Diálogos con Mitre sobre la Independencia de Paraguay

Bárbara Gómez

Revista Estudios Paraguayos

Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción", Paraguay

ISSN: 0251-2483

ISSN-e: 2520-9914

Periodicidad: Semestral

vol. 40, núm. 1, 2022

epedicion@gmail.com



Resumen: El objetivo de este artículo es analizar el diálogo que se produjo entre los intelectuales paraguayos de la posguerra con el historiador y general argentino Bartolomé Mitre sobre la independencia paraguaya a través de sus escritos. Partimos de la hipótesis que los hombres de letras paraguayos necesitaban dialogar con Mitre. Esta “necesidad de diálogo” se debe a dos aspectos, uno de carácter historiográfico y otro, por el rol que le cupo a Mitre en la reciente guerra, donde Paraguay se había enfrentado a la Triple Alianza. Se analizan artículos de Cecilio Báez de 1891, de Manuel Domínguez y Manuel Gondra de 1894 y el libro de Blas Garay de 1897.

Palabras clave: Mitre, Báez, Domínguez, Gondra, Garay.

Abstract: The purpose of this article is to analyze the dialogue that took place between Paraguayan intellectuals of the post-war period and the Argentine historian and general Bartolomé Mitre on Paraguayan independence through his writings. We start from the hypothesis that Paraguayan men of letters needed to dialogue with Mitre. This "need for dialogue" is due to two aspects, one of a historiographic nature and the other, due to the role that Mitre played in the recent war, where Paraguay had confronted the Triple Alliance. Articles by Cecilio Báez of 1891, by Manuel Domínguez and Manuel Gondra of 1894 and the book by Blas Garay of 1897 are analyzed.

Keywords: Mitre, Báez, Domínguez, Domínguez, Gondra, Garay.

DIÁLOGOS CON MITRE SOBRE LA INDEPENDENCIA DE PARAGUAY

Introducción

El objetivo de este artículo es analizar el diálogo que se produjo entre los intelectuales paraguayos de la posguerra con el historiador y general argentino Bartolomé Mitre sobre la independencia paraguaya a través de sus escritos. Partimos de la hipótesis que los hombres de letras paraguayos necesitaban dialogar con Mitre. Esta “necesidad de diálogo” se debe a dos aspectos, uno de carácter historiográfico y otro, por el rol que le cupo a Mitre en la reciente guerra, donde Paraguay se había enfrentado a la Triple Alianza -Argentina, Brasil y Uruguay-.

En lo referente al aspecto historiográfico, para la década de 1890 la “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina” de Mitre llevaba cuatro ediciones y era una obra reconocida en la región no solo por su contenido sino también por la metodología utilizada y las polémicas que había afrontado, de las cuales el autor afirmaba haber salido fortalecido. Para analizar el proceso independentista de las antiguas provincias del Virreinato del Rio de la Plata su lectura era obligatoria y fundamental. A las características de esta obra se debe sumar una particularidad paraguaya, la república carecía de un texto similar al argentino que describiera su vida independiente. Los textos a disposición eran, mayoritariamente, relatos realizados por extranjeros. En este contexto, la elite intelectual paraguaya de fines del XIX necesariamente debía dialogar con las versiones extranjeras para elaborar su propio relato sobre la independencia.

Mitre no solo era uno de los historiadores más prestigiosos de la región con quien había que dialogar por las afirmaciones que realizaba sobre Paraguay, sino que, entre la segunda y tercera edición de la obra, en tanto presidente de Argentina había comandado los ejércitos aliados de la Triple Alianza contra el Paraguay, durante los primeros años de la Guerra (1864-1870). Después de la catástrofe que representó el conflicto bélico para el pueblo paraguayo era imposible ver al general argentino solo como un historiador a quien se debía imitar metodológicamente y corregir las aseveraciones sobre el proceso independentista paraguayo.

En el relato mitrista la independencia paraguaya era consecuencia de ideas de libertad inoculadas por un porteño, Manuel Belgrano, a los militares paraguayos. A lo largo de la obra Paraguay era definido como el “país más atrasado y más oprimido de la América del Sur”, “pueblo sin vitalidad y sin energía moral” al que había que conquistar. Estas aseveraciones tornaban más necesario aún esclarecer como habían sido los hechos de la independencia y dejar sentado ante Mitre y los hombres de letras del periodo que Paraguay no era un país ni atrasado ni oprimido, era una república civilizada que no necesitaba ser conquistada.

En este trabajo analizamos escritos de cuatro autores paraguayos publicados durante la década de 1890. Todos versan sobre la independencia nacional, aunque fueron realizados en contextos distintos y con objetivos diferentes. Por orden de aparición cronológica los primeros son dieciocho artículos de Cecilio Báez (1862-1941), publicados entre septiembre y octubre de 1891 en el diario La Democracia. En estos analizaba el proceso de la independencia, sus protagonistas (I-X) y algunos aspectos biográficos del doctor Gaspar Rodríguez de Francia (XI-XVIII).

Durante el año 1894, luego de varios intentos, se organizó un acto para la colocación de la piedra fundamental del monumento a los héroes de la Independencia. (Caballero Campos, 2016) Para el evento se publicó un folleto “La Independencia. Publicación hecha en honor a los próceres de la patria”, de veintiocho páginas donde más de treinta y cinco personalidades expusieron sus pensamientos -poemas, cartas, artículos-. Cómo había sido la gesta independentista, quiénes deberían figurar en el monumento y que días se debían conmemorar la fecha patria, fueron algunos de los aspectos más discutidos en sus páginas. El segundo texto analizado será el artículo más largo publicado en el Folleto, el de Manuel Domínguez (1868-1935) “Fin de los autores de la nuestra independencia – Francia”

El Folleto conmemorativo fue distribuido a las distintas reparticiones públicas, instituciones educativas y periódicos del país junto a una breve historia de la independencia “Recuerdos históricos. Homenaje a los próceres de la Independencia”, escrita por José Segundo Decoud (1848-1899). Los textos del festejo provocaron, al decir de Manuel Gondra (1871-1927) “un saludable movimiento en la parte intelectual de nuestra sociedad, despertando el espíritu de la crítica histórica, que tanto se hacía esperar, para que se hiciese la luz sobre ese punto [la Independencia], que aún permanece oscuro no obstante su importancia.” (Gondra, 1894, p. 69). Con estas palabras el joven Gondra iniciaba una publicación de once artículos en el diario “La Patria” entre mayo y junio de 1894, criticando las afirmaciones realizadas tanto en el Folleto como en los “Recuerdos Históricos”. Estos artículos conforman el tercer grupo de escritos que analizaremos.

El cuarto texto es un libro publicado en 1897, por Blas Garay (1873-1899) “La revolución de la independencia del Paraguay”, donde desarrollaba de forma pormenorizada los sucesos que condujeron a la independencia nacional en mayo de 1811, justificando cada una de sus afirmaciones con documentos. Hace diversas referencias a Mitre tanto como fuente de autoridad como corrigiendo algunas de sus afirmaciones sobre fechas y cantidad de soldados. Fue la primera obra escrita, exclusivamente sobre la temática, por un paraguayo. En palabras de la especialista en historiografía paraguaya, Liliana Brezzo “sus escritos inauguraron, desde una perspectiva morfológica, un modelo erudito de escribir la historia apoyado en documentos. De modo que se estaba en el momento fundacional de la historiografía nacional paraguaya. (Brezzo, 2020, p. 27)

Los cuatro textos analizados tienen aproximaciones y enfoques distintos sobre los sucesos que condujeron a la independencia, quiénes debían ser considerados como los “prohombres de la independencia”, qué papel tuvo el doctor Rodríguez de Francia en el proceso, qué había sucedido con Belgrano y los militares paraguayos, y desde cuando existía el espíritu independentista. Pese a estas diferencias comparten un elemento común: el diálogo con Mitre.

Cabe aclarar que no es casualidad que los escritos elegidos sean de la década de 1890, pues en concordancia con Brezzo (2020), Gómez (2019), Sansón Corbo (2015) y Telesca (2013) consideramos que en esta época se vivió un florecimiento intelectual que propició reflexiones como las analizadas (Amaral, 2006) (Centurión, 1948). Producido, entre otras razones, por la estabilidad sociopolítica de la década anterior, la lenta pero sostenida reorganización de la posguerra que fue conformando instituciones educativas y espacios socioculturales de socialización y discusión. (Warren, 2010) (Velázquez Seiferheld, 2016) (Speratti, 1996) Como el Colegio Nacional 1877, el Ateneo Paraguayo 1883-1889, Universidad Nacional 1889, sumado a la gran diversidad de prensa escrita, prepararon el terreno para que en la década analizada -1890- se dé una confluencia de hombres de letras paraguayos y extranjeros, de tres generaciones distintas, formados tanto en el país como en el exterior, que reflexionaron críticamente sobre el pasado, el presente y el futuro que pretendían construir. Parte de la riqueza de las discusiones que se sucedieron y que analizamos se debe a las percepciones distintas que tenían sobre cómo se produjeron los hechos.

Historias sobre la independencia nacional

“La demanda continua y siempre creciente de esta obra en el comercio de libros, su utilidad reconocida, como fuente popular y profesional de informaciones seguras y documentadas para la historia nacional, y por tanto, la conveniencia de fijar su texto, completarlo a la par de su documentación, depurándolo de algunos accidentales errores o descuidos de lenguaje, motivan y justifican esta 4ͣ y definitiva edición, que responde á una exigencia comercial y a una necesidad pública.” (Mitre, 1887, VI)

Con estas palabras, en el año 1887 el historiador, general y expresidente argentino Bartolomé Mitre (1821-1906) presentaba su cuarta, y hasta ese momento, definitiva edición de la “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”. La noticia de la publicación se hizo eco en los diarios asuncenos. La Nación publicó un pequeño artículo en su segunda página del 12 de junio de 1887, bajo el título “Historia de Belgrano”. La nota se concentraba en las características externas de la edición (cantidad de ejemplares impresos, precio, páginas, tomos, grabados, etc.) y resaltaba el papel de la casa editora de Félix Lajoune “el acreditado e inteligente editor que tanto impulso ha dado por la publicidad al movimiento intelectual del Rio de la Plata”. (La Nación, 12 de junio de 1887). La referencia al contenido de la obra era expresada en estos términos “escrito por el general Bartolomé Mitre, en condiciones atrevidas nunca ensayadas hasta hoy y con un éxito de que no hay ejemplo en los fastos de la librería sudamericana.” (La Nación, 12 de junio de 1887. La cursiva es nuestra). Sabemos que la obra circuló por los espacios culturales paraguayos pues los autores analizados dialogan con esta versión.

La primera edición de la obra data de 1856, Mitre de por entonces treinta y cinco años, expresaba en el preámbulo que era “una biografía completa de Belgrano, escrita sobre documentos auténticos, en que se presenta al hombre tal como fue, en su pequeñez y en su grandeza, en que se ilumine con colorido nuevo su fisonomía histórica, en que se explique el móvil de sus acciones y los pensamientos que lo trabajaron en vida.” (Mitre, 1857, XI). El género elegido no era casual, partía de la concepción que las biografías de los hombres ilustren cumplen un papel central en la historia por los valores que permiten transmitir. Sobre los aspectos heurísticos y metodológicos aclaraba “no se narra un solo hecho que no pueda ser documentado, no obstante, se mencionan sucesos ignorados que pueden sorprender por su novedad y se presentan bajo nueva luz y nuevos puntos de vista”. (Mitre, 1857, XI)

Al referir a la expedición de Paraguay explicaba que el general Belgrano había inoculado las ideas de libertad que condujeron a la posterior independencia paraguaya, no especificaba la fuente que justificara tal afirmación.

Ya en la segunda edición de la obra, publicada entre 1858 y1859, explicitaba el proceso de reconstrucción de la expedición de Paraguay,

“la expedición de Belgrano al Paraguay, sobre el cual poco digno de consultarse existía publicado, habiendo cometido los más groseros errores casi todos cuantos de ella habían hablado. Felizmente tenía en mi poder una «Memoria» del general Belgrano sobre esa expedición (…). Aunque incompleta, ella me fue de gran utilidad; y la crítica que con tal motivo hace el general Paz en sus «Memorias» me hizo formar un juicio más cabal de las operaciones militares.” (Mitre, 1859, XXIX-XXX. La cursiva es nuestra.)

Agregaba seguidamente que “nada habría hecho con esto sólo, a no haber encontrado en el Archivo General dos gruesos legajos, conteniendo más de quinientos documentos relativos á aquella campaña” (Mitre, 1859, XXX). Mas adelante especificaba el uso de las “Notas del Dr. Pedro Somellera”, testigo presencial de los hechos, esencial para la sustentar la afirmación de la inoculación de las ideas de libertad realizadas por Belgrano a los militares paraguayos.

La tercera edición fue del año 1876, definida por el propio Mitre como la primera edición completa, explicaba “desde el capítulo XXVI hasta el Epilogo todo es nuevo. Estos capítulos son nuevos, no sólo porque han sido expresamente escritos para esta edición, a fin de completar la obra, sino porque están fundadas en documentos inéditos, que hasta el presente no habían sido explotados.” (Mitre, 1876, p. XLVI). En el Prefacio refería a las críticas realizadas por el Dr. D. Vélez Sarsfield y a otras publicadas en el extranjero, especialmente la de los chilenos Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Makenna. La obra no solo estaba “completa”, las críticas que había recibido ayudaron a fortalecer su corpus heurístico y consecuentemente su contenido.

En el Prólogo de la cuarta y “definitiva” edición de1887 reflexionaba sobre su propia escritura y la historia de la obra en sí misma; sobre el ejercicio de hacer la historia de una nación articulada a la biografía de una persona y las implicancias que esto conllevaba. Refería también a las críticas recibidas, especialmente a las extranjeras y al debate que había protagonizado con el Dr. Vicente Fidel López, mostrando que estas instancias habían ayudado, nuevamente, a fortalecer la solidez de la obra.

“Así preparados á la tarea y alumbrados en nuestro camino por los testimonios del pasado á la par que por las advertencias del presente, creemos haberla desempeñado en conciencia, penetrándonos del verdadero espíritu de los hombres y del valor de las cosas de la época historiada, procurando dominar su conjunto para encontrar su correlación, su armonía y su significación, a fin de que fluya de los mismos documentos sin propósito preconcebido, la unidad de la acción, la verdad de los caracteres, el interés dramático, el movimiento de la vida, el colorido de los cuadros, y se deprenda de su masa concreta el espíritu filosófico o moral del libro mismo, condiciones esenciales á toda obra histórica, y sin las cuales, aun siendo exacta, puede no ser verdadera.” (Mitre, 1887, LXIII. La cursiva es nuestra)

En la extensa obra de Mitre hay varios temas controversiales sobre Paraguay, el fundamental y más discutido por los autores analizados fue el vínculo de Belgrano con los militares paraguayos como antecedente necesario de la revolución de la independencia paraguaya, del que nos ocuparemos en el próximo apartado. En el capítulo XIV “Armisticio de Tacuary. 1811” Mitre afirmaba:

“Belgrano redactó las proposiciones en el sobre de una carta de Cabañas, remitiéndosela en la mañana del 10 de marzo, día en que, con arreglo a lo pactado, debía emprender su retirada. Este documento, perfectamente calculado, era la tea de la revolución arrojada al campamento paraguayo, y fue más tarde el programa de su revolución”. (Mitre, 1887, p. 396-397.)

Otros de los temas abordados fueron la Proclama a los naturales de los pueblos de Indios, el papel del doctor Gaspar Rodríguez de Francia en los sucesos ocurridos entre 1811 y 1812, la misión diplomática de 1811 de Belgrano y Vicente A. Echevarría a Asunción. Además de la referencia a estos hechos históricos específicos Mitre describía un Paraguay atrasado y salvaje que necesitaba ser civilizado y conquistado:

“El Paraguay cuna de la civilización del Río de la Plata, era ya en 1810 el país más atrasado y más oprimido de la América del Sur. Poblado en 1536 por los restos de la expedición de D. Pedro Mendoza, escapados a las llamas y al hambre que puso término a la primera población de Buenos Aires, tuvo por progenitores, la raza varonil (…), la que fundó una colonia turbulenta, despedazada por las facciones.” (Mitre, 1887, p. 360. La cursiva es nuestra)

Todos estos aspectos serán contemplados en el diálogo de los intelectuales paraguayos.

En un análisis historiográfico de carácter regional el historiador uruguayo Tomas Sansón Corbo (2015) afirma que a partir de la década de 1870 se consolidó un proceso de “nacionalización de los Estados platenses”, para la efectivización de este proceso “fue necesaria la articulación de narrativas fundacionales y la identificación de mitemas referenciales.” (Sansón Corbo, 2015, p. 164) En este marco los historiadores cumplieron un papel fundamental elaborando relatos que permitían articular un pasado que demostraba la preexistencia de la nación mucho antes del “patriótico acto fundacional de la independencia”. Varios de estos autores denominados “realizadores”, en algunos casos, tenían proyectos historiográficos heurísticos sólidos que permitían sostener las afirmaciones de sus relatos.

La obra de Mitre que iba por su cuarta edición para 1887, la del uruguayo Francisco Bauzá (1849-1899) “Historia de la dominación española en Uruguay” publicada por primera vez entre 1880 y 1882 y la del paraguayo B. Garay “Compendio de historia del Paraguay” en 1897, se enmarcan en esta caracterización, contemplando sus matices y diferencias (Sansón Corbo, 2006). Explica Sansón Corbo que estos realizadores “elaboraron historias nacionales cimentadas en corpus documentales reunidos en largos años de ordenada y proyectada organización”. (Sansón Corbo, 2015, p. 164-165)

La diferencia temporal entre los proyectos de los realizadores no es aleatoria. Paraguay desde 1870 atravesaba un proceso de reconstrucción total, el conflicto bélico contra la Triple Alianza -Imperio de Brasil, Confederación Argentina y Uruguay- ocurrido casi en su totalidad en tierras paraguayas, había sido devastador tanto por la destrucción que sufrió el territorio como su población (Brezzo, 2020b). Las consecuencias del conflicto provocaron que las circunstancias que propician que un sector de la población, una elite intelectual, disponga de tiempo y recursos para reflexión se consolide recién alrededor de la década 1890.

Afirmamos en la Introducción que la temática central de diálogo con Mitre era la independencia nacional, el interrogante que surge entonces es si entre 1811 y 1864, año en que se inició la guerra, se elaboró algún relato sobre la independencia. La historiadora Liliana Brezzo explica clara y sucintamente:

“las circunstancias políticas en las que se encontró el Paraguay luego del proceso de emancipación política durante el trienio 1811-1813 dificultaron la producción y la circulación de ideas. (…) Rodríguez de Francia (1766-1840) impuso el aislamiento político durante su prolongada dictadura, entre 1814 y 1840, y desarrolló una política exterior de no intervención y de absoluta neutralidad como medio para consolidar la independencia que, en la práctica, configuró un verdadero cordón político que contribuyó a separar el Paraguay del resto de la región del Río de la Plata.” (Brezzo, 2020, p. 22)

El accionar del Dictador Perpetuo provocó la ausencia de un relato sobre cómo fueron los sucesos de la gesta independentistas, así el primer texto nacional fue elaborado recién en 1845 de una forma muy peculiar. (Telesca, 2020, p. 231)

A la muerte del Dr. Francia y luego del gobierno de dos años del Consulado, el presidente Carlos Antonio López (1842-1862) llevó una política de apertura y modernización. La búsqueda por el reconocimiento de la independencia del país, especialmente de los países vecinos, con quienes compartía fronteras y vías fluviales era fundamental. Esto explica porque el acta de la Independencia de la república, ocurrida en mayo de 1811, tiene fecha del 25 de noviembre de 1842. No hubo mayores dificultades con el Imperio del Brasil y otros países en el reconocimiento de Paraguay como república independiente. Las complicaciones se presentaron con el gobierno de la antigua capital del Virreinato, Buenos Aires. El gobierno de la Confederación Argentina, con Juan Manuel de Rosas a la cabeza, consideraba que Paraguay era una “provincia rebelde” a la cual se debía “subyugar”. Una de las formas de luchar y dar a conocer la independencia del Paraguay, fue a través de la publicación de un diario, redactado por el propio presidente López “El Paraguayo Independiente. Independencia o muerte”, primer periódico publicado en el país. En su número inaugural, del 26 de abril de 1845, afirmaba: “El gobierno argentino no solo se niega a ratificar el reconocimiento de nuestra independencia, sino que también pretende obstar a que las demás potencias le presten su reconocimiento.” (El Paraguayo Independiente, 26 de abril de 1845). Por tal razón explicaba que “estas consideraciones obligan a esclarecer el asunto, exponiendo los hechos que han tenido lugar desde 1810, primera época de la emancipación de América española y para entera autenticidad el PARAGUAYO INDEPENDIENTE publicará los documentos oficiales, que comprueban tales hechos.” (El Paraguayo Independiente, 26 de abril de 1845)

El primer relato, sobre la independencia, fue un periódico cuyo objetivo principal era vencer una puja geopolítica con la Confederación Argentina. A decir verdad, hubo otros, anteriores, realizados por extranjeros, sin embargo, fue el primero elaborado por un paraguayo en el que contemplaba el uso y la publicación de documentos. Los autores, objeto de análisis de este artículo, lo consideraban como “autoridad casi irrecusable”, M. Gondra sostenía en sus artículos de 1894:

“El Paraguayo Independiente, primer periódico que se publicó en el país, puede ser considerado como autoridad incontestable en la historia de aquella época. En efecto, fundado con el objeto de defender la independencia del Paraguay, al tratar la revolución pudo beber sus datos en los documentos auténticos que obraban en los archivos, y de los que muchos no han podido llegar hasta nosotros por múltiples causas. Su autoridad es a todas las luces superior a la de Molas, en cuestión de detalles.” (Gondra 1894, pág. 83)

La destrucción provocada por la Guerra impidió que las generaciones posteriores a 1870 tengan acceso a determinados documentos sobre la independencia. La obra del paraguayo Mariano Antonio Molas (1780-1844) “Descripción histórica de la Antigua Provincia del Paraguay”, publicada por primera vez en 1868 en la Revista de Buenos Aires, abordaba el periodo de la independencia. No hay datos precisos del tiempo ni las condiciones en que fue escrita[2]. Encarcelado por el Dr. Francia desde 1828, explica Brezzo que “durante su reclusión (…) se habría dedicado al estudio y a preparar los originales de la Descripción Histórica. A la muerte del dictador, en 1840 (…) recuperó su libertad.” (Brezzo, 2020, p. 24) Las condiciones en que fue redactado el texto de Molas explican el comentario de Gondra sobre los detalles.

Pese a que el Dr. Francia tuvo una política de cierre y limitación de circulación de ideas, algunos extranjeros pasaron un tiempo en Paraguay. Posteriormente escribieron obras referidas al país, fundamentales para comprender el diálogo de los hombres de fines del XIX con Mitre. Como las de los hermanos Robertson. (Brezzo, 2020, p. 22-24) por ejemplo, pero especial atención merecen las de los doctores suizos Johann Rengger y Marcel Longchamp, quienes trabajaron como médicos de cuarteles, entre 1819 y 1826, hasta que huyeron del país. En 1827 publicaron en Londres “The reign of doctor Joseph Gaspar Roderick de Francia in Paraguay. Being an account of six years residence in the republic”. (Brezzo, 2020, p. 22) La obra también fue impresa en francés y en español con el título “Ensayo Histórico sobre la Revolución del Paraguay”.

En la década de 1840, Florencia Varela, director de “El Comercio del Plata” de Montevideo, realizó una nueva edición en español del "Ensayo Histórico…" de los doctores suizos y le pidió al doctor Pedro Somellera (1774-1844) que comente la obra, quien había sido un testigo presencial de los hechos ocurrido entre 1810 y 1811 en Paraguay. Somellera “doctor en Derecho Civil por la universidad de Córdoba, (…) nombrado teniente letrado y Asesor de la provincia del Paraguay en 1807, cargo que mantuvo hasta mayo de 1811 cuando fue cesado en sus funciones por el nuevo gobierno”, apresado y acusado de porteñista (Telesca; 2020, p. 233), su testimonio tenía un valor fundamental. En sus Notas autobiográficas refería:

“estaba en Asunción, cuando sucedió en Buenos Aires, la gloriosa revolución de 25 de mayo de 1810; a pesar de ser empleado por el Rey, me adherí a ella; obrando en su consonancia, dirigí la que allí se hizo, para quitar a los españoles el mando de la provincia, como se verificó al año siguiente, y cuyos pormenores se refieren en el Apéndice de la Historia del Paraguay, escrita por los señores Rengger y Longchamp y publicada en Montevideo en 1846.” (Somellera, 1851, p. 211. La cursiva es nuestra.)

Los doctores suizos sostenían que la revolución de la independencia de Paraguay era un hecho multicausal, la versión del testigo presencial y protagonista era otra, por ejemplo, en sus Memorias afirmaba que había sido él quien dirigió la revolución. Al respecto de las causas expresaba:

“Muchas causas, dice el Dr. Rengger, que se combinaron para determinar a los paraguayos a la revolución, á términos que en 1811 determinaron hacer causa común contra el gobierno español. No quiero hablar de ese montón de causas que enumera. La única verdadera e inmediata causa, que influyó, fue la inoculación que recibieron en Tacuarí, dos meses antes que se sintiera su efecto. Puede decirse, y se dirá con verdad, que el General Belgrano en Tacuarí en marzo de 1811 preparó la revolución, que estalló en la capital en mayo del mismo año. (Somellera, 1846, p. 211. La cursiva es nuestra)

Las afirmaciones de Mitre que provocaron el “necesario diálogo” de los autores paraguayos se sustentan sobre las afirmaciones del testigo presencial, que realizó sus notas treinta años después de ocurridos los hechos. En el Prefacio de la segunda edición de la “Historia de Belgrano”, señalaba:

“Los groseros errores de dos escritores extranjeros [Rengger y Longchamp] que habían escrito sobre esta campaña, dieron felizmente ocasión al Dr. don Pedro Somellera de escribir en forma de notas una refutación a sus asertos, ilustrando de la manera más completa esta página de nuestros anales. Con el auxilio de este importante escrito pude explicarme y apreciar mejor los documentos de la anterior colección.” (Mitre, 1859, XXX. La cursiva es nuestra)

Metodológica y heurísticamente, el criterio de Mitre de priorizar la versión de un testigo presencial tiene coherencia y valor de verdad para la concepción histórica de la época. No obstante, los autores paraguayos analizados harán otra lectura al respecto. El joven Gondra expresaba en sus artículos de 1894:

“hoy ya no se aceptan como verdades incontestables todas las afirmaciones que en sus obras hacen los escasos escritores que se han ocupado en esbozar la historia paraguaya; la controversia conduce a la investigación erudita a los que tienen afición a este género de estudios, y si bien no se ha adelantado mucho todavía, hay por lo menos fundadísima esperanza de que ello se conseguirá, pues es innegable que la discusión es fecunda, cuando los contenedores anteponen al propio el amor a la verdad” (Gondra, 1894, p. 69-70)

La independencia paraguaya y el general porteño

Los textos analizados de Báez, Domínguez, Gondra y Garay, como hemos referido, fueron publicados entre 1891 y 1897 en un momento de florecimiento intelectual luego de un devastador periodo de posguerra. Los autores analizados, pese a que pertenecen a dos generaciones distintas comparten elementos comunes de los hombres de letras del periodo. Los cuatro pudieron formarse educativamente en Paraguay, tanto en el Colegio Nacional como la carrera de Derecho de la Universidad Nacional y algunos también enseñaron en estas instituciones. Militaban en los partidos políticos -Asociación Nacional Republicana y Centro Democrático-, escribían activamente en la prensa, e incluso uno de ellos fundó y dirigió su propio periódico -Garay 1898-1899-. Participaron de espacios culturales como el Instituto Histórico Paraguayo de fugaz vida (Gómez, 2019) y el Instituto Paraguayo, espacio de socialización intelectual del periodo, también publicaron en la Revista de este -RIP-. Desde las páginas de la RIP, pero especialmente desde la prensa periódica protagonizaron diversas polémicas históricas sobre la fundación de Asunción (Gómez, 2020), la dictadura del Dr. Rodríguez de Francia (Gómez, 2017), la educación durante el gobierno de Carlos A. López; el lugar del mariscal Francisco S. López en la educación nacional (Gómez, 2020), la historia nacional y la guerra contra la Triple Alianza (Brezzo, 2011).

Excluyendo a Garay que falleció en 1899, Báez, Domínguez y Gondra ocuparon cargos de presidente, vicepresidente de la República, ministro de Relaciones Exteriores entre otros durante las primeras décadas del siglo XX. Fueron hombres destacados a nivel sociopolítico y cultural para el Paraguay de cambio de siglo.

El diálogo con Mitre tuvo como tema central la inoculación de las ideas de libertad a los militares paraguayos por parte del general Belgrano provocando la posterior revolución de la independencia del Paraguay. Ya hemos visto que Mitre se basó en Somellera, por su condición de testigo presencial, para realizar sus aseveraciones. La versión de Cecilio Báez sobre este mismo hecho fue que:

“Belgrano antes de abandonar la costa del Paraná entabló correspondencia con Cabañas, los Yegros y otros jefes, y la idea que les inoculó no fue la de la independencia ni de la libertad, sino la de la anexión á Buenos Aires. [Mariano A.] Molas, que fue actor en la revolución, dice que Fulgencio Yegros era el más acérrimo realista, pero que desde que se comunicó con Belgrano tornose decidido porteñista.” (La Democracia, 08 de septiembre de 1891.)

Báez desestima la afirmación mitrista con dos argumentos, el tipo de ideas que fueron inoculadas por un lado y el testimonio de un protagonista de los hechos al igual que el propio Somellera, por otro. Además de estos argumentos su estrategia consistió en mostrar que el criterio de Mitre para juzgar determinados hechos sobre Paraguay no estaba solamente basado en fuentes como el mismo afirmaba sino en un “odio porteño hacia el Paraguay”. Para justificar su afirmación analizaba la interpretación que hacía Mitre sobre el accionar de Cabañas en la capitulación en comparación con el accionar de Belgrano en una situación posterior similar:

“Cabañas, como comandante y jefe del ejército, en vez de obligarle á rendirse á discreción, le permitió [a Belgrano] retirarse con todos los honores de la guerra, demostrando una generosidad tan grande como su bravura, y sin embargo de eso el pérfido Mitre, lleno siempre de odio porteño contra el Paraguay, trato de deprimir al glorioso vencedor de Paraguarí y Tacuarí y amenguar su gloria, para paliar la derrota de Belgrano, el cual llama hombre angelical á Cabañas por su nobleza, generosidad y la pureza de sus intenciones, en un documento que el mismo Mitre reproduce en Historia de Belgrano. (La Democracia, 08 de septiembre de 1891. La cursiva es del original)

Báez pretende mostrar cuan nublado estaba el juicio de Mitre a la hora de historiar al Paraguay. Entonces aclaraba:

Para que se vea lo que puede valer el criterio de Mitre, voy a permitirme una digresión [en el desarrollo temático]. Belgrano, en la batalla de Salta, usó la misma generosidad de Cabañas para con el jefe realista el sanguinario Tristán, a quién permitió también retirarse con todos los honores de la Guerra. Pues Mitre dice por ellos que Belgrano se dejó arrebatar por los impulsos de una mala entendida generosidad. Y más adelante agregó que esta generosidad hace honor a su corazón sensible. ¿Y la generosidad de Cabañas no le merece igual elogio? No, por el contrario, procura deprimirle. (La Democracia, 08 de septiembre de 1891. La cursiva es del original)

A través de la comparación de las valoraciones mitristas, Báez pretendió evidenciar el “odio porteño contra el Paraguay” y de esta forma quitarle solidez a su relato. La verdadera intención de los porteños, que no se “extinguió” con el paso del tiempo, dirá Báez, era conquistar al Paraguay porque los consideraba un pueblo salvaje y atrasado que necesitaba ser civilizado.

Pero digamos nosotros la verdad. La acción de Tacuarí fue un brillante hecho de armas, que honra nuestra historia y recomienda la admiración y respeto al valiente patriota que echó de nuestros lares al audaz invasor que tuvo la demencia de creer que podría conquistar Paraguay. Mas la idea de la conquista no debía extinguirse, y he aquí que 54 años después de aquella tentativa, se había de consumar ese crimen por medio del general Mitre sobre una inmensa porción de nuestro territorio.” (La Democracia, 08 de septiembre de 1891. La cursiva es nuestra)

Quedaba expresada así “la verdad” y la continuidad entre el episodio de 1811 y la guerra de 1864, Buenos Aires siempre quiso conquistar a Paraguay y Mitre era la expresión más clara de esto que se evidenciaba tanto en su relato histórico como cuando le tocó actuar como presidente y militar

Una de las principales fortalezas de la obra de Mitre es su solidez heurística, teniendo en cuenta este detalle, la mejor forma de desestimar la versión de la inoculación de las ideas de libertad e independencia era demostrar la falta de probidad de las fuentes utilizadas: las afirmaciones del Dr. Pedro Somellera. Al respecto Báez comentaba:

“Como entre paréntesis, debo observar que la gloria de haber instruido el plan revolucionario se atribuyó al porteño doctor Somellera, el mismo quien para adular a Rosas, escribía el Comercio del Plata de Montevideo, en 1846, que los límites territoriales del Paraguay, por la parte sur, no llegaban sino hasta el Rio Tebucari. El Paraguayo Independiente en su n°101, refutó victoriosamente la pretensión de Somellera, que sobre el punto nos ocupa, no merece crédito alguno.” (La Democracia, 09 de septiembre de 1891. Las cursivas son nuestras)

Báez muestra que las afirmaciones de Somellera carecen de veracidad, están teñidas de intereses particulares y pueden refutarse contrastándolas con fuentes sólidas como el periódico El Paraguayo Independiente o el testimonio de otro testigo presencial como M. A. Molas. Pero las críticas de Báez no fueron solo para Mitre sino también para los autores argentinos y paraguayos que confiaron en las afirmaciones de Somellera.

“Todos los historiadores argentinos han aceptado esta patraña de Somellera, que ha pasado como verdad, no [han] faltado paraguayos, de estos que, siguiéndole ciegamente, como los carneros de Paraguay lo repiten en sus escritos y discursos. Pero en honor a la verdad histórica, convengo que de una vez sepan todos que, según la afirmación desapasionada e imparcial de [M. A.] Molas, fue el doctor Francia, como el más capaz de los paraguayos de aquella época el director de la revolución.” (La Democracia, 09 de septiembre de 1891. La cursiva es nuestra)

La aseveración de que la afirmación de M. A. Molas era “desapasionada e imparcial” se debe a que este había sido encarcelado, por el propio Dr. Francia, gran parte de su vida. Este detalle le daba a su testimonio valor de verdad por sobre el de Somellera.

Báez no solo puso en duda la interpretación de Mitre sobre el accionar de Cabañas sino también la que realizó sobre el “verdadero director” de la revolución el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia:

“Pero Mitre, siempre inclinado a la injusticia cegada por su odio porteño, dice que el doctor Francia se apropió del doctor Moreno (…) como si el doctor Moreno hubiera sido un filósofo del siglo XVIII. Francia era un talento superior como Moreno: ambos bebieron en la misma fuente, la Enciclopedia, (…) No es pues extraño que Francia y Moreno estuvieran imbuidos de la filosofía revolucionaria”. (La Democracia, 10 de septiembre de 1891. La cursiva es nuestra)

Para contextualizar esta última crítica vale la pena citar de donde Mitre había obtenido los documentos y testimonios para escribir estos capítulos. Explicaba el general argentino en el Prefacio a la segunda edición de la Historia de Belgrano:

“Para confeccionar esta parte de mi narración he adoptado por base la Convención ajustada en 1811, que ha sido publicada ya, ilustrándola con muchos documentos inéditos. Los principales, los he tomado de los mismos papeles del general y de un legajo del Archivo que lleva por título: «Gobierno del Paraguay. diputados Belgrano y Echevarría, 1811 y 1812». En este último, se registran las instrucciones de los comisionados, su correspondencia con el Gobierno y con otras personas, así como las notas diplomáticas cambiadas entre ambos Gobiernos con motivo de los tratados. Además he tenido á la vista todos los papeles del Dr. don Vicente Anastasio Echevarría, que fue uno de los negociadores, y he recogido de su boca, los incidentes relativos al Dr. Francia que se leerán en el texto. Algunos antecedentes he tomado de una erudita Memoria del Dr. Somellera, refutando el Manifiesto que el Gobierno del Paraguay publicó en 1848 en el Pilar.” (Mitre, 1887, p. XXXII- XXXIII.)

Mitre se refiere al “Documento importante para la ilustración de algunas de las cuestiones de territorio entre la Confederación Argentina y el Paraguay”.

De modo general Báez desacreditaba los argumentos de Mitre explicando que este tenía un odio porteño hacia el Paraguay que le nublaba la interpretación de cómo sucedieron en verdad los hechos Además desacreditaba el testimonio de Somellera y las aseveraciones que hacía sobre el proceso revolucionario. En el balance de lo que fue la relación entre los porteños y los paraguayos, Báez sostenía:

“Lo que [los porteños] no habían podido conseguir por la fuerza pretendían lograrlo por la astucia. Pero, así como el ilustre general Cabañas le había vencido en los campos de batalla, el doctor Francia le iba a hacer sufrir una nueva derrota en el terreno de la diplomacia. Buenos Aires, sin aliarse con el Brasil (como en 1865) era impotente para luchar con el Paraguay.” (La Democracia, 10 de septiembre de 1891. La cursiva es nuestra)

El segundo autor analizado es Manuel Domínguez, quien sostenía que el episodio de la inoculación de las ideas de libertad solo había afectado a un militar, Fulgencio Yegros, que casualmente no participó en los sucesos revolucionarios en Asunción. Yegros “fue uno de los primeros en entusiasmarse por la idea de la independencia, cuando se hallaba en Itapúa, a las insinuaciones de Belgrano. Personalmente no pudo contribuir a la toma de los cuarteles porque se hallaba a 80 leguas de la capital y urgía a los revolucionarios adelantarse” (Domínguez, 1894, p. 07)

En el relato de Domínguez las insinuaciones de Belgrano fueron realizadas a un prócer que no participó de los hechos que provocan la independencia el 14 y 15 de mayo, de esta forma que le quita protagonismo a Belgrano y su consecuente influencia en la revolución. Pero este no será el único argumento utilizado por el autor. A diferencia de los planteos de Báez, Domínguez no se centra en las fuentes para desacreditar las aseveraciones de Mitre. Sostiene que Paraguay no necesita que nadie le inocule ideas de libertad porque éstas ya existían en el espíritu del pueblo mucho antes del contacto con el general porteño. Explicaba que “los autores argentinos en su generalidad atribuyen a Belgrano la gloria de haber inculcado la primera noción de nuestra independencia a los cabecillas paraguayos que la conquistaron. Así el Paraguay aparece cómo que debe su emancipación a la República Argentina.” (Domínguez, 1894, p. 10) Pero la verdad no era esta, y había un único historiador argentino imparcial que explicaba porque se habría producido la independencia paraguaya:

“Otro historiador argentino más imparcial ciertamente, se encarga de rectificar tal error que relega a la categoría de una leyenda «Las condiciones naturales del país, dice, tenían preparado ese resultado, (la obra de nuestra independencia) como una consecuencia forzosa del tiempo, de la oportunidad, y de los hombres mismos que contribuyeron a él. Abandonando a su propio declive, el Paraguay se habría de declarar independiente de todos en 1811, sin la expedición y sin las negociaciones de Belgrano» (Domínguez, 1894, p. 10)

El historiador imparcial era Vicente Fidel López (1815-1903), quien afirmaba en la primera edición de su obra de diez tomos Historia de la República Argentina su origen, su revolución y su desarrollo político, específicamente en el tomo III, en el capítulo IX “La expedición al Paraguay”, de 1883, que:

“Nosotros no podemos participar de la entusiasta leyenda con que se ha atribuido la revolución del Paraguay a las conferencias del general Belgrano con Cavañas y los hermanos Yegros. Los hombres, repetimos otra vez, no hacen milagros. Los que se pasman de admiración delante de los resultados que atribuyen a las negociaciones de Tacuary, prescinden de que las condiciones naturales del país y los del pueblo paraguayo tenían preparado ese resultado como una consecuencia forroza [forzosa] del tiempo, de la oportunidad, y de los hombres mismos que contribuyeron a él. Abandonando a su propio declive, el Paraguay se habría declarado independiente de todos en 1811, sin la expedición y sin las negociaciones del general Belgrano. Fue un error de la Junta adelantarse a los sucesos que eran fatales. (López; 1883, p. 366-364. La cursiva es del original)”

La “entusiasta leyenda” era la versión propuesta por su coterráneo B. Mitre, con quien había protagonizado una resonada polémica en 1881 (Devoto y Pagano, 2010). Se puede inferir entonces que la elección de Domínguez para desacreditar a Mitre no fue casual.

Siguiendo con el desarrollo del argumento del joven paraguayo, aclaraba que “las relaciones del caudillo argentino con Cabañas, los Yegros y otros pudieron tal vez precipitar un acontecimiento que por la fuerza natural de los hechos debía de suceder, pero de ningún modo fueron su causa generadora.” (Domínguez, 1894, p. 10) Domínguez creía en la ley natural de desarrollo de los pueblos, según la cual estos se independizan “naturalmente”, sus límites ya existen y están marcados por ríos, montañas y/o accidentes geográficos.

Se concentró en refutar la idea de que el general porteño había podido provocar la independencia y lo realiza de varias formas, la primera fue citando un historiador argentino “imparcial”, la segunda consistió en la preexistencia de Paraguay como nación antes de la propia independencia.

“Nuestros linderos como pueblo libre estaban delineados en el mapa como estaban trazados en la imaginación de los paraguayos, mucho antes de 1811. Los ríos caudalosos y las montañas que nos circundan indicaban ya el esbozo de nuestra nacionalidad como entidad geográfica cuando todavía dependíamos del Virreinato del Perú o del Rio de la Plata. Esos límites no podían ser borrados sin que se trastornarán las leyes á que obedece el desarrollo de los pueblos, en la íntima correlación que guarda su historia con su geografía.” (Domínguez, 1894, p. 10)

El proceso que permitió y provocó casi naturalmente la independencia paraguaya fue una sumatoria de aspectos geográficos e históricos articulados con las leyes del desarrollo de los pueblos y especialmente una “nacionalidad” preexistente a la propia independencia:

“Todos los elementos propios para constituir una nacionalidad, contenía el Paraguay á principios del siglo XIX. Nuestras costumbres, las semillas de la libertad que esparcieron los comuneros, la lengua predominante tal vez la influencia jesuítica determinando un modo de ser especial (por cierto bien triste), la sangre guaraní con la índole propia de la raza, trasfundida en las venas españolas aquí más que en cualquier otra parte, hasta nuestro clima y nuestra riente naturaleza, imprimieron al Paraguay un sello original que le distinguía profundamente las antiguas provincias del Río de la Plata y que debía contribuir a asegurar su autonomía. En este concepto estábamos en mejores condiciones que ninguna otra colonia americana para adoptar una bandera.” (Domínguez, 1894, p. 11)

Para Domínguez todos los elementos enumerados caracterizan y distinguen al Paraguay de otras regiones, y son los que conforman su nacionalidad, pieza fundamental para lograr la independencia.

Es interesante resaltar que estos mismos elementos son identificados por Mitre, pero, lo conducen a conclusiones distintas a las del paraguayo. La cita es larga, pero vale la pena presentarla porque permite identificar los puntos comunes que compartían los intelectuales del periodo sobre los elementos que caracterizaban la nacionalidad de un pueblo.

“El espíritu municipal, la fusión de las razas, y la influencia teocrática de las misiones jesuíticas, forman como se ha visto el gran nudo de la historia del Paraguay. Esta colonia, tan pacífica al tiempo de estallar la revolución que había vivido antes en perpetua agitación, sosteniendo sus fueros y franquicias en pugna con las tendencias invasoras del poder real y del espíritu teocrático; que había tenido sus comuneros y su Padilla decapitado en un cadalso, era a la sazón un pueblo sin vitalidad y sin energía moral. La sangre indígena había predominado al fin sobre la sangre europea, y la disciplina teocrática domado sus instintos de libertad. Las madres americanas, transmitiendo a sus descendientes su índole suave, su idioma y su temperamento, inocularon en sus venas la pereza. Esta acción, combinada con la influencia del clima tropical, había enervado la raza primitiva que conservaba empero algunos rasgos de su noble origen y su fecundo consorcio. Los dones espontáneos de la naturaleza, derramados en toda la extensión de aquel suelo privilegiado, despojando al trabajo de sus enérgicos estímulos, acabaron por entregar aquella población indolente y mediterránea a la avaricia rapaz de los explotadores de la madre patria. (Mitre, 1887, p. 360-361. La cursiva es nuestra)

Domínguez no nombra a Mitre explícitamente, pero se dedica a desacreditar la “entusiasta leyenda” escrita por el general argentino.

Por su parte Manuel Gondra consideraba como Domínguez que Belgrano no inoculó ninguna idea pues ésta ya existía desde los tiempos de la revolución comunera:

“En presencia de todo lo expuesto, puede darse por indiscutible que el espíritu revolucionario fermentaba ya en Paraguay, antes de la invasión de Belgrano. Este no sembró aquí la semilla de la independencia aun cuando no se pueda negar que imbuyó en las ideas revolucionaras a la clase militar del país, cuyos jefes principales eran eminentemente realistas.” (Gondra, 1894, p. 75)

Gondra coincidía también con Báez en que el contacto con Belgrano había provocado que los militares abandonen el apoyo a la Corona. Resaltamos también el verbo elegido por Gondra para describir la influencia belgraniana “imbuir” en vez de “inocular” que fue el término utilizado por Somellera y Mitre. Ambos verbos pueden considerarse sinónimos, pero inocular tiene una definición con connotación negativa. Según la Real Academia Española, inocular se define como “pervertir, contaminar a alguien con mal ejemplo o falsa doctrina” e imbuir remite, según el mismo organismo, a “infundir y persuadir” consideramos que la cuidadosa elección de los verbos no fue casual. La misma elección había sido realizada por Domínguez.

A diferencia de los dos autores anteriores Gondra no se explaya mucho. Expone su versión de cómo sucedieron los hechos y quienes fueron sus protagonistas.

“Conforme resulta del estudio crítico de las obras que consultamos, por no repetirnos luego de aquellos (…) dejamos para entonces demostrar que la resistencia hecha a Belgrano fue de carácter eminentemente realista; que ella sin embargo dio al Paraguay la conciencia de sus propias fuerzas; despojó a Velasco del prestigio que gozaba, dándole en cambio a varios jefes nacionales; que fue ocasión para que algunos de éstos adquiriesen ideas revolucionarias; que Cabañas no tomó parte principal y acaso ni secundaria en el movimiento emancipador, finalmente que quienes merecen el título de próceres de la independencia paraguaya son D. Pedro Juan Caballero y D. Fulgencio Yegros, no olvidando tampoco señalar la parte que en la revolución cupo al pueblo, porque hoy la historia no puede escribirse sin tener en cuenta ese factor importantísimo, no siendo posible explicarse por la vida de unos cuantos hombres, la vida de toda una nación, razón por la cual ha pasado ya la época de historiadores biográficos.” (Gondra, 1894, p. 84-85. La cursiva es nuestra)

La revolución se produjo por una sumatoria de causas, en las que el contacto con Belgrano es un detalle que se desdibuja en una complejidad mayor. Hemos dicho al inicio del artículo que los autores analizados no comparten un criterio sobre quienes deberían ser los próceres de la independencia y esto queda claro en la declaración de Gondra si se compara con lo que proponen Báez y Domínguez. No obstante, resaltamos un nuevo protagonista de la revolución de la independencia: el pueblo paraguayo, quien custodiaba el “espíritu revolucionario” que fermentaba en Paraguay antes de la llegada de Belgrano.

Al darle visibilidad y protagonismo al “pueblo paraguayo” Gondra tomaba distancia de la propuesta mitrista de historiar una nación determinada a través del accionar de algunos hombres. Esta percepción también era compartida por Vicente F. López y por el peruano Manuel Pardo. Incluso el propio Mitre refiere a esta problemática en el Prólogo de la cuarta edición de 1886 “es la crítica que nosotros mismos hemos formulado al explicar cómo y por qué hemos encerrado la historia de una época en la de un hombre «¿Cómo es, dice él, que el autor ha pretendido meter tan grande revolución en molde tan estrecho»” (Mitre, 1887, p. LVII)

Para Gondra el accionar de Belgrano no fue determinante porque la semilla de la revolución ya había sido plantada mucho tiempo antes y fue más bien todo el movimiento de organización que provocó la expedición lo que ayudo a que la revolución se concretará. Es el primero de los autores analizado que objeta la perspectiva mitrista de hacer historia y no solo el contenido de su relato.

Como se ha señalado en páginas anteriores Blas Garay es el único de los cuatro autores analizados que había escrito un libro sobre la temática de la independencia, en este sentido sus argumentos sobre ciertas afirmaciones de Mitre son más extensos que los de sus colegas. Sobre el encuentro de Belgrano con los militares paraguayos explicaba:

“Belgrano optó por volverse atrás y haciendo replegar al cerrito a sus soldados, envió a su intendente Echeverría a solicitar una capitulación, prometiendo repasar inmediatamente al Paraná con su ejército y no volver a molestar a esta Provincia. Consultó Cabañas el caso con Velasco, que le autorizó a otorgársele, como lo hizo, imponiéndole la cláusula de que al día siguiente se pusiera en marcha; entraron así en relación los oficiales paraguayos y argentinos, y éstos aprovecharon la oportunidad para inclinar el ánimo de aquellos en el sentido de una revolución, que privase de todo poder al gobernador, semilla que fue a unirse a la ya estaba germinando en el Paraguay.” (Garay, 1897, p. 95, la cursiva es nuestra)

No hay referencia a ninguna inoculación y si a una “inclinación de ánimos”, y al igual que Gondra, refiere a la semilla de la independencia que ya estaba germinando:

“Por eso fue tan fecunda en resultado la acción de Paraguarí, no estaban todavía extirpadas las profundas raíces que echaron en la conciencia del pueblo las doctrinas y la revolución de los comuneros; aún recordaba el Paraguay los gloriosos días de su historia y aquellas liberales instituciones, que le fueron arrebatadas en castigo de la novedad y la audacia de sus concepciones políticas; el sentimiento de la independencia renacía con mayores bríos en el corazón de los patriotas, y la victoria de Cerro Porteño exaltó esas ideas, dando a la provincia la medida de sus fuerzas, enalteciéndola a sus propios ojos, con la convicción de que podía realizar sus aspiraciones y sustentarlas con el vigor de sus armas.” (Garay, 1897, p. 86-87, la cursiva es nuestra)

La expedición de Belgrano despertó el sentimiento de independencia que ya existía. Este tenía causa y origen en el siglo anterior. Al igual que sus contemporáneos, Gondra y Domínguez, sostenía que la idea de independencia era anterior a la expedición belgraniana, restándole de esta forma relevancia a ésta. Mas adelante enumeraba cinco hechos ocurridos en 1810 que demostraban su afirmación.

Atestiguan la historia que las ideas revolucionarias tenían ya abierto camino, y constituían materia de desazones para el gobierno, mucho antes que Belgrano se comunicará con los oficiales paraguayos. No se había dado ninguna batalla contra los agresores cuando ya opinaban y sostenía el dr. Francia en la Asamblea del 24 de julio de 1810 «que había caducado el gobierno español»; cuando eran deportados a Borbón algunos patriotas que deseaban implantar en el Paraguay el mismo sistema por que se regía Buenos Aires; cuando caía preso Grance porque predicaba la alianza con los porteños, que vienen a rendirnos «del cautiverio y opresión en que nos tienen los europeos»; cuando el R. P. Fr. Fernando Caballero, hombre recto y sabio, tío de Francia, llegado recientemente de la capital del Virreinato, no ocultaba su entusiasmo por la bondad del nuevo régimen y fomentaba las nacientes aspiraciones de los patriotas; cuando en la Villa Real de la Concepción de María el P. Sarmiento y el Dr. Báez propagaban que la Junta de Buenos Aires tenía el sublime propósito de «libertad de la esclavitud a los americanos». (Garay, 1897, p. 118-119)

Los cincos hechos enumerados se sumaban a las ideas que venían del siglo anterior. Por todo lo antedicho Garay se preguntaba:

¿Es justo conceder sólo al general porteño el honor de haber preparado con su predica los espíritus de los patriotas para aquella grande obra? No, por cierto, la historia imparcial sabrá dar a aquellos hechos toda la grande importancia que tienen, como precursores de la revolución, y restringir la influencia de la propaganda de Belgrano a los estrechos límites que la corresponden en justicia. (Garay, 1897, p. 119)

Para Garay será la “historia imparcial”, entendida como un ente autónomo, la herramienta fundamental para desvelar la verdad de cómo sucedieron los hechos. En este caso la verdad histórica ya fue expresada por un “historiador imparcial” argentino que no era Mitre. (Gómez, 2016) Este historiador sí hace justicia con los “verdaderos” héroes de la independencia paraguaya.

Ya lo ha dicho además un eminente historiador argentino, el Dr. D. Vicente F. López, apreciando con imparcialidad rarísima en sus compatriotas la situación y espíritu de nuestro país en aquella época: “Nosotros no podemos participar de la entusiasta leyenda con que se ha atribuido la revolución del Paraguay a las conferencias del general Belgrano con Cabañas y los hermanos Yegros. Los hombres, repetimos otra vez, no hacen milagros, (…). Abandonado a su propio declive, el Paraguay se habría declarado independiente de todos en 1811, sin la expedición, y sin las negociaciones del general Belgrano.” (Garay, 1897, p. 119-120)

La “imparcialidad” característica que, según Garay y Domínguez, no es común en los historiadores argentinos, aparece como el diferencial sustantivo de V. F. López, porque pudo mostrar cómo fueron los sucesos, indicando las sutilezas y los “grises” de los hechos acaecidos. En este sentido Garay era partidario de mostrar que el encuentro con Belgrano había avivado o despertado algo que existía en los espíritus de los paraguayos, pero claramente no era la única causa. Así la idea de imparcialidad consistía en poder mostrar que la influencia se produjo, pero fue limitada y que no determinó la independencia paraguaya.

Además de apoyarse en la existencia de la semilla de la independencia y en las aseveraciones de V. F. López. Garay, al igual que Báez en 1891, desacreditó al testigo presencial del cual se valió Mitre para sostener la inoculación de las ideas a los militares paraguayos.

“Del infundado acatamiento que a Somellera se tributa, sus aseveraciones no pueden ni deben tener valor excepcional, y mucho menos deben tenerle cuando rendido en honor y alabanza propias haya motivo para que influyera en ellos la vanidad, que en varios pasajes de los escritos en que voy a ocuparme revela. Es necesario discutirlos, hacerlos pasar por este crisol, para ver hasta dónde y en qué grado son dignos de crédito. (…) debe confesarse que la vida pública de Somellera ofrece hechos (…) bien distantes de ser honrosas. El jactarse como se jacta él, aunque falsamente, según creo, de haber traicionado la confianza de Velasco y servidose de ello para preparar su caída, no es una recomendación que le enaltezca ni mucho ni poco. La traición es siempre abominable, por santa que sea la causa que con ella se quiere favorecer”. (Garay, 1897, p. 195)

Hemos citado en páginas anteriores que Somellera se autoasignaba la dirección de la revolución de la independencia de Paraguay. Garay al igual que Báez sostenían que el director había sido el doctor Francia. Por esto Garay dedica el “Apéndice A” de su obra, de veinte páginas, para desacreditar las diversas afirmaciones que hizo el porteño a lo largo de su vida sobre Paraguay. En este contexto Garay criticaba también a los autores que reproducen la versión de Somellera de los hechos donde se debe incluir a Mitre, concordando una vez más con las afirmaciones de Báez de 1891.

“Bastaron, sin embargo, sus afirmaciones, bien que rotundas, completamente desprovistas de pruebas y no muy favorecidas de la verosimilitud, para que las prohijasen la mayoría de los que sobre este acontecimiento escribieron, sin hacerse cargo de que, aun en el supuesto de haberse Somellera acreditado de imparcial y verídico, no debía creérsele ciegamente, cuando lo que decía redundaba en su alabanza, máxime considerando que no era a ella poco inclinado, tal vez para resarcirse de la que los extraños escatimaban. Pero adviértase que de todos los escritores que han adoptado esta opinión, los que no citan a Somellera revelan en la absoluta y casi textual conformidad de las narraciones que en él se informaron, y que no hay uno solo anterior a la publicación del opúsculo que diga lo mismo, dato denunciador de cómo únicamente la ignorancia o la credulidad excesiva y mal empleada ha podido dar tan grande difusión a la fábula.” (Garay, 1897, p. 186. La cursiva es nuestra)

La afirmación final va dirigida a Mitre y a otros -Brozard, Arcos, Peña, Zinny, Terán, Decoud-.

Hemos dicho que Garay refiere al espíritu de la independencia, preexistente a ésta y será el accionar de la Junta a través de la expedición de Belgrano, a su entender, el que propicie la germinación del espíritu. Pero no fue solo la expedición en si sino los términos en qué fue concebida. Esta era una forma de conquista y sometimiento “lo mismo la Junta que Belgrano y los escritores argentinos que de esta expedición se ocuparon, han intentado siempre negar su objeto verdadero, que no era otro que la conquista de la Provincia.” (Garay, 1897, p. 49-50) Para demostrar los “verdaderos” intereses de Belgrano, Garay cita una serie de cartas del general argentino. Todas las cartas son citadas directamente de la obra de Mitre.

“Desde que atravesé el Tebicuary no se me ha presentado ni un paraguayo, ni menos los he hallado en sus casas; esto, unido al ningún movimiento hecho hasta ahora a nuestro favor, y antes por el contrario, presentarse en tanto número para oponérsenos, le obliga al ejército de mi mando a decir que su título no debe ser de auxiliador, sino de conquistar del Paraguay.” -Mitre-

“V. E. se convencerá, en vistas de cuanto le he referido, que es de precisión decretar la conquista del Paraguay, para S. M. el señor D. Fernando VII no lo pierda.” -Mitre-

“Quiera Dios que sea feliz, para que pueda venir con todos y entrar a la conquista de los salvajes paraguayos, que solo se pueden convencer a fuerza de balas.” (Garay, 1897, p. 52. Las cursivas son del original)

La discusión sobre los intereses “reales” de la expedición han sido realizados por los propios protagonistas en 1810 y posteriormente por quienes la historiaron en distintas periodos históricos y circunstancias. (Telesca, 2020) En las citas elegidas por Garay hay una intención clara de no dar espacio a dudas que lo que se quería era conquistar al Paraguay. Y pese a que en esta ocasión las frases citadas no son de Mitre, la intención reconocida en Belgrano se condice con las descripciones realizadas por Mitre en las que Paraguay era presentado como un país “atrasado y falta de moral”.

Es importante resaltar que tanto en el caso de Garay como en el de Gondra el dialogo con Mitre no estaba sostenida únicamente en la crítica, también utilizaron su obra como fuente de referencia y de autoridad, como queda expresado en las últimas frases citadas de Garay. Así mismo ambos autores escribían historia siguiendo el modelo mitrista, en el que todas las afirmaciones realizadas por el historiador tienen una fuente de respaldo.

Hemos visto que Garay fue mucho más exhaustivo en las críticas a Mitre que sus colegas, esto se debe a que las hizo en el marco de un libro específico sobre la temática, que contaba con la ventaja temporal de haberla realizado posteriormente a sus contemporáneos y por el método que utilizó para realizarlas, analizando exhaustivamente las fuentes utilizadas tanto las consideradas como de autoridad como las memorias de los testigos presenciales de los hechos. En este sentido el diálogo con el argentino fue mucho más complejo.

Reflexiones finales

En las páginas anteriores hemos mostrado en qué términos se produjo el diálogo de los autores paraguayos Cecilio Báez -1891-, Manuel Domínguez -1894-, Manuel Gondra -1894- y Blas Garay -1897- con la obra de Bartolomé Mitre “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina” a lo largo de la década de 1890.

Consideramos que el dialogo iniciado por los paraguayos se basó en la necesidad de esclarecer una serie de afirmaciones realizadas por el general argentino sobre la independencia nacional y específicamente sobre la expedición de Manuel Belgrano al Paraguay ocurrida entre 1810 y 1811. La necesidad del dialogo se produjo también por lo que representaba la obra de Mitre a nivel regional e internacional como por las peculiaridades de la producción historiográfica paraguaya sobre la temática y, por último, pero no menos importante, por el papel que desempeñó Mitre durante la Guerra de la Triple Alianza entre 1864 y 1870.

Los autores analizados utilizaron diversas estrategias para desacreditar los argumentos mitristas sobre la inoculación de las ideas de libertad del general Belgrano a los militares paraguayos quienes posteriormente, según el relato, declararon la independencia del Paraguay por influencia del general porteño.

Báez, Domínguez, Gondra y Garay demostraron con argumentos diversos que la inoculación como tal no se produjo, hubo un contacto que “pudo haber precipitado” algo que se produciría de igual forma: la independencia. Domínguez aseguraba que esta produciría de forma natural por las características históricas y geográficas del Paraguay y porque las semillas de la libertad estaban germinando desde 1810. Los cuatro autores consideraban que las semillas de libertad y autonomía existían en el espíritu del pueblo paraguayo desde la revolución de los comuneros en el siglo XVIII y que el contacto con Belgrano sirvió para despertarla y ayudarla a germinar. Además de demostrar este proceso “natural” de independencia que sufrió Paraguay, Báez y Garay, especialmente, se abocaron a desestimar la fuente utilizada por Mitre para justificar sus aseveraciones. Garay, porque su texto así se lo permitía, fue quien desarrolló pormenorizadamente el argumento de porqué no se debía creer en las afirmaciones del testigo presencial, el porteño Pedro Somellera, quien afirmaba que la inoculación se había producido.

Los cuatro autores analizados no fueron los primeros paraguayos que había dialogado con la obra de Mitre, pero consideramos que el momento histórico en que se produjo, década de 1890, se debió a la necesidad que tuvieron los hombres de letras de demostrar que Paraguay era una nación con ideas de libertad e independencia desde sus primordios y que no necesitaba de ningún general argentino – ni Belgrano, ni Mitre- para ser independiente y soberana.

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