OLGA TOKARCZUK Los errantes. Barcelona: Anagrama, 2019 (400 págs.)1

Cristopher Montero Corrales
Universidad Técnica Nacional de Costa Rica, Costa Rica

Cátedra: Revista Especializada en Estudios Culturales y Humanísticos

Universidad de Panamá, Panamá

ISSN: 2415-2358

ISSN-e: 2523-0115

Periodicidad: Anual

núm. 18, 2021

abdielarleyrodriguez@hotmail.com

Recepción: 03 Noviembre 2020

Aprobación: 30 Noviembre 2020



Los errantes

Un libro de viajes. Una reflexión que, sobre la importancia de moverse, nos lleva de un relato a otro, de un país a otro, de un tiempo a otro. A esta novela no le interesa una línea argumental que establezca un relato causa-efecto. Por eso es el libro ideal para viajar: no te pide que abandonés un plan o una actividad espontánea para seguir concentrado en el texto, conservando “el hilo de la historia” y, así, tampoco da esa sensación de extravío cuando se vuelve al libro después de varios días. Como las formas son breves, se terminan rápido o se abandonan sin preocupación para correr por un bus, un tren, o la última llamada de abordaje: se sabe que el inicio siempre está cerca.

Un libro de viajes; una narradora que no sabe echar raíces y, es el sonido de un tren, un bus, los aviones o el ferry lo que la mueve. En igual medida, un libro de viajes de las otras personas. Ambas en tránsito y movimiento. Una constelación de relatos de similar magistralidad e incompletud narrativa que, sin gloria, nos muestran la experiencia del viaje, el caos que es el viaje.

Surgen relatos donde lo anterior se desembaraza de lo posterior, pero no como relato principal y, se pierden por páginas y luego vuelven. ―Relatos con alguna secuencia argumental en la maraña de relatos que juntos nos evidencian los itinerarios por Alemania y los países bajos.

Esta autora, recientemente galardonada con el premio nobel de Literatura 2018, no abandona la causalidad, la linealidad argumentativa, la asume como una de las formas de la narración, pero no la principal, ni la única que, pueda dar cuenta satisfactoriamente de la experiencia en un todo consecuente: “la constelación y no la secuencia es la portadora de la verdad” (p.78)

En este libro, hay una actualización del naturalismo, no sé muy bien si llamarlo neo o post naturalismo. Narraciones asépticas donde se dice “moscas y excrementos humanos” (p.33) donde pululan profesiones como médicos quirúrgicos, o relatos muy crueles algo pos apocalípticos contados sin afectación emocional y muy perturbadores, particularmente este relato sobre unos perros: “Y allí los soltaron. Privados de agua dulce y comida, durante tres o cuatros semanas se estuvieron devorando unos a otros” (p.119).

El sonido de la fotografía es constante, busca catalogar exhaustivamente (siempre presente en los viajes): “se pone a fotografiar cada prenda, cada par de zapatos, cada tubo de crema y el libro. Los juguetes del niño. Incluso saca de una bolsa de plástico la ropa sucia y a ese montoncito informe también le hace una foto” (p. 50).

La reivindicación de la verdad, a través de formas breves, que vienen a ser como tajadas de vida. La experiencia de la forma breve, en otras palabras. Estas breves narraciones en primera persona no cuentan historia alguna, sino nos cuentan ánimos y proyecciones, son una plétora de vivencias captadas por la observación o escucha minuciosa.

Una narración que aglomera detalles, registra: “la imagen de una gota deslizándose por la superficie de una esfera” (p.105) en un absorbente librote que, también escucha de miserias y “sofisticaciones” pequeño-burguesas:

“teneís que ir al caribe, sin falta, sobre todo a Cuba, mientras esté bajo Fidel. Cuando muera, Cuba será igual que todo lo demás. Aún se puede ver allí un poco de pobreza auténtica y ¡qué coches conducen! Hay que darse de prisa, de verdad. Al parecer Fidel está muy enfermo” (p.168).

Incluso, aparece un relato de época, epistolar, donde se glorifica la razón y los gabinetes de curiosidades naturales en Las cartas de Josephine Soliman a Francisco I., o logros mayores para el arte naturalista (p.122) así como latinismos que nombran músculos o partes del cuerpo (p.146) o entender el tiempo biológicamente o el espacio por el movimiento del cuerpo:

“Experimentamos el tiempo y el espacio en gran medida inconscientemente. No son categorías definibles como externas u objetivas. Nuestro sentido del espacio resulta de nuestra capacidad de movimiento, mientras que el sentido del tiempo obedece a que, como seres biológicos, experimentamos estados diversos y cambiantes. Por lo tanto, el tiempo no es otra cosa que el fluir de esos cambios.” (p.167).

Justo al dudar de la objetividad es que hay una actualización. Aparece Descartes pero luego en otro relato “alma y el cuerpo son la misma cosa” (p.202) y, es el cuerpo, la manera de resolver esos debates, contenido-forma, afuera-adentro. También, con las anotaciones de diario (como lo hace el antropólogo o el detective) pero ya sin esa lógica del viajero que habla desde la civilización y describe lo monstruoso y exótico: es porque ya no se tiene claro, por suerte, quién es civilizado y quién no lo es.

No se percibe esa actitud reactiva, moderna, sobre lugares exóticos, pero tampoco la nostalgia posterior a la segunda guerra mundial, pensemos en Sebald. Es decir, esta literatura de viaje no transita ni por la desilusión ni por la idealización. Es la ilusión de la no afectación.

Lo que sí se perciben, son temas muy actuales, no solo en las formas en que la ciencia nos interpela hoy. Sino en ciertos giros que evidencian una erótica específica entre mujeres, anotaciones que nos permiten pensar en las mujeres (p.126) O incluso evidenciar las agresiones sexuales de los viajeros a trabajadoras del sexo precarizadas por la exclusión social a lo interno del país, pero también entre países, ya que el tour sexual “les ha salido bastante barato” (p.160).

O comentarios parsimoniosos sobre la crueldad humana contra los animales:

“Cachorros enganchados a cadenas de medio metro que en su segundo mes de vida todavía no saben caminar; ovejas pariendo en los campos en pleno invierno, en la nieve, mientras los granjeros se limitan a alquilar grandes vehículos que se llevan los corderitos congelados; bogavantes mantenidos en los acuarios de los restaurantes para que el dedo del cliente los condene a ser cocidos hasta la muerte; perros criados en las trastiendas de otros restaurantes, pues es sabido que su carne hace aumentar la virilidad; gallinas enjauladas clasificadas por el número de huevos que ponen, atosigadas por la química en su corta vida, perros obligados a pelear; monos inoculados de microbios malignos; conejos en cuya piel se prueban los cosméticos; abrigos de piel confeccionados con fetos de oveja…” (p.69)

En el contar de estos relatos, hay una peregrinación para las personas que viajan, “vida contada. Vida salvada”, dice la narradora. ¿No es lo que nos enseñan los santos Sigmund, Carl Gustav y Jacques? Quién no aprende hablar quedara atrapado en un cepo para siempre (p.172).

“Los errantes” (Anagrama, 2019, traducción del polaco de Agata Orzeszek.), Premio Man Booker internacional, es una mirada a esa constelación de viajantes, personas que viajan y se pierden. A veces vuelven, a veces no, constantemente cambian, se mueven, pequeños dioses contándonos sus historias ya que nunca fueran contados por Homero o Hesíodo. El viaje, finaliza en un barco llamado Poseidón, por Grecia donde escribir es el método de recopilar distintas miradas que se superponen y arman el todo caótico, el bucle, del viaje:

“Así que yo también saco mi cuaderno de bitácora y tomo apunte del hombre que apunta. Es muy probable que en este momento él también escriba: «La mujer que apunta. Se ha quitado los zapatos, ha colocado la mochila a sus pies.»” Nos dice la psicóloga que apunta, terminando con una consigna y una advertencia: “Sacad vuestros cuadernos y escribid […] No dejaremos que nos pillen observándonos unos a otros, no levantaremos la vista de nuestros zapatos.” (p.384).

Una relativización del mirar, del punto de perspectiva. Por eso la importancia de moverse y dejar de ser el único punto de creación. Esta lectura no ofrece un gran narrador con todos los apuntes de los viajes sino peregrinas, con puntos ciegos que, se juntan para contarnos mejor, qué es eso de viajar.

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