Artículos
Agricultura familiar y sistemas comunales en Santiago del Estero (Argentina): producir y comercializar en tiempos de pandemia
Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
ISSN: 2250-4001
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 25, 2022
Recepción: 23 Octubre 2020
Aprobación: 15 Diciembre 2021
Resumen: En el actual escenario de pandemia por el coronavirus 19, se profundizan los debates sobre las limitaciones del régimen agroalimentario global para facilitar el acceso de las poblaciones a alimentos frescos y sanos. En ese marco, si bien sectores productivos como la agricultura familiar y los sistemas comunales fueron afectados por las distintas medidas sanitarias impuestas por los gobiernos, demuestran ser fundamentales para la provisión local de alimentos debido a su capacidad de adaptación en contextos desfavorables. A partir de dos experiencias de Santiago del Estero (Argentina), se analizan los cambios generados en la esfera de la producción y la comercialización y posteriormente se identifican las respuestas/estrategias productivo-comerciales y organizativas adoptadas.
Palabras clave: agricultura familiar, circuitos cortos de comercialización, sistema comunal, pandemia del coronavirus, Argentina.
Abstract: In the pandemic´s current context, the limitations’ debates of global agri-food regime to facility the people´s access to healthy and fresh food are deepen. In this framework, although productive sectors like family farming and communal systems were affected by different sanitary measures inflicted by governments, shown be essentials to food’ local supply due their adaptation’ capacity in unfavorable contexts. From two experiences of Santiago del Estero (Argentina), the changes generated in the production and commercialization spheres are analyzed, and then, the productive-commercial and organizational responses/strategies adopted are identified.
Keywords: family farming, short commercialization circuits, communal system, coronavirus pandemic, Argentina.
Introducción
Ante el actual contexto de pandemia por el coronavirus 19 (COVID-19) se han acentuado los debates acerca de la estructura y lógicas de funcionamiento del régimen agroalimentario global (RAG) que se caracteriza, entre otros, por fuertes procesos de globalización económica y política, el rol protagónico del capital financiero y la conformación de mercados oligopólicos en la producción, comercialización y distribución de alimentos (Delgado Cabeza, 2010).
En concordancia con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) (2017), la principal limitación de este régimen, a pesar de ser hiperconectado e interdependiente, es que no ha sido capaz de contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional del mundo; es decir, facilitar el acceso de toda la población a alimentos frescos, sanos y nutritivos. Y es que la gran preocupación en esta línea no es la escasez o falta de producción de alimentos sino las serias deficiencias e inequidades en la distribución de los mismos. Ibáñez (2013) agrega que esto se debe a la ausencia de infraestructuras y las condiciones ineficientes en las que se realiza el traslado de los alimentos o su almacenamiento.
En el marco de la pandemia por el COVID-19, este problema se ha acentuado considerablemente ya que, con la intención de minimizar el número de contagios, muchos países han adoptado medidas sanitarias restrictivas como cuarentenas obligatorias que limitan/anulan el movimiento de bienes y personas, impactando directamente en el transporte de la producción, la adquisición de insumos, la contratación de mano de obra, la incertidumbre sobre precios y demanda, la falta de liquidez y crédito, entre otros (Schling et al., 2020).
En este contexto, en Argentina, la agricultura familiar (AF) y los sistemas comunales (SC) se vieron afectados por las distintas medidas sanitarias adoptadas por los gobiernos nacional, provincial y municipal. Si bien algunos agricultores continuaron con las tareas prediales, muchos otros tuvieron dificultades para distribuir y comercializar los productos ante el cierre de las ferias, almacenes de agrupaciones sociales, mercados concentradores y otros puntos de venta como rotiserías, verdulerías y la propia explotación. En consecuencia, la gran mayoría debió ajustar sus estrategias de venta mientras que otros aún no logran vender por no contar con las condiciones mínimas necesarias; entre ellas, medios de transporte para recorrer las largas distancias entre sus predios y las ciudades de mayor densidad poblacional, infraestructura (caminos, telecomunicaciones) y asistencia por parte de organismos del Estado.
Precisamente, lo que interesa en este trabajo es comprender las respuestas de la AF y los SC ante los cambios externos (generados por la pandemia) y visibles en las actividades productivas y de comercialización de ambos sectores. A partir de dos experiencias de Santiago del Estero (Argentina), se analizan cuáles fueron los cambios ocurridos en las esferas de la producción y la comercialización para luego identificar las respuestas/estrategias productivo-comerciales y organizativas adoptadas.
Ambos casos de estudio se caracterizan principalmente por llevar adelante una agricultura económica (AE) como estilo de producción (Van der Ploeg, 2001; Paz et al., 2011; Craviotti, 2012), por la utilización de circuitos cortos de comercialización (CCC) para colocar su producción (Caracciolo, 2016; Paz e Infante, 2020), y por la presencia de procesos de acumulación alternativos (Barkin y Rosas, 2006; Suárez, 2019a); que, según algunos estudios previos, se constituyen como pilares claves para el sostenimiento de las explotaciones ante situaciones adversas (Rodríguez Sperat et al., 2015; Paz e Infante, 2020).
En este sentido, Rodríguez Sperat et al. (2015) identifican en tres casos de estudio las lógicas y dinámicas que se esconden detrás de los CCC, y muestran la viabilidad y estabilidad de los emprendimientos productivos a partir de la construcción de este tipo de mercados sin descuidar la relación con sus estilos de producción. Por otro lado, Paz e Infante (2020) explican cómo los CCC, a partir del estudio de una feria, diluyen las lógicas productivas de los productores y la forma en que una familia productora se adecua a ciertos contextos desfavorables para mantener sus ingresos.
A esto se suma la investigación de Suárez (2019a) quien plantea la necesidad de comprender la lógica de producción para entender cómo los sistemas comunales ganan autonomía, o no, ante el avance de fuertes procesos de mercantilización. La autora parte de la hipótesis de que Colonia Jaime pudo gestionar un camino alternativo en un contexto modernizante gracias a ciertos elementos que promueven procesos de acumulación alternativos o no-capitalistas, tales como la articulación de formas capitalistas y no capitalistas, la condición bifacética del trabajo, y la construcción de redes de colaboración y ayuda mutua con el Estado.
En esta línea, Barkin y Rosas (2006) entienden los procesos de acumulación alternativos como los procesos sociales de transformación del excedente obtenido tendiente a ampliar la estructura productiva de la comunidad, y tiene como prioridad la cobertura de la satisfacción de las necesidades de las familias involucradas, así como la reposición de los medios de producción.
El artículo se organiza en cuatro secciones. En primer orden, se presenta el marco teórico y antecedentes, la metodología utilizada y se describen brevemente los ámbitos de la investigación. En una segunda etapa se exhiben los resultados poniendo énfasis en la reorganización de la producción y la modalidad de comercialización adoptadas como respuestas/estrategias frente a la pandemia. Asimismo, se identifican algunas dificultades y aprendizajes desde la propia percepción de los actores involucrados en ambas experiencias. Para concluir, se comentan algunas reflexiones sobre la potencialidad de la AF y los SC ante las limitaciones estructurales del régimen alimentario global y el rol protagónico de estos sectores como proveedores de alimentos en un contexto de pandemia.
Antecedentes y metodología
Antecedentes de investigación
Agricultura familiar y sistemas comunales
Existen algunas dificultades para definir el término agricultura familiar unívocamente ya que, como afirma Schiavoni (2010, p. 43), “la AF en Argentina es una categoría en construcción. Su definición y sus alcances son objeto de múltiples negociaciones en las que intervienen científicos sociales, técnicos, administradores y organizaciones agrarias”.
En este sentido, si bien no existe un solo concepto, articulando perspectivas de diferentes autores se puede definir la AF como una forma de vida y una cuestión cultural, un tipo de producción en la que la unidad doméstica y la unidad productiva están físicamente integradas, donde la agricultura es la principal ocupación y fuente de ingresos del grupo familiar, la familia aporta la parte predominante de la mano de obra, existe una mercantilización parcial de su producción, el principal objetivo es la reproducción social de la familia en condiciones dignas y es en su interior que se realiza la transmisión de valores, prácticas y experiencias (FONAF, 2006; Schiavoni, 2010; Obschatko, Foti y Roman, 2006).
Esta definición adquiere mayor significado en una provincia como Santiago del Estero, ubicada en el noroeste argentino (NOA), con una población rural que representa el 31.3% del total, según el último Censo Nacional de Población, y es la más alta del país (Jara, 2020). A su vez, según datos del Registro Nacional de la Agricultura Familiar (RENAF), la estructura agraria de la provincia se caracteriza por la presencia de un 83% de agricultores familiares (17.453 explotaciones) que controlan el 16% de las tierras aptas para cultivo (Paz, de Dios y Gutiérrez, 2014)[1].
Respecto al sistema comunal, este puede ser entendido como una forma de vivir y pensar que se construye a partir de tres elementos principales: 1) el despliegue de un estilo de producción propio de la agricultura familiar y campesina (Van der Ploeg, 1994), 2) una gestión y apropiación comunal de los recursos disponibles, organizados alrededor de normas que son consensuadas en distintas instancias participativas (Zubero, 2013; Bollier, 2016) y 3) un conjunto de valores éticos que implican una forma de ver y actuar sobre el mundo (Martínez Luna, 2015; Coraggio, 2011).
Los SC no son sistemas cerrados, sino que están en permanente interacción con el mundo exterior (Estado, tecnologías, mercados, cosmovisiones) que empuja para imponer su propia lógica y en cuyo encuentro se generan procesos de resistencia/subsunción/adecuación (Osorio, 2013). Entender la dinámica de los SC implica reconocer que están asentados sobre un territorio que es vivido y recreado a partir de las prácticas cotidianas de los comuneros (Paz, Rodríguez Sperat y Jara, 2018; Suárez, 2019a).
Agricultura económica como estilo de producción y circuitos cortos de comercialización
Entre las particularidades de la AF se encuentra la AE como estilo de producción (EP), que surge como respuesta de los agricultores al apogeo de la modernización entre los años 1960 y 1990 en Europa. Esta forma de organizar la unidad productiva permitió que muchas fincas pudieran permanecer viables sin subordinarse a la lógica de la modernización.
Autores como Van der Ploeg (2001), Paz et al. (2014), y Craviotti (2012) afirman que la AE es el EP característico de la AF debido a las estrategias que utiliza para contener los costos monetarios de las inversiones, préstamos y gastos en insumos externos mediante la utilización, desarrollo, movilización y reproducción de recursos internos combinados con la mano de obra familiar y el despliegue de estrategias de no mercantilización[2].
Asimismo, este EP se caracteriza por la generación de capital sin capital y la conformación de ciertas lógicas en sus procesos productivos que no responden de la misma manera a los principios del mercado clásico tales como la ampliación de escala, la rotación del capital y su infinita necesidad de acumulación (Paz, 2017) y la presencia de relaciones asimétricas de unidades económicas que poseen una lógica organizacional propia (Jan, 2019).
Por otro lado, resulta importante mencionar que la AE en particular y los estilos de producción en general, refieren a las estrategias que estos sectores productivos aplican con respecto a los mercados, políticas y tecnologías relevantes para ellos, lo cual puede diferenciar a una explotación de otra (Van der Ploeg, 2000).
Si bien este estudio no integra la posibilidad de hacer una clasificación de fincas, se considera necesario aclarar que las diferentes formas de relacionar una finca con los mercados y tecnologías constituyen elementos claves para dicha clasificación[3].
Otra de las particularidades de la AF y los SC es que, generalmente, estos sectores optan por canales de venta cortos y directos para colocar su producción debido a los diversos beneficios que pueden adquirir a partir de su utilización: aumento de la rentabilidad ante la reducción al mínimo posible de la intermediación comercial, constitución de autonomía y control de la base de recursos internos, construcción de vínculos directos entre productores y consumidores orientados a la creación de lazos y redes sociales; y competitividad generada en la relación precio-calidad-diferenciación que están relacionados casi siempre con la producción local/familiar, posibilidades de tener un ingreso mínimo con perspectivas de crecimiento, (Rodríguez Sperat et al., 2015; Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2016; Van der Ploeg, 2019).
Metodología
El trabajo se lleva a cabo a partir de un abordaje metodológico de tipo cualitativo con una mirada holística e interpretativa destacando la visión de los propios actores (Long, 2007), es decir considerando sus opiniones, puntos de vistas, apreciaciones, y la forma en que miran el entorno en este momento particular de pandemia.
Se toman dos experiencias de la zona de riego de la provincia de Santiago del Estero: la familia productora hortícola Carabajal y la comunidad Colonia Jaime. Su elección se debe a tres razones principales. En primera instancia, a la necesidad de estudiar y visibilizar dos ejemplos de AF y SC que se desarrollan en Santiago del Estero, teniendo en cuenta que se trata de la provincia más ruralizada del país con el 31.3% de su población clasificada como rural (Jara, 2020). En segundo lugar, para comprender las respuestas que asumen estos sectores productivos frente a un contexto de pandemia; y, finalmente, debido a las relaciones interpersonales establecidas a lo largo de estos años entre las autoras y los actores estudiados en los procesos de investigación individuales, lo cual ha facilitado la obtención de información en un marco de confianza.
Ambas experiencias forman parte de las tesis doctorales de las autoras, una de ellas concluida y la otra en proceso de trabajo de campo. En efecto, algunos datos que se utilizan en este trabajo fueron construidos previamente y son recuperados para caracterizar los sistemas productivos, comerciales y organizativos de las experiencias.
Una segunda etapa de recolección de la información se llevó a cabo entre los meses de marzo y abril del año 2020. Ante la imposibilidad de realizar encuentros presenciales debido a las diferentes medidas de aislamiento social en Santiago del Estero (SDE), se realizaron entrevistas telefónicas y se confeccionó un cuestionario con preguntas abiertas que fue oportunamente enviado por correo electrónico. Las preguntas estuvieron orientadas a obtener información de primera mano sobre la reorganización de la producción, la modalidad de comercialización adoptada, la utilización y re combinación de recursos, los cambios en los ingresos, el sistema de fijación de precios, las relaciones interpersonales, y las amenazas, oportunidades y aprendizajes obtenidos en el marco de la pandemia. Sumado a esto, se recurrió a notas de periódicos provinciales que muestran la realidad de la familia productora y de la Colonia.
Ámbitos de la investigación en Santiago del Estero
Los Carabajal. Una familia productora hortícola del departamento Banda
La familia pertenece al paraje San José (departamento Banda) de la provincia de SDE, ubicado a 10 km de la ciudad de La Banda y a 16 km de la ciudad de SDE. Establecido en el cinturón frutihortícola de la ciudad bandeña, el paraje presenta óptimas condiciones naturales y fisiográficas para la producción frutihortícola.
La familia posee una finca de siete hectáreas (ha) de tenencia propia, de las cuales seis son destinadas al cultivo y el resto para la cría de animales. Además, dispone de un galpón para la limpieza y empaquetamiento de los productos y la vivienda familiar en el mismo terreno. Entre los recursos utilizados para la producción se encuentran diversas herramientas manuales, un arado tradicional (a caballo), una carretilla en desuso para levantar la cosecha, un lavadero artesanal para limpiar la verdura, una sembradora manual donada por la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) y un tractor mecanizado compartido con las 15 familias productoras de la zona, resultado de un proyecto gestionado por una organización de productores que los vincula (Organización “Por nuestro pueblo” de Cuatro Horcones) y la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación (SAF).
Para la actividad comercial, la familia dispone de una camioneta 0km, adquirida con ahorros propios en el año 2015 y utilizada para el traslado de la mercadería del campo a la ciudad; dos balanzas, un gazebo, cajones y dos tablones para exhibir la mercadería.
El grupo familiar está integrado por el matrimonio y tres hijos con mayoría de edad, quienes cooperan constantemente en las tareas prediales y de venta, conformándose de esta manera una estructura laboral basada mayoritariamente en la mano de obra familiar.
En cuanto a su estructura productiva, desde el año 1970 la principal actividad económica de la familia es la horticultura basada en un sistema de siembra estacional de alrededor de quince variedades de hortalizas. Mientras que el 10% de la producción es destinada al autoconsumo del hogar, el 90% es comercializada a través de tres CCC: la Feria Frutihortícola Familiar desde el año 2011 (interrumpida temporalmente por la pandemia), verdulerías mayoristas y minoristas desde los inicios de la unidad productiva, y una rotisería de pastas reconocida de la ciudad de SDE desde el año 2013. La segunda actividad económica más importante es la producción pecuaria (de cerdos con 5 reproductoras y 30 gallinas) orientada al autoconsumo, venta de lechones y parte se destina al intercambio entre vecinos.
Colonia Jaime: un sistema comunal en el departamento Robles
Colonia Jaime es una comunidad agropecuaria fundada en el año 1932 por Joaquín Trincado bajo los principios doctrinales del Espiritismo, Luz y Verdad. Está ubicada sobre la ruta Nacional N°34 kilómetro 711, en el departamento Robles de la provincia de SDE. La distancia aproximada a las ciudades de La Banda y SDE es de 16 y 20 kilómetros respectivamente. Presenta condiciones favorables para llevar adelante sus actividades: rutas en buenas condiciones para el transporte; tierras fértiles por su pertenencia al área de riego de la provincia; disponibilidad de agua para riego (son dos los canales de agua que atraviesan el predio) y acceso a la comunidad por un camino enripiado de aproximadamente 1 km que comienza en la ruta y finaliza en la casa comunal (de ahora en más la casa).
Está habitada por 91 personas que conforman 23 grupos familiares. El campo comunal tiene 600 has, hacia su interior no presenta parcelas individuales y todos los espacios (productivos, de esparcimiento, recreación, educación, alimentación) son comunales a excepción de las habitaciones que son el ámbito privado para el descanso y reproducción de las familias[4].
Las instalaciones productivas permiten llevar a cabo diferentes actividades económicas: la actividad porcina con cría de lechones para la venta y capones para chacinados; la apicultura mediante una sala para extracción y fragmentación de miel y polen; el faenado de pollos a través de una sala con maquinaria para el pelado y conservación en heladeras de carnicería; la obtención de gas metano a partir de un biodigestor; producción de leche de vaca en un tambo con ordeñadora mecánica de 16 bajadas; la elaboración de chacinados en una sala con cámara frigorífica; la horticultura con un sistema de riego por goteo y un galpón con maquinaria para la selección, lavado y empaquetado de frutas y verduras. A esto se suman diversos gallineros; el enfardado y almacenamiento de alfalfa y otros forrajes en un galpón; el almacenamiento de granos en un silo metálico y el arreglo y mantenimiento de las maquinarias en otro galpón que funciona como taller mecánico equipado con herramientas manuales.
Todos estos espacios ocupan alrededor de 350 has. El resto de las tierras se dividen en parcelas con diversos fines: la producción agrícola estacional con prácticas de rotación de cultivos, el pastoreo de los animales vacunos, la plantación de frutales (principalmente cítricos); un cementerio propio y las colmenas para la actividad apícola en el monte. Cuentan además con medios de transporte tanto para el movimiento de los comuneros como para el traslado de la mercadería que comercializan: tres camionetas, una combi acondicionada para el traslado de alimentos que no pueden cortar la cadena de frio; un camión con doble acoplado y dos automóviles, todos ellos de uso comunitario. Se suman dos tractores y maquinaria de distinto porte para la actividad agrícola en las parcelas.
El destino de la producción es un 10% para autoconsumo, un 30% para forraje y un 60% para el mercado[5], para lo cual cuentan con tres CCC. El principal lo constituyen sus dos granjas[6] comerciales (como ellos le llaman) ubicadas en dos puntos estratégicos (por su concurrencia) de la ciudad de La Banda. Un segundo canal está dado por las ventas de productos propios y reventa en localidades del sur de la provincia transportados una vez por semana en el camión de la comunidad. Un tercer circuito corto es la venta en el predio, aunque solo de productos específicos como la leche de vaca, algunos animales en pie y forraje.
Todos los ingresos obtenidos se destinan a un fondo común que es administrado por los propios comuneros a través del Consejo Directivo y se destina a la satisfacción de las necesidades de la casa: vestimenta, alimentación, educación, salud, recreación, habitaciones, higiene, etc. Además, el fondo común permite reinvertir en el proceso productivo a través de la compra de semillas y demás insumos, y atender las necesidades institucionales como la compra de artículos de librería, transporte, honorarios por asesoramiento de estudios contables y jurídicos, etc.
Respuestas/estrategias adoptadas en el marco de la pandemia del COVID-19
Cambios y continuidades en la esfera de la producción y la comercialización
En el marco de la pandemia que ha profundizado la recesión económica argentina (Kiguel, 2020), la comercialización de productos tanto de la AF como de los SC se ha visto notablemente afectada debido a las medidas de cuarentena obligatorias decretadas por el gobierno nacional y provincial representadas en distintas fases de aislamiento desde marzo de 2020: la fase 1 fue el “aislamiento estricto” que se extendió del 20 de marzo al 17 de abril; la fase 2 de “aislamiento administrado” tuvo lugar entre el 18 y 26 de abril; y la fase 3 fue la “segmentación geográfica” entre el 27 de abril y el 4 de junio. Posteriormente, el presidente de la Nación Alberto Fernández comunicó que las regiones donde hubiese circulación comunitaria del virus permanecerían en la fase 3, mientras que, donde no existe tal circulación, se pasaría a una fase de “distanciamiento social, preventivo y obligatorio” (Corral y Slipczuk, 2020).
Las ferias de AF fueron clausuradas por tiempo indeterminado debido a la alta concurrencia de personas a las mismas y los locales comerciales fueron cerrados en la primera fase de aislamiento; razón por lo cual la familia Carabajal y la Colonia tuvieron que reorganizar rápidamente su sistema productivo y comercial para que sus ingresos no decayeran vertiginosamente.
Sus mayores temores en esta etapa estuvieron relacionados a la rápida caída en sus niveles de ingresos y la pérdida parcial o total de las cosechas, en especial la familia Carabajal que cuenta con escasa posibilidad de almacenamiento a largo plazo de las frutas y hortalizas de producción propia y para la reventa y no dispone de locales comerciales propios o alquilados. En el caso de la Colonia, el cierre repentino de sus dos granjas significó una sensible caída en la demanda de sus productos. No obstante, a una semana de haberse decretado la fase 1, el gobierno provincial otorgó permisos de circulación pública a trabajadores de rubros de primera necesidad que podrían abrir sus locales de 8 a 13 hs. Esta medida benefició a Colonia Jaime, así como también a la familia Carabajal, supermercados, despensas, almacenes y verdulerías de las ciudades.
Sin embargo, los permisos de circulación solo estaban permitidos para el conglomerado La Banda-Santiago del Estero, por lo que la prohibición de la circulación interdepartamental ocasionó disminución en las ventas de la Colonia a clientes de otras localidades que compraban en las granjas. Dicha reducción fue más fuerte en el área de chacinados, cerdos y pollos, debiendo simplificar los turnos de las faenas. Particularmente, en el caso de los pollos, en tiempos normales se faenaba de lunes a domingo (y en ocasiones doble turno por la alta demanda); mientras que desde que comenzó la pandemia lo hacen solo tres veces por semana.
Por otro lado, en términos generales, la organización de la producción en ambos casos no estuvo sujeta a grandes modificaciones. La familia pudo retomar sus actividades en la finca cuando dos de sus integrantes consiguieron el permiso para circular, lo que permitió reactivar la venta en sus otros canales comerciales: verdulerías mayoristas y minoristas y una rotisería de pastas reconocida de la ciudad de SDE. En paralelo, las granjas de Colonia Jaime retomaron sus actividades a cargo de quince comuneros/as. Los locales debieron ser acondicionados y reordenados en su espacio interno para cumplir con todas las medidas necesarias según el protocolo sanitario nacional. También se fue activando de forma paulatina la venta en la casa, aunque específicamente a una empresa de lácteos reconocida de La Banda con la que mantienen acuerdos comerciales desde hace ya muchos años. De hecho, según la presidente de la comunidad, dicha empresa demandó más cantidad de litros de leche durante la pandemia (65.000 litros por mes a un precio de $18+IVA por litro[7]); y la venta de alfalfa, batata, naranja y mandarina fue un éxito debido a su estacionalidad.
Una de las dificultades encontradas en la producción de la Colonia fue el suministro continuo de semillas para no interrumpir la producción de hortalizas. Su principal proveedor de semillas permaneció cerrado durante el período de siembra (marzo-abril), por lo cual hubo ciertas variedades que no pudieron ser generadas. Si se quiere comparar, este inconveniente no tuvo la familia Carabajal debido a la práctica tradicional de recolección de semillas del ciclo productivo anterior, lo que le permite asegurar el ciclo productivo-comercial futuro “e ingresos razonables aún bajo condiciones adversas” (Long y Van der Ploeg, 1994, p. 23).
Por otra parte, la modalidad de comercialización adoptada por cada experiencia estuvo condicionada por la disponibilidad de recursos y posibilidades. Una vez habilitados los rubros esenciales y ante la ampliación horaria de 8 a 17 hs, la Colonia decidió seguir atendiendo sus granjas solo por la mañana e incorporó la venta telefónica (aunque en una proporción muy pequeña) enviando con cadetería la mercadería.
Debido a la capacidad de ahorro de la Colonia y para resguardar la salud de los comuneros, el Consejo Directivo decidió eliminar algunos canales comerciales mientras continúe la situación sanitaria mundial. Un ejemplo de ello es la eliminación de las ventas a los clientes del sur de la provincia. Asimismo, los encargados de las cajas registradoras en las granjas fueron resguardados en la comunidad por encontrarse dentro de los grupos de riesgo[8].
Respecto a la decisión de trabajar solo de 8 a 13 hs, la presidente expresó:
A las granjas pueden recurrir máximo dos personas por vehículo y el combustible así no rinde porque la distancia entre el mercado y la Colonia es larga, estamos hablando de 16 km. Por eso, aunque se habilitó el horario de la tarde, solo abriremos por la mañana (M. Lazo, comunicación personal, mayo de 2020).
Por lo tanto, este circuito comercial sigue funcionado con adaptaciones a los cambios de contexto.
El caso de la familia Carabajal fue diferente en la dimensión de la comercialización, ya que tuvo que adoptar medidas de urgencia para que la cosecha no se arruinara ante el cierre de las ferias y la ausencia de locales comerciales propios o alquilados. Así fue que, en base al asesoramiento de una investigadora que tiene relación estrecha con los Carabajal, los integrantes comenzaron a gestionar la entrega a domicilio en La Banda y en distintos puntos de venta estratégicos en SDE de “bolsones de hortalizas de la propia finca” a 400 pesos argentinos (USD 4.83) y de “bolsones de frutas” a 200 pesos argentinos (USD 2,41)[9], precios mantenidos hasta la actualidad (octubre 2020).
Esta nueva modalidad de venta fue posible gracias a la reorganización y reestructuración del trabajo familiar, confirmándose lo que Rodríguez Sperat et al. (2015) plantean sobre la intensificación de la mano de obra familiar como uno de los factores clave para el sostenimiento de la explotación. En este sentido, las funciones dentro de la familia se estructuran de la siguiente manera: el padre e hijo mayor toman las decisiones de la producción, los cinco integrantes de la familia cosechan y empacan los bolsones; y, finalmente, la madre y los hijos trasladan y entregan la mercadería.
Para llevar a cabo la actividad, la familia cuenta con diversas herramientas manuales y un tractor mecanizado para la actividad predial, una camioneta Toyota modelo 2015 para trasladar la mercadería y una gran cantidad de bolsones transparentes de aproximadamente 50x70 cm para empaquetarla. Para el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) (2020), este tipo de venta directa, si bien no puede reemplazar en su totalidad a los mercados concentradores, verdulerías y ferias, tiene la ventaja de descomprimir la demanda ante la posibilidad que le brinda a los consumidores de no salir de sus casas para adquirir hortalizas frescas y, en algunos casos, agroecológicas, fomentando además la economía local.
Se puede decir que la modalidad de comercialización adoptada por ambas experiencias sigue relacionándose estrechamente a los CCC. Desde la teoría, estos mecanismos de venta se constituyen como uno de los elementos sobre los cuales se apoya fuertemente la AF y los SC para sostenerse en el tiempo sin ser absorbidos por el mercado clásico.
Mientras que la familia no posee local comercial y trabaja con la modalidad de entrega a domicilio y en ciertos puntos de venta, la Colonia comercializa en sus granjas, las cuales están exentas de impuestos ordinarios y de ganancias.
De acuerdo a lo expuesto, en esta nueva normalidad, los ingresos en la familia solo se vieron afectados durante la última semana de marzo de 2020 ante la clausura repentina de las ferias y la consecuente paralización de la producción, pero de acuerdo a los datos recolectados sobre los ingresos semanales y mensuales posteriores, en el periodo abril-septiembre de 2020 las ventas aumentaron un 85% con la implementación de los bolsones y el mantenimiento de los demás CCC (verdulerías y rotisería). Para obtener este resultado se llevó a cabo la siguiente fórmula[10] que calcula el aumento de las ventas representado en porcentaje:
Durante el mes de marzo de 2020 (hasta un día antes de comenzada la primera fase de aislamiento), la familia obtuvo ingresos de 66.000 pesos argentinos (U$S 798) por la venta en ferias, verdulerías mayoristas y minoristas y en la rotisería de pastas.
Sin embargo, dadas las diferentes medidas restrictivas por la pandemia y la clausura de ferias y demás espacios públicos, la familia adoptó la modalidad de venta de bolsones. A modo de ejemplo, durante el mes de abril de 2020 vendió 200 bolsones, y esto sumado a las ventas en los demás canales comerciales, dio como resultado un ingreso mensual de alrededor de 122.000 pesos argentinos (U$S 1474); es decir, aumentaron un 85% las ventas.
De la Colonia no se pudieron obtener cifras precisas sobre los ingresos. Según lo recabado en la entrevista, si bien los ingresos decayeron al principio del aislamiento estricto, estos no afectaron fuertemente la cotidianidad de los comuneros porque decidieron asimismo reducir los gastos a compras mínimas y suficientes de ropa, calzados, medicamentos y alimentos específicos, sin descuidar las necesidades primarias de la casa.
Se estima que la estabilidad relativa en el nivel de ingresos de la comunidad en el contexto de pandemia pudo ser posible debido a la existencia de una base de recursos monetarios (ahorros), infraestructura y tecnología que minimizan la dependencia total de insumos externos, así como también la existencia de una diversificación productiva. En trabajos previos identificamos estos aspectos como parte de procesos de acumulación alternativos (Suárez, 2019a; Suárez, 2019b; Suárez y Paz, 2017).
En efecto, contar con estos ahorros permitió a la Colonia continuar realizando compras de insumos (principalmente semillas y nitrógeno líquido), pollos y capones.
Respecto al sistema de fijación de precios, la familia decidió el valor de los bolsones en base a la guía de precios del Mercado Concentrador Frutihortícola de la provincia, y de los precios que manejan las verdulerías de La Banda, pero siempre manteniendo su diferenciación y competitividad. Esto último permite a los agricultores familiares insertarse en mercados alternativos a partir de su propia potencialidad (Paz, 2017).
El caso de la Colonia es diferente, ya que debe respetar las normativas de fijación de precios que determina la Cámara de Comercio provincial, aún más en estos tiempos donde la escasez de productos y la volatilidad en el precio de los alimentos es el denominador común. En palabras de la presidente:
Buscamos de interiorizarnos de esos precios establecidos por la Cámara y los respetamos. No es una tendencia en nosotros aprovecharnos de esta situación. Si aumentamos los precios es porque a nosotros nos aumentan los costos (alguna fruta o el cerdo, por ejemplo). Además, los entes públicos controlan los precios y hasta ahora no tuvimos problemas (M. Lazo, comunicación personal, mayo de 2020).
Por otro lado, las relaciones interpersonales establecidas con anterioridad a la pandemia fueron elementos claves para facilitar las ventas de bolsones desde el principio y mantener de forma ordenada esta modalidad adoptada por la familia Carabajal. En referencia a esto, Van der Ploeg y Renting (2000) indican que tanto el control de los recursos, la capacidad de reconfigurar y remoldear esos recursos, como los enlaces entre agricultores y otros grupos sociales facilitados a través del desarrollo de nuevas redes, son determinantes para el éxito de un emprendimiento rural. Al comienzo, los Carabajal recibieron colaboración de cuatro clientes de las ferias y de técnicos de la Secretaria de Agricultura Familiar e investigadores de la Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE), quienes ofrecieron sus hogares y lugares de trabajo para entregar los bolsones (todos en puntos estratégicos de la ciudad de SDE).
Los primeros aprendizajes en contexto de pandemia
La última dimensión de este análisis gira en torno a las oportunidades, amenazas y aprendizajes obtenidos de las experiencias en pandemia. En el caso de la familia, existe cierta incertidumbre sobre lo que pasará más adelante si no se reanudan las ferias. Esto se debe a que las hijas retomarán sus actividades estudiantiles en la ciudad y seguramente se les dificultará ayudar en el predio y la venta de bolsones. Esto último tiene que ver con las posibilidades fácticas que poseen los agricultores en base a la disponibilidad de sus recursos, siendo para este caso la mano de obra familiar. En esta dirección, según evidencian Van der Ploeg y Renting (2000, p. 530), lo relevante “es la re emergencia de la familia como un importante factor habilitante y limitante” de las actividades laborales.
Otra dificultad que se acentuó en la pandemia fue el problema de la conectividad a internet en el campo que limita la comunicación con los clientes; sin embargo, estos últimos continúan eligiendo a la familia, así que este hecho no significó un gran problema para la misma. Al respecto, la jefa de familia expresa:
Lo bueno es que mis clientes, de las ferias de emprendedores, nos mandan mensajes para pedir mercadería, y los bolsones de verduras y frutas que vendemos en la ciudad. (Santiago Día por Día, 2020).
Sin embargo, el balance es positivo si se tiene en cuenta la oportunidad que emergió de esta forma de vender, que es el aumento del 85% de las ventas y por lo tanto de los ingresos mensuales, lo cual abrió un panorama optimista para independizarse de las ferias. En ese sentido, una de las hijas reconoce:
Hace mucho nos queremos independizar de las ferias porque tenemos todos los recursos para vender solos, pero hoy nos damos cuenta que el problema era que no nos animábamos a lo desconocido y no que no podíamos hacerlo. Preferíamos seguir con las ferias y el desgaste que es vender a veces ahí cuando hace mucho frío o calor. La pandemia nos demostró que sí podemos hacerlo (M. Paz, comunicación personal, mayo de 2020).
Otro de los aprendizajes está relacionado al vínculo familiar. La jefa de familia reflexiona:
Si bien trabajamos en casa, nos hemos dado cuenta que no pasábamos mucho tiempo en familia debido al trabajo diario. Mi marido siempre estaba en el campo junto con mi hijo, yo si no estaba en las ferias estaba ayudando en la finca, y a una de mis hijas no la veíamos mucho porque estudia en la Universidad y reside en la ciudad (M. Paz, comunicación personal, mayo de 2020).
Es decir, como consecuencia de la pandemia se revalorizó la compañía familiar y la necesidad de “pausar” la cotidianidad para compartir momentos.
En el caso de Colonia Jaime las amenazas estuvieron relacionadas a problemas en el aprovisionamiento de materia prima tales como semillas para la huerta, frascos para la apicultura, insumos para el tambo y nitrógeno líquido para la preservación de semen (para la inseminación artificial de vacas lecheras). Asimismo, durante la pandemia la Colonia cumplió su 88° aniversario el 25 de julio, el cual no pudo ser festejado como años anteriores.
Sumado a esto, los comuneros decidieron inhabilitar el acceso de personas ajenas a la casa mientras persistan las medidas de aislamiento social, lo que supuso un cambio muy grande para sus integrantes, ya que estaban acostumbrados a recibir visitas continuamente. Sin embargo, esta particular situación se convirtió en una oportunidad para reflexionar sobre la forma de vida que estaban llevando adelante. En una entrevista realizada por el diario El Liberal (2020) la presidente reflexiona:
Haber cerrado las puertas ha significado un golpe importante para nosotros: por un lado, extrañamos nuestros afectos y, por otro, lo estamos aprovechando como un momento para reflexionar, analizar cuestiones personales, familiares, de la comunidad en general; qué aspectos consideramos que deben ser revisados, porque entendemos que cuando se nos manda a la casa, más allá de que estemos de acuerdo o no, de que uno lo haga y otros no, el mensaje para un mundo entero nos está invitando a todos a una introspección en forma individual y familiar.
Por otro lado, los comuneros destacan la necesidad de trabajar con mayor cuidado e higiene, de organizar mejor los espacios de las granjas y la jornada laboral para compartir más tiempo en la casa con sus seres queridos.
Reflexiones Finales
Los debates sobre las posibles soluciones para enfrentar el COVID-19 aún se están construyendo y reformulando. Sin embargo, los sectores de la AF y los SC tienen una vasta trayectoria en el diseño de estrategias para enfrentar situaciones externas desfavorables (económicas, sociales o políticas) debido al estilo de producción de agricultura económica y los canales comerciales cortos y directos que mantienen. El valor económico y social que produce el sector va mucho más allá de lo que pueden ver los análisis económicos ortodoxos (Paz, 2017; Rodríguez Sperat et al., 2015).
En esta línea, la AF y los SC han contribuido sustancialmente en la disminución de problemas relacionados a la inseguridad alimentaria y nutricional en el ámbito local, producto de las limitaciones en la esfera de la producción y las logísticas de distribución del régimen agroalimentario vigente, que no ha hecho sino dificultar el suministro continuo y asequible de alimentos sanos, nutritivos y de calidad durante las distintas fases del aislamiento social. En ese marco, la AF representa el 65,6% de explotaciones agropecuarias (EAP´s) en Argentina y el 83% en SDE (Paz, de Dios y Gutiérrez, 2014). En efecto, el Estado debería generar mayores condiciones para que el mercado interno sea atendido por esta vasta población de agricultores familiares.
De las experiencias presentadas se pueden extraer tres grandes reflexiones. Una relativa a las características de la AF con una apuesta fuerte en el diseño de estilos de producción basados en una agricultura económica que pueden presentar escalas de producción y grados de relacionamiento con los mercados y tecnologías diferentes. En este sentido, si bien Colonia Jaime respeta lineamientos generales de AE, posee escalas de producción y conexiones mercantiles y con la tecnología considerablemente mayores a las de la familia Carabajal.
Al respecto, se distinguen tres elementos de este EP que resultaron fundamentales para que las experiencias puedan responder, reorganizarse y adaptarse a los cambios externos ocasionados por la pandemia: 1) la intensificación de la mano de obra familiar y comunal que permitió reorganizar la producción y comercialización disminuyendo al máximo la contratación de trabajadores externos. Mientras que la familia contrata un empleado por ocho horas diarias, la Colonia no tiene personas en relación de dependencia (todas las tareas son llevadas a cabo por los adultos de la casa); 2) una diversificación productiva que hace posible mantener un equilibrio relativo en el sistema de producción en épocas desfavorables provenientes de coyunturas político-económicas inestables, caídas en la demanda o dificultades en el suministro de insumos por parte del mercado externo. Es desde la diversificación productiva que la Colonia tiene mayores posibilidades de responder rápidamente a los cambios ya que no se dedica solamente a la horticultura como la familia Carabajal, sino que en el campo comunal también se realizan actividades pecuarias y de agregado de valor diversas; y 3) una baja dependencia de insumos externos, representando otras formas y posibilidades de sostener la explotación en el tiempo. Esto adquiere mayor visibilidad en el caso de la familia Carabajal que “recolecta” semillas del ciclo productivo anterior para asegurar su abastecimiento en la siembra futura. Si bien la Colonia no realiza esta práctica, lo cual genera mayor dependencia de los insumos externos (como semillas, fertilizantes, nitrógeno, etc.), la amplia diversidad productiva reduce el impacto de dicha dependencia; es decir, ante la imposibilidad de producir ciertas hortalizas o frutas, las actividades pecuarias o ganaderas actúan como subsidiarias.
La segunda reflexión está orientada a los CCC que se instituyen desde la teoría como mecanismos de venta más apropiados para la AF y los SC. Si se analizan de forma separada las experiencias, la Colonia presenta mayores posibilidades de sostener su trabajo ante situaciones cambiantes debido a la disponibilidad de dos locales propios de venta, permitiéndoles no solo acortar la distancia entre el campo y la ciudad, capturar un mayor valor por su producción, ahorrar en transporte y crear valor a partir de activos inmateriales como una identidad de los productos, el anclaje territorial, la autenticidad y el lazo social (Rodríguez Sperat et al., 2015), sino también gozar de cierto grado de tranquilidad en momentos adversos si se tiene en cuenta su amplia capacidad de ahorro y la exención de pago de impuestos por tratarse de una asociación civil sin fines de lucro.
Por su parte, el caso de la familia Carabajal es muy diferente. Debió desplegar la totalidad de su capital material (camioneta, balanzas, tablones, cajones de verduras, elementos de protección e higiene e insumos para el armado de los bolsones) y social (relaciones interpersonales y familiares) combinados con una logística adecuada que permita la menor perdida posible de su poder adquisitivo, las cosechas y el desgaste de los recursos.
En este punto, el caso de la familia ha puesto en duda si efectivamente las ferias son los CCC más apropiados para la AF en contextos desfavorables. Esta reflexión viene dada porque durante la pandemia los espacios públicos, entre ellos las ferias (frutihortícolas, de emprendedores, artesanales, orgánicas, etc.) fueron clausurados y al día de la fecha siguen interrumpidos en el marco de las medidas de protección y distanciamiento. Es decir, se tratan de uno de los ámbitos sociales más afectados por la pandemia y mantienen una fuerte dependencia con el Estado. Esta conclusión adquiere mayor relevancia en la zona estudiada del área de riego de Santiago del Estero donde la mayoría de los pequeños productores hortícolas no pudieron continuar con sus actividades comerciales al no contar con las ferias y las condiciones y recursos necesarios para efectuar la entrega de bolsones a domicilio o alguna modalidad similar.
Una tercera reflexión esboza una hipótesis que viene siendo trabajada por las autoras y que tiene que ver con la posibilidad de pensar modelos alternativos de acumulación donde la producción y distribución responden a lógicas diferentes de las del sistema de producción capitalista (Barkin y Rosas, 2006). En el caso de la familia, los ingresos que obtuvieron de las ventas en ferias y demás canales comerciales permitieron satisfacer sus necesidades básicas y reponer los insumos para la producción, además de que las dos hijas del matrimonio pudieran realizar estudios terciarios y universitarios y mantener sus gastos diarios en alimentación, vestimenta y útiles. En el caso de la Colonia, estos procesos posibilitaron la generación de una base importante de capitalización de sus recursos, más allá de satisfacer sus necesidades y reponer los insumos de la producción.
Entonces, resulta interesante para las autoras pensar en futuras dos líneas de trabajo: una en torno a los procesos de acumulación no capitalistas que contribuyan a potenciar la AF, manteniendo la AE como estilo de producción y generando mercados nuevos y más apropiados; y otra referida a las debilidades de las ferias como CCC en situaciones adversas, dadas por la fuerte dependencia al Estado y la escasa regulación que las caracteriza.
A modo de cierre, si bien las experiencias presentadas no son extrapolables linealmente a otros espacios rurales, a lo largo de la investigación es posible reconocer la capacidad de resistencia/adaptación bajo situaciones adversas de la AF y los SC en base a un estilo de producción de AE, la presencia de CCC y de procesos de acumulación alternativos. En efecto, se visibiliza su importancia en el suministro continuo a la población local de alimentos sanos y de calidad frente a las limitaciones estructurales del régimen agroalimentario global acentuadas en gran medida en el actual contexto de pandemia.
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Notas