Artículos

Sobre la globalidad del imperio romano

About the globality of the Roman empire

Agustín Moreno
Universidad Nacional de Córdoba, Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad CIECS (CONICET-UNC), Argentina

Auster

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 1514-0121

ISSN-e: 2346-8890

Periodicidad: Anual

núm. 29, e093, 2024

auster@fahce.unlp.edu.ar

Recepción: 08 Noviembre 2023

Aprobación: 20 Septiembre 2024

Publicación: 01 Noviembre 2024



DOI: https://doi.org/10.24215/23468890e093

Resumen: El artículo pretende revisar la petición de principio que conlleva la propuesta británica de emplear el concepto de globalización como alternativa al paradigma de romanización: la idea de considerar al imperio romano como un imperio global. Para ello, se tendrá en cuenta el debate específico en que los autores de la propuesta se sitúan.

Palabras clave: Romanización, Globalización, Historiografía.

Abstract: In this paper, I pretend to review the petitio principii that entails the Anglo-Saxon suggestion to use the globalization concept as an alternative to romanization paradigm, i.e. to consider the Roman empire as a global empire. To that end, I will consider the specific debate in which the authors place their proposal.

Keywords: Romanisation, Globalisation, Historiography.

Introducción

La idea de considerar las teorías de la globalización para estudiar el mundo romano surgió a comienzos de la década del 2000 y ha ido ganando seguidores a lo largo de esa década y la siguiente.1 Quizá, los dos libros más relevantes de la primera década sean Globalizing Roman Culture: Unity, Diversity and Empire, controvertido volumen escrito por Richard Hingley que vio la luz en 2005, y Orbe romano e imperio global. La romanización desde Augusto a Caracalla, publicado por el profesor chileno Alejandro Bancalari Molina en 2007. El primero resultó controvertido, porque muchos de sus lectores vieron allí, con complacencia o disgusto, una defensa de la propuesta, algo que el propio autor negó posteriormente.2 El segundo, lamentablemente, parece haber pasado inadvertido en el ámbito académico británico, ámbito en el que se han dado cita la gran mayoría de los especialistas interesados por promover esta alternativa conceptual.

Esto último se pone de manifiesto en Globalisation and the Roman World. World History, Connectivity and Material Culture, obra editada por Martin Pitts y Miguel John Versluys, a la que presentan como “[…] la primera exploración extensiva de la aplicación de la teoría de la globalización al mundo romano […]”.3 Los autores del volumen, posiblemente el más importante de la segunda década de este siglo, encaran el tema siendo conscientes de los cuestionamientos que ha recibido la propuesta de aquellos que lo ven como un anacronismo, pero consideran necesaria la exploración, porque advierten que conceptos relacionados con el de globalización ya vienen siendo estudiados en el marco del mundo romano y porque la idea de un imperio romano globalizado ya es de uso común en obras de divulgación y por fuera de la academia. En ese sentido, una reflexión más honda de lo conceptual, revisando distintos aportes sobre globalización, seguida de estudios específicos de distintos temas del mundo romano podría ayudar a evidenciar las potencialidades y límites de la apuesta.

Ahora bien, aunque un repaso de la bibliografía nos permite notar que la propuesta de considerar globalización como alternativa teórica o conceptual se da en diferentes ámbitos académicos, pienso que, en los casos del primer y del tercer ejemplos citados arriba, hay un recorrido particular dentro del debate sobre romanización desde los años 90 del siglo pasado, que, por falta de una mejor etiqueta, denominaré deriva británica. Con este nombre aludo a los investigadores que participan de este debate en el ámbito académico anglosajón, aunque no sean todos estos autores propiamente de origen británico.4 Algunos aspectos que los hace un grupo reconocible son: partir en su cuestionamiento de la idea de romanización, principalmente, de la de Francis Haverfield (1915), criticar tanto aspectos que identifican implícitos en el concepto como el propio uso del término, poner especial atención en las fuentes de cultura material, poner énfasis en la dimensión cultural, mantener un diálogo nutrido con las ciencias sociales para generar alternativas teórico-conceptuales al criticado paradigma de la romanización y la marcada presencia implícita o explícita en sus reflexiones del pasado romano de los cambios y discusiones que se producen en la sociedad británica contemporánea.5 Algunos agregarían, en el caso de autores de origen británico, la falta de consideración de estos a literatura escrita en otro idioma.6 Este es el grupo que tendré en mente a continuación, si bien algunas observaciones quizá sirvan también para discutir con los demás planteos globalizadores.

Volviendo al último libro mencionado, el capítulo escrito por los editores sitúa el volumen precisamente en el debate que tiene lugar en la academia británica.7 En ese sentido, globalización se presenta como una alternativa a ese paradigma de romanización que se ha venido cuestionando desde la década de 1990 por sus matices colonialistas e imperialistas, que reproduce el sesgo de las elites romanas, que coloca a Roma como el principal agente generador de los cambios culturales, que concibe los mismos de arriba hacia abajo y entendidos a partir de una emulación de los de arriba por los de abajo en las sociedades provinciales. De este modo, aunque en ciertos pasajes del capítulo, globalización se pueda mencionar como otro nombre para romanización, notamos, tanto allí como en otros capítulos del libro –o en artículos publicados en otros lugares por los mismos autores– que los aspectos que conlleva cada concepto pretenden iluminar cuestiones diferentes de ese pasado romano.8 Un tema notorio para el caso de la primera es el marcado interés por el análisis de la cultura material, fuentes que han sido objeto de intenso estudio desde la reacción promovida por las propuestas poscoloniales contra romanización. De todos modos, los defensores del planteo globalizador, al mismo tiempo que siguen la senda de este debate, pretenden superar también planteos poscoloniales,9 lo que, quizá paradójicamente, los acercan en algunos puntos a ideas que se habían criticado al paradigma de la romanización anteriormente en el debate.10

Un riesgo que se advierte en el libro y, más generalmente, en trabajos que contribuyen al debate que se está llevando a cabo al interior de la deriva británica es el destacado lugar que se dedica en ellos a la discusión teórica y conceptual, que termina por relegar, en algunos casos, las fuentes a un llamativo segundo plano. En ese sentido, es posible pensar que la advertencia de Ian Hodder, en la primera de las Theoretical Roman Archaeology Conference, allá por el año 1991, cuando el debate recién daba sus primeros pasos, sobre que la reflexión teórica no debía apartarse de las fuentes ha caído en saco roto.11 De este modo, uno se pregunta si no se puede terminar por caer en una sobreinterpretación de las fuentes. Ante esto, tal vez sea oportuno recordar los cuestionamientos que algunos especialistas han hecho ante el empleo de modelos teóricos abstractos.12 En el caso concreto de la propuesta globalizadora, esta observación es oportuna por la fragilidad de los datos que ofrecen los registros fontales para reconocer las dinámicas que se pretenden examinar.13

Otros dos problemas podemos derivar de esas discusiones teóricas en este libro que pueden quitar fuerza a la propuesta. Por un lado, la revisión que hacen los editores en el primer capítulo de diferentes definiciones que teóricos de la globalización han propuesto a fin de plantear la pertinencia de su uso para el caso del mundo romano, puede tomarse también desde otro punto de vista como una banalización del concepto, que, para volverlo operativo para el estudio de distintos contextos históricos, despejan de su definición aspectos específicos que lo hacían conveniente para el análisis de un fenómeno específico concreto. Por otro lado, aunque dejemos de lado esto, en el volumen coexisten diferentes maneras de entender la globalización, que dependen de la perspectiva del autor que suscribe cada capítulo. Esto último también ha sido señalado como una falencia por algunos lectores.14

Los inconvenientes que mencionamos ponen en duda la promoción de una alternativa teórica, que, incluso, algunos críticos han denunciado que no propone muchas novedades15 y que, como indicamos, puede llevar a falsear nuestra mirada de la Antigüedad romana a través del empleo de un concepto que induce a interpretar los vestigios de cultura material a partir de dinámicas modernas con la pretensión de promover, entre otras cosas,16 nuevas formas de entender los cambios culturales en las sociedades provinciales. Aquí se advierte, por un lado, el deseo de plantear una vía diferente al romanocentrismo cultural que las fuentes de la elite romana proponen y que, desde hace varios años, es considerado como un sesgo propio de ese reducido grupo y, por otro lado, superar análisis arqueológicos precedentes que se circunscriben a áreas específicas dentro del imperio, a los que etiquetan como container thinking. Para superar ello es que se promueve el concepto de globalización.

Todos los puntos que hemos ido trayendo a colación en estas páginas han sido objeto de reflexiones por los autores del volumen y de sus lectores a fin de precisar si es posible matizar o reformular algún aspecto del concepto moderno de globalización para verificar la potencialidad del mismo en la investigación del mundo romano. Sin embargo, hay uno que no parece haber recibido suficiente atención y que constituye en sí mismo una petición de principio en el planteo. Me refiero a la posibilidad de emplear el concepto de globalización para tratar una escala subglobal. Este punto parece expresa o tácitamente aceptado por la mayoría de los investigadores que discuten sobre esta alternativa. Pienso que detenernos en este punto, considerando cuestiones del debate en el que la propia propuesta se enmarca, puede ser útil para detectar otros equívocos o sesgos.

¿Un imperio romano global?

Es una obviedad afirmar que el imperio romano no fue físicamente global. Por ello, para defender la posibilidad de emplear el concepto en una escala subglobal, los editores del volumen deciden dar un rodeo que les permita justificar su aproximación. Así, leemos “[…] el área vista como gobernada o influenciada por Roma era considerada como el orbis terrarum. Usar una perspectiva de globalización para estudiar una sociedad que define su territorio como imperium sine fine y oikumene ciertamente tiene sentido desde su perspectiva.” (Pitts y Versluys, 2016b, p. 18). El tema parece ir de suyo para estos autores y no es problematizado. Por ejemplo, cuando afirman que es la sociedad la que ha definido ese espacio de tal forma, realmente debemos entender que fue ella en su totalidad la que generó esa definición. Una lectura, por ejemplo, del libro Space, Geography, and Politics in Early Roman Empire de Claude Nicolet nos evidencia una realidad diferente.17 Allí, podemos ver que esa imagen es parte de una propaganda política que retoma elementos helenísticos y que refleja la forma de darle sentido al mundo por parte de una cultura. Esa visión que se construye en el centro político es generada por una elite y se actualiza en el marco de nuevas ideas que una elite posterior defiende. Volveremos sobre este punto más adelante. Lo que me interesa subrayar aquí es que mientras, por un lado, el sesgo de elite de nuestras fuentes literarias latinas es criticado entre los investigadores de esta deriva británica para reflexionar, por ejemplo, sobre el cambio cultural en las provincias del imperio romano, por otro lado, se toma una visión del mundo modelada por ellos, o por un grupo más restringido, para definir una manera de concebir el espacio objeto de estudio.

El caso de India que mencionan a continuación Pitts y Versluys también reproduce ese sesgo de partida en el análisis. Sobre ella, leemos: “La percepción romana de India –como estando en las orillas del mundo– es un buen ejemplo aquí. Aunque India no era romana en un sentido político y los romanos no eran conscientes de su extensión y geografía en detalle, esta formaba parte de su ‘mundo’ en un sentido mental.”18 Una vez más, notamos que esta mirada solo tiene sentido si aceptamos que lo que está en el centro es Roma. En este caso, incluso la percepción generada en ese centro es empleada para tratar zonas que están fuera del control político. Me pregunto si esto no es un hándicap para una aproximación que se pretende globalizadora. En este sentido, no deja de ser interesante notar que esa concepción romana que se atribuye a toda la sociedad no es la única que circulaba, por ejemplo, en época de Augusto, como podemos ver en la Geografía de Estrabón o en una idea de Trogo Pompeyo que Justino nos comparte en la obra que crea a partir de la Historia Filípica de aquel.19

Finalmente, la evidencia más significativa de la existencia de una consciencia global en el mundo romano para Pitts y Versluys proviene de dos pasajes de sendos autores clásicos, Polibio, político e historiador griego del siglo II a.C., y Elio Aristides, orador griego del s. II d.C. Del primero, se cita lo siguiente:

En las épocas anteriores a ésta los acontecimientos del mundo estaban como dispersos, porque cada una de las empresas estaba separada en la iniciativa de conquista, en los resultados que de ellas nacían y en otras circunstancias, así como en su localización. Pero a partir de esta época la historia se convierte en algo orgánico, los hechos de Italia y los de África se entrelazan con los de Asia y con los de Grecia, y todos comienzan a referirse a un único fin. (Pol. I.3.3-4, traducción de Balasch Recort).

Del segundo, se toma este pasaje:

Ahora no hay necesidad de componer una descripción de la tierra, ni de enumerar las leyes que cada pueblo utiliza. Vosotros os habéis convertido en los geógrafos comunes para todos al haber abierto todas las puertas de la ecúmene […] y al haber organizado toda la ecúmene como una sola casa. (Arist. XXVI.102, traducción de Cortés Copete).

Ninguno de los dos pasajes es analizado con detenimiento. Solo el pasaje de Polibio es objeto de una precisión por los editores: “Es interesante notar que, para describir esta perspectiva globalizada del Mediterráneo, Polibio a veces tiene que cambiar a conceptos romanos tanto en el nivel lingüístico aplicado como en el nivel abstracto de las ideas.” (Pitts y Versluys, 2016, p. 30 n. 95). El ejemplo que ofrecen es la denominación como “nuestro mar” que hace del Mediterráneo el historiador megalopolitano y la interpretación de ello que propone Michel Dubuisson.20

Para el contexto de las afirmaciones citadas, envían al lector a revisar el artículo de Michael Sommer en el libro para el caso de Aristides y el capítulo de Elena Isayev para el de Polibio. De todos modos, un punto que no queda del todo claro en estos tres textos es por qué se han tomado especialmente estos dos autores griegos –o específicamente esos pasajes de ellos– como representativos de todos aquellos que habitaron el mundo romano en, al menos cuatro siglos. Si bien, en algunos pasajes se habla de que la consciencia de habitar un mundo global es compartida por contemporáneos, no presentan ejemplos que reflejen esa consciencia fuera de los dos pasajes citados.21

El texto de Isayev parte del pasaje de Polibio (I.3.3-4) para reflexionar sobre la movilidad humana y la conectividad en el Mediterráneo antiguo en el contexto en que escribe el historiador griego y, asimismo, sobre lo frágil que resulta definir un “momento global”.22 La autora afirma que más que un quiebre real con una situación precedente, lo que debemos identificar en la cita de Polibio es un cambio de percepción o de pensamiento, por el que ahora lo que él reconoce como un momento global es en realidad una intensificación del proceso de conectividad que ya estaba en curso.

El capítulo trabaja varios puntos interesantes, sin embargo, aquí, nos limitaremos a la relación entre el pasaje de las Historias y tres puntos que mencionamos arriba: el problema del sesgo de elite, la visión romanocéntrica y la percepción global. El primer punto es algo incuestionable en el escrito del político aqueo. Aunque podríamos pensar que, al no ser parte de una elite romana y poder entenderlo como un mediador cultural entre romanos y griegos, su perspectiva podría considerarse como menos políticamente sesgada en términos romanos.23 De todos modos, esto no parece tan claro en el texto. Si bien Isayev no retoma explícitamente a Dubuisson, como sí hicieron los editores en la introducción, ella reenvía en nota a ellos. De esta manera, uno tiene la duda de si la posición romana desde la que contempla el mundo Polibio, según la autora (Isayev, 2016, p. 124), no alude a esa romanización conceptual.

Más allá de esto, afirmaremos, siguiendo a Álvaro M. Moreno Leoni (2017),24 que la percepción global que propone Polibio proviene de un sesgo cultural griego y del interés que presenta el historiador por entender y explicar en qué medida la aparición de Roma en el horizonte político de los estados griegos los afecta. El problema aquí es que, si bien nos correría del centro a nivel cultural –algo que no estoy convencido que Isayev y los editores del volumen propongan en este caso–, el agente que promueve e intensifica la conectividad mediterránea, según Polibio, es Roma. Como asevera la propia autora:

Este ambiente muy interconectado existía antes de las transformaciones que fueron notadas por Polibio. Lo que él observó no fue un cambio de un estado menos globalizado a otro más globalizado, sino un nuevo agrupamiento de trayectorias alrededor de Roma, el nuevo facilitador de este ambiente interconectado. El Estado romano promovió una consciencia global, lo que en cambio es lo que más posiblemente motivó la reflexión polibiana en sus Historias, una perspectiva que nosotros podríamos elegir denominar globalización. (Isayev, 2016, p. 136).

Lo que nos llevaría, siguiendo la lectura de Dubuisson que siguen estos autores, a identificar nuevamente una mirada de los sucesos que se plantea desde Roma, aunque en este caso por una suerte de romanización de las ideas de Polibio. Un interrogante que podemos plantear para el caso de Polibio es si el pasaje en cuestión efectivamente está reflejando una realidad que ya se puede percibir o si este historiador escribe sobre una situación que podría llegar a producirse si Roma seguía extendiéndose por el Mediterráneo.

Por su parte, el capítulo de Sommer toma los rasgos identificados por Aristides en el pasaje del panegírico de Roma y los analiza a partir del planteo globalizador.25 El historiador alemán se muestra más consciente que los colegas estudiados arriba sobre la diferencia entre las concepciones sobre romanización que se manejan en el contexto británico y en los ámbitos académicos del otro lado del Canal de la Mancha (Sommer, 2016, p. 192 n. 2). De todos modos, da la impresión de que esa cuestión genera un problema en el texto que no logra solucionarse satisfactoriamente. Por un lado, globalización no termina de ser una reacción frente a la idea de romanización criticada por los británicos y, por otro lado, globalización sería un nuevo rótulo para designar aspectos que la concepción de romanización “continental” ya explicaba.

Una causa de ello es que, en el artículo, la ecúmene global es sinónimo de mundo romano, con el foco puesto especialmente –aunque no solo– en el Mediterráneo (Sommer, 2016, pp. 175, 176). Así, Sommer realiza una afirmación que, incluso, parece contradecir lo defendido por Pitts y Versluys sobre la India:

Los periodos clásico y helenístico posteriores añadieron datos sustanciales a este inventario de información, pero no expandieron la oikoumene […] [Alejandro y los romanos hicieron campañas y conquistas] sin, sin embargo, alterar en sustancia el universo mental que había sido establecido originalmente en la Edad de Hierro. Y mientras las empresas comerciales que unían la cuenca del Mediterráneo con el Océano Índico –desde el comercio helenístico y temprano imperial del Mar Rojo para la Ruta del Incienso basado en la península arábiga y el comercio oriental de Palmira a través del desierto sirio, Mesopotamia y el Golfo Pérsico– nuevamente expandieron el conocimiento geográfico del mundo, ellos no incorporaron el Océano Índico al oikoumene. (Sommer, 2016, pp. 181).

Otra causa evidente es el rol de Roma como agente que lleva el proceso adelante. Así, leemos, por ejemplo, en el párrafo que sigue inmediatamente al de la cita precedente:

Impresionante como pueda parecer este logro, aún más importante fue otra contribución hecha por Roma al antiguo mundo ‘globalizado’. Soldados y administradores romanos no solo conquistaron y mapearon el mundo mediterráneo; ellos también transformaron su forma física hasta un punto inaudito, dando así su presencia en los territorios conquistados un grado totalmente nuevo de intensidad […] el territorio conquistado fue literalmente ‘romanizado’ […] En el mundo romano, la groma del agrimensor era como el gladium del soldado una herramienta de conquista.26

Esta imagen que encontramos en el texto no cambia con la inclusión de un oxímoron en términos de un contraataque pacífico de las provincias que influencian la capital con su diversidad cultural (Sommer, 2016, pp. 182). Un aspecto aceptado entre los investigadores hace tiempo tanto para Roma como para las provincias.

El problema que vemos, entonces, en el caso del análisis de Sommer es el que al ser estado-céntrico en cierto modo genera una idea de que globalización en el mundo romano es sinónimo de romanización y, por tanto, romanocentrica.27 Un punto que el propio autor parece que ha intentado sortear con su mirada de larga duración, pero cuyo foco en la intensidad (de la conectividad y movilidad de gente, mercancías e información) en el momento romano genera un nivel de consciencia especial en las personas en ese mundo.28

En este punto, podemos volver a traer a colación la idea mencionada arriba sobre la propaganda política que se genera en Roma y que, en este caso, se puede identificar detrás del discurso de Elio Aristides. Juan Manuel Cortés Copete (2008), en su artículo “Ecúmene, imperio y sofística”, muestra que lo que leemos en el A Roma de este orador guarda estrecha relación con la propaganda generada por el emperador Adriano para modificar políticas imperiales de su antecesor, Trajano, quien había intentado hacer realidad aquel ideal de que el imperio debía tener los mismos límites que la ecúmene. En otras palabras, una vez más nos encontramos con una definición de lo global fruto de una construcción ideológica formulada en Roma, el centro del imperio.

Conclusión

Los casos que hemos estudiado ponen de manifiesto los inconvenientes que trae el recurrir a una reducción de escala en el análisis del mundo antiguo en términos de globalización. Reducir la escala de lo global en cierto modo puede ser visto como un aspecto más en que se banaliza el concepto. Al mismo tiempo, identificar lo global con orbis terrarum, imperium sine fine y oikumene coloca a esta nueva alternativa conceptual en contradicción con planteos que las posturas poscoloniales en el ámbito británico habían promovido como consecuencia de su crítica al paradigma de la romanización: la idea de descentrar a Roma, lo que parece poder llevarse adelante con fuentes de cultura material que pueden interpretarse a partir de teorías modernas y relegando las fuentes literarias coetáneas, y la de evitar el sesgo de elite, denunciado en las fuentes literarias. Adoptar esas concepciones del mundo para definir un espacio como global es poner la propaganda política de la elite nuevamente en la base del planteo y colocar nuevamente a Roma en el centro de los cambios que se generan. En ese sentido, la contradicción se hace más notoria en la medida en que otras concepciones, como las que citamos que figuran en Estrabón y Trogo Pompeyo, son dejadas de lado y el pensamiento de un autor griego como Polibio es presentado como romanizado. Pienso que la revisión presentada en estas páginas es un elemento más para discutir si realmente es necesario impulsar un modelo conceptual que, como vimos al comienzo, ya adolece de varias debilidades.

Financiamiento

Investigación realizada gracias al Proyecto Formar de SECYT-UNC (Res. Secyt-UNC N° 226/2023), “Romanización: la deriva historiográfica 'británica' del debate desde los 90”.

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Witcher, R. E. (2017). The globalized Roman world. En T. Hodos (Ed.), The Routledge Handbook of Globalization and Archaeology (pp. 634-651). Abingdon: Routledge.

Notas

1 Así, podemos citar, por ejemplo, Witcher (2000; 2017); Hidalgo de la Vega (2005); Hingley (2005); Bancalari (2007; 2023); Hitchner (2008); las contribuciones reunidas en Pitts y Versluys (2016a); Pitts (2020); Arévalo (2021).
2 Así, ver Prag (2006); Rothe (2006); Adler (2006); Saddington (2006); Gardner (2007); Cecconi (2006, pp. 90-91); Pereira-Menaut (2010, p. 242); Beltrán Lloris (2017, p. 20); Naerebout (2006-2007), quien en p. 167 menciona una conversación personal con Hingley, en la que este niega haber querido recomendar globalización para estudiar el caso romano; y Hingley (2016).
3 “[…] this book should be considered the first extensive exploration of the application of globalisation theory to the Roman world [y agregan], such emphasis on discussion is crucial to examine the issue from different angles.” (Pitts & Versluys 2016b: 24-25). Un punto que no queda claro en el primer capítulo escrito por los editores es cómo debemos entender globalización. Los autores hablan de un concepto, de una teoría o, incluso, de teorías, que contienen paradigmas que dialogan entre sí.
4 Del mismo modo, claro está, hay autores británicos que mantienen un diálogo más fluido con colegas de ámbitos académicos de otras partes de Europa y otras latitudes, lo que le permite dar cuenta de una discusión más rica en torno al tema de la romanización.
5 Sobre los puntos resumidos, ver Moreno y Santangelo (2023, pp. 1-3) y la bibliografía citada allí en n. 7.
6 Sobre este último punto, Prag (2006, pp. 214, 215); Rothe (2006, p. 441, n. 1); Pereira-Menaut (2010, p. 252).
7 Ver también sobre este aspecto la observación de Hostein (2018, p. 113) sobre la elección del término globalization, en lugar de explorar alternativas no anglosajonas como mondialisation o dochakuka.
8 Distinto me parece el caso de Bancalari Molina (2007), quien toma el concepto de globalización para enriquecer una idea de romanización en constante reformulación y que aún considera pertinente. Una reflexión similar propone con otra alternativa formulada también en ese ámbito británico, creolización (Bancalari Molina, 2008).
9 Así, por ejemplo, propuestas como creolización e identidades discrepantes, sugeridas por Webster (2001) y Mattingly (2004) respectivamente.
10 Por esto, quizá, se explica que Machuca Prieto (2017, p. 365) eche en falta mayor presencia de aproximaciones poscoloniales en la obra. Diferente es la lectura de Leidwanger (2017, p. 379).
11 “Pero puede que sea necesario algo de precaución en el paso hacia un debate teórico más amplio. Mientras que el debate teórico podría ayudar a salvar la distancia de lo separado [i.e. arqueología prehistórica e histórica], su misma generalidad nos aleja de los datos. Esto es en muchas formas un movimiento productivo, que lleva a perspectivas más amplias. Pero existe el peligro de que cuando se pone mucho énfasis en la teoría, y la teoría está tan separada de los datos, esa teoría devenga en un dogma. Volveríamos entonces a los estudios atrincherados y estrechos de miras atados a las políticas del presente.” (Hodder, 1993, p. xviii).
12 Por ejemplo, Alföldy (1984); Traina (2006, pp. 152-153).
13 Ver Hostein (2018, pp. 112-113); y, en el mismo volumen, Morley (2016) e Isayev (2016).
14 Sweetman (2016); Van Oyen (2015, pp. 641, 644-645). Una opinión opuesta en De Giorgi (2016) y Leidwanger (2017, p. 378).
15 A los artículos y reseñas ya citadas que revisan el libro de Hingley (2005), podemos sumar, para el caso del volumen editado por Pitts y Versluys (2016): Van Oyen (2015, pp. 643, 645-646).
16 Se pretende analizar también, por ejemplo, el grado de conectividad, la integración económica, la movilidad de mercancías y personas, el consumo.
17 Véanse, por ejemplo, los capítulos 1 y 2.
18 Pitts y Versluys (2016b, p. 18), las comillas simples figuran en el original.
19 Sobre este punto, ver Dueck (2000, pp. 107-115) con las referencias de Estrabón. Para Trogo Pompeyo, ver Iust. XLI.1.1.
20 La referencia es a la p. 172 de Le latin de Polybe. Les implications historiques d’un cas de bilinguisme (1985, non vidi). Pero ver Moreno Leoni (2017, p. 56) que sitúa la expresión en una genealogía cultural griega.
21 Isayev (2016, pp. 124, 136); Sommer (2016, p. 175).
22 Para lo cual también se servirá de la información que podemos tomar de las obras de Plauto.
23 Sin embargo, al final de su vida su inscripción establecía su amistad con los romanos. Sobre Polibio como mediador cultural, ver Moreno Leoni (2017).
24 Moreno Leoni (2017, pp. 37-89).
25 A la cita de Pitts y Versluys, le agrega el siguiente pasaje: “Y tras haber medido toda la ecúmene, ponteado los ríos con viaductos de todas las clases, devastado las montañas para que fuesen aptas para el paso de los carruajes, cubiertos los desiertos con postas, y tras haber civilizado la tierra con vuestra manera de vivir vuestro orden, vosotros habéis convertido en realidad lo que Homero dijo: la tierra común para todos.” (Arist. XXVI.101). Traducción de Cortés Copete.
26 Sommer (2016, pp. 181-182); las comillas son del original. Otro ejemplo en Sommer (2016, p. 175).
27 Un romanocentrismo similar se advierte en el artículo de Laurence y Trifilò (2016).
28 Cabe señalar que el foco del trabajo de Sommer está puesto en las elites, distanciándose así del interés marcado de las investigaciones que se dan cita en el debate británico por los grupos subelite: “Lo que es decisivo para que un impulso tal [i.e. impulso globalizador] se desate es la disponibilidad de grupos (de elite) dispuestos para convertirse en punta de lanza de la globalidad: grupos que comparten los mismos patrones de comportamiento y consumo y, al menos un criterio similar de valor, prestigio y, finalmente, ética.” (Sommer, 2016, pp. 187, 188).
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