MUJERES DE POSTAS EN EL PARAGUAY CASO: MARÍA FRANCISCA CHAPARRO, PASO DE SANTA MARÍA

Jorge García Riart

MUJERES DE POSTAS EN EL PARAGUAY CASO: MARÍA FRANCISCA CHAPARRO, PASO DE SANTA MARÍA

Revista Estudios Paraguayos, núm. 1, 2020

Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción"

Resumen: En el Paraguay, a mediados del siglo XIX, existieron mujeres encargadas de puestos del correo oficial, eran llamadas maestras de postas. Ocuparon esa posición por derecho propio o por fallecimiento de sus maridos, cuando el cargo tradicionalmente correspondía a un varón. A pesar de su influencia social y política en los parajes de su actuación, fueron generalmente ágrafas. El caso de María Francisca Chaparro da señales para comprender una parte de la historia social del Paraguay, menos mítica, con relación al liderazgo de las mujeres. Es importante esta recuperación de la memoria no solo por la relevancia de la red postal en el Paraguay independiente sino por las circunstancias sociales en que las mujeres asumieron la responsabilidad de dirigir las postas oficiales cuando por tradición correspondió dicha tarea a los hombres o sus descendientes masculinos.

Palabras clave: maestras de postas, postas, historia social.

Abstract: In Paraguay, in the mid-nineteenth century, there were women in charge of the official post offices, called postwomen. They held that position in their own right or upon the death of their husbands, when the position traditionally belonged to a man. Despite their social and political influence in the places of their performance, they were generally unlettered women. The case of Maria Francisca Chaparro gives clues to understand a less mythical part of the social history of Paraguay in relation to the leadership of women. This recovery of memory is important not only because of the importance of the postal network in independent Paraguay but because of the social circumstances in which women assumed the responsibility of directing the official posts when, by tradition, this task corresponded to men or their male descendants.

Keywords: postwomen, posthouse, social history.

1. Introducción

Este es un estudio descriptivo sobre un tipo de empleo no tradicional: las maestras de postas. Se trata de una labor que involucró a mujeres, en la primera mitad del periodo independiente del Paraguay (1843-1856), en el control y el cuidado de determinadas casas de posta o puntos postales de las carreras de correo que permitió unir la capital Asunción con otros sitios geográficos que, con el tiempo, se constituyeron en pueblos o ciudades.

Es importante esta recuperación de la memoria no solo por la importancia de la red postal durante el primer gobierno constitucional del Paraguay sino por las circunstancias sociales en que las mujeres asumieron la responsabilidad de dirigir las postas oficiales cuando por tradición correspondió esta tarea a los hombres o sus descendientes masculinos, llamados maestros de postas.

No obstante, también hubo maestras de postas que tuvieron a su cargo las caballerías y uno o varios postillones, estos últimos siempre varones menores de edad que son los que corrían literalmente la carrera entre en un punto postal y otro, lo cual puede comprobarse por medio de los recibos de postas que hay en el Archivo Nacional de Asunción. En estos registros, No se encuentran casos de postillones femeninos, pero si el empleo de pardos, indígenas o soldados masculinos.

No todas las pulperías fueron postas, más bien en la campaña, fueron derivadas del modelo de ocupación, ya que las paradas actuaron muchas veces como posadas o puntos de abastecimiento. Las mujeres regentes de pulperías también tuvieron otra connotación que no nos interesa estudiar en esta ocasión.

Nuestro foco está en las circulares emitidas por el Director de Correos a favor de los maestros de postas que se conservan en el Archivo Nacional de Asunción como medios de verificación primarios de la existencia de mujeres ocupadas en el servicio de posta del Paraguay en la década de 1840.

Un caso encontrado trata de María Prudencia Recalde, maestra de posta de Isla Alta, jurisdicción de Saladillo, quien aparece en los recibos de postas que salen de Asunción y se dirigen a Pilar (Carrera de Costa Abajo). Según su propia declaración, llevaba cuatro meses en funciones a junio de 1843 (ANA, SH, vol. 259, n. 12(2), f. 121 | ANA, SH, vol. 259, n. 12, f. 105).

Otro caso encontrado, también en 1843, trata de María Francisca Chaparro, maestra de posta del Paso de Santa María, jurisdicción de Misiones, quien aparece en los recibos de postas que salen de Asunción y se dirigen a Encarnación; aparentemente estuvo enrolada en el servicio público por más de 40 años (ANA, SH, vol. 259, n. 12[3], f. 137v).

En 1845, en una relación de recibos de posta que parten desde Asunción y se dirigen hasta Concepción, de la Carrera de Costa Arriba, ubicamos a Josefa Acosta Bernabé, maestra de posta de Tacuara (ANA, SH, vol. 275, n. 4, f. 100v.).

En las tres referencias expuestas, las mujeres confesaron ser ágrafas por lo que delegaron la firma de los recibos a sus postillones o hijos más cercanos, por esa razón no conseguimos todas las imágenes de sus rúbricas.

Rosa Manuela Fleitas era esposa de José Mariano Zorrilla, quien en 1853 tutelaba la Posta de Capiibebé (en la Carrera del Sur), aproximadamente a una legua de la Posta del Paso de Santa María, donde su hermano Juan José Fleitas era el maestro de posta. En este asunto, suponemos que la señora sí sabía firmar ya que por ruego de su marido refrendó el recibo (ANA, SH, vol. 309, n. 9, f. 19).

Más adelante, en 1856, en el Línea del Centro notamos que María Benigna Guerreros suscribía la Posta de Caazapá (ANA, SH, vol. 320, n. 24, f. 288). Y, el mismo año, en la Carrera de Costa Abajo salta el nombre de María Marta Ávalos de la Posta de Atinguy, Ñeembucú (ANA, NE, vol. 1080, f. 138). Como en casi todos los casos anteriores, la maestra de posta no firma el comprobante de correspondencia

En las siguientes hojas, hacemos un repaso de la función y las características de las postas y nos centramos en la influencia de la familia Fleitas-Chaparro en el Paso de Santa María sobre el río Tebicuary Guazú, a la luz de documentos del Archivo Nacional de Asunción principalmente para responder cómo o por qué alcanzó Francisca Chaparro la posición de maestra de posta –que puede ser extensible a las demás situaciones de maestras de postas– y qué significado tiene esto para la historiografía local.

Tabla N° 1: Maestras de postas del Paraguay

Nombre Posta Carrera Año María Francisca Chaparro Paso de Santa María Del Sur 1843 María Prudencia Recalde Isla Alta Costa Abajo 1843 Josefa Acosta Tacuara Costa Arriba 1845 Rosa Manuela Fleitas Capiibebé Del Sur 1853 María Benigna Guerreros Caazapá Centro 1856 María Marta Ávalos Atinguy Costa Abajo 1856 Importar tabla

Fuente: Elaboración propia con base a lo expuesto

2. Relatos míticos

Las narraciones que podemos extraer de los extranjeros que visitaron el Paraguay decimonónico, dan cuenta casi siempre de un perfil clásico de la mujer paraguaya. Claro es que cada uno se centró en sus propios intereses, sin embargo es posible rescatar algunos apuntes para la historia social.

Hay un relato del británico Charles Mansfield, en Paraguay, Brazil and The Plate, letters written in 1852-1853, de su encuentro con la mujer del postmaster (maestro de posta) en 1852 cuando cruzó el río Tebicuary cerca de su desembocadura en el río Paraguay. El químico escribió que vio a las hijas y a la esposa del encargado de la posta; esta última llevaba un hijo en brazo, por lo que suponemos que su rol estaba suscripto a tareas caseras. Apuntó Mansfield, además, que comió una torta de mandioca cocinada por la mujer (Mansfield, 1856, p. 321).

Por su lado, George F. Masterman –farmacéutico principal del Ejército– en Siete años de aventura en el Paraguay también contó que, en 1864, en una fonda o posada cerca de Caacupé fue atendido por la hija del encargado, “una rubiecita muy bonita”, quien le trajo agua, toalla y cigarros y con quien quedó toda la noche hablando a pesar de que él no entendió guaraní (Masterman, 1870, p. 61).

Alfred Du Graty, en La Republique du Paraguay, describió a las femmes paraguayannes (mujeres paraguayas) como más comunicativas que los hombres lo que les da mayor ventaja en la sociedad, “no obstante, ellas saben suplir los deberes y las ocupaciones que le impone su posición o su estado; ellas son muy hábiles en todos los trabajos de bordado y costura” (Du Graty, 1862 p. 265).

En realidad, dentro del matrimonio, la libertad de actuación social de las mujeres estaba considerablemente restringida. Dice la investigadora alemana Barbara Potthast que en general la mujer le debía al marido obediencia y agradecimiento por su protección (2011, p. 159), lo cual contrasta con los relatos idealistas de extranjeros que perduraron en la historiografía local.

En algunos casos, la protección no era tan estable. El norteamericano Charles A. Washburn, en The history of Paraguay, cuenta el padecimiento de Doña Pancha quien junto con su marido Francisco Javier Acuña, administrador general de Correos, cayó prisionera de Solano López, en 1866. “Ella parecía estar siempre trabajando”, refirió. Pero en plena guerra, la situación de la familia y de sus sirvientes llegó a extremos de pobreza que debieron ser auxiliados (Washburn, 1871, p. 144).

3. Estructura y organización de las postas

El explorador Mansfield hizo una interesante descripción funcional y arquitectónica de una post-house (casa de posta) típica del Paraguay:

Como las casas de correos son buenos ejemplos de los hoteles rurales, y este fue un buen ejemplar de una casa de correos, les daré una idea de ello (…) Consiste en dos cabañas con techo de paja, una al lado de la otra, con aproximadamente un pie de espacio entre los aleros de los dos, parte de cada uno de los cuales está amurallado, formando una habitación; la otra parte está abierta a los lados, el techo está apoyado por cobertizos. Una de las habitaciones está ocupada por la familia, y contiene sus camas; la otra es la llamada cocina, un lugar sin chimenea o chimenea, donde un fuego hecho de trozos de madera en el suelo hierve cosas en macetas de tres patas, y asa carne en palos pegados en el suelo de forma inclinada (…) Bajo el cobertizo, las hamacas, generalmente hechas de algodón o de una piel cortada en forma de red (como los papeles de mosca del techo: los cortes representados por golpes), se cuelgan de los postes; y los lasos, bolas, recados, caballos, etc., se cuelgan a las vigas (…) (Mansfield, 1856, pp. 321-322)

Notamos así que la estructura de la posta no solo era práctica como oficina postal sino también como hogar. No obstante, cada posta estaba a cargo de un maestro de posta, responsable de emitir recibos, llevar un libro de matrícula, registrar el número de dependientes y aspirantes, castigar la mala conducta de los postillones, entre otros deberes.

El maestro de posta también inventariaba el ganado y los efectos de cualquier clase destinados al servicio. El encargado firmaba generalmente un contrato por 4 años prorrogables hasta 15 años y recibía una mínima paga del Estado aunque en la generalidad el servicio corría bajo su propia costa.

Por su lado, el postillón –habitualmente un niño entre 12 y 17 años de edad– estaba exento del servicio militar. Hay registros en el Archivo Nacional de Asunción que certifican que también fueron empleados mulatos o pardos en el servicio de posta, y, por ciertos actos declarados delitos, fueron severamente castigados. Son estos muchachos los que hacían la carrera entre un puesto y otro para cumplir con la transmisión de la correspondencia.

Para tener una idea más acabada del oficio de maestro de posta, el Reglamento para el Servicio de Postas publicado en España es extensivo a la carrera postal en el Paraguay independiente que aún emulaba prácticas institucionales extranjeras. Algunos artículos relevantes son:

Art. 1. Los oficios de maestros de postas serán de provisión real, á propuesta de la dirección general de correos. Los maestros de postas solo podrán ser removidos en los casos y la forma prevenida en la ordenanza del ramo y en el presente reglamento. El director general de correos y postas les expedirá los correspondientes títulos con arreglo al modelo adjunto.

Art. 2. Los maestros de postas presentarán sus títulos al alcalde del pueblo donde residan, y al administrador principal de correos á cuya demarcación pertenezcan. Ambos funcionarios tomarán razón en el registro de su respectivo encargo, y en los títulos pondrán nota de haberse realizado esta formalidad. Sin ella no disfrutarán los maestros de postas de los derechos que se les conceden (…)

Art. 8. Los maestros de postas no pueden ceder ni traspasar temporal ni perpetuamente sus paradas sin que preceda la aprobación del gobierno.

Art. 9. Cuando por un accidente imprevisto quede abandonada una parada, los dos maestros de postas colaterales deberán comunicarse entre sí inmediatamente y sin esperar la orden del administrador de correos del distrito. El aumento de servicio que en estos casos ocurra se satisfará en los mismos términos que los extraordinarios de sus propias paradas. Igual cuenta se les hará cuando hayan de atender á un servicio imprevisto, y tengan que emplear mayor número de caballerías del consignado en las tarifas (…)

Art. 11. Corresponde á los maestros de postas la facultad de nombrar y despedir a los postillones: estos nombramientos deben recaer en sugetos de buena conducta y de robustez, que tengan por lo menos 16 años de edad y no pasen de 50. Ningún maestro de postas podrá nombrar postillón de su parada al que hubiere sido despedido de otra, á menos de presentarle una certificación de buena conducta librada por el maestro que lo despidió de su servicio (…).

(El Clamor Público, Edición Madrid, miércoles 31 de Julio de 1844, p. 1.)

Las casas de postas no fueron necesariamente pulperías, aunque cabe reconocer que, en la campaña, algunas de estos puestos derivaron en una especie de almacén y bodega para proveer a los viajantes además de entretenimiento. En la Figura No 1, por ejemplo, se percibe una situación alegre en la que participan dos mujeres en una posta de campaña.

Como explica Herib Caballero Campos en Los Bandos de Buen Gobierno algunas pulperías –que surgieron originalmente como tales– se orientaron hacia prostíbulos principalmente en Asunción o a operar clandestinamente (2007, p. 62). En su trabajo cita una pulpería que a fines del siglo XVIII estaba a cargo de la viuda de Francisco Avezada (2007, p. 64).

La verdad es que las maestras de postas tuvieron responsabilidades más serias. Es un caso raro encontrar maestras de postas, pero las hubo. Fueron influyentes, pero no siempre respetadas. Ciertos administradores las despreciaron (Galván Moreno, 1944, p. 703). Quizás por ello, sus historias se perdieron en los documentos. Ejercer ese rol requirió de cierta pericia: era común que además de su tarea pública se dedicaran a hacer las tareas de la casa y realizar tejidos para luego venderlos a los vecinos o forasteros (Barrancos, 2007).

4. El Paso Fleitas

Las tradicionales postas de las Misiones utilizadas por los jesuitas hasta su expulsión en 1767 fueron agregadas a las postas oficiales del Correo Real para, de ese modo, unir Asunción con el sur de la Provincia del Paraguay y con Buenos Aires. Pero no fue sencillo. Hubo que realizar algunos esfuerzos para mantener el servicio a cargo de los indígenas a pesar de la extinción de sus comunidades.

El Administrador de Correos de Buenos Aires autorizó que se entregaran raciones hasta tanto se decidiera colocar las postas a cargo de conductores españoles (ANA, AHRP, vol. 112). El finiquito de esta indecisión coincidió con la firma de contrato con criollos como sucedió con referentes de la familia Fleitas-Chaparro en el Paso del Tebicuary, conocida desde el umbral de los siglos XVIII y XIX como Paso de Santa María, porque el punto de cruce del río correspondía a los límites del pueblo de Santa María.

En 1807, en tiempos del Gobernador español Bernardo de Velazco, José Francisco Fleitas fue designado maestro de posta en el Paso. Así, la Posta del Paso de Santa María estuvo a cargo de la familia Fleitas-Chaparro procedente de la banda norte del río Tebicuary. Por ello, durante mucho tiempo se conoció como Paso de Fleitas o Posta de Fleitas en Tebicuary.

J. F. Fleitas podría tratarse de un descendiente de Tomás Fleitas quien arrendaba tierras junto al Tebicuary desde 1788 (ANA, NE, vol. 3370, f. 133v.). Una lista de recaudación de tabaco, por el periodo 1814-1816, en el partido de Caapucú, da cuenta que estaba casado y tenía dos hijos y cinco hijas (ANA, SH, vol. 223, n. 13, f. 11). También hay comprobantes de alcabalas que certifican que compraba y vendía tierras en la banda norte del río. En julio de 1816, Fleitas transfirió siete cuerdas de sus tierras en Caapucú a favor de Manuel Pintos Bergara y, en setiembre, adquirió a su favor siete cuerdas de las tierras que pertenecieron a María Feliciana Bergara.

Fleitas, además de manejar la Posta, arrendó desde mediados de 1811 la estancia Rinconada de Capiibebé, jurisdicción del Cabildo de Santa María, ubicada a una legua del río Tebicuary, contigua hacia el norte con el arrendamiento de Juan José Chaparro. Al parecer, más adelante, su hija, Rosa Manuela, heredó el campo.

Al menos hasta 1816, permaneció también en el puesto de pasero o guardapaso. Aquel año, el maestro de posta se vio obligado a testificar en el caso del extravío de un pliego dirigido al Supremo Dictador José Gaspar Rodríguez de Francia. La declaración del soldado de urbano, Francisco Antonio Martínez, asentó la existencia de la posta a cargo de Francisco Fleitas de esta manera:

Preg.do Declare que Posta entrego dicho Pliego, como se llama y si trajo recibo p.r donde conste haver entregado y quien dio dho recibo dijo: Que entrego a la Posta del Tebiquari y que se llama D.n Fran.co Fleitas y que trajo recibo en Octaba y le fue entregado a D.n Tomás Marmol p.r el cavo de la partida… (ANA, SH, vol. 226, n. 7, f. 1)

Algunos exploradores extranjeros atravesaron presumiblemente la posta de Fleitas entre 1840 y 1850 puesto que habitualmente seguir el camino de las postas era más seguro. El francés Eugène Guillemot, desde Itapúa, utilizó la vía de las Misiones en 1850; contó que vadeó con prisa el Tebicuary y llegó hasta la Capella de Tarapegua (Carapeguá). Se enorgulleció de ser “el primer extranjero que penetrara por este camino del Paraguay” (Guillemot, 1851).

Otro explorador extranjero por estas tierras fue el belga Alejandro Baguet quien, en 1846, desde Villa Encarnación llegó a Carmen, de ahí avanzó hacia Santa Rosa de Lima, luego a Cerrito (jurisdicción de Santa María) y, más tarde, “algunas leguas al norte pasamos el río Tebicuary Guazú” (Baguet, 1889, pp. 72-79). También, otro forastero que utilizó el antiguo Tape Tuja de las Misiones convertido en Camino Real fue el norteamericano Thomas Jefferson Page, en 1855, quien asentó en su diario este relato:

Cerca de la Capilla San Miguel cruzamos el Tebicuary, el que en este estío tiene una profundidad de tres a cuatro pies. Este río forma la frontera norte y oeste de las Misiones. Seis millas más adelante paramos para la comida y la siesta en la casa de un rico estanciero, el Señor Cavañas, donde encontramos un lujo desacostumbrado. (Page, 2007, p. 252)

Entre junio y julio de 1869, una flotilla brasileña remontó el río Tebicuary Guazú desde el río Paraguay en búsqueda de una expedición terrestre que venía marchando desde Itapúa al mando del comandante brasileño José Gómez Portinho (oriundo de un pueblo de las misiones orientales llamado Santa María). Unos acorazados quedaron estacionados frente al Paso Fleitas y otro llegó hasta el paso del camino a Villarrica, jurisdicción de San Miguel (posiblemente Arazapé), donde embarcó a las tropas y lo condujo a Asunción (Cardozo, 1981, pp. 185, 295). Cabe decir que hasta el final de Guerra Grande, el Paso del Tebicuary también fue conocido como Paso de Fleitas.

Figura N° 1: Mujeres en una posta

Fuente: Devoto y Madero, 1999, p. 51.

5. La maestra de posta

Cuando, en 1843, corrió una circular del gobierno consular a los maestros de postas de la “carrera a la Villa de la Encarnación”, María Francisca Chaparro[2] –esposa o viuda de José Francisco Fleitas– declaró que se dedicaba al servicio hace 36 años (desde 1807). El recibo en este caso dice:

Posta del Paso de Santa María y Julio 3 de 1843: Recibí el circular que encabeza este expediente del Sor. Administrador de Correos de la Capital y en cumplimiento de lo en ello prevenido digo: que me llamo María Francisca Chaparro que a la posta siguiente hay tres leguas y tengo este servicio a mi costa treinta y seis años y para igual cumplimiento di giro a la misma fha de arriba a la siguiente posta, y lo firma por mí mi hijo Ysidro Tomas Fleitas por no saber firmar en su comprobación. Por mandato de mi madre María Fran.ca Chaparro, Isidro Tomas Fleitas. (ANA, SH, vol. 259, n. 12, f. 5)

Precisamente, en junio de aquel año, el administrador general de Correos, Juan Manuel Álvarez, solicitó un relevamiento de los maestros de postas de la Carrera del Sur, que arrojó como resultado la existencia de 42 postas, en una distancia aproximada de 66 leguas, algunas de ellas con vigencia desde 1791 –según los recibos firmados–, otras a cargo de indígenas –a juzgar por los nombres no españoles– y una posta a cargo de una mujer en el Paso de Santa María (véase Tabla 2).

Un censo (matrícula de la feligresía foránea) practicado por el cura de Santa María, en 1846, dio cuenta que en la casa de María Francisca Chaparro, maestra de posta en el Paso del Tebicuary, estaban agregados 5 esclavos: José Felipe, Francisco Ignacio, María de la Cruz, María Josefa y María Nicomedes; también 3 libertos: José Antonio, José León, Filiberta Madrono, así como 2 indios libres: Francisco Javier Monjara y María del Pilar, entre otros (ANA, NE, vol. 3293, f. 117). Esto nos hace suponer que las citadas personas fueron empleadas en el servicio de correo, en el cruce del río y en otras labores domésticas de la familia Fleitas-Chaparro.

En el caso de sus posesiones patrimoniales en Misiones, la familia Fleitas tuvo mucha influencia en la zona, al menos hasta la segunda mitad del siglo XIX. En 1848, la razón de la cuatropea decimal (impuesto por venta de ganado), según declaración de hacendados, indicó que María Francisca Chaparro tenía 13 terneras, 8 potrillos y 16 ovejas, mientras que su hijo Juan José, 2 terneras (ANA, SH, vol. 390, n.1 [continuación], f. 380).

En 1853, Juan José Fleitas -hijo de Francisca- fungió de maestro de posta del Paso de Santa María (ANA, SH, vol. 309, n. 9, f. 19), quizás por deceso de su madre que no pudimos comprobar. Por su lado, Manuel Antonio Fleitas, el hermano, ascendió a jefe de milicias en 1862 (ANA, SH, vol. 332, n. 3, f. 48). Rosa Manuela, su heredera, regenteó la estancia familiar de Capiibebé que en 1853 operó también como posta de correo.

Tabla N° 2: Relación de postas de la Carrera del Sur, 1843

Posta Maestro/a de posta Leguas 1 Ysaty Melchor Fernández * 0 2 San Antonio Juan de Dios Cabrera 2 3 Ypané Sebastián Ballejos 2 4 Guarnipitán Roque Paniagua 2 5 Ao. del Ytá Agustín Osorio 2 6 Piraguazú Juan E. Alemán 2 7 Estancia Añagatí (Itá) Balentín Guayú 3 8 Carapeguá Rafael Benítez 1 9 Aguay José Fortunato Rolón 1 ¾ 10 Mbatachí Eugenio Ávalos 1 ¾ 11 Tabapy (Estancia del Estado) Roque González 1 ½ 12 Tobatinguá Pablo Giménez* 1 ¼ 13 Ao. Tacuary (Quiindy) Matías Gónzales 1 ½ 14 Quiindy Juan Ascencio González 1 y + 15 Caapucú Juan Vicente Lovera 1 ½ 16 Caapucú Domingo Esteban Leguizamón 1 ½ 17 Apichapá (Caapucú) Francisco Amarilla 1 ¾ 18 Yaguary (Caapucú) Mariano Marcelino Noguera 1 19 Tebicuary (Caapucú) José Domingo Cavañas 1 ¾ 20 Paso de Santa María María Francisca Chaparro* 1 ¾ 21 Lima (San Ignacio) Felix Palacios 3 22 San Mauricio (Santa María) Santiago Silva 1 ¾ 23 San Pedro (Santa María) Gregorio Chabes 1 ½ 24 San Antonio (Santa María) Juan C. Villaverde 1 25 Estancia Loreto (Santa María) Francisco Piriyú 1 ¼ 26 Santa María Félix Palacio 2 ó 3 27 Parabé (Santa María) Bernardino Colmán 2 28 Santa Rosa Julián Bogado 1 ½ 29 San Patricio Juan Manuel Ribas 2 30 Ñacutí Thomas Antonio Bernal 2 31 San Ramón (Santiago) José Bernardo Galiano 1 ¾ 32 San Luis José Ignacio Xara 2 33 San Damián (San Cosme) Santiago Chaparro 1 ¼ 34 San Rafael (San Cosme) Agustín Barboza 1 y + 35 Costa del Aguapey (San Cosme) José Mariano Centurión 1 ¼ 36 San Antonio (San Cosme) Manuel José Pacheco* 1 ½ 37 San Isidro (San Cosme) José Carmelo Ramírez* 1 38 Del Carmen (antes Tuparay) Nicolás Tab…[roto] 1 39 San Lorenzo (Del Carmen) Juan de Dios Arambayù 1 ¾ 40 San Juan (Del Carmen) Pedro Cayaré 1 ¾ 41 Ao. Jú guardia de soldados 1 42 Encarnación 1 ¼ Total 66 Importar tabla

Señas: * No sabe firmar ( ) Jurisdicción correspondiente

Fuente: Elaboración propia a partir de ANA, SH, vol. 259, n. 12 (3)

6. Conclusión

Encontramos documentos en el Archivo Nacional de Asunción que cuentan la existencia de mujeres en el rol de maestras de postas en casi todas las carreras del Paraguay, los cuales aportan –a nuestro parecer– una versión menos idílica de la mujer paraguaya mientras que la presentan como cabeza de un puesto oficial, social y políticamente influyente en un determinado tiempo del Paraguay, el periodo independiente.

Los casos que narramos, en especial el de María Francisca Chaparro de la Carrea del Sur, no se corresponden con una interpretación absurda, marginal o ilegal de sus roles en las postas. Tenemos la comprensión que ejercieron la titularidad del oficio, de organizar la transmisión de correspondencia y dar atención a los transeúntes, con puntualidad y apreciable reputación.

En este sentido, aunque la tradición en la posta haya sido masculina y a pesar de cierto derecho dado al maestro de posta de no “ceder ni traspasar temporal ni perpetuamente sus paradas sin que preceda la aprobación del gobierno” –como señalaban los contratos– la labor en el Paraguay de algunas mujeres fue atender las postas con sus familias, de ahí el derecho nato de heredar la administración ante el ocaso de sus hombres.

Cabe reconocer que algunas postas de correo funcionaron como pulperías (tiendas de bebidas) o como posadas (alojamiento) porque sirvieron de descanso y resguardo de viajeros. Hay una dispersa literatura al respecto sobre estas casas transitorias. También cabe examinar que en aquellas pernoctadas se produjeron excesos. En las carreras argentinas, por ejemplo, llegó a prohibirse la permanencia de mujeres de otras vecindades en las postas. No obstante, es cierta que muchas postas, pulperías o posadas, en la región fueron dirigidas por mujeres como titulares, no siempre por herencia de sus maridos.

Las maestras de postas se dedicaron también a las tareas domésticas, a cocinar los pasteles de mandioca –que llamaron la atención del explorador C. Mansfield–, a cuidar el ganado doméstico, a cuidar a los más pequeños y a servir comida a los visitantes. Francisca en su caso acreditó servidumbre (parda e indígena) para el servicio de la posta y otros quehaceres de la casa, lo cual explica de cierto modo su posición social.

Las mujeres de posta fueron influyentes pero no siempre respetadas. Ciertos administradores, seguramente, las relegaron. Fueron, igualmente, analfabetas muchas de ellas para una labor que contradictoriamente implicaba el uso adecuado de la grafía castellana. Si sus hijos y o sus postillones adquirieron esa habilidad es porque tuvieron acceso a cierta instrucción que por su condición de mujer le fue privativa, por lo que sabemos hasta mediados del siglo XIX.

Cabe una investigación más profunda sobre la inserción de las mujeres en roles o labores no tradicionales que pueden ayudar a completar la historia social del Paraguay.

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