Artículos dossier: Intelectuales y diplomacia en América Latina
Crónica de una efusión: Alfonso Reyes, Luisa Luisi y el Comité Uruguay-México
Chronicle of an effusion: Alfonso Reyes, Luisa Luisi and the Uruguay-Mexico Committee
Revista de Historia de América
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México
ISSN: 0034-8325
Periodicidad: Semestral
núm. 156, 2019
Recepción: 11 Octubre 2018
Aprobación: 22 Noviembre 2018
Resumen: Este artículo estudia la relación de Alfonso Reyes con Luisa Luisi y el Comité Uruguay-México a partir del análisis del diario del autor y la correspondencia —inédita— mantenida con la escritora uruguaya, así como de los encuentros, discursos y colaboraciones publicadas en revistas y diarios de la época. El desembarco oficial de Reyes en Uruguay, en mayo de 1928, formó parte, al tiempo que operó como un catalizador, de una “ola de difusión de los valores” del México posrevolucionario. La reconstrucción de la relación intelectual entre Reyes y la escritora uruguaya, así como la reflexión sobre las dinámicas de colaboración y conflicto entre ambos proponen nuevas claves para la crítica biográfica de los autores y los estudios sobre la diplomacia cultural de México en América del Sur.
Palabras clave: Alfonso Reyes, Luisa Luisi, correspondencia, Comité Uruguay-México, diplomacia cultural.
Abstract: This article studies the relationship among Alfonso Reyes, Luisa Luisi and the Uruguay-Mexico Committee. It is based on the analysis of Reyes’ diary and the unpublished correspondence he maintained with the Uruguayan writer Luisa Luisi, as well as on encounters, speeches and collaborations published in magazines and newspapers of the time. Reyes´ official arrival in Uruguay, in May of 1928, was part of and also catalyzed a “wave that diffused the values” of post-revolutionary Mexico. Reconstructing the intellectual relationship between Reyes and Luisi, as well as reflecting on the collaboration and conflict dynamics between the two, lends new insights into biographical criticism of the authors and studies on Mexico´s cultural diplomacy in South America.
Keywords: Alfonso Reyes, Luisa Luisi, correspondence, Uruguay-Mexico Committee, cultural diplomacy.
Crónica de una efusión: Alfonso Reyes, Luisa Luisi y el Comité Uruguay-México
Reyes y Uruguay, una deuda pendiente
La conjugación de los oficios de escritor y diplomático hizo de Alfonso Reyes (1889-1959) una de las figuras más destacadas del ámbito hispanoamericano de entreguerras. Provisto de un notable carisma para la sociabilidad intelectual y de un gran prestigio, el escritor alimentó un sinfín de intercambios culturales entre el norte y el sur de América Latina, colaboró con el fortalecimiento de una conciencia continental1 y especialmente con la política de defensa y proyección internacional de la Revolución mexicana.2 Este marco de acción tuvo vigencia desde el gobierno de Venustiano Carranza hasta la década de los treinta, años en los que México invirtió un gran esfuerzo en su propaganda en Sudamérica con la finalidad de promover la imagen de un gobierno constitucional —acuciado como estaba por la prensa norteamericana y su difusión de la barbarie del proceso revolucionario— y afianzar lazos políticos y comerciales con aquella zona del continente. Como ha estudiado Yankelevich,3 la difusión de los valores y la creación de empatía hacia la obra de la Revolución en los sudamericanos estuvieron en manos de los movimientos de estudiantes universitarios y de las representaciones obreras e intelectuales. Para los primeros y los segundos, los gobiernos posrevolucionarios fomentaron el desplazamiento y los encuentros entre líderes universitarios y obreros ˗mexicanos y extranjeros˗ y crearon agregadurías en todas sus legaciones. Para los terceros, promovieron la colocación de renombrados escritores mexicanos en representaciones diplomáticas o el encargo de misiones puntuales en el exterior.
Es así como, en 1927, Alfonso Reyes llegaría a Buenos Aires portando las credenciales de embajador de México. Tenía entonces 38 años y una trayectoria europea que lo ungía como un escritor consagrado, aspecto que favoreció su incorporación a las redes sudamericanas, que vieron en él, aparte de un diplomático en el servicio de México, a un eximio intelectual. Pero lo cierto es que la coyuntura mexicana no le deparaba una tarea fácil en el Río de la Plata, en especial por los efectos de la política anticlerical del presidente Calles. La promulgación de la ley que determinaba la separación de Estado e Iglesia en 1926 había desatado la Guerra cristera y colocaba a la representación mexicana en el exterior en la mira de la prensa y los movimientos católicos.4 También habría que considerar el peso, para el desempeño de la labor diplomática en Buenos Aires, de los asuntos derivados del conflicto por el petróleo y otros intereses económicos de Estados Unidos, fuerte aliado comercial y político de las naciones sudamericanas.
Con todo, Reyes mostró gran eficacia a la hora de contrarrestar el desprestigio que se cernía sobre la imagen de México. “Se dedicó a difundir los logros del proceso posrevolucionario mexicano, especialmente en los ámbitos de la educación y la cultura”5 y transformó a la Embajada de México en Buenos Aires en un centro de gran efervescencia cultural no sólo para el país, sino también para la región, pues su labor resonó también en el campo intelectual uruguayo, un asunto que no ha recibido hasta el momento suficiente atención crítica.6 Atendiendo a esto, el objetivo del presente trabajo es avanzar en la indagación acerca de los efectos de la residencia argentina de Alfonso Reyes sobre la orilla oriental del Plata, a través del estudio de su vínculo con la escritora uruguaya Luisa Luisi (1883-1940), la entusiasta artífice, a través del Comité Uruguay-México, del desembarco efectivo de Reyes en Montevideo en 1928.7
Esta relación sólo ha merecido hasta ahora algunos comentarios incidentales o de corte anecdótico por parte de la crítica alfonsina (los estudios sobre Luisi sencillamente no registran esta relación), con base en los encuentros e intercambios registrados por el propio autor en su diario. Nuestro trabajo, si bien retoma esta fuente, se basa especialmente en la co-rrespondencia inédita de los escritores, conservada en el archivo particular de Alfonso Reyes (Capilla Alfonsina/INBA). Se trata de un corpus de un total de 85 folios (entre cartas manuscritas, tarjetas de visita e impresos), enviados entre julio de 1927 y agosto de 1933, y que abren un rico campo de exploración,8 pues permiten reconstruir la historia de un breve, pero intenso fervor por lo mexicano en Uruguay, profundizar en la interacción del autor de Visión de Anáhuac con la intelectualidad del país, la naturaleza y el contexto de sus intercambios y las percepciones culturales vigentes en el momento. Por otra parte, la doble naturaleza de esa relación Luisi-Reyes, atravesada por la colaboración y el conflicto, ilumina ciertas claves de la compleja construcción de Reyes como literato y diplomático al servicio de México en el exterior.
Luisa Luisi y el Comité Uruguay-México
En Uruguay el apellido Luisi resuena como aquél que identifica a un conjunto de mujeres que lograron conquistar un buen número de espacios y derechos a principios del siglo XX. Hijas de inmigrantes europeos de ideas masónico-liberales, las hermanas Luisi formaron parte del primer grupo de mujeres egresadas de la universidad y tuvieron un destacado papel en el ámbito público.9 En el caso de Luisa, maestra de formación y de ejercicio, su labor recorrió los campos de la literatura, el periodismo y la pedagogía. Formó parte de una generación de “maestras poetas que florecieron en América”,10 entre las que destacaron Gabriela Mistral y Alfonsina Storni. Su obra literaria se enmarca en el posmodernismo y conforma cuatro poemarios: Sentir (1916), Inquietud (1921), Poemas de la inmovilidad, Canciones al sol (1926) y Polvo de días (1935). A esto hay que añadir sus trabajos como crítica literaria, la mayoría recogidos en A través de libros y autores (1925) y La literatura del Uruguay en su Centenario (1930), y otros tantos dispersos en publicaciones de la época. 11 A pesar de que lidió desde joven con las secuelas de una parálisis, Luisi mostró un enorme dinamismo cultural y político. Militó en el Partido Colorado, grupo que a través del batllismo había extendido su hegemonía sobre el campo intelectual.12 Como a otros tantos escritores uruguayos del periodo (entre ellos, Oribe, Sabat Ercasty, Zum Felde), la cercanía con el poder le deparó a la poeta cierta protección por parte del Estado, siendo durante varios periodos miembro del Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal.
Un aspecto desatendido por los biógrafos de Luisi interesa especialmente a este trabajo: el de su intenso americanismo, una orientación que fue más allá de sus lecturas, trabajos críticos y amistades (que incluían a Gabriela Mistral, Luis Alberto Sánchez, Ventura García Calderón y Enrique González Martínez, entre otros). La influencia del pensamiento de Rodó, la adhesión a los fundamentos de la reforma universitaria y la cercanía con posiciones de izquierda, fueron decisivos para que Luisi diera firmes pasos hacia un acti-vismo antiimperialista y comprometido con la construcción de una conciencia continental tanto a través de la pluma como de la acción. Desde estas afinidades debe comprenderse su liderazgo en la fundación del Comité Uruguay-México,13 empeño en el que fue secundada por un grupo de alrededor de cuarenta intelectuales.
La conformación del organismo tuvo a la propia Luisi en la presidencia, mientras que Carlos Quijano14 e Ildefonso Pereda Valdés se desempeñaron como secretarios. Entre sus miembros figuraban además: Fernán Silva Valdés, Clotilde Luisi, Oscar Cosco Montaldo, Adolfo Montiel Ballesteros, Emilio Frugoni, Alberto Zum Felde, Orestes Baroffio, Mercedes Pinto y Carlos Sabat Ercasty.15
La idea, concebida entre finales de 1927 y principios de 1928, debe enmarcarse en una corriente internacional de apoyo al gobierno del presidente Calles, quien era acuciado periódicamente por las amenazas de invasión de Estados Unidos y de continuo por los ataques de la prensa norteamericana. La relación entre los dos países había vuelto a entrar en tensión a partir de las medidas proteccionistas impuestas por el gobierno mexicano, en especial las que restringían la extracción del petróleo por parte de extranjeros. A esto se sumó el encono por el apoyo mexicano a Sandino cuando la intervención estadounidense en Nicaragua y por el acercamiento diplomático entre México y la Unión Soviética. Pero fue en la difusión de la crisis interna derivada del conflicto religioso que Estados Unidos encontró un flanco débil en la nación vecina; supo sacar provecho de la Guerra cristera como una muestra de la inestabilidad e incapacidad de México de asentar las bases constitu-cionales de la Revolución iniciada en 1910.
Entre la intelectualidad progresista del Uruguay, el presidente Calles gozaba de gran reconocimiento en virtud de sus políticas laicistas, su cercanía con el movimiento obrero y su esfuerzo por suprimir en el país, a través de instituciones y de leyes, la necesidad de caudillos. En cierto modo, los intelectuales vieron en este gobierno un avance hacia la “fase constructiva” de la Revolución, a la que el propio Calles había aludido en su toma de po-sesión.16 Por otra parte, el celo con el que presidente promovía la extensión de la educación, unido a su condición de maestro, dotaban al gobierno de un halo de humanismo. En cierto modo, las políticas económicas y sociales implementadas por Calles tenían numerosos puntos de contacto con el batllismo, lo que permite afirmar que un elemento importante para la afinidad y solidaridad con el México posrevolucionario radicó en la voluntad reformista que los intelectuales reconocieron en su programa.17
En lo que hace a los propósitos del Comité, éste declaró perseguir una “obra de acercamiento americano” para la que proponía un “programa de acción constructiva por el conocimiento verdadero de ambos países”. Fue de esta manera que un sector de la intelectualidad uruguaya manifestaría su solidaridad moral y espiritual “a la gran obra de construcción democrática que se gesta, dolorosa y acaso turbiamente en este gran país hermano”.18 Atendiendo a ello, durante los meses de mayo a noviembre de 1928, el organismo llevó adelante un ciclo de conferencias sobre literatura, arquitectura, historia, música, política y cultura de México, en espacios como el Paraninfo de la Universidad de la República y principalmente en la Casa del Arte. Anuncios y reseñas de estas actividades, así como las convocatorias a reuniones y el manifiesto del organismo, fueron difundidos a través de los periódicos El Día y El País, y la revista literaria La Pluma.19
Como acto inaugural, el Comité decidió organizar un homenaje a México en la figura de su embajador en Buenos Aires, el reconocido escritor Alfonso Reyes.
Reyes y el homenaje a México
Las gestiones de Luisi para atraer a Reyes a Montevideo comenzaron en el mes de enero de 1928, cuando se entrevistó con el mexicano en Buenos Aires.20 En esa oportunidad, la autora le extendió una invitación para dictar una conferencia sobre nueva literatura mexicana en un evento organizado por el Comité Uruguay-México previsto para el mes de abril de ese año. Transcurrido un tiempo, el pedido de una conferencia se transformó en un acto de homenaje y fue pospuesto al mes de mayo. Si se observa la co-rrespondencia de los autores, la primera y extensa carta de Luisi en la que se refiere al Comité y sus actividades lleva por fecha el 28 de marzo de 1928. En ella señala: “El acto, que resultará grandioso por el entusiasmo que ya se nota y por las personalidades que en él intervendrán, consistirá en una recepción académica en la flamante Casa del Arte”.21 La carta también incluye el programa del acto, quiénes serían los oradores, el tema de sus intervenciones y aspectos vinculados a la difusión. Permite, asimismo, entrever el compromiso con el que Luisi y sus compañeros concibieron el programa de solidaridad con México:
Se trata de un proyecto vasto y bien meditado que ha de obtener un éxito completo para nosotros los organizadores, y para México en especial. Hay ya mucho entusiasmo; cada día recibimos nuevas adhesiones para el Comité, el cual trabaja activamente.
Terminado el ciclo de conferencias trataremos de formar con ellas un volumen para enviar a México. Dígame algo más que a Ud. se le ocurra y que pueda contribuir a nuestra ola de difusión de los valores mexicanos. Sería muy interesante una audición de música mexicana, y si fuera posible una exposición de arte mexicano; pero me parece muy difícil su realización por nuestras solas fuerzas. Si Ud. quisiera prestarnos su colaboración, acaso sería más factible.
Entre las comunicaciones que siguen se encuentra una nota del Comité formalizando la invitación a Reyes, la concreción de los últimos detalles de su visita y el envío de recortes de la prensa montevideana en los que figura el manifiesto del organismo y anuncios de sus actividades. Cuando Reyes llegó a Montevideo, le esperaba nutrida agenda. Tras la bienvenida en el puerto por parte de un pequeño grupo de representantes del Comité, el escritor visitó a Juana de Ibarbourou y la Escuela México; se entrevistó con el presidente de la República, Juan Campisteguy y el ministro de Relaciones Exteriores; concurrió a una recepción en el Círculo de Prensa; brindó una conferencia en la Casa del Arte sobre “Últimas crisis del pensamiento mexicano”22 y asistió a una función que le dedicó la Casa del Arte representando especialmente para él una obra de autor mexicano.
En lo que respecta al homenaje, éste tuvo un éxito abrumador, según se sigue de los testimonios del propio Reyes, Luisi y la prensa de la época. La oratoria estuvo a cargo de la presidenta del Comité, el poeta Carlos Sabat Ercasty,23 el Ministro de Instrucción, Enrique Rodríguez Fabregat, y el propio Reyes. Los discursos fueron “comunicados por radio a toda América”24 y algunos (el de Luisi y el de Reyes) aparecieron en el volumen del mes de julio de la revista La Pluma.
La alocución de Luisi exponía los motivos de la solidaridad uruguaya con México y constituye una clara muestra del americanismo exaltado que inspiraba la labor del Comité: “México se halla hoy, señores, por la senda más dura y más áspera, en caminos de ascensión hacia su meta. Su carne se desgarra en zarzas y en espinas, y sangra por las mil heridas de su pueblo. México dolorido, México crucificado en la lucha intestina de sus hijos, es sin embargo, el México de la democracia que se forja arrancando el cuerpo ensangrentado, con la carne acaso gangrenada, los trozos de la carne vigorosa”.25
Por otra parte, la autora justificaba la elección de Reyes como figura representativa de México por ser él “uno de los hijos más preclaros del noble país mexicano”, a quien se le reconocía “su obra de acercamiento espiritual entre ambas naciones”:26
Aquí estamos reunidos, señores, para tributar nuestro homenaje a quien por sus preclaras condiciones de talento natural, por la intensa cultura de su espíritu, por la amplitud de su noble visión de intelecto, por el don sagrado y fatal de la poesía, por su abierto corazón de hombre y por el oro y el diamante de su carácter, hemos elegido para representar a México en esta hora, no en su función de Embajador de su Gobierno, sino en este otro de Embajador de la cultura y de las letras mexicanas.27
Asimismo, el discurso de la poeta uruguaya revelaba lo efectiva que era la labor de la diplomacia de las letras impulsada por México, que ya por entonces contaba con una destacada genealogía de “heraldos de la nación”.
Hemos aprendido a conocer y amar a la nación hermana, a través de sus más grandes literatos, convertidos por la sabia diplomacia mexicana, en los más puros heraldos de su cultura nacional. Así amamos y lloramos con hondo dolor de poetas y de hermanos al dulce Amado Nervo, que en su cristiana generosidad, nos lo dio todo, su corazón de Asís, y el mismo soplo vital de su existencia. Así aprendimos a conocer y a amar al noble poeta González Martínez, de tan alta espiritualidad en su poesía como noble dignidad en su arte; amigo grande a quien recuerdo hoy emocionada en esta fiesta que el Uruguay dedica a México. Y así también Alfonso Reyes, investido por un Gobierno transitorio de una transitoria Representación Diplomática, inviste, hoy y siempre para nosotros, la representación ilimitada de la cultura de su pueblo.28
A su turno, Reyes expresó agradecimiento por las muestras de afecto y de solidaridad con su país. Dedicó un comentario al legado social de la Revolución, destacando el esfuerzo de México para que toda la masa social “disfrute igualmente de las escasas piedades que nos brinda la tierra. Queremos, a costa de nuestro dolor, conquistar un poco de felicidad para todos”.29 Por otra parte, la prédica de amistad entre las naciones que advirtió en las bases del Comité Uruguay-México inspiró al intelectual regiomontano un panegírico en el que asoman aspectos interesantes de la imagología de lo uruguayo: “Regocijaos, oh patria diminuta y grande; propicia a las inquietudes generosas, consciente de que la vida es una constante progresión penetrada del sentimiento de lo mejorable y lo perfectible; regocijaos, oh ensayo de felicidades cívicas propuesto a los pueblos como índice de entusiasmo y aliento, oh ciudad bajo las alas de Ariel, porque sabéis hacer al mundo señales a cuya luz se reconozcan los hombres de buena voluntad”.30 En este pasaje se evidencia la fuerza del relato batllista, que difundió la imagen de Uruguay como una república estable, progresista y respetuosa de las leyes. También se advierte en el discurso de Reyes la impronta de Rodó, cuya lectura constituyó su lazo más decisivo con la cultura uruguaya. El joven Reyes, junto a los intelectuales que integrarían el Ateneo mexicano (Gómez Robelo, Antonio Caso, Isidro Fabela y Vasconcelos, entre otros), vio en el autor de Ariel una suerte de maestro. El pensamiento del uruguayo representó para su generación la salida del positivismo y una gran influencia en la forja de su espíritu americanista.31
Si bien la participación de Reyes en las actividades del Comité Uruguay-México se redujo a este homenaje, la ingente fama del autor dotó de prestigio y visibilidad a los eventos inaugurales del grupo. No medió demasiado tiempo entre su visita a Montevideo y la organización, por parte del Comité, de un homenaje literario en memoria de Salvador Díaz Mirón (fallecido el 28 de junio de 1928) que contó con una gran afluencia de público y en el que disertaron Emilio Frugoni y Héguy Velazco. El ciclo continuó con una conferencia de Luisi, quien presentó un estudio biográfico sobre Sor Juana Inés de la Cruz; Carlos Sabat Ercasty dedicó una exposición a la obra de Gutiérrez Nájera, y Emilio Frugoni intervino nuevamente con una disertación sobre los logros y dificultades de la Revolución mexicana.32
Entre los efectos duraderos del acto consagratorio de Reyes en Montevideo se cuenta el incremento de sus corresponsales uruguayos a partir de 1928. El tendido de esta nueva red epistolar incluyó —aparte de Luisi— a Juana de Ibarbourou, Enrique Amorim, Alberto Zum Felde, Clara Silva, Emilio Oribe, Giselda Zani y Carlos Reyles. Ellos recibieron Monterrey, el correo literario de Reyes, así como las obras que éste fue editando. A su vez, el escritor mexicano recibió las publicaciones de los uruguayos y eventualmente colaboró con su difusión, como se comprueba en el primer número de la revista Sur,33 en el que el autor dedicó reseñas a libros de Juana de Ibarbourou y Ángel Aller, o más adelante, en 1939, cuando escribió un breve ensayo sobre la filosofía de Carlos Vaz Ferreira, motivado por la re-edición de las conferencias de éste por la editorial Losada.34
Amistad literaria y propaganda cultural
Algunas semanas después del homenaje, Reyes manifestó de esta suerte su agradecimiento a Luisi y al Comité:
Dejando aparte los muchos motivos de admiración y afecto que me unen a Usted, esta vez sólo me dirijo a la persona que representa al Comité Uruguay-México, para rogarle de una manera muy especial que haga presentes a todos y cada uno de sus miembros y reciba para sí, las expresiones de gratitud que, verdaderamente, quisiera demostrarse en obras mejor que en palabras. Ustedes, desde los primeros momentos, han salido gallardamente a la defensa de nuestros comunes ideales americanos, y —ante las conjuraciones de mala voluntad e incomprensión— no han dudado en ponerse de parte de México, cuyo conocimiento difunden con tanto amor y tanta ciencia.35
El escritor vio en las actividades del Comité un instrumento para amplificar los efectos de la diplomacia cultural del México posrevolucionario en el Río de la Plata. En contraste con el campo intelectual argentino que, en su cosmopolitismo europeísta, manifestó escaso interés por la cultura mexicana que tanto pretendía promover el diplomático (y eligió, según Myers, al Reyes del humanismo liberal)36, la recepción uruguaya cumplió una función compensatoria, dado el fervor y la solidaridad de los intelectuales orientales con la coyuntura mexicana. Por otra parte, también habría que considerar, para ponderar cabalmente su relación con el Comité, un hecho previo a su instalación en Buenos Aires como Embajador. A principios de 1926, Genaro Estrada, jefe del servicio exterior mexicano durante Calles, comunicó a Reyes el descontento del presidente en relación a cómo él y su par, Enrique González Martínez, desarrollaban su labor diplomática. “Se les reprocha dedicar demasiado tiempo a la literatura en vez de ocuparse de sus responsabilidades oficiales”. Este episodio preocupó al escritor-diplomático y provocó que a partir de entonces se esforzase más que nunca en “la organización de actos de propaganda, en satisfacer los deseos de la Secretaría”.37
Para ello no sólo se valió de las estrategias de la diplomacia, sino también de aquéllas vinculadas a la amistad literaria o sociabilidad intelectual. A su juicio, la representación de México no se reducía a la órbita de las tareas administrativas; era una labor de propaganda cultural y espiritual que debía nutrirse “sobre todo del trato y de la presencia, del influjo y el atractivo personal”.38 Ésta fue precisamente la estrategia que el escritor siguió en la relación con Luisa Luisi, puesto que no sólo resultó en una especie de padrino de lujo para la empresa americanista de la autora -quien continuó escribiéndole tras el homenaje para solicitarle orientación en relación a las actividades del Comité, relatarle el desarrollo de las mismas o enviarle las notas que la prensa les dedicaba- sino que se preocupó por mantener la comunicación y por atender de forma solícita un buen número de pedidos y de inquietudes manifestadas por ella, tanto en relación a la cultura mexicana como al propio quehacer intelectual. “Sus libros son imposibles de encontrar en las librerías de aquí. ¿Sería Ud. tan amable de enviarme alguno, en especial Plano oblicuo, Ifigenia cruel o La visión deAnáhuac?”, escribía Luisi el 10 de abril de 1928. En otra misiva apuntaba: “me llegó su esperada Ifigenia que leí de un solo tirón”.39
Reyes cumplió también con otros intereses bibliográficos manifestados por la uruguaya, como lo revela la carta a Estrada en la que señala: “Que le envíen todas las publicaciones pedagógicas de Educación a la Srta. Dra. Luisa Luisi, Calle Bicúy (sic.), 1309, 2° piso, Montevideo”.40 Hay que apuntar especialmente aquéllos relacionados con Sor Juana Inés de la Cruz y su época. Como se ha señalado, la autora preparó una conferencia sobre la escritora mexicana como parte del ciclo de conferencias del Comité (agosto de 1928). Luego del evento le envió el texto a Reyes con la intención de conocer su opinión al respecto y manifestarle su interés en publicar ese trabajo en México. El diplomático le concedió su apoyo gestionando su inclusión en un número de la revista Contemporáneos41 y la auxilió con los materiales necesarios para que Luisi completara su estudio, como puede verse en otra carta de Reyes a Genaro Estrada de noviembre de 1928 y que transcribimos íntegra por el interés que reviste.
La poetisa uruguaya Luisa Luisi ha leído recientemente una conferencia sobre Sor Juana de la Cruz, que ella quiere ampliar hasta hacer un verdadero libro. Le he hecho prescindir de la idea de incluir en la obra una antología de Sor Juana, porque eso ya lo ha hecho en México Touissant, y porque Emilio Abreu Gómez va a ser el editor filológico de Sor Juana.
Luisa Luisi necesita que le envíen de México las obras de Pimentel (lo que haya de él o sobre Sor Juana), el México viejo, de González Obregón, y cuanto haya digno de consultarse sobre Sor Juana. Dado el valor literario de Luisa y su eficaz y operante simpatía por México, creo que la Secretaría puede obsequiar una colección de publicaciones que la animen para acabar su monografía. Dicha monografía iría manuscrita a México en mi valija, para que allá se publique. Gracias. Le encarezco la importancia de corresponder con esto a la gran animadora del Comité Uruguay-México.42
El texto es un testimonio del valor de Luisi para la “buena” propaganda de México en el Cono Sur y del peso de las élites intelectuales en la construcción de la imagología cultural en el momento, pues exhibe cómo Reyes empleó todos los recursos materiales que tenía a su disposición e involucró incluso a la Secretaría de Relaciones Exteriores de México para la satisfacción de las solicitudes de Luisi.
Pero la labor diplomática del escritor no terminó allí, pues atendió además las demandas anímicas y espirituales de Luisi. Las cartas fueron para ella un espacio para la amistad y la confidencia, aspecto visible en los numerosos pasajes en los que la uruguaya le comparte al escritor detalles de su vida, en especial los que hacían alusión a su enfermedad, infortunios familiares y otros sinsabores vinculados a la recepción crítica de su obra. Así, escribe: “Soy una fracasada, amigo Reyes, y esta es la única razón de mi silencio”43 y recibe consuelo de parte de éste:
¡Qué buena carta la suya de diciembre, querido Alfonso! Con qué delicada suavidad sabe Ud. consolar con esa discreción afectuosa que es el signo de la verdadera amistad! (…) Voy a poner en orden mis manuscritos abandonados; a publicar una selección de mis poesías, tal vez un nuevo tomo de ellas que había encerrado en un cajón con ánimo de no verlas más; y acaso también una pieza de teatro casi concluida y un tomo de críticas.44
En la amistad epistolar con Luisi, se comprueba lo que ha señalado Adolfo Castañón, la inclinación y disponibilidad de Reyes hacia las amistades femeninas, “más allá de cualquier incidencia erótica”, pues “Reyes tenía, al parecer, una rara capacidad para inspirar confianza entre las damas y para tratarlas con una refinada y fervorosa amistad”,45 como también se comprueba en su correspondencia con Victoria Ocampo, Gabriela Mistral, María Rosa Oliver, Cecilia Meireles o Juana de Ibarbourou.
Capital simbólico, legitimaciones y conflictos
Pero no todo fue entendimiento y amistad literaria entre la uruguaya y el mexicano. Junto a las prácticas de colaboración y de armado de redes, hay que considerar la existencia de otras, más propias del campo intelectual, y que instalan relaciones de conflicto y competencia.46
A fines de 1928, las cartas de Luisi comenzaron a asumir notas de desencanto en relación a la continuidad del Comité. La autora se lamentaba de los problemas para reunirse y el despoblamiento de sus filas debido a la radicalización política que algunos entrevieron en las declaraciones del organismo tras el asesinato de Obregón. Lo que Luisi presentó primeramente como un “momento de relâche”47 en las actividades del grupo era ya la agonía del mismo. Tal vez un tanto agobiada por la frustración de su empresa, la uruguaya escribió: “¿Conocen en México nuestra labor? No me ha llegado el menor eco de allá. ¿No les importa?”.48 Este reclamo de reconocimiento provocó un gran malestar en Reyes, según se desprende de una carta posterior de Luisi en la que relata haber recibido la visita del Ministro de México en Uruguay, Fortunato Vega, quien le hizo saber lo inoportuno de su reclamo: “Vega me enteró de una carta de Ud. en la que se refería a mi persona. Le confieso que me sorprendió un poco la interpretación a mi pregunta sobre si en México se interesan por las actividades del Comité (…) No había en aquella pregunta ningún reproche subentendido contra la Legación cuya actividad no estoy en condiciones de juzgar”.49 El intento por aclarar el malentendido con Reyes la deja incluso más expuesta: “Para terminar de aclarar este pequeñísimo incidente, aclaro mi pregunta. No he recibido ninguna noticia de periódico o revista que señale la mínima repercusión de esta —por otra parte tan escasa— contribución nuestra al acercamiento de nuestros dos países. Mi pregunta no tenía más alcance que este”. Si bien no nos es dado conocer la misiva en la que Reyes pudo haber respondido a esta explicación del incidente, es posible seguir su reacción a la actitud de Luisi en dos textos. Por un lado, al volver a Montevideo, en enero de 1929, el mexicano escribió en su diario: “encontré a Juana de Ibarbourou enferma de la piel y a Luisa Luisi llena de penas de apóstol despechado”.50 Por otro, en correspondencia reservada a Genaro Estrada, reveló sin tapujos su opinión acerca del servicio de Luisi a México:
Dicho Comité, que comenzó un excelente ciclo de conferencias sobre México y ha hecho mucho por la buena propaganda de nuestro país, lleva algunos meses de agonía. Luisa Luisi es mujer de temperamento político. Su empresa, independientemente de estar inspirada en una sincera simpatía por el nuevo espíritu mexicano, tenía mucho de campaña de política literaria y universitaria. Acaso ella soñó ser llamada desde México y llegar allá en triunfo como otra Gabriela Mistral. El Comité ha sufrido las vicisitudes de la situación personal de ella dentro de la política escolar uruguaya; sus miembros riñieron o desertaron, y prácticamente ya no existe. Con todo, yo no podía prescindir de ella.51
Este pasaje, que exhibe el revés de la trama de amistad y diplomacia cultural, cuestiona el envoltorio espiritual y altruista del americanismo de los dos personajes. A la vista está que ambos instrumentalizaron su relación procurando obtener algún tipo de beneficio para la proyección de su carrera. Si el acercamiento de Luisi a la causa de México perseguía el hacerse de un capital simbólico que ayudara a su legitimación en el campo intelectual uruguayo y latinoamericano,52 las estrategias diplomáticas de Reyes no estuvieron exentas de dobleces.
Otro episodio relevante para pensar los límites y alcances del vínculo entre Reyes y Luisi y profundizar en la imbricación de la diplomacia cultural y las estrategias del campo intelectual es el de la organización del homenaje a Amado Nervo en Montevideo en 1929. Cabe recordar que éste llegó a Uruguay en mayo de 1919 como Ministro Plenipotenciario de México y falleció allí al poco tiempo de su arribo. La muerte del autor de La amada inmóvil suscitó la muestra más grande de duelo y solidaridad continental que haya registrado la historia de Latinoamérica y, por otra parte, un verdadero hito en la proyección del México posrevolucionario en el exterior. Entre los uruguayos, las muestras de dolor y los honores tributados al poeta y diplomático cobraron dimensiones insólitas;53 de hecho, a finales de los años veinte, la figura más importante de la cultura mexicana en el imaginario uruguayo era aún Amado Nervo.
Esa presencia de “el gran muerto”, como lo llamaba Reyes, y la enorme admiración que éste le prodigaba hizo que el 7 de mayo de 1929, le hiciera a Juana de Ibarbourou “un encargo de piedad”: la organización de un homenaje a Nervo, a diez años de su deceso en Montevideo. “Amiga mía: Ud. que posee la voz más pura, convoque a algunos poetas escogidos: hagan un acto breve y claro en memoria de aquel justo”.54 Ante este pedido, la poeta se comprometió a dar vida a dos eventos:
Una conferencia en el Centro Gallego, que es hoy por hoy uno de los salones más prestigiosos y lujosos de acá y “una hora de fervor en memoria de Nervo” en la Universidad. Además, pienso en un álbum que se pondría en el atrio de la Universidad para ser firmado por el pueblo y enviarlo luego a México, o un pergamino con un mensaje a Vd., firmado por los intelectuales uruguayos.55
Reyes escribió también a Luisi para que emprendiera gestiones en este sentido ante la revista Alfar, de la que era colaboradora.56 La presidenta del Comité Uruguay-México respondió de esta suerte: “¡Cuánto siento que no me haya escrito Ud. antes para recordarme el aniversario de la muerte de Amado Nervo! Era realmente la oportunidad para realizar mi gran homenaje a su memoria, cuya iniciativa correspondía naturalmente por derecho propio al “Comité Uruguay-México”. Este no se reúne desde hace meses, pero no quiere decir que hayamos abandonado la labor”.57 Más tarde, al enterarse por la prensa de que sería Juana de Ibarbourou la organizadora de las conmemoraciones, escribió a Reyes “No podría Ud. haber elegido mejor”,58 aunque se lamentó por no haber podido colaborar con los actos dispuestos.
Los homenajes a Nervo fueron exitosos y constituyeron la última ola del fervor mexicano en Uruguay. Reyes dejó un reconocimiento duradero a la labor de Ibarbourou en la organización de esas conmemoraciones,59 un gesto que contrasta con la ausencia de reconocimiento público a Luisi por su labor al frente del Comité. En cierto modo, la idea del homenaje a Nervo en Montevideo representó para el diplomático una oportunidad para legitimar a Ibarbourou sobre Luisi60 y a sí mismo como heredero espiritual de Nervo y máximo representante de la cultura mexicana en el Río de la Plata en ese momento. El 5 de junio de 1929, apuntó: “Estoy contento del éxito, en que logré a Juana sin ofender a Luisa”61 y en la ya citada correspondencia reservada a Estrada, dejó un relato de cómo se condujo en la triangulación con las dos escritoras:
Al acercarse el décimo aniversario del fallecimiento de Amado Nervo, juzgué conveniente procurar que los países del Plata hicieran algo en su recuerdo. Como conozco la calidez de los entusiasmos uruguayos y allá murió Nervo, me pareció que –aparte de lo que yo, personalmente y con mi pluma, hiciera en Buenos Aires– habría que intentar el acto público más bien en Montevideo. (…) Pero la parte delicada de la tarea era el homenaje público que yo deseaba en Montevideo. En aquella ciudad, como Ud. sabe, Luisa Luisi organizó hace tiempo cierto Comité Uruguay-México que trabajó muy bien a los comienzos, y al que yo mismo debo los brillantes agasajos y cariñosas fiestas con que fui recibido allá por mayo del año pasado. (…) Por otra parte, me parecía más digno de la memoria de Nervo que fuera Juana de Ibarbourou la que organizara tal homenaje, y entre ambas mujeres se ha producido hace mucho no sé qué disidencia, que por lo demás saben cubrir y disimular con perfecta discreción. Opté por el camino directo y escribí a ambas; me encontré con que Luisa estaba sin elementos, y ella misma reconocía que la iniciativa le tocaba a Juana.62
Luisi atendió al pedido de Reyes y publicó una nota titulada “Un recuerdo de la muerte de Amado Nervo”, la que incluía –significativamente- una dedicatoria a Alfonso Reyes. Si la escritora esperó de Reyes una suerte de dádiva que mejorara su posicionamiento en el campo literario uruguayo, a partir de esta instancia debió de abandonar sus esperanzas, ya que, en el encargo del homenaje a Ibarbourou, el escritor-diplomático realizó una clara transferencia de prestigio a esta última, al tiempo que un acto de exclusión propio de las relaciones de poder y competencia que conforman el campo intelectual.
Por otra parte, este episodio puede leerse como un adelanto de la apoteosis de Juana de Ibarbourou, que tendría lugar pocos meses después, en agosto de ese mismo año, cuando en un acto multitudinario en el Palacio Legislativo fuera desposada con América, con la bendición tutelar de dos escritores varones: Juan Zorrilla de San Martín y del propio Reyes. En esta nueva instancia de legitimación, al exponer su loa a la poeta (titulada “Otra Juana de América”) el intelectual mexicano recurrió a una analogía harto significativa para lo que venimos desarrollando, pues ungió a la uruguaya como la heredera de Sor Juana Inés de la Cruz. De esta forma Reyes continuó la operación de legitimación de Ibarbourou iniciada a partir del homenaje a Nervo y al mismo tiempo dio visibilidad a México en uno de los eventos culturales más recordados de la historia de la literatura uruguaya.
Palabras finales
La relación entre Luisi y Reyes continuó más allá de estos episodios de conflicto, si bien la periodicidad de los intercambios epistolares y los encuentros se vio menguada a partir de 1930, año en que el mexicano se distanció de la vida cultural rioplatense a raíz de sus funciones como embajador de México en Brasil.
En la correspondencia de los años que siguieron, Luisi envió a Reyes comentarios sobre Monterrey, agradecimientos por el envío de obras y ciertas quejas por no poder ver al escritor cuando éste hacía escala en Montevideo, camino a Buenos Aires o Río de Janeiro. Todo indica que ya no volvieron a encontrarse, si bien Reyes siguió visitando la capital uruguaya durante la década del treinta.63
Podría afirmarse que el intercambio más intenso entre ambos estuvo ligado a la existencia del Comité México-Uruguay y su ola de difusión de los valores del México posrevolucionario, para el que la presencia de Reyes en el Río de la Plata funcionó como un gran estímulo. Pero también debe reconocérsele a Luisi su papel como mediadora, pues su trabajo representó una enorme contribución al fortalecimiento de las redes entre las dos naciones y la circulación y el conocimiento de la cultura mexicana en Uruguay, esto es, la “propaganda espiritual” de México que tanto preocupaba al escritor regiomontano.
Por último, la relación de Luisi y Reyes permite profundizar en los vericuetos del americanismo y en la compleja trama que hilvanaba los intereses de la diplomacia cultural con las dinámicas propias del campo intelectual. Según se ha propuesto en este trabajo, el prestigio de una carrera literaria y de la representación del México posrevolucionario otorgaron a Reyes una autoridad que supo proyectar sobre un sistema cultural extranjero como el uruguayo. Este aspecto más político del animador de redes latinoamericanas que fue Reyes tal vez sirva para completar un capítulo más de los literatos en el servicio exterior de México.
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Notas
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