aquí se pone en tela de juicio la validez de esos códigos y los efectos nocivos que produce al hombre, puesto que la contaduría sigue siendo un instrumento válido del capitalismo. Esto muestra la insistencia de poner a los humanos a marchar en una sola fila, acorde a los intereses económicos, religiosos o políticos del momento. Lo cual es nefasto, visto desde cualquier punto de vista.

Palabras clave: Bienes, capitalismo, contabilidad, contador, lenguaje, universal, útil, validez .

Abstract: It is evident that human beings like systems that manage to explain everything, are attracted by the ideas of unification, believe that other people should think in a similar way, and that ethical, political, juridical and economic behaviours are the same for everybody. For this reason, they are cornered by the idea of a expanded language, accepted and spoken by everybody. Accounting, without having clarity on this score, has arrived at an universalized language, which model is being practiced in a more rigorous way in modern societies. In this paper, I challenge the validity of such codes and criticize their negative effects on man, since accounting is still a valid instrument for capitalism. I also challenge the insistence upon a unified thought, in agreement to the economic, religious or political interests of the moment. This is ominous from any point of view.

Keywords: Goods, capitalism, accounting, accountant, universal language, useful, validity.

Yo digo ¿no?, esta mano que escribe mil doscientos y transporte y Enero y saldo en caja … que suma cifras de otros cheques de otros que verdaderamente pertenece a otros yo digo ¿no? esta mano ¿qué carajo tiene que ver conmigo? Benedetti

Esa mano que refiere Benedetti es la extremidad que se desvanece en la hipócrita e infame instrumentalización, donde la pérdida del rol de persona que sujetada a un lenguaje de algoritmos reta en negativo la condición de sapiens que detentamos, aunque por la radicalidad de los acontecimientos si no emprendemos acciones contundentes para siempre lamentaremos ese dudoso privilegio de ser pensantes.

El ser pensantes pasa por muchas condiciones, el cómo construimos nuestras lógicas, el cómo enfrentamos el mundo y el cómo referenciamos a los otros. De las formas humanas para abordar el mundo, la contabilidad ha sido una de ellas, ni mejor ni peor, pero sí importante, al menos eso se dice. La contabilidad, acudiendo a los números, sabe medir con absoluto rigor el presente de una institución e, incluso, en minuciosa revisión predice el futuro financiero en un lenguaje universal y por el momento necesario. Frente a esas cifras frías es donde el individuo se pierde, pasa a convertirse en rol, en objeto, en desenfreno de sí mismo como lo lamenta Benedetti.

Lo que este poeta no explicitó, aunque sí podría estar implícito, es el peligro de este lenguaje universalizado que sujeta al contador, lo somete a sus propias lógicas, pasando de un posible diálogo a un dictador monólogo. Wittgenstein dice «Los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje está en vacaciones1». ¿Los problemas contables surgirán en la misma línea, es decir, cuando los contadores y su lenguaje se encuentran en vacaciones? O quizás Malinowski está más cercano al señalar que el lenguaje no es un instrumento de reflexión, sino un modo de acción. ¿Cuál es la acción del lenguaje contable?, es probable que el sometimiento, mediado por su totalidad interpretativa.

La universalidad de cualquier lenguaje, así sea el amoroso o el de la guerra, despliega una pretensión reduccionista-uniformadora, pero que por agilidad, en esta era del sin tiempo, se intuye necesaria en una simbolizada globalización que desterritorializa y despersonaliza. Si bien, es de reconocer que nada se agota en el absurdo, no sabemos dónde ni cuándo se le ocurrió a la contabilidad hablar y actuar en nombre de la sociedad, lo cual es bastante exagerar. Así las cosas, mantener lenguajes universales para controlar flujos o recursos pone en escena una especie de esperanto contable que poco favorece a la riqueza humana en esta movilidad de antinomias, aunque otros más fachendosos dirían: si no entrevemos el campo de ruinas, estaremos de vuelta a las momias. «Son los acontecimientos los que hacen posible el lenguaje. Pero hacer posible no significa hacer comenzar2». Tales acontecimientos humanos, contables en estos casos, hacen posible el lenguaje, pero no se puede obviar que dicho lenguaje trae una carga simbólica implícita que no da mucha libertad de interpretación, es decir, viene dada.

El abrir la discusión sobre idiomas universales es situar a la contabilidad en el centro de la disputa. En esta anunciada levedad del ser, es premisa colocarse- en-apertura frente a la carencia de sentido y rebelarse contra renovados espartanos, puesto que sale al encuentro de los contadores la idea nefasta de integridad, hoy conversa en valor fundamental del quehacer empresarial. Se sabe que tratar de leer los intereses colectivos es una aventura sociocultural que implica dar miradas que rebasan o agrietan las lógicas del momento, entendiéndose que «un hecho contable es ante todo un hecho social3», suceso que es lingüístico-constatativo, que como se sabe o es verdadero o falso, concepto que ha sido abordado, con abundante esfuerzo, por la filosofía analítica.

Es tentador examinar qué tan social es el trabajo contable, sabiéndose que la versión grosera indica que su función clásica es la de proteger los bienes. ¿Quién es el beneficiado?, la respuesta va siendo mito: aquel que puede atesorar patrimonios. De allí, que una inclinación social con apariencia de universalidad no siempre integra a las mayorías, pero sí puede beneficiar a las minorías privilegiadas, quienes sin pedírselo ni ser requisito hablan en nombre de la humanidad, claro está que en nombre de la humanidad casi todos queremos hablar.

El asumir la pregunta ¿validez universal del lenguaje contable? es incursionar por la autonomía del contador y un sugerirle que busque nuevos aromas contables, en un revelarse-en-lo-abierto, para no incurrir en ligerezas de creer que todo está designado y desistir en hallar alternativas. Esta demanda fortalecería otras acciones lingüísticas que ampliarían el espectro del reino contable, puesto que una de las bondades humanas es la pluralidad de lenguajes, los cuales desencadenan simultaneidad de conceptos y modos de enfrentar la vida que, en definitiva, ensanchan el ad-venir cultural, y le cierran el paso al cielo unificado.

Nada es completamente cierto ni definitivamente falso

La anterior perogrullada no ha sido superada del todo, se habla y escribe del tema, pero no siempre se comprende en su extensión ni en su práctica. Bien es sabido que las inflexibilidades son fuente de ingenuidades y crisol de arbitrariedades, lujo que nadie debería darse. Ni siquiera los lenguajes. Un lenguaje se considera universal, entre otros, por la cantidad de usuarios, la claridad de los conceptos, el uso intensivo y extensivo del mismo, la rigidez de la estructura sintáctica, semántica y morfológica, la existencia de un sistema de reglas acompañado de una fonética y semiótica definida, además conserva unas congregaciones, academias o logias que están al tanto de su pasado, presente y futuro para no dejarlo desaparecer con las avalanchas socioculturales.

Humberto Eco en su libro La búsqueda de la lengua perfecta, muestra la imposibilidad de constituir una lengua perfecta, o tan siquiera, establecer una lengua primera con la cual se entendieran los humanos. «La diferenciación natural de las lenguas se convierte ahora en el fenómeno positivo que ha permitido la fijación de los asentamientos, el nacimiento de las naciones y el sentimiento de identidad nacional4». Si desde los inicios se presume de una pluralidad lingüística, ¿cómo es posible que se intente establecer un sistema monolítico de comunicación en torno a la administración de los recursos y, por si fuera poco, vectorizado por el inglés, otro idioma con pretensiones de universalidad? Si se dice y se escribe en inglés te escucharán y publicarán en las revistas indexadas, hasta en eso nos dejamos colonizar.

En términos lingüísticos la contabilidad es la técnica, otros dirán la ciencia que se ocupa de registrar, clasificar y resumir las operaciones de un negocio con el fin de interpretar sus resultados. En la práctica se apunta que la contabilidad es el lenguaje de los negocios, el mundo de las mercancías, la rama que, después de los políticos, mejor ha entendido al hombre como medio, en un número que se mide por entradas-producciones-salidas. Esa es una realidad de las pulsiones contables.

¿Un lenguaje de estos precisa ser depurado, des-universalizado?, para beneficio de esta propuesta digamos que sí, pero la pregunta se resolverá con no poca dificultad. Labor que deben emprender los contadores en un surgir-abriendo- desde-sí, puesto que en ellos estaría la llave del sistema. Sabido es que cuando surgen sistemas rígidos nacen los antisistemas, así podría pensarse un sueño, quizás, en un antilenguaje contable. «El antilenguaje es el vehículo de una resocialización. Crea una realidad alternativa: no es un proceso de construcción sino de reconstrucción5». Estas son soluciones que de pronto nacen, no hay control de ellas, pero también se pueden convocar, diseñarse, lo que exige un esfuerzo intelectual de enormes dimensiones, con una probable deficiencia en la práctica, donde tantas veces han fracasado los sistemas teóricos.

¿Para qué se hace contabilidad?, para controlar los flujos. ¿Para quién?, para el tenedor, el acumulador. Interrogantes que cualquier contador juramentado o no, titulado en la universidad o agenciado en la calle debe formularse, en un permanecer en latencia, en elástica sospecha frente al quehacer de su espacio vital.

Los dominios de la contabilidad son fabulosos, supera a los más avezados monarcas de todas las épocas. Es tan antigua como los ladrones o apasionante como el sexo, tan vieja de practicarse como la religión, quizás más. Surge el lenguaje, territorio de articulación, y a no poca distancia se festejan las primeras acciones contables, rudimentarias ellas como esa primera palabra. Sin duda, aparece como resultado de la conformación de grupos sociales, de la acumulación de bienes -tenencia, propiedad privada-, del intercambio de elementos -trueque-, del medir o contar el tiempo -calendario lunar-, pero por sobre todo, fue una respuesta a la expansión comercial, en resumen, un auténtico engendro para el capitalismo. En los últimos siglos se tecnificó en sus métodos para controlar a su antojo, para dominar, distribuir capitales y organizar lo que no parece hecho para los humanos corrientes que muerden el aire: las riquezas. Asunto donde vuelve a flaquear la justicia universal.

La potencia del lenguaje consiste en poder criticarse a sí mismo, en tomar una distancia irónica sobre sí mismo, explica el pensador Estanislao Zuleta; en concordancia con él, se le debería exigir a la contabilidad, a través de los contadores, aprender a fiscalizar su arte y cultivarse en tomar distancia de sí, querer- alejarse-de-sí para que descubra lo que otros ven. La contabilidad como oficio está arrojada a cuidar los patrimonios, en una ceguera lingüística-contable que no le permite revisar sus dinámicas internas, porque los pensadores, haciendo gala de la frecuente condición humana de evadir responsabilidades, no enfrentan el tema con el arresto necesario.

La contabilidad ofrece una interpretación aproximada, subjetiva y simbólica de la situación económica, así muchos contadores pretendan decir que los informes contables son objetivos, la realidad, ladina como el que más, manda otra razón. Diría, entonces, que para abordar sin escozor tales críticas hay que pensar habitando el vacío, abortando la llenura.

Excepciones tiene la regla para que se confirme, pero en términos generales, el contador a pesar de ser la persona en quien la sociedad deposita su confianza, una fe pública, ha limitado o delegado su responsabilidad social al mero ejercicio de los empresarios, quienes a través de sus compañías buscan un ejercicio rentable. «La responsabilidad social no nace en un contrato laboral, nace de un contrato social con nuestra comunidad, con los demás6». Más que esto, la pregunta por la responsabilidad social estaría dada por el lenguaje y su sistema del Debe y Haber que, en una mirada primaria al devenir, parece inofensivo y práctico, pero que al extender la vista, da lugar a serias preocupaciones por su carácter universal y supresor de un modelo diferente para dar cuenta de una realidad que, por más argumentos que se busquen a su favor, para el contador siempre será financiera.

Ya ni se hablaría de validez e integridad del lenguaje contable, más bien se entendería como dominación, imposición o violación de la posibilidad de razonar, de discernir, no es que los contadores no piensen -a veces se duda hasta de eso-, la empantanada verdad es que su base es el número y éste es categórico, así lo quiso el hombre, así le gusta, lo cual no impide que algo intentemos al respecto. Para ello, el pensamiento débil propuesto por Vattimo es una iniciativa para mirar o minar el problema de la universalidad de un lenguaje, este filósofo italiano nos dice que en la filosofía pensamiento débil significa refutar el positivismo, el cientifismo, el pensamiento fuerte y categórico que cree no equivocarse, puesto que la verdad lo acompaña, para ese pensar la verdad de carácter absoluto aún existe. Ese positivismo contable, ese sometimiento del hombre a tales lógicas debe ser debilitado para encontrar otras alternancias, opciones desemejantes que no apunten a un código único que en definitiva depriva-desanima-reprime. Debe haber opciones emergentes a la partida doble, al juego de entradas y salidas, que también pueden dar cuenta de los flujos y que no se exploran con suficiente seriedad porque no siempre estamos de ánimo para enfrentar la dictadura simbólica-fáctica que ese lenguaje trae consigo

Este lenguaje técnico contable y cicatero se ha alejado de la expresividad que caracteriza a la comunicación verbal de las ciencias sociales, reduciendo su labor a ser útil para la empresa. Para la contabilidad es importante lo que es útil. Lo inútil no es tema de contadores, eso se deja a los filósofos, escritores, artistas y pájaros de esa especie que, por cierto, podrían ser arrojados a la hoguera con unos cuantos embrujados contadores.

A veces esa jerga se hace ilegible, aunque Zuleta expone que ilegible es todo lenguaje que no sea lenguaje de nuestro problema. Por lo cual, si nuestro ámbito no es problematizado el lenguaje duerme, se anquilosa, tal cual le sucede a los códigos, a las lógicas de los paisajes contables que, por supuesto, no son las únicas que acorralan al espléndido animal, un animal fijado-hasta-la-desmesura.

«Las representaciones simbólicas más generales de la contabilidad, descansan sobre un ethos profundamente utilitarista y liberal que genera superestructuras que cumplen roles de regulación social y que reproducen el statu quo, a favor de unos intereses particulares7»; el encomillado adquiere una validez histórica puesto que se encuentra en la contabilidad un lenguaje de sometimiento, activos-pasivos que no permite la renovación, su sólida estructura no para en mientes en cuanto a motivaciones particulares. Es como si el manejo de recursos diera franquicia para rebasar los linderos éticos. Zuleta cita a Dostoyevsky cuando el escritor ruso aduce que «esta fórmula señores de dos más dos igual cuatro, no es la vida sino el comienzo de la muerte8», ahora, arriesgo una pregunta, ¿existirá aquí algún mensaje para la contabilidad? Sería admirable no hacernos los sordos. ¿Qué pasa si desaparece la contabilidad?, quizás aleguen los expertos, al estilo de los gurúes informáticos o al tenor de los infatuados militares, que se paraliza el mundo. Mostrando, una vez más, que por meritoria que sea una respuesta no implica ser una solución.

Sin querer reemplazar a los historiadores y a gusto del consumidor, los principales responsables de la globalización fueron los marineros al lado de los militares con sus contadores de cadáveres y protectores de fortunas saqueadas, después los políticos y, por último, los sacristanes por no hablar de los curas. Ahí, a la vuelta, aparecen los contables, o quizás antes, quienes fueron universalizando su sistema que en nada tendría que envidiarle a las religiones.

¿Cuál será la validez del lenguaje contable?, desde los requisitorios económicos la validez es categórica, a todo empresario le agrada conocer los estados financieros de su compañía sin que medie un gran esfuerzo interpretativo, por ello lo quiere en lenguaje sencillo, depurado y plano que no le exija estudiar otros modos lingüísticos para leer la realidad. Desde esta falacia se fortalece la idea de un modelo universal. No es que la contabilidad sea fácil, claro que su historia ha estado como el caballo, acompañando al hombre en las buenas y en las malas, pero así como este noble animal fue relevado por los coches y aviones, se podría pensar que los modos de analizar las operaciones financieras requieren otros modelos que sigan ampliando y no reduciendo el lenguaje que es la casa del ser, en palabras de Heidegger.

El lenguaje contable es toda una dictadura sin cortapisas, sus sistemas andan por doquier, desde la multinacional más atosigante hasta la tienda más aberrante recurre a la contabilidad. La ecuación raya en lo sencillo, entradas y salidas. La contabilidad es la religión de los economistas, puesto que su dios es el dinero, que es el otro opio de la sociedad. Ni más faltara que no.

Así las cosas, para quienes pretendían imponer un solo idioma, un lenguaje único -los sueños del esperanto y de otros tantos insoportables idealistas-, se quedaron cortos frente al lenguaje contable, desde allí tendríamos mucho por aprender en la tarea de uniformar, dominar y cercenar. Si lo más fácil para el cerebro es olvidar los actos alegres para retener los dolorosos, entonces, al amparo de esa premisa ¿en qué punto del cerebro queda la contabilidad?

Si el poder está en todas partes como afirma Foucault, ¿dónde deambula el no poder de la contabilidad?, resolverlo es una molestia para la época, tocaría viajar a otro presente distinto para encontrarlo y debilitar el poder del lenguaje contable. En una demanda de sentido es necesario reflexionar sobre la contabilidad, el esperanto y todo aquello que hable de centralismos. Gracias al trueque de lenguas, al galimatías lingüístico no se han logrado destruir todos los acervos culturales. Hay que estar alerta con la contabilidad, el establecimiento de un idioma universal y todo lo que implique unificación-reducción-destrucción. No se trata de liberación en el sentido que el mercado acepta, ello exige una autocolocación, un posicionamiento, lo cual es posterior a la deconstrucción al estilo de Derrida y a la debilitación del sistema imperante en un apartar-la-mirada-de-sí.

Conclusión

La fortaleza del modelo contable está en que la forma de registrar los movimientos es metódica, acertada y congruente, sustentada en la constante numérica, en la sencillez de los procesos, en el equilibrio que moviliza, en la seriedad que tiene para procesar información y en la cobardía humana de explorar caminos disímiles. Sustraerse a la lógica de esos patrones es casi irresponsable, pero eso no indica que no se puedan explorar otras propuestas que desborden la dictadura numérica.

Aunque suene a excusa, la pretensión no ha sido la de ofender la profesión del contador, hay muchos de ellos interesados en extraviar su mirada, que obran centrados en serias reflexiones, quienes se apoyan en teorías de avanzada, si es que las hay, para debatir ese mundo el cual ponen en cuestión. De ellos se precisa una mirada al imperio contable, no se olvide que todo imperio es saqueador, para llamar la atención sobre el peligro de universalizar lenguajes que terminan doblegando y encadenando al hombre, despojándolo-de-sí, al fin de cuentas los imperios no paran en mientes cuando de imponer sus métodos se trata.

Si un problema es una sospecha y una esperanza en palabras de Zuleta, por fortuna anunciamos el problema de la ¿validez universal del lenguaje contable?, ahora, nos toca desenmascarar a ese monstruo para rondar la esperanza y desbordar ese lenguaje universal, unificador y utilitarista que hoy mantiene. Así se hable de contabilidad ambiental, cuyo interés es el reconocimiento y revelación de los efectos medioambientales negativos en la práctica contable convencional, no se percibe un cambio en sus fines aunque sí en sus medios. Se sabe que en el problema mismo está la solución, viaja encapsulada, resignada a su suerte, el reto es encontrarla y deshilvanar su carácter vinculante.

Hay pensadores, no con pocos argumentos, que muestran las bondades de la contabilidad, como el forzar las comunicaciones humanas, facilitar los encuentros entre pueblos e, incluso, ampliar el espectro del lenguaje y como tal, las facultades del cerebro. De ello no hay mucho que objetar, lo que aquí se pone en las aguas es que si en un principio la contabilidad fue movilizadora, generadora, hoy es todo lo contrario, quizás agotándose dentro de la misma fortaleza en que se constituyó de ganar-perder.

En lo que al presente denominaríamos fragmentación estaría uno de los códices para no aniquilar la pluralidad de sentidos, es probable que la metáfora, el mito, el arte, la alegoría, la ética y la misma hipérbole puedan entregarnos luces en una exploración y develación que nos ayude a sacar-de-sí el modelo universalista, hoy practicado por los sistemas contables, en cabeza de los, ahí sí, irreemplazables contadores. Aunque se sabe que la contabilidad es algo más que registros financieros, pero en el ámbito académico eso no está claro ni logra convencer a los escépticos.

El significado de las expresiones las determina determinando al hombre, «a la filosofía del lenguaje le interesa principalmente la visión semántica, los problemas que suscita y sus posibles soluciones9», este interés semántico es el que deberíamos seguir explorando para comprender que la contabilidad es una necesidad, pero que en su nombre se gestan acciones dominadoras, con un poder simbólico-lingüístico que secuestra la libertad. ¿Cuál es la deontología del lenguaje, el deber ser frente a los universalismos comunicativos?, su función primordial sería la de advertir el peligro que implica el tener una sola manera de comunicarnos y de leer los acontecimientos, puesto que un lenguaje unificado se anquilosa en sus lógicas, no permitiendo comprender las realidades que se manifiestan como las capas geológicas, diferentes espesores, extensiones y composiciones.

Si la contabilidad está en las fauces del monstruo capitalista, endoso la siguiente pregunta ¿qué lenguajes está utilizando para liberarse?, para que no me pasen cuenta de cobro les respondo que por el momento no se percibe un movimiento en contrario, entonces, algo nos está controlando.

Tenemos que pensar de un modo más lúcido, aprehensible y manejable. No es suficiente con cambiar lo existente, hay que atreverse a modificar-el-territorio y a dislocar el mapa mental. En tales circunstancias, se esperaría que un día de estos, quizás otro sueño irreconciliable, y en contravía al poema de Benedetti, algún contador espabilado o descentrado, descubra la solución y manifieste: esta mano tiene todo que ver conmigo, aún me pertenece. Entonces, se deducirá que ha protestado contra el lenguaje universal y maniqueo de la contabilidad, la desenmascaró y ha empezado a resquebrajar los reduccionismos, las unificaciones y las ínfulas de universalidad, aunque eso, bajo ningún precepto, indica que el problema esté resuelto.

La verdad se rodea de mentiras.

Bibliografía

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ZULETA, Estanislao. Elogio de la dificultad y otros ensayos. Cali: Fundación Estanislao Zuleta, 2001.

Notas

1 PATIÑO ARANGO, Alejandro. Comunicación y actos de habla. Manizales: Universidad de Caldas, 2006. p. 57.
2 Deleuze, Gilles. Lógica de sentido. Ediciones Paidós. Barcelona, 1994. p. 188.
3 LOAIZA R., Fabiola. Signo y razón. Exploración semiótica de la partida doble. En: Revista Lúmina 06. Manizales: Universidad de Manizales, 2006. p. 63.
4 Eco, Humberto. La búsqueda de la lengua perfecta. Editorial crítica, Barcelona, 1999, p. 283.
5 Halliday. M, A. El lenguaje como semiótica social. Fondo de cultura económica. Bogotá, 1994, p. 221
6 Araújo Ensuncho, Jack Alberto. Contabilidad Social. Segunda edición. Tiempos Gráficos. Medellín 1999, p. 170.
7 GÓMEZ VILLEGAS, Mauricio. Contabilidad: comentarios sobre el discurso científico y los determinantes morales. XVII Congreso nacional de estudiantes de contaduría pública. Popayán: FENECOP-Universidad del Cauca. p. 27.
8 ZULETA, Estanislao. Elogio de la dificultad y otros ensayos. Cali: Fundación Estanislao Zuleta, 2001, p. 168.
9 Muñiz Rodríguez, Vicente. Introducción a la filosofía del lenguaje II, cuestiones semánticas. Editorial Antropos. Barcelona 1992, p. 11.
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