Reseñas

Campagno, M. Gallego, J. y García Mac Gaw, C. (Comps.). (2017). Capital, Deuda y Desigualdad. Distribuciones de la Riqueza en el Mediterráneo Antiguo. Buenos Aires: Miño y Dávila, pp. 206.

Juan Manuel Gerardi
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina

Campagno, M. Gallego, J. y García Mac Gaw, C. (Comps.). (2017). Capital, Deuda y Desigualdad. Distribuciones de la Riqueza en el Mediterráneo Antiguo. Buenos Aires: Miño y Dávila, pp. 206.

Trabajos y comunicaciones, núm. 49, 2019

Universidad Nacional de La Plata

Campagno M, Gallego J, García Mac Gaw C. Capital, Deuda y Desigualdad. Distribuciones de la Riqueza en el Mediterráneo Antiguo.. 2017. Buenos Aires. Miño y Dávila. 206pp.

Recepción: 27 Octubre 2018

Aprobación: 05 Diciembre 2018

Capital, Deuda y Desigualdad. Distribuciones de la Riqueza en el Mediterráneo Antiguo constituye el volumen número 12 de la colección publicada por el Programa de Estudios sobre las Formas de Sociedad y las Configuraciones Estatales de la Antigüedad (PEFSCEA). La compilación, a cargo de Marcelo Campagno, Julián Gallego y Carlos García Mac Gaw, recoge, en diez capítulos y una introducción sumaria, las discusiones que tuvieron lugar en el V Coloquio Internacional organizado por el PEFSCEA, durante los días 6 y 7 de agosto de 2015, en la sede del Museo Roca de la ciudad de Buenos Aires (Argentina), con la participación de especialistas de universidades nacionales y extranjeras.

La convocatoria del citado coloquio, realizada bajo el título: ‘’¿Capital antes del capitalismo? Riqueza, Desigualdad y Estado en el Mundo Antiguo’’, proponía a los participantes considerar los textos de David Graeber (2011), En deuda. Una historia alternativa de la economía, y, de Thomas Piketty (2014), El capital en el siglo XXI. Los autores mencionados estudiaron, desde la antropología y la economía respectivamente, la articulación entre las formas de desigualdad social, los procesos de acumulación de la riqueza y el papel de los dispositivos institucionales en la organización de la extracción del excedente y la distribución de recursos en una perspectiva de larga duración (pp. 7-8). En la introducción, Campagno, Gallego y García Mac Gaw presentan un panorama del contexto intelectual en que fueron recibidos los citados trabajos y el modo en que las conclusiones vertidas interpelaron a la comunidad académica de la historia antigua1. En su opinión, el impacto observado revela la preocupación por los efectos sociales de la concentración de la riqueza y los procesos de endeudamiento a lo largo de la historia.

Los investigadores que intervinieron en el coloquio emplearon las afirmaciones de Graeber y Piketty para pensar en perspectivas analíticas adecuadas para cada una las situaciones históricas presentadas. En el primer capítulo, “Deuda y lógicas sociales en el Antiguo Egipto”, Marcelo Campagno asevera que es imposible discernir en las fuentes egipcias un concepto de deuda puramente económico como el que conceptualiza Graeber. En su opinión, una vez aislado teóricamente el término, es necesario integrarlo dentro de una trama social compleja. En primer lugar, explora el contexto de las comunidades de aldea, en el Valle del Nilo Predinástico, organizadas en función del parentesco, en las que no aparece una relación de deuda de carácter netamente económico dada la naturaleza de la organización social. En segundo lugar, relaciona la deuda con la construcción del liderazgo y la autoridad política. Así, identifica tres lógicas articuladas por y a partir de la dinámica estatal: el Estado como garante de la circulación de ciertos bienes en términos de préstamos o crédito, las relaciones de patronazgo que involucraban la generación de ciertas obligaciones entre patrones y clientes, y, por último, la esclavitud. El autor concluye que cuanto mayor era la distancia social entre los involucrados en los vínculos mencionados, la tendencia indica que el lazo se extendía temporalmente, reforzando el nexo entre deuda y dominación.

En el trabajo siguiente, Emily Mackil aborda la relación entre “Propiedad, deuda y revolución en la Grecia antigua”. La autora sostiene que la desigualdad socioeconómica en el mundo griego incentivó la formulación de medidas legales orientadas a obliterar las situaciones de crisis social agravadas por la sofisticación de los mecanismos de crédito en los siglos IV y III a. C. Afirma la idea, según la cual, la relación acreedor-deudor se concibe equivocadamente como puramente económica. En función de la información que transmiten los discursos sobre las propuestas de reforma agraria, apunta que las consideraciones morales tenían un peso preponderante frente a las netamente financieras. Para comprobar su análisis, estudia diacrónicamente periodos específicos de la época arcaica, los siglos V y IV y el período Helenístico poniendo en tensión la relación entre distribución de la tierra, el endeudamiento y el conflicto social con base a las políticas que agudizaron o disminuyeron la presión social en momentos en que estas variables se ajustaban por causas internas o externas.

Las conclusiones de Mackil se encuentran en diálogo con el estudio de Domingo Plácido en este libro, titulado: “La crematística en la ciudad griega antigua, síntoma de un capitalismo frustrado”. En efecto, ambos autores identifican un incremento de la renta de capital por sobre la renta extraída del trabajo productivo durante el siglo IV. Plácido retoma un viejo tópico, revisitado por otros historiadores en el mismo volumen, referido al desarrollo de elementos del capitalismo en formaciones económicas y sociales previas al capitalismo. El problema central que le sirve como acicate de indagación es la evolución de la crematística, entendida como la acumulación de dinero a partir de la agregación de valor sin trabajo, a la que quedó subsumida, en su opinión, la economía redistributiva de la pólis. No obstante, aclara que la renta de capital está relacionada con el trabajo en lo que refiere a la renta obtenida del trabajo esclavo y concluye que no existió un modo de producción capitalista en la Grecia antigua.

La contribución de Julián Gallego “Riqueza y desigualdad en la Atenas del siglo IV a. C.” retoma algunos de los interrogantes subyacentes en Piketty sobre la distinciones modales de la riqueza. Gallego ordena su trabajo en tres operaciones lógicas que implican: a) evaluar la evidencia disponible y ponderar los criterios que los historiadores tomaron para abordar el problema, b) confeccionar un modelo de distribución de la riqueza y c) elaborar un modelo de distribución de la tierra. En este sentido, plantea que la comunidad ateniense, a pesar de las múltiples disparidades, se podría considerar, en términos relativos a la comparación con otras poleis, como una sociedad de tendencia igualitaria. Para comprobar su conclusión, Gallego aplica el coeficiente de Gini en base a cuatro variables cuantificables (no sin problemas metodológicos que el autor señala): población, número de hogares, riqueza mínima y riqueza acumulada. Para cerrar, se distancia de la definición de capital de Piketty en la que aparece una asociación entre capital y patrimonio y afirma la necesidad de desarrollar estudios que comprendan la lógica social específica del sistema para el mundo griego antiguo.

Este criterio se encuentra también en la definición del enfoque que defiende Carlos García Mac Gaw en su capítulo: “Esclavitud y desarrollo de las fuerzas productivas en el sistema tributario romano”. El autor retoma los planteos de Graeber, y en menor medida los de Piketty, para abordar la problemática de la esclavitud y la caracterización del modo de producción prevaleciente en Roma. García Mac Gaw propone pensar, siguiendo una perspectiva althusseriana, la articulación de lo económico con el resto de los elementos de la sociedad tal como estaban implicados en la estructura del modo de producción considerado. Critica la excesiva dependencia, que advierte en la interpretación de Graeber, de los modelos que elaboraron Brunt (1971) y Hopkins (1978). Con relación a ello, destaca dos aspectos. Por un lado, la inconsistencia del modelo de Hopkins con el de Graeber teniendo en cuenta que el primero ubica el crecimiento de la esclavitud en correlación a las necesidades de una creciente demanda urbana, mientras que el segundo lo vincula con el proceso de monetización. Por otro lado, la revisión de la perspectiva historiográfica que afirmaba la existencia de una fase esclavista para el período de la historia de Roma que se ubicaba entre el siglo II a. C. y mediados del siglo II d. C. El autor destaca la evidencia arqueológica que cuestiona esta interpretación y revaloriza la importancia del trabajo libre en el marco de la producción de la villa y de los colonos arrendatarios. Estos elementos le permiten sostener que el desarrollo de las relaciones esclavistas reforzó la concentración del poder y permitió la evolución posterior hacia una formación económica de tipo tributaria en donde la explotación del trabajo no libre no puede pensarse como una relación determinante de la lógica social.

Los capítulos siguientes desplazan su centro de atención geográfica y temporalmente a los márgenes del Imperio romano y la antigüedad tardía. Clifford Ando, en el capítulo “Ciudad, aldea, sacrificio. La economía política de la religión en el Imperio romano temprano”, busca determinar de qué manera se perpetuaba la dominación de las élites a partir de la imposición de la religión urbana a las aldeas y el rol que cumplían en el fortalecimiento de la supremacía de las ciudades en el este griego (en Orcisto, Enoanda y Alejandría) y en la periferia del Imperio. El autor estudia la normativa, el lenguaje y las contribuciones que servían para reforzar la posición de las ciudades y el modo en que el reparto de honores por los grupos de poder configuraba las relaciones con los dependientes. Por su parte, John Weisweiler, en su trabajo “El capital en el siglo IV. Poder aristocrático, desigualdad y estado en el Imperio romano”, retoma la hipótesis de Piketty sobre la intensificación de la desigualdad social producto de una tasa de retorno más elevada del capital en comparación con el crecimiento global de la economía. Los historiadores de Roma señalaron que la acumulación de riquezas proporcionaba a las familias ricas una autonomía tal que había obturado la posibilidad del Imperio de aumentar los impuestos necesarios para su propia supervivencia. La supuesta dependencia administrativa estatal de las redes de poder aristocráticas fue cuestionada ante la evidencia de una mayor eficacia en la extracción de recursos por el propio Estado. Esta habría ocasionado, al contrario de lo que se pensaba, que los terratenientes tardo-antiguos no pudieran acumular un capital superior, manteniendo ingresos comparables a los que habían obtenido sus predecesores durante el principado. A diferencia de los estados-nación que analiza Piketty, el autor destaca que el Imperio romano no proporcionaba instrumentos seguros para la protección de la propiedad, afectada por variaciones en el crecimiento de la economía y las vicisitudes políticas.

En el capítulo siguiente, Richard Pyne analiza: “El imperio de los iranios. La creación de una clase dominante y sus bases económicas en la Antigüedad tardía”. Destaca que el reemplazo de la dinastía de los Arsácidas por la de los Sasánidas, a mediados del siglo III d. C., produjo una reestructuración de la organización social, económica y política del Imperio que proporcionó una gran estabilidad política al Oriente Próximo. En su opinión, esto fue posible gracias a la creación de una clase gobernante cohesionada que se identificó con un grupo étnico de guerreros, de carácter mítico, que habían promovido la religión de Zoroastro. Las instituciones religiosas cumplieron un papel fundamental en la legitimación del nuevo régimen, puesto que en base a ellas se montó una estructura ideológica sobre la que erigían procesos de acumulación de capital económico, cultural y social. Pyne retoma el problema planteado por Piketty sobre la reproducción biológica del capital para llamar la atención sobre ciertos mecanismos implementados por los iranios para superar el escollo de la preservación del capital dentro de determinadas familias.

La pesquisa de Damián Fernández, titulada “Desigualdad económica, propiedad rural y cultura material en la Antigüedad tardía. El caso de la Península Ibérica (siglos IV-. VII)”, puede ser vinculada a las investigaciones de los efectos de la ‘’caída’’ del Imperio romano de Occidente.2 Las hipótesis tradicionales sobre la materia sugerían que el siglo IV había estado asociado a la acumulación de capital por parte de los terratenientes, mientras que el siglo V representaba, por el contrario, el escenario de una crisis signada por el empobrecimiento general ligado a la disgregación de las fuerzas imperiales.3 Para este autor, el estudio de la propiedad rural para la península ibérica en la tardo-antigüedad muestra que no se produjo ni un aumento ni una disminución de la desigualdad social. Fernández sostiene que las fuentes dan cuenta de estrategias campesinas asertivas y redes sociales más cohesionadas frente al poder aristocrático. En función de ello, concluye que las unidades familiares o núcleos de población campesina ganaron preponderancia en el paisaje rural, pero en el contexto de una gestión de la administración signado por la gran propiedad que evidencia las fuentes documentales.

Por último, Jairus Banaji, en el capítulo, con el que cierra el libro, “El capitalismo comercial en el Mediterráneo, desde el fin de la República hasta el Bizancio tardío”, presenta la discusión sobre la pertinencia de la utilización del concepto de “capitalismo comercial”. El punto de partida de su proposición es que la distinción lógica, que establece Marx en El Capital, entre la producción y la circulación, ha dado lugar a una falsa dicotomía que obstaculizó cualquier estudio de la interacción entre estas dos esferas en cualquier período histórico. Banaji sostiene que la producción en serie de productos como el vidrio, la oliva, las cerámicas, etc., adquirió un grado de organización y sofisticación de tipo capitalista. El estudio de Bizancio le permite argumentar que el Mediterráneo no se volvió un área subdesarrollada producto de la desintegración del mundo romano, sino que mostró signos de un renacimiento comercial y político desde finales del siglo VIII que condujeron a la revalorización económica del espacio y el desarrollo de centros manufactureros.4 El trabajo debe ser leído, en realidad, en relación con las reflexiones teóricas que encontramos en su libro Theory as History. Essays on Modes of Production and Exploitation puesto que el capítulo presenta una síntesis apretada del desarrollo teórico sobre el que reflexiona y los elementos de prueba que considera (Banaji, 2010).

Para cerrar esta breve glosa, vale decir que una visión global de Capital, deuda y desigualdad proporciona una extraordinaria síntesis de las principales líneas de trabajo que se están desarrollando sobre estos tópicos en historia antigua. Las contribuciones aquí analizadas logran con solvencia presentar aspectos problemáticos del abordaje de la distribución de la riqueza en el mundo antiguo en términos historiográficos, metodológicos y contextuales, sin descuidar la reflexión sutil sobre la documentación. En este sentido, se trata de una obra que permite al lector especializado profundizar su conocimiento y actualizar al público interesado con una vasta bibliografía crítica. Los capítulos establecen un diálogo entre sí que repone la lógica general del coloquio y propone lecturas comparativas que especifican las particularidades de las sociedades estudiadas. La discusión de las hipótesis de Piketty y Graeber proporciona un fuerte incentivo para pensar el estatuto teórico de los medios disponibles para comprender las lógicas de articulación social que caracterizan a las formaciones socio-económicas consideradas. En cierto sentido, los aportes reunidos convocan a los especialistas a continuar el trabajo de indagación en el amplio espectro temporal y espacial que encierra el Mediterráneo Antiguo, proponiendo márgenes más amplios de interacción académica. En un mundo en el que la brecha entre el decil más pobre de la población y el más alto se incrementa día a día, una revisión de las formas históricas en que tuvo lugar esta separación permite reflexionar sobre nuestros sentidos del pasado y encontrar vías de posible resolución.

Referencias bibliográficas

Banaji, J. (2010). Theory as History. Essays on Modes of Production and Exploitation. Leiden-Boston: Brill.

Brown, P. (2016). Por el ojo de una aguja. La riqueza, la caída de Roma y la construcción del cristianismo en Occidente (350-550 d. C.). Barcelona: Acantilado.

Brunt, P. (1971). Italian Manpower. Oxford: Oxford Clarendon Press.

García Mac Gaw, C. (2012). “Capitalismo romano, modernismo e marxismo. A proposito de algumas ideias de Jairus Banaji sobre o trabalho assalariado”, en História e Luta de Classes, Ano 8, N 14: 23-27.

Graeber, D. (2011). En deuda. Una historia alternativa de la economía. Barcelona: Ariel.

Hopkins, K. (1978). Conquerors and slaves. Cambridge: Cambridge University Press.

Piketty, T. (2014). El capital en el siglo XXI. México: Fondo de Cultura Económica.

Scheidel, W. (2017). The Great Leveler. University of Princeton: Princeton University Press.

Wood, I. (2017). “¿La caída del Imperio Romano o la transformación del Mundo Romano?”, en Calamus, N 1: 13-20.

Notas

1. En este sentido, puede citarse la obra monumental de Scheidel (2017). El autor elabora una historia de la violencia y la desigualdad, desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI, que reconoce una filiación directa con el trabajo de Piketty.
2. Cito aquí una breve referencia bibliográfica en el contexto de una historiografía profusa y con variados matices entre autores que resume una trayectoria problemática: Wood (2017: 13-20).
3. Puede consultarse al respecto Brown (2016: 763-811).
4. Una crítica a esta postura con bibliografía en García Mac Gaw (2012: 23-27).
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