Resumen: En el artículo se recogen las memorias de una congregación religiosa, fundada dentro de la Iglesia Católica por mujeres negras, para educar a niñas afrodescendientes, aunque instruyeron también, en primeras letras, a algunas niñas y niños blancos pobres. Las Hermanas Oblatas de la Providencia erigieron colegios privados en cinco provincias de Cuba: La Habana, Matanzas, Villa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba, durante el periodo de 1900 hasta 1961. El estudio tiene como objetivo resaltar la historia de lucha y resistencia de un grupo de mujeres negras por alcanzar movilidad ascendente dentro de un contexto social marcado por exclusiones múltiples. Para la recogida de la información se utilizaron fuentes documentales, la entrevista en profundidad y los relatos de vida de amigos, familiares y exalumnas de los colegios de las oblatas que contribuyeron a la construcción sociológica de esa realidad colonial en Cuba. La actualidad de la investigación se vincula al impacto que pueden tener estos colegios en Cuba, analizados desde la Sociología de la Educación, que sirve de guía para ahondar en problemáticas sociales contemporáneas, a partir de su génesis republicana, como son concepciones discriminatorias y excluyentes por el color de la piel, sexo y el territorio, que aún subsisten.
Palabras clave: educación, mujeres, negras, discriminación.
Abstract:
The article take account the remembrance of a religious congregation, created inside the catholic religion by black women to educate afrodescendants little
girl, although they also instruct
some poor white children. The Oblates Sister of Providence build up private schools in five provinces in Cuba: Habana, Matanzas, Villa Clara, Camagüey and Santiago de Cuba, since 1900
to 1961. The objective of this study is
to stick out the struggle and resistance of a black women group to rise in a
social context marked by several
exclusions. In the pickup information process, it utilized documentaries sources, in depth interviews, life stories of friends, family and ex-
students of the Oblate’s schools that support to the sociological structure of that colonial reality in Cuba. The actuality of this research is linked to the impact of these colleges in Cuba, analyzed since the Sociology of Education, which is like a guide to deepen in contemporaries social problems, from it republican genesis, such as discriminatory and exclusive conceptions taking account the color of skin and the place where they still subsist.
Keywords: Education, women, black, discrimination.
HERMANAS OBLATAS DE LA PROVIDENCIA EN CUBA (1900- 1961): LUCHA Y RESISTENCIA DE LAS MUJERES NEGRAS1
Recepción: 20 Enero 2022
Aprobación: 29 Abril 2022
A pesar de la marcada discriminación racial decimonónica, en los Estados Unidos, tras muchas dificultades, se habían fundado algunos colegios para niños varones negros, a los que se les enseñaba un oficio y se les instruía en primeras letras y artes acorde a su condición, sin embargo, no constituía una preocupación social que las mujeres negras se instruyeran, pues se consideraba que por estar predestinadas al mundo del servicio doméstico y cuidado de los enfermos solo requerían de un adiestramiento básico en el puesto laboral o la “colocación”. Esta proyección ideológica contribuyó al fortalecimiento de estereotipos sexistas y raciales con relación a las mujeres negras.
Fue la congregación religiosa Oblate Sister of Providence (OSP), constituida en el seno de la iglesia católica, por mujeres negras para educar también a niñas negras, uno de los instrumentos, que, con sus luces y sombras, apostó por la promoción humana de un grupo selecto de personas para que alcanzaran movilidad social ascendente a través de la instrucción-educación.
Fueron instituidas el 2 de julio de 1829 en Baltimore por Clarisse Lange.2La fundadora de la congregación, se cree que nació en Santiago de Cuba, en 1784,3 pues su padre, haitiano de nacimiento, junto a su madre, una distinguida dama dominicana, emigraron a Cuba condicionados por el clima político desfavorable en sus países y los sucesos de la Revolución de Haití.
Al contar esta familia con dominio de instrumentos intelectuales, otorgado por el capital cultural y la herencia social, es lógico que Clarisse Elizabeth Lange recibiera una esmerada instrucción: aprendió música, bordado, pasamanería, catecismo,
letras y números, lo que la mantendría en una relación de ventaja respecto a otras mujeres de su mismo color de piel y diferente condición social.
La mayoría de los dominicanos y haitianos emigrados, con posibilidades económicas, preferían ir a residir a los Estados Unidos como destino final, es por eso que en este país se formó una numerosa comunidad de caribeños y esto explica también la presencia de la familia Lange en Baltimore. Fueron víctimas de discriminaciones múltiples: por ser extranjeros, no pertenecer a la comunidad lingüística, por ser mujeres y por el color de su piel.
Con el dinero heredado de sus padres, Lange abre, en su casa, una pequeña escuela para niños negros libres y pobres, cuenta con la ayuda de su amiga haitiana Marie Magdaleine Balas. Dentro de la historia de la educación religiosa católica es un hecho significativo de que Lange, siendo una mujer negra, concretara un proyecto educacional en los Estados Unidos, su condición de adinerada impulsó esas gestiones, aunque no faltaron detractores que intentaron obstaculizar la obra de la fundación de los colegios por las Hermanas Oblatas de la Providencia.
El mayor estigma social que pesaba sobre estas mujeres era la discriminación por el color de su piel, no era suficiente el dinero que tenían; por esta razón se ven obligadas a solicitar la ayuda de presbíteros franceses4y norteamericanos,5residentes en Baltimore, legitimados socialmente por ser: hombres, blancos y formar parte de la jerarquía eclesial católica.
La primera fundación de colegios de oblatas, fuera de los Estados Unidos, se realizó en Cuba, donde existía una fuerte presencia de escuelas confesionales católicas regentadas por extranjeros sobre todo europeos. La educación importada desde los Estados Unidos hacia Cuba traía implícitos fines anexionistas y de penetración ideológica; los nuevos interventores norteamericanos aprovecharon las brechas para poder incidir: ocuparon espacios periféricos, el ámbito rural, la coeducación, incluso dentro del propio catolicismo se percataron de que no existían órdenes y congregaciones religiosas que de forma central educara a las negras. La escuela confesional, respaldada por las familias, se convirtió en el aparato de reproducción socio clasista y cultural más potente del Estado en el período que se analiza.
El objetivo del presente trabajo es resaltar la historia de lucha y resistencia de un grupo de mujeres negras por alcanzar movilidad ascendente dentro de un contexto social marcado por exclusiones múltiples y evidentes desigualdades sociales. Para la recogida de la información se utilizaron métodos como el análisis crítico de documentos. Fueron decisivos los relatos de vida para la reconstrucción de la historia, la entrevista en profundidad y la triangulación informacional para el procesamiento final de los datos.
Cuba y la educación confesional de los negros
En el caso de Cuba, durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX la educación confesional escolarizada no estuvo pensada para los negros, no podían llegar a igualarse a los blancos y debían permanecer en el inmovilismo social, en algunos casos, a lo más que aspiraban era poder asistir a las escuelas dominicales o a la escuela pública, esta última tipología educativa con condiciones materiales precarias, deficiente preparación profesoral, insuficiencia en la impartición de las asignaturas, hacinamiento, indisciplinas, deserción escolar a edades tempranas e implantación de castigos físicos y psicológicos.
A los negros se les había socializado para interiorizar “los niveles de estratificación y de prestigio que prevalecen en la sociedad,” (Parsons: 2009, p.156) primero los colonizadores españoles y después los neocolonizadores estadounidenses, en sus escuelas privadas no recibieron como matrículas oficiales del plantel a niños varones de ese color de piel.
El racismo estuvo presente lo mismo en las escuelas públicas que en las privadas; al revisar la prensa se identificó que una de las causas del ausentismo de los niños a la escuela pública era precisamente “que muchos padres no querían enviar a sus hijos a las escuelas, para que no compartieran el mismo espacio que los niños negros, incluso se hacía rechazo también a los maestros de esa raza” (Rodríguez, 2019, p. 30).
En la escuela pública, a diferencia de los planteles privados confesionales se pretendió aparentar mejor la imagen de una sociedad igualitaria. Existieron niveles de “integración que se puede llamar inmediato, sin embargo, en los niños negros pesaba el determinismo racial decimonónico, eran considerados inferiores, como seres incapaces de pensar” (Rodríguez, 2019, p. 31). En las estadísticas figuraban como los más retrasados en lectura y escritura, en las actividades intelectuales.
En los colegios religiosos de orientación protestante a pesar de que la educación- instrucción era mixta, dos estudiantes que transitaron por todos los cursos de la escuela de San Pablo recuerdan que en su colegio casi no se matriculó a ningún niño negro, Manolo Guzmán Curiel afirma que en su escuela solo matricularon tres negros y en las escuelas católicas para blancos, salvo algunas excepciones, tampoco se recibían negros.
En los años iniciales de la intervención norteamericana arriban a La Habana, procedentes de los Estados Unidos, las religiosas Dominicas de Santa Catalina de Ricci, las también llamadas “Dominicas Americanas”, con el objetivo de “hacer una fundación en Cuba para el cuidado de los huérfanos de color” (Fernández,1997, p.366). Llegan a Cuba el 1ro de octubre de 1900 y las reciben las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, expertas en los cuidados de huérfanos en las casas cuna.
Las Dominicas Americanas abren una escuela gratuita para negros y un orfelinato en la calle Chacón número uno y medio. Luego, a pedido del obispo Donato Sbarretti, las monjas se instalan en calzada 101, en un edificio que dejaban libres las Madres Ursulinas, donde se funda la American Dominican Academy. La escuela fue muy próspera y ambiciosa en cuanto a materias de enseñanza, según se constata en este relato:
Las asignaturas en 1901 incluían: Lectura, Escritura, Ortografía, Gramática en inglés y español, Aritmética, Álgebra, Fisiología, Botánica, Geografía, Física, Química, Historia de Cuba, Historia de los Estados Unidos, Literatura inglesa, Sociología, Doctrina cristiana, Historia de la Biblia y Calistenia. También se impartía bordado, costura, francés y latín. La Academia fue la primera escuela católica de niñas en Cuba donde se enseñaba en inglés. Solo se daban en español las clases de religión. (Fernández, 1997, pp.365-366)
En 1902, el delegado Apostólico induce a las religiosas para que dejen el orfelinato y se concentren en la Academia del Vedado. Sobre este hecho argumenta el arzobispo Chapelle que:
En Cuba había necesidad de una educación con énfasis en el inglés, y que las Oblatas de la Providencia de Baltimore ya estaban en La Habana y trabajaban con los niños negros y se harían cargo de la escuela gratuita y del orfelinato. Por aquella época Sister Imelda les escribía a sus alumnas de Vassar College: cuando el arzobispo hizo su inspección, quedó tan complacido con el colegio americano que presionó la apertura de una academia en la Diócesis para las familias blancas pudientes en un suburbio aristocrático (El Vedado). (Fernández, 1997, pp.366)
La propuesta de la educación bilingüe en Cuba era evidencia, por una parte, de la estrategia de complacencia de la jerarquía eclesial católica con el nuevo poder colonial norteamericano y por otra parte, los blancos, futuros propietarios de los negocios, asentados territorialmente en las mejores locaciones, estaban en la obligación de aprender el idioma Inglés por la posibilidad que tenían de continuar estudios en el extranjero e incorporar aprendizajes novedosos, exigidos por la modernidad y necesarios para el futuro desempeño profesional.
Hermanas Oblatas de la Providencia en Cuba
Las Hermanas Oblatas de la Providencia parten desde Baltimore hacia Cuba el 7 de noviembre de 1900. Aunque para ese tiempo ya había Hermanas Oblatas de la Providencia de ascendencia cubana, esta fue la primera misión de la congregación fuera de los Estados Unidos.
A petición del delegado apostólico, Obispo Donato Sbarretti y por gestiones del Obispo Enrique Pérez Serantes, en Cuba las Oblatas de la Providencia se expanden por cinco provincias : La Habana, Matanzas, Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba, y realizan ocho fundaciones de colegios, en el siguiente orden: Nuestra Señora de la Caridad (1900-1961, La Habana); San José (1908-1961, Cárdenas); Dulce Nombre de María (1908-1922, Vedado, Habana); Nuestra Señora del Monte Carmelo (1910-1912, Santa Clara); Cayetano de Quesada- La Inmaculada (1925-1961, Camagüey); Mother Consuella Clifford (1947-1961, Marianao, Habana); Mother Mary Elizabeth Lange (1949-1961, Santiago de Cuba) y Villa Providencia (1957- 1961, La Habana).
Sister Mary Ednas es quien trae la congregación a Cuba. Cuando las Oblatas llegan a La Habana, se ubican en una casa que proveen para ellas las Hermanas Carmelitas Descalzas; luego trasladan el colegio para la calle Lealtad no.609, entre Reina y Salud, parroquia de Nuestra Señora de la Caridad. La apertura se realizó con tres profesoras y tres aulas, en el momento de la exclaustración se contaban con el doble de profesoras y de aulas y varias maestras laicas que enseñaban Educación Física y Música.
En los primeros días de noviembre de 1908, se abre una escuela y convento en la ciudad de Cárdenas, en Matanzas que se nombra San José. Para ello se adaptan unas casas que había heredado de su familia la religiosa oblata y cardenense, hermana Dorotea Mas. Una de las casas es utilizada como escuela y la otra como convento y capilla para las hermanas; esta última estaba situada en Jeréz 236, esquina a Coronel Verdugo, y en ella vivieron las cinco primeras oblatas que formaron la comunidad. La escuela prospera con más de doscientos niños vinculados y conducidos por siete hermanas oblatas. La comunidad de religiosas en esta provincia contó con el mayor número de jóvenes profesas, nacidas en Cárdenas.
Sobre el colegio de Santa Clara se tienen muy pocas noticias, solo se sabe, por lo transmitido por los informantes claves, que estuvo bajo el patrocinio de Nuestra Señora del Monte Carmelo y su período de existencia fue muy corto (1910-1912). Las fundadoras fueron: síster Jerome (norteamericana), superiora, y sisters Asunción y Concepción (ambas cubanas).
Sin embargo, los colegios de Camagüey fueron muy representativos porque en esta zona del país existió una burguesía negra muy poderosa que demandaba instrucción, con fuerte capital económico, es por ello que el Obispo diocesano de Camagüey Monseñor Enrique Pérez Serantes y el Cónsul de Cuba en Nueva York Cayetano de Quesada se interesan porque las Oblatas funden colegios en esta provincia, los cuales abrieron sus puertas en 1924 y en 1958 respectivamente y se ubicaron: el llamado “Academia Cayetano de Quesada” en la Calle Lugareño no. 39, esquina a Rosa la Bayamesa y “La Inmaculada” en la Carretera Central.
Por su parte en el Municipio Marianao de La Habana, se abre en 1947 una escuela llamada Academia Madre Consuella Clifford. Se trataba de una escuela para internas y externas de toda Cuba y era considerada “de élite para niñas de color.” Los requisitos de admisión eran altos. En el boletín de la academia, en 1958, se planteaba que cada candidato que no fuera conocido por uno de los miembros de la comunidad oblata tenía que obtener testimonios adecuados de un carácter moral correcto, así como un certificado oficial de sus calificaciones en escuelas anteriores.
Al ser trasladado Monseñor Pérez Serantes como arzobispo de Santiago de Cuba, invita a las religiosas a trabajar a su Arquidiócesis. La madre María Matilde Moncada, nieta del líder revolucionario Guillermón Moncada, fue la superiora en su ciudad natal del colegio Mother Mary Elizabeth Lange. Resulta comprensible que este colegio recibiera el nombre de la fundadora general de la congregación, y que se estableciera una escuela de las oblatas en ese lugar insigne.
Santiago de Cuba, al igual que las otras regiones de las fundaciones de las Hermanas Oblatas de la Providencia, contaba demográficamente con una abundante población trabajadora negra y mestiza que podían sostener los colegios con el pago de las cuotas educativas de sus hijas. Esta era una de las áreas más desfavorecidas de Cuba, desde el punto de vista económico, pero contaba con personas “de color” con mucha preparación, y los padres de familia aspiraban a que sus hijas se educaran en estos colegios porque ofrecían garantía para la movilidad social, el matrimonio y la ubicación laboral futura.
Seis hermanas oblatas llegan a Santiago de Cuba en 1949 y como superiora de la congregación se designa a Sister Matilde Moncada, acompañada de otras cinco religiosas, una comunidad conformada solo por cubanas. La escuela para externos e internos tuvo su primer asentamiento en un espacio muy pequeño, de modo que cambió de locación dentro de los dos años siguientes.
Además de enseñar en la escuela elemental y el instituto, las hermanas impartían clases de instrucción religiosa y preparaban a los niños para recibir sacramentos en lugares de las afuera de la ciudad. Se impartían, además, clases gratuitas nocturnas para muchachas que trabajaban durante el día. Las chicas recibían instrucción religiosa, así como lecciones de escritura, matemáticas, geografía, historia, mecanografía y costura. Estas religiosas trabajaron también como maestras en las academias nocturnas de obreras y en diversas catequesis con los niños de las escuelas públicas, especialmente durante las vacaciones.
Entre 1950 y 1956 se abre la última escuela, un noviciado que se nombra Villa Providencia, en Santiago de las Vegas, la cual sirvió al mismo tiempo de residencia para las hermanas ancianas y enfermas.
Lucha y resistencia de las Hermanas Oblatas de la providencia
Como un eco amplificado de la realidad social cubana las religiosas negras, al igual que las niñas que instruían, no solo se enfrentaron a la discriminación por el color de su piel sino también al peso de las construcciones sociales que recayó sobre ellas por ser mujeres, estaban predestinadas a ser reproductoras de estereotipos sexistas y racistas en el medio familiar.
Las alumnas negras se encontraban en espacios de exclusión múltiples, víctimas de una violencia simbólica que las escindió internamente. Fueron socializadas para aprender un currículo paralelo, con asignaturas diseñadas solo para ellas, muy bien pensadas para que reprodujeran la división sexista y clasista del trabajo. Aprendieron las artes y oficios, reservados para las mal llamadas “personas de color.” Sin pretenderlo resistieron la discriminación solapada de las blancas y fueron discriminadoras de otras mujeres de igual color de piel y diferente condición socio económica.
Creyeron que en la educación católica escolarizada encontraban su mejor oferta cuando en realidad transitaban por otro de los espacios de evidente racismo, construido desde el ideal europeo, blanco, de aplastamiento de su identidad cultural, concordante con el ideal de superioridad étnica del colonizador y pautado por el principal referente, la Doctrina Social de la Iglesia.
Aunque las negras tuviesen un capital económico más fuerte que el de las blancas, no podían estudiar en sus escuelas, estaban estigmatizadas por la tonalidad oscura de su piel. El tener dinero influía, pero no determinaba, las situaba en un peldaño más alto de la escala social y las distinguía entre otras mujeres pobres de su mismo color de piel. A las aulas católicas se llevó “la actitud excluyente en lo racial y social que conformaba su visión del mundo” (Méndez, 2016, p.7).
Un mundo que se reproducía en los colegios confesionales, como uno de los eslabones de la red institucional y que formó parte de la vida espiritual de la sociedad, de un proceso históricamente condicionado y vinculado al sistema de producción material, a todo el sistema general y a sus formas ideológicas.
Estos colegios confesionales tienen su génesis en un sistema colonial, en la modernidad capitalista como hecho europeo y están indisolublemente conectados con una jerarquía eclesial mayoritariamente: patriarcal, heteronormadora, racista, eurocentrista, con fuertes vínculos en cuba con grupos poblaciones que en su mayoría tenían un color de piel blanca, contraponiendo “la blanquitud como la negritud, funcionales al sistema de dominación” (Valdés, 2020, p.115).
En el proceso de entrevistas se identificó que estas mujeres negras no se consideraban como un grupo de personas oprimidas, asumen la realidad como natural, es una reacción lógica, en la medida que desconocían los mecanismos para la dominación y la discriminación que se mantenían ocultos, sin desestructurarse. No se esforzaron por desarticular los elementos de la dominación explícitos o subyacentes dentro del sistema escolar y social, no se interesaron en esto por los aparentes privilegios que tenían, que explicaban su conformidad con la realidad social y el desfasaje ideológico próximo a las construcciones de la clase media y burguesa.
Utilizaron estrategias de resistencia como la necesidad de poseer una filiación religiosa católica que se convirtió en un imperativo para que mujeres de color de piel negra pudieran acceder al matrimonio deseado, ingresar a cursar estudios en los institutos de Segunda Enseñanza como prerrequisito para acceder a la universidad, incluso para ocupar determinados puestos laborales donde se exigía que las candidatas, en caso de ser de color, fueran egresadas de colegios de oblatas.
Cuando se analizan los mecanismos de reproducción social son más visibles las largas historias de discriminación de los dominadores blancos y poco se ha tratado la discriminación aprendida del negro. La mayoría de los niños que asistían a estas escuelas privadas las pagaban, los colegios confesionales para negras no eran la excepción, allí asistieron los hijos de la burguesía de personas con ese mismo color de piel, que aseguraban a su estirpe la perpetuación de una clase social poderosa y la continuidad de profesiones que se habían convertido y aún perviven como patrimonio y tradición de determinadas familias negras .
La mayoría de las exalumnas oblatas eran reconocidas por su comportamiento, acorde con los convencionalismos sociales de una época, además tenían muy buena educación, costumbres, nivel cultural, dominio de instrumentos intelectuales como: ortografía, lectura, conocimiento de manifestaciones artísticas y de lenguas extranjeras, por lo que no les era difícil acceder y transitar por espacios que privilegiaban estos saberes heredados del ámbito sociofamiliar.
Un numeroso grupo de alumnas de estos colegios de oblatas eligió la consagración como forma de vida. A pesar de la indiscutible vocación que pudieran tener, habían sido socializadas en la idea, a través de instituciones como la familia y el sistema religioso, en que formar parte de una congregación confesional católica, concedía estatus y prestigio. Aspirantes, novicias y profesas tenían un puesto reservado dentro de la élite social.
Por ley del 6 de junio de 1961 la educación privada en Cuba, en todas sus formas, fue suprimida. Con la nacionalización de los colegios se acrecentó la emigración de órdenes y congregaciones religiosas, en especial aquellas dedicadas antes a la docencia. El 11 de junio de 1961, 44 Hermanas Oblatas de la Providencia parten de La Habana y regresan a su casa matriz en Baltimore. Las hermanas dejaron Cuba llevando consigo solo sus pertenencias.
Mediante este trabajo queda demostrada la historia de lucha y resistencia de un grupo de mujeres negras, consagradas a la fe católica que comprendieron que la educación era el único medio para que personas de su mismo color de piel pudieran alcanzar movilidad ascendente, dentro de un contexto social marcado por exclusiones múltiples.
En la Isla de Cuba la burguesía negra luchó para que su descendencia se instruyera como una de las vías de emancipación, de alcanzar estatus, prestigio social y mantenimiento de su estructura socioeconómica.
La labor de la congregación echa por tierra el mito de la transmisión de la inteligencia y de la desventaja étnica. La gran mayoría de las mujeres que estudiaron en los colegios de las oblatas realizaron estudios superiores y alcanzaron un elevado nivel de preparación integral.
A pesar de que las oblatas introdujeron cambios sociales en el contexto cubano, respondían a la mentalidad de una época y de una institución de poder, nunca se pudieron despojar de estereotipos sexistas, del impacto del patriarcado en el sistema educativo, así como de las construcciones de género de los conocimientos que se trasmitían a través de los oficios, carreras y profesiones en estos colegios.
La educación-instrucción impartida por las Hermanas Oblatas de la Providencia también contribuyó a la formación de estereotipos positivos dentro de la sociedad cubana, desde estos colegios se formaron jóvenes integrales para su posterior inserción en la vida laboral y doméstica.
Todas las jóvenes que estudiaron en el colegio de las oblatas, además de ser influidas por las asignaturas del currículo propio, aprendieron oficios tradicionales, manualidades, manifestaciones artísticas, inglés y dominio absoluto de la lengua materna.
La discriminación trató de ser solapada, la condición fundamental de la exclusión era tener la piel negra, aunque existían otros tipos de discriminaciones añadidas como las acentuadas desigualdades territoriales, pues casi todas estas muchachas procedían de barrios donde se asentaba una numerosa población negra, y donde muchas de ellas aun residen.
Las negras aunque fueran adineradas, no podían estudiar en los colegios asignados para niñas y señoritas blancas, el color de la piel era su mayor estigma, el factor económico no era en este caso el que determinaba, aunque el tener dinero las ubicaba en otro nivel de la escala social, las diferenciaba de otras mujeres pobres de su mismo color de piel, por supuesto que estos aparentes privilegios explicaban su conformidad con la realidad social y el desfasaje ideológico próximos a las construcciones de la clase media y burguesa.