Córdoba y Panamá: Reforma Universitaria12
Cátedra: Revista Especializada en Estudios Culturales y Humanísticos
Universidad de Panamá, Panamá
ISSN: 2415-2358
ISSN-e: 2523-0115
Periodicidad: Anual
núm. 18, 2021
Recepción: 25 Octubre 2020
Aprobación: 17 Diciembre 2020
Córdoba y Panamá: Reforma Universitaria
Al cumplirse cien años del movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba, procede insistir en la gran trascendencia de esta verdadera epopeya en la historia de las luchas sociales del continente. Desde el momento de la promulgación del Manifiesto Liminar, quedaron estremecidas las relaciones que vertebraban las sociedades y se pusieron en duda los dogmas y las supersticiones que habían venido atribulando las expresiones del pensamiento libre, que pugnaba por explotar.
La independencia no llegó a alcanzar sus metas superiores
El siglo XX había entrado como un aire refrescante para las poblaciones de América Latina y el sector intelectual tomó la decisión, sincronizada o individual, de adaptarse a las nuevas condiciones de modernidad que aparecían en cada una de las expresiones de la estructura de los distintos países. Como ocurre casi siempre, la superestructura se había quedado atrás, y la vida universitaria no atinaba a desembarazarse de los rigores de la escolástica. Las fuentes de conocimiento, los métodos de trabajo en la enseñanza, los sistemas de organización interna en los claustros, todos respondían a la herencia cultural de la Edad Media, y a las nociones filosóficas que abanderaban los colonizadores.
Aún después de la declaratoria de independencia de las naciones que surgieron como Estados a principios del siglo XIX, el modelo de la enseñanza continuó respondiendo al viejo régimen, como si nada hubiera ocurrido y como si el mundo universitario no tenía que tomar en consideración la nueva situación política y social que había emergido de las luchas independentistas. Dicen algunos autores que, en efecto, lo que sucedió fue que las gestas por la independencia no llegaron hasta alcanzar sus metas superiores.
Que se convirtieron en entidades políticas nuevas – divididas, dicho sea de paso—pero que no llevaron la acción y los cambios hasta sus consecuencias naturales. La eliminación del esclavismo, con todo y su alto significado en términos de reivindicación humanitaria y salvadora, quedó como la conquista suficiente de los nuevos tiempos, y el régimen económico basado en la propiedad acaparadora y en los conceptos distanciados del conocimiento científico convivió con un régimen universitario elitista y anquilosado, más acorde con la explicación mágica de la vida que con los impulsos vigorosos del adelanto industrial y del descubrimiento de nuevos esquemas de convivencia . En 1918, la Universidad suramericana era todavía una extensión superestructural de los tiempos coloniales.
Sin embargo, debe advertirse que la Universidad, es decir, el mecanismo de acercamiento entre educadores y estudiantes para el acceso a las fuentes del saber en las distintas disciplinas sufrió el influjo renovador de las transformaciones napoleónicas en Francia y en casi todo el resto de Europa. El período se caracterizó por la creación de Universidades “con programas de estudio modernos, escuelas normales superiores, institutos politécnicos, escuelas comunales y demás planteles educativos, directamente dependientes del Ministerio de Educación de Francia”, según lo explica Rodrigo Borja en su obra monumental.
Estos avances no superaron el sistema de la enseñanza magistral sin participación estudiantil, ni la separación en moldes estancos de ambos “sectores”. Cuando se llega a las primeras décadas del siglo XIX, a la Argentina también llegan noticias de la revolución rusa y sus impulsos contra el zarismo, la revolución mexicana contra Porfirio Díaz y los prolegómenos de la República Española, que finalmente se consolida en abril de 1931.
La Reforma Universitaria de Córdoba
Así que el movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba tiene sus antecedentes y se alza en el seno de la sociedad argentina como el esfuerzo de jóvenes estudiantes universitarios y de intelectuales de amplia respetabilidad y simpatía para cambiar el concepto universitario, de tal modo que respondiera a las necesidades de los nuevos tiempos, caracterizados por la irrupción de capas medias y de trabajadores en la conformación general del Estado y de la sociedad. Por supuesto, aludió a aspiraciones como la libertad de cátedras, la participación estudiantil en los organismos de gobierno universitario, el acceso no discriminatorio y, especialmente, la autonomía de las Universidad frente a los poderes fácticos que le imprimían su orientación, generalmente de autocratismo conservador, a todos los subordinados del poder.
No obstante, el Movimiento de Reforma Universitaria de Córdoba no se agotaba en el hecho pedagógico, sino que tuvo la virtud de inscribirse como modelo de expresión social, más bien revolucionaria, consciente como estaba de que existía una lucha constante frente a la cual había que tomar partido para cambiar el rumbo de las cosas. Grandes ideólogos fueron articulando un pensamiento coherente y sistemático sobre el rol de la Universidad, no solamente como factor impulsor de una transformación desde adentro, sino en su función de instrumento para contribuir con la satisfacción de nuevos objetivos nacionales y latinoamericanos.
Alfredo Palacios, Alejandro Korn, Saúl Taborda, Gabriel del Mazo acompañaron en esta etapa al Profesor cuyas formulaciones tuvieron mayor influencia en el pensamiento de las nuevas corrientes del continente: José Ingenieros, quien hizo escuela y aglutinó a los que con mayor interés intelectual se entusiasmaron con el derecho de la sociedad a transformarse y con el valor de la conciencia crítica, uno de cuyas fuentes primigenias tenían que ser las Universidades. Todavía, en Panamá, a fines de la década del 50, “Hacia una Moral sin Dogmas” y, sobre todo, “El Hombre Mediocre”, sirvieron de inspiración a la juventud estudiosa para trazarse nuevos planes y para consolidar una actitud, un enfoque, capaces de abrir senderos de reivindicación.
El movimiento, conforme lo pone de manifiesto Eligio Salas, se propagó con ímpetu y contagió con vertiginosidad a las universidades latinoamericanas. Se bregaba por dotar a las universidades de un contenido progresista que permitiera que los estudiantes, el cuerpo docente y los egresados fueran portadores de los cambios políticos y sociales de los cuales estaban urgidos los países de la región. En gran parte de América Latina, dice el autor, los movimientos reformistas constituyeron el germen de vastos y más amplios proyectos de transformación y rebasaron el claustro universitario, encarnándose en organizaciones políticas de marcado acento revolucionario.
Los recién creados partidos socialistas, en su diversidad de matices o comunistas con posturas más radicalizadas de Sudamérica, de Centroamérica y del Caribe, nutrieron su liderazgo, desde los años veinte, de las filas del movimiento reformista. Así ocurrió en el caso de Acción Democrática en Venezuela y de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en el Perú.
Fue el Movimiento de Reforma Universitaria de Córdoba el que estableció lo que pudiera denominarse una “costumbre”, en América Latina, consistente en que, de cada expresión colectiva surgía cierto liderazgo reconocible, orientador e inspirador, cuyos protagonistas alcanzaban atención en todo el territorio del país. Ese fue el caso de los dirigentes estudiantiles de hace cien años en Argentina como Deodoro Roca, Sergio Bagú, Héctor Ripa Alberdi, Julio González, los hermanos Arturo, Alfredo y Jorge Orgaz, Mariano de Mendoza, Rafael Bielsa, José Luis Lanuza, Ricardo Rojas, Carlos Viamonte, Pedro Verde Tello y Florentino Sanguinetti.
Se echaron al hombro el movimiento y desafiaron el anquilosamiento y el feudalismo en el plano de la cultura. En buenas cuentas, la Reforma Universitaria de Córdoba se alzó contra la “veneración acrítica de la tradición”, como expresó Fernando Savater, citado por Eligio Salas en “Las Espirales de la Vida”. Así se expuso en el Manifiesto Liminar, documento unitario de gran valía, lanzado el 15 de junio de 1918 y que fue el hilo conductor y el punto de partida de una ola envolvente de reivindicaciones en la educación y en la cuestión social del continente.
En Panamá, el Movimiento de la Reforma de Córdoba llegó con algunos años de atraso
En Panamá, el Movimiento de la Reforma de Córdoba llegó con algunos años de atraso, pero dejó sus huellas. La Universidad de Panamá se funda en 1936, bajo la influencia de buena parte del liberalismo progresista que orientó la educación nacional en las primeras décadas de la República y que había insistido en la separación de la Iglesia del Estado y la educación laica. Prevalecía la atmósfera de una nación pequeña, que luchaba contra el problema de conciencia que había creado la formación del Estado atada a un Tratado de muy dudosa factura y que, en consecuencia, sabía que tenía, de alguna manera, que recurrir a los valores culturales que se habían recibido de la centuria anterior.
Cuando nació la Universidad, ya el país tenía la experiencia del funcionamiento del Instituto Nacional y de la circulación de diversas revistas y periódicos que orientaban el rumbo, más o menos. Chile, México y España hacían sentir su influencia cultural y los que tenían capacidad y posibilidades de algún acceso al poder lograron que hubiera educación pública y gratuita. Se dice que la Universidad de Panamá nació casi reformada, porque se orientó hacia las clases nocturnas, como mecanismo eficaz para que se acercaran las capas medias y trabajadoras, los maestros con interés de seguir superándose y la burocracia que no quería quedarse atrás.
En 1946, se logró la autonomía universitaria y el período quedó anquilosado, porque vino José Antonio Remón a principios de la década del 50 y cerró las llaves del conocimiento con la aplicación infrahumana de una ley anticomunista que se aplicó a profesores de grandes méritos académicos.
Dos años después de la muerte de Remón y convulsionado el país, renace la Federación de Estudiantes de Panamá, en el Congreso de diciembre de 1957. En mayo de 1958, a raíz de las reclamaciones estudiantiles sobre mejoras en el ámbito educativo y la consiguiente represión violenta de las Fuerzas Armadas, el país experimentó un cambio de fondo. Las corrientes juveniles decidieron abrir los frentes de militancia contra los grupos económicos enquistados en el poder político y señalaron en forma directa a los dirigentes de la Guardia Nacional como responsable de las muertes causadas en mayo, sobre todo el 19 y el 22. La consigna más unitaria fue la renuncia de los tres comandantes.
Estos acontecimientos de 1958, con toda su carga de profundidad antioligárquica y antimilitarista marcaron a toda una generación. Puede sostenerse que la experiencia de haber participado en las acciones de mayo de 1958, con el factor significativo del origen de clase, jugaron un rol en la definición política que se agitó en la Universidad. Igualmente, la borrasca social y política de 1958 permitió a los jóvenes la experiencia de haberse vinculado con alguna Asociación Federada en la educación media o secundaria, dado que estos organismos constituyeron un eficiente escenario para la formación cívica de los estudiantes, siendo que, para algunos, este fenómeno ocurrió a muy temprana edad, como los 14 o 15 años.
La fundación del Frente de Reforma Universitaria
En diciembre de 1961 se funda en Panamá el Frente de Reforma Universitaria, con objetivos que dan indicación de la presencia de los principios de Córdoba, a pesar de haber transcurrido tantos años. La revisión y la libertad de cátedra, las cátedras paralelas, la ampliación de la representación estudiantil en los organismos de cogobierno, la participación estudiantil en decisiones trascendentes para la Universidad, generaron una sólida corriente de simpatía entre los estudiantes.
No fue mera casualidad que el organismo nacional abanderado en la Reforma de 1918 surgiera a fines de 1961. En el recuento, habría que tomar en consideración el impulso que venía del Congreso Latinoamericano de Estudiantes sobre Reforma Universitaria y Democratización de la Enseñanza, que se celebró en 1960 en Brasil, bajo los auspicios y el financiamiento de la Unión Internacional de Estudiantes que, desde su sede central en Praga, coordinaba acciones estudiantiles donde pudiera y donde se lo permitieran, a veces en forma abierta y en ocasiones de manera más o menos clandestina.
La agitación no era contradictoria con las inquietudes culturales y académicas, y el Frente de Reforma estimuló la inclinación hacia el conocimiento, mediante la consigna: “estudiar y luchar”. Desde luego, en el análisis debe incluirse la labor orgánica de formación del Partido del Pueblo y la emoción diaria que inspiraba la lucha de la Revolución Cubana por subsistir, en medio del azaroso aislamiento que el bloqueo norteamericano impuso a la isla, con todas las consecuencias económicas y políticas y con el agigantamiento de los prejuicios ideológicos que caracterizaron a la guerra fría.
No obstante, el Frente, algunos de cuyos dirigentes principales habían estado en el núcleo de la defensa de Cuba como elemento principal de sus actividades, concentró su atención en la cuestión típicamente universitaria, y así pudo consolidar un apoyo entusiasta de todas las facultades, como no se había visto antes y como no se ha visto después en la vida universitaria.
El Frente no solo se dedicaba a la militancia estudiantil propiamente dicha. Creó, dentro de sus filas, el Círculo Cultural Universitario, organización dedicada a la lectura de libros y a su discusión y análisis. Los sábados, uno de los participantes exponía el contenido del libro y, de allí en adelante, cada cual expresaba su punto de vista. Igualmente, el Frente creó, como parte de su estructura, el grupo “Columna Cultural”, en el que se agitaban escritores, fundamentalmente poetas, y que servía como estímulo para la creación literaria. Pedro Rivera, Griselda López, César Young Núñez, Ramón Oviero, Benjamín Ramón, Moravia Ochoa, Ramiro Ochoa y otros, se agitaron en Columna Cultural como parte del renacer de la actividad intelectual, que fue preocupación permanente del Frente.
Debe decirse que el Frente de Reforma Universitaria, pese a que su esfuerzo principal se concentró en los temas que venían heredados del movimiento de Córdoba, logró ampliar la cobertura de sus acciones hacia dos frentes adicionales: por una parte, el movimiento obrero y, desde luego, la lucha por la soberanía en la zona del Canal. El Frente realizó giras a distintas provincias y participó en concentraciones en el área de Puerto Armuelles, en coordinación con el sindicato de las bananeras.
La elección de la Unión de Estudiantes Universitarios en 1961
A partir de 1962, el Frente de Reforma Universitaria ganó las elecciones estudiantiles, celebradas en diciembre de 1961 para escoger los dirigentes de la Unión de Estudiantes Universitarios, a la cual pertenecían todos los estudiantes de la Universidad de Panamá. El mecanismo de selección consistía en lo siguiente: las elecciones se celebraban en un día en el que se decretaba asueto, a pesar de lo cual la votación era masiva, alrededor del 90 por ciento, lo cual era francamente asombroso.
Se escogían a los representantes estudiantiles en los organismos del cogobierrno existente en la década del 60 y que funcionaba así: había un representante estudiantil por cada facultad en la Junta Administrativa, que era el organismo encargado de discutir y aprobar el presupuesto universitario. Eran seis facultades, de modo que se seleccionaban seis estudiantes y formaban parte de ese organismo con los seis decanos, todos presididos por el Rector. También se escogían dos estudiantes para formar parte de las Juntas de Facultades, por lo cual ese día se escogían doce y se escogían dos estudiantes por cada facultad para el Consejo General Universitario, del cual eran miembros todos los profesores regulares.
Se trataba entonces de escoger a 60 estudiantes, ya que eran los treinta principales y sus respectivos suplentes. Esos sesenta formaban el Directorio Estudiantil de la Unión de Estudiantes Universitarios y, a su vez, este organismo escogía al Comité Central Ejecutivo, incluyendo a su presidente. Todos los 60 miembros del Directorio debían tener un índice académico no inferior a 1.5 y tenían que demostrar que habían aprobado tres semestres en la Universidad.
El Frente de Reforma Universitaria ganó las elecciones a su contendiente, ADE, siglas de Acción Democrática Estudiantil, que se abanderaba en la lucha por la democracia, entendida fundamentalmente como el conjunto de esfuerzos en contra de la llamada “izquierda universitaria”. El Comité Central Ejecutivo de la Unión de Estudiantes Universitarios quedó integrado por Ornell Urriola, Moisés Carrasquilla, Honorio Quesada, Ana Ruiloba de Gómez y el presidente, responsabilidad que me atribuyeron los compañeros.
El Frente empezó una agitación constante, con incursiones frecuentes en la prensa nacional, sobre las aspiraciones estudiantiles, las cuales, en su conjunto, eran denominadas la Reforma Universitaria. Al mismo tiempo, fue adquiriendo un rol de vanguardia en el resto de los sectores populares, dada la recesión de los partidos políticos, que sólo actuaban en los torneos electorales como mecanismos de postulación y en consideración también a las limitaciones del sector obrero, sin posibilidades de concentración de mano de obra por la ausencia de grandes industrias. Sólo las bananeras y la Cervecería Nacional tenían condiciones para la vigencia de un sindicalismo activo e influyente, al igual que algunas fábricas en el sector de la sastrería y la modistería.
El Comité Central de las UEU se movía con apoyo del Frente de Reforma Universitaria. Augusto César Arosemena, Víctor Ávila, Floyd Britton, Eligio Salas, Renato Pereira y otros dirigentes destacados también participaban en las Asambleas Generales, que se celebraban en el Paraninfo y que eran el escenario para la exposición de ideas reformistas, a veces cargadas con un lenguaje revolucionario y siempre en contraposición de los estudiantes de Acción Democrática Estudiantil.
La lucha contra la “rosca universitaria” en 1962
El foco de atención fue, fundamentalmente interno. La administración de la Universidad estaba esencialmente vinculada a la elite que se agitaba en el campo político y que mantenía el control del Estado y de sus instituciones. Por eso, los planteamientos estudiantiles y su creciente presencia en el resto del país dio lugar a la creación de una atmósfera de enfrentamientos con la Rectoría, convencida de que lo que estaba en juego no eran meras reivindicaciones estudiantiles, sino el control de la enseñanza superior por parte de una horda comunista que iba a influir en todos los aspectos de la vida nacional y que se disponía a destruir el sistema democrático vigente en la Nación.
La cuestión empezó por las insistencias estudiantiles alrededor del Presupuesto Universitario. A principios de mayo de 1962, la Unión de Estudiantes Universitarios denunció que, “a pesar de haber transcurrido cuatro meses del año, la Junta Administrativa no se ha reunido todavía, y esta es la entidad que tiene que aprobar el Presupuesto. Se está trabajando sin Presupuesto, y los estudiantes quieren participar en su elaboración. Hay una obligación que tienen las instituciones autónomas de publicar su presupuesto a principios de año”. Esta es una causa de conflicto entre el movimiento estudiantil y la Rectoría. Dicen los estudiantes --cito el Diario Crítica de mayo de 1962—que en la Universidad hay “gastos excesivos”.
En el Diario “La Hora”, del viernes 4 de mayo de 1962 aparece información de primera plana que recoge un pronunciamiento estudiantil que dice: “nosotros tenemos una responsabilidad en el gobierno universitario y exigimos que se nos den las facilidades para cumplir a cabalidad con los deberes que nos señala el Estatuto. Como cuestiones mínimas para la discusión del anteproyecto de Presupuesto los estudiantes requerimos: 1- Datos comparativos entre las sumas gastadas en los últimos dos años y lo presupuesto para el presente año. 2- Detalle de los gastos del personal docente de las diferentes facultades 3- Detalle de los egresos de los cursos de extensión universitaria. 4- Informe de operaciones del Fondo de Préstamos. -5 Detalle de operaciones del servicio universitario de radiodifusión”. Firman los estudiantes miembros de la Junta Administrativa, Adolfo Ahumada, César Arosemena, Ornell Urriola, Raúl Rivera, Plinio Valdés y Robledo Landero.
Finalmente, se discutió el Presupuesto, ocasión en la cual, por propuesta de César Arosemena, se exigió, sin lograrlo, la rebaja de la matrícula de 15 balboas a 7.50. Otra de las luchas fue contra la pretensión -que resultó fallida- de las autoridades de exigir examen de admisión a los estudiantes provenientes de escuelas públicas.
El diario La Hora del sábado 5 de mayo de 1962 publica un comunicado estudiantil, por el cual protesta “porque tres profesores temporales de la Universidad, jóvenes y de reconocido prestigio, han sido marginados parcial y totalmente de los cursos que dictaban. José de Jesús Martínez ha sido separado totalmente. Isaías García y Ricaurte Soler alcanzan apenas unas cuantas horas. Los cursos de extensión han sido acaparados por dos profesores de tiempo completo. Esta nueva decisión de las autoridades universitarias, en salvaguarda de intereses mezquinos, ha causado descontento entre los estudiantes, establece una situación conflictiva y se constituye en otro eslabón que hace evidente la necesidad de acelerar la lucha por la Reforma Universitaria”. Firman los estudiantes Pedro Rivera, José Tuñón, Jorge White, Hernán Santizo, Julio C. Ortiz B., Rodolfo Castro, Ramón Oviero, Wigberto Tapiero y otros.
Un acontecimiento ocurrió en junio de ese mismo año. El Rector reclamó, en carta remitida a los periódicos nacionales que el presidente de la Unión de Estudiantes, o sea yo, no había devuelto cien balboas, que eran los viáticos correspondientes a la participación en el Congreso Estudiantil Centroamericano en Costa Rica. Aunque el Rector sabía que yo no había viajado por estar atendiendo las reuniones de la Junta Administrativa, presididas por el propio rector Narciso Garay, hizo el reclamo, sin verificar que la representación estudiantil al referido Congreso fue asumida, con todo y viáticos, por el suplente escogido por el Directorio, el estudiante de Derecho Diógenes de la Rosa. El estudiante Víctor Avila manifestó que “hay un despilfarro de 75.000 balboas en la Universidad y por eso, frente a las denuncias del movimiento estudiantil, la “rosca” recurre a la calumnia y la injuria”.
Se convocó a Asamblea General, se hicieron todas las aclaraciones, el ambiente nacional respaldaba la posición de los estudiantes, frente a una Rectoría que utilizaba métodos mafiosos para enfrentar el crecimiento del Movimiento de la Reforma Universitaria. De allí en adelante, las relaciones entre los dos sectores quedaron mortalmente lastimadas y era cuestión de tiempo para que llegaran a un punto de quiebre total.
El 14 de agosto de 1962 fue la explosión. La Academia Panameña de la Lengua decidió incorporar al ex presidente de la República y uno de los responsables de las muertes estudiantiles de mayo de 1958, Ernesto de la Guardia, como miembro de la misma, llenando el sillón vacante de Octavio Méndez Pereira. Se consideró una provocación de la Rectoría, sobre todo por tratar de realizar la ceremonia en el Paraninfo.
La dirigencia estudiantil se opuso y el acto no se pudo celebrar. El letrero en la pared rezaba: “Octavio Méndez Pereira amó a la juventud. Ernesto de la Guardia la ametralló.” A raíz de este hecho, fueron expulsados cuatro dirigentes estudiantiles y, en una Asamblea General, el estudiante Renato Pereira propuso declarar la huelga indefinida, y así se hizo. La huelga, en agosto-septiembre, duró 22 días y los estudiantes reformistas se tomaron físicamente la Universidad, en previsión de que algunos antihuelguistas, quienes portaban armas de fuego y disparaban todas las noches contra las instalaciones universitarias, ocuparan los edificios.
Una Comisión negociadora, de diálogo y avenimiento, con la participación de representantes del Gobierno, Fabián Velarde y Manuel Solís Palma, viceministro de Educación y Bernardo Lombardo, Vicerrector, realizó un esfuerzo que terminó la huelga, con el resultado de que los estudiantes expulsados pudieron - pudimos- continuar los estudios universitarios y la militancia reformista. Igualmente, se designó una Comisión especial para revisar el Estatuto de la Universidad.
También se acordó el incremento sustancial de la representación estudiantil en las Juntas de Facultades y en el Consejo General Universitario, y el gobierno se comprometió al aumento significativo del Presupuesto y a impulsar las acciones legislativas en la Asamblea Nacional que fueren necesarias para adecuar los resultados de los trabajos de la Comisión que fue producto de la huelga.
Puede sostenerse que el movimiento de reforma universitaria, con la inspiración y el aliento que se había transmitido de generación en generación desde el movimiento que hoy recordamos en la Córdoba de hace cien años, contribuyó a fortalecer la conciencia nacional sobre los temas educativos. Panamá quedó debidamente insertada en el mapa del reformismo universitario en América Latina.
A tal punto, que, en 1963 se celebró en el Paraninfo de esta Universidad el Seminario sobre Reforma Universitaria. La juventud estudiantil escuchó las palabras de Benjamín Carrión, gran intelectual ecuatoriano, fundador en ese país de la Casa de la Cultura. También las de Luis Beltrán Prieto Figueroa, Ministro de Educación de Venezuela y reformista de altos vuelos y las del salvadoreño Reynaldo Galindo Pohl. La cumbre del acto estuvo a cargo del ideólogo del movimiento de Córdoba de 1918, el maestro Gabriel del Mazo. Por Panamá, intervino el Profesor Ricaurte Soler.
El movimiento nacional de Reforma Universitaria alzó también, de modo constante y sin resistencias, la aspiración soberana del país con respecto a su integridad territorial. Apenas dos años después, estallaron los acontecimientos del 9 de Enero de 1964, en cuyo desarrollo y desenlace participamos todos los que habíamos tenido la experiencia reformista de esos gloriosos años de la primera mitad de la década del 60.
Hoy, a cien años del Manifiesto Liminar de Córdoba, quedan pendientes las tareas sobre el presente y el futuro de la educación panameña en todos sus niveles. Persiste la noción de Panamá como Estado contratista, en lugar del Estado desarrollista y la función de la estructura educativa orientada hacia el mercado, antes que, hacia la convicción de la sociedad solidaria e incluyente, basada en la distribución adecuada de los recursos nacionales.
Por eso Córdoba continúa vigente, pero su recuerdo quedará más enaltecido si, otra vez, con renovadas experiencias y el espíritu alegre y luchador, el movimiento estudiantil recupera sus guardadas energías y se da a sí mismo la organización y la unidad que lo pondrá otra vez en la ruta de la dirección de la Nación o, al menos de, una parte sustancial de ella.
Muchas gracias.