Recepción: 06 Septiembre 2016
Aprobación: 28 Diciembre 2016
Resumen: Raffaele Morgantini y Tarik Bouafia entrevistaron, para prensa francesa, al sociólogo Luis Martínez Andrade (1981) respecto al estado de excepción que se vive en México. Desde el pensamiento social de avanzada, Luis Martínez, Doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, piensa la violencia, el agotamiento del sistema político y esta era de desencanto por la que atravesamos. Luis Martínez acaba de publicar en Francia, bajo el sello de Van Dieren Éditeur, el libro Réligion sans rédemtion. Contradictions sociales et rêves éveillés en Amérique Latine.
Palabras clave: Luis Martínez Andrade, México, violencia.
Abstract: Raffaele Morgantini and Tarik Bouafia interviewed, for the French press, the sociologist Luis Martínez Andrade (1981) regarding the state of exception that exists in Mexico. From advanced social thinking, Luis Martínez, Doctor of Sociology from the École des Hautes Études en Sciences Sociales in Paris, thinks about violence, the exhaustion of the political system and this era of disenchantment that we are going through. Luis Martínez has just published in France, under the Van Dieren Éditeur seal, the book Réligion sans rédemtion. Social contradictions et rêves éveillés in Latin America.
Keywords: Luis Martínez Andrade, Mexico, violence.
Raffaele Morgantini y Tarik Bouafia entrevistaron, para prensa francesa, al sociólogo Luis Martínez Andrade (1981) respecto al estado de excepción que se vive en México. Desde el pensamiento social de avanzada, Luis Martínez, Doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, piensa la violencia, el agotamiento del sistema político y esta era de desencanto por la que atravesamos. Luis Martínez acaba de publicar en Francia, bajo el sello de Van Dieren Éditeur, el libro Réligion sans rédemtion. Contradictions sociales et rêves éveillés en Amérique Latine.
Desde hace algunos años, México viene ocupando cada vez más espacio en el campo mediático: narcotráfico, inmigración, violencia, decapitaciones, desapariciones forzadas de estudiantes, etc. Como es habitual, lo anterior va acompañado de un silencio cómplice y sistemático sobre el verdadero origen de esta situación. ¿Por qué? ¿Qué ocurre realmente en México? ¿Quiénes son los que controlan realmente este “juego”, y cuáles son sus verdaderos intereses? Para tratar de esclarecer esta situación, hemos entrevistado al sociólogo mexicano Luis Martínez Andrade, experto analista de la situación social y política mexicana. ¿Podría comenzar por hacernos una pequeña reseña histórica de los movimientos sociales en México?[1]
Para empezar, es importante destacar que México tiene una vasta tradición de movimientos sociales y esto desde su independencia. Durante la revolución de 1910, estos movimientos van a tomar nuevos bríos, diferentes tendencias fueron naciendo en su seno, tenemos, por ejemplo, el movimiento “campesino y zapatista” en el sur del país, otra tendencia en el norte, inspirada en el revolucionario Pancho Villa, y también, un movimiento anarquista bajo la influencia de los hermanos Flores-Magón.
Con el nacimiento del estado mexicano, asistiremos a un desarrollo que se cree favorecerá los movimientos sociales: habrá una reforma agraria, y los movimientos sociales ganarán la batalla por algunos derechos sociales (la jornada laboral de 8 horas, por ejemplo). Producto de lo antes mencionado, en México se manifestaron características de un estado social mucho antes de la revolución rusa de 1917.
Sin embargo, con la consolidación del PRI (Partido Revolucionario Institucional) nacerá un nuevo pacto social, este traerá como consecuencia el surgimiento de una nueva élite que tomará el lugar de la élite familiar pre-revolucionaria. En México, llamamos a este episodio la “revolución traicionada” o “robada”. Las comunidades indígenas que luchaban por una mejor representación son excluidas del poder, así como las comunidades campesinas más vulnerables y los partidos de izquierda revolucionaria. El PRI consolidará lo que Gramsci llamaría un “bloque hegemónico” donde los grupos subalternos se adaptan al aparato del estado para tratar de “secuestrar” las reivindicaciones sociales, conservando al mismo tiempo un marcado carácter reaccionario; de esta forma se construyó un imaginario colectivo de ascensión social en el interior de las comunidades indígenas, que, en la realidad, no ha existido nunca.
Ante esta situación surgirá una forma de resistencia popular que se levantará en armas hasta transformarse en guerrilla, sobre todo en el sur, la parte más pobre del país, región con una gran mayoría indígena. Pero esta guerrilla tendrá también presencia urbana. El comandante Marcos, por ejemplo, participa al principio en grupos guerrilleros urbanos, para luego emigrar a zonas rurales del sur del país y tratar de crear varios focos de guerrilla revolucionaria, como intentase alguna vez Ernesto “Che” Guevara en Bolivia.
Hoy, gracias al movimiento zapatista, el pueblo mexicano se está dando cuenta que diferentes formas de organizarse son posibles y que otro modelo es viable. Lo cual es ciertamente positivo, aunque lo que México necesita hoy en día es un gran frente común anti-neoliberal, anti-capitalista, progresista y emancipador. Pero no tenemos canalizadores, es necesaria una estructura organizacional bien definida, y eso tomará tiempo.
Desde un punto de vista político, económico y social, ¿cómo se llegó a la dramática situación actual? ¿Cómo un país tan rico en recursos naturales y que cuenta con movimientos sociales numerosos y bien estructurados se convirtió en un país destruido por la violencia, la pobreza, el narcotráfico, etc.?
Existen dos fenómenos paralelos que pueden ayudarnos a entender esta situación. El primer elemento es el rol de los Estados Unidos que, desde la organización del golpe de estado en Guatemala contra el presidente Arbenz en 1954, no ha cesado jamás de intervenir en América Latina, directa o indirectamente, allí donde sus intereses se viesen amenazados. La fuerza y la violencia de la intervención estadounidense en América Latina, particularmente en México, es flagrante, indiscutible. El segundo elemento es el desarrollo del neoliberalismo, impulsado por los Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales como el FMI y el banco mundial. Este periodo comienza a finales de los años 70 y el principio de los años 80 con una ola de privatizaciones de las empresas públicas, justificada por el mito que una empresa pública no puede ser rentable si es estatal. La consecuencia de esta dinámica será la firma de un tratado de libre comercio en 1994 con Estados Unidos y Canadá: el ALENA (tratado de libre comercio regional norteamericano).
La privatización comenzó con los grandes bancos estatales y la empresa pública de telefonía, esto abrirá la puerta al nacimiento de una clase empresarial que hará fortuna sobre todo en el último decenio, contrariamente a la enorme mayoría de la población precarizada y empobrecida como consecuencia de las medidas de austeridad impuestas por los programas de ajuste estructural impuestos por el FMI y el banco mundial.
En este contexto es bueno recordar las enseñanzas del pensador marxista Louis Althusser y su análisis del aparato ideológico del Estado. Este analiza de qué forma los individuos se han plegado a las exigencias del estado neoliberal y cómo a estos han aceptado de someterse a sus leyes a través del sistema educativo estatal o la televisión (principales medios de propaganda ideológica estatal). En 1968, por ejemplo, la empresa de telecomunicaciones TELEVISA negará la masacre de cientos de estudiantes por las fuerzas de orden. La historia se repetirá en 1988 con el ocultamiento sistemático de escándalos por fraudes electorales.
El neoliberalismo ha provocado una verdadera descomposición del Estado y de la estructura político-social del país. No hay que olvidar que el neoliberalismo y la militarización de la sociedad son fenómenos paralelos, dos caras de la misma moneda. Recordemos el caso chileno. ¿cree usted que el neoliberalismo hubiese podido imponerse pacíficamente? Claramente no, esto se hizo a través de un golpe de estado militar, implementando una “terapia de shock” como la ha llamado Naomi Klein; lo mismo está pasando aquí en México, con la complicidad de los medios de comunicación monopólicos que son el vehículo y el portavoz principal de esta dictadura.
¿Podría explicarnos el desarrollo del narcotráfico en su país? ¿Cuáles son los nexos que existen entre el estado mexicano y el narcotráfico? ¿Es esta situación parecida a la de Colombia, donde los lazos entre la política y el narcotráfico son evidentes?
Antes que todo hay que aclarar algo: Cuando se aborda el tema del narcotráfico, nos adentramos en un tema más bien “turbio”. Por ejemplo, el lavado de dinero: ¿cómo dimensionarlo si existe el secreto bancario? Seguir la pista del narcotráfico es difícil porque no existen datos precisos. Solo sabemos que funciona como una empresa, pero es muy difícil de investigar, y casi imposible de entender sus movimientos y mecanismos, es un mundo de pura especulación.
¿Qué ocurre en esta relación narcotráfico-Estado? Es un tema muy interesante. La cuestión del tráfico es compleja, ya que no se trata solo de la venta de cocaína o marihuana, es también el tráfico de armas, de órganos, de seres humanos, etc. Ya en los años 20-30 existían camiones de marihuana que partían hacia los Estados Unidos…
Sin embargo, se puede identificar un momento de ruptura: el periodo presidencial de Vicente Fox entre 2000 y 2006. Es durante su mandato que el Chapo Guzmán (miembro de uno de los más grandes carteles de la droga en México) se fuga de la cárcel de alta seguridad en la que se encontraba cumpliendo condena, en circunstancias bastante oscuras. Aparentemente, según expertos, el gobierno de Fox les declaró la guerra a algunos carteles y pactó con otros, lo que generó desconfianza al interior de varios carteles. Éstos se dieron cuenta que el estado estaba tomando una posición estratégica al interior mismo de la guerra entre los carteles, lo que contribuyó a tensionar aún más la situación y amplificó las luchas de poder en el mundo del narcotráfico. El problema es que desde entonces la infiltración del narcotráfico al interior de la policía se intensificó y ha ido remontando poco a poco hasta las altas esferas del poder estatal.
Esta situación todavía “embrionaria” explota durante el gobierno de Felipe Calderón, quien debido a su bajo apoyo popular decide declarar la guerra al narcotráfico. No pudiendo contar con el concurso de la policía por su avanzado estado de corrupción Calderón decide hacer uso del ejército. En este punto es muy interesante mencionar que algunos años antes, dentro del ejército se desarrolló una élite extremadamente reaccionaria, entrenada por el Mossad, la CIA y asesores colombianos de Álvaro Uribe. Este grupo fue creado y puesto en marcha para luchar contra los carteles de la droga, pero rápidamente descubrieron una manera mejor de ganar mucho dinero… ¡creando su propio cartel de la droga! ¡De esta manera este grupo de élite del ejército mexicano se transformó en un verdadero cartel! De hecho, es este cartel que comenzará a perpetrar hechos de una violencia sin precedentes, con decapitaciones, colgamientos, y a través de una campaña del terror, exactamente como sucede en Colombia.
Cabe recordar que ya en 1994 se hablaba del “plan México-Panamá”, que fracasaría y sería transformado en el “plan Colombia”. Aquí se percibe el rol de los Estados Unidos, que buscaba implementar planes estratégicos, destruir toda forma de resistencia en los países bajo su influencia en los cuales la expansión y la acumulación de capitales estaban siendo cuestionados por movimientos progresistas, sindicales, indígenas, etc. Donde antes intervenía el ejército hoy lo hacen los paramilitares, cuando la intervención del ejército equivale a implicar directamente a las autoridades públicas. En México hemos pasado a un nivel superior, en el que la lucha contra el narcotráfico se ha convertido en una forma de lucha reaccionaria.
No hay que perder de vista el hecho de que el narcotráfico y la clase política dominante no son grupos antagónicos, obviamente existen algunas diferencias porque todas las oligarquías tienen conflictos internos. Pero al final representan al mismo bloque es decir a la élite dominante que ostenta el poder. El narcotráfico es el verdugo del pueblo, de la misma manera que lo es la élite oligarca capitalista que está en el poder. En mi opinión los carteles de la droga son parte de una estrategia de contra-insurgencia. Gracias a ellos el Estado tiene un pretexto para incrementar la militarización de la sociedad. En resumen, podemos afirmar que los carteles no constituyen una verdadera amenaza para el Estado, sino que son más bien un instrumento de éste.
¿Cuál es el rol del paramilitarismo en México y como se ha desarrollado?
Ya en los años 70 los paramilitares jugaban un rol importante en el desmantelamiento de movimientos de resistencia. En aquella época se hablaba de “guerra sucia” para describir lo que sucedía en el estado de Guerrero, una región muy pobre que conoció un desarrollo importante de grupos guerrilleros marxistas. En 1994 esta “guerra sucia” se expandiría considerablemente con la aparición del movimiento zapatista. A esto se le llama también “guerra de baja intensidad” (el mismo concepto usado para describir las guerras anti-comunistas en países de América Central). Esta guerra consiste en la formación de escuadrones paramilitares integrados por el ejército regular para sembrar el caos entre las diferentes etnias y culturas existentes en estas regiones. Los medios de comunicación contribuyen haciendo pasar estas guerras por conflictos étnicos o por luchas entre grupos políticos enemigos. Hoy en día incluso dentro de los carteles reina la confusión. Es la misma manipulación de masas que se hizo con el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa en un principio los medios de comunicación informaron que los estudiantes estaban ligados a grupos delictuales, el para-militarismo se vio entonces dividido, se dejó intimidar y reprimió.
Hay que tener en cuenta también que el estado de Chiapas (donde tuvo lugar el levantamiento del movimiento zapatista, el EZLN) es inmensamente rico en recursos naturales, así como en recursos hídricos y minerales. Para apropiarse de estas tierras el Estado ha utilizado, exactamente como en Colombia, el paramilitarismo.
¿Podemos afirmar entonces que existe un lazo entre el incremento del paramilitarismo, del narcotráfico y la imposición autoritaria del modelo neoliberal?
Por supuesto. El paramilitarismo se disparó de forma exponencial justamente en el periodo en el que comenzó a implantarse el neoliberalismo. En este sentido, no debe sorprender que los dos países donde el problema del paramilitarismo y el narcotráfico es más notorio sean México y Colombia, dos países latinoamericanos donde el modelo neoliberal se ha impuesto (casi) sin ninguna resistencia gracias a la existencia de una oligarquía capitalista completamente alineada con los intereses estadounidenses. El neoliberalismo en América Latina implica el acaparamiento de tierras por parte de transnacionales, la destrucción de los derechos sociales, del tejido social, de los derechos de los pueblos originarios, etc. Para que esto pueda sostenerse, el neoliberalismo necesita una fuerza que mantenga el statu quo, y esta tarea ha sido confiada justamente a los paramilitares…
México posee enormes reservas de petróleo. ¿La injerencia de los Estados Unidos puede también deberse a la presencia de este recurso?
En diciembre del 2013 el presidente Peña Nieto privatizó la última gran empresa petrolera estatal. Esta privatización corresponde al modelo clásico capitalista y al desarrollo de la globalización en la que los países ricos del centro roban los recursos de los países pobres de la periferia. Esto ha sido así desde hace siglos, desde los inicios de la colonización en el siglo XVI. La privatización del petróleo se inscribe en la misma lógica de pillaje de los recursos de los países del sur que antes llevó a cabo el colonialismo español, y hoy, llevan los Estados Unidos. En México la lucha será larga y compleja. Pero el pueblo no es estúpido. Esta situación no puede durar para siempre. Me gustaría terminar citando una frase del filósofo francés Daniel Bensaid: “¡ah, la revolución!, llega muy temprano o muy tarde, pero nunca a la hora”.
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