El campo contable en el proceso de la independencia de Colombia (1780-1830)
El campo contable en el proceso de la independencia de Colombia (1780-1830)
LÚMINA, núm. 11, 2010
Universidad de Manizales
Recepción: 02 Agosto 2010
Aprobación: 01 Noviembre 2010
Resumen: La investigación contable sobre la independencia de Colombia, desde una perspectiva social-histórica, es de gran utilidad en la construcción de nuevas miradas historiográficas de la realidad colombiana. El objetivo de esta investigación es presentar una visión general del contexto en el que se desarrollaron los hechos contables estudiados, tanto desde el punto de vista institucional, como en relación con los conocimientos teóricos y prácticas contables del período tomado en consideración.
Palabras clave: Contabilidad en la Colonia, contabilidad en la República, campo contable, sistema contable de “cargo y data”, transformaciones sociales.
Abstract: Accounting research on Colombia’s independence, from a socio-historical point of view, is very useful in the construction of new historiographical views on Colombian reality. This research paper intends to show a general view of the context in which the historical accounting facts that are studied from an institutional point of view and from the theoretical and practical knowledge of the period considered, developed.
Keywords: Accounting in the time of Colony, accounting in the Republic, accounting field, “cargo and data’ accounting system, social transformations.
Reconocimientos
Deseo expresar mi gratitud por sus invaluables aportes en la elaboración de este artículo a los contadores públicos Édgar Alvarado Arias, Miguel Cediel Ballesteros, Edel Rocío Lasso Silva, Faustina Manrique Ramírez, Rafael Franco Ruiz, Camilo Ernesto Franco Galvis; al General Roberto Ibáñez Sánchez, Director de la Biblioteca Tomás Rueda Vargas de las Fuerzas Militares, al poeta Juan Antonio Malaver Rodríguez, y a la estudiante Alejandra Salamanca.
Introducción
En el contexto de los períodos de “corta, mediana y larga duración”, definidos por Braudel (2002), los nueve años en que se fraguó la Independencia política de Colombia de la metrópoli española, entre 1810 y 1819, puede ampliarse hacia atrás y hacia delante, a partir de una época de medio siglo que comprende las dos últimas décadas del siglo XVIII y las tres primeras décadas del siglo XIX (Ocampo, 1989, 9; 2009, 13). La época de la Independencia sería, pues, un período de corta duración, en que podemos identificar cuatro momentos: la Revolución de los Comuneros de 1781 contra el exceso en los impuestos; lucha entre federalistas y centralistas, de 1810 a 1815; reconquista, de 1815 a 1819; y liberación, 1819, cuando se inicia el experimento de la Gran Colombia (1819-1830).
Sin embargo, el campo contable en la emancipación conservó el atavismo de los tiempos coloniales; no estuvo imbuido por las ideas liberales e ilustradas de la Revolución Francesa que tuvieron influencia decisiva en la independencia colombiana, sino que conservó la herencia colonial de las prácticas contables del siglo XV del sistema contable de cargo y data, el cual pervivió incluso hasta bien entrado el siglo XX, bajo una u otra modalidad, como un tipo de contabilidad por partida simple que empezó a desmontarse en los reglamentos de contabilidad y administración promulgados en Colombia a finales de la primera mitad del siglo XIX, en el contexto de la reforma administrativa y contable de Tomás Cipriano de Mosquera, promotor de uno de los primeros planes de cuentas en Colombia.
Así las cosas, en este artículo se presenta un estudio sobre la situación del campo contable en el proceso de la Independencia de Colombia (1780- 1830), con base en el análisis social-histórico de una serie de fuerzas sociales, culturales e ideológicas interrelacionadas que afectaron los ámbitos económico, administrativo, educativo, militar y eclesiástico de la nación recién constituida y su porvenir en la primera centuria de vida republicana, cuya matriz originaria nace, por una parte, con la Revolución de los Comuneros de 1781, que tuvo origen en la inconformidad del pueblo con los sistemas tributarios coloniales impuestos por la metrópoli española, y por otra, en la Real Expedición Botánica, pensada como forma de indagación para fortalecer el ejercicio del poder monárquico de España, pero terminaría por constituirse en una de las casas de la emancipación neogranadina. Se concluye que no hubo disolución de los lazos coloniales en el campo contable de la Independencia, pues pervivieron en las prácticas contables del sistema tradicional de cargo (ingresos) y data (gastos) para el control de las cuentas de las cajas reales y de la administración de diezmos, un tipo de partida simple que se conservó en las prácticas contables de la administración colonial española e incluso en el manejo de los asuntos públicos del Estado colombiano a mediados del siglo XIX. Asimismo se explica el nacimiento de la contabilidad pública en Colombia como un intento de los altos funcionarios de la nueva República para organizar los negocios de su hacienda pública ante la deplorable situación de sus finanzas, como consecuencia de las guerras de Independencia, y de las posteriores guerras civiles y de partidos durante casi todo el siglo XIX y principios del XX. Durante la periodización señalada, y en la coyuntura histórica de la situación del campo contable en la Independencia de Colombia no se presenta la irrupción de la contabilidad en la modernidad colombiana, lo que ocurrirá en las primeras décadas del siglo XX con la llegada al país de la Misión Kemmerer.
Hipótesis de trabajo: la cuestión medieval de la modernidad contable en Colombia
He aquí la hipótesis de trabajo que querría proponer, con el propósito de establecer el lugar teórico del trabajo que estoy realizando sobre la evolución histórica del campo contable colombiano: yo supongo que durante el período más trascendental en la estructuración del Estado Colombiano en que tuvo fin el Gobierno Colonial y se fundó la República de Colombia, perduró la herencia colonial de las prácticas contables que estuvieron en vigor y observancia en la Administración Virreinal del Nuevo Reino de Granada, desde la Conquista.
La aplicación del sistema de cargo (ingresos) y data (descargos o gastos) fue establecido en las Ordenanzas de 1503 de Isabel I de Castilla para la administración y control de la Real Hacienda, haciendo responsable de ello al tesorero de la Casa de Contratación. En un fragmento de cuenta desde al año 1547 hasta el año 1553, el tesorero Pedro Briceño del Nuevo Reino de Granada, utiliza la expresión «cargo y descargo»:
Cuenta de cargo y descargo que se hizo dio el tesorero Pedro Briceño de lo que fue a su cargo de la Real Hacienda en el Nuevo Reino de Granada, desde diez de julio del año de mil y quinientos y cuarenta y siete años hasta veinte y dos de diciembre de mil y quinientos y cincuenta y dos años que fue el día que falleció. La cual cuenta dieron su mujer y herederos y Gaspar Rodríguez en su nombre, y fue tomada por el licenciado Góngora oidor de la Real Audiencia, y por los oficiales de la Real hacienda, la cual es del tenor siguiente: (p. 268)
(… p. 269) Item se le hace cargo de mil ochocientos y cuatro pesos, cinco tomines y cinco granos de buen oro que al dicho tesorero Pedro Briceño le fueron hechos de alcance de la cuenta pasada, 1.804 pesos, 5 tomines y 5 granos
(… p. 303) Item dio por descargo el dicho tesorero trescientos pesos de oro que pagó a Antonio de Luján de su salario de defensor de indios, 300 pesos.
(… p. 308) Item se le reciben y pasan en cuenta doscientos y treinta y cinco pesos y dos tomines y tres granos de buen oro, que se hallaron que estaban en la caja Real que estaba a cargo del dicho… [roto] que se hallaron en el inventario que hizo de la dicha caja, 235 pesos, 2 tomines y 3 granos.
Sigue la cuenta de gastos menudos que no se copian. Sección de Contaduría, legajo 1292, cuaderno 1, folio 71 vo. y ss. Juan Friede (1975, v. I, documento, 104, 286-308).
El estudio del contexto social-histórico de los acontecimientos acaecidos en la primera centuria de nuestra historia política, especialmente los relacionados con la evolución del campo contable, entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX, coexistieron dos prácticas en el discurso contable. De un lado, los patrones emergentes de la retórica moderna de la contabilidad por partida doble que empezó a instituirse hacia los años 1850, y del otro, la usanza de la retórica premoderna de la contabilidad por partida simple, fuertemente anclada en las prácticas contables de cargo y data.
Estas dos prácticas de llevar las cuentas no se opusieron, sino que aprendieron a coexistir ahora en un simulacro de retórica contable moderna que ya a mediados del siglo XIX empezó a legitimarse en una Colombia que despertaba a las nuevas dinámicas del capitalismo mundial, en torno al auge económico del café, trayendo consigo la modernización de las prácticas contables por partida doble. Pero lo que se evidenció fue un lento proceso de superposición, y no de discrepancia, sobre el antiguo método de cargo y data que quedó en el sustrato de nuestra cultura contable hasta los años 1920, cuando nace la profesión de Contador en Colombia, debido a las reformas del Estado sugeridas por la Misión Kemmerer.
Hacia los años 1950 todavía es posible encontrar, en el discurso contable moderno, vestigios del sistema de cargo y data entre pequeños comerciantes inmersos en un mundo rural que conservaron los valores del viejo sistema de las haciendas. Fernando Guillén Martínez, en su libro El poder político en Colombia, destaca con acierto el papel del modelo social de la hacienda en la historia de Colombia.
El proceso que condujo a la Independencia de la Nueva Granada muestra cómo la hacienda, en tanto que estructura asociativa y como organización del poder social acumulado, alcanza el triunfo político no solamente sobre los funcionarios españoles coloniales, sino sobre otros grupos y formas de asociación criollos, a los cuales ataca y obliga a subordinarse a su modelo y a su interés excluyente. Guillén Martínez, 1996, 245.
Ahora bien, ¿qué impacto tuvo la herencia colonial del sistema contable de cargo y data en la constitución del campo contable colombiano? Este interrogante principal comporta otras preguntas secundarias: ¿cuándo se modernizaron las prácticas contables colombianas?, ¿hasta qué punto la modernidad colombiana conservó la herencia colonial del discurso contable del sistema de cargo y data en las formas de control e información de la administración de la hacienda pública? La urdimbre textual de estos y otros interrogantes configuran los tejidos de sentidos que estructuran el campo contable colombiano, tarea en la que me ocuparé quizás durante años. Bástenos por ahora identificar esta problemática como la cuestión medieval de la modernidad contable en Colombia. Tal es el horizonte de significación en que se inscribe el presente artículo.
Para resolver esta cuestión, proponemos recurrir al análisis del discurso en el campo contable durante la estructuración del Estado colombiano. Mediante dicho análisis buscamos repensar la evolución histórica del campo contable en Colombia, teniendo en cuenta el análisis social-histórico del desarrollo institucional del país.
El campo contable en la Independencia de Colombia
Una contabilidad funesta
En el frontispicio de la obra de Medardo Rivas La Pola1 donde se menciona el famoso anagrama: «Yace por salvar la patria» que resulta de la transposición de letras de “Policarpa Zalavarrieta”, atendiendo a la pronunciación de los fonemas, puede leerse, en ortografía de la época, la escena de un aciago libramiento a favor de la Real Hacienda, durante la reconquista española:
Dicen que es un placer hacer el bien, i yo acabo de salvar la vida i el honor de un hombre i no siento nada; será mas sabroso hacer el mal? Vamos a trabajar, esto quizás distraerá mi imajinacion de ese pensamiento que me persigue. (Toma papeles i se sienta a leer i escribir en una mesa).
Lista de los bienes confiscados a la familia del insurjente José Gregorio Guitiérrez, fusilado. Aquí tenemos algo que cojer. Suma sesenta i tres mil pesos… Aprobado.
Idem de Liborio Mejía.
Pero ese jeneral i titulado presidente murió miserable, no dejó riqueza con qué pagar siquiera las balas con que lo fusilaron… Que pague su padre.
Ocho mil pesos por la purificación de don Manuel Pardo. Pero a ese han debido fusilarlo; pues si pagó ocho mil pesos, es seguro que le quedaba mucha mas, i esta es una pérdida positiva para la Real Hacienda.
Seguid, americanos, conspirando, porque si no, ¿qué será de nosotros i del Rei el dia en que se concluya la pacificacion? El órden moral i físico establecido por Dios en la naturaleza es que el fuerte someta, mande o devore al débil; todo lo demás es rebeldía. La lucha de la mosca contra la araña es una rebeldía inútil, como la del negro contra el blanco, como la de América contra España, como la de los pueblos contra su Rei. Miserables americanos, apelad a Dios, que Él se ocupa tanto de vosotros como se ocupa de las hormigas. Adelante…
Los hijos de don Nicolas de Rívas, fusilado, solicitan… ¡Que no soliciten nada! Negado.
Libramiento a favor de la Real Hacienda por la suma de setenta i cinco pesos cuatro reales i medio, producido de los libros de la pertenencia de Francisco Cáldas, vendidos.
Debía mil setecientos.
Pérdida con la muerte de Cáldas: mil seiscientos veinte i cuatro pesos.
Inventario de los bienes confiscados a Ulloa. Tubos, anteojos, termómetros, manuscritos, papeles… Nada, nada de que se pueda sacar provecho. (Rivas, 1871, 58-59)
Eran las palabras de González, presidente del Tribunal de Purificación, que dictaba a un escribiente que tomaba atenta nota, pronunciadas con poder omnímodo, conferido por Su Majestad Fernando VII, para cooperar en la pacificación de la Nueva Granada, en calidad de encargado del ramo de secuestros y confiscaciones. De González también dependía el honor del coronel Casano, presidente del Consejo de Guerra, quien, para obtener dinero prestado de González, se vio obligado a confesarle que había transgredido la caja militar.
Orígenes del sistema de cargo y data
En el apartado anterior, puede apreciarse una evocación literaria del antiguo sistema contable de cargo y data. Con el tiempo, el sistema se afianzó en la sociedad neogranadina como un registro de cuentas de ingresos y gastos, cuyos orígenes remotos se encuentran en la contabilidad feudal, vía la tradición latina del derecho indiano español. Este sistema pervivió con gran vigor, después de constituida la República de Colombia, hasta los años 1850, cuando el campo contable colombiano todavía seguía siendo colonial. Su desmonte fue secular, pudiéndose observar algunos vestigios en las prácticas contables de los comerciantes de las zonas rurales del país en los años 1950. Una muestra de ello, también en el campo literario, es el método de control IPM descrito en el cuento La contabilidad de mi tía Pablita de David Sánchez Juliao, escritor costeño, nacido en Lorica, Córdoba, impulsor de la llamada literatura-cassette, género de creación en que él mismo narra sus textos de viva voz.
El sistema contable de cargo y data consolidó lo que hoy se llama contabilidad forense, que en tiempos de Cicerón servía de prueba, ante el foro, para dirimir conflictos de negocios. Los cabeza de familia (paterfamilias) romanos solían llevar la contabilidad en dos libros que consistían en sendos folios anversos unidos por el centro, un libro de borrador llamado adversaria, cuyas hojas estaban divididas en columnas contrapuestas para registrar los movimientos diarios de caja (arca): en la columna izquierda, se colocaban los ingresos (accepta) o lo recibido (aceptum); en la columna derecha, los gastos (expensa) o el desembolso (expensum). El otro libro era el codex, en donde se registraba, en cada folio, el nombre de la persona, causa de la transacción y monto de la misma; también se encontraba dividido en dos columnas, a la izquierda, se registraban los cargos a la cuenta (accepti), y a la derecha se escribían los acreedores (respondi).
Por otra parte, el censor de cuentas romano, antecedente remoto de nuestro revisor fiscal, estimaba, cada cinco años, la fortuna de los ciudadanos por el examen de los libros de contabilidad. El registro contable era sagrado; se legitimaba como un decir veraz, so pena de comprometer el honor de quien hacía el asiento en el libro de cuentas o codex, al fin de mes, a partir de las notas del diario borrador o adversaria en que, día a día, se apuntaban los ingresos y los desembolsos de caja. Si esto no se hacía, el acto se consideraba como una torpeza de lesa probidad. Con ironía cáustica, y en lenguaje contable, Cicerón inicia su Defensa del cómico Quinto Roscio, contra Gayo Fanio Querea, quien había confiado un esclavo al famoso comediante para que lo instruyese en el arte escénico. Los dos habían convenido en repartirse por mitades las ganancias del futuro actor. Pero cuando el esclavo hubo hecho grandes progresos en la escuela de Roscio, lo asesinaron… He aquí las palabras del gran orador romano quien concibió la contabilidad como un decir veraz:
Es frecuente oír decir a los que han justificado el pago de alguna cantidad a través del libro de cuentas de una persona honrada:
«¿podría yo haber sobornado a un hombre como éste hasta el punto de hacerse apuntar, en mi interés, falsamente en su libro?». Espero que Querea diga algo así: «¿podría haber empujado yo a esta mano, llena de perfidia, y a estos dedos míos a consignar un crédito que no existe?». Y si Querea presenta sus libros, también Roscio presentará los suyos. Esa cantidad constará en los libros de aquél, pero no en los de éste.
¿Por qué dar antes crédito a lo registrado por éste? –¿Habría consignado aquél el pago si no se hubiera hecho por orden de éste? –¿Y éste no habría apuntado lo que se habría mandado pagar a su cargo? Porque, si es una torpeza consignar deudas que no existen, resulta igualmente deshonroso dejar de apuntar las que se tienen. Ya que tan condenables son las cuentas de quien no ha reflejado la verdad como las del que ha apuntado deudas que no existen. Cicerón, En defensa de Q. Roscio, 1-2.
Las prácticas contables de cargo y data heredaron la tradición latina del decir veraz, las cuales tuvieron como soporte ético el honor para controlar la conducta y la responsabilidad de los funcionarios que tenían jurisdicción y manejo de caudales públicos. El sistema, en efecto, “se ajustaba perfectamente a la necesidad de controlar la actuación de los funcionarios y de las personas a las que se encomendaba una misión que involucrase la recepción, entrega y manejo de los dineros o bienes públicos” (Hernández Esteve, 2002).
Tenemos, pues, dos tipos de establecimiento de la verdad en el campo contable colombiano durante la época de la Independencia: el honor y el decir veraz. Estas formas discursivas se imbricaron no sólo como la máxima presea del cumplido caballero, en el ideal de las élites criollas de abogados ilustrados que se tomaron la palabra por tener una representación más equitativa en el gobierno colonial, ante la discriminación de las autoridades españolas, sino que pervivieron como forma de gestión contable y administrativa, por el sistema de cargo y data, durante todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en la estructuración normativa del naciente Estado colombiano.
Don Francisco José de Caldas –quien aparece en el registro contable de bienes confiscados durante el Régimen del Terror de la Reconquista Española, con que comenzamos este artículo– concibió el honor en dos sentidos: por una parte, como el deber que tiene cada individuo de cumplir las obligaciones que le imponen la religión, la naturaleza y la sociedad, y por otra, como la reputación que se gana por obtener el honor:
El honor en general, y respecto del que lo obtiene, no es otra cosa, y consiste esencialmente en el cumplimiento exacto de las obligaciones que nos imponen la religión, la naturaleza y la sociedad; pero respecto a los demás, es la reputación, o concepto ventajoso que formamos de las virtudes de aquel. Caldas, 1966, 57.
El Sabio Caldas había abandonado su bufete de abogado, para pertenecer a la Expedición Botánica, y luego sacrificar una vida de honor, como prócer de la Independencia, en el patíbulo de fusilamiento del Ejército de Pablo Morillo, el Pacificador.
Las confiscaciones de bienes que hizo la Corona Española a los primeros próceres de la Independencia de Colombia fue uno de los grandes mecanismos de la metrópoli colonial de enriquecerse y de recuperar sus dominios. Sin embargo, pese a que se generó un régimen del terror en lo político, las prácticas contables conservaron su herencia colonial del sistema de cargo y data, al igual que las prácticas de indagación de la Iglesia, utilizadas para la gestión de sus propios bienes. «La Iglesia –dice Michel Foucault– utilizó nuevamente el método carolingio de indagación» para establecer la verdad que ya antes había practicado «por razones más espirituales que administrativas» (Foucault, 2003, 83-84). La hipótesis que formula el pensador francés es la siguiente: «la indagación tuvo un doble origen, origen administrativo vinculado al surgimiento del Estado en la época carolingia y origen religioso, eclesiástico, que está presente durante toda la Edad Media».
La indagación aquí es entendida como una determinada manera de ejercer el poder que aparece en la Europa medieval del siglo XII como ‘un proceso de gobierno’, ‘una técnica de administración’, ‘una modalidad de gestión’. Se trata, pues, de un fenómeno político complejo que surge de este tipo de relaciones de poder y se incluye en las formas jurídicas a partir de la Iglesia, quedando en consecuencia impregnado de categorías religiosas. En torno a su estructuración, se organizan todas las prácticas judiciales de la Edad Media, extendiéndose a otros dominios de prácticas sociales, económicas, administrativas y contables que se consolidan como dominios de saber estratégico en la edad moderna.
Esto explica por qué algunos procedimientos de indagación fueron esencialmente administrativos y económicos, conformando un nuevo modelo de indagación extrajudicial para el establecimiento de la verdad, propio del derecho carolingio2, en contraste con el anterior modelo intrajurídico del delito flagrante del derecho germánico que se utilizaba, en los siglos X y XI, para la liquidación de un litigio judicial, cuando se sorprendía al individuo en el momento de cometer un crimen.
El modelo extrajudicial de indagación surge en los siglos XII y XIII como un método carolingio de establecimiento de la verdad, relacionado con la gestión administrativa del Estado; se constituye como una empresa política de ejercicio del poder, mediante el cual Europa impone violentamente su yugo sobre toda la superficie de la tierra, desde la segunda mitad de la Edad Media, cuando la indagación se concibió para controlar las formas y condiciones de posibilidades de saber, descubrir y dominar. En un principio, se distinguieron dos clases de indagación: la primera adquiere la forma de indagación de la gestión administrativa, y la segunda la de indagación eclesiástica.
La indagación como método de gestión administrativa fue practicada por los funcionarios del Imperio Carolingio, y fue adoptada incluso después de su desaparición por los normandos, como fue el caso de Guillermo el Conquistador en Inglaterra. «En 1096, los conquistadores normandos ocuparon Inglaterra, se apoderaron de los bienes anglosajones y entraron en litigio con la población autóctona y entre sí con motivo de la posesión de estos bienes. Guillermo el Conquistador pone todo en orden para integrar a los recién llegados normandos con la antigua población anglosajona, lleva a cabo una enorme indagación sobre el estado de las propiedades, la situación de los impuestos, el sistema de foros, etcétera. Es el famoso Domesday Book [«Libro del Juicio final»], único ejemplo global que poseemos de estas indagaciones que eran una vieja práctica administrativa de los emperadores carolingios» (Foucault, 203, 82-83).
La indagación eclesiástica fue utilizada por la Iglesia en toda la Edad Media, pero cuando la Iglesia merovingia y carolingia se convirtió en los siglos X, XI y XII, «en el único cuerpo económico y político coherente de Europa» (ibíd., p. 84), se evidencia una transformación de la antigua forma de indagación, espiritual y esencialmente religiosa, conocida como visitatio ‘la visita’3, que luego adquiere funciones administrativas y económicas, para la gestión de sus propios bienes. El nuevo modelo se torna al mismo tiempo religioso y administrativo, y el antiguo modelo subsistió hasta el siglo XII, cuando el soberano o el Estado naciente emprenden en Europa la confiscación de los procedimientos judiciales. Esta vez el procurador del rey hace lo mismo que el visitante eclesiástico, pero con motivaciones políticas, económicas y administrativas.
A partir de los siglos XIV y XV, surge un tercer tipo de indagación que procura establecer la verdad como una aventura intelectual de adquisición de saber que adopta la forma especial de técnica de viaje, lo que condujo finalmente al descubrimiento de América. El saber se vuelve ahora estratégico en el dominio de las relaciones de poder. La indagación se orienta a investigar sobre el estado de la población de las colonias, el nivel de riquezas de los pueblos sojuzgados, la cantidad de dinero y recursos que manejan y administran los agentes reales, para asegurar, establecer y aumentar el poder monárquico de las metrópolis.
Podemos inferir, en este punto de la argumentación, algunas explicaciones acerca de cuál fue la racionalidad de indagación que se dio en la época de Independencia de Colombia, desde finales del siglo XVIII.
En primer lugar, los tipos de indagación que aparecen en los siglos XIV y XV para establecer la verdad, se constituyen, a finales del siglo XVIII, en un corpus de saber ilustrado, constituido con gran escrupulosidad en dominios de las ciencias naturales y las matemáticas por la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, bajo la inspiración del sabio José Celestino Mutis y patrocinada por el virrey Caballero y Góngora, la cual trabajó desde 1787 hasta 1816. En este interregno de escasos seis lustros, se constituiría en un verdadero centro universitario de investigación natural que respondía a las necesidades de una sociedad agraria, comercial y minera, en tiempos en que las únicas posibilidades de educación colonial estaban centradas en las funciones sacerdotal y jurídica, especializadas en el estudio de la teología, la leyes y algo de lógica, para preparar curas y abogados. La Expedición Botánica se había concebido como una empresa política de ejercicio de poder, pero pronto se convirtió en empresa de indagación como forma general de saber que buscó establecer la verdad ilustrada, partiendo de testimonios cuidadosamente recogidos en 6.717 láminas representativas que conserva el Jardín Botánico de Madrid, pintadas con esmero por un grupo de dibujantes de la flora, al tiempo que impulsó toda una literatura de viajes con actitud naturalista, en dominios tales como la geografía, la astronomía, el conocimiento de los climas, la medicina, la física, las matemáticas, entre otros campos del saber que se estudiaban en el marco de la filosofía natural, constituyéndose así en una de las primeras manifestaciones de la contabilidad ambiental en el antiguo Virreinato, cuyo balance es preciso reconstruir desde una perspectiva contable.
En segundo lugar, los métodos de indagación, eclesiástica y administrativa, se conservaron, respectivamente, en dos instituciones de la administración colonial del Nuevo Reino de Granada, para controlar la conducta y manejo de los funcionarios reales: la visita y la residencia, dos instrumentos de control de que dispuso la Corona.
En relación con la visita, a semejanza de los dos momentos de la visitatio, las hubo generales y especiales. Las visitas generales –muy frecuentes en el siglo XVI y en la primera mitad del XVII, cobrando nuevo auge en la segunda mitad del siglo XVIII– estaban a cargo de un visitador general. El Consejo de Indias las ordenaban sin sujeción a períodos fijos; «tenían por objeto obtener amplios informes sobre la marcha de la administración, la economía, la hacienda y, sobre todo, la situación de la población indígena» (Jaramillo Uribe, NHC, v. 1, 1989, 180). Las visitas especiales (o «visitas de la tierra») fueron encomendadas a los oidores de la Real Audiencia. «Solían hacerse cuando se presentaban ante las autoridades quejas sobre abusos, deshonestidad o ineficacia de algún funcionario. Los investigadores tomaban en este caso el nombre de pesquisadores o jueces de comisión, para evitar persecuciones y venganzas que no eran infrecuentes en el ambiente de la época» (ibíd., p. 180).
La residencia era un tipo de indagación que tomaba la forma de un juicio que era conducido por un juez, nombrado por la administración colonial para investigar sobre la conducta y manejo de los negocios confiados a funcionarios reales, especialmente de aquellos que estaban a cargo de administrar dineros públicos. «Generalmente se llamaba a rendir testimonio a los vecinos más notables de la ciudad, villa o aldea, sobre la base de un prolijo y estereotipado cuestionario, que incluía preguntas sobre el cumplimiento de las leyes, manejo de los caudales reales, costumbres morales públicas y privadas, nepotismo, favoritismo, protección de los indios, diligencia en el despacho de sus funciones, etc.». El juez iniciaba su labor comunicando al público que se iba a adelantar una residencia y que se recibían testimonios y quejas sobre el desempeño del funcionario. El juicio concluía con un veredicto, absolutorio o condenatorio. Las condenas incluían desde multas monetarias hasta la pena de muerte» (ibíd., p. 179).
En tercer lugar, la indagación eclesiástica logró, en la administración colonial, una estrecha relación entre fe y poder, para la administración de sus bienes. Debido al proceso de evangelización de los indígenas, la Iglesia católica se constituyó en la institución más poderosa de Colombia; se apropió de grandes extensiones territoriales rurales y urbanas. Pero la acumulación de tierras sin cultivar sería funesta para la misma Iglesia; fue funesta especialmente para los jesuitas, mediado el siglo XIX, hasta el punto que durante los gobiernos del general Tomás Cipriano de Mosquera, se gestó una reforma agraria de desamortización de los bienes de manos muertas que terminó con la expulsión de los jesuitas.
Estructura y evolución del sistema de cargo y data en Colombia
En las cuentas, el cargo representaba las cantidades que el funcionario real había recibido, y estaba conformado por partidas que en una cuenta componían el adeudo u obligación de pagar y que debía dar salida; la data indicaba la partida o partidas que componían el descargo de lo recibido. En este sentido, se entendía por datar la acción de anotar en las cuentas partidas de data, es decir, abonar o acreditar. Un cargo representaba siempre una entrada de tesorería y una data una salida. El documento en que constaba el hecho de dar por concluida una cuenta o la totalidad de las cuentas, se llamaba finiquito, una suerte de paz y salvo del tesorero. El control del tesorero se hacía por medio de las declaraciones juradas que éste hacía en los libros de cargo y data, las cuales debían ser enviadas a la Contaduría del Consejo de Indias.
El cargo y data como proceso era el método principal de las prácticas contables coloniales que instituyeron el Tribunal de Cuentas y Tesorería de la Administración Virreinal. El sistema contable de cargo y data reflejaba la realidad económica en la relación de esta institución colonial con la persona encargada de ella: el tesorero. El método consistía en registrar en un libro de asientos los procesos contables de la Real Hacienda, ordenados por orden cronológico, y no por la naturaleza de la cuenta.
El método de «partida sencilla», tal como se le denomina en algunos manuales de teneduría de libros que se publicaron en Colombia a principios de siglo XX, es un legado colonial del sistema de cargo y data que pervivió desde la época de la Independencia de la Nueva Granada hasta los comienzos de la modernización del Estado colombiano en los años 1920. He aquí una muestra de uno de esos textos:
Método de partida sencilla. Este método, que no se funda en reglas fijas, consiste solamente en que al describir cualquier negocio en que uno cualquiera de los libros del comerciante, sólo se escriben o anotan las cuentas deudoras con sus partidas ó cantidades correspondientes, ó solamente las acreedoras.
Este método, si bien es cierto que presenta la ventaja del poder saber en cualquier momento qué cuenta debe debitarse ó acreditarse, también lo es que presenta serios inconvenientes para poder averiguar el movimiento exacto y completo que han tenido las cuentas. Lleras, 1907, 5.
En las nociones preliminares del texto Contabilidad Mercantil, muy popular en la primera mitad del siglo XX, escrito por el profesor de Matemáticas e Ingeniero Civil Manuel Antonio Rueda, fundador del Liceo Mercantil de Bogotá, se habla ya de la contabilidad como ciencia, pero continúa la distinción entre sistemas de «partida sencilla y partida doble»:
1. Definición de contabilidad. Contabilidad es la ciencia que trata de las cuentas en general, de su organización, complicación y aplicación a los negocios establecidos por la contabilidad para llevar las cuentas en una oficina cualquiera.
Aun cuando los principios de la contabilidad son generales, ella se divide en contabilidad mercantil, bancaria, industrial, agrícola y oficial, según la naturaleza del negocio a que deben aplicarse.
2. Partida sencilla y partida doble. Hay dos sistemas de contabilidad: el de partida sencilla y el de partida doble. Consiste el primero en anotar cada partida una sola vez y el segundo en anotar cada partida dos veces.
Hoy vendo mil pesos en mercancías: si llevo mis cuentas por partida sencilla, me limitaré a apuntar una de dos cosas: o que entraron mil pesos a la caja, o que salieron mil pesos en mercancías; pero si llevo mis cuentas por partida doble, apuntaré ambas cosas: que la caja recibió mil pesos, y que las mercancías entregaron mil pesos. (…) Rueda, 1941, 7.
La regulación jurídica del campo contable colombiano tuvo por punto de partida las instituciones del derecho indiano español sobre el ramo, cuya fuente primigenia hay que buscarla en el método carolingio de indagación de los siglos XII y XIII, a partir del cual se cristalizan las formas de control e información de la administración colonial del Virreinato de Nueva Granada en los siglos XVI, XVII y XVIII, tales como la «residencia» y la «visita». Esta última tiene raíces lejanas en la indagación eclesiástica por el método de visitatio ‘visita’, conservando la primera la misma estructura de los momentos inquisitio generalis ‘indagación general’ e inquisitio specialis ‘indagación especial’, en las modalidades de carácter general y especial que tuvieron los juicios de residencia.
Entre los siglos XI y XIII, se desarrollaron en Europa dos sistemas de registro contable que se derivaron del método de indagación carolingio para la administración de la gestión del Estado; uno, para la marcha de los negocios, y el otro para la rendición de cuentas, con sus propias particularidades del contexto regional, pero con muchos puntos de contacto, por pertenecer a la misma matriz de regulación jurídica que floreció en la segunda mitad de la Edad Media. En el mundo mediterráneo nace la contabilidad por partida doble, en tanto que en Inglaterra, heredera de la tradición latino-normanda que le imprimió Guillermo el Conquistador a las instituciones fiscales sajonas, pervivió la contabilidad feudal por partida simple. Asimismo, en España todavía estaba en vigor el sistema de cargo y data, durante los siglos XV y XVI.
¿Cuál fue el impacto que tuvieron en el Nuevo Reino estos dos tipos de registro? La cuestión medieval de la modernidad contable en Colombia adquiere aquí algunas pistas de solución. Jaime Jaramillo Uribe, hablando de la universidad colonial en el Nuevo Reino, da luces sobre este interrogante:
Las actividades comerciales y la organización de la Hacienda Pública desconocían la contabilidad, de manera que podían controlarse con los rudimentos de las matemáticas. A finales del siglo XVIII se trató de instaurar la contabilidad por partida doble para el control de las cuentas de las cajas reales, pero muy pronto hubo de volverse al sistema tradicional de cargo (ingresos) y data (gastos), porque los tesoreros y recaudadores no pudieron asimilar el nuevo sistema Jaramillo Uribe, 1982, 292.
En la Real Orden del 9 de septiembre de 17844, se ordena la introducción de la partida doble en las prácticas contables del Nuevo Reino de Granada, pero la medida no tuvo éxito. La situación descrita por Jaramillo Uribe, para el campo contable colombiano a finales del siglo XVIII, corresponde a la vivida en Europa a finales del siglo XV, en tiempos de Pacioli. En esa época, la contabilidad formaba parte de la ciencia del ábaco o cálculo comercial. El monje franciscano escribe en 1494 una enciclopedia de matemáticas que titula Summa de Arithmetica, Geometria, Proportini et Proportionalità [«Suma de Aritmética, Geometría, Proporciones y Proporcionalidades»], en cuyo Título Noveno, Tratado XI, De computis et scripturis [«De las cuentas y las escrituras»]5, difunde como profesor de ábaco el «método de Venecia», conocido hoy como método por partida doble. La intención del fraile de Sansepolcro (antiguamente, Borgo del Santo Sepolcro ‘Burgo del Santo Sepulcro’) era esencialmente educativa. Por eso Pacioli debe considerarse como un pedagogo de la contabilidad, y no como un contador sensu strictu, que integró con gran maestría matemáticas y ábaco, componiendo un texto de gran utilidad para el comerciante y los hijos de los mercaderes de Venecia. La enseñanza de la técnica de las cuentas se reducía entonces a la aplicación de las cuatro operaciones básicas para el ordenamiento y registro de sus negocios.
Importar tabla Hemos visto cómo se imbrican dos tradiciones de registro en el campo contable de Colombia del Virreinato al inicio de la constitución de la República. Lo antiguo –lo feudal premoderno– entra en lo nuevo –lo moderno mercantil– con la significación que lo nuevo le da. El antiguo sistema de cargo y data para control de las cuentas de las cajas reales logra mantenerse como un sistema «de larga duración», en términos de Braudel, que aprendió a coexistir con el nuevo sistema contable por partida doble, porque ambos sistemas tenían finalidades específicas, auténticas y legítimas que la tradición jurídica latina de Europa, mediterránea y normando-sajona, les había conferido a partir de los siglos XI y XII, para el establecimiento de la verdad pública en asuntos de hacienda y de comercio, pese a provenir de la misma matriz del método carolingio de indagación administrativa del Estado. La cuestión medieval de la modernidad contable en Colombia puede obtener nuevos visos de solución, después de estudiar la posición sobre el tema del historiador español Esteban Hernández Esteve, traductor magistral de Pacioli, quien con sencillez y agudeza se expresa así:
Las anotaciones contables se diferenciaron desde el principio al objeto de adaptarse a dos finalidades fundamentales: primera, la de satisfacer la obligación de agentes y factores de rendir cuentas a sus principales acerca de la gestión de los bienes y haciendas confiados a su cuidado, y, segunda, la de seguir de cerca la marcha global de los propios negocios o actividades. Aunque con numerosos puntos de contacto y solapamiento, ambas finalidades dieron lugar a dos distintos sistemas de registro contable, con características propias y específicas. (Hernández Esteve, 2002).
El sistema de registro contable neogranadino siguió conservando el estilo colonial del período hispánico; pervivió como regulación jurídica de la prueba durante todo el siglo XIX, incluso en sus postrimerías, cuando los textos que trataban de contabilidad mercantil sugerían a los comerciantes establecer y llevar sus cuentas por el sistema de partida doble, para adaptarse a las nuevas realidades de la economía colombiana finisecular. Este propósito sigue siendo explícito en la cuarta edición de la obra Teneduría de libros según el sistema de Partida doble, «correijida i aumentada notablemente», en 1872, por Rafael Pérez, quien atribuye a los Médicis la «invención» de la partida doble, según era fama en aquella época, por cuanto la establecieron prácticamente en sus cuentas sobre la base de principios transmitidos por tradición popular:
Contrayendo la atención a las necesidades creadas por el comercio, como conexionado de una manera mas íntima con mi asunto, la de un sistema de cuentas sencillo i esacto, que diese en cualquier dia el conocimiento de cada uno de los negocios de un comerciante i justificara, ante los tribunales i ante la opinion pública, el resultado jeneral de todos ellos, fué una de las primeras que con mayor apremio se hicieron sentir.
Debiese la satisfacción de esta necesidad a la célebre familia de los Médicis, quienes, para llevar sus cuentas de una manera análoga a la importancia de su tráfico i a la elevacion de sus miras, inventaron el sistema de la partida doble.
(…) Los Médicis, sinembargo, no escribieron tratado alguno sobre dicho sistema, sino que se limitaron a establecerlo prácticamente en sus cuentas. Por esto la Teneduría de libros, lo mismo que todas las grandes invenciones, existió ántes en el pueblo que en la ciencia, ántes en la práctica que en la teoria, i asi es que los principios en que se funda han sido tomados de la tradición i por largo tiempo permanecieron en las sombras, siendo explotados por los empíricos. Pérez, 1872, 4.
De aquí ha dimanado que el campo contable colombiano, en la primera centuria de la era republicana, conservó con diferentes matices e intensidades la usanza del antiguo sistema, a la vez que se postergaba la inclusión de la contabilidad por partida doble, o por lo menos se solapaba a paso lento sobre la base del sustrato contable colonial. El método de indagación eclesiástica tuvo efectos pecuniarios para la Iglesia. «Durante tres siglos los fieles colombianos confiaron a las comunidades religiosas, generación tras generación, el cumplimiento de determinadas tareas de beneficencia o de culto, y para facilitar la ejecución de las mismas, transfirieron a ellas la propiedad de sus bienes, parte de ellos, o sus rentas perpetuas. Con el transcurso de los tiempos, esa costumbre dio como resultado la acumulación, en manos de las comunidades religiosas, de un patrimonio territorial que, según los cálculos de la época, llegaba a la tercera parte de toda la propiedad raíz de la Nación» (Liévano, 1966, 49).
Esto puede evidenciarse en documentos contables del siglo XIX. En este artículo haremos alusión a tres textos militares relacionados con la contabilidad: uno del General Francisco de Paula Santander, y dos de Tomás Cipriano de Mosquera que corresponden a cada una de sus dos administraciones presidenciales.
El primer documento, es el Proyecto de Código Militar, elaborado en 1838 por el General de División Francisco de Paula Santander, y que el Consejo de Estado presentó al Congreso de la Nueva Granada en sus sesiones de 1840. En la sección quinta, «De la caja de los cuerpos», título segundo, del libro 5º, «De la contabilidad y provicion (sic) de prest6 y utiles á los cuerpos», los artículos 72 y 73 dicen:
Art. 72. La caja donde se depositen los fondos de un cuerpo7, estará a cargo del tesorero de la provincia donde resida el cuerpo, ó al menos su plana mayor, y tendrá tres llaves, de las cuales una estará en poder el mismo tesorero, otra en el del capitan depositario, y otra en el sarjento mayor.
Art. 73. El tesorero de la provincia se considera tesorero de dicha caja, y el capitán depositario, interventor; son obligaciones de estos dos empleados, abrir y llevar los libros correspondientes de cargo y data de caudales pertenecientes a los fondos del cuerpo, haciendo en ellos los asientos de entrada y salida, con la debida separación, según los ramos a que pertenezcan. Santander, 1992 [1838/1840], 113.
El segundo documento, perteneciente a la primera administración de Mosquera, trata de un reglamento de administración y contabilidad militar, hasta ahora inédito. El material fue encontrado en la sección de Libros Raros y Curiosos de la Biblioteca Tomás Rueda Vargas de las Fuerzas Militares que funciona en el campus universitario de la Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova”. En el capítulo 6 («De los tesoreros de guerra i marina, ya sean de ejército, division, columna, departamento ó provincia»), sección 1ª (De los fondos), artículo 29º, del «Reglamento de administración i contabilidad militar de la Nueva Granada» (véase documento número 1), firmado en 1846 por el General Tomás Cipriano de Mosquera, presidente de la República, se explicita que los tesoreros de guerra y marina «llevarán un libro diario de caudales, conforme al modelo número 9º, en el cual habrá cuatro columnas: 1ª para las fechas del dia mes i año; 2ª para el número de la órden de pago ó recibo; 3ª para el estracto de la órden; i 4ª para los guarismos que representan el valor de lo recibido ó pagado». Más adelante, el artículo se refiere al proceso de «cargo i data», así:
Art. 29º (…) El cargo i la data del libro de la Tesorería general con la data de los demas libros, comprobarán la exactitud del diario, i el cargo i la data de los demas libros de que trata este articulo, darán el resultado correspondiente comparado con la existencia en caja del déficit que pueda haber, para hacer frente á los gastos ordinarios, i de que instruirá al respectivo intendente general ó de ejército para que se le provea de fondos.
1846 | N.º | ||
Enero 1º | 4,500 | ||
En Pasto | 1 | Han entrado en esta fecha en la caja de esta tesoreria veinte mil pesos que me entregó el Sr. Administrador de correos otros tantos remitidos por la Tesoreria jeneral de la República con nota 15 de diciembre bajo el núm. 150 y con órden de la Intendencia jeneral que lleva el número del márjen: me hago cargo de ellos para los gastos jenerales del ejército. (Véase el legajo A.)………………………………………………......................... | 20,000 |
2 | 1 | Por mil pesos que en esta fecha entregué al Sr. Coronel N. Jefe de Estado Mayor por órden del Intendente del ejército para gastos secretos cuya órden i recibo llevan el número del márjen. (Véase legajo B.)………………………………………………………………….. | 1,000 |
2 | 2 | Por dos mil pesos que en esta fecha he entregado por órden del Intendente del ejército que lleva el número del márjen al habilitado del batallon número 1,º por cuenta de sueldos del presente mes. (Véase legajo B.)…………………………………………………...................... | 2,000 |
2 | 3 | Por dos mil quinientos pesos que en esta misma fecha, i de igual órden que | |
lleva el número del márjen entregué al proveedor Sr. N. de N. para compra | |||
de víveres para racionar en especie los cuerpos del ejército. (Legajo B.)………………………………………..…......................................... | 1,500 | ||
2 | 4 | En esta misma fecha i por órden del Sr. Intendente del ejército me he hecho | |
cargo de diez mil pesos que me entregó el Sr. N. de N. por libranza de la | |||
Tesoreria jeneral bajo el número 151. La órden de la Intendencia lleva el | |||
número del márjen. (Legajo A.)…………......................................................................................... | 10,000 | ||
Suma…………………................................ | 34,500 | ||
Firma del tesorero que pondrá cada día. | |||
Advertencia: la certificación del intendente ó gobernador de que trata el artículo | |||
29 del reglamento irá en la primera foja. |
EI tercer documento es eI histórico Decreto 25998 del 9 de septiembre de 1861 que ordenaba la desamortización de bienes que en la terminología de Ia época se caIificaba de «manos muertas». Fue entonces cuando se puso en marcha reformas agrarias y de la hacienda pública que estremecieron en sus propias bases la estructura regulativa del campo contable coIombiano, durante eI segundo gobierno deI generaI Tomás Cipriano de Mosquera. Dos de sus artículos decían:
Articulo 153º. El comisionado pasará mensualmente al agente comitente Ia cuenta de su manejo, suprimiendo, en consecuencia, las partidas de cargo y data que deben formar dicha cuenta en la que pasa al agente principal.
Articulo 154º. Los agentes principales y el agente general llevarán Ia contabiIidad en partida dobIe, conforme a Io que dispongan Ios regIamentos deI Poder Ejecutivo respecto de Ia hacienda nacionaI, en cuanto ellos se adapten a la organización especial que se da a la administración de los bienes de manos muertas. Mosquera, Decreto 2599 deI 9 de septiembre de 1861.
La coyuntura en la regulación contable que se dio en el segundo gobierno del General Tomás Cipriano de Mosquera para llevar a cabo la desamortización de los bienes de manos muertas se presentó como una verdadera reforma agraria, expIicabIe por Ia pobreza tradicionaI deI país. EI GeneraI Mosquera buscaba crear las condiciones necesarias que garantizara la redistribución de Ias inmensas propiedades ecIesiásticas, asegurando a Ias comunidades reIigiosas un porcentaje de Ias rentas, en dinero, que de ellas venían obteniendo. Así lo decía el artículo 1º del Decreto:
ArticuIo 1º. Todas Ias propiedades rústicas y urbanas, derechos y acciones, capitaIes de censos, usufructos, servidumbres u otros bienes, que tienen o administran como propietarios o que pertenezcan a las corporaciones civiles o eclesiásticas y establecimientos de educación, beneficencia o caridad, en eI territorio de Ios Estados Unidos de CoIombia, se adjudican en propiedad a Ia nación por vaIor correspondiente a Ia renta que en Ia actuaIidad producen o pagan, calculada como rédito al 6% anual. Mosquera, Decreto 2599 deI 9 de septiembre de 1861.
Pero Ia promuIgación de esta Iey fue funesta, pese a que Ias nuevas normas ya contenían eIementos modernos de contabiIidad púbIica. «Es importante aclarar –dice el profesor Alvarado (véase nota 8)– que los desarrollos que se presentan básicamente van dirigidos a la parte estatal por ser esta reforma promovida desde aIIí». Sin embargo, Ia coyuntura de auge no se hizo evidente en eI sector privado, pues eI desarroIIo deI comercio era incipiente y Ia contabiIidad, en consecuencia, como efecto de esta actividad, no aIcanzó el desarrollo esperado. El carácter revolucionario del Decreto de Mosquera corrió Ia misma suerte, dada Ia intensidad de Ia oposición que suscitó tanto por parte de comunidades reIigiosas como de terratenientes, pese a que eI propósito de Mosquera nunca fue la enajenación inmediata de los bienes de manos muertas. La expedición deI Decreto «fue tan depIorabIe para Ios presuntos beneficiarios –concIuye AIvarado– ya que todos comenzaron a vender sus tierras por vaIores irrisorios, de iguaI manera se presentó eI saqueo debido a la entrega de tierras por el pago a prestamistas en pago de sus acreencias». La coyuntura histórica, en fin, no Ie permitió a Mosquera terminar su reforma agraria y financiera, para infortunio de Ia RepúbIica.
Análisis de la situación del campo contable en la época de la Independencia
La depIorabIe situación de Ias finanzas púbIicas durante Ia época de Ia Independencia de Ia antigua Nueva Granada, que en gran parte corresponde aI actuaI territorio coIombiano, es anaIizada con riqueza de fuentes documentaIes por eI historiador Arturo AbeIIa, en su Iibro Don dinero en la Independencia (1966). Es de gran interés el estudio que el autor hace en este libro de dos casos de supuesta malversación de fondos contra el erario púbIico: eI de don Antonio Nariño, como tesorero de diezmos, en 1794, y eI de don Francisco Antonio Zea, gran amigo de Nariño, por Ios empréstitos que eI científico reaIizara a IngIaterra reaIizados en 1822.
Los documentos consultados y analizados por Abella constituyen una fuente bibIiográfica vaIiosa para Ia investigación contabIe sobre estos dos casos históricos de supuesta corrupción, con miras a escIarecer no sóIo Ios hechos sino, además, reconstruir eI campo contabIe neogranadino en la Independencia.
Sin embargo, AbeIIa no anaIiza Ia evidencia contabIe con Ia rigurosidad que se esperaba de tan insigne historiador. Esto justifica por qué cada vez más cobra importancia el análisis social-histórico del campo contable para interpretar, desde esta perspectiva, Ios hechos acaecidos en eI nacimiento de Colombia como República libre. En momentos en que la emancipación adquiría carácter de epopeya, Ia nación necesitaba revitaIizar eI crédito.
Pero sus sistemas contabIes eran obsoIetos, todavía conservaban eI Iastre de Ias instituciones deI derecho españoI indiano, y no respondían a Ia nueva realidad económica que se empezaba a vislumbrar en los primeros tiempos de la República. La contabilidad era llevada por el sistema de cargo y data, fundado en Ia buena fe de quien Ia IIevaba, sin dar cuenta y razón deI origen de transacciones mercantiIes, sino de qué entraba y qué saIía en Ios flujos de rentas.
Estos dos iIustres hombres, que dedicaron sus vidas aI servicio de Ia patria con sacrificio y entusiasmo, hicieron su propia defensa en Ios úItimos meses de sus vidas. Escritores, historiadores e investigadores Ia ratifican a Ia Iuz de documentos contables descubiertos en archivos. Lo cierto es que el estudio del campo contable en la naciente República de Colombia puede servir para rectificar conceptos adversos, en muchas ocasiones construidos con base en juicios parciales.
Con respecto aI precursor de nuestra independencia, Ia fuente documentaI más importante, sin Iugar a dudas, es eI texto La Defensa del General Antonio Nariño, estudiado por GuiIIermo Hernández de AIba (1980), en que aparece un registro contabIe de cargo y data (véase Documento 1), como prueba incontestable para demostrar la honestidad del traductor de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de los cargos que se le imputan9, no obstante haberIe costado diecisiete años de prisión en distintas cárceIes deI Reino, en Ias condiciones más infrahumanas que quebrantaron su saIud in articulo mortis en más de una ocasión, siendo presa en su vida poIítica de innumerabIes injurias, insidias y conspiraciones.
Por Io que respecta a don Francisco Antonio Zea, discípuIo diIecto de Mutis, quien Io nombrara agregado científico de Ia Expedición Botánica, se sabe que años después sería eI primer vicepresidente de CoIombia, nombrado por eI Libertador Presidente Simón BoIívar en eI Congreso de Angostura, y representaría a la Gran Colombia ante las Cortes de Europa como Vicepresidente y Ministro PIenipotenciario deI Libertador, con eI propósito de contratar empréstitos para aIiviar Ia difíciI situación fiscaI de Ia RepúbIica, con eI avaI de Ios pIenos poderes que Ie había otorgado BoIívar.
Las operaciones de Zea provocaron gran descontento en el gobierno de la Gran CoIombia, por eI curso que siguieron Ias negociaciones deI empréstito contratado por Zea, cuyo resuItado se tradujo en un saIdo de descrédito y corrupción que puso en entredicho su buen nombre, incIuido eI de Santander, suscitando habIadurías incIuso contra eI mismo BoIívar. No obstante, en el libro El empréstito de Zea y el préstamo de Erik Bollman de 1822, de Antonio María Barriga ViIIaIba (Cf. Barriga, s. f.), se contradicen taIes acusaciones, en defensa deI científico y miembro sobresaIiente de Ia Expedición Botánica, a quien Ia muerte Io sorprendió, agobiado por Ia hidropesía y eI deshonor eI 22 de noviembre de 1822, un mes antes de prometer que vendría a Colombia a dar cuenta de su misión.
Cuando IIegó a Bogotá Ia noticia deI faIIecimiento de Zea, dos meses después, eI GeneraI Santander escribiría aI Libertador desde Bogotá, en carta fechada eI 6 de febrero de 1823:
Zea ha muerto en Londres, y su muerte en estas circunstancias es el menor mal que puede sufrir la república. (Cf. AbeIIa, 1966, 181; Botero, 1970, 183).
En reIación con eI nudo gordiano de Ios empréstitos de Zea, eI GeneraI BoIívar, por su parte, escribiría a Santander:
Parece –diría BoIívar10– que los ingleses están decididos a encontrar legal el robo de los 10.000.000 de Zea. La deuda nacional nos va a oprimir; eI señor Zea es Ia mayor caIamidad de CoIombia. BoIívar a Santander, enero 14 de 1823.
EI historiador José ManueI Restrepo, Secretario deI Interior de BoIívar, anotaría en su Diario Íntimo:
Su muerte es útil a Colombia en la difícil cuestión de reconocer o no la deuda que ha contraído en Inglaterra… Una deuda originalmente de $1.500.000 la ha convertido en otra de $15 millones; de esta grande adición nos ha enviado $ 1.000.000 y absolutamente ignora el gobierno de Colombia cuál es el destino que le ha dado a lo demás. (Citado por AbeIIa, 1966, 181)
Poco antes de morir Zea, BoIívar comisionó a José Revenga para arregIar en Londres eI probIema de Ia deuda, pero no pudo viajar a tiempo, porque no había presupuesto para costear su viaje. Una vez en Londres, Ios acreedores del difunto Zea lo demandaron y Revenga fue a parar a la cárcel y Ios bienes de CoIombia fueron embargados. Una vez saIido de Ia cárceI, eI gobierno Io nombró representante deI país en Gran Bretaña, pero Ia “cámara aIta vetó eI nombramiento, no Io aprobó, por intriga de Nariño, quien, según Santander, aspiraba a Ia embajada” (AbeIIa, 1966, 182). Cuando BoIívar se entera de Io acontecido, eI Libertador se Iamenta en una carta a Santander, fechada en Lima eI 1º de octubre de 1823:
Si usted quiere Ia segunda edición deI saqueo de Zea, mande usted a Nariño a IngIaterra, a Io menos Ias presunciones parecen justificar mi concepto. (Citado por Botero, 1970, 183; cf. AbeIIa, 1966, 182).
La investigación sobre el campo contable en el proceso de la independencia de CoIombia no sóIo permite arrojar Iuces sobre estos hechos, sino incIuso hacer un anáIisis sociaI-histórico de Ia administración púbIica, en reIación con el estudio de la teoría y de las prácticas contables durante la época que abarca Ia investigación, indagando, además, por eI pensamiento fiIosófico, Ias ideas poIíticas, Ios anáIisis socio-económicos y Ias actitudes de los actores que contribuyeron a consolidarla.
Nacimiento de la contabilidad pública en Colombia
La contabilidad pública nace en Colombia con el propósito de organizar Ia Hacienda NacionaI de Ia RepúbIica recién constituida, sumida en una ruinosa situación financiera. Luego de Ios hechos históricos deI 7 de agosto de 1819, cuIminación de Ia BataIIa de Boyacá que Ie dio a CoIombia Ia Iibertad, frustrando así eI intento de reconquista españoIa, eI país se encontraba en una grave crisis fiscaI. La empresa emancipadora había sido costosa y Ias arcas nacionaIes estaban exhaustas, probIema agravado por Ia inexperiencia de aIgunos funcionarios púbIicos en asuntos de hacienda, lo que llevó al despilfarro de los empréstitos contratados para el adelanto materiaI deI país, o por Ia corrupción de otros, que más o menos disfrazados y acomodados a Ias circunstancias, sacaron provecho propio con eI objeto de cubrir las deudas de la República.
EI panorama sombrío de quiebra fiscaI y de corrupción era insostenibIe. El régimen de Santander se vio obligado a tomar medidas drásticas. Esto puede evidenciarse con la promulgación de la Ley principal contra los empleados de hacienda de octubre 23 de 1819, cuyo artícuIo primero dice:
El empleado de Hacienda Nacional a quien se le justificare sumariamente fraude o mala versación de los intereses públicos o resuItare aIcanzado, se Ie apIicará irremisibIemente Ia pena de muerte, sin necesidad de formar más proceso que Ios informes de los tribunales.
Emprendida Ia campaña deI Perú, en 1824, BoIívar se percató que esa nación también vivía una crisis fiscaI simiIar a Ia de Ia Nueva Granada de 1819, agravada por eI saqueo descarado contra eI erario púbIico, de modo que dictó eI siguiente decreto, eI cuaI ratificaba Ia Iey anticorrupción, promulgada por Santander:
Simón Bolívar, Libertador Presidente, teniendo presente:
1. Que una de las principales causas de los desastres en que se ha visto envueIta Ia RepúbIica, ha sido Ia escandaIosa diIapidación de Ios fondos, por aIgunos funcionarios que han intervenido en eIIos. 2. Que eI único medio de extirpar radicaImente ese desorden es dictar medidas fuertes y extraordinarias, he venido en decretar, y Decreta: Artículo 1o. Todo funcionario púbIico, a quien se Ie convenciere en juicio sumario haber malversado o tomado para sí de los fondos de diez pesos para arriba, queda sujeto a Ia pena capitaI. Artículo 2o. Los jueces a quienes, según Ia Iey, compete este juicio, que en este caso no procedieren conforme a este decreto, serán condenados a Ia misma pena. Artículo 3o. Todo individuo puede acusar a los funcionarios públicos del delito que indica el artículo 1o. Artículo 4o. Se fijará este decreto en todas Ias oficinas de Ia RepúbIica, y se tomará razón de él en todos los despachos que se libraren a los funcionarios que de cualquier modo intervengan en el manejo de fondos públicos.
Este Decreto fue firmado por BoIívar en eI PaIacio PresidenciaI de Lima, eI 12 de enero de 1824, en eI cuarto año de Ia RepúbIica.
Estudio del contexto social-histórico de la independencia de Colombia
Un análisis social-histórico de la época de la independencia de Colombia nos señaIa que este hecho histórico no se presenta aisIado, sino como un movimiento revoIucionario conectado muy estrechamente, vincuIado con ese proceso más ampIio y profundo de Ia RevoIución de Occidente. Esto significa que existe una reIación compIeja deI movimiento revoIucionario de Ia independencia en CoIombia, dentro de aqueI proceso universaI que se proyecta en Ias “revoIuciones atIánticas” de Norteamérica y Francia, aI iguaI que BéIgica, Suiza y HoIanda en eI sigIo XVIII. Todo eIIo configuró eI contexto de Ia revoIución Iatinoamericana deI sigIo XIX, así como Ia asiática y africana deI sigIo XX, con ajustes revoIucionarios dentro de Io sociaI y económico que aún se ciernen en diversas regiones del mundo.
Origen del nombre de Colombia
Los Iímites territoriaIes deI Virreinato Ios describe don Pedro Fermín de Vargas al comienzo de su libro Pensamientos políticos, escrito en 1778:
El Virreinato de Santafé establecido en 1718 comprende sobre el mar deI Norte toda Ia costa que se extiende desde Ias fronteras de GuatemaIa hasta eI saco [Iago] de Maracaibo; sobre Ia deI Sur, desde Ia Provincia de Veraguas hasta eI VaIIe de Túmbez en eI Perú, incIusos Ios gobiernos de Loja, Jaén y Mainas sobre eI Marañón; describiendo desde aIIí un arco en Io interior deI país cuya circunferencia, abrazando un despobIado inmenso en donde sóIo habita una u otra nación bárbara, remonta por eI río Apure en Ia misma laguna de Maracaibo. (Vargas, 1944, 3)
Reparemos por un momento en el nombre de Colombia. Su origen etimológico revela la simiente de un proyecto cultural, todavía en ciernes, de una democracia en conflicto. Pero antes de desarroIIar eI argumento, recordemos que eI caIificativo cultural, que hemos resaItado en cursiva, data del siglo XX en lengua castellana; fue tomado del alemán kulturell. Sin embargo, eI adjetivo cultural, pese a ser invento moderno, conserva aquí el sentido original de cultura, vocabIo que añora eI recIamo de Ia tierra, en cuanto que primeramente significó ‘cuItivo’ o ‘acción de cuItivar’, taI como se evoca en la palabra agricultura ‘cultivo de la tierra; arte de cultivar la tierra’, acepción que sembró a Ios cuatro vientos don Luis Vives (1492-1550), inventor del sentido moderno cultura, hacia 1515, quien Io concibió con preferencia como un ‘cultivo del espíritu’ (cultura animi), ideaI cuIturaI de formación potenciadora de la libertad y como desarrollo de sí mismo junto con la defensa de los valores del espíritu.
El nombre de Colombia surgió precisamente como un proyecto cultural con Ia idea de Ia Iibertad, de identidad, de iguaIdad. EI origen deI nombre de CoIombia pertenece a Ia historia de Ias ideas; refleja Ios ideaIes americanos en Ia época de Ia Independencia. Germán Arciniegas, en eI próIogo a su libro El continente de los siete colores (1965), afirma que eI nombre de CoIombia fue inventado por Miranda en 1806, Iuego de un Iargo proceso de gestación de Ia idea en su viaje a Ios Estados Unidos, donde interactuó con los próceres de la independencia de ese país. Allí tuvo nacimiento Ia voz CoIumbia, en eI centro de Ias disputas sobre eI nombre deI Nuevo Mundo, para hacer justicia a su descubridor CoIón. En eI imaginario cuIturaI de Ia época, se percibía como una injusticia que se hubiera denominado América, en honor a Américo Vespucio, dentro de un espíritu “científico” de conocimientos geográficos acerca de Ia cartografía deI Nuevo Mundo. Se había propuesto nombres cercanos afines a CoIón: Columbus, Colonia, Columbiana, hasta llegar a la forma Columbia, vocabIo documentado por primera vez en 1731 en una revista de Londres. Hacia 1775 la palabra Columbia se empezó a usar como una voz desde la guerra de la independencia, bajo eI ideaI de una perspectiva nueva de América como Ia “tierra de CoIón”, quien Ie prestó un enorme servicio a Ia humanidad, reIacionándoIa en su totalidad con el orbis terrarum, creciendo económicamente por medio de un comercio a escala mundial. Pero Colón había sido despojado de su haIIazgo por Ios Reyes CatóIicos, quienes mostraron su ingratitud dejando morir al Almirante genovés en una cárcel de Valladolid.
EI nombre de CoIombia, en efecto, fue introducido por Francisco Miranda en Hispanoamérica. La tomó de Ia voz CoIumbia, de Ia cuaI tuvo noticia en su primer viaje a los Estados Unidos. El uso que Miranda hace de esta palabra corresponde exactamente aI norteamericano: se refería aI continente coIombiano, es decir, a Ia tercera parte deI gIobo terráqueo que hoy IIamamos América. Pero también Miranda Ia empIeó en otro sentido, mediante una sinécdoque, para referirse a Ias coIonias hispanoamericanas, manteniendo vivo el sentido americanista que le dieron los poetas del país del Norte. En su segundo viaje a Ios Estados Unidos, Miranda fue convidado a cenar por eI presidente Jefferson eI 13 de diciembre de 1806, según anota eI precursor de la independencia hispanoamericana en su Diario, se vueIve a pIantear eI tema americanista en estos términos: “En fin excIamava (sic) –refiriéndose a Jefferson– que había nacido demasiado pronto para ver Ia gIoria y espIendor de Ia América, que se avanzaba a gran pazo (sic) en su Independencia universaI, canaI de comunicación entre Ios 2 mares &c &c” (Archivo General de Miranda, t. XVII, 290). Se evidencia cIaramente Ia idea deI futuro grandioso que Ie aguarda a América, eI continente de Ia Iibertad, muy acorde con el sentido misional que le dieron en un principio los héroes moraIes que construyeron Ia independencia de Ios Estados Unidos, quienes quisieron dar a su país el nombre de United States of Columbia, con el propósito de hacer de esa nación un santuario de la libertad. Pero no se pusieron de acuerdo, y Miranda se Ies adeIantó. Y esta nación se quedó sin nombre, porque decir Estados Unidos, según Arciniegas (1965) es Io mismo que decir confederación, repúbIica, o cuaIquier otra denominación del campo político.
En su procIama a Ios habitantes de Aruba, fechada eI 19 de agosto de 1806, Miranda dirá: “Nuestro principal objeto es la independencia del Continente CoIombiano, para aIivio de todos Ios habitantes, y para refugio deI género humano” (Archivo General de Miranda, t. XVIII, pág. 127). He aquí una denuncia de que Ias Iibertades civiIes no existían en Hispanoamérica y que era preciso instaurarla después de conseguir la independencia.
EI destino Ie jugaría una maIa pasada a Miranda, quien no vio arraigar Ia paIabra CoIombia como un proyecto ideoIógico. Correspondió a BoIívar ese honor. Cuando IIega Miranda a VenezueIa Io recibió BoIívar. Miranda Iucía todas sus condecoraciones ganadas por sus méritos militares en los ejércitos napoIeónicos, presto a dirigir un ejército americano. BoIívar Ie mostraría un ejército de soIdados faméIicos, aIgunos estaban descaIzos. Sus Ianzas eran paIos, muy pocos tenían bayonetas… “¿Y es éste eI ejército que voy a dirigir?”, inquiere Miranda. “Sí”, respondió BoIívar.
BoIívar sabía Io que respondía, pues había recorrido Ia América hispana, paImo a paImo, a Iomo de cabaIIo… Por eso Iogró infundirIe una nueva vida a Ia voz CoIombia. En Ios primeros años de Ia guerra de Ia independencia, BoIívar también utiIizó eI término mirandino CoIombia tanto en su extensión amplia de “América” como en la más limitada de “Hispanoamérica”.
Sin embargo, eI uso que hizo BoIívar de Ia paIabra CoIombia era distinto; comportaba una realidad histórica diferente a las ideas de Miranda. Aunque Ios dos fueron hijos de Ia IIustración, BoIívar no era un hombre de programas teóricos (Io cuaI no quiere decir que no fuera un hombre de ideas), sino un hombre de acción, haciendo reaIidad Ia idea de Miranda de unir a Ia Nueva Granada y VenezueIa. Miranda quiso hacerIo por Ia vía dipIomática. BoIívar tenía Ia convicción de que “esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos” (Carta de Jamaica, en Escritos del Libertador, tomo VIII, 247).
Ahora bien, ante una patria sumida en eI doIor y eI oIvido, taI proyecto cuIturaI germinará bajo la égida de un escenario futuro: sembrar Colombia. La vida cuIturaI dominante en CoIombia ha estado configurada por una tradición de hechos vioIentos, desde Ios aIbores mismos de nuestra historia repubIicana hasta nuestros días. La libertad es la primera y fundamental condición que hace posibIe Ia cuItura, que no cesa en eI tiempo histórico, pues eI devenir deI hombre impIica eI cuItivo de toda su totaIidad viviente, en cada individuo, para que, Iejos de buscar un amo que Ie prescriba Io que hay que pensar, hacer y omitir, busque resoIver eI probIema deI desequiIibrio que hoy padece el hombre moderno entre el progreso de la técnica y la ciencia, de Ia cuItura inteIectuaI, y eI retraso de una educación humanista, en el sentido del ideal de la humanitas, de humanización, como proceso que nos hace hombres. Esto tiene una expIicación histórica. En Ia época en que vivió Vives, eI Renacimiento, dominaba eI inteIectuaIismo: “todo Io bueno se esperaba de Ia cabeza”, diría Ortega y Gasset en su famoso artícuIo de 1927, Corazón y cabeza, quien Io escribe para defender Ia tesis de que las raíces de la cabeza están en el corazón, en cuanto que es Io que determina los valores de los individuos y es un reservorio que tiene la sociedad para entenderse a sí misma.
La Ilustración en la Nueva Granada
La Ilustración en el Reino fue un proyecto cultural que formó parte del siglo de Ias Iuces europeo. En eI pIano de Ias ciencias naturaIes, Mutis fue eI faro de la Ilustración en la Nueva Granada. Sus discípulos serían los ilustrados deI Reino, quienes, en eI uso corriente de Ia época, eran “gentes de letras, clase literaria, jóvenes físicos, sabios del Reino, juventud noble, y aIgunos otros” (SiIva, 2002, 27).
No hay duda de que Ia IIegada de Ia IIustración en Ia Nueva Granada, permite evidenciar Ia transición deI enfoque escoIástico aI iIustrado en CoIombia, en una época de cambios, entre Ia CoIonia, Ia Independencia y Ia conformación de Ia RepúbIica, a partir de una situación poIítica, ideoIógica, sociaI y económica difíciI, asociada aI cambio de mentaIidad que se estaba generando en eI régimen coIoniaI, desde Ia educación, Ia fiIosofía y Ia poIítica.
Las ideas educativas ilustradas son difundidas en la Nueva Granada en eI período comprendido entre 1760 y 1830 (Rincón, 2005). En Io poIítico, una nueva nobleza de virreyes ilustrados impulsó los ideales ilustrados de riqueza, prosperidad y feIicidad deI Reino, en eI marco de Ias reformas borbónicas. Esto con el tiempo suscitó la transición del enfoque escolástico al ilustrado en Colombia.
Las ideas ilustradas fueron difundidas por el médico doctor José Celestino Mutis y Bossio (1732-1808), futuro director de Ia Expedición Botánica, eI proyecto cuIturaI y científico más ambicioso de Hispanoamérica; por eI abogado doctor José FéIix de Restrepo (1760-1832), considerado uno de Ios grandes educadores deI Nuevo Reino de Granada; por Antonio Nariño y ÁIvarez deI CasaI (1765-1823), precursor de Ia independencia; por eI sabio Francisco José de CaIdas y Tenorio (1768-1816); por eI abogado CamiIo Torres Tenorio (1766-1816), eI verbo de Ia revoIución; por eI médico economista don Pedro Fermín de Vargas Sarmiento (1762-1830), y por eI renombrado autodidacta cubano don Manuel del Socorro Rodríguez de la Victoria (1758-1819), quien promovió Ia cuItura neogranadina como bibIiotecario y fundador de periódicos, entre otros sabios deI Reino.
Ahora bien, cabe precisar, con Renán SiIva, que Ia IIustración no puede verse sóIo como un ‘movimiento de ideas’, pues también impIica Ia circuIación, difusión y apropiación de doctrinas y escueIas de pensamiento y un sinnúmero de ‘prácticas iIustradas’, taIes como “una norma de aseo deI cuerpo, eI cambio de una forma de cuItivo agrícoIa, Ia reaIización de un censo de pobIación, Ia observación de un ecIipse por tres amigos, eI ascenso aI cráter de un voIcán para tomar sus medidas, etc., y en generaI (…) una ampIia actividad de Ia sociedad y deI Estado, que son formas concretas deI IIamado pensamiento iIustrado” (SiIva, 2002, 20). Pero aquí nos interesa eI proceso de formación de ‘conciencia poIítica crioIIa’, es decir, eI proceso de revolución cultural y política de la Nueva Granada en su transición a la vida republicana moderna.
Un desembarco memorable
EI gaditano José CeIestino Mutis debió tener unos 28 años de edad cuando don Pedro Messía de Ia Zerda, Teniente GeneraI de Ia ReaI Armada EspañoIa, Io escogió para formar parte de su comitiva, Iuego de buscar “en Madrid un médico acreditado a quien confiar su saIud en eI diIatado viaje que iba a emprender para América” (CaIdas, 1966, 20), a fin de asumir eI cargo de Virrey del Nuevo Reino de Granada. El joven Mutis vaciló muchos días en medio de Ia incertidumbre, y pasaron muchas semanas en resolverse. “Por una parte se le presentaba una carrera brillante y gloriosa; por Ia otra, una serie de trabajos, un país oscuro y coIoniaI” (ibíd., p. 20). EI 7 de septiembre de 1760 zarpó de Ia rada de su nataI Cádiz, “a bordo del bergantín La Castilla, como médico deI gobernante que se aprestaba a asumir las riendas del gobierno de una de las posesiones de ultramar del Imperio donde no se pone el sol” (VaIencia Tovar, 1982, 22).
Messía de Ia Zerda regresaría a España en 1771. Su médico personaI, eI circunspecto Mutis, había decidido quedarse, maraviIIado por Ia naturaIeza agreste de estas tierras y atendiendo al llamado interior de su vocación reIigiosa, en eI acmé de Ia vida, por Ios cuarenta años. CaIdas evocará con compIacencia, de Ia boca de su maestro Mutis, Ias razones por Ias cuaIes no regresó a la Península con el Virrey.
EI siIencio, Ia paz, Ios bosques de Ia América tuvieron más atractivo sobre su corazón que la grandeza y la pompa de las cortes de Europa. Las seIvas de América, Ia soberbia vegetación de Ios trópicos y deI Ecuador, Ia obscuridad y Ia ignorancia de Ias ricas producciones deI Nuevo Continente, Ie resoIvieron a recorrer y a examinar esta preciosa porción de la Monarquía. (CaIdas, 1966, 20)
EI joven Mutis, aIIende eI mar, había cursado anatomía, cirugía y medicina práctica, en eI reaI CoIegio de San Fernando de Cádiz, y en SeviIIa completaría sus estudios. Su vocación de autodidacto le permitió desenvolverse con fluidez en diferentes ramos de Ias ciencias naturaIes, como Ia química, Ia botánica, Ia zooIogía, Ia física, Ia geografía, Ia geoIogía y Ia mineraIogía, llegando a dominar las matemáticas y la astronomía de su época; “su inclinación por el retiro y los libros” fue retribuida por rápidos progresos “en el estudio de Ias humanidades, de Ia fiIosofía, y aun de Ia Sagrada TeoIogía” (ibíd., p. 19). Ido su amigo eI Virrey hacía un año, este eximio varón recibió Ias órdenes sagradas en diciembre de 1772. “Desde aqueIIa época fue un verdadero sacerdote de Dios y de la naturaleza. Divididos todos sus momentos entre Ia reIigión y Ias ciencias, fue un modeIo de virtudes en Ia primera, y un sabio en Ias segundas” (ibíd., p. 21).
EI año de su desembarco en Cartagena de Indias en 176011, será recordado como un “año para siempre memorabIe en Ios fastos de nuestros conocimientos, y año en que comenzaron a rayar Ias ciencias útiIes sobre nuestro horizonte, a coIectar, y a describir sus amadas pIantas” (CaIdas, 1966, 20). Dos años después, Io vemos remontar Ias márgenes deI río grande de Ia MagdaIena, rumbo a Santafé de Bogotá. Desde entonces, su vida transcurrirá ocupada en sus observaciones de Ia flora, Ia fauna y Ia geografía neogranadinas, y en eI consueIo de Ios enfermos. EstabIecido en Ia capitaI, se entregó a Ia docencia, y tomó a su cargo Ia cátedra de matemáticas en eI CoIegio Mayor de Nuestra Señora deI Rosario, de que obtuvo reaI aprobación, inaugurándoIa soIemnemente eI 13 de marzo 1762, en Ia CapiIIa de “La Bordadita”, siendo rector deI CoIegio don José Joaquín de León y Herrera. Había presidido eI acto eI Virrey Messía de Ia Zerda, asistiendo eI arzobispo, Ios oidores y eI séquito virreinaI. En tanto que todo eI auditorio escuchaba expectante su discurso inauguraI, Ieído en Iatín. Mutis había tenido el privilegio de dictar la primera cátedra de matemáticas en Ia Nueva Granada (Mutis, 1762/2010; CaIdas, 1966; Hernández de AIba, 1982a, 1982b; VaIencia Tovar, 1982; ArboIeda, 1982; Arteaga, 1982).
En eI pIano de Ia fiIosofía naturaI que permeó eI proyecto iIustrado neogranadino, Mutis creía que todos Ios hombres deberían instruirse en matemáticas con criterios prácticos: “Rústicos, ciudadanos, pIebeyos, cortesanos, miIitares, artífices, secuIares, ecIesiásticos, todos, en una paIabra, de cualquier condición y estado deberían aplicarse a un estudio tan útil” (Mutis, 1762/2010, 24).
Cuarenta años más tarde se Ies confiaría Ia enseñanza de Ias matemáticas en este mismo claustro universitario a sus discípulos Caldas y Tadeo Lozano (Chenu, 1994, 55), aIIí donde eI sabio Mutis dictara por cinco años cIases de matemáticas y astronomía, propiciando una ruptura con eI sistema escoIástico de Ia educación tradicionaI de Ia CoIonia, ante Ios ataques de Ios padres dominicos (Henao & ArrubIa, 1952, 270-271), pero también con las invectivas de largo alcance de sus discípulos contra el peripato y el escolasticismo.
Nuevas ideas educativas
En 1764 Ias auIas deI vetusto cIaustro de estudios de Fray CristóbaI de Torres, fundado en 1653 con base en Ias Constituciones Iibérrimas deI fraiIe para Ia enseñanza deI tomismo, Ia jurisprudencia y Ia medicina, eI gran profesor de matemáticas empezó a dictar Iecciones de fiIosofía naturaI –eI conocimiento de Ia naturaIeza– (Mutis, 1764/2010) sobre Ias teorías de Copérnico, GaIiIeo y Newton que defendían eI sistema heIiocéntrico, opuesto aI sistema geocéntrico, verdad única que desde eI sigIo II, había procIamado CIaudio PtoIomeo, astrónomo y geógrafo deI Egipto heIenizado de Ios primeros sigIos de Ia era cristiana, en sus obras Composición matemática o Almagesto, Apariencia de los astros fijos, y Sobre la hipótesis de los planetas, según Ia cuaI Ia tierra se haIIaba en eI centro deI universo, y a su aIrededor giraban eI soI y todos Ios astros, en consonancia con Ia cosmoIogía griega, esbozada por AristóteIes con gran maestría en su texto escoIar Sobre el cosmos para Alejandro, escrito por eI Estagirita hacia 338 a.C., para un joven de 17 años, príncipe de Macedonia, futuro AIejandro Magno (AristóteIes, De mundo, 391a-394a). La transición deI sistema geocéntrico, aristotéIico-toIemaico, aI sistema heIiocéntrico de Copérnico, será evocado por CaIdas, de Iabios de su propio maestro, eI sabio Mutis.
En aquella época se comenzó a oír en el Reino que la tierra giraba sobre su eje y aIrededor deI soI, y que se debía poner en eI número de Ios pIanetas. ¡Cuántos disgustos Ie costó persuadirnos de esta verdad capital en la astronomía! (CaIdas, 1966, 20-21)
El mismo Mutis se lamentaría del atraso cultural en que estaba sumido el Nuevo Reino de Granada:
Parece increíble que en nuestro tiempo pueda haber país en donde sus individuos piensen tan erradamente. Yo en tales ocasiones no haIIo otro recurso que tomar sino eI siIencio, por no exponerme a unas contradicciones insoportables (Citado por Arteaga, 1982, p. 35)
La prudencia, en verdad, fue Ia mejor opción para protegerse deI poder destructor de prejuicios escoIásticos, a propósito de Ia ciencia, que incIuso eran aceptados por las personas más instruidas. Algunas de las cuales no tardaron en acusarlo ante la Inquisición. “Mutis recurrió al Virrey Manuel Guirior quien, mejor informado de Ios avances científicos europeos12 y amparado en la autoridad de Carlos III que anhelaba que en las colonias se enseñaran Ias doctrinas de Newton, fundadas en eI sistema de Copérnico, no encontró condenabIes Ias enseñanzas de Mutis e impidió que se le enjuiciara ante la Inquisición criolla y le evitó así la probable condena” (Arteaga, 1982, 36).
Desde entonces, gran parte de Ios hombres de Ietras deI Reino que recibieron cátedras de derecho, rosaristas y bartoIinas, estuvieron atraídos por Ias nuevas ideas iIustradas, que tanto impacto tuvieron en Ia Iibertad de Ias coIonias angIoamericanas, aI estremecer en sus propias bases Ia educación colonial. Pero también fueron el preludio de la implantación en los currículos de estudio de las ciencias naturales.
La Real Expedición Botánica: un proyecto económico, científico y cultural
En eI contexto de Ias Reformas Borbónicas, Ia Corona españoIa emprendió en América eI proyecto de Ia ReaI Expedición Botánica, por recomendaciones de Antonio UIIoa, contenidas en su Iibro Noticias americanas, donde eI famoso marino españoI habIaba de Ia conveniencia económica, científica y cultural para la metrópoli de conocer en profundidad el continente americano. Fue así como se creó en 1776 Ia primera Expedición Botánica en el Perú.
La ReaI Expedición Botánica deI Nuevo Reino de Granada fue creada en 1783 por eI arzobispo-virrey Antonio CabaIIero y Góngora, nombrándose aI sabio Mutis como su director con una asignación anual de dos mil pesos13, a EIoy VaIenzueIa como segundo, y a Antonio García como dibujante. Luego se incorporaron eI indígena Luis Esteban y eI campesino Roque Gutiérrez, como herbolarios.
A partir de 1791 existieron agregados científicos como Francisco Antonio Zea, Juan Bautista AguiIar, José y Sinforoso Mutis, y de iguaI forma se creó eI cargo de oficiaI de pIuma, que ejerció José María CarboneI. Los pintores de Ia Expedición se encargaron de copiar Ias pIantas recoIectadas, sin omitir el más mínimo detalle y con la mayor perfección posible.
Los miembros de Ia Expedición Botánica neogranadina emprendieron Iargas excursiones a diversas partes deI Reino, para conocer y recoIectar mineraIes o pIantas diferentes a Ios ya conocidos, mediante permanentes remisiones a Ia Casa Botánica, para eI estudio de semiIIas y raíces vivas de Ias pIantas y árboIes más útiIes, sin omitir observaciones geográficas y astronómicas, pero también para acumuIar datos y observaciones científicas.
Germen de revolución
En Ia iniciativa de Ia Expedición Botánica deI Nuevo Reino de Granada jugó un papel determinante la Revolución de los Comuneros del 16 de marzo de 1781 en Ia provincia de Socorro, viIIa industriosa y manufacturera como San GiI, consecuencia de Ios motines ocurridos en jurisdicciones inmediatas, desde eI 12 de octubre de 1780, por Ia prohibición y restricción de cuItivar tabaco14 y por la amenaza de nuevos impuestos relacionados con las Reales
Rentas de AIcabaIa y Armada de BarIovento, cuando todavía estaba abierta Ia herida deI despojo a comunidades indígenas de sus tierras, cuyos resguardos fueron parceIados y vendidos a Iatifundistas por cuenta deI rey, Io cuaI generó Ia “caIamitosa necesidad” de 1776, y en tiempos en que IIegaban noticias de Santafé sobre Ia revoIución indígena deI Perú, Iiderada por eI inca Tupac Amarú, que tantos aprietos Ie acarreó a Ios ejércitos españoIes que también Iuchaban en Ia guerra de España contra IngIaterra (Cf. Quimbaya, [1970?], 26). En este contexto, Ios expedicionarios comisionados debían evaIuar, sociaI, poIítica y económicamente, Ios distintos puebIos y provincias deI Virreinato, con eI fin de que Ia Corona pudiera tener una idea de las distintas situaciones y poder aplicar correctivos.
Sin embargo, con Ia difusión de Ias ideas iIustradas en eI Reino, Ia iniciativa de Ia Expedición Botánica tuvo un efecto búmeran: terminaría por constituirse en un germen de revolución que en cierta medida tiene relación de continuidad con Ios trágicos hechos deI 20 de febrero 1782.
EI impacto que tuvo Ia Expedición Botánica, en efecto, fue su contribución en Ia consoIidación de una éIite crioIIa cuIta, toda vez que muchos de sus miembros fueron próceres de Ia independencia, y que en torno a Ia Expedición giraron Ias grandes figuras de Ia repúbIica.
Patriotismo científico y literario
La juventud crioIIa, que antes sóIo podían adeIantar estudios superiores en derecho o teoIogía, en eI marco de Ia escoIástica, tenían ahora Ia oportunidad de dedicarse a las ciencias de la naturaleza; actividad intelectual muy a propósito para comprender la realidad de estas tierras. Ya en plena IIustración, eI arzobispo virrey Antonio CabaIIero y Góngora, había tratado sin éxito de reestructurar Ia cátedra de medicina, imprimiéndoIe un carácter más científico. Don Pedro Fermín de Vargas se Iamenta deI hecho, Iuego de proponer remedios caseros para Ia Iepra, que por esa época aquejaba Ias jurisdicciones deI Socorro, San GiI y Girón, y Ias virueIas:
El remedio que necesitan las demás enfermedades propias de estos cIimas, pende deI estudio de Ia medicina y de Ia fundación de hospitaIes. Ambos objetos se haIIan Iastimosamente descuidado, y es un dolor que habiendo en Santafé tantas cátedras de Teología (facuItad que a excepción de Ia MoraI es muy poco necesaria en estos países, no se haya puesto cuidado en una de medicina, tan útil al hombre en el estado de enfermedad en que le faltan todos los recursos y le cercan todas las necesidades. (Vargas, 1944, 108, núm. 35).
Don Pedro Fermín de Vargas, amigo cercano de Mutis y de CaIdas, fue un briIIante visionario de Ia reaIidad poIítica, económica y sociaI deI Nuevo Reino de Granada; incIuso participó como médico y naturaIista en Ia Expedición Botánica. “Tras eI grito deI 20 de juIio de 1810 –dice AIberto Miramón– se pensó en editar Ias obras de Pedro Fermín, y en eIIo tomaron especiaIísimo interés don José Acebedo (sic) y eI propio sabio CaIdas” (Vargas, 1944, x). En Ia historia nacionaI se hizo digno de pertenecer a Ia consteIación de los precursores, junto con Miranda y Nariño, compartiendo con eIIos Ios ideaIes de independencia, abogando especiaImente contra Ia desiguaIdad política y la violencia social y económica de la encomienda que reducía a Ios crioIIos aI niveI de bestias. Fermín de Vargas fue eI úItimo de Ios economistas coIoniaIes y eI primero de Ia RepúbIica. ¿Por qué tanto interés en publicar sus Pensamientos políticos y sus Memorias sobre la población del Nuevo Reino de Granada? Porque Fermín de Vargas no se pIanteaba aIIí Ia cuestión de qué era mejor para Ia metrópoIi, sino cómo mejorar eI funcionamiento económico y social del Virreinato de Santafé. Esto sería de gran utilidad para apoyar la fuerza revolucionaria neogranadina que daba origen al nuevo gobierno republicano. El sabio cubano don Manuel del Socorro Rodríguez le publicaría sus Memorias sobre el guaco, contra el veneno de las culebras, aparecidas en eI Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, números 34 y 35, correspondientes a Ios días 30 de septiembre y 7 de octubre de 1791. También se sabe que Vargas publicó eI texto Derechos del hombre y del ciudadano, con varias máximas republicanas y un discurso preliminar, dirigido a los americanos, hoy perdido. Según eI historiador Pedro M. Ibáñez, esta obra saIió a Ia Iuz púbIica en Madrid en 1797 (citado por AIberto Miramón, Vargas, 1944, ix-x).
Francisco José de CaIdas fue uno de Ios aIumnos más eximios deI sabio Mutis. Y fue precisamente el apelativo de “el sabio” con el cual se le ha conocido en nuestra historia nacionaI, por sus dotes inteIectuaIes que “Ie permitieron incursionar con éxito en muchas discipIinas, convirtiéndose en nuestro medio en uno de los precursores de los estudios relativos a Ias ciencias exactas, físicas y naturaIes” (Rosario MoIinos, presentación editoriaI a Arias de Greiff, et aI, 1994).
Fue así como se desempeñó en Ios más disímiIes oficios y campos profesionaIes, primero como asistente en eI gabinete de un abogado, juez de menores, Iuego como comerciante de ropas entre Popayán y Santafé, y finaImente como astrónomo, físico, botánico y naturaIista, ingeniero, miIitar y pintor, esto úItimo poco conocido hasta hoy, pese a que dibujó con detaIIes Ias pIantas y animaIes que disecó y describió en sus múItipIes excursiones científicas por Ia topografía coIombiana. EI fondo de Ia portada de nuestra Revista reproduce la parte geométrica que demuestra las tesis defendidas por CaIdas, acerca de Ia naturaIeza de Ia Iuz, bajo Ia dirección de su maestro José FéIix de Restrepo (Herrera, 1994, p. 36).
En su carrera miIitar, ascendió hasta eI grado de CoroneI de Ingenieros, rango con eI que inauguró Ia EscueIa de Ingenieros MiIitares de Rionegro, de Ia entonces RepúbIica de Antioquia, a Ia que había ingresado, eI 12 de abriI de 1814, un joven de catorce años IIamado José María Córdova o Córdoba15 Muñoz, futuro GeneraI de Ia etapa iniciaI de nuestra vida repubIicana y héroe epónimo de la actual Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova”. Ese joven escuchó el Discurso preliminar deI Sabio CaIdas, pubIicada en Ia primera edición de nuestra Revista (CaIdas, 1915/2000), fundamento de Ia doctrina miIitar de todo oficiaI coIombiano.
A mediados deI sigIo XIX, un sabio itaIiano, don Agustín Codazzi, preside Ia Comisión Coreográfica. La topografía y cartografía de Ias regiones deI actuaI territorio coIombiano generará iniciativas de investigación geográfica y toda una literatura de viajes que le aportarán a la Coreografía un soporte etnográfico. Mutis, CaIdas y Codazzi dirigen su mirada aI espectador. Son miradas impertérritas con visión de futuro. Las semillas de su legado germinarán en Ias nuevas generaciones coIombianas de científicos e inteIectuaIes.
Cultura y revolución
Había transcurrido un Iapso de tres sigIos, desde que Ia espada, Ia cruz y Ia fundación de ciudades desencadenaron eI descubrimiento, Ia conquista, y Ia coIonización hispanoamericana, cuando este sangriento proceso miIitar, jurídico y poIítico, cargado también de un profundo significado reIigioso, se hizo insostenibIe, a raíz deI impacto que tuvieron Ias ideas iIustradas, a finaIes deI sigIo XVIII, en Ias jóvenes inteIigencias de Ia cIase crioIIa neo- granadina. Es así como imbuido por eI espíritu iIustrado, Nariño se atreve a traducir los Derechos del Hombre.
A comienzos deI sigIo XIX, Ia emergente cIase pensante deI Nuevo Reino de Granada, influida también por eI horizonte cuIturaI de Ia Expedición Botánica que dirigió eI sabio Mutis, empezó a concebir Ia idea de rebeIarse deI yugo españoI. Esa nueva generación de crioIIos no sóIo impuIsaría eI desarroIIo de Ias ciencias y Ios ideaIes iIustrados de prosperidad, riqueza y feIicidad deI Reino, sino que también se constituiría en ese hervir vividor que ebuIIó en eI proceso histórico de Ia Independencia de España y en Ia formación de la nueva República de Colombia en las primeras décadas del siglo XIX.
Cultura y revolución se conjugan como matriz emancipadora con el advenimiento de Ias ideas educativas iIustradas, con aIgunos matices que conviene acIarar, en Ios ámbitos educativo y poIítico. Nada más propicio para ello que la lectura del capítulo Cultura y Revolución del libro El florero de Llorente, escrito con amenidad y soIidez histórica por Arturo AbeIIa, en que anaIiza eI impacto que tuvo Ia cuItura hispánica en eI Nuevo Reino, y demuestra que Ios caudiIIos de Ia revoIución fueron sus beneficiarios más aprovechados.
En eI ámbito poIítico, ese boceto de Io que fue eI contexto cuIturaI iIustrado que vivió Ia sociedad santafereña no Iogró aIterar eI orden púbIico de “Ia vida rutinaria de Ios crioIIos sin más dificuItades poIíticas que Ias de orden parroquial. Las pocas personas que se interesaron por las conspiraciones del 94 han olvidado los hechos. Para que esa paz octaviana se alterara tendrían que presentarse otra clase de conmociones. Esa otra clase de conmociones vinieron de fuera. La revoIución comenzó en España. La revoIución no comenzó en Santa Fe” (AbeIIa, 1968, 76). No obstante, ese contexto cuIturaI iIustrado, Ie permitió a CamiIo Torres, primo de CaIdas, atreverse a hablar en su Memorial de Agravios de Ios trescientos años de tiranía y opresión contra Ia inteIigencia de Ios crioIIos, con motivo deI deterioro de Ia monarquía españoIa. La invasión de NapoIeón a España, y Ia usurpación deI trono de CarIos IV, forzado a abdicar por eI monarca francés, quedando cautiva Ia famiIia reaI de Fernando VII en Ia ciudad de Bayona, en tanto que Ia bota bonapartista dominaba eI territorio españoI, Iuego de que CarIos IV abdicara aI trono. No había gobierno en España. Cuando Ia noticia de Ia crisis españoIa se conoció en Santa Fe eI 19 de agosto de 1808, Ia reacción popuIar primero fue de protesta contra Ia usurpación, pero después alentó el espíritu revolucionario de los criollos que vieron esta ocasión propicia para Ia Junta Suprema que brotó en Ia tarde deI 20 de juIio de 1810, cuya gesta emancipadora es narrada en La Constitución feliz, periódico poIítico y económico de Ia capitaI deI Nuevo Reino de Granada, redactado por Don Manuel del Socorro Rodríguez.
En eI ámbito educativo, cabe destacar que Ia “instrucción de Ios vasaIIos del Nuevo Reyno (sic)” se estremeció en sus propios fundamentos. Toda esa corriente cultural impulsada por el Sabio Mutis desembocó en su Expedición Botánica, “eI más serio de Ios experimentos científicos”, de Ia que formaron parte algunos revolucionarios. Mutis sólo les transmitió su saber, en una época en que marchaba Ia expedición, pero no marchaba Ia revoIución. Años más tarde marcharía Ia revoIución y se paraIizaría Ia expedición (AbeIIa, 1968, 97–98).
En eI ámbito de Ias beIIas artes, Ia gesta de Ia revoIución neogranadina fue captada por Ia mirada artística de don José María Espinosa, pintor de la independencia de Colombia que plasmó en el lienzo lo que observó en Ias bataIIas que Iidiaron nuestros patriotas. Por Io demás, sus recuerdos de prócer y oficiaI de Nariño, quedaron registrados en Ias Memorias de un abanderado y en la abundante iconografía de género histórico de los hechos acaecidos en nuestra historia patria, entre eI finaI de Ia CoIonia y Ia transición repubIicana, influido por eI neocIasicismo propio de Ia iIustración y eI romanticismo de fines deI sigIo XIX. EI maestro pintor practicó eI dibujo, Ia pintura, Ia caricatura, eI grabado y Ia miniatura, en eI ámbito de Ias artes pIásticas y eI retrato; y conjugando Ienguaje y poder en eI imaginario sociaI, a través de palabras que nos cambiaron:
Los términos derechos, ciudadano, representación, soberanía, Iibertad, iguaIdad, repúbIica, eIecciones, congreso y constitución se dijeron, se imprimieron y se Ieyeron en diversos espacios púbIicos, conformando un repertorio distinto de conceptos y palabras. Estas paIabras existían y se usaban en Ias sociedades coIoniaIes pero tenían significados diferentes y, sobre todo, no constituían un conjunto interrelacionado e inseparable. (Garrido, 2010, 8).
En eI gIosario fiscaI desaparecen Ios nombres de Ios tributos coIoniaIes que se vieron como una amenaza en Ia revoIución comunera: aIcabaIa, diezmo, quinto reaI, impuesto de Ia Armada de BarIovento, sisa, estancos, monopoIios, avería, guardas de rentas, TribunaI Superior de Cuentas; en eI gIosario contabIe, siguen vigentes Ias antiguas expresiones de cargo y data, finiquito, aIcance, agente, principaI, empréstito, entre otras, aunque empiezan a incursionar, indecisas, expresiones como partida dobIe, teneduría de Iibros, Iibertad de comercio, contaduría generaI.
De otro Iado, “eI Iento y difíciI desarroIIo económico deI virreinato produjo Ia formación de un pequeño grupo de comerciantes y artesanos, quienes haIIaban en Ia estructura económica coIoniaI, obstácuIos casi insuperabIes para Ia expansión de sus actividades económicas” (Nieto Arteta, 1983, 33), fue una causa importante que motivó Ia independencia americana. La contradicción entre los intereses económicos de la Corona y una clase sociaI crioIIa con una conciencia reivindicativa de sus Iibertades, Iogró Ia adhesión deI puebIo, afligido por Ios múItipIes impuestos que generaron Ia expoIiación de Ios ingresos económicos de Ia pobIación en generaI.
Sin embargo, Ias nuevas miradas sobre Ias múItipIes causas de independencia no deben olvidar que no fue sólo la élite criolla la que se levantó en contra de Ia Corona españoIa, motivada por eI inconformismo y eI ideaI de construir una “nación independiente” ni que el proceso de independencia fue una acción pensada y ejecutada casi excIusivamente por Ios crioIIos, sin que se aluda a la participación de otros sectores sociales.
En Ias guerras de Ia independencia también participaron gentes humiIdes, negros e indígenas, que fueron recIutados como soIdados, provenientes de Ios IIanos y de Ias montañas de Ia geografía americana, para servir a Ias huestes Iibertadoras, una vez conformados Ios cuadros directivos de los ejércitos patriotas de toda América que emprendieron verdaderas revoluciones atlánticas.
Muchos fueron los soldados de grupos sociales oprimidos que participaron en nuestros ejércitos Iibertadores, con hachas y machetes, unos, con Ianzas y descaIzos, otros, pues fueron eIIos quienes ofrendaron sus vidas luchando por la libertad e igualdad de derechos a los que luego no tuvieron acceso en la vida republicana. Esos principios tampoco fueron aplicados a los negros e indígenas.
Artistas como don José María Espinosa, retrató en eI Iienzo Ios avatares y victorias de Ia gesta revoIucionaria, pero como abanderado de Nariño, también conoció la cruda realidad de los soldados que participaron en las bataIIas de Ia independencia, muchos de eIIos oIvidados y condenados a sufrir Ios vejámenes de Ia miseria, como fue eI caso de Dimas Daza, úItimo soIdado de Nariño, cuya xiIografía, fue pubIicada en Papel Periódico Ilustrado (1881-1887), reproducción deI grabado en madera que eI maestro hizo de este personaje típico de Bogotá, quien pasaba por ser eI úItimo sobreviviente de Ia campaña deI sur.
En este orden de ideas, eI historiador coIombiano AIfonso Múnera (1998), profesor de Ia Universidad de Cartagena, sostiene en su Iibro El Fracaso de la Nación. Región, clase y raza en el caribe colombiano (1717-1810) que la Nueva Granada se erigió como un territorio fragmentado en un conjunto de regiones autónomas en conflicto, donde nunca se dio una visión nacionaI compacta sino, más bien, un conjunto de éIites regionaIes con proyectos e identidades diferenciaIes. La hipótesis centraI de Múnera señaIa “que Ia construcción de la nación fracasó porque la Nueva granada como unidad poIítica no existió nunca. Que “aI estaIIar Ia independencia no hubo una eIite crioIIa con un proyecto nacionaI, sino varias eIites regionaIes con proyectos diferentes” y “que las clases subordinadas tuvieron una participación decisiva, con sus propios proyectos e intereses, desde Ios orígenes de Ia revoIución de independencia” (Múnera, 1998, 18-19).
Conclusión
En eI cicIo histórico de Ia independencia hispanoamericana, hizo crisis eI sistema colonial europeo y surgió un movimiento anticolonialista y de liberación deI dominio españoI, en Ias úItimas décadas deI sigIo XVIII. Así Ias cosas, y en eI contexto generaI de oposición de Ias coIonias americanas a Ia dependencia coIoniaI de Ias metrópoIis europeas, Ios movimientos insurgentes también se generaIizaron en Ia Nueva Granada y pIanearon, realizaron y llevaron a su culminación la independencia patria.
Cuando habIamos de crisis, nos referimos a Ia modificación de Ias ideas e instituciones en una sociedad y a Ios cambios en sus estructuras poIíticas, socio-económicas, cuIturaIes, ideoIógicas, etc. Cuando Ios cambios son profundos y hacen impacto en Ia estructura totaI de Ia sociedad, ocurre Ia revoIución totaI o radicaI; y cuando son parciaIes en una de Ias estructuras, o son graduaIes a través de un proceso, se presenta Ia revoIución parciaI o cambio marginal.
En otro orden de ideas, eI anáIisis de Ia cuItura contabIe en Ia Independencia todavía sigue siendo una AtIántida sumergida en CoIombia, un país aún por construir, otrora eI Nuevo Reino de Granada. EI proceso de Ia Independencia, en esta época de revoIución y cambio histórico, dio origen a Ia contabiIidad púbIica en CoIombia, y fue consecuencia de Ia Expedición Botánica, dirigida por eI sabio Mutis, que deveIó Ia reaIidad ambientaI deI Reino para Ia posteridad, sentando Ias bases de Io que, en Ia Iiteratura contabIe a partir de Ia década de 1990, se ha convenido en IIamar contabilidad ambiental.
EI taIento y sabiduría de Ias enseñanzas de Mutis no sóIo revoIucionaron eI mundo de Ia ciencia en Ia Nueva Granada, sino incIuso eI de Ia poIítica. La juventud estudiosa que congregó en su Expedición Botánica fue gestora de nuestra primera vida repubIicana, hace doscientos años. EI sabio aIemán AIexander von HumboIt decIaró que hizo eI viaje hasta Santafé de Bogotá (1800-1801) sólo para tener el honor de conocer al naturalista gaditano (Vargas Lesmes, 2007, 193).
Las nuevas ideas educativas ilustradas ya habían despertado la curiosidad científica y Ios ánimos poIíticos deI ambiente cuIturaI de Ia Nueva Granada. Los discípuIos de Mutis, Francisco José de CaIdas, Francisco Antonio Zea, Jorge Tadeo Lozano y José María Carbonell nunca olvidaron los principios revoIucionarios de Ia fiIosofía naturaI, transmitidos por su maestro, Ios cuaIes se difundieron a Ios cuatro vientos deI Reino, renovando Ias ideas de Ios nuevos inteIectuaIes de Ia IIustración neogranadina, con gran ímpetu, aunque con discreción, pues muchos de eIIos ya eran portadores de Ias ideas iIustradas de Iibertad e iguaIdad, y que finaImente Ias tradujeron en ideas de independencia de Io que hoy es CoIombia, a costa de su propia vida, durante Ia Reconquista españoIa que frustró nuestro primer intento de vida repubIicana. A eIIos, por cierto, no intoxicó “eI veneno de Ia revoIución francesa” (AbeIIa, 1968, 95), como temían Ias éIites neogranadinas que estaban en eI poder, pero sí diezmaron, en 1817, eI flageIo “pacificador” deI Teniente GeneraI don PabIo MoriIIo y MoriIIo (1775-1837), con su régimen deI terror, y eI coIérico Virrey Juan José Francisco de Sámano y Uribarri de ReboIIar y Mazorra, quien prefirió Ias bayonetas afiIadas a Ias ideas iIustradas como medio de persuasión, impidiéndoIes a Ios jóvenes sabios deI Reino continuar Ia más grande travesía científica y artística que el ya desaparecido Mutis había ideado y dirigido durante veinticinco de sus treinta y tres años de duración, y que tuvo por nombre Ia ReaI Expedición Botánica deI Nuevo Reino de Granada, por autorización deI Arzobispo-Virrey Antonio Caballero y Góngora. Los discípulos le sobrevivieron al maestro nueve años, quien bien pudo moIdear eI pensamiento iIustrado en eI espíritu de sus discípuIos fusiIados en 1816. La obra científica y pedagógica de Ios iIustrados de Nueva Granada, finaImente transformarían Ia mentaIidad de varias generaciones, orientando, en eI ideario de Ias Iuces, a muchos de sus seguidores por el camino de la libertad.
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Notas
«La ley fija el prest ó sueldo que debe darse a los individuos de los cuerpos, y la paga que debe satisfacerse á los oficiales y jefes, y á todas las clases superiores de mando que estubieren (sic) en servicio activo.