Resumen: En este trabajo analizo las lógicas y relaciones sociales que mediatizan el manejo de bienes naturales ligados a la cría de ganado a campo abierto en Guanacache, área que se extiende sobre la llanura localizada al este de la Cordillera de Los Andes en la región de Cuyo (centro-oeste argentino). El análisis se centra en las prácticas pastoriles desplegadas por pobladores del noreste mendocino, evidenciando la presencia de criterios locales de manejo del ganado sustentados en una lógica reciprocitaria y en una trama de conocimientos socioambientales vinculada a los campos de pastoreo. Así, se pone en debate una idea común presente en diversos estudios locales de las ciencias ambientales: la falta de racionalidad, el carácter inapropiado y aleatorio de tales prácticas.
Palabras clave: Prácticas pastoriles,Conocimiento socioambiental,Lógica reciprocitaria.
Abstract: In this paper, I analyze logics and social relations that mediate the management of natural assets linked to Guanacache open field livestock breeding, an area that extends over the plain located at east of the Andes Mountains in Cuyo region (argentinean central-western). The analysis focuses on the pastoral practices of the inhabitants of the north east of Mendoza, and sheds light on the presence of local criteria for livestock management based on a reciprocal logic and on a weave of socioambiental knowledge link to grazing fields. Thus, it is put into debate a common idea present in various environmental sciences local studies: the lack of rationality, inappropriate nature and random in pastoral practices development.
Keywords: Pastoral practices, socioambiental knowledge, reciprocal logic.
Dossier
REPENSANDO LAS PRÁCTICAS PASTORILES DE CRÍA DE GANADO A CAMPO ABIERTO EN GUANACACHE (NORESTE DE MENDOZA, ARGENTINA)
RETHINKING PASTORAL PRACTICES OF CATTLE BREEDING IN OPEN FIELDS IN GUANACACHE (NORTH EAST OF MENDOZA, ARGENTINA)
Recepción: 06 Julio 2020
Aprobación: 12 Agosto 2020
Lagunas de Guanacache es la denominación que recibe una vasta región que se extiende sobre la triple frontera entre Mendoza, San Juan y San Luis, así como sobre zonas más distantes a la división interjurisdiccional al interior de cada una de estas provincias. Forma parte de la Gran Llanura Oriental o de la Travesía, llanura que con sus 50.000 km2 se localiza al este de la Cordillera de Los Andes. En el territorio de Mendoza, Guanacache se corresponde con la zona no irrigada de Lavalle, departamento del noreste provincial (Saldi, 2012; Torres, L.M. 2008).
La denominación que recibe el área está asociada a la presencia de un sistema de bañados y lagunas alimentado por las redes hidrográficas de los ríos Mendoza, San Juan y Desagüadero (Zambrano y Torres, 1996) que hasta mediados del siglo XX se desplegaba en toda esta zona (Saldi, 2012, 2013). La concentración progresiva del agua en los principales oasis de Mendoza y San Juan durante los procesos de configuración y consolidación territorial de dichos espacios, condujo al desecamiento del sistema de humedales agudizando las condiciones de aridez del área e incidiendo sobre las actividades productivas de sus habitantes (Abraham y Prieto, 1981; Escolar y Saldi, 2016; Martín y Martín, 2012).
Desde el ámbito académico local Guanacache se ha configurado como centro de numerosas investigaciones abordadas desde distintas disciplinas y perspectivas, al ser considerada como un área altamente degradada, a la vez que representada como una de las zonas de la provincia con presencia de flora y fauna distintiva de ambientes áridos y semiáridos donde habitan agrupaciones humanas también representadas como autóctonas, en este caso huarpes. En virtud de ello, desde el ámbito de la ecología, la biología, las ciencias agrarias, la veterinaria y las ciencias ambientales en general, han sido múltiples los esfuerzos desplegados para, en primera instancia, conocer qué elementos naturales o biofísicos están presentes, cuáles son sus características y dinámicas de comportamiento, para luego indagar en el estado de conservación de los mismos. Entre esos elementos se incluyen tanto a la flora y la fauna regional, así como a especies animales y vegetales exóticas o introducidas, al agua, el suelo y los elementos climáticos (Abraham et al., 2009; Álvarez et al, 2006; Goirán et al., 2013; Guevara et al., 2009; Villagra et al., 2009; Villagra et al., 2013).
Desde las mencionadas disciplinas, en forma independiente o combinándose bajo estudios interdisciplinarios, también se ha abordado el análisis de los efectos de los grupos humanos sobre el entorno natural. Efectos que son ligados a las prácticas de manejo y utilización de los bienes naturales desplegadas por sus actuales habitantes, así como por los del pasado (Abraham et al., 2009; Goiran et al., 2013; Guevara et al., 2009; Villagra et al., 2009; Villagra et al., 2013). En tales estudios prevalecen perspectivas epistemológicas y teóricas que han favorecido la configuración de un discurso que caracteriza a las prácticas pastoriles locales como inapropiadas y/o carentes de racionalidad, ubicándolas entre las causas de degradación ambiental del área al analizar la ocupación actual y pretérita de Guanacache.
Para poner en debate esta idea, analizo las lógicas y criterios que mediatizan el uso de los campos de pastoreo por parte de pobladores del noreste mendocino articulando perspectivas teórico-metodológicas y epistemológicas del ámbito de la antropología socio-cultural. Enfoques que habilitan otro camino posible de indagación en el intento de comprender las características particulares del entramado que suponen las relaciones entre naturaleza, cultura y vínculos sociales al momento de analizar la ocupación del espacio y el manejo de bienes naturales en Guanacache.
La estrategia metodológica empleada en esta indagación es de carácter cualitativo, partiendo desde una perspectiva antropológica y etnográfica, entendiendo a esta última como método, enfoque y estilo de escritura (Guber, 2011). Entre los años 2013 y 2018 realicé entrevistas semiestructuradas y observaciones con distintos grados de participación en San José y en la zona sur de Lagunas del Rosario, localidades de Lavalle comprendidas al interior de Guanacache (Imagen 1). Asimismo, articulé el trabajo de campo etnográfico con la revisión de fuentes y el análisis de bibliografía específica sobre reciprocidad y parentesco contemplando las problematizaciones desarrolladas por Godelier (1998), Gordillo (2006), Lévi-Strauss (1993) y Sahlins (1974); las discusiones en torno a las relaciones entre naturaleza, cultura y vínculos sociales de Gutiérrez Velázquez (2003), Lazos y Paré (2000), Merino (2004); los análisis de Quiroga Mendiola (2012) en torno a los pueblos pastores altoandinos de Salta y Jujuy; el cuerpo de indagaciones de las ciencias ambientales ya mencionadas y otras que desde distintos encuadres teóricos de las ciencias sociales y humanas buscan comprender los fenómenos de ocupación espacio-temporal del área (D’Amico, Moreno, Pessolano & Accorinti, 2013; Escolar, 2007; Saldi, 2012; Katzer, Giménez Zumbo, Chiavazza, Miranda Gasull & Velez, 2017; Tonolli, 2017; Torres, 2008).
Esta indagación constituye un nuevo aporte a los estudios sobre los procesos de ocupación del espacio y de bienes naturales en el noreste provincial. Asimismo, abre el debate sobre supuestos que permean numerosas indagaciones locales que contemplan las prácticas de manejo de bienes naturales desplegadas por grupos humanos que habitan en zonas áridas y semiáridas. Además, acerca nuevas discusiones y herramientas teórico-metodológicas al ámbito de formación de profesionales de las ciencias ambientales en torno a las dinámicas, lógicas y criterios que mediatizan las prácticas de acceso, manejo y uso de bienes naturales. Esto último, contemplando que constituye conocimiento con posibilidades de ser aplicado, dado que los profesionales de tales disciplinas pueden tener a cargo la formulación y/o ejecución de proyectos, programas y de política pública en materia ambiental, que indefectiblemente involucran a grupos humanos en constante interacción con el medio que habitan.
Lagunas de Guanacache abarca una extensa área del departamento de Lavalle en el noreste de Mendoza. De los 10.244 km2 del territorio departamental, solo el 3% corresponde a zona irrigada y el 97 % está desabastecido de agua superficial de manera casi permanente. Este último sector, de aproximadamente 10.000 km2, es el denominado Lagunas de Guanacache (Saldi, 2012; Torres, 2008).
El paisaje de Guanacache es notoriamente horizontal con accidentes topográficos dados por médanos que se alternan con depresiones y hondonadas. El clima se caracteriza por una marcada continentalidad con precipitaciones escasas y de régimen estival, con una precipitación media anual que varía entre los 80 y los 150 mm. Entre la vegetación se encuentran bosques abiertos conformados por distintas especies arbóreas con predominancia de algarrobo dulce, estepas arbustivas de distintas variedades de jarilla, entre otros arbustos, así como formaciones herbáceas (Abraham, Prieto y Triviño, 1979). Los ecosistemas del área son representativos de la Provincia Biogeográfica del Monte (Villagra et al., 2009).
La población actual de Guanacache ronda entre las 3200 y 3300 personas (comunicación telefónica con jefa de agentes sanitarios; diciembre 2018). Los puestos, denominación local de las unidades domésticas de producción, se distribuyen en el área bajo dos modalidades de ocupación espacial: una de distribución dispersa con núcleos de tres o cuatro unidades domésticas distanciados por vastas extensiones deshabitadas y otra, de distribución más concentrada en los pueblos cabecera de cada localidad. Un puesto está conformado por una vivienda, corrales y uno o varios pozos de agua, sin involucrar una superficie de tierra delimitada. Difieren entre sí en su composición (cantidad y características de sus integrantes, estructura, tamaño y materiales de construcción de las viviendas y de la infraestructura predial) según el momento del ciclo vital que estén transitando (Torres, 2008).
Las economías locales se basan en la ganadería extensiva y trashumante de ganado caprino y en menor medida, de ganado vacuno. El pastoreo es a campo abierto, con la posibilidad de que el ganado paste en distintos puntos de esa extensa área indistintamente de quiénes sean los propietarios de los animales (Katzer et al., 2017; Saldi, 2012; Torres, 2008). Situación favorecida por la inexistencia de alambrados, lo que no significa que no existan límites internos, dado que si bien son difusos, están presentes demarcando zonas de pastoreo de un puesto en relación a otro (Sales, 2019; Tonolli, 2017; Torres, 2008).
Otras actividades de aprovisionamiento material son la elaboración y venta de artesanías en cuero, lana o junquillo, la apicultura, la producción y venta de adobes, la venta de guano de cabra, la venta de mano de obra en los oasis de Mendoza y San Juan durante la época de cosecha de frutas y hortalizas (Saldi, 2012; Torres, 2008). A su vez, distintas pensiones, jubilaciones y planes sociales, así como el ejercicio de cargos públicos en la zona, complementan los ingresos monetarios de las familias locales (Saldi, 2012).
El desecamiento de los humedales de Guanacache en territorio mendocino comienza a fines del siglo XIX cuando el área es relegada del sistema de distribución de aguas para riego de la zona norte provincial (Saldi, 2012, 2013). Lavalle se va configurando así como una de las zonas más excluidas del sistema de distribución de aguas para riego de dicho sector, siendo aún más acentuada esta exclusión para el área de Guanacache (Escolar y Saldi, 2013, 2016). Situación vinculada a un largo proceso de estructuración del territorio provincial donde se priorizó el uso y distribución del agua para actividades agrícolas al interior de los oasis, principalmente para la viticultura, agudizando las condiciones de aridez de las áreas que quedaron por fuera del sistema de distribución de aguas (Martín y Martín, 2012).
En este contexto de desecamiento y exclusión de los mencionados sistemas de distribución de agua de riego, Guanacache ha recibido otras denominaciones tales como secano, travesía, área no irrigada o desierto. Denominaciones que a primera vista parecen aludir a la condición de aridez del área, debido a la escasez de precipitaciones o a su exclusión del sistema de irrigación, pero que también refieren a la baja densidad poblacional, la reducida urbanización y la falta de caminos en buen estado para acceder a la zona (Saldi, 2012). Manifestándose en ello, las representaciones sociales sobre las formas de vivir y ocupar el espacio de quienes allí habitan.
Las prácticas pastoriles locales ligadas a la cría de ganado caprino involucran que los pobladores suelten los animales al campo, arreándolos en un sentido determinado, para que se alimenten con la vegetación allí presente. Los campos de pastoreo, sitios a los que se dirigen las cabras luego de alejarse de los corrales localizados en inmediaciones de un puesto, pueden estar constituidos por diversos espacios que albergan distintas especies vegetales palatables para el ganado caprino. Así, las diferentes formaciones vegetales presentes en el campo aportan alimento para el ganado a lo largo del año.
Un chañaral[1] puede ser fuente de alimento en el período invernal o ante episodios de sequía, cuando escasea el forraje y las demás especies palatables para el ganado. También puede serlo la vegetación que crece en inmediaciones del ciénego del arroyo Tulumaya cuando éste tiene agua o a su interior luego de un período en que la contuvo, así como la que se desarrolla sobre los márgenes del río Mendoza. La vegetación que aparece sobre los médanos también puede constituir fuente de alimento para el ganado caprino, variando según la época del año.
En una conversación sobre los campos de pastoreo con los integrantes adultos de un puesto localizado en Algarrobos Blancos, paraje de la zona limítrofe entre San José y el sur de Lagunas del Rosario, mencionaban las distintas especies con las que se alimentaba al ganado caprino y qué parte de la planta utilizaban según la estación del año. Al preguntarles qué comían las cabras en el campo, respondieron que de todo: del chañar y del algarrobo comen el fruto en verano y las hojitas que se desprenden en invierno; del retortuño comen el frutito amarillo y retorcido; comen pastos bajos disponibles en verano y al agotarse esas pasturas en invierno recurren a otras plantas más saladas como el apén, jume y usillo, especies que pueden comer durante todo el año; también consumen jarilla y piquillín. En la medida en que nombraban las distintas plantas, señalaban los sectores alrededor del puesto en las que se encontraban presentes (entrevista grupal a pobladores A; Lagunas del Rosario, Lavalle; marzo 2018).
En otra ocasión, un poblador de la zona de Los Huarpes, paraje aledaño al pueblo de San José, diferenciaba el fruto del lámaro y el del algarrobo dulce indicando que el fruto del primero queda prendido del árbol, pero el del segundo se desprende y cae al suelo. De modo que, el fruto del algarrobo dulce servía para alimentar a las cabras durante una temporada breve (los meses en que se desprende del árbol), en tanto el fruto del lámaro servía para alimentar a los animales durante todo el año al durar prendido de un año al siguiente[2] (entrevista a poblador A; San José, Lavalle; abril 2017).
Una anciana que reside en las proximidades del ciénego del arroyo Tulumaya en el distrito de San José, comentaba que en esa zona había bastante zampa, jume y pichana, señalando que las cabras se comían esas plantas aunque no les gustaban mucho porque son muy saladas. La anciana sostenía que su marido largaba sus cabras hacia el ciénego porque en sus bordes crecía un pasto salado que sí comían las cabras (entrevista a pobladora B; Lagunas del Rosario, Lavalle; abril 2017).
Un poblador que radica en La Pata de Vaca, otro paraje de la localidad de San José, señalaba que el campo que lo rodea es mucho mejor para alimentar a las cabras que el campo alrededor de su anterior emplazamiento, próximo a la entrada del camino a Lagunas del Rosario. El poblador sostenía que en el actual emplazamiento del puesto se observa menor densidad de vegetación, pero el campo presenta mayor diversidad de especies que en el emplazamiento anterior, donde si bien se observaba mayor densidad de vegetación solamente había lámaro. Con el agravante de que si la flor del lámaro no cuajaba, no había alimento para el ganado (entrevista a poblador C; San José, Lavalle; octubre 2016). El siguiente fragmento de una entrevista a este poblador es alusivo al respecto:
por ejemplo yo largo todo acá, derecho allá [señalando el sitio al que larga sus cabras hacia el oeste] que hay un ¿cómo es?. Este campo para cabra es bueno y para vacuno es el mejor campo que hay acá. Para este lado usted ve la pampa ahí, pampa allá, pero usted tiene bañados así que ahí hay apén, hay usillo, hay zampa, hay retortuño, hay campa, usillo. Y en aquella zona allá, de la entrada a Lagunas para allá, no hay más que el lámaro ¿me entiende?. Y cuando el lámaro no prende algarroba[3], no hay campo. Yo puse puesto allá y no andaba mucho […] Es mejor campo este porque hay de todo y acá hay chañares y hay lámares y algarrobo también, así que hay mucho más monte que allá. Y usted lo ve más pelado, pero allá lo ve más tupido, pero es un solo monte[4] (entrevista a poblador C; San José, Lavalle; octubre 2016).
De lo planteado por los pobladores es posible pensar en la presencia de un conjunto de conocimientos referidos a la alimentación del ganado a partir de lo que pueden aportar los campos de pastoreo. Concretamente, sobre las distintas especies vegetales de las que se alimentan las cabras y de la parte de la planta que consumen, su disponibilidad a lo largo del año y en distintos sectores del campo, así como sobre las preferencias de ingerir algunas especies por sobre otras. Conocimientos ligados a otros saberes relativos a la ocurrencia de vientos y lluvias que repercuten en el desarrollo de dichas especies, así como a la heterogeneidad de espacios presentes en el área que inciden en la aparición de especies y formaciones vegetales concretas, entre ellos médanos, ciénegos, bañados y pampas.
A su vez, distintos pobladores hacían referencia a que en verano hay más disponibilidad de alimento en el campo que en invierno y por tanto, en la época estival los animales se mueven más cerca del puesto al no tener que desplazarse grandes distancias para alimentarse, situación que sí ocurre en invierno. Así, a medida que van sucediéndose las estaciones en el año, se modifica el radio alrededor del puesto por el que se desplazan las cabras: reduciéndose el radio y los desplazamientos de las cabras durante el verano (Imagen 2) y ampliándose el radio y recorriendo una mayor distancia campo adentro durante el invierno (Imagen 3). Además, los pobladores señalaban que la vegetación se desarrolla mejor en los años con mayor cantidad de precipitaciones, por lo cual en esos años el ganado cuenta con más alimento tanto en verano como en invierno.
En las imágenes 2 y 3 se observa los itinerarios de las cabras de un puesto localizado en la zona de Algarrobos Blancos representados con trayectos elípticos de color rojo para brindar un esquema gráfico aproximado y simple de las trayectorias del ganado. Observando ambas imágenes se identifica la variación del recorrido de las cabras del puesto entre verano e invierno.
Por lo tanto, dependiendo de la época del año, de la ocurrencia y el nivel de precipitaciones o de la llegada de magros caudales por algunos cauces presentes en el área, de las especies vegetales que se desarrollan en cada uno de los mencionados sitios y del ciclo vegetativo de cada una de ellas, las tropillas de cabras de un puesto contarán con distintas fuentes de alimento en las zonas del campo por la que se trasladan a lo largo del año. Ya Katzer et al. (2017, p. 355-356), citando los trabajos de Karlin y Díaz (1984), de Villagra y Álvarez (2006) y de Álvarez y Villagra (2009), referían a que los bosques de algarrobo del noreste provincial proporcionan productos clave para la subsistencia de los habitantes del área, entre ellos el forraje para los animales, operando como proveedores fundamentales de forraje para el desarrollo de la ganadería extensiva en el noreste de Mendoza.
A primera vista es posible pensar que los pobladores soltarían sus animales en una determinada dirección en función de la composición y disponibilidad de vegetación en los campos de pastoreo a lo largo del año. Lo cual, variaría según los distintos aspectos antes mencionados. Sin embargo, existen otros elementos incidiendo en la dirección en que se sueltan los animales: unos ligados a eventos meteorológicos y otros, a los vínculos sociales presentes entre pobladores, así como a los acuerdos, principios y lógicas que mediatizan tales prácticas pastoriles.
Sobre los motivos ligados a las inclemencias meteorológicas, como la ocurrencia de tormentas y la presencia de vientos provenientes del sur, los pobladores manifestaban que las cabras tienden a caminar contra el viento. Así, cuando corre viento sur, largan los animales hacia el norte, en sentido contrario al viento, y por la tarde salen a "cortarles el rastro" es decir, interceptarlos en el campo para detener su avance hacia el sur y evitar su extravío.
En relación a los motivos asociados a las relaciones sociales, acuerdos, principios y lógicas que mediatizan tales prácticas pastoriles, es posible mencionar la presencia de áreas específicas del campo donde sueltan sus animales los integrantes de cada puesto. Zonas de pastoreo que, como plantean Tonolli (2017) y Torres (2008), no presentan límites estrictos sino de carácter difuso, que resultan de acuerdos familiares y comunitarios. Asimismo, tales áreas son definidas por los sitios a donde los vecinos colindantes largan sus cabras, ya que se busca evitar que los animales se entreveren es decir, que se mezclen los animales de distintos pobladores.
Una pobladora comentaba que en la zona donde tenía su puesto seis años atrás, los vecinos colindantes (tíos, primos hermanos y sobrinos de su marido) estaban próximos entre sí y aun largando las cabras en distintas direcciones, todos los animales se dirigían a la orilla del río Mendoza porque había más comida. Allí, las cabras se entreveraban y si bien la mayoría de sus animales se apartaban solos es decir, se separaban de los animales de los otros vecinos y volvían al corral de esta pobladora, era habitual que un integrante de su núcleo familiar fuese a buscar algunas de sus cabras a los puestos vecinos.[5] La preocupación porque no se mezclen los animales también se da en su actual emplazamiento, a pesar de los ocho km de distancia que la separan de su vecino más próximo. En este caso, también sueltan sus animales en sentido contrario al que largan los pobladores colindantes más próximos para evitar que se mezclen las tropillas de cabras (Imagen 4). Una de las técnicas cotidianas para conocer la dirección en que están largando sus cabras los vecinos, consiste en observar y tomar como referencia el rastro que dejan los animales en el campo (entrevista a pobladora D; Lagunas del Rosario, Lavalle; marzo 2018).
De modo que, los itinerarios de las cabras fluctuarían a lo largo de un año y también entre años según el estado del campo y de la fracción del territorio a la que cada núcleo familiar larga sus animales. El acontecimiento de eventos meteorológicos como tormentas y vientos, la ocurrencia y el nivel de las precipitaciones, la estación del año, la abundancia y diversidad de las fuentes de alimento, así como la ubicación de los vecinos colindantes y el sitio hacia donde ellos sueltan sus animales, incidirían en la dirección en que los integrantes de cada puesto largan sus cabras al campo. Esto permite pensar en que los límites de los campos de pastoreo de un puesto además de ser difusos (Tonolli, 2017; Torres, 2008), serían dinámicos y complejos. Complejidad ligada a la importante cantidad de aspectos contemplados por los pobladores al momento de direccionar el pastoreo de sus animales.
En ese dinamismo de los límites se evidencia también que sectores de los campos de pastoreo de un núcleo familiar podrían ser compartidos con otro, intentando que no se superpongan los períodos en que el ganado de cada familia pasta en esos sitios a lo largo del año. Es decir, en algunos casos, sectores de los campos de pastoreo pueden ser compartidos alternando su uso en el tiempo (Imagen 5 y 6). Como ejemplo, es alusivo el caso de dos puestos colindantes localizados en la zona limítrofe entre San José y Lagunas del Rosario que emplean un mismo sector del campo para pastorear sus animales en distintas épocas del año: uno en el período de diciembre a abril y el otro en el período de junio a septiembre.
Ya Tonolli (2017) mencionaba el solapamiento eventual en las áreas de pastoreo de distintos puestos de Telteca, otro sector de Guanacache, atribuyendo dicha superposición a la presencia de pozos de agua subterránea próximos entre sí, al pastorear el ganado en las zonas adyacentes a los bebederos abastecidos por dichos pozos. Por lo aquí expuesto, se podría pensar también en el uso de un mismo campo de pastoreo por diferentes núcleos familiares en distintos períodos del año.
Al realizar un uso compartido de las áreas de pastoreo de forma alternada durante el año, se evitaría la superposición de tropillas de cabras de distintos puestos en un mismo sector del campo y no se mezclarían los animales entre vecinos, reduciendo las posibilidades de extravío del ganado propio, así como el tiempo y trabajo que involucra su localización. Además, se favorecería una mejor alimentación de los animales dado que si se superponen tropillas de distintos pobladores, como suele suceder en algunas zonas donde varios puestos están próximos entre sí, se dispone de menor cantidad de alimento por animal. Esa situación puede ser sobrellevada cuando el campo cuenta con mayor abundancia y diversidad de fuentes de alimento, pero si el campo es más pobre o si acontecen sequías, la escasez prolongada de alimentos puede involucrar trastornos en el desarrollo del ganado, por ejemplo el corte de la leche de las cabras progenitoras, el aborto de las cabras preñadas o la muerte por inanición. De este modo, es posible pensar que la alternancia del uso de los campos de pastoreo cumpliría con funciones ligadas a la reducción de la cantidad de trabajo de los pobladores en relación al cuidado de las cabras, así como a intentar garantizar el estado de desarrollo de sus animales, ya que ello incide directamente en el aprovisionamiento material de los núcleos familiares.
Lo expuesto hasta aquí, permite reflexionar sobre diversos aspectos ligados al manejo de los campos de pastoreo. En consonancia con lo sugerido por Quiroga Mendiola (2012) para los pueblos pastores altoandinos de Jujuy y Salta, es posible pensar en la presencia de una trama de conocimientos socioambientales que la población de Guanacache pone en acción para la cría de ganado menor a campo abierto. Concretamente, una serie de conocimientos en torno al desarrollo de la vegetación y a la diversidad de formaciones vegetales asociadas a la heterogeneidad espacial, y ligado a ello, a la variabilidad de la disponibilidad de fuentes de alimento a lo largo del año y entre años; a la incidencia de las condiciones climáticas y de eventos meteorológicos sobre el estado de desarrollo de la vegetación y el comportamiento del ganado; a la preferencia del ganado de cierto tipo de alimentos por sobre otros; y a la identificación del rastro de los animales en el campo para definir los sectores en que los vecinos colindantes están pastoreando sus cabras en una determinada época del año.
Asimismo, un punto de reflexión relevante emergente de este apartado gira alrededor de las características del manejo de los campos de pastoreo a nivel local. En concordancia con los aportes de la mencionada autora para los pueblos pastores altoandinos del noroeste argentino, quien plantea características en torno al uso trashumante de los bienes naturales en sistemas pastoriles de zonas áridas y semiáridas siguiendo los argumentos de Cousins, Hoffman, Tim Allsopp y Rohde (2007), Flores Ochoa (1977), Nori, Taylor y Sensi (2008) citados en Quiroga Mendiola (2012, p. 254) es posible sugerir que el manejo de los campos de pastoreo en Guanacache involucraría, entre otros aspectos que profundizo en el siguiente apartado, un uso espacio-temporal diverso, flexible y móvil, así como acuerdos comunitarios e intracomunitarios entre habitantes del área para gestionar las fuentes de alimento del ganado y sus variaciones espacio-temporales.
Características que se evidencian en la presencia de áreas de pastoreo con límites difusos establecidos por acuerdos familiares y comunitarios (Tonolli, 2017; Torres, 2008), pero también dinámicos y complejos. Donde si bien se presentan eventuales solapamientos espaciales en el uso de las fuentes de alimento del ganado en un mismo período temporal (Tonolli, 2017), también existen acuerdos implícitos entre vecinos para evitar solapamientos espaciales en un mismo período de tiempo y para compartir una misma área de pastoreo en distintos períodos temporales.
Otro aspecto de relevancia sobre el manejo de los campos de pastoreo en Guanacache es la diferenciación entre derechos de uso y derechos de propiedad ligados a ellos. Aspecto necesario de contemplar dado que los derechos de propiedad y de acceso a los bienes naturales inciden en las características que presentan los modos de uso y de manejo de tales bienes (Gutierrez Velázquez, 2003).
La cesión de los derechos de uso de distintos tipos de bienes conservando el derecho de propiedad es una dinámica que se establece en intercambios reciprocitarios, los cuales acontecen en sociedades donde las actividades de aprovisionamiento material están mediadas por una lógica reciprocitaria en coexistencia con una lógica mercantil (Godelier, 1998). Para el caso de Guanacache, diversos estudios sociales y culturales señalan la mediación de relaciones reciprocitarias, parentales y comunitarias en la ocupación del espacio y de los bienes naturales (D’Amico et al., 2013; Escolar, 2007; Saldi, 2012; Katzer et al., 2017; Tonolli, 2017; Torres, 2008). De acuerdo a lo sugerido por estos autores y focalizando el análisis en la cesión del uso de los campos de pastoreo, en este apartado presento indicios de la mediación de una lógica reciprocitaria en las dinámicas de manejo de tales áreas de pastoreo.
En consonancia con lo planteado por Saldi (2012) respecto a la presencia de distintos criterios de territorialidad indígena en el área de Guanacache,[6] es posible detectar distintos criterios de propiedad de la tierra en los discursos de pobladores de San José y del límite entre esa localidad y Lagunas del Rosario. Sin embargo, si bien existen dinámicas propias de regulación del uso de los campos de pastoreo, así como algunas tensiones y conflictos al respecto, en ningún caso se excluiría de forma definitiva la posibilidad de la cesión del derecho de uso de los mismos. Esto se manifiesta en los argumentos de habitantes del área que presentan distintos criterios de propiedad de la tierra.
Un reconocido poblador de San José, nieto de Juan Manuel Villegas,[7] aduce ser el único propietario de una superficie considerable de ese distrito, abarcado sectores del pueblo y del campo con presencia de puestos. Este poblador sostiene que es el único propietario de 11.400 hectáreas que heredó de su abuelo, ya que se encargó de pagar todos los impuestos adeudados, así como de abrir el juicio sucesorio al que no se presentó ninguno de los demás descendiente de Juan Manuel.[8] De acuerdo a sus palabras, si bien es el único que ha pagado los impuestos decidió que esos campos quedasen registrados como sucesión de su familia. Campos en los que radican muchos de los puesteros[9] y gente del pueblo (entrevista a poblador E; San José, Lavalle; junio 2013; Villa Tulumaya, Lavalle; octubre 2015). A su vez, al consultarle sobre el manejo del ganado realizado en el área, el poblador sostenía que los animales andan a campo abierto y que se los deja libre de forma permanente para que se muevan por el campo (entrevista a poblador E; Villa Tulumaya, Lavalle; octubre 2016).
Por su parte, lo planteado por un referente de la comunidad huarpe Juan Manuel Villegas[10] (JMV) que ha cumplido con distintas funciones como autoridad comunal y posee gran reconocimiento e incidencia en esa instancia de participación en la vida política local, deja entrever la misma lógica de cesión del derecho de uso de los campos de pastoreo si bien su criterio de propiedad de la tierra difiere con el del poblador anterior. Este poblador alude a una propiedad comunitaria de las tierras de Guanacache con origen en una donación realizada por un cacique huarpe: el cacique Sayanca, quien donó quince leguas a la redonda de la capilla de Lagunas del Rosario para que la gente del campo viviese allí y no las enajenaran, pudiendo disfrutar de todo lo que había presente dentro de ese territorio.[11] A su vez, al consultarle sobre el manejo del ganado, el poblador manifestaba que se comparten los campos de pastoreo y las aguadas entre habitantes del área cuando escasean en algún sector del campo (entrevista a poblador C; San José, Lavalle; octubre 2016).
Cabe destacar que, para el caso de la mencionada comunidad huarpe, el uso de los campos de pastoreo intenta ser regulado por su Consejo (entrevista grupal a pobladores B; San José, Lavalle; octubre 2016), al igual que acontece en otros sitios de Guanacache como plantea Tonolli (2017) para los puestos presentes en Telteca.
Por su parte, los integrantes de un grupo de parentesco que desde hace varios años impulsa la conformación de una nueva comunidad huarpe en la zona, apelan a la propiedad familiar de una fracción del territorio de Guanacache y la pertenencia al pueblo huarpe. El área reclamada abarca un sector de la zona sur de Lagunas del Rosario y se encuentra en el marco de negociaciones entre dicha comunidad y la comunidad JMV. Estos pobladores toman a un antecesor común para denominar a la comunidad en conformación, Pablo Carmona,[12] quien argumentan era propietario de esa fracción del territorio para el año 1888.
Un integrante de ese grupo de parentesco sostenía que dentro de los campos que les corresponderían por herencia viven personas con las que no están emparentados, pero ellos no les hacen ningún problema por tener el puesto allí (entrevista a poblador F; Lagunas del Rosario, Lavalle; marzo 2018). A su vez, en un fragmento del estatuto de conformación de dicha comunidad se manifiesta el criterio de cesión del uso de los campos de pastoreo:
También las aguadas son compartidas entre las familias y al ser campos abiertos sin alambrados los animales pueden transitar en el territorio y consumir las pasturas libremente, los montes así como la flora autóctona es protegidos por toda la comunidad teniendo en cuenta que son parte de nuestra naturaleza (estatuto de conformación comunidad Pablo Carmona, 2017, p. 2).
De este modo, independientemente del criterio de propiedad de la tierra que prime entre los pobladores (privada, comunitaria o familiar), en todos los casos se cedería el derecho de uso de los campos de pastoreo. En algunos casos mediando la autorización explícita de la comunidad huarpe JMV y en otros, la autorización implícita de quienes se adjudican la propiedad individual o familiar de dichos campos. Entre estos últimos, también de quienes integran la comunidad huarpe Pablo Carmona. Un derecho de uso que, tal como caracteriza Godelier (1998) a ese tipo de derechos, sería temporal, alienable y transferible entre pobladores y grupos de parentesco de Guanacache.
La cesión del uso de tales áreas de pastoreo puede ser pensada en términos reciprocitarios como un intercambio colaborativo (Godelier, 1998) en el que se favorece a las partes involucradas en la circulación de bienes (Godelier, 1998; Lévi-Strauss, 1993; Sahlins, 1974). En algunos casos, el beneficio mutuo asociado a los intercambios recíprocos colaborativos, involucraría favorecer el aprovisionamiento material de ambas partes, como acontece por ejemplo con el grupo de parentesco de la comunidad Pablo Carmona y quienes tienen su puesto dentro de los campos reclamados. En otros casos, implicaría colaborar con el abastecimiento material de una de las partes y en la configuración de jerarquía (Godelier, 1998; Lévi-Strauss, 1993; Sahlins, 1974), o en la reactualización y legitimación de la jerarquía ya existente (Godelier, 1998) de la otra parte, favoreciendo la diferenciación social interna (Gordillo, 2006). En este sentido, es posible pensar la cesión del uso de los campos de pastoreo por parte de las autoridades comunales y de integrantes de familias emblemáticas del área, respectivamente. Incidiendo con ello en la diferenciación social interna de la población de Guanacache.
A su vez, la intención de conservar el derecho de propiedad de la tierra en el seno de las comunidades huarpes locales o como propiedad de algunos habitantes y grupos de parentesco permite reflexionar sobre la lógica reciprocitaria en torno al derecho de propiedad de los campos de pastoreo. Tomando lo sugerido por Godelier (1998) respecto a la conservación de la tierra en el seno de los grupos sociales que establecen intercambios recíprocos, se puede pensar que en Guanacache los campos de pastoreo conformarían una realidad material necesaria para la reproducción de los habitantes del área dedicados a la cría de ganado menor. En ello, la intención y necesidad de conservarlos, fundamentalmente para quienes las condiciones materiales de existencia se encuentran asociadas a la cría de ganado. Así, se intenta conservar el derecho de propiedad dado que tales campos constituirían una forma de garantizar la continuidad de los pobladores y su descendencia en el área.
Por su parte, para aquellos pobladores cuyas condiciones materiales de existencia no se asocian directamente a la cría del ganado, conservar el derecho de propiedad sobre los campos de pastoreo colaboraría en la reactualización de su jerarquía individual y de su grupo de parentesco. En tanto, conservar el derecho de propiedad comunitaria, colaboraría con las autoridades comunales en la obtención del apoyo de los integrantes de la comunidad JMV y por tanto, en incrementar su estatus personal. Favoreciendo en ambos casos la diferenciación social de la población de Guanacache.
Las dinámicas que se despliegan en torno a los derechos de uso y de propiedad de los campos de pastoreo en Guanacache configurarían formas específicas de vinculación de sus habitantes con los bienes naturales, en las que se manifiesta la incidencia de una lógica reciprocitaria. Lógica que conforma un conglomerado articulador de conocimientos, criterios y acuerdos que mediatizan las prácticas pastoriles locales, favoreciendo la ocupación y permanencia de los pobladores y grupos de parentesco en el área.
Por lo argumentado hasta aquí, es posible sugerir que independientemente de quién sea el propietario de una fracción del territorio, los animales se moverían libremente en el campo dada la ausencia de alambrados que impidan su traslado (Katzer et al., 2017; Saldi, 2012; Tonolli, 2017), de la necesidad de modificar los itinerarios de las tropillas en función de la disponibilidad de alimentos en el año y entre años, de los sitios a los que sueltan sus animales los vecinos colindantes, pero también por la presencia de una lógica reciprocitaria mediando el uso de las áreas de pastoreo.
De este modo, en el marco de una lógica reciprocitaria, se puede definir a los campos de pastoreo como espacios en los que se despliegan múltiples sentidos: otorgan posibilidades materiales de existencia a los habitantes del área y una forma de vida específica ligada a la cría de ganado menor a campo abierto; reactualizan la jerarquía de los grupos de parentesco con prestigio en el área y también el estatus de pobladores que ejercen funciones como autoridades comunales, incidiendo en la diferenciación social de la población local; visibilizan tensiones y conflictos; y presentan asociado un derecho de uso que sería temporal, alienable y transferible entre los habitantes del área.
Lo expuesto en los apartados previos evidencia que el manejo de los campos de pastoreo en Guanacache resulta de un entramado socioambiental particular. Trama articuladora que contiene algunas bases o fundamentos de la organización y racionalidad de las prácticas pastoriles locales. Poner a la vista tales características permite abrir el debate sobre dos aspectos emergentes de algunas indagaciones locales de las ciencias ambientales desarrolladas en el área. Por un lado, el discurso sobre el carácter inapropiado y carente de racionalidad de dichas prácticas al analizar los procesos de degradación ambiental que atraviesa Guanacache. Y por otro lado, las perspectivas teórico-epistemológicas que señalan la incidencia de los sistemas ecológicos, sus dinámicas y elementos como factores fundamentales y determinantes en la configuración de los modos de ocupación de los espacios habitados del noreste mendocino (Abraham et al., 2009; Goirán et al., 2013; Guevara et al., 2009; Villagra et al., 2009; Villagra et al., 2013).
En relación al primer tema, interesa señalar que en tales indagaciones se caracteriza a las prácticas pastoriles locales como estrategias de uso de bienes naturales que no son apropiadas ni racionales, al considerar que conducen a incrementar la degradación de la tierra en el mediano y largo plazo. Al abordar los efectos de los grupos humanos sobre los ecosistemas de la zona, se asocia su degradación con las prácticas de manejo de los bienes naturales desplegadas por los habitantes del área actuales y pretéritos (Abraham et al., 2009; Goirán et al., 2013; Guevara et al., 2009; Villagra et al., 2009; Villagra et al., 2013).
Guevara et al. (2009) asocian el sobrepastoreo a las condiciones socioeconómicas y culturales de los habitantes de las zonas del Monte, indicando que esto trae aparejados impactos en la vegetación, en el suelo y en la productividad de esos sistemas pecuarios para el futuro. Por su parte, Villagra et al. (2009) y Villagra et al. (2013) se refieren al sobrepastoreo y la deforestación como disturbios es decir, prácticas humanas y naturales que afectan a la estructura o función de ecosistemas del Monte. Abraham et al. (2009) señalan que los mayores problemas de desertificación en el noreste provincial se deben al sobrepastoreo y a la deforestación, y que las estrategias de uso de los bienes naturales de pobladores locales son inapropiadas en el sentido de que conducen a incrementar la degradación. Por su parte, Goirán et al. (2013) establecen una correlación negativa entre la cantidad de puestos y la cobertura vegetal, sugiriendo que si se incrementa la densidad y agregación de puestos, la superposición de áreas de pastoreo facilitaría la degradación de los ecosistemas del noreste provincial.
Términos como disturbios, sobrepastoreo o deforestación, prácticas no racionales o poco eficientes ejemplifican la connotación negativa otorgada en dichas indagaciones a las actividades desplegadas por los habitantes de Guanacache, al considerar que degradan los ecosistemas, afectan su estructura y dinámicas. Investigaciones en las que se pone énfasis sobre los efectos negativos de las prácticas locales de manejo de bienes naturales al analizar la degradación ambiental del área.
En consonancia con la reflexión de Quiroga Mendiola (2012) respecto a la presencia de una concepción generalizada en torno a que el pastoreo provoca o amenaza con producir degradación en ecosistemas de zonas áridas y semiáridas, sería interesante reflexionar si la acepción del pastoreo como sobrepastoreo está operando como supuesto de partida en las indagaciones locales. En el marco de su análisis sobre los pastores altoandinos de Salta y Jujuy, la autora recurre al concepto de co estructuración de la vegetación y la herviboría de De Knegt, Groen, Van de Vijver, Prins y Van Langevelde (2008), para demostrar que puede presentarse un manejo del ganado que permita la regeneración de tejidos de la vegetación garantizando la conservación en el tiempo, de reservas suficientes para el rebrote en períodos favorables (Quiroga Mendiola, 2012, p. 260). Asimismo, la autora señala que en el manejo de co crianza de pastos-rebaños-pastores entran en juego una red de conocimientos históricos, así como acciones familiares y comunitarias que permiten sostener la actividad de cría de ganado en el noroeste argentino (Quiroga Mendiola, 2012).
Sería interesante impulsar estudios a nivel local recurriendo a tales conceptos para comparar si las conclusiones a las que se arriba desde este enfoque continúan asociando pastoreo con sobrepastoreo y degradación ambiental. Para el caso de Guanacache, tal como ha sido desarrollado en los apartados anteriores, el manejo de los campos de pastoreo también involucra una trama articulada de conocimientos socioambientales, criterios, relaciones sociales y parentales, acuerdos familiares y comunitarios, así como una lógica reciprocitaria. Conglomerado socioambiental que ha permitido la permanencia de la población en el área aún ante el desecamiento del sistema de humedales. Lo cual, como una primera aproximación que requiere ser profundizada con estudios desde el enfoque de co estructuración de la vegetación y la herviboría, permite sugerir un manejo de co crianza de áreas de pastoreo-majadas[13]-puesteros para el área de Guanacache.
Otro argumento para debatir la asociación entre degradación ambiental y prácticas pastoriles locales, es contemplar que si bien en la mayoría de tales indagaciones se mencionan los efectos de la configuración de las zonas irrigadas en detrimento de las áreas localizadas por fuera de ellas, dados por la tala de bosques, la reducción de los caudales que llegaban en el pasado a la zona, entre otros (Abraham et al., 2009; Goirán et al., 2013; Villagra et al., 2009), se lo hace desde una perspectiva sincrónica. En el sentido de que los postulados y conclusiones más importantes de dichas indagaciones son elaborados como si los procesos históricos de conformación y consolidación de los oasis centrales de Mendoza y San Juan, así como la actual concentración del agua en esos oasis, no tuviesen mayores responsabilidades y hubiesen dejado de incidir sobre el estado actual de degradación ambiental de Guanacache. El proceso de desecamiento continúa vigente y se reactualiza en tanto se sigue empleando casi la totalidad de los caudales aguas arriba del área en cuestión.
En dichos estudios, la descripción histórica sobre la configuración de estas áreas deviene en un telón de fondo en el que acontece la degradación ambiental. Si bien estos aspectos son mencionados al evaluar la incidencia de distintos sucesos y actividades humanas en la degradación ambiental actual de Guanacache, sus efectos son minimizados si se los compara con los efectos de otras acciones consideradas como causantes de tal degradación. Con lo cual, quedan opacados o desdibujados el conjunto de responsabilidades y su incidencia relativa sobre los procesos de degradación del área.
Cabe destacar que, si bien los propios habitantes de Guanacache ejecutaron prácticas de extracción de leña o prosiguieron con la cría de ganado en un contexto de desecamiento del área, lo hicieron para permanecer en Guanacache. Esto, luego de ver considerablemente reducida la disponibilidad de material forrajero para alimentar al ganado (Sales, 2019) y de perder otra de sus fuentes de aprovisionamiento material: el desarrollo de actividades agrícolas (Escolar y Saldi, 2016). Además, no se debería perder de vista que dicho proceso aconteció en un contexto en el que se priorizaron intereses de sectores de la sociedad que propugnaban por el desarrollo de los oasis, acompañados de la voluntad política que facilitó su concreción, desecando las áreas que quedaban por fuera de ellos y empleando los bienes naturales allí presentes para el desarrollo de los oasis (Escolar y Saldi, 2016; Martín y Martín, 2012).
Al poner el énfasis en la responsabilidad de los pobladores del área sobre la degradación ambiental, es sobre ellos y sus prácticas sobre quienes se plantea la necesidad de actuar para revertir dicho proceso. Es posible encontrar propuestas que van desde la concientización y educación ambiental hasta otras que proponen generar cambios culturales en la población local (Abraham et al., 2009). Lo cual, supone condicionar aún más el desarrollo de las actividades cotidianas con las que dichos pobladores intentan garantizar su aprovisionamiento material, así como el acceso a las condiciones materiales de existencia ligadas a la cría de ganado en el área.
Respecto al segundo tema por debatir, otro supuesto subyacente a la perspectiva de tales indagaciones consiste en que las características ambientales inciden unidireccionalmente en la emergencia de prácticas socio-culturales particulares de la población de Guanacache. Tal perspectiva está presente en todos los trabajos, en algunos casos de manera explícita y en otros se puede leer entre líneas.
Abraham et al. (2009) plantean que existen notables convergencias entre las zonas áridas del sur y norte de América tomando como ejemplos el desierto del Monte, el de Chihuahua y el de Sonora en lo que hace a condiciones bióticas, así como en las condiciones de adaptación de las poblaciones humanas locales en relación a los usos de la tierra y a los sistemas de producción. Goirán et al. (2013) plantean que en zonas áridas el agua constituye el determinante principal de los procesos ecológicos, así como de las actividades culturales, sociales y económicas. Por tanto, la distribución de asentamientos humanos en tales zonas estaría dada principalmente por la posibilidad de acceder al agua y en forma subordinada por la disponibilidad de otros bienes naturales. Por su parte, Villagra et al. (2013) plantean que en zonas áridas y semiáridas las precipitaciones determinan la composición de especies de las comunidades vegetales, la tasa y estacionalidad del crecimiento de la vegetación, el tamaño y distribución de las poblaciones animales, los ciclos de nutrientes y también los hábitos culturales, estrategias de supervivencia y la calidad de vida de los habitantes de esas zonas.
En todos los casos se pone de manifiesto la idea de que las condiciones de aridez habilitan la emergencia de prácticas socio-culturales concretas vinculadas a los usos de los bienes naturales, a los sistemas productivos y a las estrategias de supervivencia de la población del área. Sobre esa base de determinantes ambientales actuarían las relaciones sociales condicionando la forma y uso de dichos bienes y por tanto, la ocupación del espacio.
Esta perspectiva merece una serie de reflexiones en relación al modo en que se abordan las formas de vinculación de los pobladores locales con los bienes naturales para criar ganado. Por un lado, si bien dicho enfoque contempla las posibilidades de incidencia de las características de aridez del entorno sobre las prácticas socio-culturales, no refiere a la incidencia de las transformaciones ambientales sobre tales prácticas. En este caso, la incidencia de la degradación ambiental sobre las estrategias que la población ha desarrollado para permanecer en el área.
Por otro lado, tal perspectiva deja en un plano secundario y en algunos casos omite la incidencia de las relaciones sociales sobre la configuración de los modos en que los grupos sociales se vinculan con su entorno. Si bien se hace referencia a la presencia de condicionantes o determinantes sociales (Abraham et al., 2009; Goirán et al., 2013; Villagra et al., 2009), en el desarrollo de los análisis no se contempla el modo en que dichas relaciones inciden sobre las formas de manejo y uso de los bienes naturales.
Es relevante reflexionar sobre el enfoque de tales indagaciones dado que, tal como sugieren Gutierrez Velazquez (2003), Merino (2004), Lazos y Paré (2000) y Sahlins (1974), la intensidad de ocupación del espacio y la forma en que se emplean los bienes materiales allí presentes, entre ellos los bienes naturales, está dada por las condiciones ecológicas del lugar, por la cultura y las características de la organización social y política de los grupos sociales que lo habitan. En este sentido y contemplando lo argumentado a lo largo de este trabajo, el manejo de los bienes naturales y por tanto, la ocupación del espacio, resultaría de la articulación y mutua incidencia entre condiciones ecológicas locales con aspectos que hacen a la organización socio-política y cultural de la población del área más que de la incidencia unidireccional de condicionantes ambientales sobre condicionantes sociales.
Lo expuesto en este trabajo evidencia que las prácticas pastoriles de la población de Guanacache ligadas al manejo de los campos de pastoreo presentan una racionalidad y criterios de organización acordes a las características socioambientales del área. En ello, se manifiesta una forma específica de vinculación con la naturaleza mediada por las particularidades culturales y socio-políticas de la población del área, así como por las características específicas de los ecosistemas con los que interactúan.
Los itinerarios de las tropillas de cabras resultan de una compleja trama articulada de conocimientos socioambientales sobre el estado de los campos de pastoreo asociados a saberes relativos a la ocurrencia de eventos meteorológicos y al comportamiento de la vegetación y de los animales en relación a ellos; a la ubicación de los puestos colindantes y de los sitios donde pastorea el ganado de los vecinos; a acuerdos familiares y comunitarios; y a una lógica reciprocitaria en torno a la cesión de los derechos de uso de las áreas de pastoreo. Por estos motivos, se puede sugerir que tales prácticas pastoriles lejos están de ser aleatorias, carentes de cierta organización y coordinación.
Las dinámicas en torno a los campos de pastoreo sirvieron como eje de análisis para poner en debate algunas ideas plasmadas en las indagaciones locales de las ciencias ambientales. Aun cuando la intención de este conjunto de investigaciones es la de generar nuevos conocimientos para colaborar en la mitigación de los procesos de degradación que afectan al área, los enfoques epistemológico y teóricos empleados alimentan conclusiones que señalan con énfasis a las prácticas de los habitantes de Guanacache como responsables de dicha degradación. Conclusiones que dejan en segundo plano la incidencia y relevancia de los procesos históricos de concentración del agua en las zonas irrigadas sobre tal degradación, así como su reactualización en el modo en que actualmente se administra el agua de riego.
Por lo tanto, se deberían relativizar las conclusiones respecto a la adjetivación y caracterización de las prácticas pastoriles locales, así como de sus efectos sobre la degradación ambiental del área. Dado que tales discursos no quedan en lo meramente retórico, sino que pueden incidir en las representaciones sociales de profesionales y/o funcionarios de organismos estatales municipales y provinciales encargados de la gestión territorial. Lo cual supone, en el peor de los casos, dificultar aún más las condiciones de vida de esta población al restringir el desarrollo de sus actividades de aprovisionamiento material en pos de detener y/o revertir la degradación ambiental de la que se la responsabiliza.
A su vez, la cesión del uso de los campos de pastoreo evidencia la presencia de una lógica reciprocitaria que otorga sentido y mediatiza los vínculos sociales que los pobladores establecen en torno a la cría del ganado menor. Una lógica con un papel preponderante sobre una de las instancias ligadas al aprovisionamiento material de la población local, así como en la reactualización de la jerarquía de algunos habitantes y grupos de parentesco, incidiendo con ello en la diferenciación social de la población de Guanacache.
El enfoque empleado en esta indagación colabora en visibilizar los aportes que las ciencias sociales pueden realizar a la comprensión de fenómenos socioambientales. Concretamente, para abordar la multiplicidad de aspectos y sus articulaciones respecto al modo en que los habitantes de Guanacache se vinculan entre sí, con el entorno y los bienes naturales, en tanto forma específica de relación sociedad-naturaleza.
Este trabajo presenta resultados parciales de mi tesis doctoral defendida en 2019 en la Universidad Nacional de Quilmes.