Artículos
Recepción: 04 Febrero 2019
Aprobación: 10 Abril 2019
Cómo citar: De la Vega, E. (2019). Sufrimientos de la infancia, un rebasar y exceder la escuela. Plumilla Educativa, 23(1), 141-153. DOI: https://doi.org/10.30554/plumillaedu.1.3351.2019
Resumen:
El artículo propone como tesis central la existencia de un ?phatos? tardo moderno modelado por las epidemias de la subjetividad infantil (autismos, trastornos del desarrollo, TDAH, psicosis infantil, etcétera). En tal sentido, polemiza con el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en sus pretensiones de derivar el TDAH de una supuesta sociedad del rendimiento.
La investigación propone pensar las epidemias de la infancia ?en progresión exponencial? como la presencia subsistente e irreductible de un Real de doble procedencia: condiciones deshumanizantes que provienen tanto de la devastación social como del avance de la insignificancia.
Palabras clave: Infancia, dolor psíquico, psicopolítica, phatos, exclusión.
Abstract:
The article proposes as a central thesis the existence of a late modern 'phatos' modeled by the epidemics of infantile subjectivity (autism, developmental disorders, ADHD, infantile psychosis, etc.). In this sense, he disputes with the South Korean philosopher Byung-Chul Han in his claims to derive ADHD from a supposed performance society.
In this sense, the research proposes to think the epidemics of childhood -in exponential progression- as the subsistent and irreducible presence of a Real of double origin: dehumanizing conditions that come both from social devastation and from the advance of insignificance.
Keywords: Childhood, psychic pain, psychopolitics, phatos, exclusion.
Nos asedian
El asedio de la infancia en contextos de la exclusión generalizada declina las condiciones de humanidad en un mundo en el cual se enferma la vida. La existencia sobrevive en aquellos confines donde se arriesgan los cuerpos y obscurece la vida
Más que de enfermedad, a fin de evitar la medicalización en ciernes, cabría hablar de dolor psíquico, inasimilable para el viviente, incompatibles con la vida. Los virus o epidemias de la subjetividad, cuya viralización reciente no ha sido suficientemente estudiada, dan cuenta de aquello que no es posible metabolizar o asimilar por una infancia en estado de exclusión.
El pathos tardo moderno es epidémico y prematuro; afecta a la vida expuesta, desde sus comienzos, y la produce como no-vida o nuda vida, realizando la dialéctica descripta por Agamben. Vida desnuda que no irá a articularse con ninguna forma de vida, en tanto resiste a la forma y permanece inarticulable, pre política y pre ideológica.
Es necesario, antes de introducirnos en una crítica cultural del pathos tardo moderno, hacer algunas precisiones, a fin de no caer en desvaríos teóricos o extraviarnos.
En primer lugar debemos delimitar cuáles son nuestras posibilidades y nuestro alcance. El recorrido debe comenzar por identificar aquello que la psiquiatría traduce como formaciones patológicas, es decir, los sufrimientos, las afecciones, las experiencias de dolor psíquico extremo prevalentes y recurrentes. Una vez identificada su prevalencia en el mundo contemporáneo, seguir su evolución y correlación con formaciones culturales anteriores con el objetivo de formular hipótesis que vinculen las transformaciones subjetivas con los cambios en las condiciones de la cultura.
En el trayecto de la investigación es necesario acercarse a una teoría del sujeto, en nuestro caso el psicoanálisis, no para maniobrar en su interior sino para mantenerla como testigo de cierta coherencia en nuestras hipótesis y evitar extravíos. Nuestro método requiere de ciertas mesura que cuide sus movimientos entre los ?juegos de lenguajes?, especialmente el pasaje de uno a otro como posibilidad de formular nuevos enunciados o hipótesis.
Sobre el sujeto de rendimiento
Una descripción psicopolítica debe comenzar por el pathos social, el sufrimiento o dolor extremo que la época metaboliza o no en función de las defensas (subjetivas y sociales).
La infancia, más que el mundo adulto, sobresale en los mapas actuales del sufrimiento. Una nueva subjetividad acecha en la extensa geografía provocando rechazos y avasallamientos.
El autismo o trastorno del espectro autista (TEA) es antonomástico del pathos tardo moderno. Con una prevalencia, en las estimaciones más modesta, de uno en cien, los fenómenos autistas aventajan al conjunto de los denominados trastornos del desarrollo (TGD), también en metástasis generalizadas. Junto a ellos, los trastornos con déficit de atención e hiperactividad (TDAH) han sido señalados en el centro del aluvión de nuevos síndromes de la infancia. Los trastornos del espectro autista (TEA), los Trastornos generalizados del desarrollo (TGD) y los Trastornos disatencionales con hiperactividad (TDAH) son los nombres o nomencladores psiquiátricos utilizados para diagnosticar el sufrimiento psíquico de la infancia, efectuar pronóstico e indicar medicación o tratamientos.
Byung-Chul Han ( 2018), propone derivar el TDAH, junto al síndrome de Burnout y la depresión, de una psicopolítica que se corresponde con la sociedad del rendimiento. Byung ( 2018) indica que ?Tanto la depresión como el TDAH o el SDO ?escribe Byung-Chul Han?indican un exceso de positividad. Este último significa el colapso del Yo que se funde por un sobrecalentamiento que tiene su origen en la sobreabundancia de lo idéntico?. ( p. 24)
El sujeto de la modernidad tardía, amo de sí, libre de las disciplinas y controles foucaultianos, se explota a sí mismo sin necesidad de coacciones externas, en un gesto que lo condena al rendimiento indefinido, paradójicamente, como consecuencia de su libertad. La imposibilidad de soportar la presión por el rendimiento desencadena hiperactividad, hastío, culpa y finalmente depresión.
Con hipótesis tan seductoras como apresuradas, Byung-Chul Han pasa de la filosofía política a la psicología, en un malabarismo teórico que pretende redescribir, con inusitada premura y escaso rigor, a Nietzsche, Baudrillard, Freud, entre otros.
No reprochamos el ironismo de Byung-Chul Han en su estilo o procedimientos sino ciertos descuidos en sus enunciados de partida y cierto apresuramiento en las hipótesis conclusivas. La redescripción, o el ironismo según Rorty ( 1991), progresan a través de transiciones sutiles e inesperadas de un juego de lenguaje a otro, que produce efectos de significados novedosos. Proceden de una técnica de escritura utilizada tanto por la filosofía como por la literatura, especialmente la novela moderna. La redescripción, más que la refutación lógica en el interior de un mismo juego de lenguaje pone en juego la transposición de léxicos en lenguajes distintos. Las viejas palabras y los viejos lenguajes en virtud de las redescripciones adquieren así nuevos significados y abren los enunciados.
El error de partida consiste en hacer equivaler la ausencia de negatividad en las sociedades tardo modernas a un exceso de positividad. El mundo despolarizado, sin dialéctica de los opuestos, no es tanto ausencia de negatividad como el reinado de la falta de sentido, donde caen y confunden los significados y los significantes. Ni exceso de positividad ni ausencia de negatividad luego de la orgía de liberaciones; más bien, caída de la relación y dilución al mismo tiempo de los elementos que la constituyen.
La derelicción, el abandono del sujeto de su propia casa en un universo de lenguaje que lo desaloja en su inmanencia, no es la libertad que fantasea Byung-Chul Han. El sujeto esclavo de sí mismo podrá existir en algunas esferas de la abundancia, allí donde la ideología del emprendimiento y la iniciativa individual prosperan y afectan las consciencias; pero no es, de ningún modo, el nuevo sujeto auto explotado del mundo posmoderno.
El sujeto del rendimiento, contrariamente a lo que propone Byung-Chul Han, es el sujeto moderno fabricado por las disciplinas que funciona aún más allá de su derrumbe y el asedio de la insignificancia.
Parece una desmesura, asimismo, proponer el ?síndrome de Burnout? o ?Síndrome del trabajador quemado? como patología emblemática en los contextos actuales donde la falta de trabajo y la exclusión constituyen ?no sólo en los países del llamado Tercer Mundo? el factor determinante.
Lo inasimilable: Sobre el trastorno con déficit de atención e hiperactividad (TDAH)
El anudamiento psicopolítico parece ser otro. La deriva hiperactiva, sea en el autismo o en los TDAH, evidencian una dificultad o imposibilidad en los procesos de imaginarización, como resultado ?sin dudas? de condiciones subjetivantes devastadoras. Focalizar en las condiciones sociales no implica desconocer los condicionamientos familiares con sus particularidades y acontecimientos.
El pathos moderno, cuyo mejor paradigma parece estar representado por la neurosis, es rico en la producción de formaciones imaginarias (fantasías, fantasmas, imagos) como presupuesto de una narración única. La celotipia que programa el eterno retorno de la otra mujer, la imago del animal fóbico paralizando y presentificando la angustia, la escena primaria como fundamento de los rituales obsesivos, las escenas de seducción, de castración, etcétera dan cuenta de un exceso de imaginario, sin duda, también de real.
Los actuales trastornos de la infancia, en cambio, muestran un real inasimilable que insiste en la pura actividad, evidenciando las dificultades del sujeto para imaginarizarlo o narrarlo. El modelo puro lo constituye el TDAH tal como aparece recurrentemente.
El TDAH modélico involucra a la infancia más que al sujeto adulto ofrecido al rendimiento. Si hay algún exceso allí no es el de la producción económica que puntea el rendimiento sino de la producción de signos, que se indiferencian y proliferan, hiperactivos y compulsivos. El lenguaje convertido en un torbellino gira infinitamente sobre sí mismo y traza la deriva de los significados junto a la hipercinesia del sujeto.
No existe en la tormenta semiótica puntos de apoyo o detención sólo aparece en el horizonte inexistente un agujero obsceno y voraz que engulle todo. El exterior inasimilable, no está de más decirlo, es tanto esa abertura del lenguaje como la maquinaria, también voraz, de la producción de deshechos.
Rocco es un niño de 11 años que acaba de dejar la escuela. Padece desde hace algún tiempo de un estado febril con fuertes dolores de cabeza, especialmente por la noche o cuando concurre a la escuela. No duerme y se levanta varias veces de noche a orinar, lo cual hace pensar a los médicos en una infección de las vías urinarias. El resto del día Rocco no para: juega a la pelota y pelea con sus amigos, frecuenta las vías del ferrocarril donde arrojas piedras ante el paso del tren, persigue a los bomberos a través de la ciudad, maltrata animales, etcétera. Parece dominado por una ansiedad generalizada.
La conversación con su terapeuta gira alrededor de dos temas recurrentes: los bomberos y los trenes, siempre con un desenlace traumático. En una oportunidad dibuja una casa con dos plantas, fuego saliendo de la ventana de la planta alta y una cruz en el tejado: ?arriba duermo yo ? dice Rocco? donde está el fuego. Mi papá estaba fumando y se olvidó el cigarrillo encendido viendo televisión en mi pieza. Y yo me morí. Los bomberos salvaron a mi papá? ?y agrega? ?Dios se quemó, pobre Dios?. El padre de Rocco atravesaba un profundo estado depresivo que incluía ideas de suicidio. Con una historia difícil ?había sido abandonado por su padre cuando tenía once años? actualmente, en medio de la crisis generalizada, se encontraba sin trabajo. Relato extraído de notas clínicas. Venado Tuerto, Argentina. Septiembre de 2017.
La compulsión hiperactiva encubre, tras una fachada de actividad y dispersión, un estado depresivo. Los cuadros depresivos en la infancia se encuentran frecuentemente disfrazados por comportamientos hiperactivos, acompañado de ansiedad extrema, inhibiciones y ocasionalmente manifestaciones psicosomáticas.
Los estados depresivos en los niños no se manifiestan como en el adulto, es decir, como un estado de profunda tristeza, angustia, sentimientos de culpa y dolor moral acompañados, en ocasiones, de narraciones delirantes o fantasías, generalmente relacionados con la ruina y el deterioro culposo.
Los TDAH como categoría del sufrimiento psíquico ?es posible que no exista como cuadro puro sino como formación que se incluye en otros? muestran un real inasimilable que trasciende las formaciones de síntomas, inhibiciones, obsesiones, delirios, etcétera. El sufrimiento del niño manifiesta no sólo este real inasimilable sino también la melancolización agazapada tras la fachada de positividad extrema.
La hipótesis parece coincidir en algún punto con la proposición de Byung-Chul Han sobre la continuidad de los TDAH y la depresión en el amanecer tardomoderno. Es posible aceptar una coincidencia en los diagnósticos de época en cuanto a la prevalencia de las formas de sufrimiento, aunque debemos señalar una distancia considerable en cuanto a la psicopolítica y a las hipótesis que nos conciernen.
Sólo estas hipótesis sobre el agujero simbólico y real que agobia las vidas y las comunidades, más que una supuesta sociedad del rendimiento y su sujeto auto explotado, permiten comprender el crecimiento exponencial y escandaloso de las epidemias de la infancia ?o del sufrimiento psíquico? en paralelo con el progreso y globalización de la fábrica de deshechos y su generalización en la ex?ceptio.
Autismos
El autismo, en aumento exponencial en la modernidad tardía, es el último recurso, la última respuesta, el recurso paroxístico del sujeto devastado, desubjetivado que insiste, no obstante, en agarrarse de la vida.
Josué tenía 12 años cuando lo vi por primera vez en mi consultorio. Durante las primeras sesiones pasa de objeto a objeto para detenerse, en ocasiones, aterrorizado. Luego de algunas semanas, ni bien llega se dirige hacia el ventilador, enchufa y desenchufa el cable, enciende y apaga una y otra vez, detiene las paletas con algún objeto duro.
Su habla es ecolálica: ?anda, anda!!?, ?tziii, tziii, tziii!!, ?ete, ete, ete!!!?. Luego de quedar absorbido por el ventilador, va al baño y abre el grifo, deja correr agua y tapa con sus manos el agujero del mismo y el desagüe con un trapo. Finalmente toma un fibrón e intenta meterlo en el grifo primero y en el agujero de desagote ubicado en la parte superior luego, mientras ?en algún momento de la secuencia? acerca su boca al grifo.
En la siguiente sesión Josué intenta abrir nuevamente el grifo. Le impido hacerlo, lo cual parece lanzarlo en una deriva de objeto en objeto, máquina de escribir, teléfono, radio para salir luego del edificio y dirigirse hacia el automóvil del padre. Se desespera al no encontrarlo en el interior del auto y se deja caer, aterrorizado.
Dos meses después Josué llega más distendido a la sesión. Se acerca a la radio mientras emite un balbuceo; enchufa el cable luego de llevar las patas del enchufe a su boca; presiona los botones y presta atención a los sonidos que emite (sólo sonidos pues no hay sintonía), abre la ventana, toma el hocico del perrito que asoma y lo acerca a su boca. Inmediatamente va hacia la estufa, la desenchufa, busca el ventilador, toma el enchufe, lo lleva a sus labios, enchufa y se arrodilla frente al mismo luego de encenderlo. Sonríe y me mira. Da la sensación de que goza de la sensación del aire en su cuerpo.
De repente el niño introduce una lapicera entre las paletas del ventilador y lo detiene, mientras emite un resoplido, haciendo vibrar sus labios, en apariencias reproduciendo el ruido del aparato al detenerse (no es la primera vez que lo hacía). Luego de repetir varias veces la secuencia, va al escritorio, toma la perilla del velador, se enciende y apaga; acerca su rostro a la lámpara (aún encendida) e intenta lamerla. Se lo impido e intenta hacer caer el velador. Entonces va al sillón, ahora parece tranquilo, se acurruca cruzando los brazos sobre el pecho. Relato extraído de registros clínicos. Firmat, Argentina. Mayo ? noviembre de 2009.
El autismo lleva al extremo el exceso inasimilable. En su versión abismal, nada retorna de la introspección enigmática, ni reprimido ni forcluido, ni imaginario ni simbólico, sólo recurrencias, iteraciones, estereotipias inútiles.
Fernand Deligny ( 2015, p. 57) superpone las ?líneas de errancia? de los niños autistas con los que vive, sus desplazamientos y sus puntos de encuentros, sospechando un algo más que organiza los trayectos. Ese ?algo?, anota Deligny, ?nada debe al lenguaje ni remite al inconsciente freudiano. En sus lignes d?erre, Deligny espera: ?Ver aparecer una traza de lo que escribimos N, grabado en nosotros desde la existencia de esta especie nuestra. Nosotros primordial, pre lingüístico o paralingüístico, no obstante colectivo, es lo que espera tras el enigma. ?
El crecimiento exponencial del autismo también es un enigma. Muchos investigadores sostienen que el aumento en los índices se debe más a una ampliación en las definiciones de los trastornos y a mejores precisiones en los diagnósticos que a un incremento real del fenómeno. Asimismo, los biólogos hablan de una supuesta mutación genética.
Los Trastornos del Espectro Autistas (TEA) delimitan un territorio amplio con marcadas diferencias, muchas de ellas incluidas entre lo que Rivière ( 1997) sitúa como ?desviaciones radicales del desarrollo?, mientras otras describen a sujetos que no necesitan casi apoyos para desenvolverse en la vida diaria.
El redescubrimiento del Síndrome de Asperger, por Lorna Wing ( 1998), permitió introducir el cuadro descripto en 1943 en el ámbito psiquiátrico para ser incorporado finalmente en el Manual Estadístico de Diagnóstico de Trastornos Mentales en su cuarta edición e incluirlo en el ámbito de los Trastornos Generales del Desarrollo (TGD), que los recubre y excede.
De esta manera, el espectro autistas incluye cuadros extremadamente discapacitantes como también conductas focales (aislamiento, rechazo al contacto social, etcétera) sin demasiadas limitaciones.
El niño autista se ha convertido en una especie de Mesías. Sin duda, la aparición de los nuevos testimonios de autistas y Asperger haya promovido dicha asunción. La historia de Temple Grandin ha sido paradigmática. Esta mujer de 67 años, que recibió un diagnóstico de autismo cuando era una niña, es profesora de la Universidad Estatal de Colorado, logró doctorarse en Ciencia Animal en la Universidad de Illinois y publicó dos libros: ?Pensando en imágenes? e ?Interpretar a los animales?.
La historia de Grandín, como la de otros autistas o sujetos con Asperger de alto nivel (como Jim Sinclair o Donna Williams, entre los más célebres), recorrió el mundo. Los videos de sus conferencias se exhiben en Internet, y sus libros son citados y leídos, no sólo en la academia.
El lugar alegórico que ha pasado a ocupar el autismo es paradójico, similar a la centralidad que adquirió la figura del loco en el Renacimiento, y encuentra en ella, seguramente, su oscuro gen arqueológico.
Al final del medioevo había surgido una percepción ambigua de la locura: presagio apocalíptico y error moral, saber sobre el mundo y defecto miserable. Ocupaba allí el centro de la escena. Con su presencia ridícula y familiar ?más cerca de la razón que la misma razón? recuerda a los hombres su verdad e ironiza irrazonablemente sobre la gran locura que arrastra a todos. La sonrisa del loco delata por adelantado la sonrisa de la muerte; al presagiar lo macabro, lo dimensiona.
La locura inquietaba y fascinaba porque era un saber cerrado y esotérico, temible e inaccesible, secreto y oscuro; anuncia el fin del mundo y el reino de Satán.
Cuando el hombre despliega la arbitrariedad de su locura ?escribe Foucault ( 1998) en su Historia de la locura?, encuentra la oscura necesidad del mundo; ?El animal que acecha en sus pesadilla, en sus noches de privación, es su propia naturaleza, la que descubrirá la despiadada verdad del infierno; las imágenes vanas de la ciega bobería forman el gran saber del mundo; y ya, en ese desorden, en este universo enloquecido, se adivina lo que será la crueldad del final?. ( p. 41).
El barco de los locos (Stultifera navis) simbolizaba la inquietud que crecía en los finales del medioevo y persigue, como obscura pesadilla, la imaginación de Occidente. En la literatura, la pintura o el teatro, la locura y el loco ?luego de la lepra? ocupan el centro de la escena para mostrar, con el ascenso de la marea demencial, el estado del mundo y la inminencia del fin.
La actual psicopolítica del autismo recuerda aquella configuración tardomedieval. El niño autista inquieta y sobresale sobre el conjunto de epidemias y la cruzada que convoca tomará las apariencias de una verdadera ?causa?.
La causa reunirá a los padres para declarar la guerra, en primer lugar, al psicoanálisis, quien ubicó en la relación madre/hijo la etiología del autismo. Luego de ocuparse de los retoños de Freud, los padres irán tras la Educación Especial y todos los espacios segregados.
En Francia, cuando las tasas en aumento alcanzaban cifras extremas, el autismo era declarado ?Gran Causa Nacional? por el gobierno de Nicolás Sarkozy. Francois Fillion, el primer ministro francés, lideraba la batalla que pondría en pie de guerra a los padres.
La cruzada por el autismo, extendida hoy en todo el Occidente, corre en paralelo con la expansión, también acelerada, del espectro autista.
Alegoría y espíritu acechante, el autismo es metáfora de un presente que desfallece y fantasma errante. Símbolo de una resurrección anunciada y horror de un final irreconocible.
A modo de cierre
Junto a la ausencia de horizontes de humanos o ?a cualquier olvido de humanidad? ( González, 2011) sobresalen las epidemias de la infancia. En sus límites, encontramos otros anudamientos complejos del cuerpo y los signos, como ocurre con frecuencia en situaciones de discapacidad.
En la discapacidad, ese real siniestro que sobrepasa cualquier defensa, es potencialmente destructivo, en tanto recurrencia de condiciones de vida desnuda que se ciernen sobre una infancia en absoluta privación, en soledad.
Pobreza, discapacidad, trastorno. Anudamiento del sufrimiento psíquico, las carencias extremas y el déficit biológico que se encarniza con la vida.
Encontramos también allí, como nos establece De la Vega (2015), en escenarios devastados y en metástasis furiosas, las violencias anómalas y pos políticas, que congelan la vida, colocándola entre paréntesis.
Junto a los autismos y los TDAH, el bullying crece de manera exponencial en paralelo con la expansión de las nuevas industrias farmacéuticas, médicas y psico?educativas. Allí subyace un diseño perverso, algo que nos indica González ( 2017, p. 215) ?La bestia es ese diseño predeterminado por cierto poder que se oculta, pero sabe de sus resultados? un país que a modo de bestia bota a sus hijos?
El bullying es la patología que conviene a los actuales escenarios desinhibidos. La dialéctica del matón y el rehén, sustituto tardo moderno de la lógica del amo y el esclavo, no es más que la forma individual, extensiva y patologizada de una configuración que se disemina progresivamente y ya está en todas partes: en los programas de TV, en la escuela, en la calle, en el fútbol.
En su investigación sobre la violencia en el fútbol, Pablo Alabarces ( 2006) describe dicha configuración: ?La cultura futbolística argentina se ha transformado en un espacio donde la violencia se vuelve un estilo, un modo de actuar, una forma de entender la vida y de marcar la relación con el mundo. Un estilo, vale la pena recordarlo, que no se limita a los pobres, vieja trampa del pensamiento fácil, que estigmatiza colocando a las clases populares en el lugar del violento y del inadaptado?? ( p. 33)
La afección psicopolítica que corresponde al sujeto víctima del acoso (no sólo por parte del matón sino también de la guerra, los medios, las marca, etcétera) no es el burnout sino el Panic attack.
La Ciudad Pánico de Virilio ( 2011) es la ciudad pos política objetivo de la guerra disuasoria. Asediada y destruida por las bombas imperiales, vandalizada también por ejércitos de depredadores de todo tipo, en permanente estado de excepción, de terror.
El pánico junto al hastío, la desazón, el miedo asfixian las vidas y la vida de las comunidades en la era de los acosos generalizados. En dosis extremas, el miedo, hermana del sufrimiento, hace estragos en la infancia: los nuevos síndromes, entre ellos el Síndrome de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), corrieron en paralelo con la aparición, junto a la fábrica de deshechos, de las nuevas violencias.
Los miedos, nos dice González ( 2014) son una fuente de control y sometimiento, identificarlos es una de las grandes apuestas del siglo XXI si deseamos transitar a otro momento de la humanidad que no deba padecer su historicidad dolida, su historicidad del miedo.
En aquellos escenarios, no obstante, nos encontramos muchas veces con la vida milagrosa, resistente, rebelada ante los destinos; que insiste, resiste, persiste como energía humana, eros invencible, creación sublime; recorriendo esos límites, empecinada en sobrevivir, más allá de la marca existencial que la amenaza y determina.
Se trata, sin dudas, de la potencia indestructible de la multiplicidad de vidas que no cesan de crear nuevas experiencias, nuevas formas.
La infancia no escapa a esa lógica del mundo. En las superficies alumbran, sobre las sombras y los espantos, las experiencias del crepúsculo, de los comienzos, del retorno eterno e incesante de la creación radical, vital, indestructible.
Balbuceantes pero múltiples, localizadas e irradiadas, contaminantes a veces, minúsculas otras; insisten ?decíamos? resisten, desafiando esa aberración humana que consiste en el exterminio de la ilusión.
Referencias
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Notas de autor
Información adicional
Cómo citar: De la Vega, E. (2019). Sufrimientos de la infancia, un rebasar y exceder la escuela. Plumilla Educativa, 23(1), 141-153. DOI: https://doi.org/10.30554/plumillaedu.1.3351.2019
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