Reseñas
Recepción: 21 Noviembre 2020
Aprobación: 04 Febrero 2021
Alternativas. Mujeres, género e historia es una compilación de diversos trabajos de investigación de un grupo de historiadoras e historiador de la Universidad de Barcelona y la Universidad de Valencia que con un objetivo pedagógico (actuar como base teórica para asignaturas de grado universitario) intenta dar cuenta de la relación entre los conceptos de género e historia. A través de una variedad de textos donde, mediante el relato de diversas actividades, se vislumbran los roles de género asumidos por mujeres y hombres. El libro cubre una amplia periodización que va desde la Antigüedad hasta nuestro presente y nos invita a reflexionar y a replantearnos diversos temas históricos, culturales, políticos y sociales desde una conciencia puesta en la problemática de género, enfoque cuyo objetivo es desterrar del estudio de las relaciones humanas y las relaciones de poder la idea de “lo natural”.
Mariela Fargas Peñarrocha comienza la Introducción de este libro con un trabajo donde desarrolla la evolución del concepto de género desde sus orígenes en las ciencias médicas hasta su irrupción como categoría de análisis en el campo de las ciencias sociales y su importancia clave como concepto en las teorías feministas del siglo XX. A través de una acertada selección de los trabajos de reconocidas intelectuales del feminismo, la autora irá delineando los diversos usos y significados atribuidos a este concepto tanto en el plano académico como en el plano social, destacando su importancia como herramienta teórica imprescindible para comprender un tipo específico de desigualdad en las relaciones de poder.
Además de la Introducción mencionada, el libro está compuesto por 10 capítulos donde el autor y autoras que participan en la obra han utilizado una variada selección de fuentes notariales, judiciales, literarias, institucionales, epistolares y periodísticas.
Rocío Da Riva, profesora de Prehistoria en la Universidad de Barcelona, nos propone un trabajo para pensar el rol de las mujeres en la sociedad babilónica del milenio I a.C. a través de una obra conocida como la Líricas amorosas divinas, un corpus de fuentes escritas, principalmente poesías que se ocupan de los celos amorosos, en el que se reflejan varios aspectos del mundo religioso, cultural y festivo de aquella sociedad eminentemente patriarcal como así también aspectos del universo femenino y de personas de tercer género. Es menester mencionar que en este tipo de sociedades, el privilegio de la escritura lo gozaban principalmente los hombres razón por la cual, la imagen de las mujeres generalmente aparece subestimada. Con una perspectiva de trabajo vinculada al campo de las emociones, la autora nos sumergirá en el estudio de un texto donde se expresa el deseo sexual femenino y la transgresión de las costumbres sexuales y sociales de una sociedad fundamentalmente patriarcal.
El capítulo escrito por Carles Buenacasa Pérez, licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona, desarrolla un trabajo en el que despliega las variaciones de los ideales de identidad masculina de la clase senatorial romana a través del período republicano. Mediante una minuciosa selección de fuentes, el autor logra captar la variedad de contradicciones e interrogantes que ponen en jaque los valores tradicionales de la élite romana cuando irrumpe el proceso de helenización. Proceso que al discutir respecto a quién es el sujeto que encarna los valores ideales, ya sea el “ciudadano”, para el pensamiento tradicional o el “individuo” para el pensamiento helenizado, provoca una disputa al interior del sistema de valores de la sociedad romana generando la adhesión de algunos y el rechazo de otros.
María Milagros Rivera Garretas, profesora y medievalista de la Universidad de Barcelona en el capítulo La vida del espíritu y la vida del alma inicia su trabajo destacando que uno de los mayores inconvenientes que ha tenido el modo de hacer historia y el modo de pensar la política en nuestra cultura occidental ha sido el poco valor que se le ha otorgado en cada época al “sentir”. El “sentir” que siempre ha sido asociado a lo femenino, ha quedado desechado de la cultura historiográfica aún en estos tiempos donde la cultura patriarcal ha comenzado a tambalear inexorablemente. Con el presente trabajo, la autora nos propone de modo atractivo vislumbrar diversos movimientos políticos y culturales que se desarrollaron desde la Europa Medieval hasta la Modernidad con un paradigma de lo social diferente, donde hombres y mujeres podían vivir según sus deseos, libres del mandato religioso, social y culturalmente imperante. De un modo sagaz, la autora nos irá llevando por cada uno de esos movimientos donde lo más destacable y, probablemente, lo más esperanzador es ver que aún en momentos dónde la sociedad y la cultura estaban fuertemente normativizadas por el ideario patriarcal, existieron otros modos de hacer y pensar la política, especialmente llevado a cabo por mujeres y otros modos de interpretar las relaciones y los roles de género.
El siguiente capítulo, escrito por Mireia Comas-Via, profesora de Historia Medieval en la Universidad de Barcelona, inicia con un cuestionamiento hacia la disciplina, que parece muchas veces prescindir de la investigación de un fenómeno tan significativo para el estudio de la sociedad como es la vejez, especialmente la vejez femenina. A través de un texto rico por el tema y el período que desarrolla, la autora pone en jaque a una historiografía con intereses fragmentados, donde el estudio de la vejez no solo ha sido insuficiente, sino que cuando se ha trabajado priorizó el envejecer masculino de los sectores privilegiados. Mediante documentos de instituciones benéficas, registros de hospitales y documentación notarial, el texto nos propone una dimensión social, humana e histórica de la vejez planteando quiénes eran consideradas viejas, cómo era representada en el imaginario medieval una mujer anciana, qué lugar ocupaba en la comunidad y las diversas estrategias que las viejas medievales utilizaron para proveerse se asistencia, tanto las institucionalizadas como las redes de solidaridad que no aparecen tan fácilmente en los registros históricos.
Mariela Fargas Peñarrocha, en el siguiente capítulo, trabaja con los libros de familias y gobierno de la casa, género literario y político que se expande durante la Modernidad, aunque sus principios teóricos se venían nutriendo desde la Antigüedad con la preocupación de los filósofos y políticos por la “organización productiva y reproductiva de la casa, del matrimonio y de la familia que daban sentido a ella”. A través de estos libros las élites dominantes europeas transmitían con intención “pedagógica” las reglas de domesticidad al interior del hogar, sobre todo para la mujer que, si bien ocupaba un lugar de desigualdad en las relaciones de poder intrafamiliares, era también sobre quién recaía buena parte del “honor familiar”, dicotomía que aún hoy sigue perviviendo. La selección de estos textos de familia como fuente principal de análisis realizada por la autora resultan plenamente acertadas para esclarecer el objetivo pedagógico político y moral que estos textos tuvieron para “enseñar” una lógica familiar en la que el patriarcado y las relaciones de poder que emergen de este puedan tener su mayor respaldo y su mayor fuerza en una de las instituciones más viejas y más íntimas de nuestra vida social como es la familia. Lo llamativo (o más bien lo esperado) es que desde la Antigüedad a la Modernidad los políticos y filósofos de la élite europea no hicieron grandes modificaciones a los fundamentos de la teoría doméstica.
El siguiente texto fue uno de los que, desde el título, captó mi atención: “Mujeres en la cocina” de María de los Ángeles Pérez Samper. La historiadora trabaja con cartas, recetas y memorias de cocina, lugar eminentemente simbólico e íntimo a través del que se han relacionado miles de mujeres a lo largo de la historia. La cocina siempre fue un sitio de reunión, apartada del resto, donde no solo las mujeres compartían y comparten sus saberes aprendidos a través de las distintas generaciones oralmente, sino que también ha sido y es un lugar contradictorio, ya que para algunas significó una carga, para otras un placer y para otras una carga y un placer a la vez. Lo que deja observar también el criterio con el que la autora elige las fuentes, es que si bien la cocina parecía un “lugar destinado a las mujeres”, los grandes tratados culinarios eran escritos solo por hombres (hasta el siglo XIX) quiénes figuraban como sus autores siendo también los únicos privilegiados para acceder a labores como chefs de las cortes reales y de los palacios. Por eso la autora recurre al mundo privado de las mujeres, y a través de un texto apasionante nos sumerge en la dicotomía que esta actividad representaba para ellas, a veces como deber, a veces como oficio y a veces como disfrute.
Una hoja de ruta esencial a la hora de pensar los roles de género a través de la historia sin dudas es la lectura. Laura Guinot Ferri en “Mujeres y lectura en la edad moderna”, nos invita a viajar por el arduo mundo de las prácticas de lectura femeninas. Se trata de laborioso trabajo en el que, de un modo didáctico, logra delinear algunos interrogantes sobre qué leían las mujeres, con qué limitaciones se encontraban y cuáles son las fuentes que nos permiten husmear este aspecto de la cultura “en femenino”. A la hora de pensar en las prácticas educativas y en el acceso de las mujeres a la cultura letrada, la autora destaca dos puntos de debate entre quiénes manejaban los hilos de la sociedad, por un lado, si era adecuado o no ampliar los derechos educativos hacia el sector femenino y, por otro lado, cuáles eran las lecturas y temáticas permitidas. Buceando a través de los inventarios de bibliotecas de mujeres nobles o burguesas, la autora intentará rastrear la existencia o no de contradicciones entre las “lecturas permitidas” para las mujeres y sus prácticas de lectura reales. Luego nos conducirá al siglo XVIII, momento en que la prensa periódica y la voluntad pedagógica de las reformas ilustradas en España, destinadas a mejorar los niveles educativos de la población, dan lugar a la emergencia de la mujer como nuevo público potencial, como lectoras y redactoras de obras literarias, pedagógicas y traducciones.
Al calor de las nuevas discusiones del debate feminista en torno a la definición del concepto “trabajo”, Mónica Borrel-Cairol, en el artículo siguiente, nos propone dos temas fundamentales y emblemáticos para nuestra sociedad como son: por un lado, la relación histórica entre el trabajo y las mujeres y, por el otro, qué se considera trabajo y qué no. La autora nos brinda un repaso histórico de estas relaciones desde las sociedades grecorromanas hasta la actualidad, donde a grandes rasgos podemos observar no solo que las mujeres de distintos sectores sociales trabajaron siempre, sino que las actividades femeninas siempre, de un modo u otro, fueron y continúan siendo infravaloradas. Borrel-Cairol nos invita a pensar esta infravaloración no como una situación del azar sino como una forma específica de organizar la sociedad. Uno de los puntos más jugosos del texto es cuando pone en evidencia a los diversos actores que, si bien muchas veces representaban intereses opuestos, confluían a la hora de diagramar un sistema de relaciones de poder donde el rol de la mujer siempre se encontraba en un plano desigual. A través de un recorrido exquisito, la autora nos quita de los lugares comunes desentrañando y discutiendo ideas y construcciones históricas que han moldeado la imagen de esta relación entre mujer y trabajo, afirmando que la división sexual del trabajo ha existido siempre, mutando y diversificándose, afirmando también que las mujeres han trabajado siempre y que su trabajo, sea doméstico o fuera del hogar, ha sido esencial e imprescindible para la sociedad.
Cielo Zaidenwerg, centrando su atención en los procesos de consolidación de la Nación en América Latina a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, nos convida a reflexionar desde una perspectiva de género sobre este proceso en uno de los últimos territorios incorporados al Estado Argentino como lo es la región patagónica y, más específicamente, la actual provincia de Río Negro. Con esta lente, la autora observa las celebraciones de las fiestas patrias que, si bien se configuraban dentro del entramado de una “voluntad estatal homogeneizadora”, dejaban al descubierto ciertos particularismos culturales de cada región. En los primeros festejos las mujeres no aparecían como miembros oficiales de las comisiones organizadoras, pero si eran piezas claves a la hora de llevar a cabo las diversos labores y asumir las responsabilidades que estas celebraciones implicaban. A través de la selección de diversos fragmentos de la prensa periódica se observa claramente cómo, a través de estas actividades, las mujeres de la élite local desempeñaban prácticas de ciudadanía aunque esto no implicara el cuestionamiento a las relaciones de poder. Citando a Laura Méndez la autora señala:
Se puede advertir a estas mujeres como gestoras de ciudadanía en su rol de directivas, docentes y miembros de bibliotecas populares, comisiones de fomentos, asociaciones de beneficencia. Su misión no consistió en interpelar la dominación masculina, sino en, desde su lugar de madres, trascender el espacio doméstico. (220)
La cita me parece oportuna porque interroga la posibilidad de qué lugares hoy podrían interpretarse con esta lógica de “trascender el espacio doméstico sin interpelar la dominación masculina” y si esta voluntad de no cuestionamiento es posible hoy en medio de una marea y un apogeo del movimiento feminista que pareciera no dejar ninguna estructura sin tambalear.
El último capítulo del libro es verdaderamente exquisito y como mujer una se identifica con el deseo y el trabajo de Patricia Martínez i Àlvarez de humanizar los saberes y pensar en femenino.
Entre usar el concepto género para pensar el pasado, sexuar la historia, hacer historia de las mujeres y pensar la historia en femenino existen matices que vacían de abstracción períodos enteros del pasado, que llenan de fundadoras, recreadoras, de mujeres dialogando y de cuerpos viviendo en primera persona lo pasado (235).
Esta cita describe la apasionante apuesta con la que nos convoca su autora en este capítulo final a repensar los modelos abstractos con los que se han configurado las estructuras de pensamiento políticos, sociales y económicos a lo largo de los años, todos ellos vacíos de sentires, de emociones y de vivencias, en los que las “grandes edades y grandes hitos de la historia” se han relatado desde una lógica masculina, donde lo femenino no solo aparece precariamente sino que cuando aparece lo hace desde un sistema de pensamiento que lo sitúa en una alteridad desigual. A través de una fresca selección de producciones de una escritora latinoamericana de fines del siglo XIX, este trabajo nos desafía al laborioso y conmovedor ejercicio de darle voz propia a quién nos habla en la fuente y a recoger sus experiencias priorizando los sentires y emociones de aquella persona, abogando por una manera distinta de pensar el pasado y hacer el presente.
En suma, este libro logra transformarse en una herramienta fundamental para la labor en el campo de la historiografía tomando la perspectiva de género como eje articulador del análisis histórico. La diversidad y lo novedoso de las fuentes utilizadas en este trabajo nos ofrece la posibilidad de bucear a través de la historia de las mujeres desde puntos de partidas diferentes a los trabajados tradicionalmente, situándonos en un modo de hacer y pensar la historia en femenino, atendiendo aspectos como las emociones, las vivencias y los sentires de aquellos y aquellas que transitaron la historia. El carácter didáctico de la metodología de análisis utilizada para representar la diversidad de temáticas y espacios geográficos, la diversidad de fuentes y una bibliografía de referencia actualizada en cada uno de los apartados hacen de Alternativas: mujeres, género e historia una excelente contribución a nuestro campo disciplinar y a nuestra práctica docente.