Dossier temático
Recepción: 31 Julio 2023
Aprobación: 24 Octubre 2023
CÓMO CITAR: Gobbo, G. y Ventroni, N. (2023). Al Borde Arquitectos: circulación y legitimación. Algunos episodios de la emergencia de los conceptos colectivos y activismo. A&P Continuidad, 10(19), doi:https://doi.org/10.35305/23626097v10i19.418
Resumen:
El presente artículo se centra en los primeros años de trayectoria de Al Borde Arquitectos, oficina establecida por David Barragán y Pascual Gangotena en 2007 en Quito. Reconocida a nivel internacional, la crítica ha coincidido en señalarla como uno de los mayores exponentes del movimiento de los colectivos de arquitectura, noción un tanto problemática empleada para caracterizar praxis alternativas al modo de producción de arquitectura convencional, que se interesan por el agenciamiento espacial y el activismo.
A lo largo del texto, se hará hincapié en algunos episodios clave de los primeros años de esta oficina, observando con atención cómo han sido la difusión, circulación y recepción de su obra, dentro de circuitos institucionales y mediáticos, que iban construyendo simultáneamente categorías interpretativas. Se pretende, de esta forma, iluminar la formación de la conceptualización de este colectivo de arquitectura.
Lejos de intentar realizar una síntesis totalizadora del concepto y su emergencia, en esta comunicación se busca contribuir a desentrañar el entramado mediático-institucional que produce sentido y validación de este particular modo de producción del espacio. Se pretende, a la vez, plantear interrogantes sobre la operatividad de esta categoría en el contexto contemporáneo.
Palabras clave: Al Borde, colectivos de arquitectura, activismo, circulación, difusión.
Abstract:
This article is focused on the first years of the professional history of Al Borde Arquitectos, an office established by David Barragán and Pascual Gangotena in Quito in 2007. Being internationally recognized, critics have broadly pointed out its work as one of the most important examples of the Architecture Collective’s movement, a somewhat problematic concept used to characterize practices attempting to become alternatives to conventional mechanisms of architectural production, and which are also interested in spatial agency and activism.
Throughout the text, some early years’ key moments of this office will be emphasized, carefully observing how the dissemination, circulation and reception of the work have occurred within the mediatic and institutional circuits, and how this framework has simultaneously developed interpretative categories. In this way, it is intended to shed light on the construction of the conceptualization of this architecture collective.
This contribution -far from trying to make a totalizing synthesis of the concept and its emergence- seeks to unravel the media-institutional framework that provides meaning and validation for this particular mode of space production. At the same time, it also intends to raise questions about the operability of this category in our contemporary context.
Keywords: Al Borde, architecture collectives, activism, circulation, dissemination.
Introducción
Al Borde Arquitectos fue creado en el año 2007 en Quito por David Barragán y Pascual Gangotena (Fig. 1), en un contexto de una profunda crisis económica y social. A pesar de los pocos recursos y escasos encargos, el estudio logró en pocos años alcanzar una gran notoriedad y reconocimiento internacionales. Han recibido gran número de galardones y publicaciones sobre su labor, múltiples distinciones obtenidas por parte de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU) en 2008, 2009, y 2015; el Holcim Awards Acknowledgement Prize for Latin America (2014); 100+ Best Architecture Firms 2019 de Domus entre otras, e invitaciones a congresos y exposiciones importantes como la Bienal de Venecia de Arquitectura de 2016 y la Bienal de Chicago de Arquitectura de 2015[1]. Este historial da cuenta del interés sostenido sobre su labor (Griborio, 2020, pp. 8-9).
Con todo, su amplia resonancia en el ámbito internacional no se justifica exclusivamente por la calidad de su obra, sino que estriba fundamentalmente en la pertinencia de los temas que han abordado, en consonancia con un momento en el que la disciplina arquitectónica volvía su atención a problemáticas e intereses que había dejado relegados.
La crisis del mercado financiero globalizado de 2008 llevó a los principales centros difusores nordatlanticocéntricos a rearmar su entramado discursivo, y a repensar sus criterios de valoración. En un intento de superar la narrativa festiva de los starchitects, que se demostraba agotada y fuera de sincronía con la coyuntura socioeconómica, las instituciones ampliaron su mirada, incluyendo el sur global, donde hallaron varios ejemplos de profesionales que planteaban otros modos de producción espacial. Estas prácticas –caracterizadas por preocuparse más por los procesos de producción y el movimiento de recursos locales, que por la creación de una forma original o de sello de autor– enraízan en lo local, incorporando conceptos como la participación de los usuarios, el agenciamiento espacial[2], la economía circular[3], y una fuerte impronta social. Para ellos, la innovación y la creatividad deben ser puestas al servicio de la solución de los problemas de las comunidades, ya que el rol del arquitecto convencional resulta insuficiente.
Esta descripción, que hemos esbozado sucintamente y sobre la que reincidiremos a lo largo del texto, luego de ser masificada y digerida por los medios, amplió el concepto de colectivos de arquitectura hacia una definición bastante difusa, que aún está en discusión. Al Borde, con su práctica ejemplar y sumamente difundida y destacada, ha sido incluida dentro de esta categorización, aunque sus integrantes reniegan de ella.
En el presente artículo, seguiremos los primeros años de su trayectoria, observando con especial atención su circulación mediática y mostraremos cómo su consagración internacional entronca con este momento de cambio en los intereses de la disciplina. Se intentará aportar claridad a cómo la institución arquitectónica rearma sus criterios de validación, y de qué manera los discursos críticos se retroalimentan a partir de praxis específicas.
Los inicios de Al Borde
En América del Sur, luego de un breve –y muy relativo– período de estabilidad económica en la década de los 90, se produjo una nueva crisis generalizada, si bien con tiempos diferentes en cada país. En Ecuador, los efectos de esta crisis fueron muy profundos y prolongados, y es en ese contexto cuando se conforma Al Borde, en el año 2007. David Barragán y Pascual Gangotena, compañeros en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en Quito, se unieron circunstancialmente para compartir un encargo de una vivienda que había conseguido Gangotena. Paulatinamente, y con dificultad, el trabajo se sostuvo en el tiempo y fue aumentando conforme a la difusión que estos arquitectos iban alcanzando.
Conscientes de su situación periférica, rechazaban el bombardeo de referentes extranjeros que por ese entonces imperaba en los libros y revistas de arquitectura, y que no consideraban adecuados para la realidad de su país. A pesar de que no tenían un programa de acción o un marco teórico enunciado y articulado, sí tenían en claro qué buscaban y qué temas les interesaban. Por tanto, desde un principio se volcaron a trabajar con lógicas materiales locales, reinterpretando en ocasiones la tradición vernácula, o actualizándola, pero siempre planteando formas de construir adecuadas a la mano de obra local, en lo posible empleando la idea de economía circular. En su formación, José María Sáez Vaquero, docente de la casa de estudios, a quien consideran su máximo referente, les transmitió la consciencia en la utilización inteligente de los recursos, y su impacto en el medio ambiente. Este abordaje, además, resultó importante, ya que, aunque Al Borde declara no realizar activismo, sí se afirman en una postura política que los lleva a elegir y descartar encargos. Su interés era poder intervenir en comunidades desfavorecidas, o donde la figura del profesional liberal, que sólo atiende al mercado, fuera insuficiente.
Entre los años 2008 y 2009 se comienza a consolidar el grupo como estudio de arquitectura y, al mismo tiempo, empieza a germinar la semilla de la difusión de sus obras. Esto se dio de la mano de la alta popularidad de la web Plataforma Arquitectura como sitio de divulgación internacional de obras recientes. Al respecto, David Barragán cuenta que le escribió a muchas editoriales para publicar la Casa Pentimento[4], su primera obra, pero ninguna le respondió. Entrar al circuito mediático no era sencillo, sin embargo, eso cambió con internet:
En 2007 inicia Plataforma Arquitectura[5], estoy casi seguro […] No pensé que nos iban a publicar. Y nos publican la casa. Y ahí entendí el poder que tenía internet, cómo de pronto el proyecto a través de ellos comenzaba a entrar en un circuito, empezaba a ser pedido por editoriales. Obviamente lo apliqué con la casa Entre Muros y tuvimos el mismo efecto. Y obviamente lo apliqué con Escuela Nueva Esperanza, solo que ahí esperaba el mismo efecto y no contaba con que la curva se fuera tan arriba. (D. Barragán, comunicación personal, julio 25, 2023)
Al analizar la sucesión de publicaciones en páginas web, de invitaciones a congresos y premios recibidos, se puede observar que el incremento más fuerte se genera luego de la publicación de la Escuela Nueva Esperanza[6] en Plataforma Arquitectura (Escuela Nueva Esperanza / Al Borde, 2010). Este incremento de la popularidad se fue construyendo progresivamente, también, en otras redes más allá de internet.
Luego de que se publicara la Casa Pentimento (Fig. 2) en Plataforma Arquitectura a finales de 2007 (Casa Pentimento / José María Sáez y David Barragán, 2007), esta recibió un premio en un evento importante al año siguiente, la VII BIAU que se celebró en Lisboa, Portugal. Al mismo tiempo, David Barragán fue invitado a dar conferencias en dos ciudades de Ecuador. Todos estos reconocimientos se consiguieron con muy pocas obras construidas: la Casa Pentimento, el Taller Invernadero[7] de Pascual Gangotena; y la primera obra con autoría de Al Borde, la Casa Entre Muros[8] (Fig. 3). Implantada en la ladera de la montaña, esta última fue realizada en tierra, con criterios de economía circular, y presenta ya los intereses y búsquedas del estudio.
El 2009 no les deparó gran cantidad de trabajo profesional en el formato tradicional: sólo recibieron el encargo de dos casas, las hermanas Casa 001 (Fig. 4) y Casa 002[9]. Estas viviendas, planteadas con un doble sistema constructivo –plantas bajas de mampostería cerámica y plantas altas como cajas estructurales de madera en bruto, armadas a nivel del suelo y elevadas con grúas, que luego recibieron un cerramiento realizado con tierra– no llamaron la atención de la crítica. Sin embargo, 2009 marcó un punto de inflexión porque comenzaron a trabajar con una lógica que implicaba involucrarse en proyectos comunitarios. Aunque no hubiera dinero para honorarios ni financiación para la ejecución, Al Borde estaba decidido a realizar un aporte con los medios específicos de la arquitectura. Este fue el caso de la Escuela Nueva Esperanza (Fig. 5).
Este encargo provino del profesor de una comunidad pesquera aislada. Con un presupuesto inverosímil de sólo 200 dólares, Al Borde logró su construcción con el esfuerzo mancomunado tanto de los padres de la comunidad educativa como del profesor, quienes participaron del proyecto y brindaron su tiempo y esfuerzo para ejecutar la obra en una serie de mingas[10]. Su lógica constructiva sencilla, la utilización de materiales bastos del sitio –madera, cañas y hojas de palma– y su geometría compleja –conformada por un cuadrado en su planta, un hexágono en su nivel medio y una cubierta a dos aguas en su parte superior– muestran que ya desde la acción proyectual se estaba brindando un aporte de valor con los propios recursos de la disciplina.
Los pocos encargos recibidos en estos primeros años, o encargos comunitarios sin posibilidad de paga, supusieron un desafío para el estudio: “Han salido algunos proyectos más grandes, y eso nos da la posibilidad de tener un equilibrio económico, de tal manera que los proyectos que más generan mantienen a los proyectos más chicos. Un tema de igualdad. Hay proyectos sociales que nos interesa meternos, que no hay financiamiento, pero debemos hacerlo, como la Escuela Nueva Esperanza. Pero hay otro proyecto, tal vez una casa, que está financiando (Basulto, 2011).
A los premios recibidos en la Bienal de Arquitectura de Quito (BAQ) en 2006 y en la BIAU en 2008, se suma el premio en el tercer ciclo del WA Awards del World Architecture Community para la Casa Entre Muros en 2009, proyecto que salió publicado por primera vez en Plataforma Arquitectura en agosto de ese mismo año (Casa Entre Muros / Al Borde, 2009). A su vez, también recibieron las primeras invitaciones a exponer en otros países: en Buenos Aires, Argentina, y en Cali, Colombia.
El año 2010 fue importante para el estudio: por un lado, se integraron Marialuisa Borja y Esteban Benavides, logrando la conformación definitiva de Al Borde hasta la actualidad. Por otro lado, continuó creciendo su fama, lo que derivó en una cantidad cada vez mayor de invitaciones a exponer en congresos y charlas en varios países latinoamericanos. Además de dar una conferencia en la BAQ y participar de un encuentro en Guayaquil, también fueron invitados a congresos en México, Venezuela y Argentina[11], destacándose el Congreso Internacional de Arquitectura Latinoamericana (CIAL), realizado en Rosario. Se trató de, en palabras de Barragán, un acontecimiento importante debido a que fue la primera vez que expusieron ante una audiencia amplia, de más de 2.000 personas. Allí, su presentación en plano de igualdad junto a colegas ya consagrados y de una generación mayor, como Solano Benítez (Paraguay), Angelo Bucci (Brasil), Rafael Iglesia (Argentina) y Gerardo Caballero (Argentina) parece mostrar cómo el enfoque de su práctica ya se había instalado en una posición central del debate arquitectónico.
En efecto, se había producido un viraje de la crítica, que dejó de promocionar a la arquitectura rutilante, aquella de los grandes nombres, para pasar a concentrarse en los proyectos comunitarios, en contextos de pobreza y exclusión. “Tras el tsunami de la crisis: El debate arquitectónico que discute la oportunidad de las cubiertas facetadas o los bucles se desmonta ante necesidades reales. ¿Acaso no existían esas necesidades antes de que estallara la crisis? Sí, pero tal vez no hubiese interés por verlas, capacidad para abordarlas y necesidad de hacerlo por parte de la clase arquitectónica” (Zabalbeascoa, 2012).
Otras arquitecturas, nuevos conceptos
The recent global economic crisis –which arguably began with the crash of the U.S. housing market– has heightened the perception that architecture of the past few decades has placed itself too much in the service of economic and political interests and has had too little regard for social concerns. With the rapid proliferation of high-end architecture in fast-growing economies around the globe and the powerful reshaping of cities such as Dubai, architects began to be seen more and more through the lens of celebrity.
[But] architects are, in increasing numbers, using their knowledge and skills to offer well-designed solutions to localized problems. [They] offer a redefining of the architect’s role in and responsibility to society (Lepik, 2010).
[La reciente crisis económica global –que probablemente comenzó con el crash del mercado de la vivienda de U.S.A.– ha aumentado la percepción de que la arquitectura de las últimas dos décadas ha tenido muy poca consideración por la problemática social. Con la rápida proliferación de la arquitectura de alta gama en las economías emergentes alrededor del globo, y la poderosa reconfiguración de ciudades tales como Dubai, los arquitectos comenzaron a ser vistos cada vez más como celebridades.
Sin embargo, un número creciente de arquitectos está utilizando su conocimiento o habilidades para brindar soluciones bien diseñadas a problemas locales. Ofrecen una redefinición del papel y la responsabilidad del arquitecto en la sociedad] (Lepik, 2010)[12].
En este contexto, posterior a la crisis de 2008, los grandes centros de difusión global de la arquitectura se interesaron por promover y premiar proyectos más volcados hacia un interés social, que ya estaban llevando a cabo estudios o colectivos desde hacía décadas[13]. Uno de los eventos pioneros y de mayor trascendencia que señaló este cambio de paradigma en la década del 2010 fue una muestra en el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York –actor de importancia internacional insoslayable– llamada Small Scale, Big Change: New Architectures of Social Engagement (Fig. 6) con la curaduría de Andrés Lepik (2010).
En ella se seleccionaron once obras de arquitectura que perseguían un impacto social y político en las comunidades operando mediante intervenciones puntuales y limitadas, a modo de acupuntura. La muestra dio un fuerte impulso a la colocación en el centro de la escena internacional a estudios como Elemental (Chile), Lacaton y Vassal (Francia) y Francis Kéré (Burkina Faso), que luego llegaron a ganar el premio de consagración mainstream por excelencia: el Pritzker (en 2016, 2021 y 2022, respectivamente).
El curador de esta muestra, Lepik, continuó promoviendo en los años siguientes esta clase de proyectos[14]. Además, en 2012 coorganizó la muestra Participation: Empowerment in Practice en la Harvard University Graduate School of Design. Justamente Harvard, actor de innegable peso en la difusión americana, un año antes de esa muestra, en 2011, dedicó un número de su revista Harvard Design Magazine (N° 34: Architectures of Latin America F/W 2011) [1] (Fig. 7), a la arquitectura en Latinoamérica –en donde ya vemos publicada para el público anglosajón la Casa Pentimento–. En este dossier, se destaca un ensayo titulado “From Paradigm to Paradox: On the Architecture Collectives of Latin America (Durán Calisto, 2011), donde se hace presente una categorización interesada en clasificar a las prácticas enfocadas en la intervención social, la mejora de las comunidades y las nuevas formas de prácticas que exceden la visión profesionalista clásica: los colectivos de arquitectos.
The present demands description in new words and concepts, particularly when it is experienced as a financial, environmental, ethical, and epistemological crisis, as a prelude to an inevitable (or desired) transformation and change. And it is this demand that we confront as we attempt to analyze a particular, visible, growing phenomenon in contemporary Latin America: the proliferation of architecture collectives (Durán Calisto, 2011).
[El presente demanda ser descrito con nuevas palabras y conceptos, particularmente cuando se experimenta como una crisis financiera, ambiental, ética y epistemológica, que precede a un inevitable (o deseado) cambio o transformación. Es esta la cuestión que enfrentamos al intentar analizar un fenómeno visible y creciente en la América Latina contemporánea: la proliferación de colectivos de arquitectura] (Durán Calisto, 2011).
Entre los 29 colectivos de arquitectura latinoamericanos que lista este artículo también se encuentra Al Borde. Es sugestivo que de las pocas fotos que se intercalan en el cuerpo del texto, la mayor parte corresponde a esta oficina, lo que deja entrever que, a su pesar, la crítica los ubica en la categoría de colectivos y con una centralidad destacable. Al Borde también apareció como colectivo en 2011 en la exposición Breaking Borders: New Latin American Architecture organizada por el Pratt Institute School of Architecture.
En esta década, entre las reflexiones sobre este tipo de experiencias, también se enuncia otro sistema teórico, desde una perspectiva diferenciada: Nishat Awan, Tatjana Schneider y Jeremy Till[15] en Spatial Agency: other ways of doing architecture (2011) organizaron un sistema teórico evitando la noción de activismo o de colectivo, y relacionándola con la Teoría Actor-Red de Bruno Latour (2005), convocando así la idea del agenciamiento espacial (spatial agency):
Spatial judgment refers to the ability to exercise spatial decisions. In this it exceeds, but does not exclude spatial intelligence, which has been understood as an innate human capability and a defining feature of the architectural and other creative professions. Where spatial intelligence tends to concentrate on the ability to work in three dimensions, and thus to focus on the normal aspects of spatial production, our understanding of spatial judgment prioritises the social aspects of space, and the way that the formal affects them. It follows that, in selecting examples on the basis of spatial judgment, we were looking more at the way that they initiate empowering social relationships than at formal sophistication, the latter of which has been for so long the paradigm of architectural excellence (Awan et. al., 2011, p. 33).
[El juicio espacial refiere a la capacidad para ejercer decisiones espaciales. En esto excede –pero no excluye– a la inteligencia espacial, que ha sido entendida como una capacidad humana innata y un rasgo definitorio de la arquitectura y otras profesiones creativas. Donde la inteligencia espacial tiende a enfocarse en la habilidad para trabajar en tres dimensiones, y por lo tanto focaliza en los aspectos normales de la producción espacial, nuestra noción de juicio espacial prioriza los aspectos sociales del espacio, y la manera en que lo formal lo afecta. De ello se deduce que, al seleccionar ejemplos que se basan en el juicio espacial, estamos observando con mayor atención a la manera en que estos inician relaciones sociales que producen empoderamiento, antes que, a la sofisticación formal, que ha sido por mucho tiempo el paradigma de la excelencia arquitectónica] (Awan et. al., 2011, p. 33).
En esta publicación, los autores amplían el campo excediendo la producción de objetos arquitectónicos, y avanzan hacia la inclusión de una gran variedad de prácticas y colectivos, algunos más interesados por la difusión y organización popular, como We made that, pasando por think thanks como Supersudaca, y experiencias institucionales como Rural Studio.
Compartiendo esta visión amplia en relación con el agenciamiento espacial, en Latinoamérica también se estaba produciendo una reflexión en revistas especializadas como, por ejemplo, en el N° 122 de Summa+ (sección Proyectos autogestionados, junio de 2012), y en el N° 14 de Plot (sección Otros mundos posibles, agosto de 2013), así como en los paneles de congresos o bienales nombrados en el apartado anterior[16].
Mientras tanto, en sede española –que posee una cierta influencia en el contexto latinoamericano– la conceptualización se hizo corriente gracias a la publicación del Nº 145 de Arquitectura Viva, que obtuvo muchísima repercusión. Editada por Luis Fernández-Galiano a finales de 2012, el número estaba dedicado completamente al tema. Sus contenidos, y especialmente, la editorial escrita por el propio Fernández-Galiano motivaron una serie de artículos que le respondieron polémicamente, como el de Montaner (2013), Zabalbeascoa (2012), e infinidad de entradas en blogs y páginas web, el territorio propio de los colectivos (Di Siena, 2012). También coincidieron en hablar de activismo y organizaciones colectivas, una seguidilla de textos como el de Zaera Polo (2012), Carlos Cámara (2013), y dos libros de Josep María Montaner (2014 y 2015), que terminaron de consolidar la amplia circulación de este tópico.
Entre colectivos de arquitectura y activismo
Estuvimos viendo algunos momentos de la emergencia de la conceptualización en diferentes textos y acontecimientos, que iban elaborándolo, apoyándose o utilizando como ejemplos a grupos y prácticas concretas, entre ellos, Al Borde. Se hace menester agudizar la vista, y ver que en algunos casos se hace hincapié en el aspecto de la organización colectiva, y en otros en la faceta de activismo. Podemos observarlo en los casos que nombramos ut supra.
Durán Calisto (2011) utilizó el concepto de colectivos de arquitectos para revisar este fenómeno reciente, pero en ninguna parte del artículo focalizó en las implicancias de una organización horizontal y no jerárquica de los estudios, sino que hizo hincapié en las intenciones de colaborar en una transformación social y cultural de sus comunidades. Esto se relaciona más bien con lo que normalmente se conoce como activismo.
The collectives are not just a response to crisis (Latin America has been in crisis for decades) nor are they merely the mirror image of nodal telecommunication technologies. Their main drive is to serve agents for spatial, social, economic, and political transformation [...]. The architects of the new generation seem to claim a role within not only the transformation of material culture but also of cultural thought (Durán Calisto, 2011, p. 26).
[Los colectivos no son solamente una respuesta a la crisis (Latinoamérica ha estado en crisis por décadas), ni son solamente el reflejo de las tecnologías de telecomunicaciones nodales. Su principal objetivo es servir como agentes para la transformación espacial, social, económica y política […] Los arquitectos de la nueva generación parecen clamar por un rol involucrado no solo en la transformación de la cultura material, sino también del pensamiento cultural] (Durán Calisto, 2011, p. 26).
En el artículo publicado en el periódicoEl País como respuesta a la editorial de Fernández-Galiano (2012), Montaner (2013) retomó para el título la noción de colectivos de arquitectos, y en su descripción puso en valor no solamente sus formas organizativas sino también sus intenciones políticas activistas: “Estamos ante un cambio en la manera de trabajar bien significativo. Se han transformado los dos elementos básicos tradicionales: la autoría, que se diluye, rechazando la obsesión individualista por el ego del autor; y la obra, que antes solo podía ser proyecto construido y ahora se abre a itinerarios, asesorías, acciones reivindicativas, rehabilitaciones, exposiciones, filmaciones, nuevos medios y otras actividades”.
Luego, en sus libros posteriores, con descripciones más desarrolladas, Montaner (2014 y 2015) sostuvo este doble rasgo: tanto en la noción de activismo y la capacidad de incidir de manera política de la arquitectura, como en sus formatos de organización grupal.
Sin embargo, en España parece estar más radicada la categoría de colectivos de arquitectos que la de activismo y esto se puede apreciar en los artículos del N° 145 de Arquitectura Viva (Fig. 8). En “Notas sobre el ‘bum’. Los colectivos españoles, un ecosistema plural”, López Munuera (2012) reveló la importancia de las relaciones personales dentro de los colectivos y entre ellos: la construcción de nuevos vínculos afectivos, la conexión mediante redes sociales y la organización de redes como Arquitecturas Colectivas[17] que con sus encuentros anuales fue seminal en España. Por su lado, Doménico Di Siena (2012) relató dos nuevos tipos de figuras: los conectores –quedando relegado el papel de los promotores– y las plataformas online para la vinculación y el trabajo en común. Sin embargo, al margen de estas reflexiones, en el Diccionario de colectivos, incluido en el ya mencionado número deArquitectura Viva (2012, p. 22), se brinda una definición taxativa y que sólo contempla las formas de organización de los grupos de arquitectos: “que los equipos, independientemente de su edad, sus sensibilidades afines o su lenguaje, se organicen según estructuras no piramidales, sino horizontales”.
Por otro lado, Zaera Polo (2012, p. 258), en una descripción y catalogación general de la arquitectura contemporánea que realizó para la revista El Croquis, denomina activismo preciosista a una de las categorías que propone. Allí nunca utiliza la noción de colectivos de arquitectos.
Si la arquitectura 'comprometida' ha estado pasada de moda durante medio siglo, ahora detectamos un resurgimiento de lo que se denomina comúnmente 'activismo'. Esta escena se desarrolla en diferentes modalidades: por un lado, mediante prácticas [...] que operan a través de la 'acción directa', buscando un compromiso directo con la comunidad para desarrollar e incluso construir literalmente los proyectos [...]. Por otro lado, hay grupos, como Dogma o Baukuh, que operan principalmente en el medio académico donde la acción política se produce a nivel teórico a través de concursos, publicaciones, exposiciones y conferencias.
Al mismo tiempo, Martín Di Peco (2012) en su editorial para la sección Proyectos autogestionados de la Summa+ 122, al contrastar la noción del hacer con la de poder, como producción desde abajo hacia arriba, puso en valor la idea de empoderamiento, normalmente ligada al activismo. Por su parte, en el editorial “Otros mundos posibles”, Florencia Medina y Pedro Ezequiel Videla (2013, pp. 8-9) retoman la noción de activismo vinculándola directamente con la de agenciamiento espacial de Awan, Schneider y Till. Sin embargo, al nombrar distintos grupos de arquitectos enmarcados en estas prácticas, utilizan la idea de colectivos, sin por ello poner en evidencia la forma de organización de los grupos. Aquí aparece Al Borde como un colectivo destacado de América Latina. Luego, se muestran en el desarrollo de dicha sección de la revista tres proyectos de Al Borde: una renovación de un establo, el proyecto Esperanza Dos y la acción efímera Carta de mujeres.
Habiendo repasado la emergencia de estas conceptualizaciones, apuntando los autores y episodios que las convocan, y distinguido entre dos vertientes –la que destaca la intención activista y la que refuerza la estructura no jerárquica de los grupos– surge la pregunta acerca de su operatividad.
Algunas reflexiones: desde el borde al centro
Antes de avanzar hacia las reflexiones e interrogantes que nos disparan el recorrido que hemos seguido en este artículo, debemos advertir que, amén de los matices particulares y complejidades en las conceptualizaciones reseñadas, se ha masificado una versión simplificada y reduccionista de las mismas. Como muestra, podemos convocar las opiniones vertidas por Al Borde, que consideramos sintomáticas de este fenómeno:
Yo odio esa definición [de colectivos de arquitectos]. Porque es una definición poco seria del oficio, una definición que siempre lo pone al arquitecto o a la actividad como en una segunda opción. [...] Nosotros somos arquitectos, estamos diseñando, tenemos una oficina (...). Para nosotros es un trabajo: estamos haciendo una casa o un centro comunitario o damos clases.
Nosotros no partimos de un activismo. Nosotros no partimos de querer representar una lucha. Nosotros no partimos de querer hablar de un problema más grande. Nosotros partimos de nuestro territorio. Nosotros partimos de entender quiénes somos, dónde estamos y de buscar oportunidades. Y sí, tenemos una visión colectiva muy clara, nos interesa una forma de organizar la economía en ese territorio [...] tenemos una visión de sociedad muy específica, porque entendemos esa visión política de la sociedad. (D. Barragán, comunicación personal, julio 25, 2023).
Al parecer, Al Borde busca despegarse de una visión en la que los colectivos trabajan de forma ad honorem, casi como un voluntariado, en la cual el activismo se entendería como una militancia que ocurre por fuera de la práctica del diseño/proyecto.
Es posible afirmar que estas definiciones masificadas provienen de una mala interpretación realizada sobre los medios españoles de más llegada –como Arquitectura Viva–, que modularon la definición al buscar ejemplos en las prácticas profesionales de su contexto, la crisis del 2008. En su circulación y masificación, el concepto perdió espesor teórico y comenzó a ser empleado, a veces, como un slogan –como ocurrió también con la llamada arquitectura verde–.
Independientemente del rechazo a estas definiciones simplificadas y predominantes, Al Borde desarrolla su praxis atendiendo a las preocupaciones que son nucleares a las nociones de colectivos y activismo, de igual manera que también lo hacen una gran cantidad de experiencias en Latinoamérica. Más que como meras categorías de clasificación, estas nociones en realidad son herramientas para que los propios actores reflexionen sobre los alcances de su práctica. Allí estriba su pertinencia en el contexto contemporáneo.
Al mismo tiempo, vemos que, si bien Al Borde comparte rasgos con las definiciones de Awan, Schneider y Till, opta por una posición de resistencia focalizada en la especificidad del proyecto como centro de la arquitectura. Las nociones que vinculan al activismo con el agenciamiento espacial abogan por una disolución e integración de los saberes proyectuales en un campo que trascienda y supere al proyecto, y se expanda hacia otras disciplinas.
En lugar de ensanchar la arquitectura, partiendo desde el proyecto rumbo a otros campos que lo exceden, –como la realización de otras actividades, ya sea la gestión cultural, las propuestas artísticas callejeras, la organización política y activista de las comunidades, el empoderamiento mediante la capacitación, la activación de redes invisibilizadas, por ejemplo– Al Borde prefiere mantener siempre un pie en el proyecto. Optan por poner el foco en los procesos, y en su imbricación con las comunidades y medios socioambientales donde se desarrollan. Como dice Griborio (2020, p. 8) “el proyecto es el proceso”.
Esta postura, que no es exclusiva de Al Borde, pero sí es relevante por su papel de cierto prestigio en la escena de los colectivos de arquitectura, sugiere que el llamamiento a correr los límites disciplinares sea objeto de una intensa polémica.
Como hemos visto, en muy pocos años y con pocas obras construidas, Al Borde ha logrado ingresar en el debate de la arquitectura contemporánea. Es significativo que hoy circulen, sean premiados y promocionados unos conceptos, categorías y unas maneras de hacer arquitectura que habían sido marginalizadas e invisibilizadas. Estas prácticas, que no buscaban una elaboración teórica a priori, surgieron al margen de la academia y las redes de divulgación global; y hoy se encuentran integradas en su seno. Esto se explica a raíz del cambio de perspectiva operado por los centros de difusión, interesados en ponerse al día con el contexto de crisis. Recalibrar el interés hacia los procesos permitió pensar la inclusión de las comunidades en diseños participativos, y en elaborar estrategias de economía circular, en pos de una arquitectura más atenta a los problemas de los sectores excluidos y de nuestra casa común.
Hasta aquí, en este artículo, hemos aproximado un análisis de los primeros años de un grupo paradigmático de la arquitectura reciente en Latinoamérica y de su circulación en el ámbito internacional, quedando para otras investigaciones su trabajo ulterior, así como el despliegue de otros grupos afines y una indagación más comprehensiva de la emergencia de los términos colectivos de arquitectos y activismo en el marco de la arquitectura.
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Referencias bibliográficas
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Basulto, D. (2011). Plataforma Entrevista: Al Borde. ArchDaily México. Recuperado de https://www.archdaily.mx/mx/02-82551/plataforma-entrevista-al-borde
Cámara, C. (2013, agosto 15). Colectivos ¿oportunidad real o ficción deseada? Carlos Cámara Menoyo. Recuperado de https://www.carloscamara.es/blog/2013/02/15/colectivos-oportunidad-real-o-ficcion-deseada/
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Casa Pentimento / José María Sáez y David Barragán (2007, noviembre 22). ArchDaily en Español. Recuperado de https://www.archdaily.cl/cl/02-4279/casa-pentimento-jose-maria-saez-david-barragan
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Notas
Notas de autor
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ORCID: 0009-0006-7922-4702
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Información adicional
CÓMO CITAR: Gobbo, G. y Ventroni, N. (2023).
Al Borde Arquitectos: circulación y legitimación. Algunos episodios de la
emergencia de los conceptos colectivos y activismo. A&P Continuidad,
10(19), doi:https://doi.org/10.35305/23626097v10i19.418
Enlace alternativo
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