De Asunción a Junín: Bartolomé Mitre y el Paraguay entre 1862 y 1874

Bruno Félix Segatto

Revista Estudios Paraguayos

Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción", Paraguay

ISSN: 0251-2483

ISSN-e: 2520-9914

Periodicidad: Semestral

vol. 40, núm. 1, 2022

epedicion@gmail.com



Resumen: Alzado al puesto de presidente de la República Argentina el 1862, Bartolomé Mitre tuvo su más acuciante desafío en la guerra contra la vecina República del Paraguay. Como Comandante-en-Jefe de las fuerzas aliadas, el General vencedor en Pavón tuvo que enfrentar no solo a la resistencia del enemigo, sino las desconfianzas de los aliados brasileños, las críticas a la conducción del conflicto y las revueltas federales ocurridas en provincias del Interior argentino. Si bien la guerra contra Paraguay contribuyó a consolidar el estado nacional argentino y resonó el nombre de Mitre más allá de los cuatro países involucrados, el conflicto asoló su capital político acumulado en las luchas por la organización nacional. La derrota del candidato mitrista en las elecciones presidenciales de 1868 y la del proprio Mitre en las de 1874 atestiguan el declino de su figura y de su partido Nacionalista. Así las cosas, este artículo se propone analizar a la actuación de Bartolomé Mitre junto al Paraguay durante y, sobre todo, tras la guerra contra Paraguay. Para eso, fueron utilizados un amplio referencial bibliográfico y periódicos de los cuatro países involucrados, sobre todo de Buenos Aires, tales como La Nación, La Tribuna, El Nacional y El Mosquito. Del análisis realizado se plantea que su actuación en relación con el Paraguay le aseguro a la vez su redención, con la victoria obtenida em Cerro Corá, pero también su derrocada, ocurrida, a su vez, tras un fallido intento revolucionario en la ciudad de Junín.

Palabras clave: Bartolomé Mitre, Argentina, Paraguay, prensa, Guerra de la Triple Alianza.

Abstract: Reaching the Argentinian presidency in 1862, Bartolomé Mitre faced his most challenging task in the war against the republican neighbour of Paraguay. While he was running the Allied forces, the victorious General in Pavón had to deal with not only the enemies’ resistance but also the distrust of Brazilian allies, the criticism upon the lead of the conflict and the national uprisings at the provinces. Even though the war against Paraguay had contributed to consolidating the national state and spreading Mitre’s name beyond the four countries involved, the conflict ruined his political capital conquered at the fights for the national organization. Mitre’s candidate defeat at the presidential election in 1868 and even Mitre’s in 1874 confirms the decline of his icon and of his nationalist party. Therefore, this article aims to analyze Bartolome Mitre’s performance in Paraguay during and, mainly, after the war against Paraguay. In order to do that, a broad bibliographic referential and periodicals of the four countries involved were consulted, especially from Buenos Aires, such as La Nación, La Tribuna, El Nacional and El Mosquito. From the analyse which had been made it is argued that his performance in relation to Paraguay ensured, simultaneously, his redemption with the victory reached in Cerro Corá, and his downfall, after a failed revolutionary attempt in the city of Junín.

Keywords: Bartolomé Mitre, Argentina, Paraguay, press, Triple Alliance War.

DE ASUNCIÓN A JUNÍN: BARTOLOMÉ MITRE Y EL PARAGUAY ENTRE 1862 Y 1874

Política, prensa e identidad nacional en un contexto conturbado

El XIX ha sido el siglo de la formación de las naciones de América del Sur, tras la expulsión de los colonizadores ibéricos. La formación de los estados nacionales, a su vez, trajo innumerables cuestiones que deberían ser solucionadas, tales como las formas de gobierno, la distribución o concentración del poder, la definición de las fronteras y la creación de una identidad nacional. Todas esas problemáticas estuvieron presentes en la formación de la República Argentina.

Entre la Revolución de mayo de 1810 y la victoria de Mitre en Pavón, en 1862, la región que actualmente corresponde a la Argentina vivió períodos de inestabilidad, guerras civiles y gobiernos autoritarios. Por las circunstancias de aquella región, la política local se desarrolló con un elevado nivel de faccionalismo y personalismo. Respecto del faccionalismo que marcó el escenario político local durante parte del siglo XIX, Marta Bonaudo (2007) plantea que las facciones políticas argentinas nucleaban a grupos y personas reunidas por lazos desiguales alrededor a figuras fuertes. Bonaudo y Élida Sonzogni (2007, p. 58) destacan que la facción política apareció como un órgano de mediación en el cual

“se sintetizaban formas de hacer política que asumían los actores sociales antiguos, sin recurrir a propuestas programáticas reveladoras de intereses antagónicos. En realidad, lo que se estaba reflejando era que cada facción representaba a un grupo que disputaba con otro u otros, el poder. Su identidad giraba en torno a una personalidad fuerte de la red y tenía realineamientos diferenciales – nunca permanentes – en un mapa político que comenzaba a adquirir dimensiones nacionales. En consecuencia, las redes parentales, los vínculos personales y una estructura clientelar jerárquicamente organizada constituyeron las bases a partir de las cuales estos actores colectivos controlaban el espacio del club o partido y competían por el dominio del público”.

El principal medio de comunicación que estes agrupaciones políticas tenían para difundir sus ideas y combatir a sus opositores era la prensa. Como señala Paula Alonso, la prensa en el siglo XIX argentino era un verdadero actor en la escena política por ser “el vehículo de proyectos, el instrumento de debate, el propulsor de valores, uno de los principales medios de hacer política, de reproducir y construir imágenes de la sociedad” (2004, p. 10). Esta prensa facciosa y directamente involucrada en las disputas políticas tenía un rol importante, sobre todo en los períodos electorales.

Una de las principales estrategias de lucha adoptadas por las facciones era la creación y difusión de representaciones respecto a la realidad social y política en la que estaban involucrados. En ese sentido, como plantea Pierre Bourdieu, las representaciones de mundo social son fundamentales para la movilización de los grupos, quienes deben “por um lado, elaborar e impor uma representação do mundo social capaz de obter a adesão do maior número de cidadãos e, por outro, conquistar postos (de poder ou não) capazes de assegurar um poder sobre seus tributários” (2001, p. 174). A su vez, Roger Chartier (2002, p. 66) señala que no hay práctica humana que no sea producida por las representaciones contradictorias y afrentadas por las cuales los individuos y los grupos atribuyen sentido a su mundo, siendo estas representaciones “sempre determinadas pelos intereses de grupo que as forjam” (Chartier, 1988, p. 17).

Si a lo largo del siglo XIX las naciones sudamericanas se fueron constituyendo, sus elites gobernantes debieron crear y representar a su propia identidad nacional, es decir, constituir aquella “comunidad imaginada”, como plantea Benedict Anderson (2008). Así las cosas, las facciones políticas hicieron uso de sus respectivos periódicos para crear y difundir sus representaciones respecto a cómo debería ser o no su propio país. María Victoria Baratta (2019) señaló que, durante la guerra, parte la prensa de Buenos Aires representó al Imperio de Brasil como aquello que Argentina no podría ser: una monarquía esclavista de origen portugués.

En ese escenario instable marcado por conflictos armados, por la actuación de una prensa facciosa y por la definición de una determinada comunidad imaginada, que Bartolomé Mitre tuvo su trayectoria como líder político y militar. Mitre actuó junto al Liberalismo de Buenos Aires, y, cuando ese se dividió internamente, fue el principal líder del Nacionalismo. A la vez, como política y prensa no se separaban, Mitre siempre actuó en los periódicos de la región, llegando a contar con uno suyo propio: La Nación Argentina, hasta 1870, y La Nación a partir de entonces. Asimismo, Mitre intentó representar a una comunidad imaginada en la que estuviesen presentes valores como civilización y libertad (Baratta, 2015). Entretanto, sus ideas y proyectos no siempre fueron unanimidad y su trayectoria no fue solo de éxitos. Lo que sí es cierto, es que Paraguay estuvo presente de modo significativo en su trayectoria.

El Mitrismo y la guerra contra Paraguay

En 1862, Bartolomé Mitre fue alzado al puesto de presidente de la República Argentina, esta recientemente unificada tras la victoria en la batalla de Pavón. Aquel conflicto puso un fin a décadas de existencia de dos entidades estatales en la región: Confederación Argentina y Estado de Buenos Aires. Mientras Justo José de Urquiza presidia una confederación económicamente débil desde Paraná, Bartolomé Mitre gobernaba una Buenos Aires próspera debido a los ingresos de su aduana. Desde esta posición fortalecida, Bartolomé Mitre logró consolidarse como principal liderazgo del Liberalismo de Buenos Aires dispuesto a luchar por la formación de una república unida. Entretanto, su nombre no era una unanimidad, pues el Liberalismo allí estaba escindido: de un lado, el Nacionalismo mitrista y, de otro, el Autonomismo, una vertiente que no estaba mucho dispuesta a mirar más allá del Arroyo del Medio (Sabato, 2012).

La victoria contra Urquiza en Pavón y la posterior consolidación de la República Argentina hicieron de Mitre el artífice del país y de la nacionalidad argentina, como bien lo señaló el periódico mitrista La Nación durante la campaña presidencial de 1873:

“La unión nacional encontró resistencias aun después de la victoria en el seno mismo del partido vencedor. Se exaltó el espíritu local hasta un estremo peligroso: […] Por el contrario, el General Mitre tuvo la gloria de vencer esas resistencias y de llevar a cabo la grande obra de la reorganización nacional, sobre la base de la igualdad de derechos para todas las provincias, de igualdad y de la justicia para todos los ciudadanos y todos los partidos, bajo el amparo de una ley común. Esto no es querer decir que la nacionalidad es obra esclusiva del General Mitre y de su partido, como alguien lo ha supuesto desnaturalizando nuestro pensamiento. No; la nacionalidad es la obra del pueblo arjentino en cuyo seno jamás se extinguió el sentimiento de la unión y el amor a sus hermanos. Pero, la gloria de haberlo dirijido hasta llegar a su destino, venciendo todos los obstáculos y haciendo hasta el sacrificio de su popularidad en el altar de la patria, pertenece al General Mitre, a los hombres eminentes en el Gobierno y al partido que sostuvo su política.”[2][3]

Sin embargo, el surgimiento de Argentina bajo liderazgo de Mitre no significó la resolución de cuestiones pendientes desde la Revolución de mayo de 1810. Tanto Brasil como Argentina tenían cuestiones fronterizas con Paraguay. Mientras Río de Janeiro planteaba frente a Asunción la pose de los territorios entre los ríos Apa y Blanco, los gobiernos de Buenos Aires afirmaban poseer la soberanía sobre los territorios de Misiones y del Chaco. Además, la situación de la navegabilidad de los ríos de la cuenta del Plata tampoco había sido solucionada. La libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay era fundamental sobre todo para el Imperio de Brasil, que la vía como única alternativa viable para mantener contacto con la alejada provincia de Mato Grosso (Bandeira, 2012).

En ese escenario de incertidumbre, cuestiones pendientes y rivalidades estalló una guerra civil en Uruguay. Líder del partido Colorado, Venancio Flores inició una guerra en contra del gobierno blanco uruguayo con apoyo material de su aliado Mitre. El conflicto generó pérdidas a terratenientes de Río Grande do Sul radicados en tierras uruguayas, quienes presionaron al gobierno brasileño por una intervención armada en el país vecino. El gobierno de Montevideo, a su vez, accionó a aquel que podría ser su aliado en potencial, el presidente paraguayo Francisco Solano Lopez. Despreciando un ultimátum dado por el gobierno de Asunción, Río de Janeiro ordenó la intervención en Uruguay. Acción seguida, Lopez envió una columna de soldados a Mato Grosso y otra a Río Grande do Sul. Sin embargo, para pasar por territorio argentino solicitó permiso a Mitre. Con la negación del presidente argentino, tropas paraguayas atacaron y ocuparon la ciudad de Corrientes. El conflicto que había comenzado entre brasileños y paraguayos a causa de la guerra civil en Uruguay pasó a contar con un cuarto elemento, y Mitre era su líder (Doratioto, 2002).

Figura 1. El Mosquito ironizando las disputas entre Brasil, Entre Ríos y Paraguay con relación al conflicto interno en Uruguay

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 17.09.1864, Archivo General de la Nación - AGN)

Leyenda: Pedro 2º - Eu quero todo para fazer plantar cana doce e café pelos meus escravinhos!

Lopez 2º - Yo lo quiero para mandar plantar yerba y tabaco por mis Guaranís!

Urquiza 1º - [ilegible]

Las tropas de López no lograron llegar a Uruguay y fueron acorraladas en Uruguaiana, donde los ejércitos aliados se reunieron en 1865. Allí, el Imperio de Brasil y las repúblicas Argentina y del Uruguay, que pasó a contar con Venancio Flores como presidente, firmaron el Tratado de la Triple Alianza, cuyo contenido era secreto. Por medio de aquel documento, los tres aliados se comprometían a no negociar la paz con el enemigo en separado, a instituir la libre navegación de los ríos de la región y que los territorios pleiteados por Brasil y Argentina les pertenecerían, aunque en el caso de la última el reclamo territorial fue incrementado: Buenos Aires buscó asegurar para sí el territorio de todo el Chaco. Es decir, por el tratado, Argentina vendría a tener una línea fronteriza con Brasil en el alejado Mato Grosso (Doratioto, 2002).

Como Comandante-en-Jefe de las fuerzas aliadas en tierra, Mitre supo aprovecharse del hecho de que el país fue invadido por el enemigo para insuflar el patriotismo de sus ciudadanos. Haciendo uso de su La Nación, el mitrismo logró diseminar su discurso oficial de que aquella era una guerra nacional en contra un enemigo bárbaro y déspota. Según María Victoria Baratta (2019), en los primeros años de guerra ese discurso tuvo repercusión incluso en las provincias del Interior, donde periódicos alineados al Nacionalismo reproducían los editoriales de La Nación.

Miles de jóvenes se alistaron como voluntarios para luchar contra el enemigo invasor, incluso el joven pintor Cándido López e hijos de importantes personalidades de la élite política de Buenos Aires. En ese ambiente de opinión general favorable al conflicto y como Comandante-en-Jefe de una fuerza compuesta por decenas de miles de soldados de tres países distintos, Mitre alcanzó el clímax de su carrera política. La popularidad de la guerra podría ayudarle a elegir su candidato en la próxima elección presidencial, la de 1868. Sin embargo, la misma guerra le trajo incontables dificultades.

Después que las tropas paraguayas se retiraron de Corrientes, se había vuelto más difícil defender una alianza con el Imperio de Brasil, el tradicional rival de Argentina en la Cuenca del Plata. Las críticas a la alianza traían cuestionamientos al Brasil por ser una monarquía esclavoclata de origen portugués. Además, el hecho de que hubieran firmado un acuerdo no significo que unieron sus esfuerzos sin desconfianzas: brasileños y argentinos tenían desconfianzas mutuas y eso retardó el avance de las tropas aliadas sobre territorio paraguayo. El coronel León de Palleja (1960, p. 152), quien luchaba en el ejército oriental, no dejó de registrar su enojo por la inmovilidad de las tropas a causa de la falta de sincronía entre los jefes militares:

“La demasiada reflexión engendra la irresolución, y tanto se peca por demasiado meditar las cosas, como por partir de ligero, sin reparar en nada. Tal es la guerra. […] Yo lo que puedo asegurar a mis lectores, es que el Gobernador Flores está ya aburrido de tantas conferencias y entrevistas, y va con disgusto a tener otra nueva; desea como el último de nosotros que llegue a una vez el momento de resolver el pasaje a balazos y no con entrevistas y planes.”

La lentitud de los movimientos ponía abajo las palabras del mismo Mitre, quien dijo que en 24 horas estaría en los cuarteles, en dos semanas en campaña y en tres meses en Asunción (Barata, 2019). Ya en el mismo año de 1865 ocurrieron dos grandes desbandes en las localidades de Basualdo y Toledo, lo que evidenció que los liderazgos de Mitre y de Urquiza venían enfrentando la resistencia de miles de individuos que no querían luchar en aquella contienda codo a codo con los brasileños.

La situación empeoró en los años siguientes. En 1866, las fuerzas aliadas sufrieron su peor derrota en la guerra en la batalla de Curupayty. Miles de soldados argentinos perdieron la vida aquel día, incluso el hijo adoptivo de Domingo Faustino Sarmiento. Las críticas a la alianza o a la conducción de la guerra por parte de Mitre fueron en aumento en los periódicos argentinos. El mismo año de 1866, el contenido secreto del tratado fue revelado en Inglaterra y, posteriormente, en Buenos Aires. Si la guerra antes tenía una legitimidad, una vez que se trataba de una reacción a una invasión, después de aquella revelación para algunos críticos a Mitre el conflicto pasó a tener un carácter expansionista (Baratta, 2019).

Entre 1866 y 1867, estalló en Cuyo la Revolución de los Colorados, liderada por el caudillo federal Felipe Varela. En su proclama, el revoltoso manifestó su contrariedad a la guerra con Paraguay y al gobierno Mitre. La revuelta alarmó al gobierno nacional haciendo con que el mismo Mitre dejara el Comando-en-Jefe en Paraguay y regresara a Argentina (Sabato, 2012). Como si no bastasen los reveses de orden político-militar, durante los años de guerra las epidemias también trajeron incontables problemáticas. Iniciadas en los precarios e insalubres campamentos de guerra, varias olas de colera, viruela y fiebre amarilla asolaron a las ciudades de la Cuenca del Plata, incluso la popularidad del General de Pavón. El mismo vicepresidente argentino, Marcos Paz, falleció víctima de colera en 1868, año electoral en Argentina. Tanto en las elecciones presidenciales de 1868 como en las de 1874, la guerra contra Paraguay o sus consecuencias estuvieron presentes, una vez que, conforme Tulio Halperin Donghi (1992, p. 80)

“La guerra, ese hecho monstruoso y enorme, es entonces sólo aparentemente el tema de la polémica, o más bien lo es tan sólo en la medida en que ofrece un arsenal de nuevos argumentos para la eterna disputa facciosa, un ítem más (aunque sin duda el más conspicuo) en la lista de agravios escrupulosamente contabilizados por el rencor de los bandos rivales.”

Victoria en los esteros, derrota en las urnas y en las mesas de negociación

Si bien la guerra contra Paraguay alzó a Mitre a su auge como líder político y militar, el mismo conflicto le trajo la pérdida de su capital político. Las críticas a su conducción de los ejércitos, la lentitud de los movimientos, la desconfianza con relación a Brasil, la derrota en Curupaity y el contenido del tratado secreto de 1865 contribuyeron para consolidar una visión negativa del conflicto, y, por ende, también de Mitre. La Revolución en Cuyo y la muerte del vicepresidente trajeron al Comandante-en-Jefe de vuelta a la Argentina cuando la prensa y los clubes políticos se articulaban para las elecciones presidenciales de 1868.

Justo José de Urquiza fue el candidato del Federalismo y Mitre indicó a su ministro de Relaciones Exteriores, Rufino de Elizalde. El Autonomismo, a su vez, apostó en la fórmula Domingo Faustino Sarmiento-Adolfo Alsina. El sanjuanino supo aprovecharse del hecho de no estar maculado por la guerra contra Paraguay, como señalan Andrés Cisneros y Carlos Escudé (1998, p. 132)

“Alejado de las luchas políticas y sin partido propio, Sarmiento aparecía como un candidato liberal, que a diferencia de mitristas y autonomistas, estaba limpio de “máculas” que había generado la desastrosa guerra contra Lopez. Mitre y Urquiza eran, debido a sus respectivas actitudes en Pavon y la Guerra del Paraguay, dos cadáveres políticos, denostados por sus respectivos partidos liberal y federal.”

Con la victoria de Sarmiento, Mitre no logró hacer elegido Elizalde y un partido de oposición se hacía cargo del sillón de Rivadavia. Sin embargo, el año 1868 también fue de cambio político en Río de Janeiro, donde el Gabinete Liberal fue sustituido por uno Conservador. Así las cosas, tanto en Brasil como en Argentina, asumían grupos políticos con una visión crítica al conflicto o a la alianza que los unía (Doratioto, 1999). Otro aspecto en común fue que en ambas situaciones la guerra contra Paraguay tuvo una influencia considerable, según señalan Boris Fausto y Fernando Devoto (2004, p. 123)

“Finalmente, vale observar que, em ambos os países, a guerra devorou os grupos políticos que a deflagraram. No Brasil, as queixas que ela suscitava no Exército e a pressão do militar mais prestigioso, o marquês de Caxias, além das críticas da imprensa conservadora em face da lentidão da campanha, foram os principais motivos da queda do gabinete liberal de Zacarias de Góis e Vasconcelos, em 1868. Na Argentina, o mitrismo (ou os nacionalistas, como eram chamados) perdeu boa parte de seu capital político, seja no plano nacional, seja no da província de Buenos Aires, e isso teria forte reflexo nas eleições seguintes. [...] É certo que a explicação do declínio relativo de Mitre e do mitrismo não deve ser buscada apenas na impopularidade da guerra, mas também na ausência do presidente do teatro político de Buenos Aires, por sua presença no teatro de operações militares.”

Aunque crítico de la alianza con Brasil firmada por Mitre, Sarmiento y su Gabinete de ministros no retiraron el país de la contienda, pero trataron de realizar algunos cambios en la política externa cuando la guerra caminaba para su fin. En 1869, cuando Asunción estaba ocupada por fuerzas aliadas y Lopez resistía en el interior de Paraguay, el gobierno Sarmiento resistió a la idea de Brasil de crear un gobierno provisorio en Asunción (Whigham, 2015). De allí en adelante, eran los gobiernos de Buenos Aires y Río de Janeiro quienes disputarían el destino de Paraguay en las mesas de negociación, aunque la solución por las armas no dejó de aparecer en el horizonte en los momentos más conturbados.

El nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Mariano Varela, opuso resistencia a la idea de que los aliados pudieran negociar los tratados de paz y límites con un gobierno provisorio paraguayo. Al Mitrismo, derrotado en las urnas, le cabía la defensa de la negociación, pues venía en ella la posibilidad de atingir los objetivos trazados por el Tratado de 1865, es decir, de ver los resultados de su administración. Sin embargo, el Mitrismo vería su segunda derrota, esa vez en las mesas de negociación. Desde aquel momento, Mitre tuvo de asumir una nueva lucha, esa vez política, la de justificar y defender su política respeto al Paraguay.

El gobierno argentino señalo que los tratados de paz y límites deberían ser negociados con un gobierno constitucional elegido legítimamente por el pueblo paraguayo y que la victoria no daba derechos a los aliados considerar como suyos los límites firmados en el Tratado de 1865. En síntesis, Varela no se opuso a la creación de un gobierno provisional, pero defendió que los tratados de paz y límites deberían ser discutidos solamente con un futuro gobierno legítimamente paraguayo (Escudé, Cisneros, 1998). Con la aceptación de aquella tese por los representantes de Brasil y Uruguay, los aliados firmaron los Protocolos de Paz de 1869 y fue autorizada la formación de un gobierno provisorio compuesto de un triunvirato. Para el gobierno Sarmiento, se trataba de respetar a la soberanía del derrotado (Doratioto, 2004). Para el Mitrismo, a su vez, era despreciar todas las pérdidas materiales y humanas ocurridas durante la guerra, pero, sobre todo, eran los frutos de la administración Mitre que estarían siendo desperdiciados.

Cuando reprodujo los Protocolos de Paz, el periódico autonomista La Tribuna así defendió el gobierno Sarmiento:

“Al día siguiente de la muerte de Lopez, todos preguntábamos: ¿que se hará con el Paraguay? Hoy ya sabemos que se ha hecho: se ha respetado su soberanía, salvándose los intereses de la República y de los aliados. Los documentos que van a leerse son el testimonio de la verdad. Los que mirábamos como vencido al pueblo paraguayo, queríamos que no se le atase un tratado definitivo celebrado entre el Gobierno provisorio y los aliados; queríamos, por el contrario, que se respetase su soberanía, y su porvenir no fuese oscurecido por estipulaciones impuestas hoy de antemano, y que revistiesen la odiosa imposición del vencedor sobre el vencido inerme.”[4]

Además del Senado, Bartolomé Mitre actuó políticamente a través de su periódico La Nación, desde el cual criticó la política externa del gobierno Sarmiento, sobre todo su rehúsa en aplicar las definiciones del Tratado de 1865 y firmar los Protocolos de Paz de 1869. En sus textos en el periódico de la calle San Martín, el Mitrismo afirmaba que su política de alianza con Brasil había sido sustituida por la antigua y peligrosa política de antagonismo:

“En la República Arjentina las ideas contrarias a la alianza se hicieron gobierno, y aunque marchando a remolque de los acontecimientos y obedeciendo a la lójica de los principios, han reaccionado instintivamente contra la política que tantos bienes había producido y se ha llegado al estremo de declarar nulas de hecho, las principales estipulaciones del tratado. [...] Lanzados en la política de antagonismo por los errores y la imprevisión de la política argentina, es natural por otra parte, que el Brasil propenda a que haya gobiernos hostiles en las Repúblicas del Plata. ¿Pero cuáles serían las consecuencias? volveríamos a recorrer el circulo vicioso que estos países han recorrido tantas veces.”[5]

A la acusación de Mitre de que los Protocolos anulaban las decisiones del Tratado de 1865, los periódicos autonomistas señalaban que Argentina no tenía nada a perder al aceptar negociar sus límites con el nuevo gobierno paraguayo, pues tendría todos los títulos y documentos que comprobarían su pose de los territorios en disputa. Según periódicos autonomistas, como La Tribuna y El Nacional, la situación era diferente con relación al Brasil, que estaría fundamentando sus reclamos territoriales en el “dudoso” principio del utis possidetis (El Nacional, Buenos Aires, 23.08.1870, BCNA). Mitre, a su vez, trató de combatir estas y otras críticas, siempre defendiendo su gestión respecto del Paraguay:

“Los límites que el tratado fijaba, quedan desvirtuados y aun anulados y destruidos por los protocolos celebrados por el Gobierno, porque según dicen los órganos oficiales, eran una afrenta que imponía al país ese tratado. ¿Y en qué estaba la afrenta? Según los órganos del Gobierno en sostener con las armas si se nos negaba la propiedad de territorios que nos habíamos adjudicado, sin consultar siquiera al actual poseedor, y de los que solo títulos discutidos, y aceptados por el Paraguay, ó por árbitros, nos darían posesión ó derecho. difícil es concluir un extravio mayor, ni un [ilegible] más completo de los principios que reglan la manera de dirimir las cuestiones de [ilegible] y soberanía entre las naciones independientes. Los órganos oficiales hacen resaltar muy la extravagante política que ha inspirado los protocolos presentados al Congreso, cuando declaran que el Tratado de alianza fue formado por los aliados para dividirse el Paraguay sin conocimiento siquiera de esa nación, que no podría haberse hecho efectivo sin aplicar el derecho de conquista, ó imponer la ley del vencedor al pobre pueblo mutilado. [...] Los aliados no firmaron el tratado para dividirse el Paraguay. Teniendo cuestiones de límites con este, cuestiones que eran la verdadera causa que tuvo Lopez para declararles guerra, era indispensable darles solución. El Paraguay pretendía limites que la Republica Argentina y el Brasil le negaban, y la guerra iba a decidir la cuestión. Los aliados no eran responsables de esto: el Paraguay les trajo la guerra y les obligó a defenderse. Cuando una nación tiene cuestión de límites con otra, y se han agotado los medios pacíficos para dirimirlos, sin conseguirlo, y se acude a las armas para definir la cuestión, la victoria es quien la decide. [...] Sostener con las armas los derechos que nos daba el tratado, era pues muy lejitimo. No necesitábamos consultar al vencido. [...] El Tratado de alianza establecía la política previsora que ha de prevalecer en el porvenir, y los nuevos protocolos han venido a destruir las estipulaciones en que reposaba. Esto ha sido la obra del gobierno Argentino, ha de creerse ó decirse que ha sido un triunfo de la política del Brasil, pero no es otra cosa, que un deplorable error de nuestro gobierno y una debilidad del Brasil en consentirlo, para sufrir desagradables consecuencias.”[6]

Por la defensa de la alianza con Brasil y sus críticas a la gestión Sarmiento, Mitre pasó a ser acusado por los periódicos autonomistas de representar a los intereses del Imperio. Periódicos como El Nacional, La Tribuna y el satírico-ilustrado El Mosquito no ahorraron sus tintas al representar a Mitre como un títere de un Imperio esclavista y expansionista y a La Nación como el órgano oficial del Brasil en Buenos Aires:

“Irreflexivamente, ó bien de caso pensado, es lo cierto que la “Nación” está sirviendo admirablemente a intereses contrarios a los de la República Argentina. Para la “Nación”, la diplomacia brasilera ha ganado varias batallas al gabinete y al ministro Argentino. El gobierno provisorio, dice la “Nación”, fue establecido a despecho del Gobierno argentino. [...] Seguramente el Brasil no puede tener un órgano en Buenos Aires más fiel y que le sirva mejor contra la República Argentina, que el diario la Nación. Si a los anuncios de repetidas derrotas, se agrega el carácter de la Nación y el rol desempeñado por algunos de sus actuales redactores en el tratado de alianza, se verá como la Nación se ha convertido en órgano de intereses contrarios a los de la República.”[7]

Las críticas a Mitre y al accionar de Brasil en la Cuenca del Plata no se limitaban a los periódicos de Buenos Aires. Mismo en la Asunción ocupada por los brasileños salían editoriales críticos en periódicos como La Voz del Pueblo. Los ejemplares de los periódicos de las ciudades de la región circulaban por medio de la navegación fluvial y llevaban polémicas, ideas y representaciones para los países vecinos. En el ejemplo que sigue, el publicista de La Voz del Pueblo manifiesta su oposición al gobierno provisorio y al accionar de las autoridades brasileñas en Asunción:

“Nosotros no somos enemigos del Brasil, y aun cuando nos disguste aquella forma de Gobierno, no por eso dejamos de conocer que mientras viva el monarca D. Pedro II, el Brasil será una monarquía tolerable. No somos pues enemigos del Brasil, y como el diplomático Brasilero no es la nación Brasilera, declaramos que somos enemigos de la política Brasilera en el Paraguay, y que no de ahora sino desde la instalación del Gobierno provisorio, venimos combatiéndola, no porque pensamos ser los únicos diplomáticos en el Paraguay, sino porque somos uno de tantos, y porque tenemos el derecho de hacer públicos nuestros pensamientos…”[8]

La muerte de Solano Lopez, en marzo de 1870, abrió espacio para que Paraguay pudiera volver a institucionalizarse, según las directrices de los ejércitos de ocupación. Una Asamblea Constituyente fue elegida y aprobó una Constitución para el país en noviembre, ya bajo la presidencia de Cirilo Antonio Rivarola (Doratioto, 2004). Sin embargo, las negociaciones solo pudieron comenzar en el segundo semestre de 1871, a causa de una epidemia de fiebre amarilla en la región.

El octubre de 1871, se reunieron los representantes de las cuatro naciones en Asunción. El nuevo representante argentino, Manuel Quintana, reclamó la posesión del Chaco con base en el Tratado de 1865, pero el representante brasileño le rechazó la demanda con base en la tesis de que “la victoria no da derechos” de Varela. Tras el regreso de Quintana, el representante brasileño, Barão de Cotegipe, firmó un tratado de paz y límites en separado con el paraguayo, Carlos Loizaga. Por medio de aquel acuerdo, Brasil alcanzaba sus objetivos con relación al Paraguay, tales como la libre navegación de los ríos, la definición fronteriza como demandaba Río de Janeiro y la permanencia de las tropas brasileñas en Asunción (Doratioto, 2002).

La noticia del tratado cayó como una bomba en Buenos Aires. Miguel Angel de Marco (2006, p. 330) señala que “la mayor parte de la prensa atacó sin ambages al Brasil, empleando palabras de fuego, mientras La Nación procuraba dejar limpia la figura de Río Branco”. El periódico mitrista concentró sus críticas en el representante brasileño, Barão de Cotegipe, y, sobre todo, en el gobierno argentino, una vez que aquel tratado sería el resultado de los protocolos firmados por el gobierno nacional:

“El Gobierno Nacional de felicitaciones. Ruptura de la Alianza. Los célebres protocolos Pérez-Paranhos-Rodríguez han dado al fin [ilegible]; [ilegible] se hicieron y publicaron la “Nación” los denuncio como un acto que importaba la ruptura de la alianza. Los hechos han venido en apoyo de nuestras opiniones. ¡La alianza está rota! El Gobierno Nacional debe estar de felicitaciones porque al fin ha realizado sus propósitos. Desgraciadamente el país no puede participar de la alegría del Gobierno, porque en seguida de la ruptura de la alianza, vienen complicaciones tan graves que pueden llevarnos fatalmente a una nueva guerra.” [9]

A su vez, los periódicos autonomistas reforzaron sus críticas al Nacionalismo mitrista, a la alianza con Brasil y al mismo país. El Nacional, por ejemplo, afirmó que la careta de Brasil se le había caído y que siempre estuvo cierto cuando afirmaba que no se podía confiar en el país vecino por su carácter monárquico, esclavista y de histórico intervencionista en la Cuenca del Plata. Ahora, el antiguo aliado, amigo de Mitre, estaría dispuesto a traicionar a la Argentina para respaldar al Paraguay:

“Y nuestras previsiones se han realizado. La política perfecta y desleal del Imperio del Brasil, [ilegible] a los ojos del mundo en toda su [ilegible]. El tratado de la triple alianza ha sido despedazado por el Imperio. [...] quisiéramos habernos equivocado, quisiéramos que los defensores del Brasil hubieran tenido razón, quisiéramos que los sostenedores del tratado de alianza hubieran podido reprocharnos algún día que habíamos atacado al Brasil, dominados por una preocupación absurda; [...] Ver la conquista del Paraguay que el Brasil ha realizado ó realizará en pocos años, sufrir la afronta que importa la ruptura del tratado de la triple alianza ó tener que empuñar [ilegible] armas para defender la dignidad nacional, cuando tanto necesitamos y tanto esperábamos de una vez duradera, es verdaderamente triste y abrumador. Ahí está el Brasil sin careta. Ahora podemos conocer sus indignos propósitos, para despertar el entusiasmo con que en otros días los argentinos alcanzaron el triunfo de Ituzaingó. ¿Por qué hemos de hacernos ilusiones? Roto el tratado de la triple alianza por el Imperio del Brasil, desconocidos los deberes que lo ligaban a la Republica Arjentina, esta no tiene otro camino a seguir que volver a la guerra con toda su energía ó suportar la afronta recibida. Esto último, jamás sucederá. [...] El peligro es inminente, y solo podemos alejarle a fuerza de energía y de patriotismo. Los que duden, [ilegible] el artículo de la Nación que transcribimos en seguida y recordando que la Nación ha sido el defensor constante del Brasil, midan la importancia de sus palabras.”[10]

El mismo El Nacional reconoció que su objetivo, de aquel momento en adelante, sería instigar en el pueblo argentino un sentimiento negativo con relación al Brasil (El Nacional, Buenos Aires, 10.04.1872, BCNA). En ese sentido, si la lucha política consiste en una lucha simbólica que busca hacer ver, hacer creer, dar a conocer y hacer reconocer, como plantea Pierre Bourdieu (2001), los responsables por el periódico autonomista realizaban una lucha inminentemente política, una guerra de palabras en contra del Mitrismo. De esta forma, asociar Mitre al impopular Imperio brasileño constituyó una de las principales estrategias de descalificación del General de Pavón. Los anti-mitristas tuvieron a su favor el periódico satírico-ilustrado El Mosquito, que tenía el poder de sintetizar en pocas imágenes las discusiones de toda una semana en la prensa de Buenos Aires, sobre todo aquella contraria al General y al Imperio de Brasil:

Figura 2. El Mosquito representa a Don Pedro II con cuerpo de macaco y tratando de adueñarse de Paraguay mientras los argentinos están con sus conflictos internos

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 04.02.1872, AGN)

Leyenda: Aproveitemos de que eles estâo de brincadeira.

Figura 3. El Mosquito representa a Don Pedro II con cuerpo de macaco y tratando de ocupar la Isla del Cerrito, en el río Paraguay

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 14.04.1872, AGN)

Leyenda: Che! Isla del Cerrito! ¿Quieres que venga? – Ahora no! ¿Porqué no viniste antes? - ¿y porqué no quieres que venga ahora? – Porque ahora… estoy ocupada.

Mitre perdía en las dos batallas respecto del Paraguay en las que se había involucrado desde la derrota electoral de 1868. El legado de su administración habría sido perdido por las medidas de la gestión Sarmiento y La Nación parecía hablar solo en un contexto en que la guerra y el vecino eran vistos de forma negativa. Así las cosas, Mitre aceptó la misión que el propio presidente Sarmiento le encargó: ir a Río de Janeiro para negociar la continuidad del Tratado de la Triple Alianza y conseguir el respaldo brasileño a las demandas territoriales argentinas junto al gobierno de Asunción. Era la oportunidad ideal para Mitre reverter la situación en la que el país se encontraba y recuperar parte de su prestigio, pero esa vez ya no como militar o publicista, sino como enviado especial.

Entre Asunción, Buenos Aires y Río de Janeiro: enviado, candidato y preso

Durante la estancia de Mitre en Río de Janeiro, los periódicos argentinos y brasileños representaron su misión de manera despectiva. El General solía ser representado como un títere de Don Pedro II o como un invitado indeseado. Entretanto, a pesar del lenguaje bélico de las prensas de los dos países, la misión trascurrió algunos meses sin incidentes y fueron concluidas en noviembre de 1872. El acuerdo definía que Tratado de Alianza seguía en vigor, que la Argentina aceptaba el tratado brasileño-paraguayo como hecho consumado y que el Brasil les daría respaldo a los argentinos en sus demandas territoriales junto a Asunción. Pero, por un grave error diplomático de Mitre, este acuerdo con el diplomático brasileño no fue establecido por escrito (Cisneros, Escudé, 1998) y eso le sería un problema en la segunda etapa de su misión, en Asunción.

Figura 4. El Mosquito retrata a Mitre de modo subserviente ante Don Pedro II

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 20.10.1872, AGN)

Leyenda: Tejedor – ¡General! ¡General! ¿Qué hace V.? ¡Está en contradicción con mi nota! Para hacer eso no necesitábamos de V.

Mitre – Callese! Yo se o que hago, si V. no está contento, largue su cartera y vayase.

Figura 5. O Mosquito retrata a Mitre y Don Pedro II saludando-se, pero manteniendo sus desconfianzas mutuas

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(Fuente: O Mosquito, Rio de Janeiro, 27.07.1872, Hemeroteca Digital da Biblioteca Nacional)

Leyenda: Mi missión é especialmente demostrar al pueblo e al gobierno brazileiro, el mucho amor, la mas desinteressada dedicación y buena fé e los mas extremosos affectos.

- Sim, sim, outro tanto dizemos nós, ouviu?

A su regreso, Mitre fue recibido con festividades ya en el puerto de la ciudad. Periódicos como La Nación y La República le congratulaban por haber evitado una nueva guerra. En la euforia de su recepción, el Nacionalismo declaraba, informalmente, a Mitre como su candidato para las elecciones presidenciales de 1874. La oficialización de su candidatura vino en abril de 1873, cuando La Nación afirmó que la populación de la capital despertaba de su letargo y se ponía de pie para “llevar con su voto a la Presidencia de la República al ilustre argentino que supo conducirlo a la victoria en los campos de batalla: a la honra y engrandecimiento de la Nación en el gobierno y en la diplomacia” (La Nación, Buenos Aires, 06.04.1873, BCNA). Mitre parecía caminar en el sentido de la recuperación de su imagen público y, una vez más, eso estaba relacionado con el Paraguay, donde debería ocurrir la segunda parte de la misión, en 1873.

En medio de las polémicas y debates que el inicio de las campañas presidenciales suscitaba, Mitre partió en dirección a Asunción para finalizar su misión iniciada en Río de Janeiro. El General debía firmar con el gobierno paraguayo tratados de paz y límites en que las Misiones y la Villa Occidental deberían ser argentinas y que el territorio del Chaco podría ser sometido a un arbitraje internacional (Escudé, Cisneros, 1998). El hecho de que su misión ocurría al mismo tiempo en que la campaña presidencial comenzaba en Argentina suscitaba críticas a Mitre, acusado de usar las cuestiones de la política externa nacional como estrategia para volver a la presidencia.

Figura Nº 6. El Mosquito retrata Mitre yendo em misión al Paraguay con propósitos electorales

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(Fuente: El Mosquito, 30.03.1873, Buenos Aires, AGN)

Leyenda: - Otra vez caminando! cuanto trabajo yo por mi patria… y mi candidatura.

Sin embargo, Mitre enfrentó a muchos obstáculos en su misión en Asunción. A su llegada, el presidente paraguayo Salvador Jovellanos enfrentaba una revuelta liderada por Bernardino Caballero y Cándido Bareiro, movimiento ese que los rumores decían ser “pro-Argentina”. Junto a las autoridades brasileñas en Asunción, Mitre actuó como intermediario entre el gobierno y los revoltosos. Los representantes aliados propusieron un armisticio y condiciones para que los enfrentamientos no afectasen a la población de la ciudad. A pesar de los rumores de que Mitre pudiera estar involucrado con los líderes de la revuelta, Francisco Doratioto (2004) definió su comportamiento como caballeresco durante las negociaciones. Al final, la revuelta fue sufocada y La Tribuna cuestionó la neutralidad de los aliados

“La revolución no encontraba obstáculos para dominar la capital, según el General Mitre, y ahora aparece el Presidente Jovellanos victorioso. He ahí una neutralidad que ha producido efectos bien raros; nada menos que cambiar completamente la situación respectiva de los belijerantes. Dicen que el gobierno actual del Paraguay responde a la política del Brasil. – Si así fuera, la injerencia de los Ministros Argentino y Brasilero, cuando ese Gobierno hallaba al borde de la tumba habría sido una victoria para la política del Imperio puesto que esa ingerencia ha vuelto a la vida a aquel Gobierno.”[11]

Si bien en Asunción el cielo parecía despejado para que Mitre iniciara las negociaciones diplomáticas, en Buenos Aires los nubarrones le harían más difícil la resolución de los conflictos. Los periódicos autonomistas, ya involucrados en la campaña electoral, recrudecieron sus ataques, sobre todo El Nacional. Estos artículos y editoriales llegaban a la capital paraguaya por medio de la navegación a vapor que conectaba las ciudades de la Cuenca del Río de la Plata. Así, aunque lejos en Asunción, su accionar seguía siendo fustigado por los periódicos de oposición, que tenían sus editoriales reproducidos por los periódicos paraguayos afines (Segatto, 2020). El Nacional fue uno de los periódicos que hicieron un uso político de los hechos ocurridos en el Paraguay como forma de atacar y descalificar el candidato del Nacionalismo, como se puede percibir en el editorial “Candidato del Brasil”:

“Es necesario que nuestros lectores conozcan ligeramente la situación porque atraviesa el Paraguay. De un lado, el gobierno, cuyo frente está el presidente Jovellanos, hechura escinsiva del Brasil, hostil a la República Argentina, [ilegible] el pueblo entero, porque [ilegible] una amenaza a la nacionalidad, [ilegible] el General Caballero, representante genuino del pueblo paraguayo, amigo de la República Argentina, porque comprende que [ilegible] política no tiene por base la [ilegible] con que amenaza el Brasil a su patria. […] Es entonces que el ministro brasilero, bajo pretesto de conservación del orden hace entrar al general Mitre en un compromiso que da por resultado un generoso armisticio de veinte y cuatro horas, por parte de los sitiadores. Durante ese tiempo y eso lo hemos sabido por cartas particulares que nos merecen más fe que el documento del general Mitre, el presidente Jovellanos prepara la resistencia, asistido por las autoridades militares del Brasil cuyos soldados han construido barricadas y hecho sanjas. La conducta del General Mitre ha sido desatinada, anti-patriotica y audaz. […] Si, el Brasil es y será nuestro enemigo natural, y en ese apoyo mesquino y ruin que el General Mitre ha buscado en el Imperio, sacrificando indignamente a un gefe que representa en el Paraguay el elemento favorable a la República Argentina, hay un motivo más para que el pueblo rechaze con indignación la candidatura de un hombre que no se detiene ni ante la deslealtad por propiciarse la voluntad del enemigo eterno de la patria. De hoy más, el General D. Bartolomé Mitre será el candidato del Brasil, para Presidente de la República Argentina. Y en ese calificativo que su conducta merece, está la seguridad de su derrota infalible.”[12]

Una vez más, los asuntos relacionados al Paraguay serían usados por sus opositores para generar su derrota en las urnas. La Nación cuestionaba el hecho de que sus opositores La Tribuna y El Nacional no criticasen las directrices recibidas por Mitre, una vez que él era representante del gobierno Sarmiento y concluía: “Porque el gobierno no es candidato a la presidencia, y el objeto de ataques tan destituidos de fundamento, es solo herir al candidato, no consultar los intereses del país en los asuntos del Paraguay” (La Nación, Buenos Aires, 09.07.1873, BCNA).

Para frustración de Mitre, las negociaciones no avanzaron como esperado. Si bien el Imperio se había comprometido en respaldar a la Argentina en sus demandas territoriales, las autoridades brasileñas no alteraron su posición y el gobierno de Asunción resistía en ceder el Chaco y la Villa Occidental. Mitre intentó convencer a Carlos Tejedor, ministro de Relaciones Exteriores, de ceder la Villa Occidental a Paraguay, pero sin éxito. Sin condiciones de llegar a un acuerdo con el gobierno paraguayo y en desacuerdos con el argentino, Mitre renunció a las negociaciones y regresó a Buenos Aires (Etchepareborda, 1978). Según Andrés Cisneros y Carlos Escudé (1998, p. 141), “el entonces canciller del gobierno de Sarmiento comprendió que la firma de un acuerdo implicaría una victoria personal del ex vencedor de Pavón, y esto constituiría un trampolín para su vuelta a la presidencia argentina”.

El regreso de Mitre a Buenos Aires y el fin de las negociaciones dejó a las cuestiones pendientes entre Buenos Aires y Asunción. A su vez, Mitre y sus partidarios concentraron esfuerzos en la campaña electoral. La estrategia usada fue recurrir al pasado, es decir, exaltar a la figura del General Mitre, consolidador de la República unida y vencedor en Pavón y en el Paraguay. Criticando a la Carta-Programa del candidato del Autonomismo, La Nación trataba de contestar a las acusaciones de traición con los siguientes términos:

“En efecto un programa que significa guerra al Brasil hasta [ilegible] Imperio, por esclavoclata, negrero, macaco, enemigo natural, heredero de la política de Portugal, de distinta raza, usurpador, peligroso, es en verdad un programa muy extraño, cuando aparecen levantándolo, los que le entregaron los territorios, el decoro y los más grandes intereses de la República, por una miserable limosna de unos pocos cobres, y por su intervención en los negocios internos de la Republica. Los autores y sostenedores de ese programa, no se atreverían a firmarlo, porque sus firmas serian un sarcasmo, delante de sus actos públicos con el Brasil. De ahí la idea de inventar que los sostenedores de la candidatura del general Mitre están vendidos al Brasil y que son unos traidores. Pero la razón publica está ya muy avanzada, y no se deja impresionar por vulgaridades que solo sirven para engañar a los tontos. Los sostenedores de la candidatura del Dr. Alsina hacen alarde de representar el odio y la guerra de exterminio al Imperio del Brasil, y llaman traidores y vendidos al Brasil, a los que representan la política de la concordia con un país vecino y cristiano a quien desean estar unidos como hermanos, encarnada en la candidatura del general Mitre. La traición, la venta al Brasil, no es otra cosa que un arma electoral con que se hiere de muerte la candidatura del Dr. Alsina, a quien se levanta como representante de una política de odios y guerras eternas, pues la República Argentina no puede consumar la obra poco cristiana de suprimir al Brasil, como lo pretenden los que, habiendo sido sus amigos y comensales, los declaran hoy enemigos naturales que es necesario destruir y acabar con sus hijos.”[13]

Si bien el esfuerzo del Nacionalismo mitrista haya sido considerable en el sentido de valorizar su legado, sus partidarios no contaban con la simpatía de El Mosquito. La habilidad artística de Enrique Stein frecuentemente era dirigida al General de Pavón, y siempre de forma despectiva. En su número del 29 de junio de 1873, Mitre fue retratado sentado en posición tranquila, mientras en su paso la destrucción y la muerte causadas por la guerra y, a su espalda, las personas que se beneficiaron con los contratos de proveeduría de víveres para los ejércitos aliados.

Figura 7. El Mosquito ironiza el “legado” de Mitre: la destrucción y la muerte

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 29.06.1873, AGN.)

Leyenda: - Triunfo nuestra combinación, Apolinario, y quedamos siempre en el candelero.

- Cierto es, General, con la diferencia que yo empiezo recién y Vd. está hace diez años.

- He ahí la verdad, practica de mi programa. Un paso más y la nación habrá llegado al apojeo de la gloria y de la prosperidad.

El año de 1874 arrancó con nuevos episodios de violencia en Paraguay. Una nueva insurrección en contra el gobierno de Asunción fue puesta en marcha tras ser planeada desde la ciudad argentina de Corrientes. En función del respaldo de argentinos en la provincia vecina, las autoridades brasileñas en la capital dieron apoyo al presidente paraguayo Salvador Jovellanos. Aunque la revuelta haya sido sufocada, el supuesto involucramiento argentino hizo que los periódicos de Río de Janeiro endurecieran sus críticas a Buenos Aires: “Los últimos diarios llegados del Brasil vienen en estremo belicosos. Los que se suponen órganos del gobierno imperial consideran inevitable una guerra con la República Argentina. El pretesto para ello sería la revolución que acaba de estallar en el Paraguay” (La Tribuna, Buenos Aires, 25.01.1874, BCNA). Entretanto, la retórica belicista no se confirmó y los trabajos electorales fueron iniciados en la Argentina.

Tal como ocurrido en 1868, en las elecciones presidenciales de 1874 las cuestiones relacionadas al Paraguay volvieron a estar presentes entre los periódicos anti-mitristas. En pleno proceso electoral, La Tribuna publicó un editorial en el que criticó la “Gran Política” de Mitre en los siguientes términos:

“En la República Oriental hay órganos de publicidad escritos por orientales que defienden intereses imperiales; aquí se le ha dicho a un diarista y no ha levantado el cargo, que recibe mil patacones mensuales del tesoro imperial; a más, hay un partido político poderosos en hombres inteligentes y recursos pecuniarios que consiente se le llame partido imperial; en el Paraguay no se diga: allí gobierno, clero y prensa, que la escuela del señor Paranhos no se duerme, trabaja y no tan en vano. […] Nos ha buscado para destruir un poder que temía y hemos cooperado con sangre y oro para destruir no solo a Lopez, sino al país todo. Ha esplotado nuestros esfuerzos. Y bien que lo ha hecho que merced a nuestra ayuda y lealtad, se encuentra con sus fronteras hasta el Apa y con todos los demás beneficios que le adjudica el tratado de Cotegipe. Ha recojido para sí el producto de la victoria. Es indiscutible. Se encuentra en posesión de sus tierras reclamadas en el tratado de alianza, y con un dominio absoluto en la política del Paraguay; tanto que ya se cree su lejitimo poseedor hasta cuidar con toda decisión las prerrogativas de la soberanía de aquella nación, esto, sin que nadie la ataque. […] ¿Quiénes son esos aliados del Gobierno del Paraguay? Los que el general Mitre nos presentó el 1º de Mayo de 1865. Nos ha legado una serie de trastornos como recompensa a nuestros afanes. Desde el 15 de agosto de 1869, hasta la fecha, la República Argentina solo ha conseguido como resultado de la victoria, complicaciones en su política esterior y complicaciones en su política interior. Nuestro gabinete se ha ocupado constantemente en parar golpes y desbaratar intrigas; nuestra prensa en hacer revelaciones odiosas de esa política desleal, y nuestra diplomacia burlada infamemente, ya en el Paraguay, ya en Rio Janeiro. Estos son los frutos de la gran política. (La Tribuna, BCNA, Buenos Aires, 05.03.1874).”

La pluma de Enrique Stein también se dedicó a mostrarle a sus lectores los resultados de la “Gran Política” de Mitre: ayudar a hacer de Brasil un país aún más fuerte que usa el derrotado Paraguay a su beneficio y en perjuicio la Argentina. En la imagen, un Don Pedro II engrandecido mantiene a un perro rabioso (Paraguay) bajo su control. Los dos miran al presidente argentino Nicolás Avellaneda intentar retirar de su alcance a un oso, en el cual está escrito “Villa Occidental”.

Figura 8. El Mosquito le enseña a Mitre el resultado de su “Gran Política”

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 04.07.1874, AGN)

Leyenda: - Mira, Bartolo, los frutos de tu gran política…! Dn. Pedro - ¡Chúmale, cachoro, chúmale!!!

Las elecciones para la Cámara de Diputados, etapa inicial para las elecciones presidenciales, ocurrieron en febrero de 1874 en medio a episodios de violencia en varias parroquias de la capital. El resultado fue una rotunda victoria del tucumano Nicolás Avellaneda sobre los adversarios Alsina y Mitre. Este último había vencido, en un primer resultado, en Santiago del Estero y en Buenos Aires. Pero, después, la Junta Electoral declaró a Alsina vencedor en la capital. A partir de ese momento, el Nacionalismo mitrista endureció su discurso acusando fraude electoral. En abril, Mitre fue derrotado por Nicolás Avellaneda en la elección presidencial y los Nacionalistas decidieron por alzarse en armas contra el gobierno nacional (Míguez, 2011).

En su último intento de retornar a la cumbre de la escena política argentina, Mitre lideró un ejército heterogéneo que reunía guardias nacionales, voluntarios, miembros de cuerpos de línea e indios “amigos”, aspecto ese que no dejó de ser resaltado por sus detractores en la prensa de Buenos Aires. El Mosquito retrató a un General Mitre indiferente que divide a la República Argentina. De un lado, la tiran los representantes del gobierno nacional y, de otro, los partidarios de Mitre, entre quienes se puede observar a un Don Pedro II en cuerpo de macaco y, al fondo, los “barbaros” indígenas amigos de Mitre.

Figura 9. El Mosquito representa a Mitre dividiendo a la República Argentina

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 01.11.1874, AGN)

Leyenda: La feliz siuacion porque atravesamos.

La derrota del movimiento armado mitrista vino con la rendición, en la ciudad de Junín. El último intento de retornar a la cúspide de la política nacional había malogrado: Mitre y sus aliados fueron derrotados por el mismo ejército nacional que él había liderado en Paraguay y que la guerra había contribuido a consolidar. Una vez más, fue El Mosquito quien lo retrató de forma irónica, cuando asoció la derrocada final de Mitre a su frase cuando de la invasión paraguaya a Corrientes, en el auge de su trayectoria político-militar.

Figura 10. El Mosquito retrata la rebelión mitrista de 1874 con referencias al año de 1865

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(Fuente: El Mosquito, Buenos Aires, 31.05.1874, AGN)

Leyenda: Dn. Domingo - ¡Atrás, canallas, con el verdadero pueblo he de probarles que este último recurso eficaz es tan ineficaz como los otros!

Dn. Bartolo: - Ciudadanos y proveedores, estoy contento de vosotros. ¡En 24 horas estaremos en el Congreso, en 15 días en la Plaza del 25 y en 3 meses en la Casa Rosada!

Con Mitre encarcelado y La Nación clausurado, el año 1874 terminó y nuevas negociaciones con Paraguay fueron establecidas en 1875, esta vez a cargo de un nuevo presidente elegido en Asunción. Juan Bautista Gill deseaba librarse de la influencia y presión brasileña y procuró solucionar las cuestiones pendientes con Argentina. Fue solamente a principio de 1876 que las autoridades paraguayas y argentinas lograron superar el accionar de los brasileños en Asunción y firmar un tratado de paz y límites. Por medio del acuerdo firmado entre Facundo Machaín y Bernardo de Irigoyen, el territorio de las Misiones y el Chaco Central pertenecerían a la Argentina y la Villa Occidental y sus proximidades serian sometidos al arbitraje del presidente de Estados Unidos, Rutherford Hayes (Doratioto, 2002).

Aunque favorecido por una amnistía concedida por el presidente Nicolás Avellaneda, Bartolomé Mitre no volvió a participar en las elecciones siguientes y se dedicó a la producción historiográfica. En 1878, cuando fue elegido Diputado Nacional, el presidente de Estados Unidos dio gano de causa al Paraguay en la cuestión relacionada a la Villa Occidental.

Consideraciones finales

La trayectoria de Bartolomé Mitre es indisociable del Paraguay tal como prensa y política eran indisociables en el siglo XIX. Fue en la guerra contra Paraguay que el General de Pavón alcanzó el apogeo de su carrera como militar y político, una vez que fue Comandante-en-Jefe de ejércitos de tres países aliados en una guerra internacional. Sin embargo, la misma guerra le costó mucho de su capital político acumulado en las décadas de luchas por la organización nacional. Las deserciones, los costos humanos, la alianza con Brasil, las epidemias iniciadas en los campamentos y la derrota en Curupayty, a su vez, contribuyeron con esta pérdida.

Es difícil dimensionar el real impacto que tuvo la guerra en la trayectoria política de Mitre, pero las derrotas en las elecciones de 1868 y 1874 atestiguan que de algún modo el conflicto estuvo presente, una vez que los periódicos opositores no dejaban olvidar los resultados de su “gran política” para Argentina. Aunque sus periódicos afines, como La Nación, trataban de exaltar su actuación como consolidador de la Argentina unida y como vencedor en Pavón o en Asunción, el Nacionalismo no logró vencer en las urnas electorales tampoco mantener los resultados de su gestión en las mesas de negociación, sea con el Imperio del Brasil o con la República del Paraguay.

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