Ensayos
Recepción: 17 julio 2024
Aprobación: 13 septiembre 2024
CÓMO CITAR: Valderrama, A. (2024). Mas allá del observatorio. A&P Continuidad, 11(21), doi: https://doi.org/10.35305/23626097v11i21.486
Resumen: El presente ensayo ofrece una reflexión crítica de carácter onto-epistemológica y decolonial en torno a la producción de conocimientos en general y en la arquitectura en particular, tomando el cuento Prosa del observatorio de Julio Cortázar (1972/2018) como catalizador de la reflexión. En un intento de aproximación a la pregunta que plantea este número de la revista A&P Continuidad, el ensayo analiza y propone puntos de contacto interculturales entre formulaciones epistemológicas y ontológicas tanto tradicionales como contemporáneas, desplazando consideraciones rígidas de “lo nuevo” o “lo viejo” en la producción de conocimientos. El interés del ensayo no es dar una respuesta fácil a la pregunta, sino provocar una incomodidad que permita observar las intenciones políticas e ideológicas que han dado y dan origen, sentido y direccionalidad a las formulaciones onto-epistemológicas. De este modo, el ensayo sugiere múltiples preguntas, sobre todo acerca de las relaciones de poder implícitas en las diversas formas de entender la producción de conocimientos (conceptos, procedimientos y protocolos). Es decir, se invita a visualizar el impacto y las consecuencias sobre la vida humana y no humana que se ponen en juego con cada elección de un aparato onto-epistemológico determinado para el despliegue disciplinar en este caso, para la arquitectura.
Palabras clave: decolonialidad, experiencia, afecto, potencia, agencia.
Abstract: This essay offers a critical reflection of an onto-epistemological and decolonial nature on the production of knowledge in general and in architecture in particular, taking Julio Cortázar’s tale From the Observatory (1972/2018) as a catalyst. In an attempt to approach the question posed by this issue of A&P Continuidad magazine, the essay analyzes and proposes intercultural points of contact between epistemological and ontological formulations, both traditional and contemporary ones, displacing rigid considerations of “the new” or “the old” in the production of knowledge. It is not a matter of interest in the essay to give an easy answer to the question, but to provoke a kind of discomfort that allows us to observe the political and ideological intentions that have given and give origin, meaning and direction to onto-epistemological formulations. Thus, the essay suggests multiple questions, especially about the power relations implicit in the various ways of understanding the production of knowledge—concepts, procedures, and protocols. That is, the essay invites to visualize the impact and consequences on human and non-human life that are brought into play with each choice of a specific onto-epistemological apparatus for disciplinary deployment—in this case, architecture.
Keywords: decoloniality, experience, in situ, in vivo.
El observatorio
¿Qué hay de nuevo en la enseñanza del diseño y la arquitectura?, preguntan los y las editoras de la revista. En 1968, el escritor argentino Julio Cortázar visitó el observatorio en Jaipur construido por Jai Singh II entre las décadas de 1720 y 1730 expresando “el elegante desencanto de una decadencia que nada podía esperar ya de las conquistas militares” (Cortázar, 1972/2018, p. 6).
Inmerso en ese espacio, Cortázar escribió –en primera persona– el libro Prosa del observatorio (1972/2018). Jai Singh, el despótico astrónomo y arquitecto que mira al mismo tiempo los astros y las anguilas “quiere ser el cielo al que interroga, sabe que la sed que se sacia con el agua volverá a atormentarlo. Jai Singh sabe que solamente siendo el agua dejará de tener sed”, dice Cortázar (1972/2018, p. 8). El escritor camina entre gigantescos artefactos de mármol a los que llama “máquinas heladas”, ya que han sido construidas con notable precisión imprimiéndoles y sometiendo las piedras a las despóticas matemáticas celestiales. Cortázar quiere descifrar las matemáticas ancestrales petrificadas en esas piezas, pero las estructuras le devuelven una sinfonía de destellos convirtiendo a estos objetos mentales (Husserl, 1913/2014) en objetos sensuales (Morton, 2020) que, al mismo tiempo revelan una estructura autoorganizada de anguilas que emerge de las profundidades de la tierra. Enjambres de anguilas que, como queriendo liberarse de los condicionamientos tiranos de su genética, migran, se aparean y mueren. Al igual que las anguilas, las palabras de Cortázar comienzan a moverse a diferentes velocidades, encogiéndose y expandiéndose en diversas direcciones, liberando la palabra vivida de las limitaciones del lenguaje institucionalizado: la gramática. De hecho, en su forma, el texto es como un continuo rumiar casi sin puntuaciones.
En esa deriva donde se entremezclan estrellas, artefactos, anguilas y palabras, lo orgánico y lo inorgánico, el espacio y el tiempo, la especulación y la experiencia se funden en una viscosidad indeterminada, ubicua y continua de vitalidades. A medida que la correlación de fuerzas entre estructuras (jerárquicas desde arriba, autoorganizadas desde abajo) se desdibuja, aparece una y otra vez un nuevo catalizador que desplaza la narrativa hacia un tópico diferente, incluso irrelevante o accidental. Cortázar propone entonces un juego de relatividad: ¿son las anguilas el reflejo de las estrellas, sus destellos, o son estrellas que cobraron vida al aterrizar en la tierra? ¿Existen el espacio y el tiempo, o somos nosotros quienes temporalizamos y espacializamos? Cortázar se acerca a los gigantes de mármol y desde esa distancia percibe que sus escalas parecen cambiar: las estrellas parecen moverse muy rápido cuando se ven de cerca reflejadas en la superficie de los mármoles.
En este relato Cortázar elige desafiar a la más especulativa de las disciplinas científicas porque la astronomía no puede ser examinada mediante la experiencia ni comprobada mediante la experimentación ni tampoco puede ser contrastada empíricamente. Algo de esto explicaría Bruno Latour en “Drawing things together” (2011). En este texto Latour afirma que el gran logro de Galileo fue reducir el cielo a inscripciones o cartografías inmutables, planas, de escala móvil, reproducibles. Desde entonces los astrónomos perdieron la costumbre de mirar al cielo, transformando la disciplina en un hecho puramente especulativo e incomprobable.
Cortázar expone las inestabilidades y fragilidades de la especulación como única forma de producir conocimientos. Su narrativa interpela el “ego cogito” y todas las dicotomías cartesianas, en particular las referidas a la separación entre sujeto-objeto, cuerpo-mente, humanos-naturaleza. Prosa del observatorio cataliza nociones complejas de escala, organización y estructuras; se enfrenta a la relatividad espacio-temporal; expone la subjetividad intrínseca del método científico; propone negociaciones y agencias cruzadas entre entidades humanas y no humanas; y diluye los bordes que separan al objeto investigado del sujeto investigador. Cortázar se trae las estrellas a la tierra y las baja a una experiencia de vida, a un tipo de producción de conocimientos basado en la experiencia. Cortázar no quiere ser uno de esos astrónomos que perdieron la costumbre de mirar al cielo cuando aprendieron a reducirlo y reemplazarlo por las cartografías. Cortázar quiere encarnar toda la complejidad de lo que interroga. Y esa encarnación solo se logra a partir de una actividad que se despliega estando presente aquí y ahora, in situ, in vivo. Porque como dice Hugo Mujica (2020, p. 20) “hacer desde la experiencia significa que algo nos acontece, nos alcanza; que se apodera de nosotros, que nos tumba y nos transforma”.
Disoluciones en torno a la tradición cartesiana
¿Qué hay de nuevo en la enseñanza del diseño y la arquitectura?, preguntan los y las editoras de la revista. Podríamos decir que el cuento de Cortázar respondería con una clase de hibridación entre fenomenología, nuevo materialismo, epistemologías situadas y decolonialidad.
La fenomenología se ocupó de investigar qué había en el espacio-guion que separaba al objeto de estudio del sujeto que estudia en la tradición científica moderna cartesiana. Ya en 1913 Edmund Husserl (1913/2014) proponía una primera hipótesis de continuidad sujeto-objeto a través de la experimentación y la intuición, aunque su teoría quedaba aún encapsulada en lo cerebral. A partir de la estrategia de epoché el sujeto ponía entre paréntesis las verdades heredadas para luego pasar a la “reducción fenomenológica” en la que la “intuición trascendental” permitiría acceder al conocimiento. Más tarde, Martin Heidegger (1927/1962) propondría que el mundo, la existencia humana y experiencia estarían solapados, co-existirían, se transformarían mutuamente como en su metáfora del carpintero. Aunque enfocado en lo utilitario, según Heidegger, cuando el carpintero estaba envuelto en su tarea no era una entidad única sino un ensamblaje donde su cuerpo, los clavos, las maderas, los cinceles y martillos y el espacio de la carpintería constituían una continuidad inseparable.
Continuando con la exploración fenomenológica, a finales de la Segunda Guerra Mundial Maurice Merleau-Ponty (1945/1962) correría definitivamente el eje cerebral y utilitario de la producción de conocimiento colocando a la carne como el vehículo sine qua non para ser-en-el-mundo y la interfaz para el acceso al conocimiento. En términos merleau-pontianos podríamos decir que por su condición situada y situante la carne sería capaz de re-descubrir complejidades que el lenguaje instituido y la cultura de la utilidad se habían ocupado de homogeneizar. Según Merleau-Ponty el conocimiento se daría a través de la experiencia directa sensorial o “inmersión corporal” que significaba estar presente en espacio y tiempo, es decir, aquí y ahora. Así, en el cuerpo se sedimentaría el conocimiento adquirido vía relaciones recíprocas y reversibles de transformación entre agentes humanos y no humanos. Es decir, se produciría una reversibilidad de afectación. Podríamos decir entonces que con este proceso reversible de encarnación del conocimiento Merleau-Ponty defenestraría definitivamente la separación entre sujeto-objeto y entre cuerpo-mente intrínseca en el método científico cartesiano.
El nuevo materialismo podría definirse como un giro onto-epistemológico respecto al materialismo tradicional ya que explora cómo las concepciones contemporáneas de la materia pueden proporcionar posibles comprensiones del mundo sociopolítico, incluidos los no humanos como parte activa del mismo. El nuevo materialismo es una plataforma privilegiada desde la cual problematizar y conceptualizar las formas en que se produce el conocimiento en la era del Antropoceno: una modificación material y de la matriz ecológica del planeta de tal magnitud y extensión que resulta geológicamente irreversible. En una reciente conversación entre Philippe Descola y Bruno Latour (2013), el primero definía el Antropoceno como “una aceleración del Holoceno en el que los humanos se han convertido en los principales agentes de la transformación de nuestro planeta como resultado del intento de domesticación de la naturaleza”; mientras que el segundo, como una “metamorfosis del ser humano como fuerza geológica.”
En “Introducción a los nuevos materialismos” (2010), Diane Coole y Samantha Frost definen el nuevo materialismo tomando prestado el concepto de Althusser de “materialismo del encuentro”. Coole y Frost afirman que las formas del capitalismo, las prácticas de poder y los modos de producción han cambiado de tal manera que el enfoque marxista tradicional ya no es suficiente para explicar las correlaciones entre las dimensiones materiales y sociales. Las autoras destacan también el hecho de que las ciencias han evolucionado hacia modelos más complejos para describir procesos naturales y sociales, desafiando las ideas deterministas de teleología, causalidad, previsibilidad e irreversibilidad de las correlaciones de fuerzas. Latour (2005) por su parte, ofrece un enfoque alternativo para estudiar las interacciones sociales. Latour argumenta que lo social es un tipo de conexión entre actantes humanos y no humanos (actores sin figuración) en un marco de agencias distributivas y con agregaciones que no pueden ser prefiguradas como la tradición sociológica y antropológica lo han impuesto tradicionalmente. En el libro Materia Vibrante. Una ecología política de las cosas (2022), Jane Bennett propone disipar el imaginario moderno que con sus reducciones antropocéntricas se empeña en fabricar dicotomías artificiales separando las entidades entre orgánicas e inorgánicas y aquellas con poder o impotentes. Bennett intenta demostrar que un entendimiento de la intencionalidad y capacidad de acción de la materia y las cosas más allá de la voluntad humana podría modificar los patrones de comportamiento sociopolíticos y ecológicos.
Las epistemologías situadas, entre ellas las del sur, feministas e indígenas vienen sosteniendo desde tiempos ancestrales que la producción de conocimientos es solo significativa si se realiza a través de la experiencia performática y situada. Cuando hablamos de metodologías “situadas” nos referimos a aquellas capaces de dejar emerger –a partir de un involucramiento in situ, in vivo y no por imposición de modelos prefigurados en la realidad– una serie de informaciones específicas (tangibles e intangibles) que se encuentran latentes o explícitamente presentes en un lugar y un tiempo determinados. En Meeting the Universe Halfway (2007), Karen Barad tendría una hipótesis similar a la de Merleau-Ponty respecto a lo táctil como forma de adquirir conocimientos, pero ella lo demuestra empíricamente a través de la investigación en nanotecnología. Barad encuentra que el nanómetro –al estar tan cerca de las partículas– toca las partículas mientras que este es tocado por ellas al mismo tiempo. Modificaciones recíprocas del objeto y el sujeto de conocimiento se producen cuando las partículas y el nanómetro se sienten el uno al otro. Esto sugiere que no existe la objetividad y la distancia en el método científico, ni siquiera en la más tecnológica de las disciplinas. Por el contrario, el conocimiento se produciría desde una aproximación performática y relacional, sino sensual. Por su parte, Wildcat, McDonald, Irlbacher-Fox y Coulthard sostienen en “Learning from the Land: Indigenous Land-Based Pedagogy and Decolonization” (2014) que la educación basada en la Tierra desplaza la autoridad de la especulación que se imparte desde el lenguaje impuesto por la colonización y desde la generación de una distancia y el disciplinamiento de las aulas. En cambio, proponen una educación que se base en la reconexión y el compromiso físico, espiritual y social con la Tierra[1].
Cortázar hace todo eso junto y a la vez, practica el epoché y la intuición, se percibe como un todo ensamblaje con el entorno como el carpintero, utiliza el cuerpo como interfaz para la producción de conocimientos, desafía la teleología del materialismo tradicional, incorpora nociones de las geometrías no euclidianas, toca y siente y es tocado y sentido por los artefactos de mármol, reconoce la agencia de las entidades no humanas, sale del laboratorio y se sumerge en el observatorio, mezcla a Marx con Holderlin, Jai Singh, la señora Bauchot y Diana.
Decolonialidades
¿Qué hay de nuevo en la enseñanza del diseño y la arquitectura?, preguntan los y las editoras de la revista. Cuando Cortázar dice que Jai Singh expresa “el elegante desencanto de una decadencia que nada podía esperar ya de las conquistas militares” (Cortázar, 2018, p. 6) ¿habrá querido decir que la arquitectura de Jai Singh parecería haber funcionado como una pantalla que encubría la decadencia del proyecto colonial a partir de la espectacularización del poder de la ciencia moderna?
El texto de Cortázar, la fenomenología, el nuevo materialismo y las epistemologías situadas parecen cada vez más relevantes en la disputa de Sentido, a medida que el proyecto de la “colonial-modernidad” (Segato, 2021) diversifica y profundiza los instrumentos que sostienen las dicotomías cartesianas en tanto permiten romper los lazos que unen los cuerpos con las tierras y las subjetividades. Y una vez separados, subyugarlos, extraerlos, convertirlos en objetos de estudio y utilizarlos como mercancías será una tarea fácil de ejecutar. En efecto, las consecuencias de la colonización del poder y el saber vía validación científica por método cartesiano y sus derivaciones tecnológicas durante el siglo XX ya habían sido ampliamente criticadas especialmente por la escuela de Frankfurt cuando estas habían llegado a su pico más alto de desarrollo. En Dialéctica de la Ilustración (1944/1987) –no por casualidad un libro contemporáneo a las formulaciones sobre la carne de Maurice Merleau-Ponty (1945/1962)– Max Horkheimer y Theodor Adorno dirían en la primera página del libro que “El Iluminismo[2], entendido en el sentido más amplio como avance del pensamiento, siempre ha tenido como objetivo liberar al ser humano del miedo [a la incertidumbre respecto a los fenómenos naturales] e instalarlo como amo [en relación al resto de la naturaleza]. Sin embargo, la tierra totalmente iluminada está radiante de calamidad triunfante. El programa del Iluminismo fue el desencanto del mundo” (Horkheimer y Adorno, 1944/1987, p. 1). Es que para los intelectuales de la escuela de Frankfurt luego de la Segunda Guerra Mundial en general y de Auschwitz en particular, el mundo tal como lo entendíamos se había vuelto incompresible ya que la ciencia moderna había funcionado al servicio de la máquina de muerte y del gesto antropocéntrico de dominar la naturaleza que iba en camino de lo que hoy se conoce como Antropoceno.
A la colonización tecnológica [fordista] del siglo 20 le siguió la algorítmica que vuelve a re-centrar el objetivo en el cerebro, pero no ya en el sentido del “ego cogito” cartesiano [pensar para luego existir] sino en la inducción de una pulsión de muerte autocumplida por autodaño a nivel material de la corteza cerebral. Al respecto, Miguel Benasayag (2021) sugiere que como el conocimiento se deposita físicamente y modifica materialmente el cerebro, la colonización algorítmica opera por atrofiamiento físico de los cerebros. Este atrofiamiento mantiene los cerebros conectados y dependientes de los dispositivos digitales y las interfases que desterritorializan y descorporizan. Esta hipótesis la prueba a partir de un estudio reciente en el que el médico y filósofo argentino convocó a dos grupos de taxistas, uno en Londres y otro en París. A los de París les solicitó navegar la ciudad sin GPS y a los de Londres, con GPS. Al cabo de tres años Benasayag y su equipo comprobaron que las terminales cerebrales de aquellos que utilizaban GPS se habían atrofiado debido a la delegación de funciones relativas a la percepción espacio-temporal al dispositivo digital.
La pandemia global hizo un llamado de atención sobre la continuidad del proyecto de la colonial-modernidad mostrándole al ser humano su debilidad frente a la vitalidad del resto de naturaleza y las posibles consecuencias de la “cosificación de la vida” (Segato, 2020, p. 79). Recordemos por si acaso que Descartes (1641/1993) sostenía que los humanos somos “cosas pensantes.” Mientras un diminuto virus acababa con la vida de millones de personas poniendo en crisis la era antropocéntrica, en los espacios educativos se fomentaba la ilusión de que los procesos algorítmicos podían incluso reemplazar a los procesos de lo viviente. Es que el aferramiento del paradigma homocentrado y cosificador no permitió comprender que los humanos nunca fuimos individuos sino una multiplicidad de entidades, entre ellas, bacterias que no solo evolucionan, sino que entran y salen de nuestro cuerpo constantemente, intercambiando información con el mar de bacterias del entorno (Gilbert, Sapp y Tauber, 2012, pp. 325-341).
En los talleres de proyecto de las facultades de arquitectura durante la pandemia se corrió el cuerpo de la escena del aula y se generó una especie de fascinación por la capacidad especulativa de la digitalidad desterritorializante, deshistorizante y descorporeizante. Como si la sola existencia de Julián Assange no hubiese sido suficiente como dato empírico contrastante, en los ambientes académicos proliferaba una falsa hipótesis de tener acceso a toda la información mientras los proyectistas se transformaban en burócratas intermediarios en vez de creativos libres. En efecto, la valoración de la información y los algoritmos por sobre la construcción de sentido no hizo más que reproducir al infinito imágenes prediseñadas, todas iguales, a las que recientemente Solano Benítez (2024) definió como Arquitectura BOT.
En 2020, mientras elaborábamos el Proyecto de Investigación PID 80020220700012UR “Continuidades entrelazadas: cuerpos, materias, artefactos, territorios” (Valderrama, Riva, Franco, Berta, Ferrazini, Polenta, Gómez Hernández, Serralunga, Bianchi, Sant’ana, Baima, Ghilioni, Mammana, Barrale, Nakatsuka, Solari, Martin, Del Rio, García, Ruiz, Zupanovich, Vega, Abaca, Schreiber, Salomon, Rivero, Nasutti, Díaz, Basla, Borean, Burucullu, Carrillo, Herrero, Appiani, Angellotti y Berta, 2022) docentes, adscriptes y estudiantes del Taller Matéricos-Cátedra Valderrama alertábamos que los efectos no serían solo disciplinares. Un reporte de Florencia Abd y Juana Copello (2020) en el diario La Nación revelaba datos preocupantes tomados de “We are social”: ya en 2019 “el tiempo promedio de conexión diaria en Argentina de entre 16 y 64 años en internet [principalmente redes sociales a través de teléfonos celulares] era de 6hs. 47 minutos”, cifra que llegó a 9hs. 39 minutos en 2023 según la consultora Sortlist. Desde el equipo de investigación veíamos que el bombardeo constante de información no procesada y no procesable introducida casi en forma intravenosa a partir de los celulares generaba “la ilusión fantasmagórica de resolución individual e instantánea de todos los aspectos de la vida” (Valderrama et al, 2022).
Continuidades entrelazadas
Derivas e inmersiones corporales. Estudiantes y docentes del Taller Matéricos – Cátedra Valderrama.
Fuente: autora.¿Qué hay de nuevo en la enseñanza del diseño y la arquitectura?, preguntan los y las editoras de la revista. La pandemia encontró a docentes, adscriptos, adscriptas y estudiantes del Taller Matéricos–Cátedra Valderrama trabajando en el proyecto de investigación PID ARQ. 195 “Escala 1-1. trayectos experimentales en el proceso de determinacion del proyecto arquitectonico. Una didactica interdisciplinaria para los 3 primeros años de la carrera de arquitectura” (Valderrama, Riva, Franco, Berta, Ferrazini, Barbieri, Machado, Geremía, Sproviero, García, Ghilioni, Pereyra, Tironi, Marini, Baima, Fernández, Sant’Ana, Polenta, Gómez Hernández, Damiani, Bonicatto, Manzi, Rizzuti, Mansilla y Ambroa, 2018). El proyecto planteaba la producción de conocimientos basada en la articulación, fricción, alternancia y mutua afectación de fases experienciales, experimentales y luego especulativas. Esta hibridación no fue inventada por nosotros. De hecho, ya en el siglo 13 Alejandro de Hales había argumentado que la especulación teórica sólo podía realizarse después de haber dominado las ciencias experimentales. Desde esta perspectiva la especulación teórica sólo tendría relevancia si estuviera basada en un conocimiento experimental previo (Mendoza, 2016).
Nuestro taller había trabajado durante 10 años con secuencias iterativas que ponían en discusión tanto la tradición cartesiana como la albertiana. Alberti (1485/2013) concebía a la arquitectura como una imposición de ideas y formas prefiguradas sobre una materia y un territorio en tanto el proceso de diseño antecedía y estaba separado del proceso de colocación y construcción. Distancia prudente a la que también la arquitectura debía guardar respecto a la naturaleza en tanto que su estructura, permanencia, proporciones, medidas y geometría la distinguían de lo efímero e impredecible. En contraposición, las secuencias iterativas de nuestro taller consistían en intentar ir desde la materia y el territorio hacia las formas. Es decir, un proceso performativo más que compositivo. Derivas, ejercitaciones colaborativas de co-construcción de conocimiento, experimentos y testeos de materiales, construcciones a escala 1:1 de artefactos en diferentes formatos y escalas, reflexiones sobre los posibles entramados entre arquitectura y naturaleza a través del tiempo y, por último, especulaciones basadas en esas experiencias. Estas secuencias iterativas significaban un tipo de producción de conocimientos situados en una superación de la forma tradicional meramente especulativa de los talleres. El quehacer cotidiano del taller tenía relación con un aprender haciendo y aprender interactuando con otros y con el mundo en un proceso dialógico en el que intervienen múltiples miradas y saberes, no solo los académicos sino también los populares.
A partir de las consecuencias de la pandemia global formulamos el PID 80020220700012UR donde nos planteamos la necesidad urgente de realizar “un giro onto-epistemológico que nos permita re-conectar los cuerpos, las materias, los artefactos y los territorios y profundizar la dimensión situada in situ, in vivo y colectiva del proyecto arquitectónico”. (Valderrama, et al., 2022). El proyecto –aún vigente– se asienta sobre marcos epistemológicos construidos a partir de la revisión de bibliografía referente a la crítica a la colonialidad y las metodologías situadas y dialógicas desarrolladas por las Epistemologías del sur, indígenas y feministas; las técnicas de inmersión del cuerpo formuladas por la tradición fenomenológica; y los recientes aportes del Nuevo Materialismo. Los lugares de trabajo para las ejercitaciones se eligen por su condición indeterminada y dinámica dada por las correlaciones de fuerzas de los procesos naturales y sociales. Pero estas informaciones que emergen de estos territorios no se toman como estancas sino en constante transformación y co-construcción de nuevos sentidos. Los y las estudiantes entonces realizan complejos procesos iterativos en los que la experiencia y los múltiples modos de investigación, experimentación y especulación se van informado entre sí para comprender mejor las correlaciones entre las dinámicas sociopolíticas, los procesos naturales y el entorno construido [o la arquitectura] a través del tiempo. La experiencia, la comprobación empírica y el sentido de lo colectivo se entrelazan y sintetizan en prácticas colectivas en escala real en distintos tamaños hasta llegar a las obras co-producidas con las comunidades en emergencia social.
Potencia y afecto
Testeos materiales. Trabajos de estudiantes del Taller Matéricos – Cátedra Valderrama.
Fuente: autora.¿Qué hay de nuevo en la enseñanza del diseño y la arquitectura?, preguntan les editores de la revista. Quizás sería mejor responder con otra pregunta: ¿de qué forma la intencionalidad (física, afectiva y estética) de la madera que resiste la fuerza y las heridas del cincel para presumirse en una escultura le da existencia y sentido al carpintero de Heidegger y no al revés?
Paralelamente al proyecto de investigación principal, docentes, adscriptas y adscriptos realizan investigaciones que van alimentando el proyecto de investigación del taller. Por ejemplo, Kay Scheiber (2024) ha recientemente presentado un proyecto de investigación a una convocatoria del CIN denominado “La potencia y el afecto. Las inter-agencias materia-cuerpo en los procesos de producción, expresión y recepción de la arquitectura”. Para llevar adelante la investigación Scheiber se sirve del concepto de “experiencias vagas” (Spinoza, 1667/2014, 81) vinculado a la producción de conocimientos desde lo performativo y agencial. Asimismo, propone una comprobación empírica in situ, in vivo de los conceptos de “afecto” y “potencia” formulados por Spinoza, (1677/2000) en torno a la potencia física, sensual, memorial y migrante de la materia y su capacidad de afectar y ser afectada.
A partir de estos proyectos de investigación propios de un taller expandido –donde se integran docencia, investigación y extensión– desplegamos una reflexión que indaga sobre el ser de la arquitectura, no solamente en su imagen terminada sino también en sus procesos de materialización, expresión, recepción, inscripción y evolución aún después de ser materializada. Esto implica que el taller se replantea diariamente los marcos onto-epistemológicos, su posicionalidad y direccionalidad político-cultural y disciplinar, entendiendo que la universidad pública tiene como objetivo indagar y ayudar a visualizar futuros alternativos a los temas relevantes de su espacio-tiempo. En este caso, la arquitectura no es una disciplina aséptica que puede jactarse de la supuesta neutralidad que le otorga el beneficio pragmático de su estatus profesional. Por el contrario, tiene mucho para aportar en revertir los procesos que profundizan la crisis climática y la injusticia social y ambiental que caracterizan al Antropoceno.
Más allá del observatorio
Plaza del Agua. Obra co-producida entre docentes y estudiantes del Taller Matéricos – Cátedra Valderrama y miembros de la comunidad de Bajada Barbi, Pueblo Esther.
Fuente: autora.¿Qué hay de nuevo en la enseñanza del diseño y la arquitectura?, preguntan los y las editoras de la revista. Imagino que Cortázar (1972/2018, pp. 11-12) respondería:
Vea usted, en el parque de Jaipur se alzan las máquinas de un sultán del siglo dieciocho, y cualquier manual científico o guía de turismo las describe como aparatos destinados a la observación de los astros, cosa cierta y evidente y de mármol, pero también hay la imagen del mundo como pudo sentirla Jai Singh, como la siente el que respira lentamente la noche pelirroja donde se desplazan las anguilas; esas máquinas no sólo fueron erigidas para medir derroteros astrales, domesticar tanta distancia insolente; otra cosa debió soñar Jai Singh alzado como un guerrillero de absoluto contra la fatalidad astrológica que guiaba su estirpe
(…) Salga a la calle, respire aire de hombres que viven y no el de la teoría de los hombres en una sociedad mejor; dígase alguna vez que en la felicidad hay tanto más que una cuota de proteínas o de tiempo libre o de soberanía (pero Holderlin debe leer a Marx, en ningún momento ha de olvidar a Marx, las proteínas son una de tantas facetas de la imagen, vaya si lo son, señora Bauchot, pero entonces la imagen toda, el hombre en su jardín de veras, no un esquema del hombre salvado de la desnutrición o la injusticia).
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Notas
Notas de autor
Roles de autoría: 1. Administración del proyecto; 4. Conceptualización; 6. Escritura - revisión y edición; 7. Investigación; 10. Redacción - borrador original.
ORCID: 0000-0003-4042-672X
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Información adicional
CÓMO CITAR: Valderrama, A. (2024). Mas allá del observatorio. A&P Continuidad, 11(21), doi: https://doi.org/10.35305/23626097v11i21.486
Enlace alternativo
https://www.ayp.fapyd.unr.edu.ar/index.php/ayp/article/view/486 (html)