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Intervención social en la economía popular. Desafíos de una demanda inesperada
Social intervention in the popular economy. Challenges of unexpected demand
Escenarios, núm. 39, e020, 2025
Universidad Nacional de La Plata

Debates

Escenarios
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN-e: 2683-7684
Periodicidad: Frecuencia continua
núm. 39, e020, 2025

Recepción: 16 febrero 2023

Aprobación: 11 noviembre 2023

Publicación: 04 abril 2025

Resumen: Con este trabajo se procura repasar los nuevos desafíos que presenta la economía popular para la intervención del trabajo social. Se propone una perspectiva hermenéutica que permita habilitar intervenciones emancipatorias. Entre los elementos que generan ruptura aparecen demandas cualitativamente diferentes portadas por actores con un nivel de performatividad que los hacen capaces de definir el problema, de orientar el diseño de las soluciones y que su nivel de organización y fuerza les permiten ser parte de la implementación de las políticas nacientes. La indagación arroja como resultados que se está frente a un cambio paradigmático en la intervención, que la naturaleza participada del tipo de gestión del que se es parte responde a una realidad estructural que lo supera, que altera el ciclo típico de la política pública y que impulsa un nuevo tipo de institucionalidad de protección del trabajo.

Palabras clave: intervención social, economía popular; movimiento social, institucionalización.

Abstract: This work seeks to review the new challenges that the popular economy presents for the intervention of social work. A hermeneutical perspective is proposed that allows emancipatory interventions to be enabled. Among the elements that generate rupture, there are qualitatively different demands carried by actors with a level of performativity that makes them capable of defining the problem, of guiding the design of solutions and that their level of organization and strength allow them to be part of the implementation of nascent policies. The investigation shows that we are facing a paradigmatic change in the intervention, that the participatory nature of the type of management of which we are part responds to a structural reality that surpasses it, that alters the typical cycle of public policy and that promotes a new type of labor protection institutionality.

Keywords: social intervention, popular economy; social movement, institutionalization.

“¡No queremos puestos de trabajo, ya los autoconstruimos nosotros,

queremos que nos ayuden a dignificarlos!”

Jacky Flores (referente de Movimiento de Trabajadores excluidos)[1]

1 - Introducción

El campo de la economía popular presenta nuevos desafíos para la intervención del trabajo social. Reviste continuidades y rupturas respecto de las formas de intervención que lo precedieron. Con este artículo pretendo repasar los elementos nuevos que se presentan e indagar sobre perspectivas que podrían habilitar una intervención emancipatoria. A diferencia de etapas anteriores donde primaban los enfoques de economía social o economía solidaria, en esta etapa emergen una serie de elementos radicalmente diferentes que no permiten seguir interviniendo desde los marcos interpretativos consagrados. Entre los elementos que generan ruptura aparecen demandas cualitativamente diferentes portadas por actores con un nivel de performatividad que los hacen capaces de definir el problema y de orientar el diseño de las soluciones. Además, su nivel de organización y fuerza les permiten ser parte de la implementación de las políticas nacientes desplazando en parte a las tradicionales burocracias de los aparatos de acción social. La presencia de los nuevos elementos no solo demanda nuevas aptitudes y nuevas prácticas, sino que implican un cambio paradigmático en la intervención. Gran parte del arsenal teórico-metodológico se torna obsoleto ya que fue producto de una sofisticada elaboración tecnocrática que bajo la apariencia progresista oculta un contenido profundamente clasista y autoritario.

El artículo propone indagar sobre marcos interpretativos alternativos que capten la naturaleza de lo emergente desde una mirada hermenéutica que permita abordar el fenómeno en su totalidad, profundidad y riqueza superando así posibles limitaciones de los enfoques académicamente consagrados. Como nos explica Maldovan (2018), en la economía popular hay “…dinámicas difíciles de caracterizar y aprehender por medio de los marcos conceptuales consolidados o aceptados” (p. 24).

Uno de los primeros interrogantes se relaciona con la necesidad de proponer una interpretación del sector de la economía popular que visibilice es trasfondo de población sobrante y descartable instalada en la actualidad. Se indaga sobre recuperar los planteos de la teoría de la dependencia formulados por Sunkel (1973) respecto a la persistencia de la formación de un polo marginal en las economías periféricas. Otro de los desafíos conceptuales es poner de relieve la naturaleza dinámica, potente y estratégica del sector de la economía popular. Para ello se intenta interpretar al sector como parte de un movimiento social nacional (Tarrow, 1994). En ese marco se intenta visualizar la complejidad de una acción colectiva que es al mismo tiempo destituyente pero que combina el accionar disruptivo con acciones de institucionalización de demandas sociales. Además, se intenta describir la naturaleza compleja de las estructuras de agregación a partir de las tradiciones populares latinoamericanas (García Linera, 2008).

La indagación arroja como resultados que conceptualizar de esta forma a la economía popular permite al trabajo social comprender que la naturaleza participada del tipo de gestión del que se es parte responde a una realidad estructural que lo supera ampliamente y que no depende, como en momentos anteriores, de una realidad definida ex-ante y tecnocráticamente. Por otro lado, se puede vislumbrar que el tipo de fuerzas que se manifiestan no desarrollan el ciclo típico de la política pública, sino que la renovación del poder de demanda tiende a inaugurar nuevos ciclos. Por último, se puede observar que el sector impulsa un nuevo tipo de institucionalidad de protección del trabajo que abre nuevos espacios de intervención para el trabajo social en torno a la sindicalización, la formalización, la visibilización, la seguridad social y la precariedad laboral de las y los trabajadores de la economía popular.

2 - La movilización del polo marginal

Casi la totalidad de la dirigencia política en Argentina asume que el problema del desempleo y de la pobreza ha de ser resuelto sobre la base del crecimiento económico, la expansión del empleo y la redistribución del ingreso. A pesar de los ciclos expansivos de la economía y del mercado laboral, como el período 2002-2015, un vasto sector de la población fue marginada de la expansión del empleo.[2] La persistencia del fenómeno de la marginación remite a un problema estructural histórico que fue abordado muy tempranamente desde la perspectiva latinoamericana de la teoría de la dependencia. En los años 70 del siglo pasado, Sunkel (1973) advertía la importancia de prestarle atención a la marginación:

...la marginación es un problema mucho más serio e inmanejable de lo que podría pensarse, tanto en virtud de que lo más probable es que tienda a acentuarse en el futuro próximo porque ni las políticas parciales de participación ni de integración popular, ni las políticas globales (…) responden a la verdadera naturaleza del fenómeno. Una consideración adecuada de la marginalidad requiere indudablemente de un enfoque que permita integrarla como uno de los procesos inherentes al subdesarrollo dependiente, en el cual la debida atención a las cuestiones de tipo tecnológico, institucional, de distribución del ingreso y la propiedad, de estructura del consumo y de la producción, etc. influyen de manera decisiva sobre las limitaciones de acceso a las fuentes de ingresos que experimentan algunos sectores. (p. 24)

Las economías periféricas tienen una tendencia estructural a generar un polo marginal muy superior al de las economías centrales. Sunkel también advertía que ese tipo de marginalidad no iba a poder ser compensada por una redistribución de ingresos con recursos asistenciales, como sí era posible en las economías del centro. El fracaso de las sucesivas políticas sociales desarrolladas durante las últimas décadas fue llevando a la población marginada del empleo a buscar su propio camino para obtener su sustento. La movilización de los trabajadores marginados constituye un fenómeno de auto-transformación de este polo marginal que para el sociólogo peruano Quijano (2008), es la resultante de un “movimiento de la sociedad” que abarca a todas las economías capitalistas del mundo y que en Latinoamérica tiene particularidades propias

…es un heterogéneo universo de prácticas sociales que por su demostrada capacidad de perduración y de reproducción, por su creciente expansión mundial y por la magnitud de las poblaciones implicadas, constituye una de las expresiones vitales del no menos heterogéneo y contradictorio y conflictivo movimiento de la sociedad actual, y, en esa medida, también un modo de las alternativas de los dominados/explotados en el más sombrío período del capitalismo global. (p. 12)

Más allá de las denominaciones que se utilicen para identificar a este universo de prácticas emergentes, en nuestro subcontinente adquiere una fisonomía relativamente homogénea, no porque se haya difundido la misma idea sino porque son respuestas a una misma realidad estructural continental común y la similitud de respuestas dibujan un mismo patrón que para Argumedo (1993) es la matriz de pensamiento popular latinoamericano. En nuestro país, este movimiento de la sociedad, produce una reacción que avanza lentamente, durante las últimas cinco décadas de vigencia del campo de protesta contra el proyecto neoliberal a partir de desarrollar diversas formas organizativas. En la perspectiva del largo plazo podemos observar un lento y paulatino desarrollo que integró lo que para García Linera (2008) son las tres principales formas organizativas de los trabajadores en Latinoamérica: la comunidad, la multitud y el sindicato. En su estudio sobre movimientos sociales, García Linera (2008) destaca la importancia de las estructuras de agregación corpuscular y molecular de los sujetos movilizados ya que estas constituyen la red organizativa y definen el modo de construcción de identidad colectiva y de acumulación de la experiencia de clase. Para este autor, en el campo popular latinoamericano existen tres estructuras de agregación principales, que si bien se gestaron en tres contextos bien diferentes coexisten superpuestas en la actualidad. En primer lugar, el sindicato es la red organizativa de la identidad de clase y de la acumulación de la experiencia de la clase trabajadora, que desde los 40 hasta los 90 del siglo XX ha sido el único lugar duradero para experimentar los avatares de la existencia colectiva. Es red de apoyo, amistad, solidaridad continua y el auténtico lugar para asumirse como cuerpo colectivo. “Lo que los trabajadores han hecho en la historia, lo han hecho bajo la forma sindicato: una revolución, derechos, salario, salud y vivienda, han protegido a sus familias, han enterrado a sus muertos” (García Linera, 2008, p. 355).

Para Linera, es la multitud es un tipo de acción colectiva que se presenta recurrentemente en la historia, aunque con características diferentes en cada contexto. En la etapa neoliberal, este tipo de acción colectiva se potencia a partir de los efectos combinados de la segregación socio-espacial y la des colectivización. La multitud un “…bloque de acción colectiva, que articula estructuras organizadas autónomas de las clases subalternas en torno a construcciones discursivas y simbólicas de hegemonía, que tienen la particularidad de variar en su origen entre distintos segmentos de clases subalternas” (p. 378). Es un modo de unificación territorial flexible que se articula en redes territoriales que enarbola un nuevo tipo de demandas ligadas a la reproducción más que a la producción como el acceso a los servicios públicos, el salario social complementario, el mejoramiento de barrios y el apoyo a la economía popular.

Por último, la comunidad es una estructura de agregación antigua, de aproximadamente diez mil años de existencia, tanto en los pueblos andinos como en los atlánticos (Argumedo, 1993). Para García Linera (2008), la descomposición social producto del avance del capitalismo neoliberal ha dado lugar a la “reconstitución del movimiento comunal indígena” (p. 394). Y agrega

La comunidad se presenta como una entidad social de vínculos tecnológicos, formas de circulación de bienes y personas, transmisión de herencia, gestión colectiva de saberes y recursos, sedimentación de experiencias, funciones políticas y proyección de porvenir que se antepone y define a la propia individualidad. (p. 397)

Para Ramírez y Viguera (2016), el último gobierno militar generó un punto de inflexión en la protesta social que definió el nacimiento de un nuevo campo de protesta contra el neoliberalismo. Para Bráncoli (2006), la acción conjunta de los procesos de des colectivización y la segregación socio-espacial transformaron radicalmente la existencia de amplios sectores de trabajadores excluidos al mismo tiempo de la relación salarial y de la ciudad. La segregación socio-espacial los arrojó en las periferias de las grandes ciudades donde, un nuevo soporte barrial, tanto material como simbólico dio origen a la conformación de una serie de comunidades barriales. Las nuevas condiciones de existencia en torno a la comunidad tuvieron efectos homogeneizadores y “los barrios populares pasaron a ser la nueva fábrica” (p. 1).

En el marco del cambio de las relaciones Estado-sociedad planteadas por el neoliberalismo de los ´90, la descentralización de la acción social y la incorporación del trabajo a los planes asistenciales dio lugar al surgimiento de micro-procesos de auto-organización de los trabajadores y trabajadoras desocupados de las comunidades barriales. El propio proceso de ajuste en las políticas sociales fue impulsando la incorporación de trabajo autogestionado y con éste fue aumentando el grado de autonomía respecto de las políticas asistenciales. La autogestión se presentó como una forma de contestación a las políticas de control social propias de la etapa de pos-dictadura como fueron la asistencialización, la partidización de la acción social y el clientelismo político. Muchas comunidades barriales se transformaron en comunidades autogestivas e impulsaron en su seno lo que De Sousa Santos (2011) propone como micro-movimientos sociales. La posterior coordinación de estas organizaciones conformó la base de las organizaciones territoriales que, por su carácter flexible, su capacidad de agregación de diferentes sectores y de ejercer un nuevo tipo de demandas podemos interpretarlas desde la categoría de multitud que nos propone García Linera (2008).

El proceso de sindicalización de los trabajadores desempleados nucleados en las comunidades barriales comenzó tempranamente en el año 1994. Como nos describe Allo (2022),

La CTA estuvo entre las primeras organizaciones que percibió la potencialidad organizativa de los/as desocupados/as … la CTA percibió tempranamente el proceso de inscripción territorial de las clases populares y desde el comienzo, el objetivo de la CTA fue el de construir un movimiento social y político, como herramienta para el cambio social. (p. 42)

A lo largo de toda la década del 90, pero principalmente a partir de la crisis del año 2001, se constituye lo que para Natalucci (2011), es un campo multi-organizacional de organizaciones territoriales también conocidos como campo piquetero. Para Natalucci, la experiencia de institucionalización de las demandas sociales impulsada por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner generó las bases para superar las identidades sectoriales propias de las organizaciones territoriales y pensarse, como propone Muñoz (2017), una organización gremial sindicalizada. Así, estructuras comunitarias y de multitud se sindicalizan, como expresa López (2019), la comunidad y la multitud se superponen con el sindicato conformando un complejo organizativo híbrido que se encuentra en constante proceso de reorganización. El proceso de sindicalización iniciado por CTA fue seguido por la CTEP que luego fue sustituida por la Unión de Trabajadores de la Economía popular (UTEP). Este nuevo sindicato se organiza en ramas que agregan los más diversos oficios logrando así articular un campo social y laboral de enormes diferencias. El Registro Nacional de la Economía Popular (RENATEP) reconoció esta organización inscribiendo a lxs trabajadorxs en 7 ramas: Comercio popular y trabajos en espacios públicos; Recuperación, reciclado y servicios ambientales; Construcción e infraestructura social y mejoramiento ambiental; Industria manufacturera; Servicios socio-comunitarios; Agricultura familiar y campesina; Transporte y almacenamiento.[3] La organización por ramas, típica de la tradición gremial argentina es la forma de reunir a la máxima cantidad de trabajadorxs que trabajan en las mismas condiciones ya que habitan el mismo sector de la economía.

Esta homogeneización, imposible de lograr en otras épocas, los iguala y los identifica en torno a la idea de trabajador, condición decisiva para poder disputar el valor económico del trabajo. La sindicalización puso de relieve la condición de trabajador, homogeneización necesaria para, como explica Roig (2020) producir políticamente al sector.

3 - La economía popular como movimiento social nacional

Para Maldovan (2018), la economía popular “…es un campo en permanente disputa política, lo cual agrega complejidad al desafío de su investigación y teorización” (p.25). A diferencia de las teorías sociales que ponen el acento en lo cultural o lo socioeconómico optamos por una teoría polito céntrica ya que como afirma Argumedo (1993), la naturaleza de las sociedades latinoamericanas nos reclama enfoques de teoría social que reconozcan la primacía de lo político.

Desde la perspectiva teórica de Tarrow (1994), el movimiento social nacional consiste en “…desafíos colectivos planteados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción mantenida con las elites, los oponentes y las autoridades” (p. 7). El movimiento se activa mediante una dialéctica de confrontación que entabla con las elites y las autoridades aprovechando las oportunidades que la estructura política le presenta en un campo histórico de protesta determinado. El movimiento se expande a través de redes sociales o estructuras de movilización que vinculan a numerosos grupos poniendo en práctica repertorios de confrontación conocidos por sus integrantes. El movimiento logra perdurar en el tiempo en la medida en que construye el enmarcado, en tanto marco de explicación que justifican y legitiman la acción colectiva.

La economía popular como un movimiento social nacional avanza a partir de aprovechar la estructura de oportunidades políticas que se le presenta. El sistema político democrático constreñido por las estructuras económicas neoliberales le ofreció una ventana de oportunidad consistente en la posibilidad de visibilizar y proteger los puestos de trabajo de la economía popular, avances importantes para combatir desde un mejor lugar, el principal problema, la precariedad.

La dinámica contradictoria de la estructura política y sus vaivenes económico-sociales explica el comportamiento dual de la economía popular entre los momentos de resistencia y las etapas avance. En los momentos de retroceso, la economía popular se caracteriza por lo que para Gago (2014) es una inclusión socioeconómica orientada por la pragmática vitalista en tanto tejido de potencia que surge desde abajo donde “la dinámica neoliberal se conjuga y combina de manera problemática y efectiva con este perseverante vitalismo que se aferra siempre a la ampliación de libertades, de goces y de afectos” (Gago, 2014, p.13). En los momentos de avance, el movimiento logra desplegar propuestas más ambiciosas que plantean como las demandas radicales y la institucionalización nuevas formas de protección del trabajo. El movimiento sostiene una disputa moral y material con las elites y las autoridades sobre el valor del trabajo, debate que sus dirigentes consideran estratégico. Para Grabois y Pérsico (2015), “el trabajo es el elemento estratégico en la construcción de los marcos de significación del movimiento de la economía popular” (p. 1). La reconfiguración identitaria pasa así a tener ribetes estratégicos. Auto-denominarse trabajador pasa a ser lo que para Mauss (1974) es un hecho social total, ya que reconfigura al mismo tiempo, sus principales relaciones sociales. La identidad en torno al trabajo permite cambiar la relación con las otras clases sociales al romper el encapsulamiento social (como sector invisible) alterando el estatuto social de “asistido”. Paugam (1991) siguiendo a Simmel cuestionaba que el mismo reconocimiento como pobre implica una descalificación social incluso antes de recibir alguna ayuda social. Se produce así una degradación del estatus y un estigma que la propia relación de asistencia se encarga de reproducir. La disputa identitaria se proyecta al campo institucional porque ser asistido por el ministerio de desarrollo social implica tener menos derechos que ser asistidos por otras áreas. Ser parte de la clientela de áreas como trabajo, cooperativas, producción, agrarios, ambiente o economía popular implica ser considerado trabajador o productor. El cambio de denominación de plan social a salario social complementario representa la misma disputa de trabajador versus asistido. La disputa identitaria, al tiempo que combate el discurso de derechas desactivando los estigmas sociales cuestiona la imposición de sub-ciudadanía que le imponen. Por otro lado, acerca al movimiento al resto de la clase trabajadora desandando el acumulado de diferencias que los debilita, aunque como advierte Maldovan (2018) genera una “… disputa política “hacia dentro del mundo del trabajo” (p. 25). La reconfiguración identitaria también repercute en el debate de la política social. Como lo exponen Grabois y Pérsico (2015), “los trabajadores y trabajadoras de la economía popular interpelan a la política pública reclamando igualdad de condiciones con el empleado proponiendo la universalización de la protección social al trabajo” (p. 19). La adopción de la identidad de trabajador, va en el sentido del des-acumulado de diferencias en el seno de la clase trabajadora. La movilización conjunta con centrales obreras, la solicitud de UTEP de incorporarse a la CGT y la elaboración de propuestas políticas conjuntas como el Proyecto de Desarrollo Humano Integral (PDHI)[4] le permite al movimiento dar sus peleas desde un marco de alianzas mucho más amplio y romper el aislamiento social que el sistema impone a los “excluidos”.

Para analizar el modo en que los líderes del movimiento aprovechan las oportunidades políticas, proponen un repertorio, enuncian horizontes de transformación y enmarcan sus propuestas, resulta adecuado el análisis de discurso de modularidad estratégica que propone Sofia Donoso en entrevista a Tarrow (2015):

(…) algunos discursos no guardan relación con la estructura de oportunidades por lo que tienden a difuminarse. Otros guardan relación con lo que está puesto en juego en ese momento, tienden a sostenerse a sí mismos en el tiempo. Los primeros son de resonancia simbólica y los segundos de modularidad estratégica. La modularidad estratégica se refiere a la adopción de diferentes discursos que son estratégicamente valorables en contextos diferentes. (P.1)

En el discurso de los dirigentes y referentes, la economía popular es una identidad política, una “marca registrada” portada por unos y que los diferencia de “otros” con quienes disputan el escenario político. El discurso cobra relevancia por su capacidad performativa de las prácticas ya que empuja a las prácticas hacia adelante construyendo a la economía popular como proyecto, elemento necesario para sostener la acción colectiva proponiendo lo que para De Sousa Santos (2011) es un horizonte utópico de transformación.

Grabois presenta a la economía popular desde la mirada vivencial-autonomista de memoria corta propia de la generación que nació durante el neoliberalismo y que se sumó a la política a partir de la crisis del año 2001 (Novaresio, 2017).

La economía popular es la resultante de un movimiento social histórico compuesto por la agregación de sujetos colectivos que nacieron al calor de la resistencia al neoliberalismo y transformaron las estrategias de sobrevivencia en actividades económicas generadoras de ingresos y puestos de trabajo (…) Estas actividades se caracterizan en lo económico por el predominio del trabajo sobre el capital, en lo social por la tendencia a las relaciones simétricas y en lo cultural porque la lógica productiva está inmersa en la cultura popular (p.17).

Emilio Pérsico, líder de una de las principales agrupaciones políticas identificadas con la economía popular propone la conformación de una “economía del trabajo con preeminencia del trabajo sobre el capital, economía que distribuya y no elimine puestos de trabajo” (Fontevecchia, 2020, p.6). Coincidiendo con la perspectiva de Coraggio (1998), propone construir una economía conformada por y para los trabajadores, en tanto personas que, más allá de poseer un capital, necesitan de la realización de su fondo de trabajo para sobrevivir.

En el discurso de referentes y dirigentes de las organizaciones de la economía popular resulta muy significativa la imposibilidad de recrear el pleno empleo tal como se expresa en el discurso kirchnerista clásico. Para Grabois (2017) “…el desempleo vino para quedarse (…) en la mejor situación de un gobierno popular como se tuvo de 2003 a 2015, esta demanda no se pudo resolver” (p.2). Esta afirmación fatalista también está presente en el discurso de los militantes de base. Algunos de estos referentes son tercera generación de vendedores ambulantes o de carreros y están convencidos en el mismo sentido: “A mí no me van a tomar como empleado”.[5] Desconfían del mercado de trabajo, tienen sus esperanzas en que el surgimiento de la economía popular funde otro modo de producción que les permita dignificar su modo de vida.

Para Tarrow (2015) el enmarcado es la confianza que se genera entre los participantes producto de los significados compartidos expresados como marcos cognitivos o de significación, bagajes ideológicos compartidos o discursos culturales. El proceso de enmarcado justifica y dignifica la acción colectiva dándole a las demandas, la forma de reivindicaciones más amplias. En el discurso de los dirigentes y referentes del movimiento de la economía popular, la comunidad, la familia, la reproducción de la vida, el trabajo, la organización y la lucha son elementos culturales transversales que recorren toda la acción colectiva enmarcándola en reivindicaciones más amplias que remiten a lo popular como cultura. Estos discursos logran justificar la pertenencia al movimiento y solventar el costo humano de la lucha porque tienen el peso suficiente para darle otro sentido a la vida, sentido que no queda ajeno a cierta espiritualidad y religiosidad popular.[6] El movimiento de la economía popular construye un enmarcado en torno a la construcción de ese otro modo de vida que refleja no solo otro modo de trabajar sino también otro modo de ver y vivir la vida como lo afirma López (2019) portando la esperanza de recuperar el derecho a vivir en comunidad con dignidad y felicidad.

4 - El repertorio modular instituyente-destituyente

Para el profesor Poggiese (2000), en el siglo XXI emergen actores que tienen “…la capacidad de transformarse a sí mismos, de aprender y de ocupar la escena pública construyendo agenda y siendo parte del proceso de producción de la política pública característica de los movimientos sociales complejos del siglo XXI” (p.7). La dirección de las organizaciones del movimiento de la economía popular conscientes de que comparten una herencia de importante cultura obrera despliega un discurso de modularidad estratégica en torno a la disputa del valor del trabajo. Las generaciones anteriores vivieron el trabajo digno y desarrollaron una serie de métodos democráticos para la toma de decisiones, la organización y la lucha. Las asambleas, la organización a base de delegados por sector, los bloqueos o piquetes, las ollas populares son parte del acervo del movimiento obrero que se gestó durante los siglos XIX y XX y que fue transmitido transgeneracionalmente por la militancia hasta la actualidad.

La economía popular implica solamente acciones colectivas relativas a la economía de sus unidades productivas, también es también voluntad política y estrategia de las organizaciones y los dirigentes que las conducen. Los discursos, al igual que las transformaciones identitarias pasan por un tamiz de la modularidad estratégica anteriormente descripta y se identifican con lo que para el sociólogo brasilero Sader (2008) es la tercera estrategia de la izquierda latinoamericana, una compleja combinación de acciones destituyentes e instituyentes.

La primera estrategia fue la tradicional, espontánea, de reformas. Reformista porque era la mejoría gradual sin cuestionar el poder del Estado, sin cuestionar la idea de ruptura con el poder del sistema dominante. Que tuvo en el gobierno de la unidad popular de Salvador Allende en Chile su experiencia más avanzada y demostró, aún allí, sus límites insuperables. La segunda estrategia fue la guerra de guerrillas de lucha armada … que simplemente es inviable hoy en día … Es una estrategia que no está en el horizonte … porque simplemente no es efectiva ni factible, sería contraproducente. La tercera estrategia … es una combinación de varios elementos: sublevación popular, salida electoral y refundación del Estado. Parten fuera de los límites estrictos de la institucionalidad, llegan a una solución política y, sin embargo, no tratan de transformar la sociedad con el Estado alrededor de la esfera pública, de su democratización conforme a las características del país, multicultural, multiétnico, etc. … combina elementos de sublevación popular con elementos de salida política … los movimientos que no se han adaptado a esto han sido superados (p. 20).

Las organizaciones que actualmente conducen el movimiento de la economía popular asumen esta tercera estrategia y se proponen transformar el Estado desde la sociedad. Esto supone una práctica política compleja. En cada organización del movimiento, la dialéctica instituyente-destituyente está presente de diferente manera conforme a su gramática política. Para Natalucci (2011),

la gramática política es el juego de reglas no escritas que delimita, por un lado, las pautas de interacción de los sujetos; y por otro, las combinaciones de acciones para coordinar, articular e impulsar intervenciones públicas, acciones que se dirijan a cuestionar, transformar o ratificar el orden social. (p. 8)

En el campo multi-organizacional, base del movimiento de la economía popular conviven tres gramáticas políticas principales:

La gramática autonomista se caracteriza por la centralidad otorgada a los mecanismos deliberativos, en especial promueve el asambleario y horizontal, siendo el consenso la forma de toma de decisiones. A su vez, se prioriza lo territorial que se haya intrínsecamente vinculado a su concepción de cambio social, es decir desde abajo, en el aquí y ahora a partir de la transformación de las relaciones cotidianas. La gramática clasista comparte con la autonomista (una) visión monolítica del régimen político al que iguala al Estado y a este como instrumento de dominación de la clase dominante. Sin embargo, su expectativa de cambio es más bien ambiciosa: prevé una revolución que reorganice las relaciones entre clases sociales, de modo de desaparecer al capitalismo como régimen de acumulación (…). La gramática movimientista, en términos de concepción de cambio social, la historia es organizada en dos etapas, la de resistencia, que supone un retroceso político y económico para los sectores populares y la de ofensiva (…). Esta gramática emergió sobre la base de pensarse en relación con el Estado nacional, la expectativa es construir un movimiento nacional que impulse el proyecto popular; un puente entre el pueblo y el Estado. Esta gramática (de) matriz estatista tiene incorporada la dimensión instituyente de la política, pero sin renegar de la destituyente (p. 9).

La experiencia de institucionalización de demandas sociales producida en la etapa 2003-2015 tuvo, entre sus resultados, una clara hegemonía de las organizaciones de gramática movimientista por sobre las clasistas y autonomistas. Sin embargo, todas estas gramáticas y las estructuras organizativas que ellas inspiran se articulan en la UTEP. Esto es posible por lo que expresa Muñoz (2017), la UTEP es “una organización de organizaciones” (p.11) que “agrupa al ochenta por ciento de las organizaciones populares del país” (p. 1).

A diferencia de lo sucedido en décadas anteriores, donde la aplicación de la política social encontraba un punto de equilibrio a partir de la cooptación de dirigentes y la desmovilización con el consecuente achicamiento de la demanda, en esta etapa se verifica un fortalecimiento organizativo que genera un nuevo piso para la movilización de recursos. Iniciar el ciclo de producción de política pública nuevamente es posible porque en términos identitarios, de organización, de relaciones, alianzas y recursos quedó fortalecida. La construcción identitaria le permite iniciar la “intensa labor de framing mediante la cual se elaboran los marcos interpretativos que permitirán explicar el problema, definir el colectivo afectado (del modo más amplio posible) y señalar a los responsables de la situación no deseada” (Herrera-Gutierrez, 2022, p.7). La sindicalización y la incorporación a la CGT le permite una capacidad mayor de movilización de recursos para coordinar y promover la acción colectiva necesaria para abordar la fase de reconocimiento del problema social, su inclusión en la agenda política, y la priorización del asunto y la definición del modo en que se abordará el problema.

Iniciar nuevos ciclos de política pública ha permitido generar un nuevo tipo de institucionalidad de protección del trabajo tanto en etapas de resistencia como en momentos de avance. La Asignación Universal por Hijo y la inclusión previsional inauguraron la universalización de la previsión social. La implementación de las cooperativas de trabajo y el monotributo social fueron acciones masivas de formalización y el reconocimiento estatal y social. El salario social complementario y el Registro de la Economía Popular son instituciones de nuevo tipo que brindan nuevas bases para la planificación de la política pública para el sector. Lentamente va emergiendo una nueva institucionalidad de protección del trabajo que habilita espacios de intervención y prácticas emancipatorias por parte del trabajo social.

5 - Conclusiones

Interpretar a la economía popular como movimiento social nacional visibiliza aspectos sumamente relevantes tanto para la política social como para la intervención. El movimiento social nacional, tiene la virtud de acumular poder social y de traducirlo en propuestas políticas necesarias para transformar la realidad socioeconómica. Al mismo momento en que el movimiento de la economía popular avanza en la resolución de demandas actuales, se genera un nuevo escenario, un nuevo punto de partida que instala nuevos desafíos para la gestión de la política social ya que modifica a su vez la estructura de oportunidades políticas para estos actores, lo que puede reiniciar nuevamente el ciclo de producción de política pública.

Desde una mirada interventiva, considero que este marco teórico de gran poder explicativo, nos permite comprender la “economía popular” como proyecto portado por actores con voluntad e ideas definiendo un escenario nacional de disputa que resulta omnipresente en nuestra intervención. Nos permite comprender la tensión, muchas veces imperceptible, que somete a las prácticas socioeconómicas en el escenario de intervención. El enfoque nos permite superar el abordaje de la economía popular a partir de las prácticas sociales, muchas veces reducidas a lo socio-económico, y avanzar hacia un mayor grado de explicación a partir de incorporar al análisis los elementos estratégicos, no frecuentemente explicitados que definen los horizontes de transformación y los caminos por los cuales opta transitar. Entre estos elementos se encuentran los valores fundantes de las matrices de pensamiento sociopolítico y que definen en gran medida las gramáticas políticas y que se manifiestan como límites a las articulaciones posibles como son la libertad, la autonomía, lo nacional y la clase.

Tanto para el movimiento como para la intervención, resulta vital intentar predecir los nuevos escenarios de confrontación. Interpretar a la economía popular como movimiento pone el énfasis en las claves sociales del proceso de emancipación de trabajadoras y trabajadores tradicionalmente marginados. Esta perspectiva pone el acento en el desarrollo de una nueva institucionalidad de protección social, que, por su carácter emancipatorio, se torna sumamente importante para la intervención del trabajo social

Referencias

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Arango, Y. A., Chena, P. I. y Roig, A. (2017). Trabajos, ingresos y consumos en la economía popular. Cartografías del Sur, (6), 1-18. http://dx.doi.org/10.35428/cds.v0i6.85

Argumedo, A. (1993). Los silencios y las voces en América Latina. Ediciones del Pensamiento Nacional.

Bráncoli, J. (2006). El barrio como nueva fábrica. Acción colectiva en el territorio. Revista Escenarios, (10).

Centro COES. (26 de enero de 2015). Entrevista a Sidney Tarrow por Sofía Donoso: La política contenciosa en el mundo de hoy [Archivo de video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=K1DEIxZTpuI

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Notas

[1] Jacky Flores, representando al MTE, hizo este planteo en el seno de la sesión inaugural del Consejo Provincial de Economía popular el 18 de febrero de 2020. Este organismo, creado por la ley provincial de Economía Popular N°14650, es presidido por la subsecretaría de Economía popular perteneciente al Ministerio de Desarrollo de la comunidad de la Provincia de Buenos Aires, la cual es la autoridad de aplicación de la ley. El autor de este trabajo presta servicios en esta repartición como trabajador social desde el año 1993.
[2] Como lo describe Arango y otros (2017) a partir de las estadísticas del IFE se pudo visualizar una porción importante de la PEA de más de 4,2 millones de personas que se encontraban por fuera de la relación salarial tanto del trabajo privado como del empleo público quienes sostendrían actividades propias de la economía popular. p.8. Según datos del ministerio de trabajo, la población perteneciente a la economía popular supera a la población empleada en el ámbito privado en numerosas provincias del NEA y el NOA de Argentina.
[3] Fuente: RENATEP. https://www.argentina.gob.ar/desarrollosocial/renatep/descargas.
[4] El proyecto de desarrollo Humano integral fue elaborado conjuntamente por la UTEP y diversos sindicatos que pertenecen a la CGT: la UOCRA, la Unión ferroviaria, Camioneros y SMATA. Además, fueron parte de la elaboración diferentes movimientos sociales: la Corriente Clasista y Combativa (CCC), Barrios de Pie, Darío Santillán – Movimiento Evita, Movimiento de Trabajadores Excluidos y Movimiento P. Dignidad. Los ejes principales del proyecto son: Repoblar la Argentina, a través de nuevas ciudades, pueblos jóvenes, comunidades rurales organizadas y cinturones hortícolas protegidos; Urbanización de 4425 barrios populares; Creación de nuevas urbanizaciones populares; El desarrollo de nuevos emplazamientos productivos; La extensión de la conectividad digital y el transporte multimodal de pasajeros y carga, todo con capacitación en obra a cargo de las organizaciones sindicales.
[5] Discurso de un dirigente de la rama de trabajadores y trabajadoras del espacio público en la jornada de presentación del proyecto de ley de trabajadoras y trabajadores del espacio público. CABA. 7-9-22.
[6] Esteban (Gringo) Castro, secretario general de UTEP explica la significación de las marchas a San Cayetano y como la religiosidad tiene muchas manifestaciones que conviven en el movimiento como por ejemplo la marcha a San Cayetano o a Lujan donde de los misioneros de Francisco junto a la corriente Clasista y Combativa reivindicando al gauchito Gil. Reunión virtual Materia TS y Sujetos colectivos 2-11-20. La Plata.


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