Mariano Moreno, apócrifo: los artículos que no escribió.
Investigaciones y Ensayos
Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, Argentina
ISSN: 2545-7055
ISSN-e: 0539-242X
Periodicidad: Semestral
vol. 64, 2017
Recepción: 10 Abril 2017
Aprobación: 29 Mayo 2017
Resumen: La obra escrita del doctor Mariano Moreno se encuentra en continua expansión. Periódicamente se le atribuyen nuevos ensayos o traducciones. A pesar de la fragilidad de estas nuevas imputaciones, muchas veces han sido tomadas al pie de la letra y utilizadas para trazar novedosas líneas de pensamiento sobre la ideología política y religiosa del Secretario de la Primera Junta. En el presente artículo identificamos los textos originales y los autores de siete artículos que desde la década de 1960 han circulado bajo el nombre Moreno. Son los que en 1975 fueron agrupados en un volumen muy transitado por los historiadores del pensamiento del prócer, titulado Artículos que la Gazeta no llegó a publicar. Demostraremos que todos fueron escritos por diversos autores franceses del período revolucionario y que los artículos alguna vez atribuidos a Moreno son simples traducciones de originales que hoy detallaremos. Seis de las siete comprobaciones son elucidadas aquí por vez primera.
Palabras clave: Mariano Moreno – escritos apócrifos – Revolución de Mayo – Artículos que la Gazeta no llegó a publicar.
Abstract: The written work of Dr. Mariano Moreno is in permanent expansion. New essays or translations are periodically attributed to him. Despite the fragility of these new imputations, they have been taken literally by certain researchers who used them to draw new lines of thought on the political and religious ideology of the secretary of the Primera Junta. In this article we identify the original texts and the real authors of seven articles that since the 1960s have been circulating under the name Moreno. They are those that in 1975 were grouped in a volume, very transited by the historians of the thought of Moreno, entitle Artículos que la Gazeta no llegó a publicar. We will show that they were all written by several French authors of the revolutionary period and that the articles once attributed to Moreno are simple translations of originals that we will detail today. Six of the seven demonstrations are elucidated here for the first time.
Keywords: Mariano Moreno – apocryphal writings – Revolución de Mayo – Artículos que la Gazeta no llegó a publicar.
Introducción
Sin lugar a dudas, Mariano Moreno fue uno de los principales próceres fundacionales de nuestra nación. Lógicamente, no fue el único que sobresalió en esos primeros años de lucha e incertidumbre. Sin embargo, con el Secretario de la Primera Junta ocurre algo curioso que no se ha dado con los otros políticos e intelectuales de aquella época inaugural: su obra escrita aparece en continua expansión. Que haya fallecido hace más de doscientos años no ha impedido –sino, más bien, ha parecido favorecer– que con cierta regularidad se le hayan adjudicado nuevos textos. En general, estas atribuciones han sido aceptadas sin mayores cuestionamientos a pesar de que incluyen pensamientos, cuanto menos, curiosos y desconocidos en la obra pública del prócer, la que podríamos llamar “clásica”. Sin embargo, la mayoría de esas nuevas imputaciones son completamente erróneas. De tal modo, los “apócrifos” de Mariano Moreno han venido a constituir un verdadero subgénero de la literatura política de la Revolución de Mayo, que si bien no ha sido considerado hasta el presente es real y ha tenido en los últimos cincuenta años destacada trascendencia en la historiografía del período revolucionario.
Este subgénero –como le he dado por llamar– dio sus primeros pasos en el siglo XIX. La más paradigmática de estas atribuciones fue la del Plan de operaciones. Basados en hallazgos novedosos y completamente desconocidos, creemos haber probado que este documento no fue escrito por Mariano Moreno [1].
Como he dicho, a pesar de que muchos no lo sospechan, el Plan es solo uno de los múltiples textos que, sin pertenecerle, han sido adjudicados al Secretario de la Primera Junta. Los equívocos más recientes se dieron a partir del redescubrimiento, a comienzos de la década del sesenta, del archivo de Moreno conteniendo presuntos “artículos inéditos”, y no han cesado hasta hoy.
La dificultad ocurre en que a partir de esos “textos inéditos” se han generado nuevas hipótesis sobre cuál era el ideario de Mariano Moreno en materia política y religiosa. Especulaciones que también se extienden a cuál era la profundidad de su conocimiento sobre determinados sucesos puntuales de la Revolución francesa, o a cuál su opinión sobre ciertos intelectuales y filósofos. Pero la realidad es que ninguno de esos textos le pertenece, de tal modo que todas las digresiones que se han hecho en base a ellos resultan ser completamente falaces. Estas concepciones erróneas se han amplificado y difundido en congresos y en textos académicos. De allí la importancia de su desmentida.
Por lo tanto, los escritos apócrifos de Moreno han contribuido a que se divulgue un conocimiento incorrecto. En definitiva, a formar una visión desfigurada del verdadero Moreno. Ni mejor ni peor, solo irreal. Estas inexactas nociones son las que trataremos de desterrar en el presente artículo.
Lógicamente que han existido algunos autores –aunque no han sido muchos– que han llamado la atención sobre estas dudosas o –completamente– incorrectas atribuciones. Pero, en general, salvo casos puntuales, no se ha identificado o detallado en qué consiste cada uno de estos desaciertos [2].
También se ha dicho que “sin duda”, todos estos “artículos inéditos” estaban destinados a aparecer en la Gazeta de Buenos Ayres. Es esta otra hipótesis aventurada que tampoco tiene asiento en la realidad.
Los “apócrifos” de Moreno
En forma sucinta podríamos agrupar a los “apócrifos” de Moreno en tres categorías:
1. Textos que sin haber sido escritos por él, le han sido imputados. Estos, que son la mayoría, a su vez se los puede subdividir en dos grupos:
a. Ensayos de otros autores que por descuido o error fueron atribuidos a Moreno.
b. Textos que fueron creados con el designio de ser adjudicados maliciosamente a Moreno.
2. Textos que siendo de Moreno fueron cercenados en forma intencional para presentarlos a los nuevos lectores de forma incompleta.
3. Artículos que siendo de Moreno fueron añadidos para hacerle decir lo que nunca dijo.
Una última operación relacionada con la alteración de la obra moreniana ha sido la de negarle en forma sistemática escritos que sí fueron escritos por el prócer. Textos que muchas veces encierran lo esencial de su pensamiento político. Aquí se da la paradoja de que siendo auténticos –hay numerosa evidencia que así lo atestigua– se los ha considerado apócrifos.
Aquí nos detendremos únicamente en los de la primera categoría: los que fueron adjudicados al prócer por desconocimiento.
La biblioteca archivo de Mariano Moreno
Creo oportuno hacer ahora una aclaración que no por obvia resulta innecesaria. El Secretario de la Primera Junta no escribió de cuño propio todo lo que se ha encontrado en su archivo. Existe una situación que –tal vez, por haberse adoptado una mirada anacrónica– no ha sido suficientemente considerada: la biblioteca del prócer –así como la de muchos hombres ilustrados de la época– estuvo formada no solo por volúmenes impresos sino, también, por obras manuscritas. Es este un hecho notorio, que se justificaba por varios motivos. Al Río de la Plata llegaban muy pocos ejemplares de algunas obras, en particular, si se trataba de autores prohibidos. De todos modos, estos libros eran conocidos y se los podía hallar en las bibliotecas de quienes tenían las dispensas necesarias y de aquellos que se arriesgaban a poseerlos en el recogimiento de sus hogares. En el Alto Perú, donde Moreno estudió, la difusión de estos libros era más usual y tolerada. Así lo informaba su hermano Manuel:
Todos los mejores autores de Europa sobre política, moral, religión, historia, etc., que han pasado de cuando de cuando por entre las severas prohibiciones del despotismo inquisitorial hasta Buenos Aires, han ido regularmente a parar al Perú, donde encuentra mejor recepción ya por el mayor aprecio que de ellos se hace, ya por el más subido precio a que se venden, o ya, en fin, porque el espionaje es menos severo, siendo los que están encargados de estorbar la circulación de semejantes obras los mismos que las solicitan y colocan con preferencia en sus estantes [3].
De estos ejemplares, o de algunos de sus capítulos, se sacaban copias o se hacían traducciones –necesariamente manuscritas– que luego circulaban entre los intelectuales interesados. Recordemos que en el inmenso Virreinato solo existía una imprenta, por lo tanto, aun los textos de los autores permitidos debían difundirse, forzosamente, de aquel modo. Por eso, entre los papeles de Moreno –como parte de su propia biblioteca– figuran ensayos de otros escritores, muchos de ellos franceses. Verbigracia, Volney, D´Aguesseau o Condorcet [4]. Nuevamente es Manuel Moreno quien no nos deja mentir al respecto. Al hacer la ya famosa enumeración de los autores que influenciaron a su hermano, expresó:
Los escritos de Aguesseau, Montesquieu, Locke, Bacon, Filangieri, Jovellanos, eran sus guías y modelos [...] el candoroso y noble Garcilazo, con muchas obras manuscritas de otros autores, que los opresores del país no permitían ver la luz, le eran perfectamente familiares [5].
Lógicamente que al ser textos con frecuencia vedados, nadie firmaba, ni rubricaba esas copias. Por otro lado, tampoco tenía mucho sentido hacerlo dado que se trataba de textos ajenos. El papel no solo facilitaba su difusión, sino también su ocultamiento y eventualmente su sencilla destrucción.
Por lo tanto, veremos que a Mariano Moreno se le han atribuido como propios, textos que, en definitiva, eran solo parte de su biblioteca.
Los “inéditos” entran en escena
A principios de la década de 1960 el señor Román F. Pardo –el anticuario que se hallaba en posesión del archivo de Mariano Moreno–, permitió que el historiador polaco-argentino Boleslao Lewin, por entonces director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral, consultara algunos de manuscritos inéditos de ese repositorio. Inmediatamente, Lewin los publicó en carácter de primicia. Los describió como “carpetas de Mariano Moreno anteriores a la Revolución de Mayo, principalmente de su época de estudiante universitario” [6]. Aceptó, así, una sugerencia de quien se las confiara en carácter de préstamo [7]. Las dató, entonces, entre 1800 y 1805. Recordemos que Moreno permaneció algo más de cinco años en el Alto Perú estudiando en la Universidad de Chuquisaca. Salió de Buenos Aires en noviembre de 1799 y regresó, con un título de abogado, una esposa y un hijo, a mediados de septiembre de 1805 [8].
Lewin consideró a estos “documentos desconocidos” de Moreno como “de apasionante interés para la historia de las ideas político-filosóficas tanto en la Argentina como en Hispanoamérica” [9]. Presentó, entonces, “un cuaderno con noticias sobre la Revolución francesa” que, confesó, no le parecía que estuviera escrito con la caligrafía del prócer [10]. En su artículo, Lewin solo utilizó alguno de estos textos para explicar el presunto pensamiento religioso de Moreno y para justificar la supuesta influencia que J. J. Rousseau habría ejercido sobre su acción [11].
En nota al pie, antes de comenzar la transcripción de este “cuaderno”, que él llamó “Documento II”, Lewin brindó una aclaración que luego fue desatendida u olvidada:
Consideramos que por la letra y por la errónea grafía del nombre Rousseau, que aparece siempre escrito Rosso, este documento es una copia de algo así como una información secreta acerca de la Revolución francesa que circulaba en los medios universitarios de Charcas. Para nuestro caso, lo importante es que Moreno lo haya incorporado a sus carpetas [12].
Vemos, entonces, que Lewin no consideraba que Mariano Moreno hubiera sido el autor de estos ensayos. Ni siquiera su copista. Únicamente su poseedor. Sospechaba que solo eran noticias sobre la Revolución francesa que circulaban de mano en mano, probablemente entre los estudiantes universitarios. Veremos que buena parte de su intuición tenía asiento en la realidad.
Seguramente fue esta opinión de Lewin la que colaboró para que dichos textos inicialmente pasaran más o menos desapercibidos. Lewin se valió de ellos para documentar diversos artículos y libros suyos, pero no se supo mucho más de ellos en los siguientes quince años. Todo esto iba a cambiar a mediados de la década del setenta.
Los Artículos que la Gazeta no llegó a publicar
En 1975, el doctor Eduardo Dürnhöfer, quien fuera un notorio y esforzado morenista, publicó un libro de título atrayente y provocador que se haría rápidamente conocido entre los que han estudiado las ideas del Secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno: Artículos que la “Gazeta” no llegó a publicar [13]. El doctor Dürnhöfer dedicó este volumen a reproducir todos los textos que Lewin había publicado casi quince años antes en Rosario y que ahora formaban parte de su archivo privado. Los acompañó de un proemio aclaratorio y de un anexo con su opinión sobre la cuestión de la autenticidad del Plan de operaciones.
Sin embargo, se dio una singularidad: Dürnhöfer presentó estos artículos, erróneamente, en carácter de primicia. Ignorando la publicación hecha por Lewin, abrió su libro con la siguiente declaración: “Salen a luz por primera vez en forma completa con esta publicación, una serie de artículos del Dr. Mariano Moreno que se refieren a temas que, a nuestro juicio, han de ser de interés para la historia argentina” [14].
El doctor Dürnhöfer aseguró que Lewin solo “tuvo ocasión de tener por algunas horas ciertos manuscritos en sus manos por autorización de Román F. Pardo” y que “por ello pudo transcribir ciertos párrafos sueltos” [15]. Para justificar su aserto mencionó un volumen donde Lewin utilizó fragmentos de estos textos [16]. Ya vimos que, en realidad, Lewin los había publicado en forma íntegra muchos años antes.
Por otro lado, las inferencias de Dürnhöfer contrastaron sustancialmente con las de Lewin. Es curioso que dos investigadores, utilizando los mismos documentos, llegaran a conclusiones tan opuestas, como ahora repasaremos.
La más trascedente de ellas fue que el doctor Dürnhöfer atribuyó todos los ensayos en forma directa a Mariano Moreno. No se trataría, entonces, de “información” pasada de mano en mano, sino de verdaderos originales del prócer.
Tampoco coincidieron en el momento de su escritura. Para Dürnhöfer, “los escritos fueron confeccionados después de la Revolución de Mayo”. Aseguró que la caligrafía correspondía “no al período de estudiante [en Chuquisaca], sino a la época de madurez […], la fluidez y seguridad de la escritura pertenecen al periodo de plenitud” [17].
El doctor Dürnhöfer sostuvo que casi todos ellos habían sido preparados por el Secretario de la Primera Junta para ser publicados en la Gazeta de Buenos-Ayres. Pero como sabemos, allí no aparecieron. Argumentó, entonces, que su ausencia era “fácilmente explicable” como consecuencia de una conocida y fatal circunstancia: “A raíz del alejamiento de Mariano Moreno del poder, la Gazeta tomó otro rumbo” [18].
Dürnhöfer, como Lewin en 1961, también se percató de la peculiar grafía fonética de los nombres franceses existente en esos manuscritos. Pero le dio una diferente explicación. La atribuyó al supuesto destino de difusión que habrían tenido estos textos: “forzosamente tienen que haber estado destinado a la lectura de terceros, y más probablemente a la lectura popular” [19]. O sea que Moreno habría castellanizado el “Rousseau” en “Rossó” para que el pueblo pudiera leerlo de la forma en que, aproximadamente, se pronunciaba en el francés original.
Un último punto en el que discreparon ambos autores fue en el de la caligrafía del manuscrito. Para el doctor Dürnhöfer fueron escritos por la mano del mismo Moreno. Afirmó su juicio en el dictamen de un perito calígrafo.
Las dudas
La palabra del doctor Dürnhöfer fue tomada por muchos investigadores –por suerte, no por todos– como una certeza, cuando, en realidad, ninguna evidencia de peso respaldaba sus conclusiones.
Quien tome el volumen de Dürnhöfer, con solo leer su índice, sin necesidad de adentrarse en el contenido de los artículos, podrá advertir, inmediatamente, algunas –llamémoslas– anomalías para textos de Moreno. Los títulos son los siguientes:
1. “3 de agosto de 1789”.
2. “Apoteosis de Volter, el 12 de julio de 1791”.
3. “Estatua del Papa quemada en el Jardín de la Revolución, el 6 de abril de 1791”.
4. “De Avignon, Estado del Papa, dice:”
5. “Apoteosis de J. J. Rosso, el 11 de octubre de 1794”.
6. “Calendario seguido en Francia después de la proclamación de la República” [20].
Cada uno de ellos es un escrito independiente.
En principio, los temas desarrollados en esos ensayos llaman la atención. ¿Cuánta versación sobre la Revolución francesa podía tener el doctor Moreno como para escribir con soltura sobre sucesos precisos ocurridos durante su transcurso? En sus escritos públicos solo se le conocen escasas menciones más bien generales referidas a este tema. En segundo lugar, a cuatro de los hechos se los asocia con una fecha puntual. Lo que sugiere alguna especie de calendario o efemérides. Por otro lado, el título del texto más breve que no lleva fecha, finaliza con la palabra “dice” seguida de dos puntos. Entonces, ¿quién dice?
La lectura de los artículos solo refuerza la imposibilidad de que Moreno pudiera haberlos redactado. Claramente el autor debía haber presenciado y tenido alguna vivencia directa de los acontecimientos que allí relataba. Seguramente su origen debía ser francés.
Presentaremos, entonces, a continuación, los originales franceses de cada uno de estos artículos, que adelantamos, son meras traducciones castellanas de ellos.
“3 de agosto de 1789”
Comenzaremos con el primero de los escritos, el encabezado “3 de agosto de 1789”. Este título encierra un par inexactitudes, lo cual puede dificultar la tarea inicial de su identificación. En primer lugar, la fecha es incorrecta. El manuscrito original del que fue copiado dice “5” en vez de “3”. La mala interpretación de un número puede resultar mucho más frecuente de lo que se sospecha cuando se consultan manuscritos del siglo XVIII o principios del XIX. Creemos que el redactor escribió “5” pero fácilmente puede confundirse con un “3”, ya que en el manuscrito no se llega a ver claramente la raya horizontal que abre el número. O sea que la fecha correcta es “5 de agosto de 1789”. Y en segundo lugar, el título, como veremos más abajo, está incompleto.
La fecha se refiere al día en que el abate Fauchet dio un famoso discurso en honor a los caídos durante la toma de la Bastilla. Fue publicado, en 1789, en París y en otras ciudades de Francia, como Lyon, bajo el título Discours sur a liberté Françoise, prononcé le mercredi 5 Août 1789. Dans l´église Paroissiale de S. Jacques y de SS. Innocents, durant une Solemnité consacrée à la Mémoire des Citoyens qui sont morts à la prise de la Bastille, pour la défense de la Patrie [21].
Inmediatamente, este folleto fue prohibido en España. El edicto está fechado del 13 de diciembre de 1789 [22].
Una vez identificada la fecha verdadera y el discurso al cual se refiere el escrito atribuido a Moreno, la segunda dificultad ocurre con su texto, ya que no es una transcripción de aquel.
Veremos ahora los pormenores de la realidad. Este ensayo que elogia a Fauchet y a su discurso, fue publicado en Francia en 1792. Su título completo es: Service à Saint-Jacques l´Hôpital, le 5 Août 1789, en l´honneur de ceux qui morts au siège de la Bastille. Sermon de l´abbé Fauchet. Apareció de forma anónima en una obra monumental conocida como los Tableaux historiques de la Révolution Française. Su autor fue Sébastien-Roch-Nicholas de Chamfort. Lo podemos consultar, también, en sus Obras escogidas [23]. El texto fue escrito, en realidad, para acompañar y complementar discursivamente a una ilustración, un “cuadro”, el número 22 de aquella obra, titulado “Service funèbre des citoyens morts au siège de la Bastille”, que fuera dibujado por Jean-Luis Prieur y grabado por Pierre-Gabriel Berthault.
Por lo tanto, la versión “Moreno”, lleva un título simplificado y una fecha errónea. Pero sin duda es parte del texto de Chamfort. La versión “Moreno” no lo transcribe en su totalidad, sino que lo hace en forma más sucinta y discretamente reformada. Los dos primeros largos párrafos de la edición de 1975 (páginas 35 y 36) están traducidos casi literalmente de la parte media del artículo original. El tercer párrafo (página 36) está refundido siguiendo dos partes del texto del Chamfort, una de ellas es su última frase con los términos invertidos.
Luego, el texto castellano continua diciendo: “El mismo Fauchet, el 27 de septiembre del mismo año echó un sermón al tiempo de la bendición de las banderas de la Guardia Nacional en la iglesia de Nuestra señora”. Evidentemente se está refiriendo a otro de los “tableaux”, el 27: “Bénédiction des drapeaux de la Garde Nationale, 27 septembre 1789”. En este, caso el redactor del ensayo que acompañaba a la ilustración fue Pierre-Louis Guinguené [24]. La versión Moreno finaliza con un “etc.”, dando a entender que solo se trata de un extracto, y que el texto proseguía [25].
Este texto, mal titulado, y mal zurcido, ha sido utilizado por distintos autores para imaginar a un Moreno lector y traductor de Fauchet. De sus líneas han pretendido también deducir cuál era el pensamiento de Moreno en materia religiosa. Vemos, ahora, que la realidad es otra. Moreno no tradujo a Fauchet, ni comentó los discursos de 1789 y, probablemente, tampoco los haya conocido en su versión original. Simplemente –y en el mejor de los casos– tuvo la copia de un fragmento de una obra muy famosa en su tiempo que describía esos acontecimientos.
Compararemos ahora el inicio del texto atribuido a Moreno y la parte correspondiente en el original de Chamfort que existe promediando su ensayo:
Les représentants provisoires de la commune, après avoir satisfait a des devoirs encore plus pressants, aux soins de la sureté générales, ordonnèrent un service et un éloge funèbre consacrés a la mémoire des citoyens morts a la prise de cette forteresse et pour la défense de la patrie. Tout fut remarquable et imposant dans cette solennité, qui fut célébrée dans l’église paroissiale de Saint-Jacques et des Saints-Innocents [26].
La versión atribuida a Moreno dice así:
Los representantes provisorios de la común, ordenaron un servicio y elogio fúnebre consagrado a la memoria de los ciudadanos muertos en la toma de la bastilla y defensa de la patria. Todo fue notable y asombroso en esta solemnidad que se celebró en la iglesia parroquial de San Tiago y Santos Inocentes [27].
Vemos que la versión castellana omite parte de una oración y que donde el original francés dice “cette forteresse” el traductor español anotó “Bastilla”. Cambio necesario debido a las omisiones en el título y a la supresión de los párrafos iniciales, lo cual obligó a aclarar cuál era la fortaleza de la que se estaba hablando. Pero no cabe ninguna duda de que el texto del archivo de Moreno es una simple traducción del “discurso” de Chamfort.
Pues, bien, sabiendo de dónde fue tomado el primero de los textos atribuidos a Moreno relacionados con hechos puntuales de la Revolución francesa, podemos deducir muy rápidamente dónde se encuentran los originales del resto de ellos. En el mismo lugar.
Los Cuadros históricos de la Revolución Francesa
Los Tableaux historiques de la Révolution Française consisten en una monumental serie comercial de grabados que ilustran los momentos principales y muchas veces más dramáticos del proceso revolucionario de ese país. Representan los eventos del decenio revolucionario entre el Juramento del Juego de Pelota, el 20 de junio de 1789 (tableaux 1), y el golpe de estado napoleónico del 18 de Brumario del año VIII (9 de noviembre de 1799) (tableaux 144). Fueron uno de los logros artísticos más significativo del período revolucionario. Cada ilustración iba acompañada de un texto narrativo, usualmente denominado “discurso”.
Los grabados de la colección adquieren un carácter documental debido a la precisión visual y topográfica de cada evento que se describe en ellos [28]. Quienes los ejecutaron fueron partícipes de los acontecimientos que ilustraban y narraban. Lógicamente muchas de las escenas fueron manipuladas con el fin de expresar ideas específicas sobre la naturaleza de cada una de ellas. Los artistas procuraron influir en la construcción de la memoria de cada uno de esos hechos. Por ejemplo, el ilustrador de los primeros sesenta y siete “cuadros”, Jean-Louis Prieur, pretendió, primordialmente, dejar testimonio de la participación del pueblo en las jornadas revolucionarias [29].
La historia bibliográfica de esta obra es ardua. Ha sido desentrañada por esforzados autores a fines del siglo XIX y a principio del XXI. Maurice Tourneux, cuando realizó su estudio inaugural de las ediciones de los Tableaux historiques se refirió al “caos de las cuatro ediciones diferentes, de sus prospectos múltiples, de su texto a veces respetado, a veces modificado y finalmente reemplazados; las planchas y los retratos sobrepasaron por mucho las promesas de los primeros editores” [30].
Anunciada en abril de 1791 como Tableaux des Principaux événements qui ont eu lieu dans la Révolution de France, fue lanzada en julio de ese año bajo el título Tableaux de la Révolution française au Collection de quarante-huit gravures, représentant les événements principaux qui ont eu lieu en France depuis la transformation des états-généraux en assemblée nationale, le 20 juin 1789. Es conocida, mayormente, como la Collection complète des Tableaux historiques de la Révolution Française [31].
La empresa fue impulsada por una “Sociedad de Gente de Letras” anónima. En 1794, un editor profesional, Auber, adquirió los Tableaux y se hizo cargo de la edición [32].
Existe la hipótesis de que el proyecto inicial fue lanzado por los artistas. Jean-Louis Prieur, habría comenzado con las primeras ilustraciones antes de que el autor inicial escribiera los discursos correspondientes [33]. En cambio, durante su continuación, a partir del discurso 51, ocurrió lo opuesto: los textos precedieron a las imágenes [34].
Los discursos aparecieron sin indicación de autor, sin embargo, se sabe que los redactores fueron, al menos, cinco y se sucedieron a lo largo de los años. El abate Claude Fauchet (1744-1793) estuvo a cargo de la introducción y de los cuatro primeros discursos; Sebastien-Roch-Nicholas de Chamfort (1741-1794) anotó los cuadros numerados del 5 a 26 [35]; Pierre-Louis Guinguené (1748-1816), los cuadros 27 a 50 [36]; François-Xavier Pagès (1745-1802) siguió con el resto de ellos [37]. El último revisor fue Pierre-Auguste-Marie Miger (1771-1837). Ninguno de ellos era historiador de profesión, sino más bien, literatos, publicistas y periodistas. Habían vivido los acontecimientos que relataban y varios de ellos morirían como consecuencia de los sucesos revolucionarios[38].
La obra, inicialmente, estaba proyectada para abarcar cuarenta y ocho grabados acompañados de su correspondiente “discurso” explicativo. Luego de la aparición de su prospecto a mediados de 1791, se comercializaron dos entregas mensuales con dos grabados cada una. La tirada se completó a principio de 1794. El éxito de la empresa, estimuló a que fuera continuada hasta los ochenta grabados.
Las últimas entregas de la primera edición aparecieron durante el “período del Terror” (septiembre 1793 a la primavera de 1794). En los años futuros se harían nuevas ediciones que verían la luz bajo diversos regímenes políticos: el Directorio (1795-1799), el Consulado (1799-1804), el Imperio (1804-1814) y la Restauración borbónica (1814 en adelante). No es de extrañar, entonces, que el contenido de los discursos se fuera adecuando a los cambios en la valoración oficial y popular del pasado reciente.
La segunda edición apareció en 1798. Los textos de Chamfort y Guinguené fueron reelaborados por Pagès para “librarlos de toda la herrumbre revolucionaria” [39]. Este autor trató de atenuar el tono antimonárquico y anticlerical de sus dos predecesores, y modificó o quitó toda expresión injuriosa contra la aristocracia, y todos los pasajes que ridiculizaban la subsistencia del culto religioso en los dos primeros años de la revolución. Aportó las mayores variantes sobre los textos de Ginguené. Suprimió sistemáticamente las críticas contra las personas y las instituciones del Antiguo Régimen [40]. Continuó, además, con los discursos a partir del 50 [41].
En su tercera edición, la de 1802, los Tableaux historiques adquirieron una forma casi definitiva. El primer tomo agregó nueve grabados “preliminares” que ilustraban los eventos prerrevolucionarios entre febrero de 1787 y abril de 1789. Este tomo contenía, además, los primeros 68 grabados con sus discursos. La paginación llegaba a la 272. El segundo tomo incluía los grabados numerados 69 a 144. La paginación se continuaba en forma correlativa de la 273 a la 580. Esta edición agregaba un tercer tomo con una serie de sesenta retratos de los principales protagonistas de la revolución, todos con igual formato, acompañados de un breve discurso con la reseña de las virtudes y defectos de cada figura. Intercalaba, además, los cinco textos constitucionales que rigieron Francia a partir de 1791, y la declaración de los Derechos del Hombre. Los textos sufrieron nuevas modificaciones. Fueron revisados para introducir “un tono aún más virulento que el de Ginguené”. Estos cambios no pueden ser atribuidos a Pagès, siempre más benévolo con la monarquía y la aristocracia [42].
En 1804 se hizo una nueva edición en tres volúmenes añadiendo nuevos retratos. Finalmente en 1817, luego del retorno de los borbones, apareció una edición abreviada. Los textos de los grabados fueron reducidos a una noticia descriptiva que se atribuye a Pierre-Auguste-Marie Miger, quien se limitó a una descripción fáctica de los principales sucesos [43]. Los retratos fueron retocados para brindarles un sentido menos revolucionario. Por lo tanto, hasta 1817 existieron cinco ediciones diferentes, llegando a sumar al final tres frontispicios, 144 grabados y 66 retratos.
Si bien se trató de un éxito comercial, su alcance debió verse necesariamente limitado por el precio y por el esfuerzo que demandó una edición de lujo como esta llevada a cabo a lo largo de años prolongadamente tumultuosos [44]. De todos modos sabemos que los grabados de los Tableaux historiques se difundieron por Europa. Los editores extranjeros los juzgaron lo suficientemente representativos y fidedignos como para reproducirlos fraudulentamente en su idioma. Existieron tiradas hechas en Ámsterdam, Bruselas y Alemania.
A pesar de haber sido publicada hace más de doscientos años, muchos de sus grabados pueden resultar familiares al lector de hoy ya que han sido utilizados para ilustrar diversas obras –tanto científicas como de divulgación– relacionadas con la Revolución francesa.
En nuestro país, los volúmenes de los Tableaux historiques son raros de hallar. Lo cual explica, en parte, que este enredo no haya sido desentrañado hace décadas [45].
Sabiendo, ahora, de qué se tratan los Tableaux historiques nos referiremos al resto de los textos que erróneamente se atribuyeron a Moreno.
“Apoteosis de Volter el 12 de julio de 1791”
Es este el siguiente artículo adjudicado a Moreno por el doctor Dürnhöfer. Fue escrito, en realidad, por François-Xavier Pagès. Es el “discurso” que acompaña al cuadro número 55 de los Tableaux historiques que lleva por título: “Apothéose de Voltaire, le 12 juillet 1791”. En algunas de las ediciones, el grabado muta su título a “Triomphe de Voltaire”. Fue realizado por Pierre-Gabriel Berthault y Jacques-Joseph Coiny sobre una ilustración de Jean-Louis Prieur.
El texto de Pagès describe en detalle aquel suceso como solo un testigo puede hacerlo. Imposible pensar que Mariano Moreno pudiera ser tal persona. Se trata, casi, de una crónica periodística.
El párrafo que abre el discurso en su idioma original dice así:
Dans las révolutions politiques, ou la des intérêts produit nécessairement celle des opinions, ou les ames s´exaltent pour soutenir l´erreur comme la vérité, ou les haines de partis (plus fortes que les haines particulières) succèdent aux duces affections de la société [46].
Y la versión del archivo de Moreno:
n las revoluciones políticas, en que la diferencia de los intereses produce necesariamente la de las opiniones, en que las almas se exaltan para sostener el error como la verdad, en que los odios de partidos (más fuertes que los odios particulares) suceden a las suaves afecciones de la sociedad [47].
Esta traducción castellana es completa y textual del original francés. Incluso el manuscrito lleva subrayadas las partes que se encontraban en versalita en la versión primitiva. Verbigracia: “hizo el Edipo a los 17 años” [48].
El texto del archivo de Moreno fue traducido de la primera edición de los Tableaux. Tourneaux explica que si bien el discurso aparece sin variantes en todas las ediciones, a partir de la segunda incluye una breve adición al final [49]. Esta no existe en la versión transcripta por el doctor Dürnhöfer.
“Estatua del papa quemada en los jardines de la Revolución, el 6 de abril de 1791”
El artículo de este título atribuido a Moreno fue escrito también por François-Xavier Pagès. Se trata del texto que acompaña al grabado número 51 de los Tableaux historiques: “Mannequin du pape brûlé au jardin de la Révolution. Le 6 avril 1791”.
Vemos, ahora, que no es el Secretario de la Primera Junta quien justifica a este suceso. A partir de este texto de Pagès ciertos autores han deducido una posición francamente anticlerical del doctor Moreno. Allí, el supuesto “Moreno” asegura que “el soplo de la razón ha debido aniquilar” el poder del Papa. Se queja de “los delitos de toda especie con que se han manchado los monstruos que han elevado la tiara”. Hace referencia a las “supersticiones romanas” y al “embrutecimiento de sus dogmas”. Declara, finalmente, “al Papismo como al más funesto de los azotes que ha asolado el Universo” [50]. ¿Es posible que Moreno hubiera escrito esos conceptos con la finalidad de que los leyera en la Gazeta el pueblo mayormente católico y conservador del Buenos Aires de aquel entonces? Hubiera sido un extraño modo de atraer partidarios a la aún frágil revolución.
Como en los otros casos, la ilustración es de Jean-Louis Prieur y el grabado de Berthault. También existe otra versión que en su epígrafe muta “jardin de la Révolution” por “Palais Royal”.
Compararemos ahora el inicio de ambas versiones:
Ce fut jour deux âpres la mort de Mirabeau, tandis que le deuil don se couvroient les patriotes trop crédules exprimoit foiblement leur douleur [51].
Dos días después de la muerte de Mirabó, mientras que el duelo con que se cubrían los patriotas demasiado crédulos explicaba débilmente su dolor [52].
Se trata exactamente del mismo texto. Ninguna duda puede caber al respecto. El atribuido a Moreno, solo es una traducción española del de Pagès. La versión “Moreno” es textual y completa respetando al original francés.
El uso de la palabra “patriotas” nos informa que el texto utilizado para la traducción castellana fue el de la edición original (1791-1794), debido a que en la de 1798 y en las siguientes fue reemplazado por “los franceses”. Incluye, además, los dos párrafos finales que fueron suprimidos en la edición de 1804 [53].
“De Avignon, Estado del Papa, dice:”
Este es, efectivamente, el título de un breve texto que se atribuyó a Moreno. Cualquiera puede notar que quien lo redactó intentaba explicar que solo estaba transcribiendo la opinión de otro autor, justamente sobre los Estados Papales de Avignon. Con tal título no existe en ninguna obra francesa ni española. Pero si buscamos dentro de los Tableaux historiques, en uno de los ensayos escritos por Páges, vamos a encontrar el fragmento del caso. Forma parte del “discurso” titulado: “Massacre de l´escuyer a Avignon, 16 octubre 1791”. Acompaña al grabado 58 que, a su vez, se titula “Mort de L'Escuyer dans l'église des Cordelliers à Avignon. Le 16 octobre 1791”. El autor de la ilustración y el grabador son los mismos que en los casos anteriores.
Compararemos ahora los párrafos respectivos:
Appelés para la nature et par les convenances politiques á partager les loix du peuple qui leur avoit donné son langage, et qui pourvoyoit a leurs besoins, ils avoient peu ressenti l´influence du gouvernement ultramontain don ils étoient sujets [54].
Conducidos por la naturaleza y por las conveniencias políticas a participar de las leyes del pueblo que les había dado su lengua y que proveía a sus necesidades, habían sentido poco la influencia del gobierno ultramontano a que estaban sujetos [55].
Nuevamente vemos que el texto atribuido a Moreno es una simple traducción textual de esa porción del “discurso” de Pagès. Al párrafo en castellano del archivo de Moreno solo le falta una breve referencia a Francia de tres palabras.
“Apoteosis de J. J. Rosso el 11 de octubre de 1794”
Es el último artículo de esta serie atribuido a Moreno. Proviene del mismo lugar que los otros que hemos reseñado. Es el “discurso” que se titula “Apothéose de J. J. Rousseau, le 11 octobre 1791” y que acompaña al grabado 108 de los Tableaux historiques, titulado, a su vez: “Apothéose de J. J. Rousseau. Sa Translation au Panthéon. Le 11 Octobre 1794, ou 20 Vendémiaire an 3eme de la République”.
En esta oportunidad, el grabado de Pierre Gabriel Berthault fue hecho sobre una ilustración de Abraham Girardet (1764-1823).
Compararemos el párrafo inicial de ambos textos:
La convention nationale acquitta la dette de la patrie envers un grand homme, envers un bienfaiteur de l´humanité, lorsqu´elle décréta l´apothéose de J. J. Rousseau, et que ses cendres seroient transférées au Panthéon. Eh! qui fut jamais plus digne d´un tel honneur? [56]
La Convención Nacional pagó la deuda de la Patria para con un grande Hombre, para con un bienhechor de la humanidad, cuando decretó la apoteosis de J. J. Rossó y que sus cenizas fuesen transferidas al Panteón. Ah! ¿Quién fue jamás más digno de un honor semejante? [57]
Nuevamente no queda ninguna duda de que el texto atribuido a Moreno es solo una traducción sin cambios del original francés. En este caso, la versión castellana publicada por Dürnhöfer es casi completa. Solo omite el párrafo final, antes de la transcripción de unos versos de Olivier Coranne, autor que la versión española deja sin identificar ya que simplemente los atribuye a “un ciudadano francés”. La oración que introduce esos versos también está modificada. Así mismo, luego de los versos faltan las cinco líneas con las que finaliza el ensayo. El texto de “Moreno” concluye con una aclaración que lógicamente debió haber hecho sospechar que todo estaba copiado de algún original francés. Dice: “Están traducidas –se refiere a la poesía de Coranne– literalmente del francés y sin acomodar al verso castellano”. Lo que es cierto.
El texto del cuadro 108 aparece por primera vez en la edición de 1802 de los Tableaux.
“Religión”
n su artículo de 1961, Boleslao Lewin publicó otro documento inédito del archivo de Mariano Moreno. Se titulaba, simplemente, “Religión” [58]. Fue, sin dudas, el que más le impresionó de todos ellos. Entendió que este ensayo con las “reflexiones de Moreno acerca del papel de la religión en las sociedades humanas”, era la “pieza más importante y sorprendente del material inédito del prócer”. Lewin también ponderó la calidad literaria del manuscrito. Cuando lo reprodujo en el apéndice de su artículo, en nota al pie, juzgó que eran “notables la claridad expositiva y la perfección idiomática del joven Moreno” [59]. Vemos, entonces, que en este caso, a diferencia de lo que creía en relación a los documentos comentados hasta aquí, Lewin consideró al ensayo como fruto del ingenio del prócer [60].
Lewin sacó buen provecho de este largo alegato en contra del ateísmo y a favor del establecimiento de una religión en comunión con el Estado. Lo publicitó atribuyéndoselo a Moreno en multitudinarias ocasiones. En particular, en los libros y artículos –que no fueron pocos– que dedicó a estudiar la influencia del pensamiento de Juan Jacobo Rousseau sobre el de los revolucionarios de Mayo. Si bien no volvió a reproducir el ensayo “Religión” completo, sí transcribió largamente muchos de sus párrafos. Consistentemente lo hizo con el que abre el texto y que comienza explicando que “la religión es la base de las costumbres públicas, el consuelo de los infelices, y, para servirnos de la brillante expresión de Homero, la cadena de oro que suspende la tierra al trono de la divinidad” [61].
Resumiendo, Lewin enfrentó al lector repetidamente con un texto inédito, supuestamente escrito por Mariano Moreno en el lustro que va de 1800 a 1805, donde este argumentaba sobre el rol de la religión en la conformación de los Estados. En las próximas páginas veremos que nada de esto resultó ser cierto.
El ensayo “Religión” fue muy recorrido por quienes estudiaron el pensamiento de Moreno. Mucho más aún, cuando el nuevo poseedor del manuscrito, el doctor Eduardo Dürnhöfer, volvió a darlo a la prensa en 1975 [62]. Como ocurrió con los artículos discutidos más arriba, Dürnhöfer lo presentó, erróneamente, en carácter de primicia. Ignorando la publicación hecha por Lewin casi quince años antes, solo advirtió sobre la divulgación “de ciertos párrafos sueltos” que hizo aquel autor en los años que siguieron a 1961 [63].
Desde entonces ha sido casi un lugar común parafrasear y citar a este artículo de “Moreno” cuando se trató de dilucidar cuál fue su pensamiento en materia religiosa [64].
La duda
Sin embargo, luego de su lectura, es difícil coincidir con la atribución de este ensayo a Moreno. Existen numerosos elementos que despiertan la sospecha.
En primer lugar, el artículo finaliza con una frase trunca. Algo que debería despertar, al menos, la sospecha. Dice así: “como insectos que siguen a una inundación no destruirá en el alma, etc.”. Esta anotación sugiere que el texto era más extenso y que el escriba, sin embargo, optó por terminarlo abruptamente en esta parte de la oración. El doctor Dürnhöfer imaginó una explicación conveniente y algo fantasiosa. Quiso ver en este “etc.” una señal de que Mariano Moreno había preparado este artículo como una “pieza oratoria” y que de allí en más “se sentiría lo suficientemente encaminado como para hablar libremente, sin necesidad de leer su discurso” [65].
En la misma frase, el autor se queja de los “tantos años de sufrimientos, de males y de crímenes de esa secta de Ateos que grava en el estado como insectos”. ¿A qué “secta de ateos” se refería “Moreno”? El gobierno colonial no era precisamente una “secta de ateos”. Su propio gobierno –la Junta– tampoco se encuadra en tal descripción.
Existen otros elementos aún más determinantes que también alimentan la duda. Nada diremos del estilo del escrito, ni de las ideas que “Moreno” allí manifiesta, ya que solo darían materia para la polémica, en buena parte estéril. Sí nos detendremos en uno de los sucesos que el autor menciona y que hace que esta identificación con el prócer de Mayo resulte imposible. En uno de sus párrafos dice:
El publicista Bielfed [66] pretende que una nación, en quienes se han extinguido los principios religiosos, camina precipitadamente a su ruina: para justificar su opinión basta echar una ojeada sobre las costumbres actuales comparadas a su estado antes de la revolución [67].
Pues, ¿qué “revolución” es esta? ¿La de mayo de 1810? Las costumbres, y aún menos la religiosidad del pueblo, no parecen haber variado demasiado entre mayo y diciembre de ese año, fecha en que Moreno dejó el gobierno. Por otro lado, no nos encontraríamos, entonces, ante “carpetas de la época chuquisaqueña”. La apelación a esta “revolución” –junto a otros datos incluidos en el ensayo– nos debieran hacer pensar en la auténtica a la que se refiere el autor: la francesa.
La realidad
Efectivamente, allí, en Francia, y luego de “la revolución” es donde encontraremos al legítimo creador del escrito que se atribuyó a Moreno. Se trata de Jean Chas, un prolífico autor de la época [68]. Como el lector ya puede suponer, tampoco se trata de un artículo aislado sino del extracto de una obra mucho más extensa. Quien tradujo al castellano este texto –¿Moreno?– lo tomó del siguiente libro: Jean Chas, Tableau historique et politique des opérations militaires et civiles de Bonaparte, premier consul de la République Française. Orné de son portrait, par J. Chas, de Nîmes. Ouvrage dédié à Madame Bonaparte. A Paris: Chez Arthus Bertrand, Libraire, quai des Augustines, n° 35, de l´imprimerie de Guilleminet, An X, 1801. VIII, 292 pp.
El artículo que Lewin publicó en 1961 atribuyéndolo a Mariano Moreno existe textual, pero en francés, entre las páginas 214 y 227 de esa obra. El título del capítulo, “Religión”, no se encuentra en el cuerpo del libro sino en su índice. Comienza con un breve párrafo dedicado a Napoleón que el traductor español prudentemente optó por omitir.
Dice así:
onaparte est pénétré de cette grande vérité, qu´il faut réunir á la politique et á la législation un system religieux, protecteur de toutes les religions et de tous les cultes, et, de´concert avec le saint siège, il´va donner au peuple français l´ancienne religion de l´état, et rétablir le culte public [69].
En el libro, este ensayo está precedido y seguido de otros dos textos relacionados con la religión: “Tolérance des religions” (páginas 213-214) y “Culte religieux” (páginas 228 y 240). Son los únicos tres capítulos –entre decenas– donde Chas discute puntualmente este tema.
Cuando Lewin publicó por primera vez este “escrito inédito”, afirmó que Moreno:
Copiaba o traducía, más bien lo último, a sus autores o textos favoritos. Sus traducciones o transcripciones, generalmente de autores prohibidos, tienen una importancia infinitamente mayor y proyectan una luz mucho más nítida sobre sus inclinaciones [70].
Decenas de equívocos, erróneas interpretaciones y malos entendidos, en definitiva la divulgación de un conocimiento incorrecto, se hubieran evitado si Lewin hubiera seguido la pista acertada que tenía en sus manos.
La prueba indubitable
Haremos ahora la comparación de ambos textos, el publicado por Chas en 1801 y el que Lewin y Dürnhöfer atribuyeron a Moreno. Solo reproduciremos los primeros párrafos para que el lector se dé una idea de la completa identidad entre ambos:
La religion est la base des mœurs publiques, la consolation des malheureux, et, pour nous servir de l'expression brillante d'Homère, la chaîne d'or qui suspend la terre au trône de la divinité. La religion est nécessaire aux peuples et aux chefs des nations; nul empire n'exista jamais sans la religion [71].
La religión es la base de las costumbres públicas, el consuelo de los infelices, y, para servirnos de la brillante expresión de Homero, la cadena de oro que suspende la Tierra al trono de la divinidad. La religión es necesaria a los pueblos y a los jefes de las Naciones; ningún imperio existió jamás sin ella [72].
Dejamos aquí la comparación ya que proseguir con ella sería repetir literalmente, pero en diferentes idiomas, a un mismo texto que sigue hasta la página 52 de la obra de Lewin y hasta la 227 de la de Chas. El escrito que se atribuyó a Moreno solo omite el párrafo inicial, que ya hemos transcripto, alguna que otra frase en el medio del artículo, una más sobre el final, y la conclusión del ensayo de Chas. La oración trunca con la que concluye el texto castellano, en el original francés prosigue así: “comme ces insectes qui paraissent après un orage, ne détruira point dans l´amé du peuple ces sentîmes religieux que la nature y a placés, que la religion y a fortifiés, et que l´habitude y a enracinés” [73].
No es este el único lugar de la obra de Jean Chas donde podemos encontrar sus reflexiones sobre la religión. Como lo haría Boleslao Lewin ciento cincuenta años más tarde, Chas también las reprodujo –al menos parcialmente– en numerosas oportunidades, antes y después de 1801. Un historiador ha explicado que “el escritor a quien más se refiere Jean Chas resulta ser el mismo Jean Chas” y que no puede dejar de “repetir de manera casi automática los mismos temas”, sus “párrafos funcionan como una autotextualidad redundante”[74]. Así, por ejemplo, el párrafo que abre el texto, el que dice “la religion est la base des mœurs publiques, etc.”, existe –junto con algunas otras frases del libro de 1801, como la que habla de los “legisladores antiguos”– en dos de sus obras publicadas en el año VIII de la República Francesa (1799/1800) [75] y en otra del año X (1802) [76].
El autor
Jean Chas nació en Nimes hacia 1750 [77]. Ingresó a la orden jesuítica pero no llegó a pronunciar sus votos antes de que fuera suprimida en Francia. Se retiró a París donde consiguió el título de abogado. A partir de 1784 comenzó a publicar folletos y compilaciones que han sido tildadas de “mediocres”. Inicialmente fue redactor de periódicos realistas. Durante el Terror se llamó a un prudente silencio. Luego del 18 de Brumario imprimió el drama La muerte de Robespierre [78]. Chas se declaró partidario del nuevo gobierno en una cantidad de panfletos. Pero sus opiniones fueron mutando según las circunstancias políticas. En 1802 proclamó a Napoleón Bonaparte como el nuevo Carlomagno [79]. Veinte años más tarde escribirá la biografía de los “falsos profetas vivos”, que vendrían a ser los apologistas de Napoleón, olvidándose que él mismo fue uno de los más destacados [80]. A pesar de su laboriosidad –publicó decenas de libros y panfletos– hacia el fin de sus días parece que se hallaba en la miseria. Se asegura que mendigaba en los jardines del Palais Royal. Falleció en 1830 olvidado sin que ningún periódico le dedicara un recuerdo. Debido a la cantidad de obras de misceláneas que publicó ha sido llamado “compilador infatigable”. Otros autores lo han tratado peor. “Un idiota apasionante” lo denomina Pierre Serna [81]. Según este autor Chas tenía algunos “temas fóbicos” recurrentes en su obra. El primero era el odio pertinaz a la nación inglesa y el segundo, “la presencia insoportable del pueblo”. Se caracterizó por su voluntad de fortalecer el poder ejecutivo, “vaciando la república de cualquier participación de la población en la construcción y luego en la aplicación de la ley”. Sus pesadillas fueron “la amenaza exterior y la amenaza interior”. Tenía un “apego al orden” cualquiera sea el que lo encarnara y una “aversión a cada intervención del pueblo en los asuntos públicos” [82].
El manuscrito: el poseedor, la datación y su traducción
Ya sabemos que el artículo “Religión” no fue escrito por el Secretario de la Primera Junta. De esto no cabe ninguna duda. Ahora, bien, ¿perteneció el manuscrito a Moreno? La evidencia apunta a que esto fue así. Las pruebas exceden al testimonio de Román F. Pardo, el cual no es para desatender pero sí para tomar con el cuidado necesario, ya que no constituye un elemento comprobatorio. En 1960, Peralta Ramos, había afirmado que el ensayo “Religión” figuraba intercalado en “un cuaderno dedicado a temas jurídicos” que existía en el archivo de Moreno por entonces en manos de Pardo. En 1961 Lewin publicó la reproducción fotográfica de uno de “los cuadernos del prócer” donde se puede ver la primera página “de su revelador e inédito ensayo titulado Religión” [83]. Lewin explicaba que figuraba al lado de un “escrito de Moreno sobre el retracto de sangre cuyo texto íntegro publicó Levene” [84]. Desgraciadamente la reproducción es tan pequeña que el texto no se alcanza a leer, y tampoco a divisar claramente la letra, aunque parece –a la distancia– que podría tratarse de la caligrafía del prócer. Esta descripción difiere con la que realizará Eduardo Dürnhöfer catorce años más tarde. Este autor afirmó que al original lo conformaban “diez carillas manuscritas por Moreno sobre papel de hilo con marca de agua (medidas 21,5 x 31 cm)” [85]. Dürnhöfer aseguró que no se trataba “de carpetas como se pretende”, y que la caligrafía era sin duda la de Moreno según dictamen de “la perito calígrafo Nélida N. Obon” [86]. Sea como fuere, ahora que conocemos la verdad, resulta un tema menor saber si se trata de un “cuaderno” o de “carillas” sueltas. Podemos aceptar sin muchas dudas que efectivamente Moreno fue el copista del manuscrito.
La siguiente cuestión se refiere a la de la fecha en que Moreno conoció y copió el texto de Chas. Lewin repitió incansablemente que se trataba de “carpetas de la época de Chuquisaca” [87], sin embargo, Dürnhöfer postuló la teoría opuesta. Él creyó que la época de la “confección” del artículo era posterior a la Revolución de Mayo [88]. Mi posición es la intermedia. Creo que Moreno debió de conocer y copiar el artículo “Religión” durante su estadía en Buenos Aires, luego de volver del Alto Perú y antes de la Revolución de Mayo. Que exista junto a un escrito que puede ser fechado en 1808 es un dato que no se puede desdeñar. Sospecho que esa debe ser –al menos aproximadamente– la fecha correcta.
Lewin también se hallaba sobre la pista adecuada pero nuevamente optó por no seguirla. En el capítulo de su ensayo donde habla de la copia de Moreno de la Carta de Viscardo declaró:
Aunque la información –basada en el testimonio de la familia de Moreno– del actual poseedor de sus carpetas de estudiante nos merecen plena fe, hay algo que la objetividad histórica impone que se agregue: que hay en ellas cierto material complementario que procede de una época posterior a la residencia de Moreno en Charcas [89].
Ese “material” –explica Lewin– es un comentario sobre la Carta de Viscardo que apareció en The Edinburgh Review en 1809 [90].
La última cuestión es la relativa al autor de la traducción. Con los elementos que disponemos hasta aquí solo podemos hacer suposiciones. Aún no contamos con evidencia concluyente para determinar si Moreno fue o no su traductor. En las dos hojas del texto reproducido facsimilarmente por Lewin y por Dürnhöfer [91] no se alcanzan a ver tachaduras o correcciones, o sea el trabajo de quien está traduciendo desde un original. Sin embargo, Moreno bien pudo haberlo traducido aparte y luego pasado en limpio en uno de sus cuadernos. Tampoco es disparatada la teoría de que lo haya copiado de algún otro manuscrito en español que circulara por entonces de mano en mano. Sabemos, sin lugar a dudas, que Moreno tenía la costumbre de recopilar muchos de ellos en su archivo. Allí figuraban, además de los ya mencionados, muchos otros. Entre ellos la Carta de Viscardo (cuya traducción no hizo) y la Memoria rural de Félix de Azara. Si bien creemos que Moreno tradujo a varios escritores franceses –verbigracia, Rousseau, Volney y, tal vez, Condorcet–, en esta oportunidad no podemos estar seguros de que haya realizado la de este texto. No puede descartarse que Moreno solo haya copiado un texto que le pasaron y que haya culminado la copia en algún punto donde no le encontró sentido proseguir, por eso el párrafo trunco del final cerrado con un “etc.”.
Reflexión final
La publicación de estos artículos contribuyó a que el ideario de Moreno fuera severamente tergiversado. El “Moreno” que surge de los artículos que acabamos de revelar, evidentemente no es el Moreno que asoma de sus cartas y escritos públicos, ni del testimonio de sus contemporáneos. El padre que enviaba a su hijo a estudiar el catecismo y a aprender a ayudar en la misa [92], o aquel que suprimió de su edición del Contrato Social las alusiones a la religión porque “el autor tuvo la desgracia de delirar” en esa materia [93], no pudo ser el mismo que festejaba la quema pública de la estatua del Papa. Y mucho menos que hubiera escrito esto con el fin de darlo a la prensa. Sus protectores y muchos de sus mejores amigos, eran sacerdotes. Recordemos que quien exaltó su memoria con sentidas poesías fue un religioso: fray Cayetano Rodríguez.
Hoy sabemos que un espíritu crítico suspendido, llevó a la propagación de una serie de concepciones erróneas, de tono casi novelístico, sobre el pensamiento político y religioso del Secretario de la Primera Junta. ¿Por qué no dudar de lo que se respalda únicamente con la autoridad o basándose en alguna tradición familiar o en los dichos de un comerciante o de un coleccionista? Mucho más cuando lo que se presenta como verídico no guarda relación con la historia comprobada.
Apoteosis de J. J. Rosso el 11 de octubre de 1794
Es el último artículo de esta serie atribuido a Moreno. Proviene del mismo lugar que los otros que hemos reseñado. Es el “discurso” que se titula “Apothéose de J. J. Rousseau, le 11 octobre 1791” y que acompaña al grabado 108 de los Tableaux historiques, titulado, a su vez: “Apothéose de J. J. Rousseau. Sa Translation au Panthéon. Le 11 Octobre 1794, ou 20 Vendémiaire an 3eme de la République”.
En esta oportunidad, el grabado de Pierre Gabriel Berthault fue hecho sobre una ilustración de Abraham Girardet (1764-1823).
Compararemos el párrafo inicial de ambos textos:
La convention nationale acquitta la dette de la patrie envers un grand homme, envers un bienfaiteur de l´humanité, lorsqu´elle décréta l´apothéose de J. J. Rousseau, et que ses cendres seroient transférées au Panthéon. Eh! qui fut jamais plus digne d´un tel honneur? [56]
La Convención Nacional pagó la deuda de la Patria para con un grande Hombre, para con un bienhechor de la humanidad, cuando decretó la apoteosis de J. J. Rossó y que sus cenizas fuesen transferidas al Panteón. Ah! ¿Quién fue jamás más digno de un honor semejante? [57]
Nuevamente no queda ninguna duda de que el texto atribuido a Moreno es solo una traducción sin cambios del original francés. En este caso, la versión castellana publicada por Dürnhöfer es casi completa. Solo omite el párrafo final, antes de la transcripción de unos versos de Olivier Coranne, autor que la versión española deja sin identificar ya que simplemente los atribuye a “un ciudadano francés”. La oración que introduce esos versos también está modificada. Así mismo, luego de los versos faltan las cinco líneas con las que finaliza el ensayo. El texto de “Moreno” concluye con una aclaración que lógicamente debió haber hecho sospechar que todo estaba copiado de algún original francés. Dice: “Están traducidas –se refiere a la poesía de Coranne– literalmente del francés y sin acomodar al verso castellano”. Lo que es cierto.
El texto del cuadro 108 aparece por primera vez en la edición de 1802 de los Tableaux.
Religión
En su artículo de 1961, Boleslao Lewin publicó otro documento inédito del archivo de Mariano Moreno. Se titulaba, simplemente, “Religión” [58]. Fue, sin dudas, el que más le impresionó de todos ellos. Entendió que este ensayo con las “reflexiones de Moreno acerca del papel de la religión en las sociedades humanas”, era la “pieza más importante y sorprendente del material inédito del prócer”. Lewin también ponderó la calidad literaria del manuscrito. Cuando lo reprodujo en el apéndice de su artículo, en nota al pie, juzgó que eran “notables la claridad expositiva y la perfección idiomática del joven Moreno” [59]. Vemos, entonces, que en este caso, a diferencia de lo que creía en relación a los documentos comentados hasta aquí, Lewin consideró al ensayo como fruto del ingenio del prócer [60].
Lewin sacó buen provecho de este largo alegato en contra del ateísmo y a favor del establecimiento de una religión en comunión con el Estado. Lo publicitó atribuyéndoselo a Moreno en multitudinarias ocasiones. En particular, en los libros y artículos –que no fueron pocos– que dedicó a estudiar la influencia del pensamiento de Juan Jacobo Rousseau sobre el de los revolucionarios de Mayo. Si bien no volvió a reproducir el ensayo “Religión” completo, sí transcribió largamente muchos de sus párrafos. Consistentemente lo hizo con el que abre el texto y que comienza explicando que “la religión es la base de las costumbres públicas, el consuelo de los infelices, y, para servirnos de la brillante expresión de Homero, la cadena de oro que suspende la tierra al trono de la divinidad” [61].
Resumiendo, Lewin enfrentó al lector repetidamente con un texto inédito, supuestamente escrito por Mariano Moreno en el lustro que va de 1800 a 1805, donde este argumentaba sobre el rol de la religión en la conformación de los Estados. En las próximas páginas veremos que nada de esto resultó ser cierto.
El ensayo “Religión” fue muy recorrido por quienes estudiaron el pensamiento de Moreno. Mucho más aún, cuando el nuevo poseedor del manuscrito, el doctor Eduardo Dürnhöfer, volvió a darlo a la prensa en 1975 [62]. Como ocurrió con los artículos discutidos más arriba, Dürnhöfer lo presentó, erróneamente, en carácter de primicia. Ignorando la publicación hecha por Lewin casi quince años antes, solo advirtió sobre la divulgación “de ciertos párrafos sueltos” que hizo aquel autor en los años que siguieron a 1961 [63].
Desde entonces ha sido casi un lugar común parafrasear y citar a este artículo de “Moreno” cuando se trató de dilucidar cuál fue su pensamiento en materia religiosa [64].
La duda
Sin embargo, luego de su lectura, es difícil coincidir con la atribución de este ensayo a Moreno. Existen numerosos elementos que despiertan la sospecha.
En primer lugar, el artículo finaliza con una frase trunca. Algo que debería despertar, al menos, la sospecha. Dice así: “como insectos que siguen a una inundación no destruirá en el alma, etc.”. Esta anotación sugiere que el texto era más extenso y que el escriba, sin embargo, optó por terminarlo abruptamente en esta parte de la oración. El doctor Dürnhöfer imaginó una explicación conveniente y algo fantasiosa. Quiso ver en este “etc.” una señal de que Mariano Moreno había preparado este artículo como una “pieza oratoria” y que de allí en más “se sentiría lo suficientemente encaminado como para hablar libremente, sin necesidad de leer su discurso” [65].
En la misma frase, el autor se queja de los “tantos años de sufrimientos, de males y de crímenes de esa secta de Ateos que grava en el estado como insectos”. ¿A qué “secta de ateos” se refería “Moreno”? El gobierno colonial no era precisamente una “secta de ateos”. Su propio gobierno –la Junta– tampoco se encuadra en tal descripción.
Existen otros elementos aún más determinantes que también alimentan la duda. Nada diremos del estilo del escrito, ni de las ideas que “Moreno” allí manifiesta, ya que solo darían materia para la polémica, en buena parte estéril. Sí nos detendremos en uno de los sucesos que el autor menciona y que hace que esta identificación con el prócer de Mayo resulte imposible. En uno de sus párrafos dice:
El publicista Bielfed [66] pretende que una nación, en quienes se han extinguido los principios religiosos, camina precipitadamente a su ruina: para justificar su opinión basta echar una ojeada sobre las costumbres actuales comparadas a su estado antes de la revolución [67].
Pues, ¿qué “revolución” es esta? ¿La de mayo de 1810? Las costumbres, y aún menos la religiosidad del pueblo, no parecen haber variado demasiado entre mayo y diciembre de ese año, fecha en que Moreno dejó el gobierno. Por otro lado, no nos encontraríamos, entonces, ante “carpetas de la época chuquisaqueña”. La apelación a esta “revolución” –junto a otros datos incluidos en el ensayo– nos debieran hacer pensar en la auténtica a la que se refiere el autor: la francesa.
La realidad
Efectivamente, allí, en Francia, y luego de “la revolución” es donde encontraremos al legítimo creador del escrito que se atribuyó a Moreno. Se trata de Jean Chas, un prolífico autor de la época [68]. Como el lector ya puede suponer, tampoco se trata de un artículo aislado sino del extracto de una obra mucho más extensa. Quien tradujo al castellano este texto –¿Moreno?– lo tomó del siguiente libro: Jean Chas, Tableau historique et politique des opérations militaires et civiles de Bonaparte, premier consul de la République Française. Orné de son portrait, par J. Chas, de Nîmes. Ouvrage dédié à Madame Bonaparte. A Paris: Chez Arthus Bertrand, Libraire, quai des Augustines, n° 35, de l´imprimerie de Guilleminet, An X, 1801. VIII, 292 pp.
El artículo que Lewin publicó en 1961 atribuyéndolo a Mariano Moreno existe textual, pero en francés, entre las páginas 214 y 227 de esa obra. El título del capítulo, “Religión”, no se encuentra en el cuerpo del libro sino en su índice. Comienza con un breve párrafo dedicado a Napoleón que el traductor español prudentemente optó por omitir.
Dice así:
Bonaparte est pénétré de cette grande vérité, qu´il faut réunir á la politique et á la législation un system religieux, protecteur de toutes les religions et de tous les cultes, et, de´concert avec le saint siège, il´va donner au peuple français l´ancienne religion de l´état, et rétablir le culte public [69].
En el libro, este ensayo está precedido y seguido de otros dos textos relacionados con la religión: “Tolérance des religions” (páginas 213-214) y “Culte religieux” (páginas 228 y 240). Son los únicos tres capítulos –entre decenas– donde Chas discute puntualmente este tema.
Cuando Lewin publicó por primera vez este “escrito inédito”, afirmó que Moreno:
Copiaba o traducía, más bien lo último, a sus autores o textos favoritos. Sus traducciones o transcripciones, generalmente de autores prohibidos, tienen una importancia infinitamente mayor y proyectan una luz mucho más nítida sobre sus inclinaciones [70].
Decenas de equívocos, erróneas interpretaciones y malos entendidos, en definitiva la divulgación de un conocimiento incorrecto, se hubieran evitado si Lewin hubiera seguido la pista acertada que tenía en sus manos.
La prueba indubitable
Haremos ahora la comparación de ambos textos, el publicado por Chas en 1801 y el que Lewin y Dürnhöfer atribuyeron a Moreno. Solo reproduciremos los primeros párrafos para que el lector se dé una idea de la completa identidad entre ambos:
La religion est la base des mœurs publiques, la consolation des malheureux, et, pour nous servir de l'expression brillante d'Homère, la chaîne d'or qui suspend la terre au trône de la divinité. La religion est nécessaire aux peuples et aux chefs des nations; nul empire n'exista jamais sans la religion [71].
La religión es la base de las costumbres públicas, el consuelo de los infelices, y, para servirnos de la brillante expresión de Homero, la cadena de oro que suspende la Tierra al trono de la divinidad. La religión es necesaria a los pueblos y a los jefes de las Naciones; ningún imperio existió jamás sin ella [72].
Dejamos aquí la comparación ya que proseguir con ella sería repetir literalmente, pero en diferentes idiomas, a un mismo texto que sigue hasta la página 52 de la obra de Lewin y hasta la 227 de la de Chas. El escrito que se atribuyó a Moreno solo omite el párrafo inicial, que ya hemos transcripto, alguna que otra frase en el medio del artículo, una más sobre el final, y la conclusión del ensayo de Chas. La oración trunca con la que concluye el texto castellano, en el original francés prosigue así: “comme ces insectes qui paraissent après un orage, ne détruira point dans l´amé du peuple ces sentîmes religieux que la nature y a placés, que la religion y a fortifiés, et que l´habitude y a enracinés” [73].
No es este el único lugar de la obra de Jean Chas donde podemos encontrar sus reflexiones sobre la religión. Como lo haría Boleslao Lewin ciento cincuenta años más tarde, Chas también las reprodujo –al menos parcialmente– en numerosas oportunidades, antes y después de 1801. Un historiador ha explicado que “el escritor a quien más se refiere Jean Chas resulta ser el mismo Jean Chas” y que no puede dejar de “repetir de manera casi automática los mismos temas”, sus “párrafos funcionan como una autotextualidad redundante” [74]. Así, por ejemplo, el párrafo que abre el texto, el que dice “la religion est la base des mœurs publiques, etc.”, existe –junto con algunas otras frases del libro de 1801, como la que habla de los “legisladores antiguos”– en dos de sus obras publicadas en el año VIII de la República Francesa (1799/1800) [75] y en otra del año X (1802) [76].
El autor
Jean Chas nació en Nimes hacia 1750 [77]. Ingresó a la orden jesuítica pero no llegó a pronunciar sus votos antes de que fuera suprimida en Francia. Se retiró a París donde consiguió el título de abogado. A partir de 1784 comenzó a publicar folletos y compilaciones que han sido tildadas de “mediocres”. Inicialmente fue redactor de periódicos realistas. Durante el Terror se llamó a un prudente silencio. Luego del 18 de Brumario imprimió el drama La muerte de Robespierre [78]. Chas se declaró partidario del nuevo gobierno en una cantidad de panfletos. Pero sus opiniones fueron mutando según las circunstancias políticas. En 1802 proclamó a Napoleón Bonaparte como el nuevo Carlomagno [79]. Veinte años más tarde escribirá la biografía de los “falsos profetas vivos”, que vendrían a ser los apologistas de Napoleón, olvidándose que él mismo fue uno de los más destacados [80]. A pesar de su laboriosidad –publicó decenas de libros y panfletos– hacia el fin de sus días parece que se hallaba en la miseria. Se asegura que mendigaba en los jardines del Palais Royal. Falleció en 1830 olvidado sin que ningún periódico le dedicara un recuerdo. Debido a la cantidad de obras de misceláneas que publicó ha sido llamado “compilador infatigable”. Otros autores lo han tratado peor. “Un idiota apasionante” lo denomina Pierre Serna [81]. Según este autor Chas tenía algunos “temas fóbicos” recurrentes en su obra. El primero era el odio pertinaz a la nación inglesa y el segundo, “la presencia insoportable del pueblo”. Se caracterizó por su voluntad de fortalecer el poder ejecutivo, “vaciando la república de cualquier participación de la población en la construcción y luego en la aplicación de la ley”. Sus pesadillas fueron “la amenaza exterior y la amenaza interior”. Tenía un “apego al orden” cualquiera sea el que lo encarnara y una “aversión a cada intervención del pueblo en los asuntos públicos” [82].
El manuscrito: el poseedor, la datación y su traducció
Ya sabemos que el artículo “Religión” no fue escrito por el Secretario de la Primera Junta. De esto no cabe ninguna duda. Ahora, bien, ¿perteneció el manuscrito a Moreno? La evidencia apunta a que esto fue así. Las pruebas exceden al testimonio de Román F. Pardo, el cual no es para desatender pero sí para tomar con el cuidado necesario, ya que no constituye un elemento comprobatorio. En 1960, Peralta Ramos, había afirmado que el ensayo “Religión” figuraba intercalado en “un cuaderno dedicado a temas jurídicos” que existía en el archivo de Moreno por entonces en manos de Pardo. En 1961 Lewin publicó la reproducción fotográfica de uno de “los cuadernos del prócer” donde se puede ver la primera página “de su revelador e inédito ensayo titulado Religión” [83]. Lewin explicaba que figuraba al lado de un “escrito de Moreno sobre el retracto de sangre cuyo texto íntegro publicó Levene” [84]. Desgraciadamente la reproducción es tan pequeña que el texto no se alcanza a leer, y tampoco a divisar claramente la letra, aunque parece –a la distancia– que podría tratarse de la caligrafía del prócer. Esta descripción difiere con la que realizará Eduardo Dürnhöfer catorce años más tarde. Este autor afirmó que al original lo conformaban “diez carillas manuscritas por Moreno sobre papel de hilo con marca de agua (medidas 21,5 x 31 cm)” [85]. Dürnhöfer aseguró que no se trataba “de carpetas como se pretende”, y que la caligrafía era sin duda la de Moreno según dictamen de “la perito calígrafo Nélida N. Obon” [86]. Sea como fuere, ahora que conocemos la verdad, resulta un tema menor saber si se trata de un “cuaderno” o de “carillas” sueltas. Podemos aceptar sin muchas dudas que efectivamente Moreno fue el copista del manuscrito.
La siguiente cuestión se refiere a la de la fecha en que Moreno conoció y copió el texto de Chas. Lewin repitió incansablemente que se trataba de “carpetas de la época de Chuquisaca” [87], sin embargo, Dürnhöfer postuló la teoría opuesta. Él creyó que la época de la “confección” del artículo era posterior a la Revolución de Mayo [88]. Mi posición es la intermedia. Creo que Moreno debió de conocer y copiar el artículo “Religión” durante su estadía en Buenos Aires, luego de volver del Alto Perú y antes de la Revolución de Mayo. Que exista junto a un escrito que puede ser fechado en 1808 es un dato que no se puede desdeñar. Sospecho que esa debe ser –al menos aproximadamente– la fecha correcta.
Lewin también se hallaba sobre la pista adecuada pero nuevamente optó por no seguirla. En el capítulo de su ensayo donde habla de la copia de Moreno de la Carta de Viscardo declaró:
Aunque la información –basada en el testimonio de la familia de Moreno– del actual poseedor de sus carpetas de estudiante nos merecen plena fe, hay algo que la objetividad histórica impone que se agregue: que hay en ellas cierto material complementario que procede de una época posterior a la residencia de Moreno en Charcas [89].
Ese “material” –explica Lewin– es un comentario sobre la Carta de Viscardo que apareció en The Edinburgh Review en 1809 [90].
La última cuestión es la relativa al autor de la traducción. Con los elementos que disponemos hasta aquí solo podemos hacer suposiciones. Aún no contamos con evidencia concluyente para determinar si Moreno fue o no su traductor. En las dos hojas del texto reproducido facsimilarmente por Lewin y por Dürnhöfer [91] no se alcanzan a ver tachaduras o correcciones, o sea el trabajo de quien está traduciendo desde un original. Sin embargo, Moreno bien pudo haberlo traducido aparte y luego pasado en limpio en uno de sus cuadernos. Tampoco es disparatada la teoría de que lo haya copiado de algún otro manuscrito en español que circulara por entonces de mano en mano. Sabemos, sin lugar a dudas, que Moreno tenía la costumbre de recopilar muchos de ellos en su archivo. Allí figuraban, además de los ya mencionados, muchos otros. Entre ellos la Carta de Viscardo (cuya traducción no hizo) y la Memoria rural de Félix de Azara. Si bien creemos que Moreno tradujo a varios escritores franceses –verbigracia, Rousseau, Volney y, tal vez, Condorcet–, en esta oportunidad no podemos estar seguros de que haya realizado la de este texto. No puede descartarse que Moreno solo haya copiado un texto que le pasaron y que haya culminado la copia en algún punto donde no le encontró sentido proseguir, por eso el párrafo trunco del final cerrado con un “etc.”.
Reflexión final
La publicación de estos artículos contribuyó a que el ideario de Moreno fuera severamente tergiversado. El “Moreno” que surge de los artículos que acabamos de revelar, evidentemente no es el Moreno que asoma de sus cartas y escritos públicos, ni del testimonio de sus contemporáneos. El padre que enviaba a su hijo a estudiar el catecismo y a aprender a ayudar en la misa [92], o aquel que suprimió de su edición del Contrato Social las alusiones a la religión porque “el autor tuvo la desgracia de delirar” en esa materia [93], no pudo ser el mismo que festejaba la quema pública de la estatua del Papa. Y mucho menos que hubiera escrito esto con el fin de darlo a la prensa. Sus protectores y muchos de sus mejores amigos, eran sacerdotes. Recordemos que quien exaltó su memoria con sentidas poesías fue un religioso: fray Cayetano Rodríguez.
Hoy sabemos que un espíritu crítico suspendido, llevó a la propagación de una serie de concepciones erróneas, de tono casi novelístico, sobre el pensamiento político y religioso del Secretario de la Primera Junta. ¿Por qué no dudar de lo que se respalda únicamente con la autoridad o basándose en alguna tradición familiar o en los dichos de un comerciante o de un coleccionista? Mucho más cuando lo que se presenta como verídico no guarda relación con la historia comprobada.
Referencias
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Notas