Artículos Libres
Recepción: 14 Julio 2020
Aprobación: 04 Enero 2021
Publicación: 05 Junio 2021
Resumen: La Agrupación Artística Maná se creó en la ciudad de Azul (Buenos Aires, Argentina) en 1932 con el objetivo de oficiar como puente con otras localidades de la provincia en el marco de un clima de florecimiento cultural que venía produciéndose desde fines de los veinte. Dicho espacio de sociabilidad funcionó a partir de un grupo selecto, que se propuso difundir la cultura estableciendo vínculos artísticos e intelectuales que incluso fueron más allá del marco provincial. En este artículo nos ocuparemos del proyecto de esta institución, entendiéndolo como una “obra pedagógica” y analizaremos el papel que allí tuvieron las mujeres a partir de una labor que conjugaba docencia y gestión cultural.
Palabras clave: Mujeres, Docencia, Gestión cultural, Sociabilidades, Maná.
Abstract: The Maná Artistic Association was created in the city of Azul in 1932 with the objective of culturally connecting the city with other towns in the province of Buenos Aires in a context of cultural flourishing that had been taking place since the late 1920s. Such space of sociability worked as a selected group, which promoted culture through artistic and intellectual projects that went beyond the province of Buenos Aires. This article analyzes the nature of this institution, understanding it as a "pedagogical work" and it focuses on the role that women had in combining both teaching and cultural management.
Keywords: Women, Teaching, Cultural management, Sociabilities, Mana.
Introducción
Desde hace unos años, la Historia Intelectual en Argentina ha desplazado su foco de análisis a otros espacios más allá de la ciudad de Buenos Aires, para recuperar desde una perspectiva regional la presencia de los “otros intelectuales”. El dossier a cargo de Flavia Fiorucci (2013) ha sido un especial aporte para pensar a figuras que no habían tenido consideración por parte de la disciplina.2 Desde allí se abordó a los maestros, curas, autodidactas, ‘intelectuales de pueblo’, entre otros, que no necesariamente se inscribían en el espacio de las grandes ciudades y que invitaban a una profunda revisión teórico-metodológica y a un ejercicio de observación desde otros parámetros. La cuestión fundamental fue recuperar a otros actores y recorridos, más allá de las élites culturales, atendiendo a sus complejidades (Fiorucci, 2013, p. 167). Sin embargo, el interés por las agencias femeninas ha sido escaso, estando estas más ligadas a la historia cultural y la historia de la educación, disciplinas que han realizado interesantes investigaciones, logrando recuperar trayectorias y experiencias (Caldo y Vignoli, 2016).3 En esa línea de investigaciones abierta desde la historia cultural y de la educación, se ha profundizado sobre las escritoras, las gestoras culturales y las intelectuales (Fernández y Caldo, 2013, Caldo, 2014, Becerra, 2019). En diálogo con esos importantes aportes posicionaremos este trabajo combinando la historia intelectual (abierta a la renovación ya mencionada sobre los “otros intelectuales”), con las indagaciones pertenecientes a la historia cultural y la historia de la educación que, desde la perspectiva de género, abordan las tensiones, negociaciones e intervenciones de las mujeres en espacios marcadamente masculinizados.4 Lo haremos poniendo el foco en el análisis de la Agrupación Artística Maná creada en 1932 en la localidad de Azul y en el lugar que allí tuvieron las mujeres.5 A excepción de la recuperación que en algunas partes de su trabajo realizó Andrés Bisso (2009), en relación a la defensa de la cultura y al tópico sobre prensa, ocio y diversión para el interior bonaerense, tanto el análisis de la escena cultural azuleña como la entidad aquí estudiada constituyen hasta el momento un área de escasez de trabajos por parte de la historiografía (González, 2019). Por lo tanto, buscamos nutrirnos del aporte de Bisso (2009), pero para focalizarnos puntualmente sobre el abordaje de cuestiones no trabajadas hasta el momento, como los inicios de la agrupación y sus actores, dando especial importancia al tratamiento de la impronta que allí tuvieron las mujeres que conjugaron docencia y gestión cultural. Siguiendo a Valeria Pita (2016), es necesario: “comprender como en ese clima ideológico, político y normativo que supuestamente acotó los márgenes de autonomía femenina, ciertas mujeres articularon redes, se contactaron y demandaron” (pp. 128-129). Por tanto, algunas preguntas que intentaremos responder refieren a indagar sobre ¿Quiénes eran estas mujeres? ¿Cuál fue su procedencia social, su capital cultural y relacional? ¿Qué tipo de vínculos tuvieron con los varones? ¿Estos eran notables del lugar, intelectuales? ¿Cuál era la singularidad de Azul para que se diera este movimiento cultural (esas escenas culturales) y estas mujeres tuvieran esa capacidad de agencia? ¿Con qué instituciones establecieron contactos estas mujeres? ¿Qué vínculos articularon con-entre mujeres de su entorno y también fuera de este? ¿Cómo concebían su lugar en la agrupación?
La crisis de 1930 y el florecimiento cultural de Azul
El Crack de 1929 en Estados Unidos marcó el cierre de un ciclo, y el inicio de otro, donde la economía capitalista parecía tambalearse. En ese contexto, se asistió a la pérdida de consistencia de la doctrina liberal, cuestión por la cual los gobiernos comenzaron a responder pragmáticamente a las circunstancias que se presentaban (Béjar, 2013, p. 99). En efecto, como apuntó Eric Hobsbawm (1998), uno de los aspectos que mayor impacto tuvo en lo que denominó “la era de las catástrofes” fue el hundimiento de las instituciones y los valores de la civilización liberal, estos significaban el rechazo a los autoritarismos y dictaduras, el respeto por los gobiernos constitucionales, la ley, las libertades y los derechos de los ciudadanos (pp. 116-117).
Lo que se observaba a nivel mundial era precisamente el quiebre de la base por la cual se habían constituido las naciones en el siglo XIX. En Argentina producto de la crisis económica se asistió a un fuerte declive que trastocó el crecimiento, la distribución de la riqueza y la movilidad social ascendente que la habían caracterizado y ubicado entre uno de los países más equitativos de América. A nivel político, en septiembre de 1930 se produjo el golpe de Estado que derrocó al radicalismo que, con sus heterogeneidades internas, había gobernado desde 1916. Por todo esto, el escenario abierto para 1930 marcó un quiebre de las representaciones sobre la supuesta excepcionalidad del país que se tenía en los años veinte, y la búsqueda por parte de los intelectuales de las causales de ese “fracaso”. Frente a esa profunda crisis existió sin embargo una importante producción cultural que tuvo la intencionalidad de responder a esas inquietudes, con intervenciones diversas que iban desde la línea nacionalista, liberal, católica y de izquierda. Algunas de las muestras más distintivas de estas indagaciones fueron dentro de los ámbitos intelectuales centrales, la revista Sur creada en 1931, el movimiento abierto por el revisionismo histórico y la izquierda argentina (Terán, 2010, pp. 227-230). Como ya ha expresado María Teresa Gramuglio (2001), la vida literaria tuvo en ese periodo un considerable dinamismo, a notable distancia de la parálisis que se presuponía al trasladar el análisis “de la esfera política a la literaria” (p. 337).
Lejos del ámbito porteño y no ajeno a ese contexto, ni a ese marco de indagaciones y reflexiones, al interior de la Provincia de Buenos Aires, en la localidad de Azul, ubicada a 300 kilómetros de la Capital Federal, se produjo una interesante vida cultural a la vez que se profundizaba el complejo proceso de crecimiento urbano, social y cultural que había comenzado en décadas anteriores. Si prestamos atención al crecimiento de la población podemos notar a partir del Censo Nacional de 1914 que Azul había superado los 32 mil habitantes, en 1921 según las cifras de la Oficina de Estadísticas de la Provincia, contaba con más de 37 mil y sobre fines de la década, para 1929, según los datos disponibles por la Dirección de Correos y Telégrafos, rondaba casi los 68 mil habitantes.6
Desde los años veinte, al interior de la provincia, la difusión de la educación pública y el aumento de la movilidad social, permitieron que se delinearan sectores medios que oficiaron como dinamizadores de la vida de las ciudades medianas y pequeñas, a partir de la configuración de espacios de sociabilidad desde los cuales se sancionaron normas de respetabilidad (Míguez, 2013, p. 43). Así se manifestó un importante dinamismo en materia cultural que podemos recuperar a partir de la noción “una modernidad bonaerense de ecos iluministas”, que remite a tres escenarios a saber: La Plata, las ciudades y pequeños poblados rurales, y el conurbano (Graciano, 2013, p.155). Con todo, los años veinte y treinta significaron para el interior bonaerense una importante movilidad para los sectores medios y populares, tal como lo ha desarrollado extensamente Ricardo Pasolini (2013b). Dentro de ese escenario se encontraba Azul que contaba con importantes instituciones culturales, como su Biblioteca Popular creada en 1892, y cuyo auge se produjo a fines de los años veinte. A esta se sumaban las dos instituciones educativas más importantes de la ciudad, la Escuela Normal (1887) y el Colegio Nacional (1912).
Como resultado de una profunda labor cultural llevada a cabo en la Biblioteca Popular desde mediados de los años diez y que se extendió durante los veinte, con políticas de extensión cultural a la comunidad como el Premio al Estímulo al Estudio para Bachilleres y Egresados del Magisterio (1916), y la Biblioteca Infantil Circulante (1919), se estrecharon los vínculos con la comunidad a partir del nexo con las instituciones educativas.7 Para 1930 y siguiendo con ese ideario se creó desde dicha institución la Asociación Cultural de Azul a cargo de Bartolomé J. Ronco. Este abogado porteño y mediador cultural, en su paso por Bahía Blanca había llegado a presidir la Biblioteca Rivadavia en 1915 para luego radicarse definitivamente en Azul.8 Allí tuvo un rol importante en la Biblioteca Popular a la que se sumó en su Comisión Directiva en los veinte, a partir de la publicación de la revista Biblos (1924-1926)9 y de Azul, Revista de Ciencias y Letras (1930-1931),10 e incluso, llegando a presidir la institución desde 1930 hasta 1952 (Rodríguez, 2012).
En lo que respecta a la Asociación Cultural de Azul, su reglamento expresaba la intención de fomentar todo tipo de actividades culturales y el deseo de realizar conferencias, exposiciones, recitales, entre otras. Sin restricciones ni sociales ni de sexo, se llamaba a “los hijos de Azul” que quisieran desarrollar sus dotes artísticas. Los socios tenían una sola categoría y no se limitaba la cantidad de personas que podían acceder. El único requisito era la inscripción presentada por un miembro de la Comisión Directiva. La cuota era de tres pesos mensuales y con ella se adquirían tres entradas para tres eventos de la Asociación.11 En los primeros días de su creación ya contaba con más de 150 asociados12 y en el lanzamiento realizado en el Cine Odeón la concurrencia superó las 800 personas. Entre las figuras reconocidas que participaron de esa apertura estuvieron la poeta, recitadora y traductora Wally Zenner y el escritor Arturo Capdevila.13
Para 1931, desde la Biblioteca Popular se realizó la Exposición Martín Fierro14 y para 1932 se produjo una actividad cultural de importancia a nivel regional y nacional, la Exposición Cervantes, que nucleó a importantes figuras políticas como el embajador de España Alfonso Dánvila y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires Federico Martínez de Hoz.15 En su discurso de apertura Ronco reivindicó elementos del hispanismo, y expresó una delimitación entre masas y minorías que recuerdan a José Ortega y Gasset de La Rebelión de las masas.16
El caso azuleño puede comprenderse entonces en un clima de ideas y en un contexto específico de relaciones culturales internacionales. Ya desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX se había asistido a una fuerte presencia del modernismo literario, junto con la influencia del positivismo en el plano intelectual. El modernismo literario, tributario de la obra de Rubén Darío, es un punto central a tener en cuenta17, ya que permite comprender por una vía doble el clima de ideas en Europa y por otro, los abordajes sobre la nacionalidad en Argentina (Terán, 2010, pp. 155-156). Un rápido vistazo a la invitación del Homenaje a Cervantes permite notar la publicación de “Letanía de nuestro señor Don Quijote” de Rubén Darío.18 Reivindicar a la figura de Cervantes no solo remite a la recuperación de la ascendencia hispánica, sino a toda una densidad cultural que buscaba potenciar rasgos positivos en los círculos cultos azuleños en pos de su legitimidad.
Las influencias culturales pueden seguirse también para el caso de Azul a partir de la revista Biblos, donde en los veinte se recuperaba la obra de autores consagrados como por ejemplo Leopoldo Lugones. Por su parte, Azul, revista de Ciencias y Letras dirigida por Ronco reprodujo en su primer número el Martín Fierro desde la versión facsimilar que había pertenecido a Estanislao Zeballos.19 No está de más recordar que como expresó Tulio Halperin Donghi (2015), Lugones había glorificado a José Hernández “como el Homero de Las Pampas” (p. 21).
Otro punto a destacar también es la impronta del Ariel de José Enrique Rodó a partir de la recuperación de un texto de Pablo Rojas Paz, actor que ofició como nexo con Buenos Aires en la última parte de la publicación y asimismo había tenido presencia en las revistas de la vanguardia como Proa y Martín Fierro y también en el diario Crítica. Así podemos notar como se remarcaba el tópico americanista y el llamado imperativo a la juventud:
Su figura está en la historia de América junto a los grandes hombres que prepararon este continente para un destino más alto. Enseñó el sacrificio civil del escritor. Esta actitud debe vivir para siempre en el corazón de todo joven de América.20
Dicho todo esto, es pertinente subrayar que el florecimiento cultural de Azul en los años treinta y cuarenta es, asimismo, una muestra de la desigual implantación de las instituciones culturales en la provincia, que al decir de Graciano (2013), se destacaba por la centralidad platense, y solo algunos espacios de desarrollo relativo de educación pública, dentro de los cuales además de Azul se encontraban localidades como Bahía Blanca, Olavarría, Pergamino y Quilmes, entre otras. El éxito de esas experiencias culturales en el interior bonaerense se debió entonces a la labor de las asociaciones civiles (Graciano, 2013, p.180). Esto queda claro en Azul a partir del espacio de su Biblioteca Popular y las asociaciones surgidas de allí o del espacio de las instituciones educativas que luego se ligarían a ésta. Este fue el caso de la Agrupación Artística Maná que nació en 1932, en días posteriores a la Exposición Cervantes y funcionó como otro espacio destacado de sociabilidad cultural21 en la localidad. Nacida en el escenario de florecimiento cultural de su ciudad y otras localidades del interior bonaerense, esta institución de corte elitista buscaría difundir la cultura en Azul y otras localidades vecinas encarando una labor profundamente pedagógica. Para 1937 comenzaría a funcionar en el subsuelo de la Biblioteca Popular.
La Agrupación Artística Maná y el rol de las educadoras
Haydée Dieguez de Vázquez22, una de las socias de Maná, indicó que el grupo fundador de la agrupación estuvo conformado por María Aléx,23 Alberto López Claro (Claudio Lantier)24 y Alfredo Rafaelli Sarandría:25
A Don Alberto le gustaban esos nombres sacados de la Biblia o de las lenguas clásicas como Pan,26 Maná, bueno, el nombre se les ocurrió a ellos y después la gente de Azul, los ‘intelectuales’, gente a la que le gustaba por supuesto la historia, la literatura, toda la parte cultural, músicos también, se acercaban a Maná.27
Maná fue efectivamente fundada por la iniciativa de estos actores el 23 de octubre de 1932, junto a la cooperación de Reinaldo Marín, rector del Colegio Nacional, Julio García Hugony, su vicerrector, y los doctores Cosme Lastiri y David Cordeviola, ligados al ámbito cultural azuleño.28
En lo que respecta a los miembros fundadores de Maná, su principal referente fue María Aléx, docente en Letras egresada de la Universidad Nacional de la Plata en 1930, institución central para la Argentina de la época. Esta había realizado su experiencia universitaria en los años veinte en el clima de ideas posterior a la Reforma Universitaria (Graciano, 2013, Bustelo, 2015). Su trayectoria pública ilustra a una docente perteneciente a los sectores medios de la ciudad de Azul que tuvo la oportunidad de formarse en un ámbito central y volver a su localidad de origen a ejercer la docencia con un importante capital cultural y relacional que superaría con creces el espacio de las aulas (González, 2019). En ese proceso de jerarquización es importante destacar que las credenciales profesionales con las que contaba Urrutia Artieda la diferenciaban de otras mujeres azuleñas. Esa impronta diferenciadora que adquirió en el espacio público posiblemente tenga que ver con el prestigio que tuvo como una de las pocas universitarias de Azul en ese momento. De igual forma, su acceso a los estudios superiores muestra el posicionamiento social y económico de su familia para poder costearlos, ya que eran arancelados. A partir de la documentación que disponemos hasta el momento podemos precisar que su padre, quien había tenido protagonismo en los círculos masónicos,29 fue comerciante y hacendado y su caída en desgracia se produjo en 1934, presumiblemente por los efectos de la crisis económica. Esto lo constatamos a partir de la nota al valuador del partido de Azul, donde Martín Urrutia, manifestaba no poder cumplir ni con el fisco ni con los acreedores, de manera que debía optar por clausurar los ramos de corralón y ferretería.30
En relación a la cantidad de mujeres que egresaron con María Aléx en La Plata, pueden contarse para 1930, al momento de la colación de grados, once frente a tan solo dos varones. Estas cifras muestran lo reducido del acceso a la universidad y asimismo a la carrera de Letras como una de las que mayor presencia femenina tenía para la época.31 A partir de su rol como fundadora de la Agrupación Artística Maná creada en 1932 y de la revista Maná que llevaría adelante y dirigiría desde 1936 a 1942, María Aléx buscaría extender un especial rol pedagógico sobre su localidad y el interior bonaerense. De manera que su papel como gestora cultural puede entenderse como la extensión de su labor pedagógica por fuera de las aulas.32 Más allá de su carrera docente en el Colegio Nacional, la Escuela Normal y la Universidad Popular José Hernández creada en 1936, su trayectoria ilustra una capacidad de agencia mucho más amplia, que puede pensarse a partir de las condiciones de posibilidad que tuvo tanto ella como sus compañeras en Maná. Al igual que muchas mujeres ligadas a la docencia en otros espacios del país, María Aléx escribía poemas y contaba con varias publicaciones desde su época de universitaria en El Hogar, La Razón y Mundo Argentino33 y en los treinta en revistas culturales como Castalia de Santa Fe y Sustancia de Tucumán, además de dejar su huella en revistas azuleñas como Callvú destinada precisamente a las jóvenes de sectores medios, y en el diario El Tiempo que se fundaría en 1933.34 A su regreso a la localidad de Azul no solo ejerció como educadora dando clases de castellano y literatura, sino que de manera conjunta, comenzó a adentrarse en el rol de gestora cultural priorizando el espacio de las instituciones educativas y los vínculos que allí había entablado con actores claves. El espacio del Colegio Nacional puede entenderse como un importante ámbito de sociabilidad, ya que fue el lugar donde había realizado sus estudios secundarios y al cual volvería para ejercer como docente. Allí también había terminado sus estudios secundarios en 1931 Rafaelli Sarandría. Este joven poeta no sólo fundó con María Aléx y López Claro la agrupación, sino que también estaría presente en la primera etapa de la revista (esto es 1936), y con su radicación en la ciudad de La Plata, luego de mediados de los treinta, proseguiría con su obra poética y también se dedicaría al género teatral. De manera que Maná puede identificarse como un semillero de experiencias culturales y artísticas que irradiaban sobre otros espacios. Por su parte López Claro desarrollaría su obra artística mientras que daba clases en las instituciones educativas azuleñas y cursos de pintura gratuitos en la Biblioteca Popular. Se encargaría puntualmente de la rama de plástica de la institución con numerosas exposiciones de pinturas.
Volviendo al Colegio Nacional, ese fue el escenario donde se realizaron las primeras muestras de la agrupación. En 1933 se destacó puntualmente una exposición de pintura denominada “Primer Salón de Primavera de Aficionados de Azul”, la cual se hizo en su Hall con la participación de su rector Reinaldo Marín y el vicerrector Julio García Hugony Este último era un importante literato procedente de Bahía Blanca donde había tenido una interesante labor cultural (Agesta, 2014). También se realizó la “Muestra del Libro, de autores de Azul” a cargo de María Aléx el 16 de diciembre— día del aniversario de la fundación de Azul— y en 1934 una Exposición de Telas en el “Segundo Salón de Otoño”. Por lo expresado hasta aquí puede notarse que el marco del Colegio Nacional había sido central para esta mujer y la agrupación que llevaría adelante. Desde su experiencia como estudiante secundaria y luego, a partir de su carrera docente, conocía bien a los actores centrales con los cuales entablaría nexos más amplios, que asimismo daban especial atención a una joven que tenía un importante capital cultural para su época y era reconocido socialmente por su comunidad.35 Por esto, es importante reflexionar aquí siguiendo a Sandra Fernández y Paula Caldo (2013) sobre la lógica de sociabilidad (p. 9) desarrollada por María Aléx para establecerse y dejar impreso su nombre en lo público en un ámbito sin embargo dominado por varones. De allí que el análisis de los espacios de sociabilidad sea crucial no solo para ella sino también para otras mujeres también docentes con las que se relacionaría, sobre las que volveremos más adelante.
En lo que respecta a la organización de la agrupación, sin distinción de sexos, Maná incorporaba a miembros residentes en Azul (hasta 30) y fuera de dicha ciudad que quisieran cooperar con el “bien común”,36 a través de la presentación de dos solicitantes admitidos y la aceptación por unanimidad por votación de carácter secreta. También había “manaístas” honorarios,37 en este caso los que colaboraban con la agrupación, personas con calificación literaria o artística a nivel nacional (con voz y voto sin obligaciones formales). Según sus estatutos, la cuota anual era de diez pesos moneda nacional y el incumplimiento de pago significaba la eliminación de la agrupación. Lo mismo sucedía con la ausencia reiterada sin aviso a lo que denominaban tres paréntesis (reuniones) ordinarios, especiales y extraordinarios.38 En este punto es preciso destacar el análisis de Bisso (2009) quien frente al abordaje de otras instancias sobre la cultura en espacios del interior bonaerense tales como San Pedro, Chivilcoy y Lujan entre otros, destaca para el caso de Maná, que sus actividades culturales se ligaban al ocio y la diversión, y un lazo muy fino entre sociabilidad y encuentro cultural (p. 105). Sin ignorar este aporte, en nuestro caso posicionaremos el análisis en relación a la composición y el sentido de la entidad con bases en una fuerte impronta pedagógica y de clausura39 frente a lo masivo. Algunos indicadores como el reducido número de miembros, el precio de la cuota y las obligaciones de la institución, muestran una agrupación con un tono marcadamente elitista conformado asimismo por lazos de parentesco y amistad.40 De igual forma la idea de que podían sumarse a sus filas personas con calificación artística o literaria y dando más importancia a quienes pudieran venir de fuera de Azul.
Más allá de lo que pudiera suceder efectivamente en la práctica, en la base de sus postulados estaba presente la idea de formar al público y de que asimismo quienes fueran a sus recitales, conferencias o exposiciones estuvieran capacitados.41 Así, en Maná existió una clara intención pedagógica que ubicaba a los “manaístas” como los encargados de realizar el llamado al pueblo de Azul quien asimismo debía responder para que pudieran realizar su proyecto. Una intención de “pedagogía social”, es clave en esos grupos intelectuales, profesionales, elites del saber y culturales. Asumen un compromiso social que, al mismo tiempo, les permite construir su “respetabilidad” y “reconocimiento”. Si bien es cierto que esto puede entenderse en el clima de la época como la encarnación en el interior bonaerense de lo que se consideraba debía ser la misión de los intelectuales, sin embargo, es necesario no perder de vista que este posicionamiento de grupo se realizaba precisamente en un contexto donde la sociedad bonaerense había experimentado desde los veinte una intensa movilidad social. De manera que la cultura puede entenderse como un sistema significante (Williams, 2015, p. 12) que había limado diferencias y jerarquizaciones de cara a una sociedad más igualitaria, pero que ahora se transformaba en una fuerte herramienta de clausura social y cultural. Puede afirmarse también que esas diferencias y jerarquizaciones no se habían limado totalmente, y que la agrupación oficiaba como una nueva forma de estas, al mismo tiempo que de clausura social y cultural. En ese sentido, es interesante pensar como desde la agrupación se buscaba todo el tiempo esta demarcación y legitimación. Esto puede leerse a partir de las diferentes formas en que recuperaron diversos acontecimientos que trascendían el escenario local y hasta el nacional. Entonces, más allá de una clara cuestión ideológica, recurrir a estos acontecimientos como los ligados por ejemplo a la Segunda Guerra Mundial (en adelante, SGM), como veremos más adelante, también puede comprenderse como una forma de proyección y de legitimación. Desde este marco puede leerse la agencia de Urrutia Artieda, figura central de la Agrupación, quien construyó su respetabilidad en su carrera abierta al talento. Su trayectoria en Maná a partir de 1932 permite comenzar a abordarla, al igual que sus compañeras en la agrupación, a partir de los vínculos entre docencia y gestión cultural.42 Allí también se encontraban otras docentes, Emilia Bettinelli43 y Leticia Ciancio. Esta última fue profesora de piano, egresada del Conservatorio Fontova y realizó estudios superiores con Constantino Gaito que había sido miembro fundador y presidente de la Sociedad Argentina de Música de Cámara. Fue directora del Instituto de Música de Azul fundado en 1927, docente de la Escuela Normal y del Colegio Nacional, tanto de Azul como de Olavarría44, se destacó como concertista y ofició como nexo para las veladas musicales que también organizaba la entidad en Azul en espacios como el Teatro Español. Bettinelli, fue artista plástica, y educadora, ejerciendo como docente de arte decorativo en la Universidad Popular José Hernández.45 Asimismo fue la esposa de López Claro, miembro fundador de la agrupación.
Tanto Ciancio como Bettinelli pertenecían a los sectores medios y estuvieron presentes desde los inicios de la institución, formando parte de las diferentes comisiones internas de Maná: María Aléx de la literaria, Ciancio de la comisión de música y Bettinelli de la social, mientras que su esposo estuvo a cargo de la comisión de plástica.46 Esta clara demarcación en los espacios institucionales remite a los lugares sociales que ocupaban estas mujeres en la localidad y donde Emilia Bettinelli fue quien menor protagonismo tuvo por lo menos hasta la muerte de su esposo. La trayectoria de Bettinelli fue diferente a la de sus compañeras, ya que logró un cierto reconocimiento público, pero luego del fallecimiento de López Claro en 1952, cuando tomó a su cargo la tarea de editar la revista Pan. Por esto, es factible pensar entonces en las condiciones de posibilidad de estas educadoras en ese entramado de sociabilidad que potenciaría sus trayectorias culturales, artísticas e intelectuales47 y por tanto sus despliegues sobre lo público,48 pero en diferentes momentos y espacios. Esos saberes adquiridos en sus trayectos formativos y en sus experiencias como educadoras fueron la base de un largo camino de relaciones. Ciancio de marcada presencia en las intervenciones musicales azuleñas, como las ya mencionadas, en los treinta fue invitada por el músico Alberto Schiuma a conformar un quinteto de música de Cámara, junto con Eduardo Gambuzzi, Víctor Hormachea y Pedro Napolitano.49 En ese momento la prensa azuleña además de resaltar su carrera abierta al triunfo consideró esa invitación como su apertura hacia el espacio nacional. Por su parte, sobre fines de la década de 1930, Urrutia Artieda logró sumar a su éxito en Maná y su marcada visibilidad en la comunidad azuleña, la publicación de su primer libro de poemas Música Interior por Ediciones Anaconda,50 con Ex Libris de Alberto López Claro, reuniendo para la celebración a importantes figuras de Azul como Ronco, Marín y Leiva, entre otros y del ámbito platense como la Dra. Dolores López Aranguren51 que disertó sobre García Lorca en el sexto aniversario de Maná. Las trayectorias de estas tres mujeres en su interior, ilustran que las jerarquías no solo se buscaban implantar sobre la comunidad azuleña, sino también dentro de la agrupación.
Contactos con otras mujeres y otros espacios
A modo de ejemplificar el contacto con otras localidades del interior bonaerense podemos expresar la existencia del vínculo con Olavarría y Tandil. En esta última, logramos precisar por medio de la prensa la visita de los “manaista” el 4 de abril de 1937 (día del aniversario de la ciudad) para la entrega del premio a la joven Sofía Zarate quien había participado de un concurso de pintura de Maná. En ese marco estuvieron presentes María Aléx, Bettinelli y Ciancio. Los diarios tandilenses se refirieron en esa ocasión a los “manaistas” como “gentiles embajadores de la cultura azuleña.”52 Esa definición se corresponde con el ideal pedagógico que los miembros de Maná querían infundir sobre otras localidades del interior bonaerense. Asimismo, y como advierte Bisso (2009), no debemos perder de vista el tópico en torno a la defensa de la cultura presente en el periodo de entreguerras (p. 103).
Sin embargo, el vínculo con otros espacios y otras mujeres no se agotaba allí. Se establecieron también relaciones con figuras de espacios centrales, entre ellas la docente y poeta cordobesa Malvina Rosa Quiroga y la uruguaya Juana de Ibarbourou. La primera fue egresada del magisterio, posteriormente accedió a la universidad y estrechó un interesante nexo con Maná desde el lugar de colaboradora ya que en las páginas de la revista pueden encontrarse varios de sus poemas como “Marina”,53 “Almas…”54 y la traducción de “Pascua de resurrección” de Ada Negri,55 entre otros. Es interesante aquí recuperar el rico análisis sobre la poeta cordobesa que realizaron recientemente Jaqueline Vassallo, Noelia García, Graciela Costilla, Mariela Contreras y Sofía Brunero (2019), en el que a partir de la obra de José Maristany (1998) expresan precisamente que las maestras escritoras rebasaron con creces el espacio escolar. Según dicho autor, estas mujeres que transitaron por “territorios fronterizos”, superaron el rol y los lugares asignados socialmente y, asimismo, se pensaron a sí mismas y reflexionaron sobre el mundo (Maristany, 1998, p. 179). En nuestra indagación podemos notar como la docencia fue una base fuerte para que estas mujeres ingresaran en el espacio público y se legitimaran en un ámbito masculino.56
En lo referido al contacto con de Ibarbourou, este puede precisarse a partir de la muerte de Alfonsina Storni, ocasión por la cual la revista Maná le dedicó un número especial. Este ejemplar llegó a manos de Juana de Ibarbourou, posiblemente por la relación que estableció López Claro a partir de su hija Evelina Elena que vivía en Uruguay.57 Con posterioridad a ese número, se publicaron fragmentos de la respuesta de la poetisa uruguaya donde le expresaba a María Aléx— directora de la revista—, su sorpresa por una revista modesta pero interesante que la había conmovido con las sentidas palabras hacia Storni. Allí, de Ibarbourou le decía: “Con esa revista ya Azul tiene una torre.”58
Más allá de estos vínculos concretos, en términos de género, estas relaciones significaron la negociación constante con quienes estaban a cargo de las instituciones culturales, los varones que, aunque no cedieran totalmente esos espacios a las mujeres, comenzaban a compartirlos con estas, quienes lentamente lograban posicionarse. La búsqueda de legitimarse a partir del contacto con poetas como Storni y de Ibarbourou, se convierte en un indicio clave de los lugares sociales y culturales a los que aspiraba Urrutia Artieda. Asimismo, estas agencias abrieron posibilidades no sólo para el posicionamiento de la agrupación en Azul, sino en la provincia de Buenos Aires a partir de Urrutia Artieda y Ciancio, quienes como hemos señalado, contaban con los atributos de su carrera abierta al talento, el reconocimiento de su comunidad e importantes contactos fuera de Azul. Aunque la retórica que emplearon dichas mujeres en el intercambio fue de un profundo reconocimiento a quienes estaban a cargo de dichas instituciones, esto no impide entenderla desde una estrategia de subalternidad por la cual empezar a ganar espacios. Además, los sentidos de estos vínculos en términos de agencia, permitieron a otras mujeres ligadas a la docencia ubicarse en la esfera pública y acceder a espacios antes inexplorados como los de la creación artística o literaria. Una de las que se incorporó como socia de Maná siendo alumna de la Escuela Normal fue precisamente, Haydée Dieguez de Vázquez quien recuperamos al inicio: “Y María Aléx me decía, ‘Beba, ¿querés hacerte socia de Maná?’. Ah sí, yo encantada, porque todo lo que fuera eso me gustaba. María Aléx me hizo socia.”59
Entonces, el abordaje de Maná permite seguir indagando en relación a las posibilidades de las mujeres que primero hicieron su pasaje por la formación docente y, luego al momento de su ejercicio, pudieron realizar un despliegue mucho más amplio que el de las aulas.
“Una hoja”
A partir de 1936 la agrupación empezó a publicar su revista Maná, “una hoja” de distribución gratuita con pedido de canje, para hacer llegar al pueblo y a pueblos vecinos la labor cultural de la institución. Conscientes del rol central de la prensa, sus miembros convocaron a los principales medios azuleños al momento de la constitución de la misma, invitando expresamente a los periodistas a que formaran parte. Entre los convocados figuraban José S. Ferreyro de diario El Ciudadano, Pedro Cirigliano director de Diario del Pueblo, Tomás Llorente director de La Provincia y Carlos A. Ronchetti, director de diario El Tiempo.60 De manera que la agrupación tenía una clara conciencia, no solo de la importancia de la prensa para publicitar a la entidad, sino muy especialmente sobre su rol pedagógico y cívico. Como ya ha señalado Bisso (2009), buena parte de la prensa del interior bonaerense en este contexto se autoidentificaba como guardianes de la civilidad (p. 101). En ese sentido, no parecen inocentes ese llamado a una labor conjunta, ni los nexos entablados por los miembros de Maná con los principales actores del periodismo azuleño.61
Publicada entre 1936 y 1942, Maná puede entenderse en el contexto que se abrió desde 1928 en Argentina donde se produjo una multiplicación de revistas literarias con una importancia crucial del interior que excedía a los centros ya clásicos como por ejemplo, La Plata y Córdoba.62 Tal como se advierte en el primer número de la revista, la agrupación estaba buscando un espacio físico para su sede social. Recién en 1937 funcionaría en el subsuelo de la biblioteca popular en lo que denominaron “Refugio.”63 Esto se convierte en un indicio fuerte del nexo entablado por la agrupación con el mediador cultural a nivel regional Bartolomé J. Ronco quien fuera presidente de la Biblioteca Popular desde 1930 a 1952. La expresión “Refugio” no parece azarosa ya que remite a una época de avances de lo masivo a lo cual los miembros de la agrupación se oponían en pos de una cultura letrada y la “defensa de la civilización”, tópico común en el ámbito nacional e incluso internacional, con mayor énfasis luego del comienzo de la SGM. Como advierte Leandro Losada (2017) para el periodo 1930-1943, el contexto internacional no fue un mero “telón de fondo”. Por el contario, tuvo implicancias en el marco local que llevaron a amplias intervenciones no solo políticas sino también intelectuales en un variado espectro ideológico (p. XII). Una imagen de esto podemos encontrarla en 1941 en la nota de la redacción de Maná donde se expresaba que se estaba viviendo una “hora incierta” y que la convulsión del mundo que comenzó en 1914 no había terminado con la paz de 1918. Este proceso había dado paso, según la revista, al quebrantamiento del espíritu humano. Lo interesante es que se señalaba que esos hombres de 1914 habían engendrado a la juventud actual más ligada al bienestar material que espiritual. Allí puede leerse la influencia de José Enrique Rodó con su obra Ariel, y más profundamente de otro autor de renombre, José Ingenieros, con su libro El hombre mediocre. En esa línea, los manaístas prodigaban esfuerzos por la educación moral de la juventud.64
Esto también aparece unido a un tópico resaltado con más fuerza durante la SGM, el referido a la preocupación por la “crisis de la civilización”. Aunque no contamos con información referida a la autoría de la nota, todo hace pensar que puede haber sido escrita por la propia Urrutia Artieda, ya que su formación en la universidad platense post reforma universitaria estuvo ligada a dicho clima de ideas. Otra cuestión a resaltar es el repudio a las prácticas electorales de ese contexto, ya que Azul se mantuvo bajo el poder del conservadurismo (Fuentes, 2016).65
Con un abierto posicionamiento político en contra del gobierno, Maná se había manifestado en contra del fraude, describiendo a la democracia como “mancillada”, por tanto consideraban que su lugar era ser guías para encaminar al pueblo hacia el esplendor.66 Aunque no disponemos de pruebas concretas sobre las causas de su desaparición aunque sí sabemos que la revista se publicó por última vez a fines de 1942. En ese sentido, es posible pensar en el golpe de estado de 1943 como un quiebre, dada la clara opción política de los miembros de Maná por el antifascismo y su oposición al gobierno nacional en ese contexto.67
Conclusiones
Entendimos esas trayectorias en el marco de un proyecto más amplio referido a una “obra pedagógica” más allá de las aulas y al papel que allí precisamente, pudieron tener como articuladoras y mediadoras culturales a partir de su rol como docentes. Siguiendo los aportes en clave de género, dentro de la historia de la educación y la historia cultural, junto con el campo abierto por la historia intelectual en los últimos años, mencionados ambos en este trabajo, pudimos sostener para nuestro espacio de análisis la hipótesis de que fue precisamente la condición de educadoras la que las habilitó a irrumpir con fuerza en lo público y comenzar a adentrarse como gestoras culturales.
Ésta primera aproximación a las mujeres que formaron parte y colaboraron con Maná pone de manifiesto que éstas estuvieron presentes en los ámbitos ligados a la cultura ya sea escribiendo poemas, ensayos, traducciones, recitando, dando conferencias o conciertos, colaborando con revistas culturales, como creadoras y gestoras de en y con las instituciones, o formando otras nuevas, en definitiva, estaban en lo público y ocupaban esos espacios con fuerza y destrezas varias. Todas estas trayectorias que hemos recuperado ilustran no solo la presencia de las mujeres en lo público sino también que la condición de educadoras fue la que precisamente abrió las puertas a muchas mujeres al inicio de ese trayecto (Lionetti, 2007 y 2014).
La docencia fue central para que ellas ocuparan y transitaran por espacios de sociabilidad donde adquirieron ciertas destrezas y habilidades sobre como contactar y establecer vínculos, estrechar redes intelectuales, producir obras e intervenciones tanto artísticas como culturales, reflexionar sobre el clima de ideas de la época, expresar opiniones políticas, abrir el juego al debate intelectual y adquirir una cierta respetabilidad frente a la comunidad. Ellas no solo estaban al tanto sobre qué debía hacerse para gestionar y contactar, sino que sabían qué hacer y cómo hacerlo. Como expresamos al comienzo siguiendo a Valeria Pita (2016), algunas mujeres pudieron estrechar contactos, demandar y articular redes. Este trabajo es solo el inicio de un largo camino que resta por recorrer a propósito del lugar de las mujeres ligadas a la cultura en el interior bonaerense y más allá también.
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