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Nación y estudios culturales: debates desde la poscolonialidad
Ma. del Carmen de la Peza; Mario Rufer; Donovan Adrián Hernández Castellanos
Ma. del Carmen de la Peza; Mario Rufer; Donovan Adrián Hernández Castellanos
Nación y estudios culturales: debates desde la poscolonialidad
Intervenciones en estudios culturales, vol. 3, núm. 4, 2017
Pontificia Universidad Javeriana
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Reseñas

Nación y estudios culturales: debates desde la poscolonialidad

Ma. del Carmen de la Peza
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México
Mario Rufer
Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco, México
Donovan Adrián Hernández Castellanos
Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco, México
Intervenciones en estudios culturales, vol. 3, núm. 4, 2017
Pontificia Universidad Javeriana

Los estudios culturales son importantes porque se refieren al futuro y a una parte del trabajo que demanda, en el presente, configurar ese futuro.

(Grossberg 2012: 15)

I. Todo aquél que esté familiarizado con los debates contemporáneos, sea en humanidades o en el campo disciplinar de las ciencias sociales, reconocerá sin duda dos tópicos que surgen –con esa supuesta espontaneidad que debería levantar nuestras reservas- cada vez que se convoca el locus enunciativo de los estudios culturales: i) El primero está asociado a una posicionalidad geopolítica: los estudios culturales son algo que se practica casi exclusivamente en el Atlántico Norte, anglófono para mayores referencias, y que se ancla en las experiencias de los obreros urbanos con la cultura de masas; ii) El segundo tópico consta de una estereotipia epistemológica: los estudios culturales, se dice, están casi exclusivamente interesados en el problema de la representación y ostentan un textualismo que se ha alejado de la crítica dura de la economía política. Dependiendo de la distribución de posiciones e intereses de los interlocutores, los estudios culturales son vistos con mayor o menor simpatía, pero pocas veces son entendidos como algo que puede practicarse por medio de una severa crítica de las fronteras disciplinares. En tiempos en que los muros se multiplican por todos lados, custodiando celosamente las academias y las fronteras, es muy grato que los compiladores y el cuerpo académico articulado en torno a Nación y estudios culturales precisamente hayan empleado el ariete de los estudios culturales; no para esgrimir la retórica incumplida de la interdisciplinariedad ni para elaborar un manual introductorio más, sino para contribuir con un posicionamiento contundente dentro de un campo indisciplinar que permanece en constante construcción. Se trata entonces de un acontecimiento, una inscripción en el debate que debemos sopesar. Trataré, pues, de situarlo en las siguientes líneas.

Para el contextualismo radical sugerido por Grossberg resulta fundamental identificar el lugar y las relaciones, es decir, la coyuntura en la que surgen los acontecimientos; coyuntura que, a su vez, está cifrada por una crisis orgánica. Me parece que el libro que presentamos aquí tiene el mérito de dar respuesta a 3 líneas de fuerza que marcan la pronunciada crisis por la que transita la Universidad, la investigación académica y la sociedad mexicana: primero, porque este libro se inserta en la creación de un Doctorado de Humanidades en la UAM-Xochimilco, que abre una línea de investigación específicamente centrada en los estudios culturalesy la crítica poscolonial, con lo cual resarce un grave vacío en el que la academia mexicana había perdido interlocución con sus pares de América Latina y el Caribe; segundo, porque el presente volumen colectivo aporta una variable -usualmente no contemplada en los debates anglófonos sobre los estudios culturales- como la crítica poscolonial pensada y ejercitada desde el Sur global, con lo cual se dejan de importar mecánicamente metodologías y, con ello, problemáticas pertinentes para otras formaciones sociales (del Norte global) y se abre la puerta a la necesidad, apremiante, de pensar sobre las propias coyunturas; y, finalmente, porque esta incursión –de una enorme calidad epistémica- no solo desplaza las coordenadas del debate en los estudios culturales sino que, además, vuelve a situar como un problema significativo el de las prácticas significantes que constituyen a la Nación. Pregunta que hoy retorna como un espectro, que nunca se fue en realidad, y que nos hace suponer que esta matriz discursiva típicamente moderna se encuentra muy lejos de haber sido superada por la fanfarria triunfalista de la globalización.

II. El libro contiene una potente introducción a cargo de Mario Rufer en la que, tejiendo argumentos con filigrana, se plantean las líneas maestras que recorren el volumen, así como la situación de los estudios culturales que, en México, requieren de posicionar también el tópico de la pertinencia de lo poscolonial para pensar críticamente la conformación contemporánea de los actos que realizan eso que denominamos “nación”. Uno de sus méritos, y no el menor, es que identifica las diferencias y especificidades de los estudios culturales practicados en Birmingham por Richard Hoggart, Raymond Williams y Stuart Hall, señalando al mismo tiempo lo singular de sus planteamientos dentro de un contexto que, como el nuestro, estaba marcado por una crisis en las humanidades. Considero que esta pieza inaugural del libro es una sólida cartografía del recorrido itinerante de los estudios culturales, que no solo sirve para ubicar corrientes y tradiciones sino que sitúa la especificidad de la mirada interdisciplinaria que compone a los artículos de este libro. Además, plantea prolijamente la necesidad de incluir la mirada poscolonial dentro del debate en un país que, entre otras cosas, sigue asumiendo la narrativa colonial que le hace verse a sí mismo como un virreinato; invisibilizando así la violencia colonial de su autopercepción.

Así, se abre paso la primera parte del libro titulada “Memoria, historia, tradición” compuesta por tres artículos. El primero de ellos, a cargo de Frida Gorbach, es un ensayo que se pregunta acerca de las políticas de la historiografía nacional de la histeria. Más que realizar un nuevo aporte a ese dossier se interroga críticamente sobre los procedimientos, implicaciones y selecciones políticas que presiden a la conformación de un corpus pero también de la distribución de documentos organizado en torno al archivo, su institucionalidad y mecanismos de producción de la evidencia en el campo de la historiografía. Se trata de una reflexión metahistórica fundamental acerca de los modos de la producción de la “verdad” dentro de las ciencias sociales y las humanidades. En “La historia, el archivo y el tiempo” Gorbach sostiene dos argumentos centrales: a) que dentro de las revistas de medicina decimonónicas, existen dos registros excluyentes en la representación de la histeria marcadas transversalmente por criterios de raza y de clase: las mujeres blancas que habitan el Valle de México padecen la histeria, dentro del discurso clínico, como una marca de distinción social que refuerza su efigie delicada y cultivada, mientras que las mujeres indígenas y pobres son retratadas con términos denostativos que harían de ellas ejemplos de incivilidad y barbarie premodernas (vale decir, como rémoras que la marcha porfiriana hacia la modernización autoritaria debería superar); pero también sostiene b) que uno de los puntos ciegos de la investigación historiográfica es la pregunta por la temporalidad misma y sus marcas sobre la escritura: ¿puede la historia pensar la temporalidad o necesita suponerla para proceder en la conformación de corpus y archivos?, ¿se trata de un punto ciego o de un a priori constitutivo de la disciplina?, ¿puede el debate interdisciplinario dar lugar a otra política de la historia? Por su parte, en una afinidad electiva con la constelación de problemas mencionados, el ensayo de Mario Rufer, “La tradición como reliquia. Nación e identidad desde los estudios culturales”, realiza una reflexión crítica sobre las prácticas exhibitorias del pasado histórico en México a través de diversos soportes (desfiles, festividades, etc.) montados en los Museos Comunitarios y festivales identitarios como Cumbre Tajín. En este caso no solo se plantea la pregunta por la pertinencia de la categoría filosófica del tiempo, sino por su aplicabilidad al campo analítico de objetos empíricos sígnicos sumamente complejos como los dispositivos de la representación nacional. Es así que para Rufer el recurso al significante de la nación, así sea borroso y ya siempre contestado por resistencias diversas, sigue inscribiendo el debate en contextos sobredeterminados donde la pregunta identitaria, entendida como factor de diferencia cultural dentro de sus versiones liberales, es también parte de las estrategias que fagocitan y que monopolizan -por parte del Estado- el valor de la cultura, entendido este como un capital altamente rentable. Si hoy en día el Estado mexicano ha liberalizado prácticamente todos los servicios, resulta significativo que, en el contexto multicultural imperante, no haya renunciado a la carta magna de la cultura como generadora de plusvalía; de tal modo que la diferencia cultural es rentable para sus tecnologías gubernamentales. El énfasis en la referencialidad del pasado prehispánico, en su supervivencia como tradición ancestral para usar el concepto de Warburg, inscribe esa parte dentro de un todo mayor del que conformaría la pieza de un mosaico de diversidad y polifonías supuestas.

Escribe Rufer: “En este caso la tradición deja de ser heráldica y pasa a ser reliquia, no es ‘representación’ ni ‘símbolo’ del pasado (en tanto mímesis de segunda naturaleza); es un fragmento-testigo, un resto de él mismo. Muestra viva, como sinécdoque, de un pasado magnífico que es digno de veneración. Y bien sabemos que la veneración, como cualquier acto de contemplación que emana del dogma, bloquea el argumento e impide la profanación. Por lo demás, si la reliquia es concebida como resto directo, manifestación objetiva del pasado, la temporalidad se anula sobre el fondo de un no-tiempo. En síntesis, la reliquia bloquea la posibilidad de pensar históricamente” (Rufer 2016: 65). Entre las estrategias de este pensar histórico, o como consecuencia de ellas, emergen dos críticas frente a la recuperación demodé que surgen habitualmente en los estudios latinoamericanos, o con cierto énfasis latinoamericanista; críticas que deberíamos recuperar: 1) la primera, que una recuperación esencialista y acrítica adjudicaría a esos Otros la obligación de hacer aquello que el Estado (neo y pos) colonial no logró hacer: conservar las tradiciones puras; 2) segundo, que ese supuesto de Otro completamente Otro, puro e intocado por la modernidad –en cualquiera de sus versiones-, estaría encargado de comandar la resistencia antiestatal que nosotros, contaminados por la modernidad, no podemos llevar a cabo. Cuestionar estas fantasías fantasmáticas y, sobre todo, proyectivas es un deber, también, de la crítica incondicional.

El fulgurante texto de Mónica Cejas “Guerra-nación-mujeres. Cultura y políticas de la memoria en la producción de las mujeres de la nación” elabora en una profunda y exhaustiva revisión del Monumento Nacional a las Mujeres en Sudáfrica (uno de los primeros monumentos a la mujer en todo el mundo) desde una crítica feminista situada en un escenario poscolonial. Una pregunta relevante en este ensayo es: ¿cómo pueden los monumentos activar significados que pueden excluir a sectores de la población marcados en términos de género y raza? El monumento estudiado destaca porque en sus frisos y usos públicos del pasado representa a las mujeres bóer que fueron capturadas por los campos de concentración en las Guerras Anglo-Bóer, de las que devendría la independencia del Traansval y la configuración, posterior, del racismo de estado Sudafricano con el apartheid –el último de muchos a decir de Derrida-. Al analizar extensamente los usos para los que ha servido esta pieza, los cuales van del refrendo del carácter nacionalista de las guerras soberanistas hasta la contestación feminista por parte Antjie Krog al ser retratada como si cargara con el peso de la historia muerta hacia un futuro reflexivo, Mónica Cejas sienta un precedente fundamental para la lectura políticamente cargada, en términos benjaminianos, de los objetos de cultura como objetos de barbarie. Y la potencia de esa lectura atenta proviene de su visión feminista de la política de la representación nacional en contextos poscoloniales.

III. La segunda parte lleva por título “Industrias culturales, visualidad, discursividades” y está dedicada al análisis de algunos objetos de la cultura de masas, la política de la lengua y los estudios visuales que se articulan con el enfoque poscolonial. Compuesta por cuatro notables ensayos, esta sección nos muestra las posibilidades de los estudios culturales referidos no solo a los usos del pasado dentro de una formación social poscolonial sino también hacia el estudio de las prácticas significantes en los medios contemporáneos.

Ma. del Carmen de la Peza propone en su ensayo “El ‘cantinflismo’ como síntoma. Pensar la nación desde sus márgenes” una revisión diacrónica de la política de la lengua en la conformación del Estado-nación mexicano, con las formas excluyentes del habla rural y del interior de la República que le son constitutivas. Poniendo a trabajar la sugerencia metodológica de la antropóloga india Veena Das en nuestro contexto local, de la Peza analiza la articulación de la lengua con el aparato de Estado desde sus márgenes, desde las formas anómalas que retan la normalización de la lengua centralista. Así, sostiene: “En este trabajo me interesa problematizar los conflictos derivados del etnocidio lingüístico o glotofagia, como parte de las políticas poscoloniales de la lengua y de algunas estrategias suplementarias de las comunidades indígenas –que todavía hoy representan el 10% de la población total del país- y de la población mestiza empobrecida y mayoritaria” (De la Peza 2016: 137). Siguiendo un examen minucioso de las políticas de alfabetización del estado mexicano posindependentista y posrevolucionario, de la Peza indica los factores excluyentes –y quizá racistas- de la matriz narrativa vasconcelista acerca del esquema educativo y su racionalidad universalista (indicando, de paso, lo difícil que resulta cuestionar las figuras insignes del panteón civil mexicano). Dentro del esquema del Ateneo de la Juventud es posible identificar un proyecto de nación neocolonial articulado en torno a la depuración de la lengua. Frente a ese esquema, el estudio cultural del “cantinflismo”, que permea el habla popular y no elitista, representa un enclave donde convergen los factores de la raza, la clase y la etnia de cara a la política oficial posvasconcelista. El mérito del estudio de De la Peza reside en no romantizar la figura de Cantinflas, el personaje, y distinguirlo del “cantinflismo”, el fenómeno cultural; como queda claro en la siguiente reflexión: “El cantinflismo –al que solo accedí en este trabajo como discurso referido- es expresión de las tácticas suplementarias que los mexicanos de distintos grupos y etnias despliegan frente a la norma del castellano culto, impuesta por el Estado” (De la Peza 2016: 175).

En “Zombis. Algunas notas sobre un monstruo (pos)colonial” Gustavo Blázquez analiza a uno de los actantes más llamativos y relevantes dentro de las industrias culturales en Occidente, el cual ha protagonizado cómics, libros y películas además de las consabidas series contemporáneas. A través de un análisis de las apropiaciones sígnicos de las prácticas haitianas y su reconfiguración cinematográfica, Blázquez muestra el modo en que la figura del zombi ha alegorizado a la del trabajador, cuya fuerza de trabajo es explotada para la generación de plusvalía en las plantaciones azucareras del Caribe, pero también a la de la mujer, despojada de su voluntad vital para servir de objeto de goce del amo hacendado. Esta clave de lectura poscolonial, que ilustra magníficamente con la estupenda película cubana Juan de los muertos, abre nuevas coordenadas que repolitizan el estudio de los objetos culturales de la industria, porque no todo es el western de The Walking Dead.

“Interpelaciones desde los estudios culturales. Trayectorias visuales sobre raza y nación” es el ensayo de Yissel Arce Padrón, uno de los textos más notables dentro de una compilación ya seminal dentro de los estudios culturales practicados en México, en el que se reflexiona con mayor profundidad sobre la articulación de la raza y la nación como factores constitutivos de la visualidad en el Caribe poscolonial, específicamente en Cuba. La autora analiza en específico dos piezas artísticas, que corresponden a dos registros conceptuales y sensoriales heterogéneos: la pintura de Alexis Esquivel, Carlos Manuelde Céspedes y la libertad de los negros y el video Reencarnación recuperado y reeditado por Lázaro Saavedra. Partiendo del dictum de Césaire, que indica que el colonialismo es una “máquina del olvido”, ambas piezas elaboran poéticas de la memoria que inscriben retadoramente la marca de la raza dentro de las gramáticas del socialismo cubano, que las ha borrado sistemática y persistentemente del registro de la vida pública después de la revolución de 1959. Así, escribe Arce:

“La conjunción de raza y nación ha marcado las topografías discursivas de los relatos modernos que estructuran la trayectoria histórica de la isla de Cuba. Desde las primeras voluntades por imaginar la nación, la variable de la raza –específicamente de la raza negra- ha emergido como contrapunto o como vórtice desestabilizador de una construcción de nación que privilegiaba el origen blanco e hispano de lo cubano” (Arce 2016: 216).

Cerrando esta sección, el ensayo “En el mundo de las hackers. Discurso, mujeres y los trazos de la mano zurda” de María Teresa Garzón Martínez realiza una reflexión de frontera sobre la intersección de la literatura, el género y las variables geopolíticas. A través de cuatro ciclos de escritura, la autora sitúa las experiencias que atraviesan a mujeres como la emperatriz Catalina III de Rusia, Virginia Woolf, Gloria Anzaldúa y la propia María Teresa Garzón enfrentadas con la exclusión masculinista que las aleja de la producción sémica y cultural en general. El ensayo se centra, en esta diversidad de experiencias y escrituras, en la conformación de una política imperial de la lengua, falocéntrica y etnocéntrica, que divide jerárquicamente a Occidente de sus otros –así sean sus otros imperiales como Rusia-. La estrategia, a la vez narrativa y analítica de Garzón, identifica a la hacker feminista como una posibilidad de subvertir la textualidad y el orden del discurso androcéntrico. En sus palabras: “Adoptando la imagen de la hacker como aquella que ‘interviene’ el código produciendo un ‘error’ en el sistema, con el objetivo de mantener siempre una tensión entre lo constitutivo del discurso y lo constituyente de la escritura, a continuación expongo mis argumentos en tres apartados.” (Garzón Martínez 2016: 230) Esta figura, que trabaja como una alegoría deconstructora, introduce y traduce las diferencias y posicionamientos del sujeto feminista a lo largo de escenarios, épocas y correlaciones de fuerza heterogéneas; lo cual identifica las formas de la exclusión activas en la producción del relato nacional, que pueden ser contestadas desde una escritura de frontera (un entre que tiene lugar entre género y nación) y desde una “política decolonial feminista del lenguaje” proyectada desde el Sur global.

Por último, el Post-scriptum a cargo de Ma. del Carmen de la Peza reflexiona sobre las repercusiones y la importancia del formato del libro colectivo de cara a las políticas de productividad que actualmente determinan el quehacer universitario, en materia de enseñanza e investigación, tan proclives a la carga administrativa en demérito de una idea de la Universidad como espacio de la crítica sin condición. Idea que, en este libro, adquiere realidad plena y cabal.

Material suplementario
Referencias citadas
De la Peza, Ma. del Carmen y Rufer, Mario (Coords.). 2016. Nación y estudios culturales. Debates desde la poscolonialidad. México: Itaca.
Grossberg, Lawrence. 2012. Estudios culturales en tiempo futuro. Cómo es el trabajo intelectual que requiere el mundo de hoy. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores S.A.
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