Resumen: este texto resume algunas críticas sobre el uso de la modelación matemática y estadística en temas relacionados con el conflicto armado. Para lo cual se presenta la teoría pura de la guerra a partir de Carl Von Clausewitz; la cual se muestra como condición necesaria para los modelos formales. Luego de ello se demarcan los alcances de estos modelos y sus limitaciones.
Palabras clave: Carl Von Clausewitz, Teoría pura de la guerra, teoría estricta de la racionalidad, Conflicto Armado colombiano, Derecho Internacional Humanitario.
Abstract: This report summarizes some criticism of the use of mathematical and statistical modeling on issues related to the armed conflict. In this sense, we propose the pure war theory from Car Von Clausewitz, which present as a necessary condition to formal models. After that, we show the limitations of the models, advantage and disadvantage.
Keywords: Car Von Clausewitz, Pure Theory of war, strict theory of rationality, Colombian Armed Conflict, International Humanitarian Law.
Artículos
Reconceptualizando la guerra: sobre la impropiedad de usar sistemas formales determinísticos racionales en el fenómeno del conflicto armado
RECONCEPTUALISING WAR: ABOUT THE IMPROPERTY TO USE FORMAL-DETERMINISTIC RATIONAL SYSTEMS IN THE PHENOMENON OF ARMED CONFLICT
Recepción: 22 Marzo 2016
Aprobación: 14 Julio 2016
Los estudios contemporáneos desde la matemática sobre el conflicto armado o guerra se basan generalmente en representaciones teóricas y modelos analíticos que, en muchos casos, se limitan a reproducir la compleja realidad dentro de un ambiente controlado. El objetivo metodológico de estos estudios es plasmar el comportamiento de las guerras y conflictos en un mundo abstracto, mediante supuestos y simplificaciones que ayudan a representar los hechos estilizados inferidos a partir de lecturas estadísticas que sirven como posterior insumo para determinar las características relevantes de estos fenómenos. De este modo, las relaciones entre los distintos componentes de la naturaleza de la guerra son tratadas de forma abstracta, por medio de variables, parámetro y supuestos, sin dar mayor importancia a la complejidad que les es inherente.[2]
Es común encontrar en tales investigaciones preguntas —y no siempre satisfactoriamente resueltas— como: ¿existe una relación significativa entre la desigualdad económica y la propensión al conflicto armado? o ¿cuáles son los determinantes del conflicto armado en la región x en el tiempo y? Estudios que acaban por tener poco o nada que ver con la naturaleza del problema debido a las múltiples abstracciones efectuadas.
No obstante, puede arrojarse alguna luz sobre dichas cuestiones a partir de estudios que se alejan de esta visión cientificista que pone la abstracción matemática como uno de los pilares fundamentales del conocimiento. Por ejemplo, en el texto sobre el conflicto armado colombiano: “El Conflicto, callejón con salida” se puede encontrar que en los países donde surgen conflictos internos, como Colombia, hay una serie de variables que influyen en la decisión de entrar o no en la guerra (PNUD, 2003, pp. 263-264), dichas variables por su naturaleza social no siempre son ciento por ciento medibles, con la exactitud de las llamadas ciencias puras. Sin embargo, hay que explicitar la general aceptación de la matemática y los sistemas formales al momento de pretender cualquier conocimiento, sobremanera en los círculos científicos contemporáneos.[3]
De tal forma, el presente artículo hace una reflexión crítica del concepto de “guerra” o “conflicto bélico”, aceptándolo como un fenómeno complejo que no puede ser reducido sin desfigurar de forma profunda su esencia. Por ello, es importante no tomar aquí ninguna aseveración como universal e irrefutable, sino como un marco de estudio que permita una mejor comprensión de la lógica del conflicto.
En este orden de ideas se consideran las siguientes líneas como un acercamiento crítico del estudio matemático-abstracto del conflicto, comúnmente enfocado en las variables físicas, con reflexiones de carácter no formal cuya naturaleza puede resultar difusa para la medición.[4] Esto que si bien parece no producir resultados prácticos a corto plazo, es de gran valor para poner sobre la mesa científica el grado absurdo de simplicidad que se le ha dado al estudio del conflicto armado desde la ciencia económica y las ciencias políticas.
De lo que se ha dicho hasta aquí surge entonces una pregunta: si lo expuesto someramente y a manera de introducción en el anterior apartado es cierto: ¿por qué entonces se ha abordado de esta forma tan racional y sistemática el estudio de la guerra? La respuesta es compleja y no puede ser esquematizada ni modelada sin caer en falacias, al menos hasta acá; y menos profundizada en un artículo sucinto como el presente. No obstante, esa pregunta es condición indispensable para iniciar la presente investigación. A partir de este interrogante, sin duda, es que se inicia el estudio presente de la racionalidad de la guerra contemporánea: límites y alcances.
El presente escrito es resultado parcial de un proyecto de investigación acerca de re-pensar la racionalidad en los conflictos bélicos.
Re–pensar la racionalidad en los conflictos bélicos contemporáneos sería, sin mayores ambages, el objetivo general de la investigación completa, cuyo objetivo particular para las siguientes páginas será mostrar el porqué de la impropiedad de usar sistemas formales determinísticos racionales en el fenómeno la guerra.
Para alcanzar el objetivo de la investigación se procederá de la siguiente manera: 1. Se desarrolla el concepto de guerra y de teoría abstracta o pura de la guerra desde Carl Von Clausewitz. 2. Se demuestra por medio de ejemplificaciones la existencia imaginaria de una teoría pura de la guerra y 3. Se analiza y presentan las ventajas y desventajas de realizar una teoría pura de la guerra.
El conflicto bélico es visto en la obra de Clausewitz como un fenómeno complejo, que sólo se puede comprender de forma exacta por medio de la experiencia de estar en el campo de batalla. Más aún, incluso para las personas que han vivido un conflicto bélico, —en tanto actores armados—, les es imposible construir una teoría de ella, pues la experiencia les ha enseñado la imposibilidad de su reducción, dado su alto grado de incertidumbre y variabilidad. Pero, aceptar la dificultad no presupone la imposibilidad de reflexionar sobre el tema, y es allí donde el general prusiano toma aliento para elaborar su trabajo como un aporte hacia el ser de la guerra.
La definición de guerra es entregada por Clausewitz en su obra célebre De la guerra, allí no duda en clasificarla como un duelo a gran escala donde el objetivo es imponer la propia voluntad al contrincante por medio de la fuerza, desarmándolo e incapacitándolo para que no continúe su resistencia (Clausewitz, 1972, p. 9). La siguiente cita es resaltada por el mismo Clausewitz, donde resume lo que se considera el concepto de guerra. “La guerra es, pues, un acto de violencia encaminado a forzar al adversario a someterse a nuestra voluntad”. La fuerza física es, por lo tanto, el principal medio utilizado en la guerra, y es medido por el total de herramientas que se poseen para implementarla, a saber: armas, número de combatientes, etc., sin dejar de lado el factor emocional y la inteligencia. De aquí, se vislumbra a los hombres como los principales actores de la guerra, movidos por emociones y cualidades morales (valor), razón (inteligencia, racionalidad) y por los sentidos (experiencia, fuerza). Más aún, Clausewitz ofrece una teoría abstracta[6] del conflicto bélico como un primer esbozo en el intento de entender la guerra, no sin antes mencionar la utilidad de tal teoría:
La razón de ser de la teoría es la de evitarnos el tener que poner orden en las cosas y abrirnos un camino cada vez que tengamos necesidad de ello, sino que, con ella, lo hallamos todo claro y en orden. Ella tiene por objeto el educar el espíritu del futuro jefe militar; digamos, más bien, el guiar su autoeducación, no el acompañarle meramente en el campo de batalla, al igual de lo que ocurre con un pedagogo perspicaz que orienta y facilita el desenvolvimiento espiritual del joven sin que por ello tenga que llevarle de la mano toda su vida (120).
Brillante exposición que goza de sentimientos encontrados entre los académicos de la contemporaneidad, pues hay quienes rechazan de facto las teorías y los modelos abstractos y le adjudican los males de la humanidad; también hay quienes la alaban y la predican como una doctrina religiosa. Pero son pocos los que osan estar en el medio de tales “sentimientos”, pues al parecer no reciben la protección de ninguno de los dos grupos. Así pues, al igual que Carl Von Clausewitz, los autores están a favor de la conveniencia de una representación abstracta de la guerra, pero sólo a modo de ilustración, así como bien puede servir una foto para representar un objeto sin pretender que ésta contenga la totalidad de tal, pero aceptando que dará una idea de lo que se quiere conocer. Empecemos por decir que entendemos por teoría pura de la guerra a los cálculos, abstracciones y métodos producto de la racionalidad[7] aplicados para entender la dinámica de la guerra y que pueden ser usados como insumo para la toma de decisiones en el conflicto armado. Similar a una partida de ajedrez donde por medio de cálculos se desarrolla la teoría de las diferentes fases de una partida (apertura, medio juego y finales). Por lo antes dicho, la teoría pura de la guerra debe considerar una correcta determinación del comportamiento de los actores, para lo cual será imprescindible que los agentes del conflicto sean excluidos de factores emocionales para la modelación, pues este atributo presenta problemas en la medición.
Veamos dos consideraciones de la teoría abstracta de Clausewitz: la racionalidad estricta de los actores en el conflicto y los factores que influyen en el fin de la guerra.
Para Clausewitz las acciones en la guerra en la teoría abstracta son evaluadas de acuerdo a la consistencia entre el acto bélico (táctica) y sus objetivos políticos (estrategia); lo que es considerado racionalidad estricta, concepto que no fue utilizado por el general prusiano pero posteriormente fue desarrollado por el sociólogo John Elster en su libro Uvas amargas: sobre la subversión de la racionalidad (1988). Debido a la importancia de la consistencia de los actos para la guerra es relevante explicar ¿qué se entiende por acción racional? Y ¿cuáles son sus características? La acción racional de la teoría estricta es aquella acción basada en la consistencia de sus componentes, partiendo desde las creencias o los deseos llamados razones de la acción, pasando por los planes y concluyendo en la acción. Dicha consistencia entre las razones y la acción se cumple, según Elster, si se satisfacen tres características: 1. Las creencias o deseos deben ser elaboradas con destino a realizar la acción preferida; 2. Las razones deben ser las generadoras de la acción; 3. Las razones deben ser las generadoras de la acción de forma correcta. En otras palabras, la consistencia definida desde estas tres normas está dirigida hacia la acción intencionada, limitando la racionalidad al ser humano, descartando a los animales y a las máquinas de tal atributo. Esta definición de teoría racional encaja perfectamente con la teoría descrita por Clausewitz.
Según Clausewitz, la guerra concluye cuando se usa el extremo de las fuerzas de los contrincantes, lo que implicaría que los recursos físicos y la fuerza de voluntad son los factores que influyen el fin de la guerra. Esta sencilla definición de los factores que determinan el fin de la guerra nos ayudará a delimitar el punto donde la formalización matemática pierde utilidad. El factor de los recursos físicos puede ser estudiando por una teoría abstracta, pues los recursos físicos son cuantificables, lo que no sucede con la fuerza de voluntad o la moral pues son factores difícilmente medible que pueden ser definitivos al momento del combate. De tal forma que la teoría pura de la guerra, por contener sólo el componte de la fuerza física, no refleja la dinámica real del conflicto. Sobre este tema Clausewitz dice:
Si, ateniéndose estrechamente a lo absoluto, tratásemos de eludir todas las dificultades mediante una simple afirmación, manteniendo desde un punto de vista estrictamente lógico que es menester estar siempre dispuesto a todo y a hacer frente a este extremo con un empeño rayado en el paroxismo, nuestra afirmación no pasará de letra muerta sin aplicaciones en el mundo real (Clausewitz, 1972, p. 10).
En otras palabras, no podemos evadir la complejidad con una abstracción con una secuencia lógica de los enunciados, pues las pasiones y los sentimientos desvanecen esta sólida base que la racionalidad nos entrega.
Todavía más claro es Clausewitz cuando enumera las tres condiciones que permitirían la construcción de una teoría absoluta de la guerra que pudiera ser llevada a la práctica: 1. La guerra deberá ser un hecho aislado producto de improvisto y sin conexión a la política; 2. El conflicto bélico debe depender de un encuentro único o simultáneo que se puede entender como la continuación del primero; 3. La culminación de la guerra, con la llegada de la paz, debe ser definitiva y la situación política no debe influir en ella en el futuro (15). De poder suponer los anteriores tres requisitos, se podría elaborar una teoría pura de la guerra que describiera con exactitud este fenómeno. Pero consideremos cada una de estas condiciones y preguntémonos ¿por qué son necesarias? 1. El supuesto del conflicto bélico como un hecho aislado es necesario para simplificar el análisis; si entendemos dicho conflicto como un eslabón de una cadena, el análisis desde las teorías puras caería en campos inexplorados hacia preguntas por el origen de la guerra, abriendo múltiples complicaciones (39-58). Este supuesto es refutado por el mismo Clausewitz, pues asegura que es imposible que una guerra estalle de improvisto por la carga histórica que lleva, la cual hace a cada guerra única e impredecible. 2. El supuesto que la guerra se desarrolla en un momento único o de varias decisiones simultaneas no es fácilmente sustentable pues las condiciones de la guerra son variables, no se puede realizar un exacto conteo de las fuerzas físicas y de la fuerzas de la voluntad; por ejemplo, una teoría de la guerra no puede tomar por constante factores como las alianzas entre actores, ya que estos pueden cambiar de un momento a otro y con ellos puede cambiar factores físicos como la disponibilidad de insumos para la guerra, provocando que la guerra sea un fenómeno dinámico y no estático. 3. El supuesto de la paz como culminación de las guerras de forma definitiva no siempre es aceptable pues la voluntad y los sentimientos hostiles pueden pesar más que la racionalidad de los análisis costobeneficio para los actores derrotados (11).
Pero todo esto no invalida la utilidad en la construcción de una teoría pura de la guerra, pues la planeación resulta la cualidad más destacada de esta teoría. Los análisis de la fuerza de los oponentes pueden ser aproximados por medio del espionaje, para así permitir una valoración probabilística del número de armas o combatientes; el análisis de costos en de los insumos y las proyecciones de los recursos son indispensables para la manutención de tropas.[8] Estas teorías se asimilan más a una teoría de administración de recursos, tal cual como un empresario puede mirar la expansión de una compañía dependiendo de los factores de producción sin preguntar por la naturaleza de su actividad.
Este tipo de análisis no puede ser aceptado si se quiere conceptualizar la guerra, entenderla en su esencia y explicar sus consecuencias. Clausewitz ejemplifica el análisis basado en la teoría pura como:
Cuando el arquitecto coge la pluma para determinar, mediante un complicado cálculo, la fuerza de un arbotante, el espíritu. Ha tenido que empezar por buscar laboriosamente los datos que luego ha sometido a una operación mental cuya ley no ha inventado y de cuya necesidad apenas es consciente en aquel momento, pero que la mayoría de las veces utiliza automáticamente. En la guerra las cosas nunca suceden así. La reacción mental, la forma siempre cambiante de las cosas hacen que la persona actuante se vea obligada a conservar dentro de ella todo el aparato mental de su ciencia, y, en todo tiempo y lugar, debe ser capaz de extraer de sí misma la decisión necesaria (Clausewitz, 1972, p.130).
Así, los aportes de los modelos, cálculos y esquemas son apropiados en casos operativos y superficiales, y aunque puedan estar relacionados con la guerra, no llegan a su naturaleza. Sobre esto Clausewitz afirma:
Únicamente la parte analítica de tales tentativas de creación de una teoría constituye un progreso en el terreno de la verdad; su parte sintética, sus prescripciones y sus reglas son de una inutilidad absoluta. Esta pretende operar con magnitudes ciertas, cuando en la guerra todo es incierto y todos los cálculos que en ella se realicen tienen que operar con magnitudes inestables.
Ella sólo toma en consideración magnitudes materiales, cuando lo cierto es que el acto de la guerra aparece cruzado de fuerzas y efectos espirituales y morales.
Únicamente tienen en cuenta, tales tentativas, la actividad de uno solo de los campos, cuando la guerra reposa en la incesante interacción de ambos (110).
Al parecer, el general prusiano tiene un profundo entendimiento de la guerra y, por lo tanto, no acepta la certeza de las matemáticas ni los modelos determinísticos como un medio válido para comprender la guerra.
Como ya se ha dicho, según Clausewitz, el origen del conflicto bélico está en cuestiones políticas, aunque el concepto de lo político no es bien definido en su libro De la guerra; se aprecia su relación con la “inteligencia del Estado” (Clausewitz, 1972, p. 33), o sea, por los deseos y voluntades del gobernante. Por ende, los objetivos políticos son los objetivos de la guerra y no puede confundirse las batallas y todo el sentimiento hostil que la guerra implica como el fin por el cual se combate, ya que estos sólo deben ser entendidos como medios para alcanzar tales objetivos.
Vamos a recordar una vez más que el fin de la guerra es el sometimiento del enemigo y este se da cuando un bando ha perdido la voluntad y los medios para la lucha. Para ganar una guerra no es necesario el exterminio del oponente, dice Clausewitz, pues basta con desmoralizar al rival haciéndole pensar en la baja probabilidad de ganar y los altos costos de seguir la confrontación (33). Es por eso que el análisis de la paz y los orígenes de la guerra recaen en el campo de la teoría de la racionalidad, aquí entran los análisis costo-beneficio de maximización de la utilidad que mide las ganancias de lograr los objetivos políticos y los costos de la confrontación armada.
De lo anterior se puede inferir que la guerra en Clausewitz no es una degeneración de la naturaleza de la sociedad, sino parte de sus características de relación con el mundo; si se renuncia unilateralmente al uso de la fuerza se está a la merced de que superen nuestros argumentos con violencia.
[…] la guerra no pertenece al dominio de las artes ni al de las ciencias, sino al de la existencia social. Es un conflicto de grandes intereses que se ventilan mediante la efusión de sangre; y en esto último es en lo único que se diferencia de las demás pugnas o conflictos. Mejor que con un arte cualquiera podría compararse las guerras con el comercio, por cuanto éste es un conflicto de intereses y entre actividades humanas (139).
Así pues, por la guerra ser parte de la existencia social es que su supresión es controvertida, lo que ha dejado como única salida la limitación por medio de reglas, tal como se pretende hacer con el DIH.[9]
El Holocausto, o la shoah, en la segunda guerra mundial, produjo alrededor de veinte millones de muertes (Bauman, 1998, XIII), entre judíos, gitanos, eslavos y todas las demás razas y condiciones humanas que fueran consideradas, por Hitler y sus seguidores, como inútiles para la sociedad aria. La elevada cifra de muertes nos indica la alta eficiencia de su empresa al momento de producir cadáveres; consideremos por un momento que para llegar a tal cifra no sería suficiente la media de muertes diarias ya que tomaría un periodo de no menos de 274 años para alcanzarla.
Así que la optimización de los procesos de guerra tuvo que ser una de las principales armas de los Nazis. Zygmunt Bauman nos muestra que la modernidad tiene cualidades como: el progreso, el actuar racionalmente de forma eficiente y la idea de sociedad e individuo civilizado, que pueden servir como criterios perversos y desembocar en la barbarie. Tales afirmaciones nos llevan a preguntarnos ¿por qué es posible comparar el Holocausto con los procesos de producción fabriles y reducir todo actuar de los combatientes y civiles a una mera expresión de la racionalidad susceptible de un análisis costo-beneficio, pese a que Carl Von Clausewitz argumentaba que la guerra no se podía reducir a una teoría pura abstracta donde la razón reinara? A primera vista, el Holocausto refuta la teoría de la guerra y posibilita la formalización de una teoría pura, de igual forma que una empresa tiene sus procesos de producción guiados por ingenieros y planes de trabajo elaborados por administradores.
Sin embargo, lo primero por aclarar es que el Holocausto no puede ser enmarcado dentro de la definición de guerra de Clausewitz, ya que no cumple con su rasgo característico: el combate. Clausewitz afirma que no se puede considerar como guerra al combate donde un bando solo tenga como opción la defensa y el puro aguante (Clausewitz, 1972, pp. 60-68). El genocidio Nazi no tuvo mayor resistencia por los judíos ni por las razas perseguidas, sólo lo tuvo por los Estados ocupados y sus aliados. De tal forma que los judíos eran parte de un proceso productivo de una peculiar mercancía que podríamos denominar “muertes judías”.[10] Bauman señala la animalización de las víctimas por parte de los Nazis al llamarlos piojos, al marcarlos con símbolos, tatuarlos como el ganado, encerrarlos y marginalizarlos en los guetos, con lo que despojaban de toda cualidad humana (física y psíquica) a las víctimas. Lo que facilitó el trabajo de los operarios (verdugos) y fomentaron una mirada indiferente al quitar la vergüenza y la reprobación de agredir a sus iguales.
Tales tácticas se han utilizado con frecuencia en las masacres, en la actualidad, se des-humaniza al contrincante con el calificativo de terrorista y/o incivilizados. Bauman nos ilustra la animalización en las masacres con las siguientes palabras:
Los ewe mataron despiadadamente a un millón de ibos habiéndolos llamado primeramente parásitos, criminales, ladrones y subhumanos sin cultura. Los iraquíes envenenaron con gas a los ciudadanos Kurdos sin molestarse siquiera en insultarlos. Los tamiles asesinaron a los singaleses y los etíopes exterminaron a los eritreos. Los habitantes de Uganda se mataron unos a otros (¿o fue al revés?) (Bauman, 1998, p. 111).
Ya se ha explicado la teoría pura y sus problemas al calificar como racional los actos atroces dada la consistencia en sus planes; ahora Bauman nos sustenta la idea que la barbarie de la segunda guerra mundial fue justificada por la racionalidad de sus componentes; tanto por parte de los victimarios con sus procesos racionales, al engranar las mejores formas de exterminio con su plan ingenieril, como de las víctimas que colaboraron racionalmente, desde la teoría estricta, con tal de aumentar un poco su probabilidad de vida, y los espectadores que no hicieron nada para impedirlo. Bauman menciona este hecho:
En ese mundo, la obediencia era racional y racionalidad era obediencia. La racionalidad era provechosa, al menos durante un tiempo, pero es que en ese mundo no había mucho tiempo. Cada paso en el camino hacia la muerte estaba cuidadosamente configurado para que fuera calculable en términos de pérdidas y ganancias, recompensas y castigo (263).
Ahora, ¿es posible formalizar una teoría pura de la guerra basada en la racionalidad? Además, en nuestro caso ¿es posible pensar que este tipo de comportamiento racional puro se evidencia en el conflicto colombiano?
Los conflictos bélicos contemporáneos se han caracterizado por un extremo uso de la técnica y de la razón, los cuales han alejado el campo de la moral y los sentimientos en los temas bélicos. La división social del trabajo hace posible la colaboración y la despersonalización de los homicidios: el trabajador de una fábrica de armas no siente pena ni remordimiento por los muertos, él sólo trabaja para ganar los medios de subsistencia; el proveedor de armas no se siente un asesino sino un comerciante; el soldado, el mercenario o el guerrillero no sienten vergüenza por halar del gatillo, pues sólo se siguen ordenes; el líder de un grupo subversivo no tiene remordimiento en ordenar una explosión en un centro poblado, pues él sólo es consistente con el plan de ganar la guerra.[11]
Dicha lógica racional, —producto de la despersonalización en este caso—, en el conflicto colombiano encaja perfectamente con el fenómeno de las ejecuciones extra-judiciales efectuadas por todos los actores del conflicto armado colombiano, en lo que se denomina eufemística y mediáticamente como “los falsos positivos”. Dichos falsos positivos, cuando se dieron a conocer mediáticamente involucrando a las F.F.M.M., se intentaron mostrar como actuaciones atípicas dentro de la misma institución. Sin embargo, dada la magnitud de “actuaciones atípicas” por parte “de algunas manzanas podridas” dentro de la Institución militar, deja entrever que hubo una lógica institucional (HRW, 2015, p. 27) que hacía de las muertes de jóvenes inocentes, botines de guerra, y material propagandístico para persuadir en el imaginario colectivo colombiano que la guerra se podía ganar por parte del Estado colombiano frente a los GAI, Grupos Armados Ilegales, como los nombra el Ejército Nacional.
Regresando a las descripciones dadas por Bauman, se evidencia la relación de la racionalidad en la guerra por medio de la tecnología: el gas mostaza de la Primera Guerra Mundial no hubiese sido posible sin los avances químicos del siglo XIX y la bomba atómica hubiese sido una mera pesadilla sin la división del átomo. El conflicto colombiano, por supuesto, no ha sido ajeno a estos procesos tecnológicos, manteniendo la respectiva escala intra-nacional del conflicto. Por ejemplo, El bombardeo al campamento del jefe guerrillero Víctor Julio Suárez, “Mono-jojoy”, donde fue abatido, se realizó gracias a que se logró infiltrar un pequeño dispositivo GPS dentro de una de sus botas (El Espectador, septiembre de 2010).
Este tipo de comportamiento nos sugiere que los conflictos actuales están basados en la racionalidad, donde la incertidumbre del combate y la genialidad del juicio en los generales en jefe son remplazadas por la certeza de las matemáticas o de los cálculos probabilísticos con un mínimo de error en sus resultados.
Para concluir, a pesar que Bauman encumbra a la modernidad y sus expresiones de racionalidad y progreso como elementos necesarios mas no suficientes para la guerra, no se puede asegurar que la teoría pura de la guerra sea la metodología más apropiada para abordar este tema, debido a que los actores del conflicto no siguen un comportamiento racional estricto, tal como se sustentó con Clausewitz cuando definió al hombre como un ser de racionalidad permeada por las emociones.[12]
Los actos hostiles a gran escala, con el paso del tiempo han desarrollado reglas que pretenden delimitar la forma de actuar de los combatientes. El derecho de gentes ya era tenido en cuenta en la obra de Clausewitz, al mencionarlo como el pequeño límite de la guerra, pero hay que recordar que el general prusiano argumentaba que lo único que realmente restringe los actos bélicos es la amenaza de usar la fuerza para reprimirlos (Clausewitz, 1972, p. 9). El DIH proviene del derecho de gentes (Swinarski, 1991, p. 13) y es un conjunto de reglas instituido por medio de las costumbres. De allí que el DIH no sea procedente de alguna ética particular, sino del producto de las relaciones entre naciones que tienden a determinar lo que es aceptable o no en una guerra. Una definición formal de DIH la ofrece Swinarski al decir:
El “Derecho Internacional Humanitario” es un cuerpo de normas internacionales, de origen convencional y consuetudinario, específicamente destinado a ser aplicado en los conflictos armados, internacionales o no internacionales, y que limita el derecho de las Partes en conflicto a elegir libremente los métodos y los medios utilizados en la guerra (Derecho de la Haya), o que protege a las personas y a los bienes afectados (Derecho de Ginebra) (25).
En la anterior cita, Swinarski nos señala los dos ejes del DIH, a saber, las normas que limitan el uso de cierta clase de armas y los métodos usados en cualquier conflicto bélico, denominado Derecho de La Haya; y las relacionadas a la protección de las víctimas del conflicto, conocido como el Derecho de Ginebra.
Estos derechos restringen entre otras cosas la utilización de gases tóxicos o armas bacteriológicas. En contextualización con el presente estudio, la inclusión del DIH es una forma de acortar el infinito de acciones posibles en una confrontación armada, lo que ayudaría a eliminar el indeterminismo en ese aspecto.
Para concluir, se podría pensar que gracias a la aparición de DIH es posible pensar en una delimitación del conjunto de acciones posibles de los agentes de la guerra, haciendo conveniente la construcción de una teoría pura; no obstante esto no es del todo cierto, pues es notable que los agentes no se rigen por estas normas en todos los casos[13] y, además, los comportamientos de los actores no son actos totalmente racionales en el sentido aquí descrito. No podemos obviar los errores humanos y las decisiones motivadas por las emociones. que vuelve a dejar a la teoría pura del conflicto invalidada.[14]
A manera de conclusión, la guerra, la cual aquí fue asumida como sinónimo de conflicto armado o acto bélico, está influenciada en su desarrollo y constituida en su esencia por componentes medibles y no medibles, tal como fue mostrado por Carl Von Clausewitz. De tal forma, el arista correspondiente a lo medible es parte del fundamento de los aquí llamados modelos formales de las teorías abstractas o puras de la guerra y cumplen su principal utilidad en los temas de planeación y administración en su actuar.
En el mismo sentido, Zygmunt Bauman argumenta que la guerra en la contemporaneidad está permeada por la acción racional, factor característico que por medio de la teoría de juegos es aprovechado para el modelamiento de la toma de decisiones, lo cual amplía el campo de lo medible, manteniendo vigente el análisis racional y sistemático característico de los modelos formales. Al mismo tiempo se enunció al Derecho Internacional Humanitario como el conjunto de reglas que, algunas veces, limita el actuar de los agentes y reducen las opciones de acción en la guerra facilitando la labor del modelamiento lógico matemática.
Tenemos, en consecuencia, que la guerra puede ser descrita por una teoría de la guerra pura y que esta tiene como principal uso la administración y la planeación de todo lo medible. Pero conviene precisar que la teoría estricta no logra capturar en su complejidad el concepto de la guerra, algunas de las razones de ellos son: 1. El dinamismo de la guerra, 2. La interrelación de la guerra con otros fenómenos, 3. El indeterminismo del comienzo y el fin de la guerra, 4. El rol no modelable de la voluntad en los combatientes y la imposibilidad de un comportamiento racional puro de los actores. De esta forma hay que aceptar el modelamiento formal de la guerra como un esbozo del conflicto armado y nunca como la única o la mejor forma de comprender este temaφ