Producción artística
Descubrí algo que me produce una profunda incomodidad, algo que jamás debería haber sabido, una imagen que nunca se me borrará, una idea completamente desagradable que me moldeará para siempre como persona: mi papá escribe.
Lo sé, es horroroso. Tiene un mundo interior, sentimientos, cositas. Lo descubrí hace pocos días mientras jugábamos un juego. Decidí poner sus elevados conocimientos a prueba: yo pasaba el primer segundo de cualquier canción de los Beatles y él tenía que adivinar cuál canción era. Acertó todas por supuesto. Como el juego se volvió aburrido decidí hacer lo mismo, pero con comienzos de libros famosos. En un momento llegamos a no me acuerdo cuál cita y luego de adivinar correctamente dijo que había usado una frase de ese libro como epígrafe de su propia novela. Porque sí, hay algo todavía más revulsivo en toda esta situación: el muy atrevido escribe ficción.
Hay algo que la gente normal quizá no entienda y es que los que somos hijos únicos podemos llegar a desarrollar algunos rasgos de la relación de hermanos pero con nuestros propios padres. Por ejemplo, cuando me toca poner la mesa, los cubiertos feos se los pongo a ellos. Esta situación que relaté un poco más arriba me desbloqueó un recuerdo de la infancia. Cuando yo tenía diez años más o menos mis papás empezaron a dejarme sola en mi casa (gran momento, realmente nunca fui tan feliz de niña. Me acuerdo que miraba las mismas películas que veía con ellos pero especialmente las escenas que me decían que me tape los ojos), no recuerdo bien por qué pero una vez estaba con la computadora de mi papá y encontré un documento de Word. A ver, ¿está mal revisarle la computadora a los padres? Sí, pero hay que recordar lo que dije anteriormente: inevitablemente algún rasgo de relación de hermanos va a haber. Entonces, con esta nueva perspectiva: ¿está mal con diez años revisarle el diario íntimo a un hermano mayor? También, pero no es tan malo como lo otro. Inteligentemente deduje que éste era un documento para estudiar con tranquilidad y decidí enviármelo a mí misma por correo electrónico (tomé la precaución de borrar el envío del correo para eliminar todo rastro de la transacción desde el mail de mi papá). El documento era una novela, creo que sobre estudiantes de arquitectura, mi vaga memoria me dice que había vampirismo involucrado.
Hace poco me quiso leer un cuento que había escrito. Le dije que no y se ofendió. Insistió un par de veces más. No quiero leer nada que haya escrito y mucho menos que lo lea él en voz alta. Cuando era chica yo les leía cuentos a mis papás, casi nunca era al revés. Me molesta mucho la voz que ponen cuando leen, no sé por qué, quizás esté loca, pero gracias a dios no tienen la rutina de leerse mutuamente, no están tan enamorados. No quiero saber cómo escribe, ni qué chistes hace, ni qué historias imagina. Me rehúso por completo a ahondar en la mente de mi padre, no quiero, y francamente no me interesa tanto. Yo no le cuento que escribo ni sobre qué ni quiero que se acerque a la caja de cartón donde guardo los textos.
Guillermo Saccomanno dice que uno escribe para averiguar quién es. Yo no quiero hacer terapia acá y ahondar en por qué será que me molesta esta faceta de mi padre, pero tampoco creo que él se refiera a algo tan literal. Igual no entiendo muy bien por qué lo dice. Haciendo esto yo nunca me contesté ninguna pregunta (pero bueno, quizá no tenga que ver conmigo). No lo hago porque crea que escribiendo se pueda llegar al fondo de algo, no es tan orgánico escribir. Primero es el descubrimiento y después el relato. Todo está ahí antes del papel. Yo ya sé qué voy a escribir antes de sentarme a hacerlo, y recién ahí viene la minuciosidad quirúrgica del lenguaje. Es respeto por el contenido y amor por la forma, no al revés. Al revés es periodismo o algún otro género macabro, no literatura.
Mi padre se conoce lo suficiente como para que la idea de Saccomanno sea cierta. O por lo menos eso espero. Yo lo conozco bastante: es un irrespetuoso, ¿cómo se atreve a parecerse a mí?