Reseñas
Reseña del libro de Finocchio y González: La Historia en la escuela. Transformaciones de la enseñanza en el nivel secundario
Clio & Asociados. La historia enseñada
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 2362-3063
Periodicidad: Semestral
núm. 38, e0040, 2024
![]() | Finocchio Silvia, González María Paula. Biblos. 2023. Argentina. Biblos. 263 pp.. 978-987-814-207-4 |
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A principios de 1993 Silvia Finocchio publicó Enseñar Ciencias Sociales, libro donde se estudiaba cómo eran las clases de esas materias (sobre todo las de la historia) en las escuelas secundarias de aquel entonces y cómo sería conveniente modificarlas. Esto, en sí mismo, no era una gran novedad. Varias obras tratando ese tema se habían presentado en los años previos porque la retirada de los militares del gobierno había abierto las puertas a la búsqueda de cambios en las aulas y aparecieron entonces trabajos referidos a cómo la escuela debería ocuparse del pasado. La diferencia del texto de Finocchio con los anteriores es que ya no era sólo la propuesta de docentes interesados por mejorar la enseñanza de su materia sino que su trabajo se presentaba en el prólogo por la directora del Área Educación y Sociedad de FLACSO, Cecilia Braslavsky, como el resultado de un trabajo en equipo y de investigaciones sobre textos y prácticas docentes realizados en el área bajo su dirección. Además, Braslavsky mencionaba el apoyo de la Fundación Antorchas, las investigaciones realizadas con financiamiento del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID) y el respaldo del Servicio de Intercambio Académico Alemán y el Georg Eckert Institut. Esta declaración de la Profesora Braslavsky señalaba el inicio de un programa que contaba con los fondos y las relaciones internacionales para desarrollar sistemáticamente investigaciones sobre estos temas, algo que no ocurría por entonces en el ámbito de las universidades públicas, todavía en pleno proceso de normalización a partir del final de la dictadura. Desde mi punto de vista, con este libro se inauguró un proyecto de largo plazo y, sobre todo, fue el punto de partida de la investigación en enseñanza de la historia que Joaquín Prats distingue de la etapa anterior que lograba, según su análisis, lo que cataloga como “conocimientos pedagógicos”, unos saberes distintos de los que proporciona la investigación pero también valiosos porque tuvieron la virtud de definir y plantear muchos de los problemas que preocuparían luego a los investigadores de la nueva etapa.
La aparición de La Historia en la Escuela, treinta años del después de Enseñar Ciencias Sociales, libro al que considero su antecedente, nos muestra cómo se ha desarrollado la investigación en estos temas y también cómo se fue fortaleciendo un nuevo punto de vista sobre los problemas de la didáctica. Tradicionalmente los problemas de la enseñanza de las distintas materias quedaban en la órbita de las didácticas especiales que procuraban simplemente adaptar el modelo de la didáctica general a cada una de las disciplinas escolares, lo que era sobre todo un problema de las ciencias de la educación. Pero actualmente el criterio que predomina es el que las define como didácticas específicas, un concepto por el que se entiende, en cambio, que cada una de las disciplinas tiene una lógica y características singulares cuyo aprendizaje no depende de un modelo general para transmitir ese conocimiento. Los problemas de la enseñanza son considerados en este caso como dificultades propias de la misma ciencia que se pretende enseñar. En nuestro caso, desde las particularidades de la Historia como una disciplina que constituye una forma de conocimiento específico y, por lo tanto, para pensar en su comprensión resulta necesario partir del conocimiento histórico. En otras palabras, como sostiene Jörn Rüsen, el tema de la enseñanza de la historia es parte integrante de la misma disciplina histórica. Cuando vemos la estructura de los capítulos de este libro y la trayectoria de sus autores resulta innegable la vigencia de este enfoque en sus páginas.
Por otra parte, La Historia en la Escuela muestra otra diferencia con la obra publicada en 1993. Si en Enseñar Ciencias Sociales se reseñaban algunas escasas investigaciones de la época, en este caso la situación es necesariamente distinta. Ya no se trata de un puñado de indagaciones como en aquella primera experiencia sino que doce investigadores, básicamente de dos cátedras de universidades nacionales (UBA y UNGS, aunque no exclusivamente) realizan una pormenorizado análisis de cómo han cambiado las clases de historia en las escuelas secundarias desde 1983 hasta hoy. Por otra parte, en la bibliografía de los distintos capítulos se observa el profuso material argentino y extranjero de un campo de estudios que en el 93 era apenas incipiente y que en estas tres décadas se ha desarrollado y fortalecido. En La Historia en la Escuela se analizan tanto los contenidos enfatizados por el proceso de reformas (como la historia latinoamericana o el primer peronismo) como lo que ha ocurrido con aquellos conocimientos que eran el centro de los contenidos curriculares tradicionales (la historia argentina del siglo XIX o la historia medieval y moderna), así como también de otros temas considerados vacantes en la enseñanza y más débiles en la historiografía (la represión política entre 1955 y 1976). Curiosamente no se analiza el pasado más reciente que ha sido una preocupación de algunos de los autores en otros trabajos. Los capítulos calificados como transversales se ocupan de las actividades escolares, la incorporación de herramientas digitales en la enseñanza y los criterios para evaluar los conocimientos. Como se ve, se intenta una radiografía exhaustiva de la enseñanza de la historia en los últimos cuarenta años.
La preocupación principal de este libro ya no es cómo debería cambiar la historia enseñada sino cómo ha sido ese cambio, cuáles son sus características y cómo debería continuarse en el tiempo. Como se plantea en la presentación inicial del volumen, el análisis que los autores proponen está necesariamente abierto a la participación y la discusión, como no podía ser de otra manera. Algunas de las afirmaciones realizadas en estas páginas merecerían ser profundizadas como la afirmación de que se advierte un resquebrajamiento de lo que Raimundo Cuesta dio en llamar “código disciplinar” (o sea de las tradiciones y las rutinas que la escuela desarrolla y consagra como lícitas para enseñar la materia), o que la metodología de enseñanza ha cambiado (lo que se puede comprobar en los papeles pero sería conveniente verificar cuánto de esos cambios llegó efectivamente a las aulas), o en qué medida los “nuevos sujetos históricos” (los sectores populares, las mujeres, los niños, los jóvenes, etc.) que se promueven en los documentos oficiales están presentes efectivamente en la historia escolar.
En definitiva, lo que pretendo señalar con estas observaciones es algo que se trata de una virtud adicional de este trabajo. Los buenos libros -los libros como este- son los que nos hacen pensar y discutir con ellos y esto es algo que resulta también del volumen que estamos reseñando. Por todos estos motivos pienso que La Historia en la Escuela será bien recibido e incorporado a las bibliografías de todos aquellos a los que nos interesan estos temas.