Reseñas
El siglo pasado inició con utopías, revoluciones y grandes proyectos sociales para concluir sumido en nostalgia y desconcierto. En los pocos años que han transcurrido del nuevo siglo, se han presenciado transformaciones tecnológicas, sociales y políticas, han surgido nuevos riesgos y han renacido nacionalismos arcaicos en todo el mundo. Nuevos mitos sociales e individuales han sustituido a los del siglo pasado; paradójicamente, muchas de estas nuevas narrativas e ideologías reviven símbolos del pasado y fomentan la creencia de que todo pasado fue mejor.
Pensando en esta ilegibilidad y nostalgia social, el sociólogo Zygmunt Bauman escribió Retrotopía, su último libro. Aunque el autor se dedica a estudiar la recreación de los paraísos perdidos que impiden que se renueven las utopías sociales, utiliza la discusión en torno a la “retrotopía” como un vehículo para pensar en el clima de las sociedades contemporáneas a partir de algunas tendencias culturales que él considera retrocesos. Para hablar de dicho clima, habrá, a lo largo de las páginas, un ir y venir entre el análisis teórico y la discusión de eventos concretos, como la crisis en Siria.
A lo largo de los cinco capítulos que componen el libro, Bauman critica, comenta y pone a dialogar entre ellos a autores muy diversos entre sí, como Peter Drucker, Ulrich Beck, Luc Boltanski, Antonio Gramsci, Christopher Lasch y Hans-Georg Gadamer. En su ya emblemático estilo “baumaniano”, retoma temas que están presentes en sus libros anteriores, como la preocupación por las noticias locales que se “viralizan” globalmente, el problema de la desigualdad, los privilegios y la falsa idea de éxito en el mundo global, el individualismo exacerbado y los tropiezos de ciertos enfoques de pensamiento como el del neoconservadurismo francés. Estos temas ya trabajados se entretejen con nuevas preocupaciones, como la que experimentan los millennials, esa generación de jóvenes que, para Bauman, es la primera después de la Posguerra que teme que su estatus social sea peor que el de sus padres o abuelos. De igual manera, desentraña las más recientes estrategias individuales para silenciar las insoportables expectativas individuales y las pobres perspectivas sociales a través de pequeñas satisfacciones materiales que sólo refuerzan la idea de la autorreferencialidad como único refugio para el individuo. El llamado “presentismo”, en este caso, se traduce en un individualismo cortoplacista que, en lugar de buscar formas de transformar la realidad, elige consumir despolitizada e irreflexivamente bienes materiales.
Uno de los méritos de Retrotopía es que se acerca a algunas de las paradojas más interesantes sobre la manera en la que construimos socialmente narrativas del pasado, el presente y el futuro. Para explicar una paradoja histórica que nos afecta hoy en día, Bauman retoma la experiencia de la Revolución Francesa para ejemplificar cómo la imagen idealizada del Antiguo Régimen sólo fue posible cuando ya no existía, es decir, cuando la Revolución destruyó el régimen y más adelante no cumplió las expectativas sociales que se depositaron en ella, y provocó que socialmente se echara de menos lo que había sido antes intolerable. Lo mismo sucede, explica Bauman, con los últimos años del régimen soviético, que sólo después de la caída del comunismo han generado nostalgia en muchos países del mundo que hoy son democráticos y que consideran que bajo el comunismo estaban mejor, a pesar de toda la opresión. Otro de los tropiezos durante la construcción de nuevas narrativas de la historia reciente, escribe Bauman, sucede cuando se vuelca toda la atención al concepto de la memoria, porque al ser un basamento tan moldeable, está expuesto a que se le manipule políticamente a favor de visiones sesgadas de lo que fue el pasado, de lo que se debería hacer en el presente y de lo que podría ser el futuro.
El escenario global e individual en esta era de nostalgia ciertamente es poco halagüeño, especialmente porque después de la caída del comunismo no ha habido un nuevo sueño social que lo remplace, y cualquier tipo de proyecto social más amplio se considera una amenaza que atenta contra la libertad individual. Retrotopía trata justo sobre esto, sobre el agotamiento del imaginario político en el siglo xxi, de la incapacidad reinante de idear un futuro social que ligue el bienestar individual con el bien colectivo, y de un momento histórico en el que sólo podemos imaginar la mejora individual a costa de lo social.
En el epílogo del libro el autor exhorta al lector a buscar formas de conciliar la globalización y cosmopolitización de las finanzas, las industrias, el comercio y las comunicaciones con la globalización de las crisis, los problemas de supervivencia y la desigualdad. Bauman reconoce que existe una gran brecha entre lo que hay que hacer y lo que se puede hacer, pero aún así sugiere que, ante la disyuntiva actual, la sociedad debe unirse y discutir los problemas que comparten todos los países en estos tiempos de globalización e interdependencia.
Retrotopía se une a otros libros recién publicados que se preocupan por entender y explicar la ilegibilidad del presente y la nostalgia del pasado en las sociedades contemporáneas. Mark Lilla, por ejemplo, en The Shipwrecked Mind: On Political Reaction (2016), discute el conservadurismo de las ideas políticas y critica la tendencia memorialista del pasado. Por su parte, Enzo Traverso analiza la melancolía de la izquierda y sus problemas en LeftWing Melancholia: Marxisim, History, and Memory (2017). Y desde la filosofía, Byung-Chul Han analiza la positividad y el individualismo exacerbado que enrarece y empobrece a la sociedad en La sociedad del cansancio (2012). Todos estos libros discuten, desde puntos de vista distintos pero complementarios, los obstáculos que enfrentamos hoy para construir una noción de futuro colectivo y no sólo individual.
La actualidad de las preocupaciones plasmadas en Retrotopía hacen del libro una pieza clave para sumergirse en la crítica de la sociedad contemporánea de la mano de este interesante, provocador e imprescindible pensador polaco que tanto ha enriquecido el pensamiento social contemporáneo.