Lenguaje y Literatura
La poesía de Juan Ramón Jiménez y María Zambrano: deseo de mundo y reflexión
CEDOTIC Revista de Ciencias de la Educación, Docencia, Investigación y Tecnologías de la Información
Universidad del Atlántico, Colombia
ISSN-e: 2539-1518
Periodicidad: Semestral
vol. 2, núm. 2, 2017
Recepción: 12 Octubre 2017
Aprobación: 29 Noviembre 2017
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) perteneció al grupo de escritores que, a raíz de la pérdida de España de sus colonias en los Estados Unidos (1898), protagonizó un renacimiento literario. El líder de este grupo de modernistas, como se llamaban a sí mismos, Rubén Darío, ayudó a Juan Ramón a publicar Almas de la violeta (1900) su primer volumen de poesía. Entre los años 1905 y 1912 Ramón Jiménez pasó en su lugar de nacimiento, Moguer, donde escribió Elegías, 1908, Soledad Sonora, 1911, y Pastorales, 1911. Sus primeras poesías fueron influenciadas por el romanticismo alemán y el simbolismo francés. Es fuertemente visual y está dominado por los colores amarillo y verde. Su estilo posterior, decisivo, formalmente ascético y dominado por el blanco, emerge en la prosa poética de su delicado Platero y yo, 1914, y está completamente desarrollado en Diario de un poeta recién casado (1916), Primera antología poética, (1917), Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1917-23) y Belleza (1917-23).
En los años veinte, Ramón Jiménez se convirtió en el maestro reconocido de la nueva generación de poetas. Fue activo como crítico y editor de revistas literarias. En 1930 se retiró a Sevilla para dedicarse a la revisión de su obra anterior. Seis años más tarde, como resultado de la Guerra Civil española, dejó España para irse a Puerto Rico y Cuba. Permaneció en Cuba durante tres años y, en 1939, se fue a los Estados Unidos, país que se convirtió en su residencia hasta 1951, cuando se mudó a Puerto Rico. Durante estos años Juan Ramón enseñó en varias universidades y publicó: Españoles de Tres Mundos, 1942, para el libro de retratos en prosa, y varias colecciones de poemas, entre ellos: Voces de mi canción, 1945, y Animal de fondo. El último libro, quizás el mejor, revela claramente las preocupaciones religiosas que llenaron los últimos años de la vida del poeta (Wikipedia). Las selecciones de la mayoría de sus trabajos fueron publicadas en Traducciones Seleccionadas de Juan Ramón Jiménez y Trescientos Poemas, 1903-1953. Ramón Jiménez murió en Puerto Rico en 1958.
Hay que destacar tres períodos en los que se pueden dividir en el trabajo de Juan Ramón: el período sensible, el intelectual y el suficiente o verdadero. El período sensible (1898-1915). Este período se puede subdividir en dos etapas: el primero se extiende hasta 1908; el segundo hasta 1916. El primero está marcado por la influencia de Bécquer, es decir, simbolismo y modernismo, y, con ello, rimas asonantes y música íntima. Las descripciones del paisaje como reflejo del alma del poeta son comunes, un paisaje que no es natural, sino que está sujeto al estatismo de un jardín interior. Los vagos sentimientos, la melancolía, la música y los colores drenados, así como los recuerdos y ensoñaciones amorosas, predominan en las obras de Juan Ramón. Es un tipo de poesía emotiva y sentimental, donde la sensibilidad del poeta es claramente visible a través de la estructura formal perfecta. Las obras de esta etapa incluyen Rimas (1902), Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904) y Elegías (1907).
En la segunda etapa emplea versos más largos (endecasílabos y alejandrinos), rima asonante y estrofas clásicas (sonetos, serventesios). Esta etapa también tiene una mayor influencia modernista, simbolista y de decadencia. Hacia el final de este período, Juan Ramón comienza a cansarse del estilo modernista, especialmente en relación con la preocupación por el tiempo y la posesión de una belleza eterna. Entre las obras de esta etapa se encuentran:
La soledad sonora (1911), Pastorales (1911), Platero y yo (elegía andaluza, 1914) y Estío (1916).
El libro más famoso de esta etapa, y el más famoso de toda la obra de Juan Ramón, es Platero y yo, una historia lírica en prosa que cuenta la historia de la vida de un burro gris llamado Platero. Esto significa el cambio entre este período delicado y el período intelectual que continúa.
El período intelectual (1916-1936). Después de dejar Madrid, su primer viaje a América y su contacto con la poesía escrita en inglés (Shelley, William Blake, Yeats, Emily Dickinson) tiene un gran impacto en su segundo período, que el propio Juan Ramón Jiménez lo nombró como su período intelectual y que es relacionado con el movimiento del novecentismo. En esta etapa, Juan Ramón descubre el mar como un motivo trascendental: el mar significa vida, soledad, alegría, la eternidad del tiempo presente. También hay una evolución espiritual que hace que el escritor busque lo trascendental. En su deseo de engañar a la Muerte, intenta alcanzar la eternidad, que solo puede alcanzar a través de la belleza y la depuración de su poesía. En esta etapa, el autor elimina toda la musicalidad, los argumentos poéticos, la ostentación y la ornamentación para ahondar en lo que es puro, bello y esencial.
Diario de un poeta recién casado marcó el comienzo de este período en su escritura. La poesía de esta obra estaba libre de las cargas del modernismo y en cambio era mucho más estilizada y purificada. Juan Ramón Jiménez también experimentó en este trabajo con diferentes temas y formas, ayudando a abrir un nuevo estilo contemporáneo de poesía; algo que fue explotado más tarde por los miembros de la generación del 1927.
Las obras más importantes de esta etapa son Diario de un poeta recién casado (1916), Primera antología poética (1917), Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1917) y Belleza (1917-23).
Por último, el período suficiente o verdadero (1937-1958). Todas las obras que escribió durante su exilio en América pertenecen a esta etapa. Juan Ramón continúa escribiendo, atraído hacia sí mismo en busca de belleza y perfección. Su ansiedad por la trascendencia lo lleva a una cierta mística y etapa religiosa. Su lenguaje poético se convierte en un idiolecto con muchos neologismos. Después de un período de silencio relativo, publica Animal de fondo (1949), Tercera antología poética (1957), El otro costado (1936-1942) y Dios deseado y deseante (1948-1949).
Al leer la poesía de Juan Ramón Jiménez, se puede apreciar un claro ejemplo de subjetividad moderna, Su análisis minucioso, exhaustivo está estructurado, escribía en torno a la división entre un "yo absoluto" de la plenitud y "un yo empírico" de la fugacidad. Al realizarse una lectura detallada de textos se manifiestan una constante dicotomía: cielo / tierra, sagrado / profano, polaridades sol / luna. Esto es seguido por una demostración del hecho de que el espacio en el trabajo de Jiménez es "intrínsecamente dinámico" porque el hablante lírico está proyectando para siempre a las imágenes espaciales su infinito anhelo por la perfección.
Otro aspecto analizable es “El Dios de Juan Ramón”, el concepto de Dios en la creación juanramoniana. Se podría decir que el problema de Dios en Juan Ramón es de la misma índole que el de otros autores, Unamuno, por ejemplo; es no decir mucho, y tan sólo nos conduce a la persistente crisis espiritual de Jiménez, atravesada por la cuestión de la fe, la razón y la intuición. En Juan Ramón, ese Dios tiene raigambre estética, se enmarca en la inefabilidad poética de la verdadera belleza, y transita un camino de elevación que para muchos culmina en una filosofía hermética de la trascendencia. Ahora bien, el camino iniciado por Juan Ramón Jiménez tiene su estación primordial en un dios inmanente, un dios interior, un dios creado, muy distinto de la divinidad de las religiones oficiales:
DIOS DESEADO Y DESEANTE (Fragmentos)
No
eres mi redentor, ni eres mi ejemplo, ni mi
padre, ni mi hijo, ni mi hermano;
eres igual y
uno, eres distinto y todo; eres dios de los hermoso
conseguido,
conciencia mía de lo hermoso.
(…)
Tú esencia, eres conciencia; mi
conciencia y la de
otro, la de todos, con forma suma de conciencia;
(…)
la trasparencia, dios, la trasparencia, el uno
al fin, dios
ahora sólito en lo uno mío, en el mundo que yo por ti y
para ti he
creado.
La noción de que el panteísmo permite que un sujeto empírico participe en una totalidad cósmica y de ese modo se vale de una "voz anónima" para expresar la autoconciencia del universo.
ESPACIO (Fragmento)
Los dioses no tuvieron más sustancia
que la que tengo
yo. Yo tengo, como ellos, la sustancia de todo lo
vivido y de
todo lo por vivir. No soy presente sólo,
sino fuga raudal de cabo a fin. Y lo
que veo a un lado
y otro, en esta fuga, rosas, restos de alas, sombra y
luz, es
sólo mío, recuerdo y ansia míos,
presentimiento, olvido.
¿Quién sabe más que yo, quién, qué
hombre o
qué dios, puede, ha podido, podrá decirme a mí
qué es mi vida y mi
muerte, qué no es? Si hay
quien lo sabe, yo lo sé más que ése, y si lo
ignora,
más que ése lo ignoro. (…)
En una primera lectura del “Fragmento Primero” de Espacio lo que llama inmediatamente la atención del lector es el fluir del discurso, su complejidad (a pesar de la aparente simplicidad del mismo) y la multiplicidad de temas o tópicos que el hablante asume a la hora de tratar la “realidad interna” (la del hombre, la del poeta, la del enamorado) y la “realidad externa” (la del mundo).
Espacio (Fragmentos)
(…)
¿Por qué comemos y bebemos otra cosa que luz o
fuego?
Como yo he nacido en el sol y del sol he venido aquí a la
sombra, ¿soy
del sol, como el sol alumbro? y mi nostalgia,
como la de la luna, es haber sido
sol y reflejarlo sólo ahora.
Pasa el iris cantando como canto yo. Adiós iris,
iris,
volveremos a vernos, que el amor es uno solo y vuelve cada
día.
¿Qué
cosa es este amor de todo, cómo se me ha hecho en el sol, con el sol, en mí conmigo?
(…)
Las flores nos rodean de
voluptuosidad, olor, color,
forma sensual; nos rodeamos de ellas, que son sexos
de colores, de formas, de olores diferentes; enviamos
un sexo en una flor,
dedicado presente de oro de ideal,
a un amor virgen (…)
Amor, amor, amor (lo dijo
Yeats)
«amor
en el lugar del excremento». ¿Asco de
nuestro ser, nuestro principio que más
nos vive
y más nos muere?
(…)
Espacio, de Juan Ramón Jiménez, representa, desde esa perspectiva no sólo la culminación del arte de su autor (el final de una obra), sino el inicio de una poética que, con él, cambia radicalmente de signo. Señala Paz: “Jiménez percibe por primera vez y quizá por última, el silencio insignificante de la naturaleza, donde las palabras humanas son sólo un poco de aire y ruido" (citado por Jenaro Talens, Final e inicio de una poética, 2001, p. 554). Por eso la sucesión aparentemente inconexa que constituye el discurso de Espacio se convierte en un dispositivo mediante el cual, nombrando los objetos, se borra su significado para permitir que surja su presencia. Las cosas no significan: están. Recuperar ese silencio es la función de la palabra al nombrar.
Se ha hablado en el poema de su escritura automática. Jiménez era un cultivador del monólogo interior incluso desde tiempo antes de que éste se llamara así, pero considero que en Espacio de lo que se trata es justamente de lo contrario, de empobrecerlo, neutralizarlo, para que así gane la mirada y poder volver a la pureza original del silencio.
Otro aspecto que se puede analizar en el poema Espacio de Jiménez, son los temas, que se sucederán cíclicos y algunos conducirán y contendrán a los otros, el mentado sistema de “cajas chinas”, es decir, como si un círculo abarcase al otro y así sucesivamente, pero no solo conteniéndolo, sino, también, uniéndolo. El poema se despliega como una espiral de círculos concéntricos apoyados en el eje del yo, del hablante que propone su viaje personal en que la temporalidad (paso, presente, futuro) no tiene un sentido lógico. Frente a esta diversidad que puede dar origen a una multitud de posibles interpretaciones y de subinterpretaciones, según señala Morales Milohnic (2011).
Independientemente del tema del espacio, de la anulación del que consideramos “espacio real” e, incluso, del “tiempo real”, la espiral conductora del hablante nos llevará a una serie de temas que son relevantes a la hora de dimensionar el poema, estos temas o tópicos pueden enumerarse básicamente en tema de Dios o de la religiosidad, amor, la naturaleza.
(…) Y soy un
dios
sin espada, sin nada de lo que hacen los
hombres con
su ciencia; sólo con lo que es producto de lo vivo,
lo que se cambia todo; sí, de fuego
o de luz, luz. ¿Por qué
comemos y bebemos otra cosa que luz o fuego? Como yo he
nacido en el sol y del sol he venido aquí a la sombra, ¿soy del
sol, como el
sol alumbro? y mi nostalgia, como la de la luna,
es haber sido sol y reflejarlo
sólo ahora. Pasa el iris cantando
como canto yo. Adiós iris, iris, volveremos a
vernos, que el
amor es uno solo y vuelve cada día.
¿Qué
cosa es este amor de todo, cómo se me ha hecho en el sol, con
el sol, en mí
conmigo? (…).
Otro tema en esta poesía, es el tema de la muerte y de la trascendencia. A su vez, se encontrarán una serie de subtemas o temas contenidos dentro de estos temas como la música (relacionado con la naturaleza, la armonía, los pájaros y evidentemente con la poesía: “el canto”), el lenguaje y su oposición a la armonía entre los hombres. El lenguaje de la naturaleza es perfecto, comunica, vincula. Como en el tema del amor.
“(…) Amor el de Eloísa; qué ternura, qué
sencillez,
qué realidad perfecta. Todo
claro y nombrado con
su nombre en llena castidad. Y ella, en medio de
todo,
intacta de lo bajo entre lo pleno. Si tu mujer,
Pedro Abelardo, pudo ser así,
el ideal existe, no hay
que falsearlo. Tu ideal existió, ¿por qué lo falseaste,
necio Pedro Abelardo? Hombres, mujeres, hombres,
hay que encontrar el ideal,
que existe (…).
Tema o tópico del “Paraíso perdido”, la unidad, vinculado con la trascendencia de la vida y del pensamiento del hombre, con la naturaleza, con la necesidad y presencia de Dios y con la poesía, el tema de la muerte y de la trascendencia. (Morales Milohnic, 2011): ¿vamos a hacer eternidad, vamos a hacer la eternidad, vamos a ser eternidad, vamos a ser la eternidad? Vosotras, yo, podremos crear la eternidad una y mil veces, cuando queramos. Todo es nuestro y no se nos acaba nunca. ¡Amor, contigo y con la luz todo se hace, y lo que hace el amor no acaba nunca!
Es fundamental entender cómo se crea una relación sutil, aunque firme, entre las distintas unidades de sentido o “capas” que el hablante propone en el poema: relación que implica una idea en la otra, pero que, a la vez, profundiza en la temática específica de la que se habla.
El plano diagonal en la poesía de Juan Ramón Jiménez, se puede encontrar una paz indescriptible, una armonía sencilla y compleja; en sus poemas Jiménez, rompe con argumentos globales y se coloca en una fervorosa línea de pequeños ejemplos bellísimos de “estados de ánimo” que componen entre si una sinfonía única. De él surgen las voces del poema de una forma diferente, en una sucesión de preguntas y respuestas, en una cadena de exclamaciones y de leves descripciones, pero que no nos coloca en un nivel de narratividad, sino que nos coloca frente a un texto poético.
Juan Ramón cambia la manera de concebir y escribir la poesía hispánica, siendo así que antes de Juan Ramón los poetas españoles e hispanoamericanos se expresaran de forma distinta a como lo hicieron después de la obra de este último, al que consideraron como un verdadero maestro.
María Zambrano, una poeta de la reflexión
Ahora bien, después de analizar algunos aspectos de la poesía de Juan Ramón Jiménez, demos una mirada a la poesía de María Zambrano de quien se puede decir que fue Filósofa, ensayista y poeta española, nacida en Vélez, Málaga en 1904. Era hija del filósofo y pedagogo Blas José Zambrano y realizó sus primeros estudios en Segovia. Más tarde se mudó a Madrid donde estudió filosofía y arte, estableciendo contacto intelectual con Ortega y Gasset, García Morente, Besteiro y Zubiri, entre otros intelectuales.
Ella experimentó los eventos políticos de esos años de primera mano, y esta experiencia la llevó a su primer libro, Horizonte del liberalismo, en 1930. Estableció amistades con importantes poetas de la época, como Luis Cernuda, Jorge Guillén, Emilio Prados y Miguel Hernández.
En enero de 1939, cuando la Guerra Civil llegó a su fin, dejó España y se fue a París, donde conoció a A. Camus y R. Char. Luego vivió en México, La Habana y Roma, evolucionando con gran intensidad literaria y escribiendo algunas de sus obras más emblemáticas: Los sueños y el tiempo, Persona y democracia, El hombre y lo divino (Hombre y lo divino), y Pensamiento y poesía. Después de cuarenta y cinco años en el exilio, finalmente regresó a España en 1984. Cuatro años más tarde, su trabajo fue reconocido con el Príncipe de Asturias y los premios Cervantes. Murió en 1991 en Madrid, donde había establecido su residencia después de su largo período de exilio.
Como filósofa, María Zambrano combinó la tradición filosófica occidental: existencialista, fenomenológica y vitalista, la de Spinoza y la de los griegos, inspirada por el pensamiento de Platón. El núcleo de su pensamiento, "La razón poética", es una forma de aprender a mirar con alma y tranquilidad a una realidad invisible, que permanece oculta, pero donde se encuentran las respuestas que dan sentido a la vida.
El "pensamiento poético" busca superar el abismo entre la filosofía y la poesía. Esta fue la principal preocupación constante de la autora, en cuyo discurso la reflexión filosófica y la naturaleza mística-poética de sus éxitos parecen confundirse.
Ella siempre fue consciente de que ser una mujer filósofa a principios de siglo significaba entrar en un santuario masculino. Fue en este ámbito que acuñó la frase que resume su pensamiento feminista: "Es hora de que las mujeres ingresen no solo al público, sino también al imperio de la dignidad. Con esta frase, quería hacer entender que la entrada de las mujeres en la esfera pública debe ir precedida de su propia autoría.
Ella era una mujer moderna que rompió con las costumbres femeninas tradicionales y que estaba socialmente comprometida a luchar en la Segunda República Española por el derecho de las mujeres a votar. Su vida era una oda al progreso y sus escritos fueron una ayuda para el espíritu humano, ya que estaban libres de significado utilitario.
Para María Zambrano, "solo vivimos cuando transmitimos algo, para que otros vivan de manera diferente cuando lo han leído" y "la gente escribe porque hay cosas que son tan ciertas que no pueden ser pronunciadas", sino pensadas y escritas. Consideraba a la filosofía y a la poesía como dos mitades del hombre en enfrentamiento constante. Ambas parecieran, anuncian la totalidad del ser humano, la cual se vislumbra, quizá, inalcanzable; una totalidad que recuerda al Eros platónico de El banquete o al Sócrates músico de Nietzsche. Filosofía y poesía son dos caminos distintos donde el hombre se gana a sí mismo, construye su ser y existencia y hace de este mundo un lugar humano: construcción amorosa del hogar, lograda tras una lucha incesante con la realidad, batalla que se realiza con la palabra, filosófica o poética.
En cuanto a la concepción de Dios, Zambrano asegura que cuando no hay dioses todavía, ¿para qué crearlos? Si se les ha creado debe de ser por algo ineludible. Es, sin duda, el aspecto primario, original de la tragedia que es vivir humanamente. Pues antes que entrar en lucha con otro hombre y más allá de esa lucha, aparece la lucha con ese algo que más tarde, después de un largo y fatigoso trabajo, se llamarán dioses. Dioses como palabra primera, como nombramiento poético originario. Los dioses permitirán la apertura del delirio, porque, según Zambrano, éste se abre gracias a un pacto con ellos, el cual permite nombrar y ordenar, dar forma y un lugar. Con la aparición de los dioses —lo cual representa una larga y fatigosa lucha—, el hombre puede ya caminar sobre un espacio abierto, des ocultado y, también, comienza a salir de la ocultación primera de su ser: con los dioses el hombre gana mundo y se gana también a sí mismo. Más en este momento todo se encuentra poblado de dioses, el hombre está lejos de tener un espacio propio, de sentirse libre, antes bien, se siente poseído: posesión divina, manía divina. Esta posesión se refleja, se refracta en la poesía: fruto del delirio divino, no de la sabiduría humana, como en su momento señalaron los griegos. La poesía no es nuestra, sino de los dioses. Allí encuentra Zambrano a Platón, quien como guerrero trataría, en ese espacio poblado todo de dioses, de ganar algo para el hombre: el conocimiento. Platón encarna la lucha entre filosofía y poesía: un enfrentamiento proveniente no del logos, sino del delirio primero. “Y es que Platón vivía en medio del terror trágico, de la injusticia divina representada en la tragedia, donde el destino del hombre se le escapaba a él mismo de las manos; donde el mismo
Prometeo, expresión desenfrenada de libertad, sucumbe ante la ira de Zeus” (González Valerio, pág. 26).
La palabra en Juan Ramón Jiménez y María Zambrano
Llegado a este punto, y luego de conocer aspectos de ambos poetas, trataremos de analizar y comparar su poesía, tratando de analizar las características que los conectas y a la vez los que los diferencia y los hacen únicos.
De belleza
Juan Ramón Jiménez
¿Dónde está la palabra, corazón, que embellezca
de amor al
mundo feo;
Que le depara siempre -y sólo ya-
Fortaleza de niño
Y defensa de Rosa?
Este poema nos habla de la función poética en torno a las acciones, de la belleza de la poesía y su función aparente en el mundo. El hablante lirico lo plantea a modo de monólogo en forma de cuestionamiento, preguntándose en estos acontecimientos de la vida humana ¿dónde está la belleza de la palabra?
Analizando por partes se identifica:
"¿Dónde está la palabra,
corazón,"
Observando el espacio, busca identificar el centro o sentido de todo en la palabra, en el discurso poético que encierra un argumento positivo lleno de belleza y sentimiento. Pero en su forma de cuestionarse desde el inicio, muestra esa deshumanización del repertorio y nos plantea una introspección de las realidades internas que se manifiestan en las urbes.
"que
embellezca de amor al mundo feo;"
Se presenta una postura realista, que da sentido a una visión de mundo que busca el cambio, que pueda o no pueda suceder, por medio de la poesía, transformando los conceptos.
"que le depara siempre -y solo
ya "
Aquí define la función de la palabra, que es en sí misma un constante y un determinante de las acciones, siendo limitante o facilitador de esos imaginarios que se plantean a partir de la función poética del hablante lirico. Siendo así la palabra una constante del discurso que conlleva a una finalidad objetiva o es solo por ejemplo, un pasaje de un poema que hizo catarsis en el lector.
"fortaleza de niño y defensa de
Rosa?"
Allí se toma como recurso la contrariedad, dando fortaleza a un infante, siendo normalmente el ser más vulnerable y frágil, y la rosa es utilizada como un arma de defensa. De esta forma el destinatario, la palabra, toma como recurso una vez más los mundos posibles, tomando en cuenta la función poética de embellecer y creando la posibilidad de que por medio de ella se crean soluciones y nuevas perspectivas.
En este poema, se manifiesta el parnasianismo que caracterizaba a Juan Ramón Jiménez por medio de su objetividad en su manifestación poética, y la impersonalidad en cuanto a las situaciones planteadas. Y da los primeros pasos a él panteísmo, puesto que se cuestiona sobre la función de la palabra en el universo, buscando ya, un sentido único a los orígenes del bien y lo bello.
Por otro lado, María Zambrano también nos habla de la palabra pero en contraste con Jiménez, no de una palabra discursiva o en manifiesto de las acciones, sino de una palabra escrita que es en si misma su esencia, que refleja de dónde proviene su producción, los motivos de su existencia y su razón de ser, en pocas palabras la filosofía de vida de un escritor, su visión del mundo y motivo, el mensaje que desean enviar con cada palabra, y la subjetividad que uniéndose con todas sus partes puede llegar a una totalidad de la manifestación escrita.
Por qué se escribe
María Zambrano
"Escribir es defender la soledad en que se está, es una acción que sólo brota desde un aislamiento afectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas" (2005, en línea).
Este poema nos abre a la realidad del texto, a la realidad de un escritor en general, sea un texto de carácter literario o científico corroborando la visión de la autora, de la totalidad humana entre filosofía y poesía, siendo a través de ellas que descubrimos las verdades universales. Explicando así: cuando se escribe se defienden los planteamientos, a partir de tu pensamiento, pero teniendo en cuenta el contexto, no teniendo algo específico definido, pero llevando consigo muchas ideas que generen su articulación y nuevas perspectivas. Agrega como explicación: "El escritor sale de su soledad a comunicar el secreto. Luego, ya no es secreto mismo conocido por él lo que colma, puesto que necesita comunicarle" (Zambrano, p. 114, 2005).
El escritor descubre a partir de su filosofía y la manifestación del yo poético, aquellos cuestionamientos que se está haciendo y desea manifestarlo, expresando ese pensamiento aparentemente subjetivo a las masas, dándole más sentido y valor a su descubrimiento. Se pregunta así María Zambrano en Un saber hacia el alma (2005): "¿Será esta comunicación? si es ella, el acto de escribir es sólo medio, y lo escrito, el instrumento forjado" (p. 38).
Manifiesta que el yo poético no es escribir y la escritura, es decir, el poema mismo, sino el proceso abstracto de descubrirse en si mismo, a partir del espacio íntimo y razonar en lo planteado, demostrando de esta forma su carácter intelectual, propio de Zambrano. De esta manera: "Pero caracteriza el instrumento el que se forja en vista de algo, y este algo es lo que le presta su nobleza y esplendor" (2005, p. 39).
El instrumento es el mismo escritor que se place de ir en búsqueda de la verdad, como un investigador, con base en sus pistas, llega a conclusiones y finalmente descubre el tesoro, el culpable o el origen.
Este poema, deja en evidencia la función de la escritura, y la magia que lleva en sí, y que según Zambrano se disfruta a través del deleite filosófico poético.
En síntesis, Juan Ramón Jiménez y María Zambrano, a través "De la belleza" y "Porqué se escribe", ven la escritura como el refugio del escritor, pero al mismo tiempo el motivo de dar a conocer las realidades humanas y universales de la existencia misma, ya sea a través de los imaginarios sociales como exotismo, o a partir de teorías intelectuales que busquen sentido científico de los planteamientos. Estos autores, plantean la poesía como instrumento reflexivo de las acciones formando mundos posibles a partir de la belleza y el análisis profundo de sus interpretaciones.
Por otra parte, los poemas “Mi alma es hermana del cielo” de Juan Ramón Jiménez y “Hacia un saber sobre el alma” de María Zambrano, hablan sobre la tristeza que están sintiendo los hablantes líricos en ambos textos.
Mi alma es hermana del cielo Juan Ramón Jiménez
Mi alma es hermana del cielo gris y
de las
hojas secas; sol enfermo del otoño, mátame
con tu tristeza!
Los árboles del jardín están
cargados de
niebla: mi corazón busca en ellos esa
novia que no encuentra;
y en el sueño frío y
húmedo me esperan las hojas secas:
si
mi alma fuera una hoja y se perdiera
entre ellas!
El sol ha mandado un rayo de oro
viejo
a la arboleda, un rayo flotante, dulce luz
para las cosas muertas
(…)
(Ciudad Seva, en Arias tristes, 1903, en
línea)
Hacia un saber sobre el alma María Zambrano
Y así me he ido quedando a la
orilla. Abandonada de
la palabra,
llorando interminablemente
como
si del mar subiera el llanto, sin más signo de la
vida que el latir del corazón
y el palpitar del tiempo en
mis sienes, en la indestructible noche de la vida.
Noche
yo misma. (en línea).
El poema de Jiménez trata sobre la tristeza de un hombre que no encuentra esperanza alguna en su vivir, que desesperadamente pide morir, pero en el camino se le presenta una luz, que en el poema es representada como un rayo proveniente del sol, que representa la esperanza. Esa lucha entre la oscuridad y la luz es la base del poema.
Las palabras (o frases) más repetitivas que se presentan en el texto que representan la tristeza y la muerte del alma son las siguientes: cielo gris, “mátame con tu tristeza”, “frío y húmedo / me esperan las hojas secas”, “luz para las cosas muertas”, “vagas tristezas”.
Estas palabras (o frases) son encabezadas por una que su repetición es frecuente a lo largo del texto y es el alma y el sol. Esa alma triste y dañada que desea estar en paz y no encuentra ninguna otra opción más acertada que la muerte, la cual es ayudada por el sol quien es su salvador y envía una esperanza en forma de rayo para que esta alma perdida encuentre su camino, halle su lugar en el mundo y supere su dolor.
Las descripciones presentes en el poema parten de un espacio lúgubre donde todo es gris y rodeado de muerte y perdición. Este toque lúgubre que le agrega Jiménez ayuda a sentir un poco lo que está sintiendo el hablante lirico; sentir su dolor, pensar desde su punto de vista y convencer un poco de que realmente no hay otra opción.
Algo curioso que se presenta en el poema de Juan Ramon Jiménez es la forma en la que usa elementos propios de la naturaleza para expresar estados que son propios de los humanos sin llegar a ser personificaciones explicitas de algo. Tal vez el único elemento de la naturaleza que es explícitamente personificado es el sol cuando dice: “¡Que ternura tiene el pobre sol para las hojas secas!”, donde se le están dando atributos humanos, en este caso el de la ternura que también se podría interpretar como condescendencia o amabilidad.
En cuanto al poema “Hacia un saber sobre el alma”, escrito por María Zambrano, expresa la tristeza de un alma que está en las orillas de la muerte. Las frases que justifican la tristeza implícita en el texto son las siguientes: “Y así me he ido quedando a la orilla / Abandonada de la palabra, /llorando interminablemente”.
Estas frases hacen parecer demostrar la tristeza de una persona que ha sido abandonada, pero desde el mismo título “Hacia un saber del alma” nos predisponen a pensar que el poema va a tratar sobre algo referente al alma, pero como no es mencionada durante el texto, se puede deducir que el hablante lirico detrás de esta hermosa manifestación artística es el mismo alma triste y destruido que encontramos en el título.
El alma del poema lucha contra su dolor, su olvido y su abandono; la cual se siente completamente al final de sus días, cuando dice “sin más signo de vida que el latir del corazón y el palpitar del tiempo en mis sienes”. No hay nada más que la haga sentir viva, solo sabe que lo está por los latidos de su corazón.
En los últimos dos párrafos es cuando muestran esa confianza que existe en el alma triste y desolada; ella se considera indestructible como la noche de la vida, lo cual se puede interpretar como ese poder que tiene el alma, que a pesar de agonizar nunca muere y siempre guarda esa esperanza de resurgir.
Si se realiza un paralelo o se busca la intertextualidad entre los dos poemas analizados anteriormente, se puede evidenciar la tristeza de ambos hablantes líricos, que en cierta medida buscan de la muerte como última esperanza de estar en paz, pero algo los aferra a la vida, que en ambos casos es la esperanza. La forma de expresar sus inseguridades y exteriorizar sus miedos es evidente, dando a entender que en aquel momento sentían que sus almas estaban perdidas, pero se mantenían a causa de la esperanza mencionada anteriormente.
Para concluir, se puede decir que ambos poetas, tanto María Zambrano, como Juan Ramón Jiménez, tienen un lazo muy estrecho donde se nota a simple vista la relación que existe en sus escritos donde tienen en cuenta cada una de las palabras que se van a usar para lograr un acercamiento con el lector e incluso con ellos mismos. Sus textos van más guiados a la exteriorización de sentimientos, como también a la exaltación de la poesía como instrumento por medio del cual se crean hermosos mundos a partir de la belleza.
Sus poemas se caracterizan principalmente por la inclusión de la belleza natural y sobre todo las abstracciones como el alma, el infinito, la eternidad el amor, entre otros muchos que hacen pensar más allá de lo terrenal. Estos cuestionamientos parten de la infinidad del Dios de ambos autores, en cuanto a sus creencias y visión de mundo, dejando ver explícitamente sus realidades
Bibliografía
Antología de Juan Ramón Jiménez. Consultado en: https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/jrj/antologia/antologia04.htm
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Notas