Artículos científicos
Recepción: 15 Junio 2023
Aprobación: 20 Septiembre 2023
Resumen:
Este artículo presenta los resultados de la investigación sobre los trabajos que realizan las mujeres dentro de varias experiencias de economía popular y solidaria en la región interandina del Ecuador. Es una investigación participativa donde la voz de las mujeres toma un lugar central para enunciar la realidad de sus organizaciones dentro de una propuesta de economía alternativa. Para el análisis de los casos se combinan elementos de la economía popular y solidaria con elementos de la economía feminista.
En esta investigación queda evidenciado que dentro de las iniciativas de economía popular y solidaria las mujeres combinan el trabajo doméstico, de cuidados, con el trabajo productivo; y todos estos trabajos, remunerados o no, aportan a la economía familiar y local. Por otro lado, se confirma la recarga de trabajo para las mujeres que asumen otras responsabilidades dentro de la EPS, pero las tareas domésticas no se han redistribuido en el hogar. Sin embargo, las experiencias de EPS, también aportan en positivo a la vida de las mujeres, pues las organizaciones se han establecido como espacios de apoyo y encuentro entre mujeres.
Palabras clave: Economía Popular y Solidaria, Economía Feminista, Trabajo, Ecuador, Mujeres.
Abstract:
This article presents the results of research on the work carried out by women in the context of the various experiences of the solidarity economy in the inter-Andean region of Ecuador. The research was carried out with primary sources involving direct participation and giving voice to the women occupying a central place, articulating the reality of their organizations within the context of a proposed economic alternative. The analysis of these cases combines elements of the solidarity economy with elements of feminist economics.
In this research it was evident that within the initiatives of the solidarity economy, that the women were involved in domestic labor, the care economy and productive labor; and all work, remunerated or not, which contributed to both the local and family economy. On the other hand, this confirms the double workload of women, having to assume the responsibilities within the organization of the solidarity economy, and also domestic labor, which is not shared within households. Nevertheless, the experiences of the solidarity economy, contributed in a positive way for women’s lives, such that the organization, in addition to providing a meeting place for women it also constituted a support group as well.
Keywords: Popular and Solidarity Economy, Feminist Economy, Work, Ecuador, Women.
INTRODUCCIÓN
Los trabajos de las mujeres dentro de la Economía Popular y Solidaria
Hablar de trabajo es hablar de todas las actividades que permiten la satisfacción de las necesidades humanas, sin embargo, no todo trabajo es trabajo productivo para el capital (Marx, 1996), existen otras formas de trabajo que aportan de manera indirecta a la reproducción del capital y aunque no todas las formas de trabajo sean remuneradas, todas contribuyen a la sostenibilidad de la vida (Pérez, 2014), es ahí donde radica la necesidad de reconocer las formas de trabajo remuneradas y no remuneradas existentes en la sociedad, así como a quienes las realizan.
Es necesario analizar cómo los diferentes trabajos realizados por las personas tanto en la esfera de lo público y lo privado contienen trabajo productivo porque producen bienes y servicios, aunque a la luz del capital no todo trabajo productivo se convertirá en mercancía, pues una parte de este trabajo será parte de la reproducción de la fuerza de trabajo, y estará en la esfera de lo privado y se asumirá como trabajo reproductivo.
Para la economía feminista (Carrasco, 2014) ampliar las fronteras de la economía significa incluir todos los procesos no monetizados que son parte dentro del circuito económico, así se propone la construcción de un circuito amplio del trabajo donde se incluye el trabajo mercantil y el trabajo doméstico y de cuidados, como se ilustra en la siguiente figura:
De acuerdo a esta figura se puede observar que el trabajo mercantil, el trabajo doméstico y de cuidados van de la mano, porque existe una relación entre el proceso de producción y reproducción de mercancías y la reproducción de la fuerza de trabajo.
A pesar de que el trabajo mercantil produce un salario, esto no es suficiente para comprar todo lo necesario para la reproducción de la vida en todos sus ciclos. Aquí radica la importancia del trabajo doméstico y de cuidados que a pesar de ser invisibilizado es tan esencial para la reproducción de la vida.
A decir de Carrasco (2014), en la actualidad el círculo ampliado del trabajo lo integran el trabajo remunerado, el trabajo doméstico no remunerado y de cuidados, y, el trabajo de participación ciudadana o trabajo voluntario, en este último se puede incorporar el trabajo organizativo, que para las mujeres de las experiencias de EPS es fundamental, pues es el pilar sobre el que se construyen asociativamente bajo los principios en los cuales las organizaciones se fundan y funcionan. En la realidad ecuatoriana es imprescindible incorporar el trabajo agrícola ya que, según cifras del INEC (2021), el 30,4% de la población se dedica a esta actividad, además, es realizado mayoritariamente por las mujeres, quienes se encargan de la provisión de alimentos en el hogar, y del cuidado de la naturaleza.
Por otro lado, Coraggio (2014) plantea que la economía popular representa una cantidad importante de la población trabajadora y de la riqueza producida, la misma que ha sido relegada dentro de la economía global a un papel marginal, subordinado, denominado “sector social” o “sector informal” asistido por políticas asistencialistas, o bien criminalizado por estar fuera del marco legal, por ende, se ha convertido en un trabajo no valorado como actividad económica eficiente. La Economía Popular y Solidaria, EPS, se sostiene desde la unidad doméstica, donde se generan las condiciones para la reproducción de la fuerza de trabajo, a través de trabajos domésticos, tareas de proximidad, economía del cuidado (Quiroga, 2009).
En la EPS las mujeres han intervenido de diferentes maneras a nivel social, cultural, ambiental o económico, a través de las iniciativas productivas que permiten ingresos económicos en las familias, del cuidado familiar, comunitario; de la preservación de prácticas culturales y alimenticias. A nivel institucional, las organizaciones de mujeres han generado propuestas que buscan visibilizar el aporte de las mujeres en la EPS. Estas formas de EPS desde las mujeres también han permitido la construcción de relaciones no mercantilizadas en base a principios de solidaridad, reciprocidad y cuidado de la naturaleza.
En este marco se inscribe este artículo, que busca analizar a profundidad los diferentes trabajos que realizan las mujeres dentro de las experiencias de EPS en el Ecuador, además de indagar sus concepciones de trabajo y tiempo como mujeres pertenecientes a un espacio territorial con su particularidad cultural, geográfica, social.
Una metodología que preserve la voz de las mujeres
Uno de los objetivos de esta investigación ha sido recuperar y dar lugar a la voz de las mujeres, por lo que se siguieron los parámetros de una investigación cualitativa (Ragin, 2007), ya que se seleccionaron cinco procesos organizativos en la sierra ecuatoriana, con características que recogen la diversidad cultural, étnica, social y territorial, la temporalidad de creación, estos procesos al ser diversos permiten analizar diferentes realidades y contextos en el que se desarrollan las experiencias de EPS en Ecuador. Utilizando técnicas como observación, entrevistas, historias de vida, grupos focales, diarios de campo, etc., ya que como indica Ragin (2007) “cada manifestación de la vida social ofrece potencialmente una cantidad infinita de información. El trabajo empírico no tiene límites en su detalle y complejidad” (p.120).
Este trabajo se lo realiza con una muestra representativa de lo que son las iniciativas de EPS en Ecuador, como referentes dentro de sus comunidades y organizaciones. Estas organizaciones son: a) Comité de Mujeres de la Unión de Organizaciones Indígenas y Campesinas de Cotacachi UNORCAC; b) Organización de Mujeres Indígenas de Cotopaxi Sembrando Esperanza OMICSE; c) Corporación Utopía; d) Centro de Sanación de Mujeres de Casaloma; y, e) Santa Bárbara – Red Agroecológica de Loja RAL.
Las compañeras de estas 5 organizaciones se encuentran ubicadas geográficamente alrededor del callejón interandino de Ecuador, en varias provincias de la sierra ecuatoriana. Su identidad cultural y social es indígena o campesina, en el caso de las organizaciones indígenas pertenecen a la nacionalidad Kichwa, la nacionalidad indígena más grande y representativa en Ecuador.
Estas organizaciones a su vez están articuladas a redes regionales y nacionales, tanto dentro del movimiento indígena como con organizaciones de la economía popular y solidaria en el país, esto les ha permitido fortalecer el tejido organizativo, así como les ha permitido consolidar sus propuestas dentro de un proyecto político más integral que busca construir otro tipo de sociedad inclusiva y que haga frente a las desigualdades e inequidades existentes en la actualidad. En estos procesos amplios las mujeres han sabido establecer autonomía organizativa, lo que les permite actuar con cierta independencia y no perder de vista sus propios objetivos, por el contrario, han logrado que se incluyan en el accionar general.
Adicionalmente, se realizaron entrevistas a profundidad a actores claves de la EPS en Ecuador como es el Movimiento de Economía Popular y Solidaria del Ecuador – MESSE -, el Movimiento de Mujeres de El Oro – MMO, catedráticas universitarias, entre otras. También se recuperaron documentos oficiales y sistematizaciones previas a la investigación.
Los criterios metodológicos presentes a lo largo de la investigación son la interculturalidad, interseccionalidad y enfoque de género, lo que permite preservar las voces de las mujeres vinculadas en las experiencias de EPS, rescatando sus propios sentires y pensares sobre lo que significa en sus vidas estos trabajos dentro de una propuesta de economía alternativa. Hay que tomar en cuenta que este artículo es parte de una investigación más extensa, y lo que aquí se presenta es el resultado del análisis de los casos estudiados en esta investigación.
LA ECONOMÍA POPULAR Y SOLIDARIA COMO ALTERNATIVA DE VIDA PARA LAS MUJERES
El reconocimiento de las “otras economías”[1] viene acompañado de una caracterización propia con lo que se puede identificarlas, ya que al construirse en abierta crítica al capitalismo y estar enfocadas en priorizar la vida humana sobre el capital, sus principios reflejarán cada una de estas propuestas.
En este artículo se toma en cuenta lo que refiere a los principios en torno a la economía social, solidaria y comunitaria. En el caso de la economía popular, si bien su principal objetivo es la satisfacción de necesidades, al colocar como fin central el ser humano, hace suyos los principios de la economía solidaria, como diría Razzeto (en Marañón, 2017) es la economía popular de la solidaridad.
En las experiencias de las mujeres se evidencia la confluencia de una economía que recoge lo popular, lo solidario y lo comunitario, a partir de sus prácticas se reconocen los principios rectores que les lleva a ser críticas a las lógicas capitalistas, en algunos casos también se reconocen las dinámicas patriarcales necesarias a erradicar; y, por último, contribuyen con nuevos elementos desde su identidad de mujeres rurales, unas campesinas y otras indígenas.
Muchas de las razones por las que las mujeres se han organizado no parten necesariamente por un tema económico, en algunos casos ha sido poner freno a la violencia intrafamiliar, o por mejorar la alimentación y la salud en sus familias, sea cual fuere su motivo para organizarse el fin último es mejorar sus condiciones para conseguir una vida digna como lo propone la economía solidaria, garantizando la sostenibilidad de la vida como lo plantea la economía feminista.
La particularidad de la realidad de las mujeres hace que las experiencias de EPS se conviertan en una suerte de abanico que se expande en la medida de las necesidades y propuestas que van construyendo en la organización. Una de estas experiencias muestra esta realidad:
Empezamos pocas mujeres con la finalidad de erradicar la violencia que hay en la costa, delito sexual, abuso político, abuso de autoridades. El movimiento de mujeres comenzó a crecer de casa en casa, después con el voluntariado, dábamos una cuota para alquilar una casita, se creó una oficina de apoyo integral a la mujer, esto fue creciendo y vimos la necesidad de agruparnos en los barrios, formando grupos de mujeres no solamente con mirar el tema de Violencia Intrafamiliar, sino también mirar que ellas vayan poco a poco descubriendo sus derechos, descubriendo su propio espacio, en donde ahí también forman parte las cajas de ahorro y crédito (J.V., MMO, entrevista 2014).
Esta realidad refleja que las necesidades de las mujeres son infinitas en cuanto a resolver problemas de opresión, exclusión, dominación, y la organización se volvió ese espacio de contención integral para las mujeres que buscan salir de estas situaciones de violencias en las que se encuentran, así las organizaciones son los espacios de reconocimiento, sostenimiento y ayuda comunitaria, y es el lugar que construye alternativas de vida.
Estas experiencias no se dedican solo a actividades productivas económicamente, también cuentan con espacios de formación integral desde donde tratan temas como violencia intrafamiliar, crianza de niños, problemas familiares, comunales, soberanía alimentaria, agroecología, trabajos de las mujeres, etc. Estos espacios de formación dentro de las organizaciones se vuelven centrales, porque les permite entender la realidad local / global, y por qué construir alternativas para la vida, el papel clave de las mujeres en la organización, por qué seguir apostando a este tipo de organizaciones, así lo manifiestan: “lo que da las organizaciones es la posibilidad de aprender, antes solo tenía dolor de cabeza, ya andando en esto hasta el dolor de cabeza se me fue, porque ya tengo donde compartir, conocer con otros, es lindo, es sanador” (M.Ch., Casaloma, grupo focal 2012).
Las organizaciones se convierten de esta manera en espacios de acompañamiento, encuentro y construcción de formas de vida diferentes, donde se busca erradicar las violencias, se fomenta la autoestima de las mujeres, se motiva la construcción de relaciones sanas en su entorno familiar y social. Esto es posible a través de procesos de formación e intercambio de ideas, los cuales en el tiempo reflejan sus resultados:
Existen cambios en las relaciones con sus hijos, ves que ya les abrazan, que hay una relación, que te cuentan vivencialmente. Hemos visto cómo se han separado hogares con esposos maltratantes y les va súper bien, agradecen haber tomado esa decisión (M. A., MESSE, entrevista 2017).
No siempre los casos se resuelven en positivo, pero se respeta en el camino dichos procesos con la esperanza de que se produzcan los cambios necesarios en cualquier momento.
Hanna Arendt (1957) plantea que “actuar, en un sentido más general, significa tomar una iniciativa, comenzar, como indica la palabra griega arkhein, o poner algo en movimiento [...] toda acción siempre produce historias”. En este sentido la acción de las mujeres rurales, indígenas y campesinas, al construir organizaciones de EPS ha logrado mover sus vidas e incidir en su entorno, con una clara crítica a la sociedad capitalista, patriarcal y colonial que excluye a las mujeres, y a la vez ha abierto la posibilidad de construir alternativas a través de estas otras economías.
Sus acciones pueden reflejar una incidencia muy local, mínima, sin embargo, son esas prácticas las que marcan la diferencia, o como dirían Laville y Gaiger (2013) “aunque incipiente y en pequeña escala, la capacidad de instituir otras formas de vida repletas de valor de justicia, de un ethos redistributivo y de una oportunidad de humanización”. Esto es lo fundamental, ya que como dice L.S. (RAL, entrevista 2017): “se podría ver una posibilidad de ruptura capitalista y patriarcal”, una posibilidad de construir otra sociedad justa, solidaria equitativa y humana.
LO QUE REPRESENTA LA ECONOMÍA POPULAR Y SOLIDARIA DESDE LA MIRADA DE LAS MUJERES
Las mujeres hablan de lo que representa para ellas la apuesta por la economía popular y solidaria desde una perspectiva de género. Y es a partir de estas experiencias, con elementos de la economía popular y solidaria entrelazados a la economía feminista que se identifican varias interpretaciones de lo que significa la economía popular y solidaria en la vida de las mujeres.
1. Los trabajos en la economía popular y solidaria realizados por las mujeres son trabajo
Describir los trabajos que realizan las mujeres dentro de las experiencias de EPS, implica reconocer las formas diversas de trabajo productivo y reproductivo, transformadas en experiencias vivas. Esto permite visibilizar la existencia de diversas actividades tangibles e intangibles, mediante las cuales las mujeres describen sus procesos organizativos, de esta manera se reconoce las otras formas de entender y significar los trabajos para las mujeres, como lo relata R.V. (grupo focal Casaloma, 2012):
En Tungurahua hablamos con las mujeres, nos decían, ustedes ¿cuánto ganan durante el día?, decíamos nada, solo criamos chanchitos, y ponían el presupuesto en el pizarrón, ¿de lavado cuánto sería?, ¿de cuidado de ganado quién va a pagar?, de lavado, de cocinado, criada de hijos, haciendo la cuenta salía de lo que gana el hombre, la mujer gana más […]de verdad no nos damos cuenta, no es que yo no trabajo, no es que estoy en la casita no más.
Las mujeres empiezan a reconocer e identificar esos trabajos que socialmente han sido invisibilizados en el tiempo, y funcionalizados de acuerdo a los intereses del capitalismo en alianza con el patriarcado (Carrasco, Borderías y Torns, 2011).
Los procesos de formación permanentes en cada organización les ha permitido ir conociendo, reconociendo y valorando las actividades que realizan en los hogares y dentro de las iniciativas de EPS. En estos espacios de formación ellas dialogan sobre los diferentes trabajos que realizan en la familia y en la organización, de esa manera logran reconocer el valor de esos trabajos en su vida y cómo estos contribuyen de distinta manera en la economía familiar.
Así M.F. (Mujeres UNORCAC, entrevista, 2017) muestra el proceso de auto-reconocimiento que ha generado sobre el trabajo de las mujeres y de la variedad de trabajos que tienen dentro de la organización, más ahora que ejerce el cargo de presidenta.
Trabajo es todo, uno es el trabajo remunerado y otro el trabajo no remunerado, el trabajo en la casa nadie me reconoce [...] Trabajo es todo el tema organizativo, el tema representativo, ya toca estar en un lado, otro lado si no queremos perder ese espacio, si queremos estar activas las mujeres y si ya no estamos, si no participamos, ya no nos reconocen.
Todas estas actividades que realizan las mujeres a través de las iniciativas de EPS se vuelven parte del fondo de trabajo mediante el cual las familias aseguran los medios para su reproducción (Coraggio, 2011), a la vez son parte del trabajo reproductivo invisibilizado por el capital (Federici, 2013), y que culturalmente ha sido devaluado al ser realizado por mujeres (Carrasco, 2014), esto sucede en una sociedad patriarcal donde el hecho de ser mujer es minimizado socialmente, lo que conlleva a relaciones de opresión e inequidad.
Además, las mujeres plantean que estos trabajos invisibilizados socialmente, no reconocidos ni valorados, colonizados por la forma en cómo se ha degradado el papel de las mujeres en la sociedad, es consecuencia de años de dominación y opresión, así lo expresa:
Eso empieza desde la misma iglesia, como decía una imagen los españoles nos hicieron cerrar los ojos para darnos la biblia y se llevaron todo […] nos hicieron diminutas, que no servimos nada y minimizar el trabajo de la mujer, cuando desde los tiempos ancestrales, desde los indígenas, la mujer era lo principal (R.V., Casaloma, 2012).
A esto se suma la división sexual del trabajo donde las mujeres quedan a cargo de las tareas domésticas, de la huerta, de la chacra y son las responsables directas de la alimentación de la familia
En el grupo de base ya habíamos estado acostumbradas a que las mujeres, con todos estos métodos de sometimiento a las mujeres, éramos las que estábamos encargadas de las cosas pequeñas de la casa, la huerta, los animales, todo eso, y realmente era esa es nuestra responsabilidad…simplemente se la aceptaba (N. H. Santa Bárbara, 2017).
En esta división sexual del trabajo las mujeres quedan relegadas al ámbito doméstico donde construyen sus iniciativas de la EPS, lo doméstico y lo comunitario de manera conjunta. Se combinan los trabajos de la huerta, con el trabajo de criar los cuyes, el trabajo de vigilar que las gallinas estén bien, a la par del trabajo de limpieza y arreglo de la casa, los hijos, asumiendo que esa es una dinámica que sólo las mujeres la podemos hacer, como lo plantea N. H. de Santa Bárbara. De esta manera las mujeres que son parte de estas iniciativas se constituyen en actoras de la economía familiar y comunitaria, tal como sucede en otras experiencias similares en la zona norte del país, esto se evidencia en la investigación de Rodríguez (2017) realizada en la región norte de Ecuador.
2. Los trabajos para la reproducción de la vida son trabajos
La reproducción de la vida es lo esencial en la existencia de la humanidad, es una cadena diaria de actividades que se deben realizar para asegurar el bienestar de las personas y la mayoría de estas actividades están en manos de las mujeres ya que son actividades que se realizan en el ámbito doméstico. “Para mí el trabajo es un conjunto de acciones que sostienen la vida de las personas, de las familias y de una sociedad en conjunto”, de esta manera describe C.M. (Mujeres UNORCAC, entrevista 2017) lo que significa el trabajo para ella, colocando en el centro la sostenibilidad de la vida, lo que da cuenta desde el lugar donde se sitúan las mujeres para realizar las diferentes actividades en sus vidas, incluyendo las actividades de la EPS.
Sin embargo, estos trabajos que permiten la reproducción diaria de la vida, es decir sostienen la vida, han sido invisibilizados históricamente a causa de la división sexual del trabajo (Larguía, 1972), la misma que ha dividido el trabajo productivo y reproductivo en el campo de lo público y lo privado, respectivamente, esto ha situado a las mujeres mayoritariamente en el ámbito de lo privado.
Aunque en las últimas décadas, un gran número de mujeres han salido al mercado laboral, gran parte de las actividades de las mujeres aún siguen vinculadas al ámbito privado, espacio destinado al cuidado de la reproducción de la vida, así las mujeres son las cuidadoras de la familia al asegurar alimento, salud, educación, estabilidad emocional, afectos, placeres, para los demás miembros del hogar aún en muchas ocasiones en detrimento de su propio bienestar.
Bajo la premisa de que los trabajos de cuidados realizados dentro del hogar son aquellos que se los hace por afecto o por amor y con un sentido de responsabilidad hacia las otras personas, estos pareciera que pierden el carácter de trabajo pues se transforman como si fuera en un atributo natural de la identidad femenina, de esta manera se invisibiliza su aporte en la reproducción del capital (Folbre 1999, Federici, 2013).
A esto se suma la estigmatización de las mujeres como entes productivos para el mercado por su edad, “cuando ya no tienes la edad productiva, que se asume hasta los 40 años nos limitan que somos productivas […] bajo esa lógica se invisibilizan los trabajos y no se reconoce que hay otros trabajos que estamos haciendo más allá del valor monetario” (G.P. Utopía, entrevista 2017). Así, los trabajos de cuidados quedan legitimados en manos de las mujeres, niños, niñas y personas de la tercera edad, sin un reconocimiento y mucho menos distribución equitativa dentro del hogar.
Dentro de esta investigación fue posible constatar que la redistribución de los trabajos del hogar aún sigue siendo una limitante para las mujeres que participan en las organizaciones, lo que hace que el tiempo dedicado para las actividades de su organización se reduzca o sea limitado:
Las mujeres cuando ya salimos todavía nos hace falta hacer ese trabajo largo de compartir las tareas en la casa, por ejemplo, el esposo no es que hace, bueno actualmente ya algunos ayudan, sin embargo, si salgo, todas las tareas de la casa quedan, tengo que regresar a hacer (M.F. Mujeres UNORCAC, entrevista, 2017).
Específicamente el cuidado de la vida para las mujeres indígenas y campesinas dentro del mundo andino implica, además de aportar en el trabajo agrícola y productivo para el mercado capitalista, mantener sus prácticas culturales en salud y alimentación, sin perder sus conocimientos ancestrales. Estas voluntades convertidas en trabajo, hacen parte de los cuidados y de la reproducción social; este trabajo tiene una doble lógica, por un lado, es poco reconocido en la organización, en la comunidad, a nivel institucional, etc., y, por otro lado, queda en manos de las mujeres la preservación y la trascendencia generacional de los conocimientos de cada uno de los alimentos y prácticas ancestrales de sus culturas.
Nosotros todavía nos mantenemos en la visión andina, pero esta es la visión capitalista, donde hay el consumismo, ahí está el tema de la leche en tarro que ahora dan a los guaguas[2], la fumigación, la contaminación. Acá conservamos nuestra visión indígena (R.V. Mujeres de Casaloma, entrevista 2013).
En las experiencias de EPS, constantemente se expresan esas tensiones entre la solidaridad y la invisibilización del trabajo productivo, pero sobre todo del trabajo reproductivo. Las posibilidades de reconocer las inequidades que existen alrededor de los trabajos no remunerados que recaen mayoritariamente sobre las mujeres puede llevar también a proponer una redistribución en la estructura económica de la sociedad y por ende conseguir una justicia social (Fraser, 2006).
Las mujeres reconocen los diferentes trabajos que realizan dentro de las iniciativas de EPS, aun cuando no sea tan fácil revertir esa naturalización altruista del trabajo hecho por amor, creen necesario evidenciarlo como trabajo fundamental para la reproducción de la vida que está en manos de las mujeres.
Las actividades que desarrollan en torno a las iniciativas de EPS van desde la producción y transformación de alimentos, hasta la comercialización e intercambio, pasando por la salud, la alimentación, las cajas de ahorro, las mismas que por su localización les permite a las mujeres vinculadas en estas experiencias la posibilidad de cuidar a la familia, tanto en lo físico como en lo espiritual, el equilibrio del cuerpo y la mente, entre el ser humano y la naturaleza, el cuidado de la vida como prioridad. Todas estas actividades vistas desde la mirada de la economía feminista son todo lo que permite la reproducción social y las condiciones materiales de la vida (Carrasco, 2014), permiten el sostenimiento de la vida misma.
3. Los trabajos que realizan las mujeres en la economía popular y solidaria aportan a la economía familiar
La inserción de las mujeres en el mercado laboral ha estado mediado por las recesiones económicas, las necesidades del mercado y del Estado además de las condiciones familiares, el 20% de hogares en el país tienen jefatura femenina (INEC, 2018). Sea a través del trabajo remunerado o no remunerado las mujeres aportan a la economía familiar y a la economía del país.
El denominado trabajo doméstico[3] que produce bienes y servicios para el autoconsumo de la familia y no para el intercambio mercantil (Orozco en Carrasco, 2014) ha sido cuestionado si se debería llamar trabajo dado que no está produciendo mercancías de acuerdo a la teoría de valor de Marx (Federici, 2013), sin embargo, la principal mercancía que está produciendo es la fuerza de trabajo, fundamental en el proceso de producción. Se argumenta que por realizarse en el seno de la unidad doméstica es parte de las tareas propias de las mujeres a partir de la división sexual del trabajo.
Por otro lado, el trabajo que realizan las mujeres en la EPS aportan en la economía familiar de dos maneras: 1) cuando genera ingresos y utilidades es redistribuido de otra manera, por decir, entre las socias y para reinvertir; 2) cuando no genera ingresos, igual genera valor a través del ahorro. Las actividades de la EPS son duales al ser parte del trabajo productivo y reproductivo, su objetivo central es la reproducción y el cuidado de la vida, y mayoritariamente se realizan en el seno de los hogares, donde las mujeres combinan el trabajo doméstico con los trabajos de la EPS, complementándose entre sí, aprovechando en positivo la característica poliactiva y polifuncional de las mujeres.
Cuando el trabajo en la EPS no genera un ingreso monetario concreto, se asume erróneamente que no aporta a la economía familiar, a pesar de que son estos trabajos remunerados y no remunerados e invisibilizados los que aseguran la reproducción de la vida y de manera indirecta la reproducción del capital. Para Federici (2013a) en la reproducción del capital se debe contemplar no solo el proceso de producción sino de la transformación del proceso de reproducción de la fuerza de trabajo. Es en esta lectura donde se inscribe el trabajo no monetizado, así tanto el trabajo doméstico como la EPS contribuye a las economías familiares. En el caso de la EPS este aporte se da a través de los círculos locales de comercialización bajo modalidades de trueque, intercambio, randi randi[4]; en la producción de alimentos, en el cuidado de la naturaleza, en las finanzas populares (ruedas, cajas de ahorro comunitarias), etc.
De acuerdo al estudio realizado por Rodríguez (2017) en torno a la soberanía alimentaria, se evidencia que en las familias las mujeres mantienen el trabajo de cuidado y producción en sus chacras para la obtención de alimentos para el autoconsumo, y a la vez buscan nuevas actividades para la generación de ingresos monetarios en el mercado capitalista y al mismo tiempo un mercado alternativo. Muchas mujeres se apropiaron de los espacios donde venden sus productos, así mismo mantienen los procesos de comercialización e intercambio recíproco, por ejemplo, en las ferias o dentro de las mismas comunidades.
Los trabajos de la EPS no tienen solo el fin de la búsqueda de una remuneración, la revalorización de estos trabajos toma en cuenta las actividades de cuidado de animales, provisión de alimentos sanos y seguros ya sea por medio de la producción, transformación o comercialización de los mismos, el cuidado de la huerta, el intercambio en las ferias, etc., son trabajos que siempre están aportando en la economía familiar:
Fue un camino bastante interesante reconocer el trabajo doméstico nuestro como un aporte dentro de la economía de la familia […] nosotros somos la parte más importante de la economía de la familia porque estamos pendientes de la salud, de los hijos, de la huerta de los animales y aparte de eso vamos a las ferias (N.H. Santa Bárbara, entrevista 2017)
En estas experiencias de EPS uno de los cambios que asumen las mujeres es su nuevo objetivo final con el que realizan sus actividades “ahora lo que ellas producen es para su consumo y luego para la venta” (C.M. Mujeres UNORCAC, entrevista 2017), esto rompe con la lógica del mercado capitalista donde estaría primero la ganancia por sobre el cuidado de las personas. Las mujeres apuestan en la defensa de su alimentación para el cuidado de su vida y la de sus familias.
A las mujeres estas actividades les permiten generar por un lado un ahorro en cuanto a salud, alimentación, condiciones de vida:
Antes de entrar en la organización nosotras mismas no producíamos y se compraba cualquier cosa, si antes gastábamos 50, 40 dólares en la semana ahora creo que ni la mitad no se gasta porque nosotros mismo producimos y el tipo de alimento es mucho mejor a lo que se tenía antes. Lo otro es que los guaguas en este año han ido una vez al médico para revisión, en cambio antes siempre al médico porque estaban enfermos, les daba bronquitis, ataques de gripe, gripes fuertes (N.H. Santa Bárbara, entrevista 2017).
Estas formas de disminuir los gastos en la familia son aportes a través del ahorro, así se confirma en la Encuesta de Trabajo no Remunerado del país que evidenció que, por cada 100 dólares de gastos de consumo en los hogares, hay un ahorro de 33 dólares que corresponde al Trabajo No Remunerado en las familias (INEC, 2015)., En la Encuesta de Trabajo no Remunerado se reconocen las diferentes actividades realizadas en el ámbito doméstico, de cuidados y agricultura familiar, actividades que se realizan sin ninguna remuneración sino por filiación, tomando como referencia lo que costaría a la unidad doméstica si ese trabajo fuera pagado, se deduce que existe un ahorro de 33 dólares, que si bien no ingresan monetariamente, es lo que la familia ha evitado gastar.
La lógica polifuncional del trabajo de las mujeres en la EPS permite combinar el trabajo que genera un ingreso con el que no genera un ingreso, de esta manera se incrementa el trabajo doméstico que las mujeres hacen, además del trabajo generado con sus experiencias de EPS.
Las voluntades puestas en estas experiencias, generan espacios de encuentro, intercambio y cuidado colectivo a través del cual las organizaciones se fortalecen mediante el compartir que busca el bienestar de todas. El compartir lo que producen, lo que cada una tiene, lo que cada una conoce, aporta de diferente manera a la economía familiar, cuando llegan a casa con alimentos, recetas, etc., siempre pensando en el bienestar de la familia.
Cuando yo me voy a la feria, mi canasto va vacío y regresa lleno, hasta vergüenza me da por todo lo que me dan, lleve compañerita esto, lleve esto, lleve lo otro, ya casi ni hago compras… ya está mi canasta llena, con frutas, con verduras, para mí eso es lo que me llena (N.H., Santa Bárbara, entrevista 2017).
Los aportes de los trabajos no remunerados a la economía familiar en el Ecuador están contemplados dentro de las cuentas satélites, en la última encuesta se evidencia que el aporte del trabajo no remunerado de los hogares contempla el 20% del PIB, de este el 15,2% corresponde al aporte de las mujeres (INEC, 2019). Aunque no se especifica las áreas que contempla el trabajo no remunerado, las actividades de la EPS son parte de estos trabajos no remunerados y por tanto estarían dentro de ese 20%.
Los aportes de los trabajos no remunerados a la economía familiar en el Ecuador están contemplados dentro de las cuentas satélites, en la última encuesta se evidencia que el aporte del trabajo no remunerado de los hogares contempla el 20% del PIB, de este el 15,2% corresponde al aporte de las mujeres (INEC, 2019). Aunque no se especifica las áreas que contempla el trabajo no remunerado, las actividades de la EPS son parte de estos trabajos no remunerados y por tanto estarían dentro de ese 20%.
4. Existe una sobrecarga global del trabajo que realizan las mujeres de la EPS y un débil reconocimiento estatal
A decir de Carrasco (2014) actualmente en la vida de las mujeres existen tres tipos de trabajo: el trabajo remunerado, el trabajo doméstico junto con el trabajo de cuidados no remunerado, y el trabajo de participación ciudadana o voluntariado, a esta afirmación las mujeres de Cotacachi suman el trabajo agrícola y la organización (Fueres, Moran, Hill, 2013), trabajos que las mujeres los han asumido por las condiciones socioeconómicas locales: impacto del modelo neoliberal que incrementa la pobreza, migración de hombres a trabajos remunerados en la ciudad e incremento de la jefatura familiar femenina.
Los trabajos que refieren a la EPS se encuentran entre los espacios públicos y privados de las unidades domésticas, y en muchas ocasiones se realizan a la par con los otros trabajos del hogar. Así se puede encontrar a las mujeres en la huerta cosechando los productos que sacarán a la feria agroecológica y reservando los productos que destinarán a la alimentación de la familia, tejiendo una bufanda mientras participan de las reuniones o cocinando el almuerzo mientras preparan los materiales para su organización.
La pregunta que cabe frente a esta realidad, es si las mujeres están en la capacidad de realizar todos estos trabajos cuando el día sólo tiene 24 horas, y lo que se puede constatar es que las mujeres se vuelven polifuncionales dentro y fuera de la casa para alcanzar a responder a todas sus responsabilidades, asumidas sea por opción propia o por tradición.
En mi caso yo he dado realmente casi el 100% del tiempo acá, mil veces he abandonado a mis hijos, a mi familia digamos, porque actualmente estoy como presidenta y tengo más responsabilidades todavía, entonces casi de domingo a domingo, de 7 a 7 se trabaja (M. F. Mujeres UNORCAC, entrevista 2017).
Esta realidad también la viven también las mujeres vinculadas a las experiencias de EPS, con la salvedad que no todas son dirigentas, más todas han asumido un compromiso con la organización “veo que ahora el trabajo reproductivo de pronto es un 20% más, eso quiere decir que tienes que levantarte 2 horas antes de lo que acostumbrabas antes de tener tu emprendimiento” (C.M. Mujeres UNORCAC, entrevista 2017).
La organización ha implicado también saltar barreras impuestas por sus propias comunidades o familias que en muchos casos han intentado truncar esa posibilidad de organizarse como mujeres. Frente a estos obstáculos a las mujeres no les ha quedo más que acomodar sus tiempos a esa realidad, aunque eso signifique más trabajo, como lo relata D.I. dirigenta de OMICSE:
En esa época podíamos organizar solamente después que la mamá deje dando de comer, ya durmiendo a los hijos, a partir de las 8 en adelante podíamos reunir, y no el día, qué va el día, porque el día era para trabajar, para atender al marido, para atender a los hijos, es más las mujeres que van a la reunión no ganan raya, o sea no estaba tomado en cuenta en la comunidad, era así tan discriminante (D.I., OMICSE, entrevista, 2017).
De acuerdo a la última encuesta del uso del tiempo (INEC, 2012) realizada en Ecuador se conoce que del tiempo total del trabajo en el país, la población ecuatoriana dedica el 42% al trabajo doméstico y de cuidados, es decir, casi la mitad del trabajo está invisibilizado, a pesar de ser parte de la reproducción de la vida y del capital. Dentro de este trabajo no remunerado el 80,9% lo realizan las mujeres, si se suma el total de horas entre trabajo remunerado y no remunerado las mujeres realizan el 55% frente a un 45% de los hombres (Consejo Nacional para la Igualdad de Género, 2016).
Estas cifras se confirman en el grupo focal de mujeres campesinas que describen un día de sus vidas:
La mujer madruga mucho a las cuatro de la mañana, a veces tenemos unos pedacitos en el cerro, tenemos que venir arreglando el ganado y sacando la leche, llegamos a la casa, vemos a los hijos y mandamos a la escuela antes de las 7 de mañana. Cuando los hijos salen, nos quedamos haciendo los quehaceres de la casa, trabajar el huerto pequeño, tenemos cuyes, aves y perros les damos de comer y esperamos con el almuerzo a los hijos, luego a ver al ganado, se pasa toda la tarde en el cerro y se trae una cosa para cocinar la merienda. El trabajo del campo es muy duro, especialmente para las mujeres (Testimonio mujeres en Flores, Aguinaga, 2014).
En este tipo de experiencias, la línea divisoria entre el trabajo productivo y reproductivo es muy sutil, casi inobservable. En tal caso estos trabajos, remunerados o no, al final del ciclo van a ser destinados a la reproducción de la vida familiar, comunitaria, social y económica.
Se evidencia la doble y/o triple carga laboral que asumen las mujeres en los hogares con el sostenimiento del trabajo productivo y los cuidados del hogar (Aguinaga, Altamirano, De la Torre, 2013), muchas veces con poca o nula presencia del estado que construya políticas sociales que redistribuyan los trabajos (Aguinaga, Altamirano, Carrión, 2012). Mientras tanto, el capital se sigue beneficiando de la invisibilización de los trabajos de cuidados, doméstico, agrícolas, organizativos, etc. Esto se explica asumiendo que es la lógica del capital que presiona por más trabajo, más sacrificio de la gente, lo que genera “mucha más extracción del capital, desde ese trabajo que hacen las mujeres colectivamente, en las asociaciones, porque ahora les obligan a hacer asociaciones no organizaciones” (C.M., Luna Creciente, entrevista 2017).
En el caso de las EPS “los trabajos que implican mantener una organización en el tiempo las mujeres plantean que deben ser hechos con amor para que funcionen, de lo contrario no pueden durar tanto tiempo” (M.J., OMICSE, entrevista 2014). Este amor, compromiso, interés por las actividades que se realizan en las organizaciones de EPS no puede ni debe ocultar el trabajo extra que se genera a partir de estar en la organización, mucho más cuando se está en la dirigencia, pues eso significa mayor responsabilidad y compromisos no solo con las integrantes de la organización sino en la relación con otros espacios de objetivos similares que pueden potenciar las propuestas que se han generado en la organización.
Para N.H. de Santa Bárbara, estar en la dirigencia ha sido una experiencia gratificante, aunque con mayor exigencia de tiempo:
En el 2010-2011 me encargaron la secretaría de la organización […] y en el 2013 me dejaron de coordinadora de la organización entonces el trabajo se duplicó mucho hasta el 2015, estar vinculando a la organización con organizaciones más locales, con instituciones, buscando espacios, vínculos para acceder a más ferias, con el Municipio, con el Consejo Provincial, buscar visitas para las huertas, etc. […] a veces no dormía y cuando viajaba iba durmiendo para recompensar todo el sueño (entrevista 2017).
De las experiencias acompañadas al sur del país, L.E. (catedrática U. del Azuay, entrevista 2017) concluye que las actividades de la EPS no son “una actividad representativa en ingresos pero si representan tiempos”, para ella, de la experiencia que acompañó en Suscal, al sur del país,
la misma organización demandaba mucho tiempo, y eran las mujeres las que sostenían más los procesos organizativos, sin embargo, en el tema productivo eran los hombres quienes disponían de mayor tiempo para generar ingresos dentro de la EPS. En estas experiencias, la sobrecarga de trabajos de las mujeres no les permitía contar con tiempo suficiente para responder con los compromisos asumidos en la organización, y al final los procesos se estancaron
Estas experiencias truncadas en el tiempo deben convertirse en alertas para que las organizaciones tomen en cuenta las posibles consecuencias que trae aumentar trabajos en las mujeres, al final la saturación de responsabilidades puede terminar desgastando su ímpetu para construir la organización y muy por el contrario de lo que esperarían sea un trabajo de liberación y disfrute se puede convertir en un trabajo obligado.
Con la ley de economía popular y solidaria, aprobada en 2011 en Ecuador, las organizaciones de la EPS entraron a regularizarse dentro del Estado[5], de esta manera podían ser posibles beneficiarias de las políticas implementadas por el gobierno a favor del fortalecimiento de la EPS. Lo que no se tomó en cuenta es que dicha regularización implicaría un trabajo extra para las organizaciones, ya que el formato implementado para regularizar no contempló la realidad de las experiencias de EPS sino que estandarizó el reglamento acorde al funcionamiento de micro y mediana empresa, y como dice L.S. de la Red Agroecológica de Loja:
A las mujeres lo que les viene es mucho más trabajo porque tienen que estar trabajando para sus sobrevivencias, pero si el estado le propicia el tema de la EPS tienen que trabajar hasta para llenar los formatos de lo que ha estado en esa reunión, tiene que trabajar para demostrar que sí estuvo, que lo llevó a su hijo al SIBV[6] y que fue a la atención, o sea se instrumentalizó, se hizo matriz, pusieron en una hoja la vida de la gente, esas pequeñas cosas provocan mayores preocupaciones y mayores cargas laborales que pueden provocar ampliación de sus encuentros sociales pero no profundizar sus tejidos sociales (entrevista, 2017).
Como lo explica Silvia Vega, los problemas generados de estas políticas gubernamentales surgen de la dificultad del Estado por propiciar una “relación ordenada” con la EPS que apuesta por la construcción de iniciativas exitosas económicamente, sin reconocer la heterogeneidad de los actores parte de la EPS, pues “se trata de una gubernamentalidad que intenta moldear a la población inmersa en la EPS, caracterizada por su diversidad organizativa, a partir de parámetros unificados y relativamente homogéneos” (Vega, 2019). Esto hizo que en el camino muchas de las experiencias de EPS se desvinculen de la lógica estatal para seguir su propio sendero, también otras experiencias continúan a pesar de las dificultades presentadas, en el caso de las organizaciones parte de esta investigación, solo una de las cinco está vinculada a los espacios de la EPS reconocidos por el estado.
5. El cuidado de la naturaleza también es trabajo
Para Marx el trabajo en primer lugar es un proceso entre el hombre[7] y la naturaleza, donde el hombre crea bienes a partir de tomar elementos de la naturaleza y transformarlos, es decir, el hombre está en la capacidad de regular y controlar el metabolismo con la naturaleza (Marx, ed. 1996). En la actualidad esta apropiación de los recursos naturales por parte del hombre en pro de incrementar las ganancias capitalistas ha sobrepasado los límites de la propia naturaleza, las consecuencias del cambio climático son cada vez más evidentes en todas las regiones del mundo, en estos últimos años han incrementado los desastres naturales, las temperaturas del mar y de la tierra, sequías, inundaciones, la pandemia mundial del COVID que trajo consigo una crisis sanitaria, económica y alimentaria, entre otras .
¿Qué tiene que ver la naturaleza con el trabajo de las mujeres en la EPS? La razón porque se trae a colación esta relación es porque, por un lado, dentro de la lógica capitalista mujeres y naturaleza son vistas como parte del “otro como sujeto pasivo” que es posible dominar ya que se conciben como seres de características inferiores, expropiables y moldeables (Herrero, 2017). Y, por otro lado, las mujeres históricamente son las “agricultoras de subsistencia del planeta”, Federici (2013a) nombra a las mujeres en su papel de proveedoras de los alimentos para los hogares, quienes resisten permanentemente a la mercantilización de la tierra por ser el elemento clave para la producción de sus alimentos.
En el caso del Ecuador el “cambio de matriz productiva” desde 2013 orientada hacia el neoextractivismo profundiza el conflicto por el acceso y uso de los recursos naturales de las poblaciones rurales, indígenas y campesinas, de manera más directa hacia las mujeres que se encuentran vinculadas a la producción local, más del 60% de mujeres de área rural se dedican a la agricultura de subsistencia (Flores, Sigcha, 2017). A esto se suma la progresiva feminización del campo a la que se refiere C.M. del Movimiento de Mujeres Luna Creciente: “la población rural para mi está feminizada y sobretodo envejecida, cada vez son más mujeres y más mujeres viejas las que están afrontando todo el trabajo de la tierra y de la agroecología” (entrevista 2017), es la consecuencia del abandono de las tierras por parte de los jóvenes que migran hacia la ciudad, y por la poca inversión estatal en la producción campesina a pequeña escala.
Es en esta realidad que las organizaciones levantan sus iniciativas de EPS, basadas en el cuidado de la vida, una vida que asume a los seres humanos y es parte de la naturaleza, de esta manera se consigue el equilibrio entre la naturaleza y los seres humanos para el bienestar común: “debemos cuidar el agua, la tierra, porque eso somos nosotros, todos los seres humanos somos agua, somos fuego, somos aire, somos tierra” (G.V., Mujeres Casaloma, entrevista 2017).
Desde la cosmovisión andina la relación de los seres humanos con la madre tierra está sincronizada energéticamente y bajo otros parámetros culturales no occidentales sino desde las culturas indígenas/campesinas, en el caso de las mujeres esta relación se consolida a través de lo que realizan para la reproducción de la vida, pues somos todo en uno:
“la madre tierra se enferma y nosotros también estamos enfermos […] porque todo es energía en este planeta, si no la respetamos, si no convivimos con ella estamos mal, debemos agradecer a nuestra tierra, a nuestras madres, agradecer a nuestro vientre, porque de ella venimos, porque somos mujeres (G.V., Mujeres Casaloma, entrevista 2017).
Las mujeres reconocen que es un trabajo el cuidado de la naturaleza, que no siempre está mediado por un valor monetario, excepto cuando es asumido como empleo.
Si a mí me dicen usted es la encargada de mantener los bosques, entonces yo tengo que recibir algo porque estoy haciendo por todos, pero si voy a mi voluntad, como yo siento desde mi corazón que tengo que ayudarle a otro, entonces yo sé que el universo, la naturaleza me recompensa con una buena salud, pero no por intención de dinero, o sea está bien que ese trabajo vale, pero más en el mundo, en la familia (G.V., Mujeres Casaloma, entrevista, 2017).
Para las mujeres de la EPS el cuidado de la naturaleza, la soberanía alimentaria, la producción limpia son fundamentales para una alimentación sana y para el cuidado de la vida, pensando siempre en las futuras generaciones. Por esta razón se convierten en defensoras de sus territorios oponiéndose a los proyectos extractivistas y a la implementación de monocultivos que ellas saben acabarían en poco tiempo con sus tierras, contaminando todo el medio ambiente:
Hemos estado apoyando a la lucha por el agua de Kimsacocha[8], queremos que esa agua no se contamine, porque queremos que nuestros hijos tengan la oportunidad de tener una buena salud y un buen medio ambiente [...] También estamos trabajando en la producción con abono orgánico, y también con energía para que la producción sea muy buena y también nos alimentemos (G.Z., Mujeres Casaloma, entrevista, 2014).
En este sentido, las mujeres están levantando propuestas alternativas que promueven una mirada intercultural en la relación seres humanos – naturaleza.
La construcción de un nuevo sistema económico de economía solidaria es posible si tenemos acceso al agua, a la tierra y a los medios de producción y para ello necesitamos políticas públicas que garanticen estos derechos, cómo lo vamos a lograr si todos nos unimos y hacemos una solo propuesta, caso contrario individualmente no lo vamos a lograr nunca eso (M.J., OMICSE, entrevista 2014).
6. La organización también puede generar un trabajo de liberación
Mantener la organización alrededor de las iniciativas de EPS también implica tiempos, compromisos y responsabilidades, es decir, trabajos no remunerados que permiten asegurar la continuidad de las organizaciones y que aportan a la reproducción de la vida. Si bien dentro de las organizaciones no se busca una remuneración por estos trabajos si se reconoce su importancia:
Sentir la paz interior y que sienta que los demás valoran el trabajo de uno como mujer […] yo sentía que era mi responsabilidad estar en la organización con hijo o sin hijo, pero nunca me di cuenta que ellas valoraban que yo cargaba mi guagua y me iba a las reuniones, a las visitas, a donde sea, ellas habían estado mirando y para mi tuvo un valor grandote (N.H., Santa Bárbara, entrevista 2017).
Así, las mujeres vinculadas alrededor de la EPS si bien asumen nuevas responsabilidades y por ende más trabajo en la construcción de sus organizaciones, están convencidas que estos espacios traen alguna otra ventaja que no está vinculada a la generación de ingresos económicos.
La posibilidad de contar con las condiciones necesarias para la reproducción de la vida pasa por asegurar la provisión de bienes y servicios, esto solo se lo puede hacer a través de los trabajos, los cuales pueden satisfacer esas necesidades. Esta situación deviene en que muchas veces los trabajos sean penosos y desdichados como lo describiría Marx en su momento, dada la condición de ser trabajadores dueños de la fuerza de trabajo más no de los medios de producción, lo que coloca al trabajo dentro del sistema capitalista en esta dualidad de ser instrumento de libertad y dominación a la vez (Marx, ed. 1996).
Los espacios construidos por las mujeres alrededor de la EPS han sido forjados en medio de las condiciones socioeconómicas de sus localidades, ligados a sus prácticas comunitarias y con la convicción de sentir a la organización como uno de los ejes en su vida.
Para Laville y Gaiger (en Coraggio, Laville y Cattani, 2013), la economía solidaria se construye entre sectores sociales excluidos del sistema y que tienen mayores necesidades y logran crear experiencias económicas buscando satisfacer sus propias demandas, pues se reconocen desde la propia realidad, y al encontrarse en espacios geográficos similares y próximos facilitan su organización.
Las iniciativas de la EPS se encuentran en esta dualidad entre organizarse internamente en base a relaciones comunitarias, colectivas, cooperativas sin dejar de interactuar con espacios donde priman lógicas capitalistas e individualistas. Esto les lleva a cuestionar las lógicas de trabajo opresoras y a pensar en construir/vivir otras dinámicas de trabajo que no sean opresoras, sino que representen libertad para decidir y vivir, así lo manifiesta G.P. de la Corporación Utopía al preguntarle sobre lo que es para ella el trabajo:
Yo tengo un bloqueo cuando digo trabajo, el trabajo para mí como que te esclaviza, cuando haces un trabajo dices es porque me obligaron… aquí hago lo que yo quiero, hago lo que yo siento, algo que es mi forma de vida. Entonces cuando me dices ¿trabajas? Yo digo no, solo me dedico a vivir mi vida, hacer lo que yo quiero, a vivir como yo quiero y soy feliz (entrevista 2017).
Por otro lado, desde la economía comunitaria se promueve la participación de todos los integrantes de la comunidad en el proceso de producción, distribución y consumo de los bienes y servicios, ya que se considera que el trabajo es colectivo y la propiedad comunitaria, la organización del trabajo y la toma de decisiones será algo colectivo, en bien de la comunidad y en equilibrio con la naturaleza. A partir de esta conceptualización Chiroque y Mutuberría (en Coraggio, Laville y Cattani, 2013) plantean que “el trabajo es considerado bueno, positivo e integrador (no como un castigo, como en la sociedad capitalista), y parte de la cosmovisión de la vida misma de los integrantes de una comunidad en un territorio dado”.
Estas otras formas de concebir las actividades que se realizan dentro de las organizaciones, transforman los espacios de encuentro de la organización en espacios felices para vivir y construir, sin embargo, los espacios y tiempos dedicados a estas actividades están mediados con otros trabajos en el hogar, estos no disminuyen, pero para las mujeres conservar estos espacios es imprescindible:
Toca organizar por horas, ver a nuestros hijos, cuando vienen de las clases darles el almuerzo, de ahí corre otra vez a realizar la agricultura, y si tengo que irme a la organización, más que sea nos reunimos entre mujeres, nos hacemos una minga todo, pero con tal de esos tiempos o esas horas tenemos que estar libres (G.V., Mujeres Casaloma, 2017).
Los espacios creados y los tiempos apropiados por las mujeres para sus actividades sólo pueden mantenerse con el tejido comunitario, un tejido que se lo va construyendo de manera cotidiana entre todas y que les ha permitido crear trabajos liberadores que aportan en lo económico pero sobre todo en lo físico, en lo emocional y en lo humano, “en este caso nosotras siempre hemos hablado, compañeras vengamos, trabajemos todas que no haya ningún problema y si estamos conscientes que venimos todas, nos damos ese tiempo mientras trabajamos, mientras hacemos algo estamos conversa y conversa” (G.V., Mujeres Casaloma, entrevista 2017).
Para estas mujeres los espacios organizativos están construidos desde la mirada comunitaria, familiar, lo que les permite impregnar a las experiencias de la EPS otras prácticas y a la vez sentir que pueden combinar la carga de trabajo y la generación de valores de uso y espacios de sanación y autocuidado a través de conversar sus problemas, como M.Ch. de Casaloma (2014) dice, dejan atrás los problemas para pensar en ellas, para construir una posibilidad de transformarse en sujetas con decisión propia, donde pueden disputarse los espacios para la liberación por sobre los trabajos absorbentes y opresores.
7. La economía popular y solidaria un espacio de autocuidado
A partir de la división sexual del trabajo las mujeres asumen el cuidado de la familia, del hogar, del espacio privado, sumado al discurso patriarcal del amor altruista, en el cual la familia es lo primero, se ha terminado colocando en el centro de la vida de las mujeres el bienestar de los demás, menos el bienestar propio, al punto de perder de vista cuáles son sus propias necesidades, deseos y aspiraciones. En este sentido, los espacios que las mujeres construyan para sí mismas, para valorarse, reconocerse, desarrollarse personalmente son fundamentales en la construcción de su autoestima (Pérez, 2004).
Los espacios construidos por las mujeres en la EPS se han convertido en lugares de autocuidado tan esenciales para sostener sus vidas y las vidas de quienes les rodean, son espacios propios y autónomos que los consideran importantes por lo que de alguna manera siempre buscan separar el tiempo y el espacio para sus encuentros:
Viendo la necesidad que tenemos de reunirnos, nos hemos dicho, tenemos las 24 horas al día, por lo menos dediquémonos, un medio día, una media hora, una hora para nosotras, porque a veces estamos tan ocupadas en la familia, en los hijos, esperando que el otro esté bien, pero nunca nos dedicamos para estar bien nosotras, hemos visto que como mujeres, como madres, maestras, médicas, de todo, las mujeres en el hogar, somos una parte, un eje fundamental en la familia (G.V., Mujeres de Casaloma, entrevista, 2017).
¿Para qué necesitan tener estos espacios como mujeres? R.V. del grupo de Casaloma lo explica:
Entre mujeres tenemos que hablar de cosas muy importantes, en un espacio solo de mujeres, por ejemplo, hablamos de sexualidad y menstruación, ellos se van a reír, no van a entender, pero entre mujeres, podemos reírnos, pero en otro sentido podemos sanar (entrevista 2012).
Efectivamente, es necesario construir este tipo de espacios que fomenten la confianza y la seguridad para poder expresar las inquietudes que como mujeres tienen en torno a su vida, su cuerpo, sus deseos, sus necesidades, sus sueños, etc.
Existen otros aportes que la organización ha hecho en la vida de las mujeres, muchos de estos están en el ámbito espiritual, como explica N.H. de Santa Bárbara:
Quizá lo que más valoramos en la casa es el tema de la energía, de la parte espiritual, vivimos en mejor armonía que antes. Quizá lo que más me llamó la atención es el tema de la conexión con las personas y con la naturaleza misma (entrevista 2017).
Se produce un encuentro humano, solidario y sororo (Lagarde, 2009), donde las experiencias vividas dejan aprendizajes en la vida de las mujeres y se valora el esfuerzo realizado, como dice N.H. de Santa Bárbara: “cuando uno entra a la organización no es un tema solo de ir a la feria, solo de producir sino es un cambio de estilo de vida” (entrevista, 2017)
Un cambio de formas de vida en donde se valore las capacidades de las mujeres y se fortalezca la confianza de las mujeres sobre sí mismas y sus capacidades es fundamental, con los años se reconoce y evidencia estos cambios, como es el caso de M.Ch. de Casaloma: “yo no podía hablar en una reunión nada, ni sabía tomar un micrófono para hablar” (entrevista 2014).
A través de la organización las mujeres han tomado conciencia de la importancia del respeto a sus propios espacios, donde pueden hablar con libertad y sentir la suficiente autonomía para decidir sobre su vida:
Mamá Rosita decía “yo cuando me voy a la feria me olvido de los problemas del Segundo (esposo), de los problemas de la casa, me río con mis compañeras, y si estoy enferma en la tarde ya regreso sana”, esos valores de estar entre compañeras (N. H., Santa Bárbara, entrevista 2017).
Así mismo se va fomentando la confianza para administrar lo que ha construido con la organización y romper de esta manera la dependencia económica con sus parejas, como lo cuenta E.E. del MESSE: “Este ejercicio económico te provoca autonomía y en realidad puedes salir tú sola con tus hijos y cambiar tu vida y mejorar tu vida, dejar el marido pegador y comenzar otra vida sola” (entrevista 2017)
CONCLUSIÓN
El análisis de la EPS desde una perspectiva feminista, implica ampliar la mirada de interpretación de lo que significan estas alternativas económicas. Implica entrelazar el análisis de clase con el de género y el de interculturalidad. De esta manera, se pueden encontrar los beneficios y limitaciones de estas prácticas en la vida de las mujeres, así como se pueden identificar nudos críticos necesarios de poner en discusión con la finalidad de convertir estas experiencias en alternativas económicas integrales, justas y equitativas.
Desde las prácticas comunitarias en las que las mujeres están inmersas, los procesos económicos toman otros sentidos, ya que se han convertido en una alternativa concreta para la sostenibilidad de la vida, trastocando de alguna manera las lógicas capitalistas, coloniales y patriarcales. Sin embargo, es necesario consolidar colectivamente estas prácticas, sabiendo que están son procesos en permanente construcción que disputan sentidos de vida, y que pueden ser fácilmente acoplados, moldeados de acuerdo a intereses particulares, por eso tan importante es mantener los espacios comunitarios como referentes colectivos.
En este proceso de ida y vuelta, dialogado, experimentado, en permanente construcción, estos espacios parecerían de poca incidencia a nivel macro pero como se pudo observar ha cambiado la vida de muchas mujeres, sus entornos familiares y en ocasiones de sus comunidades. Por lo tanto, la EPS se ratifica en ser una propuesta de acción colectiva que busca construir un sistema económico alternativo que coloque en el centro la reproducción y el desarrollo de la vida, útil no solo en tiempos neoliberales.
Es la apuesta por que la VIDA esté en el centro en estas iniciativas económicas lo que se coloca tanto desde la EPS como desde la Economía Feminista, aún está en construcción los puntos de equilibrio donde estas prácticas permitan convertirse en referentes de cambio en la vida de mujeres y hombres en igual dimensión. Esta apuesta solo es posible reconociendo que existe una división sexual del trabajo que aún se mantiene en estas alternativas económicas y que es necesario erradicarlas, transformarlas, si pensamos en alternativas plenas.
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Notas