Investigaciones
Resumen: La estructura del presente artículo se basa en una lógica de exposición que pretende abordar, por una parte, los datos concretos en la realidad de América Latina, el Caribe y en particular, Cuba, sobre los procesos de desigualdad y pobreza; y por otra, la agenda temática, sus avances, limitaciones y los temas que prospectivamente deberán ser incluidos. La relevancia de este artículo para el análisis sobre el contexto nacional y regional es su contribución a la discusión y evaluación de los alcances y limitaciones que tienen los modelos de desarrollo social como el cubano. El artículo concluye posicionando los principales desafíos en términos analíticos y políticos para el logro de la equidad y lo que ella representa para una construcción socialista, alternativa al orden capitalista.
Palabras clave: Cuba, desarrollo social, desigualdad, pobreza, equidad, construcción.
Abstract: The structure of this article is based in an exhibition that aims logic address, on the one hand, the specific data in the reality of Latin America, Caribbean and in particular Cuba, on processes inequality and poverty; and secondly, the thematic agenda, progress, limitations and the issues that must prospectively be included. The relevance of this article for the analysis of the context national and regional is their contribution to the discussion and evaluation of the scope and limitations on the development models social as Cuban. Article positioning the leading ends challenges in analytical and political terms for achieving equity and what it represents for socialist construction, alternative to the capitalist order.
Keywords: Cuba, Social Development, inequality, Poverty, equity, construction Socialist.
Introducción
El ejercicio de reflexión sobre los cambios actuales constituye un desafío en sí mismo dada la variabilidad y la rapidez con que estos comenzaron a sucederse en el país a partir del año 2010. A la vez, ir comprendiendo en la medida de lo posible estas transformaciones, y evaluarlas paulatinamente, es una necesidad de estos tiempos presentes, porque ellas portan la modulación próxima de nuestro futuro cercano. Es reconocido por un grupo de académicos cubanos (Pérez y Vidal, 2012; Espina, 2012; Triana, 2012) que la propuesta de cambios contenida esencialmente en “Los lineamientos de la Política Económica y Social” —a partir de ahora, LPES— plantea “a grosso modo qué se pretende hacer hasta el año 2015, pero no explicita cómo, ni se define un cronograma y secuencias de acciones para alcanzar los objetivos planteados” (Pérez y Vidal, 2012: 10).
Los LPES plantean transformaciones económicas y políticas, que tienen entre sus ejes básicos el impulso a un programa de mayor eficiencia del gasto fiscal, lo que esencialmente implica una reducción del tamaño y la reorganización de funciones de las estructuras del aparato estatal, del gobierno y del partido. Sin embargo, el énfasis de los cambios se encuentra precisamente en la dinamización de la economía doméstica, en los mecanismos para generar un saneamiento y recuperación de la misma, en pos del alcance de una mejor articulación entre política económica-fiscal y gasto social.
Las desarticulación entre avances sociales, por un lado, y el retraso económico, por el otro, ha sido una de las constantes estructurales de las problemáticas vinculadas al desarrollo para el caso cubano. De ahí que la propuesta de LPES plantee en sus fundamentos de partida (PCC, 2011) la necesidad de la propia sobrevivencia del socialismo en el entorno de las contradicciones que genera la inserción económica del país al mercado internacional signado bajo lógicas capitalistas. Como parte de los mecanismos para dar curso a las nuevas transformaciones incluidas en esta reforma, una de las cuestiones tácitamente aceptada como inevitable es la del incremento de la desigualdad. Los reajustes y acomodos a las políticas sociales, plantean un escenario de arreglos desiguales en el acceso y la consecución del bienestar. El reto mayor, sin lugar a dudas, es que ello representa para Cuba hoy un problema con el cual ni el imaginario social ni las autoridades de los diferentes niveles de gobierno están acostumbrados a lidiar.
La relevancia del presente artículo para el análisis sobre el contexto nacional y regional es su contribución a la discusión y evaluación de los alcances y limitaciones que tienen los modelos de desarrollo social que, como el cubano, se han propuesto el desarrollo de trayectorias de inclusión social basadas en el universalismo como enfoque central de la política social. También remite a los desafíos en el objetivo de delinear una agenda temática desde la producción académica de las Ciencias Sociales que favorezca la concreción de una discursividad crítica en pos de la conciliación entre el alcance del bienestar y la emancipación.
El abordaje de estas cuestiones implica un encuadramiento del caso cubano en el contexto latinoamericano y los aprendizajes que pueden ser extraídos a partir del vínculo entre lo general y las particularidades del desarrollo socio-histórico del país en los últimos cincuenta años. En tal sentido, también explicitan un rebalse de esos límites geográficos para interpelar una lógica de organización global que muestra el estancamiento de un sistema basado en la mercantilización de la naturaleza y, con ella, de la existencia humana misma.
La estructura del presente artículo se basa en una lógica de exposición que pretende abordar, por una parte, los datos concretos en la realidad de América Latina, el Caribe y en particular Cuba, sobre los procesos de desigualdad y pobreza; y por otra, la agenda temática, sus avances, limitaciones y los temas que prospectivamente deberán ser incluidos. El artículo concluye posicionando los principales desafíos en términos analíticos y políticos para el logro de la equidad y lo que ella representa para una construcción socialista, alternativa al orden capitalista.
Encrucijadas para el desarrollo nacional en América Latina y el Caribe: confrontación y vigencia del legado neoliberal
Cada año las estadísticas mundiales demuestran lo difícil que resulta en términos de la gestión social, reducir las brechas de desigualdad imperantes en las sociedades contemporáneas. En ese contexto, la región latinoamericana constituye un explícito ejemplo de las tendencias de incremento y estabilización del patrón de la desigualdad, aún en condiciones moderadas de reducción de los índices de indigencia y pobreza (CEPAL, 2010). Factores internos (de cada país), así como externos explican la trama compleja de reproducción de las inequidades sociales y de los desafíos sociopolíticos para superarlas efectivamente. De ahí que un diagnóstico en torno a la producción de las desigualdades, no debe realizarse escindido de la influencia que ejercen los procesos de globalización e internacionalización de las dinámicas capitalistas sobre las realidades nacionales y regionales.
La vigencia de la retórica democrática del neoliberalismo sobre la que aún se asienta hoy la hegemonía socioeconómica, cultural y política del capitalismo, no ha fracasado totalmente en sus intentos por mostrar que la fundamentación del logro de crecimientos económicos se revierte en el bienestar de grupos concretos dentro del conjunto de la población. Aunque décadas de experiencia bajo este orden han mostrado lo contrario, la resistencia organizada en la búsqueda de un orden alternativo se dirime en una lucha ideológica incesante.
Muestra de esas contradicciones y del abanico que ellas promueven en términos de los modelos de desarrollo, América Latina y el Caribe destaca por tener en la actualidad una situación sociopolítica dinámica. En ella, se combinan a la vez propuestas progresistas, que bogan por un distanciamiento de las lógicas neoliberales; mientras otras siguen operando ancladas en este modelo de ordenamiento social. Respecto a las primeras, se da una contradicción latente y es la que viene signada por el contexto capitalista en que se asientan las transformaciones sociales y políticas llevadas a cabo por estas experiencias, caracterizadas por la diversidad no sólo entre países, sino también entre regiones.
Las posibilidades de conciliar desarrollo nacional y autonomía política se vuelven objetivos limitados por la existencia de un orden global que funciona bajo los imperativos del neoliberalismo: circulación del capital transnacionalizado, centralización del poder y aumento persistente de la desigualdad. Otros factores relevantes a mencionar son la privatización y flexibilización de las relaciones laborales, la existencia de una política fiscal restrictiva que daña las posibilidades de una redistribución equitativa de la riqueza social y la permanencia de diferencias categoriales asociadas al género, al territorio, la raza o el origen étnico y las migraciones. De ahí la importancia que revisten para los análisis contemporáneos sobre estas temáticas el estudio de los mecanismos socio-estructurales (re)productores de integración o de exclusión social.
Para América Latina y el Caribe, la actualidad de ese debate sigue planteando la necesidad de lograr de manera efectiva la construcción democrática de los Estados Nacionales en la región, en el marco de un capitalismo tardío, periférico y dependiente (Tavares, 2012), y aún bajo los efectos del legado neoliberal que otorgó un carácter residual a la intervención estatal. Por consiguiente, uno de los desafíos de las Ciencias Sociales, en la actualidad, es discutir nuevos modelos para el ejercicio político, así como para el estudio de la dimensión política de los acontecimientos sociales. Los modelos de organización política muestran en la actualidad insuficiencias para lidiar con estas contradicciones y con la ordenación unilateral que supone el sistema capitalista bajo los imperativos de las lógicas imperialistas.
Los aportes de la producción académica en Ciencias Sociales desde América Latina y el Caribe: el terreno de la disputa ideológica
La diversidad cultural y la riqueza de las confrontaciones con las propuestas neoliberales, han favorecido la emergencia y profundización de discusiones fecundas desde el terreno de las Ciencias Sociales en América Latina y el Caribe. Es así que hoy el continente constituye un referente significativo en la disputa ideológica respecto al debate en torno a los procesos de ampliación de la desigualdad y pobreza desde el Sur global. Entre los puntos de partida de los acercamientos multidimensionales a esas temáticas, los tres siguientes son señalados como fundamentales: primero, la necesidad de su abordaje desde el carácter complejo que éstos revisten; segundo, las raíces profundamente históricas de estos mecanismos; y por último, la trama multiactoral de relaciones de poder/subalternidad en las que se teje la urdimbre de estos fenómenos.
Tradicionalmente, las desigualdades y la pobreza han sido estudiadas a partir del enfoque económico, dentro del marco de las fronteras de los Estados-Nación y de procesos sincrónicos. Convencionalmente articuladas al concepto de clase, su comprensión, sin embargo, “no ha sido adecuadamente considerada en sus dimensiones históricas, así como en los encadenamientos globales o en sus interconexiones entre clase y otras clasificaciones que han configurado las desigualdades existentes” (Costa, 2011: 9).
Por consiguiente, se precisa avanzar hacia la comprensión de estos como fenómenos complejos y multidimensionales, en los que intervienen procesos de diversa índole: socioeconómicos, histórico-políticos y étnico-culturales. En el centro de esos análisis, las dimensiones temporales y espaciales resultan claves para explicar su emergencia en coyunturas específicas o los procesos vinculados a la persistencia de situaciones de desigualdad y pobreza en el largo tiempo. La fisonomía de territorios específicos y de los actores que en estos se desenvuelven se encuentran atravesados por esas dinámicas de larga data, así como por su articulación con las cuestiones políticas y normativas que transversalizan su discusión.
Aunque en las propuestas más recientes se tiende a conectar ambos términos, o a tratar como causa de las situaciones de pobreza a la desigualdad, lo cierto es que han recorrido caminos epistemológicos y metodológicos bastante divergentes conceptualmente y también de las formas en que se aborda su medición. Por ello, a continuación, se abordarán sintéticamente las principales distinciones de este recorrido diferenciado, para después señalar las principales aristas de análisis contenida en la apropiación latinoamericana de este debate, y por último apuntar hacia los ejes analíticos hacia los que sería necesario avanzar para una reflexión sistémica de ambas temáticas.
Usualmente, la noción de desigualdad social alude a una matriz societal asentada en la distribución desigual y estratificada de bienes múltiples, por variables históricas y sociopolíticas que delimitan esa distribución. Sumado a esto, los discursos científicos y coloquiales, las imágenes y estereotipos y la distribución desigual de distintos tipos de bienes, entre otros aspectos, constituyen elementos centrales en el afianzamiento de ese patrón. Estos elementos, tal y como ha señalado Costa, hacen de este régimen una formación social de difícil modificación, cristalizando situaciones de acceso desigual a recursos y otorgándoles legitimidad (Costa, 2015).
Por su parte, la conceptualización sobre pobreza ha estado más abocada a la creación de metodologías para su cuantificación y de las opciones políticas para viabilizar su “reducción”. Entendida como carencia o privación, ha permitido el desarrollo de una despolitización de la cuestión social a través de la tecnificación de la política, la que se transforma en medidas técnicas capaces de distinguir, contar y atribuir beneficios a los posibles beneficiarios de los sistemas de protección social (Brito, 2005). En estos sistemas, el debate sobre la distribución de la riqueza es desplazado por el tratamiento compensatorio de sus efectos (la pobreza). Este ha sido, tradicionalmente, un terreno para la investigación sincrónica del fenómeno.
Precisamente ese desplazamiento ha influido en el establecimiento dentro de ese campo de estudios, de una tensión paradojal entre dos discursos para dar cuenta de los elementos causales del fenómeno: por una parte, existen aquellas explicaciones que le atribuyen un carácter individual; en contraposición y de otro lado, es posible también encontrar visiones que acentúan su carácter social, las que en su expresión de máxima radicalidad, hacen referencia a la imbricación esencial de los análisis de clase con estos procesos. Ese último abordaje pone el foco del debate sobre las causas que generan la pobreza, en particular en las cuestiones de índole estructural vinculadas a la génesis y desarrollo del sistema capitalista y por consiguiente íntimamente vinculadas con la existencia de un conjunto de relaciones basadas en la explotación de clases que en torno al fenómeno se tejen (Marx, 1984; Engels, 1974; Wright, 2010).
En términos políticos, esa comprensión contribuye a conectar los procesos actuales de concentración y polarización de la riqueza socialmente producida con las condiciones en que las desigualdades generan procesos de enriquecimiento y pauperización al mismo tiempo. También permite visibilizar a los pobres como sujetos de la transformación social y en el tejido de relaciones en que se desenvuelven constantemente con los no pobres.
En el delineado teórico-metodológico de esa perspectiva crítica, los aportes latinoamericanos para el estudio de estas temáticas se caracterizan por ser de larga data y por influir en la emergencia y desarrollo de una fructífera discusión, que recorre al pensamiento social hasta la actualidad. Entre estos presupuestos de partida, pudieran señalarse tres que guardan una estrecha interrelación:
En esa dirección, lo que interesa resaltar es que la carencia se produce a partir de sujetos históricos, por lo que si bien es un dato de llegada económica, también hay que considerar que es un producto de un complejo proceso de relaciones sociales, en donde las variables de clase, raza, edad, sexo, territorio son determinantes de su (re)producción. Esto implica que si “se quiere conocer el sentido de la pobreza y por consiguiente, de la desigualdad social, no como orden estadístico, sino como proceso histórico-social, es necesario desdoblar su realidad desde diversos planos relacionales y de sentido histórico donde se incluya el examen del conjunto de las relaciones sociales y económicas basadas en el poder y la dominación que la hacen posible” (Arzate et al., 2011: 13-14).
Recorrer esos planos relacionales requiere de una lectura de las constricciones estructurales-culturales en las que se tejen la pobreza y la desigualdad, en y a través del sistema de interacciones, que a nivel cotidiano establecen los sujetos sociales en el espacio colectivo. De ahí la necesidad analítica de superar la hegemonía de visiones economicistas para estos temas, señalando la importancia de las dimensiones sociopolíticas y culturales que explican los procesos complejos de la (re)producción de estos fenómenos, vinculados con la distribución asimétrica de las relaciones de poder en la actualidad.
Mediante esta cuestión se resalta la necesidad de “desnaturalizar” las concepciones más anquilosadas sobre la pobreza y la desigualdad, que se revierten en su legitimación. Esta idea permite el reconocimiento de aquellos mecanismos y agentes que en coyunturas específicas ejercen una influencia en la persistencia de dinámicas excluyentes. Un aspecto importante, en tal sentido, lo constituye el llamado de atención sobre los dispositivos de generación del saber/ conocimiento, como producciones discursivas que inciden de manera significativa en esa legitimación e incluso en la superficialidad de los dispositivos de superación de la pobreza y, en menor medida, de la desigualdad (Álvarez, 2005).
Develar estos componentes es vital para el rebalse de prácticas concretas, estructuras y agentes, pues “la pobreza no se produce/reproduce de manera independiente de la producción/reproducción de la riqueza (o de la no-pobreza), por el contrario, en esa producción/reproducción relacional intervienen diferentes niveles de agentes sociales (de manera consciente o no consciente) con distintos recursos objetivos y simbólicos y con diferentes niveles de implicación y compromiso” (Gutiérrez, 2011: 114).
Este último aspecto es clave para apuntar hacia “lo político” en los sujetos subalternos, que replegados al margen del sistema, con sus luchas cotidianas, ofrecen resistencia al avance de las fuerzas hegemónicas en el terreno del conflicto social. De ahí, la importancia de avanzar en el reconocimiento del componente multiactoral de la realidad contemporánea, así como de los procesos participativos en pequeña escala y sus incidencias a nivel meso y macro-social. Precisamente, la importancia de estos presupuestos es descorrer el velo de la “naturalización de la desigualdad y la pobreza”, reconociendo las tramas complejas de dominación y de las disputas crecientes, en las que los poderes fácticos y de concentración de la riqueza se mueven sobre arenas cada vez más movedizas y las utopías del cambio se vuelven más realizables.
Los entresijos políticos de construir una propuesta socialista: el caso cubano
La transición socialista porta el conjunto de contradicciones de la sociedad anterior. En la mayor parte de los sistemas con tal denominación, se (re)crean lógicas en que éstas se mantienen. En ese escenario complejo, de transformaciones y permanencias, el modelo de desarrollo cubano se ha destacado históricamente por una concepción política diferente. Mediada por una vocación de justicia social, el proyecto cubano de desarrollo social, a partir del triunfo revolucionario, se ha caracterizado por la centralidad del Estado en la provisión del bienestar, y de la construcción de ciudadanía a través de la implementación de políticas de carácter universal. Ese hecho, sin embargo, no ha limitado la aparición y/o acentuación de un patrón de desigualdad que tensiona las bases y resultados del modelo de desarrollo social en el país. Muestra de las coincidencias y también de las peculiaridades del contexto cubano con el resto del continente latinoamericano.
Precisamente, la ruptura social (Espina, 2008; Iñiguez y Ravenet, 2000; Iñiguez, 2005) que produjo la crisis durante la década del noventa del pasado siglo con su acción heterogenizadora, mostró que los impactos de la reforma socioeconómica realizada en esa etapa debían evaluarse sobre la base de un escenario social, que ya presentaba ciertos grados de agotamiento de un modelo económico que reproducía las diferencias preexistentes; así como favorecía la acentuación de brechas de desigualdad social (Zimbalist y Brundenius, 1989) y pobreza existentes, incluso en períodos previos a este suceso (Voghon, 2015).
Un dilema con el que ha tenido que lidiar el modelo de desarrollo social en el país ha estado asociado a la contradicción entre la intención política y los resultados obtenidos respecto a los indicadores del Desarrollo Humano (PNUD, 2011) por un lado, y las dificultades para sedimentar un sostén económico con el cual respaldar este proceso. Aunque se ha pretendido lograr una sinergia en la articulación entre ambos factores, las limitaciones para el logro de un acompañamiento productivo que haga sostenible el gasto social, se fueron acrecentando, sobre todo, a partir de la década del noventa.
Sociológicamente, pueden destacarse dos hechos relacionados con este proceso, que marcaron una reorientación sustantiva de las lógicas de ordenamiento y estructuración social: por una parte, la emergencia de una marcada heterogeneidad estructural; y por otra, la aparición y/o acentuación de brechas de desigualdad, que han tensionado las bases y resultados de ese modelo (Espina, 2008; Iñiguez, 2005; Ferriol et al., 2006). Las medidas promovidas durante esa década redefinieron las bases materiales de la acumulación y favorecieron la existencia de efectos sociales añadidos al de la propia crisis.
En este escenario descrito, según Espina (2008) el coeficiente de Gini calculado para finales de los años noventa se elevó a 0,38 en contraste con el 0,24 encontrado a mediados de los años ochenta. Aunque aún ese índice es bajo, en relación a la situación de la gran mayoría de los países de América Latina, este incremento da cuenta de un proceso de concentración de ingresos que supone una interrupción de la tendencia desconcentradora iniciada con el triunfo de la Revolución Cubana. Teniendo en cuenta la irrupción e importancia de los ingresos en la satisfacción de algunas necesidades, entonces es lógico asumir que la desigualdad pueda seguir aumentando más allá de la comparación de este mero indicador. En ese escenario, es prioridad atender y dar seguimiento a las lógicas de reforzamiento de estos procesos, a través de las transformaciones políticas implementadas con los LPES, posterior a 2011.
Límites del homogenismo distributivo e incremento de la desigualdad en el escenario cubano actual: tensiones entre universalismo y focalización
Durante la década del ’80, los estudios en torno a la Estructura Social señalaban como una de las características esenciales de su cuadro la existencia de un homogenismo distributivo que minimizaba el papel de la diversidad estructural. Este patrón era reforzado con la existencia de un excesivo centralismo y tecno-burocratización en la formulación de las estrategias de desarrollo. Así, la participación en la toma de decisiones de los actores locales (gubernamentales y no gubernamentales), la consideración de la diversidad territorial y grupal de las necesidades y sus satisfactores (Espina, 2006) quedaban supeditadas a ambos referentes que actuaban a nivel político y representacional como espacios de integración social.
Los límites de esas concepciones, así como su implementación en el marco de las políticas sociales, encontraron fuertes tensiones con la coyuntura de crisis. Aún no resueltas dentro del ordenamiento institucional, constituyen el fundamento del debate en torno al peso relativo y deseable que se le deben otorgar al Estado o al Mercado dentro de la transformación social. Los contenidos descritos en la reforma que los LPES constituyen no escapan a estas contradicciones y traducen el conjunto de problemáticas no resueltas entre ambos polos a lo largo de estos cincuenta años del proceso revolucionario.
Es así que en el terreno de los estilos de política, en el documento (PCC, 2011) se presume el mantenimiento de algunos espacios de universalización de las garantías ciudadanas, tales como el acceso a la atención médica, la educación, la cultura, el deporte, la recreación, la tranquilidad ciudadana y la seguridad social mientras otras pasan a focalizarse, eliminando subsidios excesivos y compensando a las personas necesitadas, en el caso de que se encuentren impedidas para trabajar o sin soporte familiar. Se evidencia, de esta manera, que en el espíritu de esta reforma no se escapa a la polarización que suele caracterizar a los dispositivos de gestión social en la mayor parte de los países latinoamericanos. La convergencia de universalismo con focalización en términos complementarios vinculados a una noción de justicia distributiva, se convierte en un horizonte ético y político a alcanzar todavía.
Las medidas concretas ya aplicadas, así como las temporalidades en la consecución de esta propuesta informan sobre las prioridades y las cuestiones postergadas. Es así que transformaciones como la aparición, fomento y reforzamiento de nuevos y viejos actores económicos en el espacio no estatal del empleo, el fomento a la inversión extranjera y la legalización de la compra-venta de viviendas y carros, la entrega de tierras ociosas a usufructuarios, ocuparon la primicia. Otras, en las que la participación y el afianzamiento del tejido colectivo resultan los motores impulsores, han enfrentado mayores avatares. Entre ellas, por mencionar algunas, se podría referir la creación y el desarrollo del sector cooperativo no agropecuario, la autogestión de las empresas estatales y de los gobiernos locales, el programa de subsidios para la reparación y rehabilitación de viviendas.
Los efectos sociales, aunque muy recientes, para abordarlos desde tendencias totalmente delineadas, avizoran algunos puntos críticos a los que la gestión social deberá prestar especial atención en el futuro cercano. Entre ellos es posible mencionar:
La descolocación de la “cuestión social” de la arena política y de las garantías, para resituarla en la gestión del riesgo a través de mecanismos focalizadores que operan desarticulados de los mecanismos universales de la política social y no resuelven las encrucijadas que plantean la existencia de grupos con condiciones de partida desventajosas para apropiarse de la estructura de oportunidades.
Ante la retracción formal del Estado, incluso en áreas específicas que antes constituían una garantía como la del empleo y el cuidado, se institucionaliza en las redes informales y de apoyo familiar el aporte de recursos para el logro y provisión de la protección e integración social.
Reforzamiento de los canales selectivos de movilidad social instaurados con la reforma de los años ’90, la autorreproducción de clases y un aumento creciente del sector informal1. Las imbricaciones de estos fenómenos involucran los ejes transversales de la desigualdad (raza o color de la piel, género, territorio, edad, migrante/no migrante) que en su tratamiento por las políticas sociales evidencian avances y retrocesos.
Precisamente estos giros comportan una estrategia de cambio significativo de las premisas en torno a la igualdad y la justicia social que cimentaron durante largo tiempo la configuración del proceso revolucionario y de la estructura socio-clasista. Un ámbito importante dentro de la discusión pública tendrá que ser formulado por las Ciencias Sociales cubanas dentro del terreno de tensiones y disputas ideológicas en torno al análisis de la desigualdad y su necesaria visibilización como elemento central y no residual de los legados, que la implementación actual de la reforma trae consigo.
Visibilizando una agenda temática necesaria en Cuba: los análisis de pobreza y desigualdad
En el campo de la producción académica y de los resultados investigativos, una dificultad latente es la pérdida de una discusión sistemática, así como de un debate abierto que permita ampliar estos temas y pensar los efectos en términos de la heterogeneización social de las respectivas reformas implementadas en el país a lo largo del proceso revolucionario. La indagación histórica para reflexionar en términos sociológicos las complejidades y contradicciones en el desarrollo social cubano2 es un déficit importante que con urgencia necesita ser cubierto.
Con ese propósito, a continuación se proponen un conjunto de temáticas (o vacíos investigativos) que, formuladas en términos de recomendaciones, pudieran tributar en la emergencia de una perspectiva crítica, que permita en esta “nueva etapa de reformas” atender los fenómenos asociados a la desigualdad y a la pobreza en el país:
Profundizar en los estudios en torno a la estructura social y a las desigualdades, desde una perspectiva compleja, con especial énfasis en los análisis diacrónicos. En tal sentido, pudieran ser de interés temáticas como las dinámicas de constitución y reconstitución de clases y grupos sociales en el tiempo (empoderamiento persistente/concentración de la riqueza, reconfiguración de capas sociales asociadas a las nuevas reformas en relación con procesos marcados de ascenso o retroceso socioeconómico).
Abrir líneas investigativas que permitan un análisis de los discursos (los dispositivos de saber/poder) de diversa naturaleza, así como las relaciones de poder político que legitiman y refuerzan visiones e intervenciones sobre las dinámicas de empobrecimiento y desigualdad social.
Fortalecer mecanismos de evaluación de política que permitan reflexionar en torno a las dinámicas sociales que influyen en la segmentación de las oportunidades bajo el paraguas de las políticas sociales universales y, consecuentemente, influyen en la existencia y la producción de desiguales resultados en el aprovechamiento de esas estructuras y del bienestar en sentido más amplio. En tal sentido, también sería importante la realización de intercambios con otros países de América Latina que ya han iniciado debates e intervenciones en políticas públicas, desde una perspectiva comparada.
Desarrollar perspectivas que permitan superar las dicotomías pobre/no pobre, atendiendo a la apropiación y disputas políticas por el espacio social que llevan a cabo los sujetos sociales. En vínculo con una mirada microsocial respecto a la implementación de las políticas y de las lógicas de organización social, analizar la configuración de redes informales: la articulación de estrategias, que permiten confrontar los cierres o limitaciones de la estructura de oportunidades y, en general, el acceso y aprovechamiento de los canales de bienestar y seguridad social.
Refinar las fuentes censales y estadísticas que permitan captar la evolución de estos fenómenos en el tiempo, así como la producción de datos que contengan el cruzamiento y análisis minucioso de variables (sexo, raza, territorio, migraciones). También favorecer el acceso público a esos datos3.
En este listado se reconocen otros temas más generales que también pudieran incluirse como los de participación, ciudadanía, la conexión entre desafíos económicos y sustentabilidad de las políticas sociales, sistema-mundo/Cuba, desigualdad y relaciones de poder, entre otros. Aunque no constituía una pretensión abarcar todos los filones de análisis que se pueden abrir en estas temáticas tan ricas en términos analíticos, la intencionalidad principal con estas propuestas investigativas ha sido la de volcar algunas de las más urgentes preocupaciones que los actuales tiempos plantean como interrogantes no resueltos.
Posicionar una agenda temática en pobreza y desigualdad para el caso cubano: los retos de una construcción sociopolítica alternativa
Reflexionar en torno a la sistematización de una temática particular se convierte siempre en un intento arriesgado. Sin embargo, este artículo ha servido para mostrar a grandes rasgos que hay una herencia de pensamiento que recorre perspectivas teóricas y metodológicas innovadoras en el continente latinoamericano. Estas también han estado sometidas al desafío de superar la hegemonía en la producción de conocimiento, proveniente del Norte, y cristalizadas en las producciones académicas de las Ciencias Sociales en la región. Comprender que lo negativo de esa apropiación acrítica limitaba una comprensión integral y autóctona de los problemas y las soluciones que enfrentan los países periféricos ha tomado tiempo.
En esa dirección, un avance importante lo ha constituido la recuperación de las dimensiones relacionales e históricas de los procesos de (re)producción de la pobreza y la desigualdad. Redimensionar las políticas sociales y sus programas en estas coordenadas epistémicas ha favorecido procesos de mayor integración social. No obstante, como asignatura pendiente resta la ampliación de dinámicas participativas que permitan, en el marco de una socialización continua del poder, la inclusión real de aquellos sectores secularmente marginados, y avanzar a su vez en la efectiva titularidad de derechos económicos, sociales y culturales, así como fortalecer la garantía en el acceso a satisfactorios umbrales de bienestar y reconocimiento social.
Las Ciencias Sociales como parte de la conciencia crítica de la sociedad están desempeñando a nivel de América Latina y el Caribe un rol fundamental en la creación de nuevos saberes, así como la elaboración de perspectivas sólidas para comprender las contradicciones actuales. En la tradición cubana en este ámbito de la producción académica existe un acervo que debe ser rescatado bajo renovadas miradas que permitan interpelar críticamente la realidad. Para ello, habrá que movilizar e impulsar una densa institucionalidad, que favorezca el debate abierto e integral sobre temáticas insuficientemente exploradas, como las vinculadas a los procesos de desigualdad y pobreza.
Desde la realidad política cubana, el terreno es aún más espinoso, si se considera la ampliación creciente de la globalización y el nuevo escenario mundial de la crisis capitalista. En ese escenario, no es ocioso preguntarse sobre el futuro que es posible construir. Un pilar fundamental en ese porvenir debiera ser recuperar el valor de la igualdad. Esto implicaría (re)posicionar lo público como el espacio de lo colectivo y de la construcción de ciudadanía sobre la base de una estructura socioeconómica y política que la promueva.
El reto para el país hoy es alcanzar también de manera efectiva en el contexto del patrón de acumulación capitalista que la globalización impone, una real arquitectura del bienestar que permita superar la persistencia de las dinámicas socio-clasistas asociadas a la desigualdad.
El nuevo direccionamiento de las políticas sociales plantea una centralidad del cambio económico. En esa (re)orientación, la articulación entre universalización y focalización le otorga a este segundo elemento en la relación un carácter residual dentro del alcance de la eficiencia global del sistema de políticas. Esto porque tácitamente existe una asunción de que los progresos económicos constituirán la garantía en el largo plazo del logro de la integración social efectiva.
En consecuencia, una cuestión menos articulada desde las políticas sociales cubanas y el debate académico es la discusión en torno a la efectividad del universalismo en la supresión de mecanismos de reproducción de la pobreza y las desigualdades. Una alternativa para lograr una adecuada sinergia entre ambos mecanismos, que presentan dificultades concretas en su aplicación, tendría que preguntarse por la diversidad de canales de satisfacción de las necesidades. Usualmente, centradas en el análisis del acceso a las coberturas formales a través del gasto social, se soslaya la importancia de un cuestionamiento en torno a los resultados y las estrategias organizadas para cubrir los vacíos que se crean en el modelo de protección social.
Ello permitirá una localización redistributiva de las oportunidades sociales y económicas, así como los recursos y su aprovechamiento por parte de los grupos sociales en desventaja relativa. En la medida en que disminuyen las distancias que normalmente convierten en irrealizable la noción de igualdad de oportunidades que estas intentan introducir y hacer posible, contribuyen a una mejor sinergia entre focalización y universalismo (Lessa, 2005).
Una agenda social y política, desde este posicionamiento, tiene ante sí el reto de otorgar un carácter central a la agencia humana en la definición e implementación de modelos institucionales en el establecimiento efectivo de la universalización del bienestar. Un aspecto significativo en ese horizonte es considerar que todo proceso de transformación y su realización pasan por los sujetos que llevan a cabo los cambios o se enfrentan a ellos.
En tal sentido, una de las principales dificultades que plantea al debate desde las Ciencias Sociales y a la implementación práctica de los cambios, es la indefinición respecto a la renovación de los fundamentos teórico-políticos que sustentan la nueva reforma. Menos aún informan detalladamente sobre cómo ellos profundizan o dan curso en esta nueva etapa a la continuidad del proyecto socialista en el escenario de cambios. La vaguedad de lo enunciativo dentro de la propuesta de cambio limita la posibilidad real de las personas para apropiarse de las transformaciones en curso.
El logro de la equidad constituye un valor esencial dentro de aquellas propuestas que tienen como eje una construcción socialista. Las limitaciones que para alcanzar ese objetivo imponen las condiciones asimétricas que se reproducen en las relaciones internacionales, regionales y locales constituyen el punto de partida de las disputas ideopolíticas de las sociedades contemporáneas. Profundizar mecanismos de participación y concientización ciudadana en pos de ese horizonte alternativo son prerrequisitos indispensables para superar procesos de desigualdad y empobrecimiento.
La tarea no es fácil, pero las contradicciones socioeconómicas actuales interpelan la racionalidad de un sistema profundo de exclusión, que comienza a dar signos de agotamiento. Avanzar y posicionarse en el centro de la transformación de ese orden implica transitar hacia lógicas hegemónicas inclusivas, participativas y culturales liberadoras. Las Ciencias Sociales juegan en este giro un rol esencial.
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Notas
Notas de autor
Cuban researcher. Sociologist and Assistant Professor and researcher at the Department of Sociology Faculty of Philosophy and History of the University of Havana.
Información adicional
Cómo citar este artículo [Norma ISO 690]: Voghon, Rosa María. Desafíos a la
igualdad y a la justicia social en el contexto cubano actual: proponiendo una
agenda temática desde las Ciencias Sociales. Crítica
y Emancipación, (15): 107-126, primer semestre de
2016.