Investigación
La importancia del dibujo geométrico en los proyectos urbanos del arquitecto español Román Jiménez Iranzo
The importance of geometric drawing in the urban projects of spanish architect Román Jiménez Iranzo
DECUMANUS. REVISTA INTERDISCIPLINARIA SOBRE ESTUDIOS URBANOS.
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México
ISSN: 2448-900X
ISSN-e: 2448-900X
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 12, 2023
Recepción: 03 Octubre 2023
Corregido: 13 Marzo 2024
Publicación: 31 Mayo 2024
Resumen: Este artículo tiene como objetivo exponer la relevante y estrecha relación entre el dibujo y la creación del espacio público en la obra del arquitecto valenciano Román Jiménez Iranzo, profesional de gran relevancia en la construcción de la Valencia moderna, ciudad en la que ejecutó gran parte de su prolífica obra, la cual abarca desde la edificación residencial hasta la intervención en calles y plazas de la misma, fundamentalmente tras ser nombrado Jefe de Servicio de Proyectos Urbanos del Ayuntamiento. Es precisamente en esta etapa municipal (1991-2005), cuando junto a su colega, el también arquitecto Pedro Soler, dio evidencia del dominio de la geometría tanto euclidiana como fractal, mostrando en sus proyectos urbanos una amplia paleta de composiciones dominadas por el triángulo rectángulo isósceles y derivadas de su, hasta ahora desconocida, obra plástica. Estas intervenciones, siempre con una fuerte influencia historicista y cargadas de simbología, le permitieron explorar soluciones dotadas de personalidad que ocultan con sutileza mensajes a primera vista imperceptibles, necesitando el espectador de una mirada culta y calmada para develarlos y apreciarlos en su totalidad. Mirada que el propio Román Jiménez transmitió a sus alumnos durante su largo periodo docente como director y profesor de dibujo en la asignatura de Análisis de Formas Arquitectónicas en la Escuela de Arquitectura de Valencia, en cuya recuperación jugó un papel fundamental. El presente trabajo es resultado de la tesis en ciernes, donde se investiga y profundiza sobre su obra plástica en relación con su obra arquitectónica y urbana.
Palabras clave: dibujo arquitectónico, geometría, fractal, proyectos urbanos, simbolismo.
Abstract: This article aims to show the relevant and close relationship between drawing and the creation of public space in the work of the Valencian architect Román Jiménez Iranzo, a professional of great relevance in the construction of modern Valencia, a city in which he executed a large part of his prolific work, which ranges from residential construction to intervention in streets and squares in the city, fundamentally after being appointed Head of the Urban Projects Service of the City Council. It was precisely during this municipal period (1991-2005) when, together with his colleague, the architect Pedro Soler, he showed his mastery of both Euclidean and fractal geometry, displaying in his urban projects a wide palette of compositions dominated by the isosceles right triangle and derived from his hitherto unknown plastic work. These interventions, always with a strong historicist influence and loaded with symbolism, allowed him to explore solutions endowed with personality that subtly conceal messages that at first sight are imperceptible, requiring the spectator to have a cultured and calm gaze to reveal and appreciate them in their entirety. A gaze that Román Jiménez himself transmitted to his students during his long teaching period as director and professor of drawing in the subject of Analysis of Architectural Forms at the Valencia School of Architecture, in the recovery of which he played a fundamental role. The present work is the result of a thesis in the making, which investigates and explores in depth his plastic work concerning his architectural and urban work.
Keywords: architectural drawing, geometry, fractal, urban projects, symbolism.
Nota Biográfica
Román Jiménez Iranzo nació en la localidad valenciana de Buñol en 1932, donde recibió educación fundamental, acabando los estudios de bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar, previos a la entrada en la carrera de arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (en adelante ETSAB). Tras obtener el título en 1962, ganó la plaza por concurso-oposición como arquitecto municipal de Valencia en 1963, comenzando así la primera de hasta tres etapas municipales. Entre los años setenta y ochenta ejecutó la mayoría de su obra, tanto en la ciudad de Valencia como en sus alrededores, predominando la edificación plurifamiliar. Fue galardonado por su trayectoria con la Medalla de Oro de la Universidad Politécnica de Valencia en 1991 y en 1997 pasó a formar parte de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos como académico de número, siempre entregado a su ciudad. Prueba de ello es también la creación de la asociación “Amigos del Ensanche” (1985), dedicada a poner en valor la arquitectura realizada por maestros de obra y arquitectos valencianos de la época. Una empatía efervescente y una elegancia personal congénita, fueron las vías naturales para resultar relevante en la sociedad valenciana, un profesional muy solicitado y siempre solícito servidor de lo público. Falleció a la edad de setenta y tres años en septiembre de 2005.
Formación académica
Tras el ingreso en la ETSAB, Román Jiménez comenzó a destacar por sus habilidades en el dominio del dibujo y su creatividad proyectual; obtuvo excelentes calificaciones que le permitieron conseguir el título de arquitecto en 1962 y ser elegido por D. Roberto Terradas, profesor y director de la ETSAB en aquella época, para organizar en 1966 un curso destinado a oxigenar la misma, debido al alto número de alumnos matriculados, muchos de ellos provenientes de Valencia. Este curso de descongestión permitió a la ciudad de Valencia recuperar su Escuela Técnica Superior de Arquitectura en 1968 —heredera de la histórica de San Carlos, extinta en 1846— y con ello pasó a formar parte del Instituto Superior Politécnico (actual Universidad Politécnica de Valencia), proyecto en cuya primera fase Román Jiménez participó activamente. Además, fue el primer director y profesor responsable de la asignatura de Análisis de Formas Arquitectónicas durante cerca de una década (Bosch, 2007). Es de resaltar que, en sus inicios, y en aras de dotar a la nueva escuela de técnicas pedagógicas innovadoras, visitó prestigiosas instituciones extranjeras las facultades de arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Tecnológico de Monterrey (TEC), entre otras, donde sostuvo entrevistas con autoridades académicas y profesores de arquitectura.
En 1970 se tituló como Doctor Arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, con su tesis sobre arquitectura claustral.
Primera etapa municipal
Recién titulado arquitecto, en el año 1963, Román Jiménez obtuvo plaza como arquitecto municipal e intervino en obras tan importantes como la restauración del Real Monasterio de Santa María de El Puig (Domínguez, 1992). Además, participó en la elaboración de Planes Parciales de la zona sur de la ciudad y la reforma de la fachada del edificio del Ayuntamiento de Valencia, con la construcción del actual balcón que vuelca a la Plaza del Ayuntamiento, en colaboración con el arquitecto José Mora y Ortiz de Taranco, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos e hijo del ilustre arquitecto Francisco Mora Berenguer3 (Albalat, 2005).
Actividad profesional. Proyectos relevantes. Primeros trazos del mat-building en Valencia
Es en 1968, tras pedir su primera excedencia, cuando Román Jiménez comenzó su actividad en el ejercicio libre de la profesión a través de su estudio ubicado en la calle Reina Doña Germana, con el apoyo de una amplia plantilla de delineantes dirigida por Mario Granell y la permanente colaboración del aparejador Rafael Vidal. Llegó a considerarse, por la calidad de su producción, como una de las principales oficinas de arquitectura de la ciudad, y desde donde llevó a cabo más de seiscientas obras, todas ellas registradas de forma ordenada y archivadas en su antigua residencia de verano “La Tanca”, que ahora forman parte del Archivo Histórico del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia, donado como legado por su familia (Lozano, 2005). Es en este periodo cuando Román Jiménez ejecutó obras en ubicaciones de la ciudad de Valencia tan emblemáticas como la Calle Colón —situada el centro de la ciudad— en la que realizó dos edificios de viviendas, la Gran Vía de Germanías, Sorní o la Avenida de Aragón (Peñín y Taberner, 2022).
El primero de ellos, situado en el número 44, proyectado en el año 1970, se asoma a través de una gran balconada curva, al cotidiano ajetreo de esta calle comercial. Su fachada con este sencillo elemento permite una amplia entrada de luz a las siete viviendas que lo constituyen (una por planta), dada la gran profundidad de la parcela que cuenta con un generoso patio interior, como es habitual en las manzanas propias del centro histórico.
El segundo edificio, ubicado en el número 11, de una etapa más tardía (1980), resuelve una parcela en esquina mediante el uso nuevamente de la curva, pero esta vez acentuando más la rotundidad del volumen, otorgándole un carácter más másico claramente “mendelsohniano”, aligerado por el uso de bandas horizontales que dotan a la fachada de una tensión que obliga al transeúnte a levantar la cabeza y observarlo. En ambas, pero sobre todo en esta segunda, se maneja una singular solución funcional de la vivienda burguesa moderna.
Además de su ubicación, estos dos edificios comparten el uso de la piedra como material de fachada, utilizado previamente por Román Jiménez en 1972 en el edificio ganador, junto a su compañero arquitecto Vicente Traver G-Espresati, del concurso de viviendas para la Unión Levantina, ubicado en el nuevo ensanche burgués al otro lado del río, frente al Club de Tenis en la calle Botánico Cavanilles, donde combina grandes balconadas, esta vez rectilíneas, con una volumetría rotunda y creativas distribuciones del espacio interior.
Pero Román Jiménez dominaba también el uso de otros materiales propios de la zona y de la época, como el ladrillo “caravista”, utilizado en la ejecución de obras de pequeña escala como el edificio de trece viviendas en la calle Sorní, el de veintiún viviendas en la calle Linares (1972) o las treinta y seis viviendas de la calle El Bachiller (1982),4 o de mayor escala como el de las ciento veinte viviendas de las Torres de Mestalla, las quinientas viviendas para la Cooperativa de San José Artesano (conjunto conocido popularmente como “La Raspa”) o el Barrio de las 613 viviendas de Burjassot, conocido como “Liang Shan Po”5 (Lozano, 2005). Cabe destacar también el uso de este material en el proyecto para el Conservatorio de Música y Danza en el campus de la UPV (Lozano, 2023) (Figura 1).
También en esta época se comienza a utilizar el hormigón prefabricado para realizar proyectos de gran extensión como la Universidad de María en Bismark (Dakota del Norte, 1968), del arquitecto Marcel Breuer o el Centro Cultural Universitario de Pedregal de Santo Domingo (México, 1976), diseñado por los arquitectos Orso Núñez Ruiz-Velasco y Arcadio Artis Espriu. En la obra de Román Jiménez encontramos el uso de dicho material en el proyecto para la primera fase del Instituto Politécnico (actual Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Edificación), realizado junto a sus colaboradores Joaquín Hernández y Carlos Prat Cambronero, el cual se suma a los predecesores del movimiento bautizado por Alison y Peter Smithson como “mat-building”.
Cabe destacar que durante esta etapa Román Jiménez regresó al servicio de la ciudad de Valencia como Jefe del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (1973), donde elaboró las primeras Ordenanzas Municipales de Protección contra Incendios (OMPI), siendo pioneras, junto a las de Aragón, en toda España. Esta etapa finalizó en 1983, dando inicio a su tercera y última etapa como arquitecto municipal en calidad de Jefe de Servicio de Proyectos Urbanos, cuando junto a su compañero y también arquitecto Pedro Soler, realizó intervenciones donde el dibujo de fractales cobró una vital importancia (Jiménez y Soler, 2000).
La importancia del dibujo, la geometría y la fractalidad. Obra pictórica
El dibujo y la geometría jugaron un papel fundamental en la arquitectura de Román Jiménez. Ya desde su etapa docente comenzó a desarrollar una investigación que giró en torno a un polígono básico, para él fascinante, el triángulo rectángulo isósceles. En el ámbito privado, y como el desarrollo de la tesis ha permitido descubrir, dibujó, acompañado siempre del papel milimetrado, un sinfín de composiciones geométricas, tomando el triángulo como base, lo que recuerda los motivos utilizados en el arte islámico, que ahora sabemos fascinaba a Román Jiménez.
Estos dibujos a modo de ejercicio diario le permitieron crear obras plásticas —como las que vamos a mostrar a continuación— que podríamos clasificar en tres grandes grupos: el primero tiene como protagonista la bautizada por el propio Román como “Quimera”, basada en la mitológica criatura de origen etrusco con cabeza de león y cabra y cola de serpiente que en culturas posteriores se le ha llegado a sumar una tercera cabeza de dragón con alas incluidas. Esta (Figura 2) se presenta en una posición central, presidiendo la composición, sobre un fondo abstracto también compuesto por triángulos de colores tenues que contrastan con el vibrante naranja utilizado para la figura protagonista.
Esta figura geométrica singular, parte de una más popular: la “Pajarita” alada. Las alas se consiguen al girar la forma que constituye el tronco inferior, utilizando como punto base el vértice que correspondería al final del lomo.
Jugó también Román con la “Pajarita” en composiciones que pueden catalogarse de complejas (Figura 3), donde la figura de la pajarita permuta y gira cambiando de escala y de color transformándose en la “Quimera”, creando un mosaico vibrante con tonos cálidos con el rojo como base.
El segundo grupo temático de su obra plástica corresponde a la conexión con la naturaleza, en concreto con el mundo floral, apasionado también como fue de la jardinería.
En este conjunto de obras Jiménez exploró las posibilidades de la geometría fractal, cuyo origen se remonta al año 1975 de la mano del matemático Benoït Mandelbrot (1924-2010), quien bautizó este tipo de agrupaciones matemáticas, cuya representación física la hallamos en numerosas estructuras presentes en la naturaleza como las vistas en algas, hojas, flores e incluso nuestro propio ADN (Mandelbrot, 1987).
Como se observa en la Figura 4, Román Jiménez se basa en una figura, que podría interpretarse como la hoja de un árbol o el capullo de una flor, que, al girar y cambiar de tamaño, se mezcla mediante maclas con sus semejantes y ocupa toda la extensión de la tabla, y con ello crea en su conjunto la forma de partida a la mayor escala posible. En esta ocasión utilizó una gama de colores arena que transmiten sensación de paz y cierto toque otoñal.
La siguiente composición (Figura 5) es una combinación que agrupa la figura de la Pajarita y la Quimera, motivos florales, y el tercer gran grupo: la geometría elemental. En este último grupo temático, Jiménez juega con formas geométricas puras que se mezclan con el resto, sirviendo de nexo y fondo, creándose un dinamismo que obliga al observador a alejarse del cuadro para apreciar formas que a priori se ocultan o desdibujan. Aquí utiliza una amplia paleta cromática, mezclando colores fríos y cálidos que se atenúan en los laterales del cuadro, dejando los más brillantes para la zona central.
En este tercer y último grupo se encuentra la siguiente obra (Figura 6), en la cual se representan aves geometrizadas mediante triángulos, cuyo fondo y figura simulan un movimiento de ida y vuelta, enmarcadas por unos trazos a modo de planta arquitectónica. Y es que precisamente esta obra fue la base de la pavimentación que el arquitecto utilizó en el proyecto para la Plaza del Doctor Collado, una de las muchas intervenciones en el espacio público de la ciudad de Valencia que realizó durante su última etapa como arquitecto municipal y en el que su obra plástica tuvo una fuerte presencia.
La vuelta al Ayuntamiento. Proyectos urbanos
En 1991, Román Jiménez Iranzo regresa al Ayuntamiento de Valencia como Jefe de Servicios de Proyectos Urbanos, donde dio rienda suelta a su creatividad ayudándose de sus trabajos pictóricos al dotarlos de un fuerte simbolismo.
Es el caso del proyecto para la Plaza del Doctor Collado, situada en los entornos de la Lonja,6 puso de manifiesto la historia del lugar, pues este espacio albergó en época medieval la “Taula de Canvis”, que funcionaba a modo de banca de la época y cuyo libro de entradas y salidas, denominado “VA y VE”, junto al movimiento de mercaderes y clientes que se producía en la antigua Lonja (Lonja Vella), inspiraron a Román Jiménez para crear el motivo que decora la zona central, lleno de aves que vienen y van, como se vio anteriormente en su obra pictórica (Figuras 7 y 8).
Bajo el lenguaje geométrico de figuras básicas, cabe destacar su intervención en la Calle del Arzobispo, donde creó una Rosa de los Vientos con el pavimento (Figura 9), para señalizar el punto más alto de la ciudad respecto al nivel del mar, que mezcla el mensaje de amor (evocado por la “Rosa”), propio de la religión cristiana, al situarse delante del Palacio del Arzobispo con su afición por los juegos matemáticos, basado para la formalización de la geometría en el problema de la mitra de Sam Loyd7 (Gardner, 1988).
Otro ejemplo del uso de figuras básicas es el utilizado en la fuente de la Plaza de Nápoles y Sicilia (Figura 10). Este elemento aparece como hito dentro de la intervención y enseguida capta la mirada del espectador, invitándole a reposar a su lado. La geometría de la fuente, vista en planta, está compuesta por un fractal estrellado a base de triángulos rectángulos. Utilizando una operación de modelado 3D, extruye esta figura, materializada en mármol de carrara, creando niveles según los requerimientos de la propia fuente, que la dotan de cierto dinamismo volumétrico pese a su clara centralidad. El interior de la fuente está decorado con azulejos que repiten nuevamente la geometría estrellada de la piedra y recuerdan a motivos propios de la cultura árabe. Este motivo es utilizado también en las intersecciones de la retícula formada por el pavimento de la plaza.
De nuevo encontramos la gran influencia de su obra pictórica en su forma de concebir el espacio urbano en la Plaza de Polo de Bernabé, donde, para su pavimentación, crea una composición de motivos florales que recuerdan a obras dentro de su segundo grupo temático, pues esta albergó el mercado de Armando Palacio Valdés, quien en una de sus obras demuestra un especial interés por el antiguo mercado de las flores de la ciudad (Palacio, 1968). Este argumento, sumado a la intención del Ayuntamiento de situar quioscos para la venta de flores, sirven de inspiración para la temática que decora su pavimento. Pero en esta ocasión no trabaja solo en el plano horizontal, sino que, como ya nos mostró en la fuente de la Plaza Nápoles y Sicilia, extruye las figuras en planta para crear un quiosco de venta de flores en la zona central y maceteros a modo de bancos que albergan mandarinos (Figura 11), en honor a José Polo de Bernabé y Borrás,8 quien da nombre a esta plaza debido a que durante su ejecución se encontró una placa con su nombre. Román Jiménez también aprovechó este motivo para utilizar tonalidades anaranjadas en las piezas del pavimento (Figura 12).
Asimismo, hay una clara referencia a la “Quimera”, protagonista de su primer grupo pictórico, en la Plaza Virgen de Lepanto (Figura 13), situada en el municipio de Castellar.
La intervención consiste en una fuente a modo de hito escultórico formada por un pedestal de mármol de carrara coronado por dos quimeras de acero enfrentadas. Así pretende evocar la confusión que sufrió Edipo al enfrentarse al acertijo formulado por la Esfinge en su entrada a Tebas, dada su situación cerca del acceso a la Iglesia de la Virgen de Lepanto. Además de la coronación del pedestal, cabe hacer especial mención al grabado que alberga, compuesto por una sucesión de tres escenas donde la figura de la Quimera se desdibuja y reaparece (Figura 14), creando de nuevo confusión en el observador.
Por último, una obra que ocupa un lugar especial en su propuesta urbana, es la realizada en la antigua Plaza de Brujas,9 situada delante del acceso de la Iglesia de los Santos Juanes, frente al Mercado Central10 y la Lonja de Valencia.
El proyecto nace del requerimiento por parte del Ayuntamiento de situar el busto dedicado a Luis Vives,11 obra del escultor Ramón Mateu en el año 1966, y que Román Jiménez tomó como eje articulador de su discurso para esta intervención compuesta de tres elementos: el busto de Luis Vives, los cipreses que envuelven y lo realzan y la fuente mediante la representación del Poliedro de Durero o Piedra de la Melancolía (Klibansy, Panofsky y Saxl, 1991) (Figura 15).
Esta pieza, sin desmerecer el busto, es la de mayor interés en dicha intervención, pues es la primera recreación física de la piedra del famoso grabado de Alberto Durero, “Melancolía I”, y un ejemplo claro del dominio del dibujo que Román poseía, quien, gracias a sus conocimientos sobre el sistema, pudo materializarla y replicarla.
Este elemento relaciona a la vez tres conceptos: en el primero de ellos utiliza la fuente para simbolizar el agotamiento de la vida, es decir, la muerte, al tratarse de un busto póstumo, que se origina precisamente para conmemorar la figura histórica de Luis Vives. El segundo es el de melancolía, un concepto relevante dentro del humanismo renacentista, vinculado a la labor realizada por el propio Luis Vives, quien fue referente para filósofos posteriores de la importancia de Immanuel Kant o René Descartes. El tercero, la propia “piedra” extraída del grabado de Alberto Durero para recrear la escena donde el mismo pensador, Luis Vives, observa la piedra.
La geometría de la Piedra está constituida por cinco pentágonos irregulares y dos triángulos equiláteros en su base y coronación, formando su proyección en planta una estrella de seis puntas (estrella de David), produciendo una diáspora fractal.
Conclusiones
El dibujo de fractales y sus composiciones pictóricas, siempre con el triángulo rectángulo como figura primigenia, poseen en Román Jiménez una importancia a la hora de idear y materializar los proyectos para diferentes espacios urbanos de la ciudad de Valencia. Siempre bajo el binomio historia-geometría, reforzado con una carga de simbolismo, afronta y resuelve con maestría la compleja problemática de sus intervenciones, con un evidente respeto al lugar y una sensibilidad creativa que baña, como el agua de sus fuentes, las calles de Valencia. Finalizamos este artículo con las palabras que el propio Román Jiménez (1997) formuló en el epílogo de su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia,12 que demuestran nuevamente el peso que el dibujo marcó en su labor tanto profesional como docente, dejando una huella en todos los que compartieron espacio y tiempo con él:
No quiero finalizar sin recordar a aquellos alumnos que, aunque no llegaron a obtener el título de arquitecto, asistieron a mis clases, comprendiendo lo importante que es conocer nuestra historia a través de la arquitectura. Y eso lo lograron ellos solos, porque mi límite, con mis oyentes, era… enseñarles a mirar. (Jiménez, 1997, p. 248)
Y no finalizaremos nosotros sin recordar la importancia de una enseñanza de la arquitectura tan científica como creativa, avalada precisamente por una práctica real y fructífera. Esa y no otra fue norma de vida —profesional, académica y personal— del arquitecto de cuyo legado se ocupa este trabajo.
Referencias
Albalat, L. (2005). In memoriam. José Mora y Ortiz de Taranco. Arquitecto y Académico de Número. Archivo de Arte Valenciano 2005, pp. 277-278.
Bosch, I. (2007). Cuarenta Aniversario de la ETSAV: una visión transversal. En Cuarenta Aniversario de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia ETSAV. curso 1966/67-2006/07 (pp. 11-17). General de Ediciones de Arquitectura.
Domínguez, J. (1992). El Puig de Santa María. Aproximación Histórica y Valoración Crítica. Publitrade.
Gardner, M. (1988). Los acertijos de Sam Loyd. Editorial Granica.
Jiménez, R. (1997). Los orígenes de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia. Archivo de arte valenciano nº 78, Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, pp. 242-249.
Jiménez, R. y Soler, P. (2000). Mercado de Colón. Informes de la Construcción, pp. 469-470.
Klibansy, R., Panofsky, E. y Saxl, F. (1991). Saturno y la melancolía. Editorial Alianza Forma.
Lozano, A. (Comisaria) (2005). Catálogo de la Exposición Román Jiménez Iranzo 1932-2005. UPV y ETSAV.
Lozano, A. (Comisario) ad alters (2023). Catálogo de la Exposición Román Jiménez Iranzo (1932-2005). CTAV.
Lozano, J. M. (2005). Román Jiménez Iranzo. Arquitecto Ilustre y Académico de Número. Archivo de Arte Valenciano 2005, pp. 327-329.
Mandelbrot, B. (1987). Los objetos fractales. Tusquets Editores.
Palacio, A. (1968). La alegría del capitán Ribot. Editorial Bruguera.
Peñín, A. y Taberner, F. (2022). Román Jiménez Iranzo en Arquitectos con huella. La arquitectura valenciana a través de sus protagonistas (1768-1971), p. 172. Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, COACV, CTAA, CTAC, CTAV.
Notas
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