Artículos dossier: Intelectuales y diplomacia en América Latina
Recepción: 30 Octubre 2018
Aprobación: 07 Enero 2019
Resumen: Los intelectuales fueron clave en la diplomacia latinoamericana. Varios de ellos participaron en la difusión cultural de sus países, como Luis Chico Goerne, académico y ex rector que tuvo una misión en París a finales de 1938. Chico Goerne formuló, aunque sin éxito, un proyecto basado en las dos corrientes de la diplomacia cultural mexicana, una propagandística y otra más cultural. El objetivo de este trabajo es presentar cómo se pensaba la diplomacia cultural mexicana en la época, y cómo Chico Goerne participó en su renovación. Gracias a la investigación realizada en fuentes diplomáticas francesas y mexicanas se pudo ver cómo intentó hacer una propaganda favorable para el gobierno mexicano, así mismo, impulsó la creación de un instituto mexicano en París para que Francia conociera más sobre aquel país. El interés de este artículo es ver cómo se hizo la institucionalización de las diplomacias culturales o cómo pasaron de una acción individual a una colectiva, y cómo redujo la importancia de la acción de los intelectuales en la diplomacia cultural.
Palabras clave: Chico Goerne, diplomacia cultural, institutos, propaganda.
Abstract: Intellectuals were fundamental in Latin-American diplomacy. Some of them took part in the diffusion of their own culture. Luis Chico Goerne was one of these, an academic and former rector in charge of a mission in Paris in the end of 1938. He designed, unsuccessfully, a plan based on the two currents of Mexican cultural diplomacy, one of propaganda and one more cultural. The goal is to show how was thought the Mexican cultural diplomacy and how Chico Goerne participated in its renovation. Thanks to the investigation based on French and Mexican diplomatic sources, it was possible to present how Chico Goerne tried to make an advantageous propaganda to the Mexican government, and to create a Mexican institute in Paris, in order to have Mexico better known in France. The interest of this article is to understand how was made the institutionalization of the cultural diplomacy, or how it changed from an individual action to a collective and institutional policy and how it reduced the importance of intellectual action in cultural diplomacy.
Keywords: Chico Goerne, cultural diplomacy, institutes, propaganda.
Luis Chico Goerne, un académico en París al servicio de la diplomacia cultural mexicana
Los intelectuales han tenido un papel muy importante en las relaciones internacionales. Fueron actores prestigiosos que participaron en la diplomacia de varias maneras. Como grupo fueron un cuerpo de élite importante para transmitir su cultura en el extranjero, además de ser vectores de introducción y adaptación de las culturas de otros países. Como individuos fueron nombrados en funciones diplomáticas, encargados de coordinar la política exterior de su país en el extranjero.1 En la primera mitad del siglo XX, cuando las cancillerías no gozaban todavía de un cuerpo de diplomáticos profesionales, como era el caso de América Latina, los enviados eran personas elegidas dentro de las élites, sobre todo política y cultural. Los intelectuales ocuparon puestos prestigiosos en Madrid o París. La diplomacia mexicana, por ejemplo, envió a Francia a los poetas Alfonso Reyes y Jaime Torres Bodet o a políticos como Marte R. Gómez en el período de entreguerras.2
La presencia de intelectuales en las embajadas y legaciones obligaba a los mexicanos a pensar en la cultura y la imagen que querían transmitir a Europa. México no era muy conocido en Europa, y, por consecuencia, era víctima de prejuicios que afectaban su prestigio en la prensa francesa.3 La Revolución, y sobre todo el conflicto cristero, desataron las críticas en Europa, acusándolo de ser un país “rojo” bolchevique y violento.4
En 1938, el rector Luis Chico Goerne fue mandado a París con la misión de fortalecer los vínculos intelectuales entre México y Europa. Su misión, aunque muy breve, fue clave para esbozar la diplomacia cultural mexicana y para proponer una importante transición en la política exterior cultural de México, pasando de una acción intelectual a una gestión más institucional. Entonces se presentará ¿cómo la misión de Chico Goerne representó un ejemplo de renovación y transición en la diplomacia cultural mexicana? Primero será necesario presentar brevemente a Chico Goerne y el contexto de su nominación, y luego resaltar los ejes de la diplomacia cultural mexicana y sus motivos. Después será preciso definir los proyectos de Chico Goerne y por qué representaron la modernización de la diplomacia cultural mexicana. Y, por fin, será necesario interesarnos en las razones de su fracaso inicial y de su realización posterior.
El hombre y su nominación a París
Luis Chico Goerne era un académico, licenciado en derecho por la Universidad de Guanajuato y rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el período de 1935 a 1938.5 Fue clave para apaciguar las tensiones entre la UNAM y el gobierno de Lázaro Cárdenas debido a la crisis de 1935 provocada por el anhelo del gobierno mexicano en imponer la educación socialista en el sector superior de la educación mexicana.6 Asumió la rectoría hasta junio de 1938 cuando dimitió.7
Fuera de sus actividades académicas, Chico Goerne se había destacado como francófilo, al igual que otros ex rectores de la UNAM en los años veinte y treinta, como Ezequiel A. Chávez o Fernando Ocaranza. Los diplomáticos franceses conocían el interés especial y la admiración de Chico Goerne por Francia.8 Probablemente, sus estudios en París en 1923 habían favorecido este interés. Comprobó su francofilia, al participar como rector en las ceremonias de fin de año de la Alliance Française, institución dedicada a enseñar la lengua francesa.9
La francofilia se presentaba de varias maneras. El modelo francés se basaba en el discurso político nacido de la Revolución francesa, con su lema “Liberté, Égalité, Fraternité”. Asimismo, su cultura y su lengua lograron tener una importante audiencia. La moda parisiense atraía a las élites. Era un modelo ambiguo dirigido a las élites, como la aristocracia porfiriana y a sectores más liberales o revolucionarios. Mientras tanto, París, “Ciudad-Luz”, atraía a intelectuales y a ricos mexicanos interesados en la cultura francesa, sobre todo durante el porfiriato.10 La lengua, los métodos científicos, el prestigio cultural y militar eran medios que Francia usaba para atraer la simpatía, la admiración y la adhesión de México. Esos vectores de difusión eran “inversiones” porque una de sus finalidades era vender libros, elementos que encarnaban lo “francés” (productos de lujo, alcoholes finos…), armas o maquinaria industrial. Los éxitos eran limitados porque Francia sufría la competencia de los demás países. Otra meta era constituirse una base de apoyo entre los mexicanos y sus élites. Intelectuales, militares, médicos, así como gobernantes, eran aliados que intervenían no sólo para comprar productos franceses, sino también para defender la visión francesa y los intereses franceses en México. Además, entraban en círculos de sociabilidad, como el Club France para mantener sus relaciones con franceses.
Pero la francofilia de Chico Goerne tiene que ser matizada. La admiración por Francia se debía al rechazo de la influencia anglosajona, es decir la de Estados Unidos. Como lo señaló el ministro francés en México, Henri Goiran, en 1938 “el antiguo rector es un amigo de nuestro país y durante su administración se dedicó a dar un lugar importante a la cultura francesa en la enseñanza superior. Estima que tiene que ser opuesta a la cultura anglosajona, cuya invasión lo preocupa de manera justificada”.11 La cultura francesa era considerada como un contrapeso a la influencia estadunidense y por eso Chico Goerne pensaba que era necesario apoyarla. Francia también buscaba aparecer como una potencia neutra, sin interés territorial o sin buscar imponer alguna ideología frente a Estados Unidos, Alemania o la Unión Soviética.12
Los diplomáticos franceses, como Goiran, sentían que el similar origen latino era una ventaja; en cambio, faltaba cercanía con la influencia anglosajona y alemana. Francia por ejemplo se beneficiaba de “afinidades intelectuales más profundas”,13 además, al igual que el modelo español, francés e italiano, compartían la “latinidad”, es decir, tanto las raíces de las lenguas como la importancia de la herencia católica.14 Por esto, era más fácil que México resistiera a la influencia de los países anglosajones, por no tener muchos elementos comunes. Además, los diplomáticos oponían la espiritualidad latina a la materialidad anglosajona. Así, Francia podía contar con la simpatía creada por ese concepto de “latinidad” que la juntaba con los países de América latina, excluyendo de la misma manera a Alemania y a Estados Unidos.15 Ahí se hacía una distinción entre el valor cultural de los países, como Francia o España, frente a la influencia económica y comercial de los anglosajones y alemanes.16
La “latinidad” permitía crear una comunidad de intereses y ser un argumento para fortalecer las relaciones entre Francia y América Latina y crear simpatías. Este concepto era utilizado por la diplomacia francesa antes de la Primera Guerra Mundial y mantenido por grupos como los académicos.17 Era un concepto que creaba una unidad entre los intelectuales latinoamericanos establecidos en París al insistir en esta similitud y también para agruparse con franceses interesados en América Latina.18 Esa percepción despreciaba la influencia, sobre todo estadunidense, por tener una cultura dirigida hacia las masas y no hacia los intelectuales,19 al contrario de la “alta cultura” francesa.20 La lengua inglesa era más estudiada que la francesa debido a la atracción económica y porque era necesaria para mejorar los negocios.21 La admiración hacia la sociedad norteamericana era favorecida por la difusión de las películas de Hollywood. Esas últimas tenían un “casi monopolio” en las proyecciones en México.22 Las películas de Estados Unidos alcanzaban un mayor público que las manifestaciones intelectuales como las conferencias o ventas de libros. Como se puede apreciar, la influencia estadunidense no se limitaba a las élites, lo cual era visto como un problema para México; por eso intelectuales como Chico Goerne buscaron favorecer la influencia francesa frente a Estados Unidos.
Después de haber salido de la rectoría, Chico Goerne fue presentado por Henri Goiran como uno de los candidatos para dirigir la Legación mexicana en París. Para anticipar la obtención del Agrément, es decir, la aceptación del gobierno francés, insistió en que:
El Sr. Chico Goerne había apoyado el ministro francés para establecer las bases de un vasto plan de intercambios intelectuales cuya realización se encuentra desgraciadamente retrasada por los incidentes revolucionarios que tuvieron lugar en la Universidad. A pesar de esto, el antiguo Rector sigue apegado a este proyecto y podría útilmente desarrollarlo como ministro en París.23
Chico Goerne era el candidato ideal para ser ministro mexicano en París. Estaba relacionado con los franceses presentes en México, era francófilo y quería desarrollar un proyecto para estrechar los vínculos bilaterales. Por ello, su nombramiento podía dar lugar a una mejora entre las relaciones de México y Francia y despejar las tensiones. La Guerra Civil española había provocado tensiones diplomáticas importantes entre ambos países debido a las medidas antagónicas que tomaron respecto al apoyo de armas.24 En enero de 1938 Adalberto Tejeda, ministro mexicano en París, había intercambiado su puesto de titular de la Legación en París con Leobardo C. Ruiz, encargado de negocios ad-interim en España. C. Ruiz era un militar francófilo que no tenía el mismo prestigio que Tejeda, y asumía la dirección de la diplomacia mexicana en París como agente transitorio antes del nombramiento de alguien de mayor importancia.25
El ministro francés Goiran estaba contento por la nominación de Chico Goerne y por esto había solicitado el Agrément de manera apresurada y extraoficial. Sabía que la nominación significaba volver a relaciones normales. Pero el presidente Lázaro Cárdenas lo nombró como consejero adscrito a la Legación mexicana en París, no como ministro; por tanto, estaba encargado de fomentar las relaciones culturales entre México y Europa, sobre todo en el campo académico.26 En discusiones con el gobierno francés, Chico Goerne insistió en su misión para “crear relaciones permanentes y sólidas entre el espíritu francés y el de México” y “el acercamiento y la cooperación permanente entre los dos pueblos”.27 También resaltó que Cárdenas lo había encargado de “mostrar ente los círculos de la cultura Europea la realidad social de su país, sus ideales, sus problemas, sus esfuerzos constantes de mejoramiento, el contenido moral de su conducta política”.28 Lo que buscaba Chico Goerne era fortalecer las relaciones culturales entre México y Francia, además de presentar la situación mexicana. Finalmente, se nombró a Narciso Bassols como ministro en París.29
La noticia decepcionó en parte a la diplomacia francesa. Aunque Chico Goerne era comisionado para fortalecer las relaciones culturales de México con Europa, y sobre todo con Francia, no iba a tener la legitimidad de un jefe de legación y le sería más difícil obtener el respaldo completo del aparato diplomático mexicano en París. Su breve estancia en París duró unos meses a finales de 1938, pero no impidió que formulara dos proyectos de diplomacia cultural, probablemente inspirados en los esbozos que había preparado con Goiran en México.
Las dos corrientes opuestas de la diplomacia cultural mexicana
Como lo definió Alexandra Pita, la diplomacia cultural “debe entenderse como una política pública abierta, opuesta a la confidencialidad que requiere la diplomacia tradicional de cancillería … precisa de herramientas varias (publicidad, redes de contactos, publicaciones, etcétera) para llegar a la opinión pública de otro país”.30 La diplomacia cultural es entonces la política exterior de un país que busca hacerse conocer por su cultura, proyectar una imagen favorable, con el fin de tener mayor prestigio, atraer simpatías, para luchar contra los prejuicios que afectan las relaciones del país con otras naciones, así como para legitimarse.31 Los motivos pueden variar dependiendo del país, de su situación. Por ejemplo, en el caso de Francia, en los años treinta, la meta de su diplomacia cultural hacia América Latina era mantener la francofilia en la sociedad, expandir esta simpatía y combatir las influencias opuestas, principalmente nazi, estadunidense y en menor importancia, soviética y española, y así poder beneficiarse de mayores exportaciones con destino a América.32
En el caso de México había una gran diferencia. Era un país desconocido en Francia y estaba sujeto a prejuicios, además, había pocos mexicanófilos,33 es decir, franceses con simpatía hacia México, como Paul Rivet, Jacques Soustelle o André Latarjet, académicos que realizaron misiones de estudios en dicho país.34 El gobierno revolucionario mexicano era atacado por la prensa de derecha y ultraderecha, por otra parte, debía combatir las críticas formuladas y mejorar su percepción en Europa.
Desde el siglo XIX y hasta la mitad del siglo XX la tarea de la diplomacia cultural era sobre todo individual y dependía de los diplomáticos, intelectuales y simpatizantes de México porque el Estado mexicano no contaba con los recursos para apoyar estas gestiones.35 El diplomático “debía convertirse en un instrumento de propaganda de los valores que habían sido articulados en la fragua de la Revolución Mexicana”, como lo destacó Jorge Myers al hablar de la tarea que Reyes consideraba realizar como diplomático.36 Además, esta actividad era favorecida por la construcción de redes entre intelectuales, como Alfonso Reyes con intelectuales franceses y latinoamericanos en Francia. Igualmente, servía al intelectual para hacerse conocer por sus pares, así como una forma de presentar la cultura de su país, a través de su propia producción artística.37 Esto demostraba la acción individual de los diplomáticos, así como de los intelectuales, quienes eran representantes, formalmente o no, de su país. Además, esta acción era necesaria porque el gobierno revolucionario y posrevolucionario no podía financiar proyectos culturales exteriores por la difícil situación interna después de la Revolución, durante la guerra cristera, o después de la crisis económica de 1929. Existieron acciones más ambiciosas, como participar en las Exposiciones Universales de París en 1889 y 1900 o realizar exposiciones de artes en Estados Unidos en los años veinte.38 Pero éstos eran casos limitados y escasos, y el inicial rechazo de participar en la Exposición Universal en París de 1937 comprobaba la dificultad del Estado en asumir esta diplomacia cultural.39 Por lo mismo, la Secretaría de Relaciones Exteriores no contaba con una sección especializada en la diplomacia cultural.40
Dos corrientes se oponían en la diplomacia mexicana para desarrollar esta acción cultural. Una primera, y más tradicional, era una diplomacia cultural basada en la propaganda que consistía en dos vías: presentar los esfuerzos y logros del gobierno mexicano y desmentir las informaciones falsas, tendenciosas y basadas en prejuicios. Era la “diplomacia pública”, por su papel de informar a la opinión pública extranjera.41 La segunda corriente, más novedosa, se centraba en una acción de divulgación cultural, con la cual se quiere insistir en la riqueza cultural mexicana, presentar una realidad mexicana desconocida sin justificar la política gubernamental. Cada una tiene sus ventajas y sus defectos.
La corriente propagandística, más tradicional, se refería a una defensa de la política del gobierno.42 Podía tomar varias formas. Una promoción directa del gobierno mexicano por los diplomáticos podía traer consecuencias negativas, como reacciones de las oposiciones y desconfianza hacia el mensaje enviado, entonces era necesario buscar la forma de hacerlo de manera indirecta. Había dos formas, la primera era la campaña de prensa, en la cual se buscaba desmentir los ataques de la oposición al gobierno, sobre todo de la derecha francesa durante los años veinte y treinta. Consistía en publicar artículos contestando las noticias de periódicos. Esta decisión fue tomada por Alfonso Reyes cuando fue ministro en París durante el conflicto cristero;43 Reyes se dedicaba a contestar los artículos de los periódicos católicos, como La Croix, o ultraconservadores, como L’Action Française. Para eso aprovechó los contactos que tenía en el mundo político francés.44 Otra estrategia era enviar notas a los periódicos para desmentir las noticias, o bien, contactar a los periódicos de izquierda para que contradijeran los artículos agraviantes.
Otra solución era organizar conferencias para presentar la obra del gobierno mexicano, explicar sus razones y así desmentir ciertas críticas. Pero si el conferencista era mexicano podía ser acusado de ser agente del gobierno mexicano y entonces ser criticado por su parcialidad. También se buscaba un público limitado y que ya estuviera convencido o que se convenciera fácilmente. Por ejemplo, el sindicalista Vicente Lombardo Toledano dictó conferencias acerca de México en 1938, pero el público se limitaba a sindicalistas que veían con interés y simpatía la acción del gobierno mexicano.45 En las Exposiciones Universales los pabellones servían tanto para presentar la modernidad del país como la cultura.46 En la Exposición Universal de París de 1937 el pabellón de México favoreció la corriente propagandística porque presentaba la obra y los logros del gobierno mexicano en diversos temas, como la modernización del campo, la industrialización del país y la política educativa. El Pabellón tuvo un mayor público que las conferencias, pero era más costoso y difícil de organizar.47
Pero personas terceras —franceses— podían intervenir para la realización de conferencias o artículos, defendiendo, más sutilmente, la obra del gobierno mexicano. Jacques Soustelle, etnólogo que ya había realizado varias estancias de investigación en la selva lacandona o con los otomís, podía defender la obra del gobierno cardenista en su política indigenista y de educación rural.48 Ahí la autoridad científica del conferencista hacía pensar que era imparcial. Otra acción era la publicación de un libro acerca de la expropiación petrolera. Narciso Bassols encargó la redacción de este libro a Alfonso García Robles, estudiante de derecho internacional en París, para defender el punto de vista de México. En lugar de firmar con su nombre el autor usó el seudónimo de Paul Boracrés, economista rumano, buscando tener un mayor impacto, al ser de un especialista extranjero y no de un mexicano.49
La solución propagandística tenía varias ventajas, como defender las medidas del gobierno frente a las críticas, así como llamar a las simpatías de sectores que se adherían a estas medidas políticas, como la izquierda francesa o los sindicatos. Pero también tenía varios límites. Cuando Marte R. Gómez fungió como ministro en París, entre 1935 y 1936, criticó estas medidas porque eran muy costosas en tiempo y dinero, pues se requería dedicación para contratacar las críticas o dinero para pagar el personal diplomático o los periódicos. Además, podía provocar reacciones de sectores potentes y con mayores recursos, como la Iglesia y así anular completamente los esfuerzos. Además, el efecto era efímero y no permitía dar una mejor imagen de México.50 En cambio, el apoyo de franceses para defender la obra del gobierno mexicano era más difícil de controlar o de suscitar. Algún control podía provocar resistencia por parte de los mexicanófilos al no querer sentirse como agentes de un gobierno extranjero y disminuir la espontaneidad y calidad de la defensa que hacían del gobierno mexicano. Además, si la presión o control del gobierno eran demasiado obvios podía provocar sospechas y críticas de los grupos antagónicos.
La otra corriente era más cultural y menos política que la propuesta propagandística. Podía realizarse a través de conferencias, como la traducción del libro Los de Abajo de Mariano Azuela, apoyado por Francisco Castillo Nájera, o la conferencia de Torres Bodet, acerca de la poesía mexicana, realizada en abril de 1934.51 También es interesante mencionar la acción de Alfonso Reyes en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, sabiendo el papel importante de la cultura para realizar un “desarme moral”, es decir, luchar contra los chovinismos, favorecer el entendimiento entre naciones y, de esta forma, limitar el recurso a la guerra por la simpatía entre todos y el fin de prejuicios que provocan el odio.52 En las relaciones entre México y Francia la voluntad era que se conociera mejor la cultura mexicana para crear simpatías.
Sin embargo, un plan de mayor importancia fue esbozado por R. Gómez en 1935.53 Frente a su crítica de la corriente propagandística, defendía la realización de una actividad para disminuir la ignorancia que se tenía de México. Destacaba que la ignorancia que él percibía favorecía las críticas de un México rojo y anticlerical y pensaba que éstas iban a desaparecer si México llegaba a ser más conocido. Además, sostenía que era necesario defender a México y sus tesoros culturales para dar una impresión mucho más duradera y permanente y no tanto al gobierno y su obra, que eran pasajeros. Esto condujo a proponer una exposición con cuatro secciones: una de artes prehispánicas para insistir en las particularidades de México; una de elementos virreinales y católicos para comprobar que en México también eran orgullosos de su arte religioso, al contrario de lo que sostenía la prensa católica; una sección del arte moderno mexicano, y una última de arte popular, para presentar la importancia de las obras actuales y también insistir en la participación de todos los mexicanos en la elaboración del arte, y no solamente las élites.
R. Gómez pretendía dar a conocer a los franceses un nuevo repertorio de representaciones sobre México. Comprobar que México no era solamente violento, que también era un país de arte y cultura. La propuesta innovadora era interesante, pero no pudo realizarse por el presupuesto limitado del gobierno mexicano, aunque sirvió como base para otros proyectos y para destacar la necesidad de salir de una posición solamente política.54 Además, algunos mexicanos establecidos en París, como José de Jesús Núñez y Domínguez, participaban en presentar la cultura mexicana en conferencias o en publicaciones.55 Aunado a ello, franceses como Paul Rivet, desde el Museo del Hombre, presentaba la cultura prehispánica en salas del museo al alcance de un amplio público.56
La tensión entre ambas corrientes estuvo presente en la Legación mexicana en París. Marte R. Gómez no logró implantar una acción exterior cultural antes de su dimisión para regresar a la gubernatura de Tamaulipas. Su sucesor, Adalberto Tejeda impuso una diplomacia de propaganda, al vincularse con la izquierda francesa y los círculos favorables a la República Española.57
Las ventajas de la acción cultural eran variadas, dependiendo de su éxito podía alcanzar un largo público. Gracias a objetos e imágenes creaba un nuevo corpus de representación para los visitantes sin importar su cultura, y también podía impresionarlos o crear un nuevo interés gracias a la curiosidad. También permitía alejarse del tema de la violencia y de la política porque se presentaba a la cultura mexicana, tema menos polémico que la política gubernamental. Pero sus problemas eran el costo y la necesidad de piezas y presentaciones de calidad para suscitar el interés del público.
La propuesta de Chico Goerne se inscribía en una conjunción de estas dos corrientes. Primero propuso realizar unas conferencias para presentar la situación mexicana, y segundo, crear un instituto mexicano como base de difusión de la cultura mexicana.
Los proyectos de Chico Goerne: de una diplomacia intelectual a una política cultural institucional
La misión que Cárdenas había confiado a Chico Goerne tenía dos facetas: fortalecer los vínculos culturales entre México y Francia, y presentar la situación social de México. Para estrechar las relaciones fue necesario presentar un plan de política exterior cultural. Chico Goerne proponía dos acciones, una de corto y otra de largo plazo. Se trataba de una transición entre dos tipos de actividad, una individual, más intelectual, al realizar conferencias y la otra más institucional y colectiva, dentro de una estructura. Los dos proyectos fueron formulados en septiembre de 1938, poco después de su llegada, y a tres días de diferencia.
El primer proyecto: el intelectual conferencista y su propaganda
La realización de conferencias no era, en sí, una novedad. Organizar un ciclo de conferencias era una actividad regular, y Francia había enviado a varios intelectuales conferencistas a México para presentar sus investigaciones, así como la situación política del país. En 1934 se había creado un Comité de Intercambio Universitario Franco-Mexicano, y varios intelectuales como André Siegfried, sociólogo y politólogo francés, y André Latarjet, médico francés, fueron enviados a México con la finalidad de dictar conferencias.58 Es muy probable que el ex rector de la UNAM retomara este tipo de acción como modelo. Esta actividad representaba la acción del intelectual, dictando conferencias para crear o reforzar la simpatía y el interés hacia su país.
El ex rector se concertó con el gobierno francés para organizar un ciclo de conferencias en la Sorbonne, la prestigiosa universidad de París, antes de extenderlas a otros lugares según lo considerara el gobierno francés. En una primera conferencia, y para “preparar el ambiente”, quería presentar las “afinidades culturales, sociales y políticas” entre Francia y México.59 El objetivo de Chico Goerne era demostrar la similitud de preocupaciones que existían entre Francia y México.
Se quería demostrar los puntos comunes y por esta razón eran necesarios una mayor cooperación y apoyo. En el contexto de la tensión entre las democracias y las dictaduras nazi y fascista —el proyecto fue presentado antes de los Acuerdos de Munich, es decir, mientras Hitler exigía la entrega de los Sudetes, región de Checoslovaquia con población alemana—,60 era necesaria una cooperación entre democracias para enfrentarse a las dictaduras que estaban en una “unión compacta” frente a las democracias divididas.61 El apoyo que Chico Goerne esperaba de Francia estaba relacionado con el tema de la expropiación petrolera. Francia había rechazado comprar el petróleo mexicano para evitar tensiones con Inglaterra, además existían problemas logísticos para el abastecimiento.62 Esto había condenado a que México vendiera su petróleo a Alemania.
Chico Goerne insistía en la:
necesidad que existe de una intensa comprensión y cooperación entre los dos países. Necesidad de comprensión y apoyo franco de Francia para nosotros … resulta no solo miope, no solo injusto, sino además absurdo en lo nacional y en lo internacional, que las democracias se vean con indiferencia y aún se hostilicen como ha ocurrido con nosotros por la expropiación petrolera, que a más de ser una afirmación de nuestra nacionalidad y de nuestro derecho indiscutible a vivir como pueblo libre (principios que Francia deberá sostener si no quiere traicionar su historia) no significa en resumen ningún daño internacionales supuesto que los pueblos demócratas pueden continuar utilizando nuestro petróleo.63
El objetivo era crear una simpatía para después presentar elementos particulares a México. Las conferencias debían realizar una propaganda para defender el gobierno mexicano y también para conseguir la cooperación entre México y Francia, necesaria para enfrentar las dictaduras. El contexto de la crisis entre Checoslovaquia y Alemania, en su punto culminante en septiembre de 1938, probablemente convenció a Chico Goerne para impartir estas conferencias y también para convencer a Francia de comprar su petróleo.
La segunda conferencia propuesta debía presentar el asunto petrolero. Se debía demostrar el punto de vista del gobierno mexicano y convencer a los oyentes de que era necesario que Francia comprara el petróleo para debilitar a Alemania. Las otras conferencias se encontraban en la misma línea, porque Chico Goerne:
procurará demostrar como México ha realizado su pensamiento social, actuando sobre las tres grandes fuerzas que rigen la vida universal contemporánea: la de los estudiantes y profesores, la de los campesinos y la de los obreros, añadiendo a esta exposición la obra del General Cárdenas frente al indio, que numéricamente representa la mayoría de México.64
La acción de Chico Goerne tenía como meta presentar tanto los puntos de vista del gobierno como los logros de la Revolución. Esta postura retomaba plenamente la primera corriente de diplomacia cultural, es decir, darse a conocer mejor insistiendo en la situación política y social del país. Además, era una postura de acción individual, pues al ser parte de la élite cultural y política de México, como intelectual y académico, podía aprovechar sus contactos en la universidad francesa para realizar estos actos de propaganda.
Así se esperaba comprobar que había una conjunción de intereses comunes, de medidas políticas similares entre ambos países. Debía convencer a los franceses de que México era una nación en pleno progreso, una nación democrática que valía la pena respaldar en sus problemas, como con el petróleo. Así, se presentaba que la cooperación bilateral era necesaria para ambos países y que gracias a ella se podía oponer más fácilmente a las dictaduras y a los regímenes totalitarios.
Estas conferencias también debían dar inicio a varias negociaciones entre México y Francia, ya que como lo destacó el ex rector, “a la vez que este ciclo de conferencias, y de acuerdo con los funcionarios franceses, se irán proponiendo a nuestro Gobierno los convenios que cristalicen la cooperación que buscamos”.65 Es decir, Chico Goerne esperaba favorecer la intensificación de las relaciones gracias a la discusión de varios temas, culturales, económicos y políticos, dentro de los cuales estaba el tema del petróleo.
El segundo proyecto: la institución para la diplomacia cultural
Otro proyecto que existía desde algunos años era establecer un instituto mexicano en París para favorecer la estancia de estudiantes y de profesores mexicanos. Esto favorecía diversas actividades académicas, como investigaciones, conferencias, recibir intelectuales, crear redes y fomentar las relaciones bilaterales entre ambos países. Francia ya había fundado institutos en varios países, sobre todo en Europa, pero también existía un instituto en São Paulo Brasil, y algunos en Estados Unidos.66
La idea de establecer un instituto francés en México ya existía en los años veinte, pero algunos informes de diplomáticos franceses proponían crear uno hasta después de la visita de André Siegfried, intelectual francés.67 Desde esa época también se pensaba establecer en París una Casa de México en la Cité Universitaire, ubicada al sur de París. Varios países, entre los cuales estaba México, fueron invitados para construir un edificio destinado a sus estudiantes e investigadores. El gobierno mexicano rechazó construirlo por el costo y la utilidad reducida del edificio. André Honnorat, rector de la Ciudad Universitaria, insistía en la instalación de una Casa de México en Francia, al defender el acercamiento bilateral.68 Es necesario insistir en que Honnorat había sido diputado y luego senador del valle de Barcelonnette, zona de donde provenían muchos franceses establecidos en México. Varios familiares de André Honnorat estaban en México. Por esto el senador francés veía con gran simpatía todos los esfuerzos de México para fomentar los vínculos bilaterales y por esto insistía en que México abriera una Casa en el espacio universitario que él había participado en crear.69
Estos antecedentes y las discusiones con el ministro Goiran favorecieron el esbozo que defendió Luis Chico Goerne, en 1938, de establecer un instituto mexicano en París, con reciprocidad.70 Esta iniciativa fue presentada por el ex rector en una carta dirigida a Jean Marx, director de los asuntos de diplomacia cultural del Ministerio de Asuntos Extranjeros francés. La presentación se hizo sin consultar al gobierno mexicano, hecho que provocó críticas por la SRE. 71
Chico Goerne insistió en crear un instituto. Destacó que “las bases fundamentales de la fusión cultural de México con Francia deberán ser creadas a traves sic. de las cuatro grandes corrientes de acercamiento inter-humanos: el personal, el radiofónico, el del libro y el de los hechos”.72 El plan de política exterior cultural era más amplio que el simple instituto porque implicaba usar otras herramientas, como la radio, el libro y varias acciones universitarias y artísticas para favorecer los intercambios culturales, como la “revalidación de títulos profesionales; on sic. la organización recíproca de exposiciones franco-mexicanas”.73
El primero es más interesante al ser el programa más ambicioso porque se querían crear instituciones de relaciones culturales bilaterales. El proyecto consistía en crear una “delegación permanente de la cultura francesa en México y una delegación permanente de la cultura mexicana en Francia, integradas ambas por profesores y estudiantes que al irse substituyendo y renovando de año en años harían una fusión verdadera de inquietudes y de aspiraciones entre los dos pueblos”.74
La propuesta consistía en crear dos institutos basados en los modelos de las Casas en la Cité Universitaire de París o el instituto de São Paulo. La voluntad de Chico Goerne era fomentar el intercambio académico entre México y Francia para crear un grupo de personas que compartieran una simpatía hacia el otro país. Al sustituirse, las personas serían cada vez más numerosas y conscientes de los intereses comunes entre Francia y México, lo que provocaría, según Chico Goerne, una “fusión” de inquietudes y de aspiraciones. Esta propuesta dio un ejemplo de política cultural que buscaba un acercamiento y una cooperación entre dos países.
Esta propuesta demuestra una clara evolución en la diplomacia cultural mexicana. La ambición del proyecto era crear una institución en el extranjero dedicada a recibir estudiantes y académicos para realizar estudios, relacionarse y también, como probablemente lo esperaba el gobierno mexicano, realizar una propaganda al presentar sus logros. Además, al enviar artistas se esperaba también presentar el arte mexicano en Francia. Igualmente, se esperaba que, gracias a sus estudios en el extranjero, iban a traer nuevos elementos para sus investigaciones y para modernizar los estudios de sus campos académicos.
En este proyecto se veía además la conjunción de las dos corrientes de la diplomacia cultural mexicana, la propagandística, es decir, dar a conocer la situación social mexicana y cultural que consiste en presentar la historia y los elementos de la cultura mexicana al público francés. Ahí se ve la institucionalización de esta diplomacia porque se quería crear una organización en el extranjero para la presentación política, la cultura artística e histórica y para crear redes de simpatías franco-mexicanas. Además, este instituto inauguraba un cambio en la difusión cultural de México en el extranjero, los actores serían más numerosos y ya no solamente intelectuales, sino también académicos, estudiantes y artistas, y su acción sería más colectiva que individual.
Proyectos abortados, realizaciones posteriores
Ninguno de los proyectos fue realizado durante la misión de Chico Goerne. Aunque interesaban al gobierno francés, porque ya existían discusiones dentro de la diplomacia francesa, fueron vistos con perplejidad. Había cuestionamientos: ¿sería la intención de un individuo francófilo o la del gobierno, y si es la del gobierno mexicano, no sería una forma para salir del aislamiento y buscar vender su petróleo?75 La SRE criticó fuertemente el proyecto, no tanto por su contenido, sino porque Chico Goerne no se había concertado con el gobierno mexicano antes de proponerlo. Además, hubo fuertes tensiones entre Chico Goerne y Bassols debido a la competencia por dirigir la Legación; Bassols acusaba al ex rector de hacerse pasar por Ministro, mientras sólo era Consejero. Esto aceleró la salida de Chico Goerne a inicios de 1939, lo que desfavoreció la realización del proyecto. Se fue alejado también por la Segunda Guerra Mundial, dejando Francia en una situación difícil debido a la ocupación nazi.
La propuesta de institucionalizar la diplomacia cultural no interesó al gobierno mexicano, que no podía financiar este proyecto por los costos que representaba para el Estado, mientras enfrentaba dificultades internas debido a la expropiación petrolera. Además, era una iniciativa personal y no parecía provenir de una estrategia del gobierno mexicano porque la misión dada a Chico Goerne permitía una cierta autonomía de acción. De alguna manera se mantenía la postura tomada en los años veinte al haber rechazado la creación de una Casa de México en la Cité Universitaire. Por esto, el proyecto sólo pudo prosperar en 1953 cuando la economía mexicana tuvo un crecimiento importante y porque el presupuesto era suficiente para subvencionar una institución que debía recibir a los investigadores y estudiantes mexicanos. Esto no impidió a Francia crear anteriormente el Instituto Francés de América Latina (IFAL), similar al instituto que había propuesto Chico Goerne, en 1944.
Las propuestas ambiciosas de Chico Goerne anunciaban entonces la transición y modernización de la diplomacia cultural mexicana, al igual que otras, como la de Francia, porque se institucionalizaba y se recurría a más actores. El Estado estaba cada vez más consciente del papel de la cultura como una manera de mejorar su proyección y facilitar la cooperación con otros países. Los intelectuales ya no serían los únicos agentes culturales en el exterior como habían sido antes de la mitad del siglo XX, sino que ahora iban a compartir ese papel con otros actores, académicos, estudiantes, además de estar apoyados por los funcionarios del Estado mexicano.
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Hemerografía
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Notas
Notas de autor