Artículos
Recepción: 26 Abril 2022
Aprobación: 26 Junio 2022
Cómo citar este artículo:: APA: Di Renzo, C. A. (2022). Viaje a la Patagonia Austral: reflexiones en torno al buen gusto y la necesidad de consolidar las fronteras frente a la vecindad amenazante en la prosa de Francisco Pascasio Moreno. Nuevo Itinerario, 18 (1), 29-53. DOI: https://doi.org/10.30972/nvt.1815909
Resumen: En el presente artículo, analizaremos algunos aspectos acerca de la célebre obra Viaje a la Patagonia Austral emprendido bajo los auspicios del Gobierno Nacional (1876-1877) de Francisco Pascacio Moreno. Específicamente, centraremos nuestra atención sobre aquellas concepciones que den cuenta sobre el buen gusto en la lógica de civilización-barbarie. Asimismo, consideramos tales concepciones dentro del contexto histórico de la consolidación de las fronteras nacionales motivadas, a su vez, por la existencia de una potencial vecindad amenazante. Como evidenciaremos, las fronteras demarcadas dentro de la comunidad imaginada que encarnaba la civilización, actuaron como un parámetro mediante el cual el naturalista argentino realizó sus descripciones.
Palabras clave: Buen gusto, Civilización, Barbarie, Vecindad amenazante, Comunidad imaginada.
Abstract: In this article, we will analyze some aspects about the famous work Viaje a la Patagonia Austral emprendido bajo los auspicios del Gobierno Nacional (1876-1877) by Francisco Pascacio Moreno. Specifically, we will focus our attention on those conceptions that account for good taste in the logic of civilization-barbarism. Likewise, we consider such conceptions within the historical context of the consolidation of national borders motivated, in turn, by the existence of a potential threatening neighborhood. As we will show, the demarcated borders within the imagined community that embodied civilization acted as a parameter by which the Argentine naturalist made his descriptions.
Keywords: Good Taste, Civilization, Barbarism, Threatening Neighborhood, Imagined Community.
A modo de introducción
Las últimas décadas del siglo XIX encuentran a la Argentina en pleno proceso de consolidación estatal. Desde múltiples espacios, y con actores de los más heterogéneos, se irá conformando un imaginario que tomará referencias propias para señalar alteridades con todo aquello/s que no forman parte en ese proceso de construcción de fronteras que, en definitiva, respondería a una determinada comunidad imaginada (Anderson, 1993)[1]. En particular, en este trabajo, nos proponemos analizar uno de los aspectos dentro de tales construcciones en la obra Viaje a la Patagonia Austral de Francisco Pascasio Moreno: las referencias en torno al buen gusto[2]. Como veremos, nuestro autor encuentra discrepancias entre los centros civilizados, claramente asociado a la élite de la cultura occidental, europea y cristiana, de finales del siglo XIX, y los elementos que simbolizan a la barbarie, propias de los indios con los cuales tuvo contacto durante los viajes exploratorios hacia la región patagónica sudamericana en la década de 1870[3]. En otras palabras, Moreno “encarnaría un nosotros que parece definirse, en términos generales y multifacéticamente, a partir de la idea de civilización” (Risso, 2010:7), situación que evidenciaremos a partir de las concepciones existentes en torno al buen gusto.
En este sentido, los relatos recogidos en la fuente que analizaremos son el resultado de los viajes realizados por Francisco Moreno hacia los actuales territorios de Chubut, Santa Cruz, Lago Argentino y los Andes meridionales entre los años 1876 y 1877. La ubicación temporal de los viajes no es un dato menor, puesto que nos encontramos en pleno proceso de consolidación del Estado Nacional. De hecho, el gobierno nacional es quien sustenta económicamente esta travesía y la misma puede ser considerada como una estrategia dentro del proceso de delimitación de fronteras, en el proceso de la exteriorización del Estado[4]. Más precisamente, las expediciones tienen lugar durante el mandato presidencial de Nicolás Avellaneda, (1874-1880), el más vehemente operador en la cuestión fronteras, sin desconocer, por razones obvias, a Julio Argentino Roca (1880-1886, 1898-1906) “quien convirtió la propia experiencia militar expedicionaria en programa político y candidatura presidencial” (Torre, 2011:24).
No es de extrañar entonces que, desde el inicio de su obra, Moreno deje en claro su temprana preocupación por las fronteras irresueltas con Chile, especialmente aquellas situadas en la región patagónica. Pues la importancia que adquiere su trabajo por la necesidad de reconocimiento de los territorios explorados es central y se enmarca dentro de la concepción temprana del país trasandino como una vecindad amenazante[5]. Al respecto, señalamos que tal concepción (la vecindad amenazante) es incipiente en la década de 1870, puesto que no se realizan denuncias directas frente al accionar “expansionista” chileno, aunque sí se identifica la posibilidad de que la región patagónica se encuentre bajo sus planes de anexión. Enmarcamos estas concepciones dentro de un conjunto más amplio de naciones del cual Brasil también formó parte. Desde finales del siglo XIX Argentina, Brasil y Chile fueron adoptando diversas medidas sustentadas tanto en la competencia directa como en la desconfianza mutua. Esto provocó que en distintos momentos surgieran carreras armamentistas, por ejemplo, entre Argentina y Chile hacia 1898/9 y 1978 o entre Argentina y Brasil en 1907/8. Estas situaciones de tensión fueron acompañadas con la elaboración de numerosas publicaciones tendientes a consolidar o proyectar un determinado proyecto de nación con miras a lograr una supremacía regional. Un ejemplo de esto serían las doctrinas geopolíticas elaboradas por Estanislao Zeballos o los del barón de Río Branco en el cambio de siglos XIX al siglo XX[6]. Ya avanzado el siglo XX, las desconfianzas existentes sobre una hipótesis de guerra vecinal, funcionaron como motor en la modernización y compra de armamento militar, como también en el desarrollo de la industria ligada al sector castrense. Es en este sentido en el que entendemos al concepto de vecindad amenazante: es uno de los motivos que impulsaron la adopción de ciertas decisiones por parte del Estado. Estos conceptos fundados esencialmente bajo una imagen negativa, serán desarrollados en profundidad en las décadas siguientes y servirán de base teórica a la corriente nacional territorialista irredentista[7].
En este sentido, pasarán sólo algunos años más desde la publicación de Viaje a la Patagonia Austral para que encontremos el primer Tratado Limítrofe entre Argentina y Chile (1881). En este hito fundante, en el que Moreno actúa como perito , queda demarcada la frontera entre ambas repúblicas, según lo delimiten las Altas Cumbres, quedado bajo la soberanía argentina toda la región patagónica[8]. Asimismo, y por la importancia que se le confiere a la exploración de estos territorios que se encontraban en disputa, en la obra de Moreno podemos detectar una particularidad que comparte con la de otros relatos expedicionarios: “el dispositivo de enunciación está atravesado por la tensión entre el yo y la institución, y esta puede leerse en el plano de la escritura” (Torre, 2011:14). Pues, si bien su obra está escrita en primera persona, tiene un marcado carácter institucional ya que responde a su vez a las necesidades del Estado argentino que solventa e impulsa tales expediciones.
Del mismo modo, debemos destacar que el momento de producción y circulación de obras tales como las de Moreno, coinciden con un periodo (1870-1900) en el que en la ciudad de Buenos Aires es centro de transformaciones: los periódicos, las imprentas, los editores, las librerías, la profesionalización del escritor y la autonomización de la literatura ofrecen un panorama muy activo desde el punto de vista cultural y mercantil[9]. Precisamente, la fuente seleccionada hace referencia a la situación de la región patagónica en la etapa previa a la denominada Conquista del Desierto[10]. Así, además de ofrecer descripciones que luego serán utilizadas por el Estado nacional, los viajes exploratorios realizados por Francisco Moreno significaban que él era el representante de la civilización o que al menos podía identificar qué elementos la representaban, objeto de análisis de este trabajo.
En lo que respecta al texto de este artículo, se deja en claro que la utilización del concepto indio, hace referencia directa a la utilización por parte de Moreno y responde a una facilidad de escritura y no a una fundamentación despectiva de nuestros pueblos originarios. Los conceptos civilización y barbarie aparecerán también en cursiva y su uso se corresponde con la anterior justificación y con la perspectiva metodológica adoptada para el análisis de los conceptos[11].
Comencemos, entonces, analizando el libro I que se aboca a la descripción de las Cuencas del Chubut y de Santa Cruz realizada entre los años 1876 y 1877.
Acerca de las Cuencas del Chubut y de Santa Cruz
Francisco Pascacio Moreno (1852-1919) fue un reconocido científico naturalista, geógrafo y arqueólogo argentino de la denominada “Generación del ´80”. Oriundo de una familia patricia de la ciudad de Buenos Aires, logró se reconocido por su labor de perito , en particular, en la frontera sur entre Argentina y Chile. También se destaca su aporte al Museo de La Plata (nombrado con su creación en 1885, director vitalicio), que alberga una buena parte de la colección personal de Moreno donada , en un primer momento, al Museo Antropológico y Arqueológico de la provincia de Buenos Aires. Del mismo modo, fue uno de los primeros impulsores en la creación de los Parques Nacionales y tuvo un papel destacado en el proceso de institucionalización del Movimiento Scout. Dentro de su trayectoria política, podemos mencionar su rol como diputado nacional entre 1910 y 1913 [12]. Bajo el patrocinio del gobierno nacional, actúa como un funcionario más cuyas labores le exigían el desplazamiento de la ciudad hacia territorios inhóspitos de los cuales se desprende su escritura “supuestamente desinteresada y descriptiva pero que es también una de las instancias más poderosas de producción de icnografías nacionales, y que inventa e inventaría un territorio que pueda servir de escenario al Estado roquista” (Andermann, 2000:121). Pues para afianzar al Estado nacional en la región patagónica, era necesario conocer la topografía y las culturas que allí habitaban, sobre todo ante la existencia de una potencial vecindad amenazante. Al respecto Moreno sostiene que:
Nuestra cuestión con Chile que nos disputa lo que la naturaleza y la firma de los Reyes ha hecho nuestro, aumenta el interés que tienen para nosotros los territorios que hemos recorrido en mi último viaje. Discutimos hace tiempo las Tierras Australes sin conocerlas, hablamos de límites en la Cordillera, punto de separación de las aguas, y aún no sabemos qué dirección sigue ni donde concluye y si puede servir de límite natural o no en las regiones inmediatas al Estrecho de Magallanes (1879:s/n).
En otras palabras, Moreno es consciente de que su viaje y las labores que le son encomendadas se enmarcan dentro del proceso de consolidación nacional, en especial, impulsado por la temprana imagen de una vecindad amenazante. Asimismo, debemos señalar que parte de la justificación de la soberanía argentina sobre la región patagónica, se halla en el principio uti possidetis iuris. El uti possidetis juris, interpretado en el contexto sudamericano del cambio de siglos XIX a XX, “establecía que corresponderían tanto a la Argentina como a Chile, la soberanía sobre aquellos territorios que tenían bajo su dominio durante la etapa previa a sus independencias, esto es el Virreinato del Río de la Plata y la Capitanía de Chile, respectivamente” (Fraga, 1983:161)[13]. De ahí que Moreno haga alusión a la “firma de los reyes”, justamente, para consolidar su posición y también para fortalecer las causas que sustentan sus viajes.
En consonancia con esto último, debemos destacar que la descripción ofrecida por nuestro autor es abundante en cuanto a los preparativos y a los motivos que lo impulsaron a realizar este primer viaje. Francisco Moreno deja en claro la importancia de reconocer el territorio, como se ha anticipado con anterioridad, para lo cual cuenta con los medios proporcionados por el presidente y por el ministro de Relaciones Exteriores[14].Del mismo modo se atribuye el rol de ser un transmisor de una masiva información que el resto de los lectores desconoce[15]. Al plantearse como tal, es indefectible realizar un paralelismo con los relatos de los viajeros ingleses de la primera década del siglo XIX, quienes se consideraban a sí mismos, de acuerdo a los postulados de Adolfo Prieto (1996), en la misma clave que lo hace el reconocido perito argentino unas décadas después.
Dicho esto, no podemos desconocer que el naturalista argentino, al realizar sus viajes y reflejarlo en sus obras, hace uso de una serie de conceptos que venían siendo utilizados para referirse a los territorios que recorre . Un ejemplo para comprender la relación existente entre la producción intelectual contemporánea a Moreno y la utilización de los conceptos en la clave metodológica que hemos esbozado, lo constituye la concepción acerca del desierto. Pues, “sin la ciudad, la frontera y el mundo, el desierto no podía explicarse” (Torre, 2011:10). Es decir que estamos frente a una construcción de significados que lejos de ser novedosos, guardan una estrecha relación con, por un lado, una red de conceptos que se hallan articulados entre sí y de la cual depende la autonomía de cada uno de ellos, y por otro, con la narrativa propia sobre el desierto en el cual la producción de la Generación del 37 dejó plasmada su impronta[16]. Tal vez un modelo emblemático de esta última situación, lo constituye la obra La cautiva (1837), de Esteban Echeverría, en la cual se trata de investir ese espacio natural de una entidad funcional a una estética y a un programa político. El desierto “se convertirá así claramente en el exterior de otra cosa” (Torre, 2011:10). También contribuyeron a la creación de imaginarios sobre el indio y lo barbárico, obras célebres tales como El Facundo (1845), de Domingo Faustino Sarmiento a la que ya hemos hecho mención, el Martín Fierro (1872-1879), de José Hernández, así como Una excursión a los indios ranqueles (1870), de Lucio V. Mansilla, entre otros. En todo caso, debemos señalar que este proceso no fue lineal y que, en Argentina al igual que en América Latina, la representación del territorio como nación es una construcción del Estado[17].
Es así, que Moreno realiza su trabajo cargado de estas concepciones y de otras más tales como la imagen acerca del indio, los atributos que le confieren y sus percepciones acerca del buen gusto, asociado a los centros civilizados que refuerzan tales acepciones y pre configuran, a su vez, su relato reflejado en las obras. Esto se manifiesta en la construcción simbólica de ese espacio-otro que suponía, también, la tensión política con un otro-del-nosotros. En otros términos, “ese otro era el indígena, sujeto que en los albores de la consolidación del Estado Nación fue expulsado de la imagen del nosotros argentinos, la cual se fundaría en el blanqueamiento identitario y la aún vigente ficción de que sólo somos “hijos de las naves”(Risso,2010:3).
Dentro de estas concepciones, la importancia de la convivencia era algo que se consideraba como peligroso producto de los relatos que los viajeros ingleses habían dejado tras su paso entre los años 1820 y 1835. Sin embargo, Moreno discrepa con tales acepciones generalizadas y difundidas en la literatura argentina y deja en claro esta situación:
Yo, que he vivido con ellos, sé que el viajero no necesita armas mientras habite el humilde toldo. No será atacado, a no ser en las borracheras, y si llega el caso raro de ser ofendido, lo será siempre después de haber sido juzgado (1879:9)
Este fragmento, que ilustra su posición en torno al concepto de justicia y de acción que considera tienen los indios, tiene su justificación en la creencia de que los mismos no son malvados, sino que, en los casos de violencia, los mismos se encuentran impulsados por terceros. Esto da como resultado una imagen ambigua sobre el comportamiento de los bárbaros, pues los mismos no serían violentos más que en determinadas ocasiones y, por tanto, al tratarse de una obra que describe la situación de frontera en la etapa previa a la Conquista del Desierto, la justificación de la necesidad de avanzar sobre ellos mediante expediciones militares debido a su carácter belicoso, no encontraría justificativos en la prosa de Moreno[18].
Sin embargo, las primeras aseveraciones entorno al buen gusto no tardan en llegar. Las diferencias en relación a los alimentos que se sirven en los toldos de Shaihueque y los que acostumbraba degustar en los centros civilizados son muy amplias: hígados, pulmones y riñones crudos de yegua y de otros animales, que los indios mojan en sangre caliente, le causan rechazo[19]. El justificativo que encuentra para tal hábito alimenticio, al que se podría calificar como repugnante de acuerdo a los parámetros culturales que porta Moreno a la hora de realizar sus expediciones, es el desconocimiento de estos (los bárbaros) acerca de otros manjares cuyo sabor sea superior. Se realiza, entonces, la asociación de tales prácticas propias del otro-indígena, con organizaciones sociales más atrasadas que la occidental, europea y cristiana. Esta situación de “desconocimiento” conllevaría una necesidad de educación en la “verdadera cultura” fortaleciendo luego, los argumentos del avance militar sobre estas poblaciones que no formarían parte de esa deseada comunidad imaginada por Moreno[20].
Asimismo, Moreno al igual que otros viajeros, no dejan de remarcar la estrecha relación existente entre algunas parcialidades nativas y el alcohol, especialmente en momentos de festejos y de rituales:
Con el pretexto de propiciarse los favores del Buen Espíritu hacen reuniones en las que, después de comer y beber a las piedras sagradas y a las víctimas sacrificadas-potros, yeguas, toros y ovejas-y haber regados las lazas, se entregan a borracheras desenfrenadas y beben días y semanas enteras. En estas circunstancias es cuando el viajero peligra (1879:10).
Las situaciones en las que corre sangre entre los habitantes de las tierras exploradas, momento en los que existiría una simbiosis entre el consumo de alcohol y los bárbaros, son recurrentes y así lo deja en claro nuestro autor. Los peligros, en estas ocasiones para los viajeros aumentan, ya que durante los festejos de aquellos que anteriormente le habían dado asilo de manera servicial, se convierte en una trampa de la que a veces resulta difícil escapar. En este caso, el consumo desmedido del alcohol encuentra vinculación con la violencia en los actos festivos, algo que en los centros civilizados es extraño e indeseable, ya que el comportamiento en lugares públicos o en eventos festivos era algo importante en la vida social de la élite rioplatense de finales del siglo XIX[21].
Del mismo modo, en los toldos de Ñancucheuque, Moreno expresa la dicotomía entre el increíble agasajo recibido, con frutillas servidas en fuentes de plata y la excelente decoración del lecho con cueros pintados, pero en donde “abundaban asquerosos e incómodos insectos”(1879:12). Concretamente, la limpieza es presentada como algo deseable en la prosa de nuestro autor, ya que representaría a la civilización y, por ende, los indios no serían portadores de tales consideraciones a la hora de servir sus alimentos. En efecto, no sólo bastaba con el uso de utensilios de plata o con bellas decoraciones, sino que era necesario un escenario completo que contemplara otros elementos que le son ajenos a los indios por pleno desconocimiento del buen gusto reproducido sólo en los centros civilizados. Pero, además, al señalar la dicotomía existente en el agasajo de Ñancucheuque, deja al lector una sensación de que los indios tienen intenciones de asimilarse a la civilización aunque claro está, no serían portadores del buen gusto al pertenecer a otra cultura que no es la occidental y cristiana de finales del siglo XIX[22].
Por otra parte, los rituales en donde la naturaleza y la religión entran en escena le merecen una especial atención. Las escenas de promiscuidad y de acecho hacia las mujeres “más bellas” son recurrentes en los distintos actos festivos en los que Moreno participó. Asimismo, no duda de calificar a las mujeres de edad avanzada como “horrible”(1879:109), lo que indicaría que uno de los parámetros de belleza presentes se halla ligado a la juventud[23]. Conviene explicar que los ancianos cumplían con diversos roles dentro de las diferentes organizaciones, sobre todo el de ser portadores de conocimientos. En particular, en la obra se señala que una de las funciones que cumplían las ancianas en las tolderías, es la de contar historias, fabulas que atrapan a quien se siente a escucharlas. Es así que se toma nota de una historia en especial en donde la muerte aparece en escena y el dolor por una pérdida amorosa se entrelazan con la superstición[24]. Indefectiblemente, la ciencia asociada a la civilización lo lleva a desacreditar tales prácticas, de hecho, su interés por resaltarlas como un dato de importancia tendría la intensión de resaltar una vez más, la dicotomía existente entre dos universos diferentes, desiguales y asimétricos.
Como se ha mencionado con anterioridad, el lugar que ocupaba el sexo entre los festejos y celebraciones mapuches es algo que a Moreno le interesa resaltar para que los lectores contemporáneos tomaran conocimiento, así como también los episodios en donde los sacrificios cobran protagonismo:
Después de las grandes orgías, no he presenciado escena más espantosa que aquella. Las víctimas maniatadas, revolcándose y lanzando mugidos lastimeros, no inspiraron compasión a los sacrificadores que les abrían el vientre, arrancándoles brutalmente el corazón para favores de Dios. El vértigo de la sangre les daba un aspecto feroz cuando, así desnudos, bañados en ella, corrían de pie delante de sus víctimas, regándolas con licores o llenándoles la boca con los pastos más delicados y que ellas más habían estimado en vida (1879: 127).
Esta escena, que pertenece al cuarto día de celebración mapuche al borde del Caleufú, sirve de ejemplo para evidenciar cómo Francisco Moreno analiza, bajo los preconceptos de la civilización, estos actos en donde se entrecruzan diversos elementos ajenos al buen gusto: la desnudes, el consumo desmedido del alcohol y los sacrificios con fines rituales. Todos estos elementos no son considerados como válidos bajo el patrón cultural de la élite rioplatense y/o europea del cual los potenciales lectores y él mismo forman parte[25]. Por ende, el buen gusto sólo reproducido y pre configurado en los centros civilizados no presentaría similitud alguna con tales actos desenfrenados en los que nuestro autor se detiene a describir con cierto énfasis, con un claro posicionamiento diferenciador de aquello que conformaba una delimitada comunidad imaginada.
Asimismo, las dicotomías planteadas en términos de civilización-barbarie se reforzarán en los distintos viajes realizados por parte de la élite hacia Europa, empero, estableciéndose también diferencias entre la vida de las grandes metrópolis del viejo continente y aquella desarrollada en Buenos Aires. El mismo Moreno participará del conjunto de actores que, potenciado por la consolidación del grupo social que dirige al país luego de 1880, viaja a Europa para “santificarse allá y regresar consagrado, dando origen a un movimiento de entonación mística: el gentleman viajero”(Viñas, 1982:50). En este sentido, el gentleman que experimentó el recorrido por Europa, vuelve al país con una clara identificación con el “ser europeo” y con una mirada sobre el territorio argentino que se desprende, propiamente, de la internalización de los valores y costumbres. Esto conllevaría, necesariamente, la idea de una comunidad imaginada de la cual los habitantes originarios de la región patagónica con los que tuvo contacto no integrarían. Esta diferenciación hacia adentro generó consensos acerca de quiénes y cuáles prácticas deberían considerarse como civilizadas y cuáles como bárbaras.
En este sentido, otro elemento que no se condice con los círculos de élite que frecuenta, como hemos ya nombrado, es el de la limpieza. En ocasión de la excursión realizada a Shehuen- Aiken, nuestro autor aconseja a las personas con “estómago débilmente constituido”(Moreno, 1879:228) que no intenten ingresar siquiera a los toldos debido a las condiciones que existen en los mismos pues abundan los insectos y los olores nauseabundos que se corresponden a su vez con el tipo de vida llevado por los salvajes. Se presenta, una vez más, la existencia de dos mundos antagónicos en donde el buen gusto sólo forma parte del universo al cual pertenece Moreno.
El resto de la primera parte de la obra transcurre entre descripciones detalladas del territorio recorrido tanto de la vegetación y del clima como también de la formación geológica. Asimismo, Moreno realiza un comentario en relación al apresamiento de la nave Jeanne Amèlie ,a la que considera como injustificable[26]. El apresamiento de esta barca francesa se produjo en 1876 por parte de una corveta chilena de guerra. La misma se encontraba cargando guano en la desembocadura del Río Santa Cruz bajo autorización del cónsul argentino en Montevideo y su captura por parte de la armada chilena significaba un desconocimiento de la soberanía argentina sobre ese territorio. Al respecto, consideramos que la observación que realiza Moreno acerca de este acto no se encuentra aislada del propósito de reconocimiento del “territorio nacional” bajo la idea de vecindad amenazante representada por Chile[27]. En consonancia con estos planteos, consideramos que esta incipiente imagen actuó uno de los factores que motivaron las acciones emprendidas en materia de fronteras nacionales y en el reconocimiento de territorios escasamente explorados. Esto aparece de manera clara sobre todo en la primera parte, mientras que en el segunda Moreno avanza sobre las caracterizaciones del entorno tal como veremos a continuación.
El Lago Argentino y los Andes meridionales
La segunda parte de la obra de Moreno se encuentra dedicada al análisis y a la descripción pormenorizada del renombrado Lago Argentino, la visita a los glaciares que en la actualidad portan su nombre y de los lagos Viedma y San Martín, de los cuales por aquel entonces se desconocía su existencia (no así para los pueblos originarios que las habitaban desde hace siglos) finalizando con el viaje a Punta Arenas, en actual territorio chileno[28].
La descripción de nuestro viajero antropólogo es más que minuciosa en lo que refiere al paisaje y a la conformación geológica del territorio, que, en algunos momentos, le resulta chocante y hasta triste por su carácter de monótona. Aun así, una buena parte de su alimentación fue provista por la fauna autóctona existente en esos territorios. Por ejemplo, en el recorrido realizado el 25 de enero encuentra un manantial perdido que se halla repleto de guanacos que intentaban combatir al calor, lo lleva a Moreno a sostener lo siguiente:
Es el fragmento de territorio más triste que he cruzado. Reina una aridez espantosa; la sequedad se opone al desarrollo de la vida orgánica y asombra que el guanaco recorra esta tierra muerta (1879:284).
Por el contrario, la belleza de los paisajes y el abrigo que encuentra en la mata de calafate deslumbran a Moreno en su ascensión por el río Santa Cruz al momento de la llegada al renombrado Lago Argentino en donde, además, disfruta del agua de aquel lago que prefería antes que al “más exquisito champagne”(1879:331), propio del buen gusto de la élite de los centros civilizados[29]. Completan a esta agradable experiencia, alimentos tales como pinche, avestruz, guanaco, fariña frita y dulce de leche como postre acompañado por café y galletas. Todo esto, le lleva a denominar a este acto como un banquete (Moreno, 1879:332).Probablemente esta sea una de las pocas escenas en las que el naturalista se halla a gusto e identificado en una región inhóspita, alejada espacial y culturalmente de los centros civilizados. La frontera, entonces, queda desdibujada para dar paso a momentos de concordancia bajo los parámetros culturales desde los cuales observa. En otras palabras, la construcción de una comunidad imaginada que sustenta sus rasgos en torno a la diferenciación con aquello que le resulta ajeno, se torna un tanto más difuso. Los márgenes de exclusión (o acaso de exclusividad) quedan desdibujados, al menos parcialmente.
La majestuosidad del lago y la impresión de haberlo navegado por medio de un bote, hacen de esta experiencia algo para destacar en la vida de nuestro autor. La impresión que le generó llegar a tierras en donde ningún otro humano, salvaje o civilizado, había estado antes, no encuentra comparación siquiera con las más grandes ciudades en las cuales estuvo presente. Es en ese momento clave en el que siente la satisfacción de haber cumplido con su misión. En este sentido, evidenciamos en su prosa esta vocación institucional a la que él se siente sujeto por la propia demanda del Estado en el contexto de delimitación fronteriza y reconocimiento del territorio en que se establecerá de manera soberana[30]. Así. las expediciones realizadas por el perito argentino cobran importancia, como hemos esbozado anteriormente, en el proceso de consolidación nacional, aportando conocimientos que contribuyen a dar solución al problema de la integridad territorial en el contexto en el cual existe una potencial vecindad amenazante[31].
Siguiendo con el análisis de la obra, en otro encuentro con los indios, Moreno debió entregar una buena parte de sus provisiones, diezmadas por la navegación en el lago, cumpliendo con las promesas de Shehuen-Aiken. Habiendo resuelto tal situación, se da inicio a las celebraciones. Nuevamente, nuestro autor hace foco en resaltar algunos aspectos:
Es asqueroso el espectáculo que presentan estas terribles viejas, ya borrachas. Estas infernales brujas, repugnantes engendros, degradan la danza saltando borrachas alrededor del brasileño que, en el paroxismo del terror, se ve rodeado por estas mujeres de caras pintadas de negro y de melenas desgreñadas(Moreno, 1879:367).
Incluso en tal celebración, a nuestro autor se le hace un ofrecimiento de una joven que le merece la calificación de “repelente en extremo”(Moreno, 1879:367) , lo que señala una vez más, que tanto la prosa de este naturalista como la de otros relatos expedicionarios presentan “la existencia efectiva de dos mundos” (Torre, 2011:18). El buen gusto del que Moreno se considera portador lo aleja de tal situación, estableciendo y fortaleciendo la diferenciación entre el “nosotros” y los “otros”, lo cuales no formarían parte del proyecto de nación entendiendo a esta como una comunidad imaginada.
Siguiendo con la travesía, el relato avanza sobre el arribo a las tolderías del cacique Collohue, en donde lo agasajan con un asado de bagual. Al respecto, señala que las cantidades que se sirven en lugares civilizados superan en cantidad a la la porción servida. Allí mismo Moreno efectúa una aseveración muy significativa:
La civilización y la barbarie son representadas hoy por un inculto individuo, pues Collohue, luego de que se cansa de hacernos oír música francesa, prorrumpe en alaridos patagónicos, esta vez de gozo, al ver una botella que le señalo. Es aguardiente, el néctar de la vida, la producción humana que más interés tiene para él; olvida el órgano, cae redondo, para acercarse apresurado a tomar la botella que escondo a mi turno, exponiéndome al odio pasajero del benévolo gigante(1879:373).
Este excelente pasaje ilustra con claridad la dicotomía que poseía nuestro autor entre aquello que considera civilizado y entre aquello que representa lo bárbaro. Una vez más, el aparente buen gusto por la música francesa que expresa Collohue confronta abruptamente por la predilección por el alcohol, que nuestro autor asocia directamente, como hemos recogido en diversos pasajes de este trabajo, con la barbarie. De modo tal que, la aclaración al respecto del aguardiente como la producción humana que le despierta el mayor interés posible a Collohue no es un dato menor, pues le quita en algún sentido una humanidad que él y el resto de la civilización poseen. Pues el consumo de alcohol desmedido era propio de la barbarie. Esto guarda una relación directa con la creencia de que las sociedades humanas atravesaban por diversas instancias o fases de evolución, en el cual la barbarie estaría dada por el estadio primigenio y la civilización la cúspide del desarrollo humano. Aquí “las sociedades indígenas encarnarían la barbarie que era indispensable combatir para alcanzar la civilización a estilo Europa moderna y América del Norte” (Stefanelli, 2016:4).
Un dato de interés es que Moreno, posteriormente, aprovecha tal devoción por el alcohol por parte del cacique al momento de hacerse con los caballos que necesita para proseguir con su viaje. Este un ejemplo que le sirve a nuestro autor para demostrar una supuesta superioridad cultural en la clave de las teorías que esgrimían la existencia de un evolucionismo cultural, diseminado hacia finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, principalmente en aquellos países de Europa Central que se encontraban en pleno desarrollo.
Pasemos, entonces, a realizar un balance general de los análisis realizados a lo largo de este artículo.
A modo de conclusión
Recorrer los territorios de la región patagónica con sus características geográficas y climáticas propias, no era una labor que resultara fácil para quien se atreviera a emprender la travesía. Los recursos y el grado de dificultad presentada en las zonas recorridas se transformaron en graves impedimentos, barreras, que Francisco Moreno debió soportar hasta sufrirlo en carne propia. Esto es expresado por nuestro autor en sus escritos , en los cuales se conjugan descripciones detallas tanto de las formaciones geológicas, la flora, la fauna, como de los pueblos originarios que la habitan. También abundan las experiencias personales y percepciones al respecto, que cautivaron al público lector al cual se dirigía, así como también despierta el interés actual para ser analizado como fuente histórica, literaria e intelectual.
En suma, a lo largo de este trabajo, se trabajó en base al objetivo de recuperar aquellos pasajes en los que aparecían referencias al buen gusto en el marco de la dicotomía civilización- barbarie. Como se pudo evidenciarse, las fronteras demarcadas dentro de la comunidad imaginada que encarnaba la civilización actuaron como un parámetro mediante el cual el naturalista argentino realizó sus descripciones. No obstante, dentro de todo lo que resultaba ajeno a estas concepciones existían algunos matices. Por ejemplo, en la diferencia que establece entre los rasgos pacíficos de los pueblos originarios y su contraste con su comportamiento durante los episodios festivos, en los que el alcohol entra en escena para convertirse en un elemento central, casi constitutivo de la barbarie. Esto último, el exceso en el consumo de alcohol, se alejaba de todo aquello que podía considerarse como de buen gusto bajo los patrones culturales de la elite rioplatense de finales del siglo XIX. No es de extrañar, entonces, que nuestro autor haya sentido miedo en los festejos en donde se conjugaban la sexualidad y lo religioso en un clima de desenfreno en donde se daba rienda suelta a las pasiones. Estas fiestas con tales características, son analizadas con especial énfasis por Moreno quien, al estar observando en ocasiones perplejo, intentaba que los lectores captasen aquello que no se atreverían a presenciar por su carácter bárbaro. Pues sus concepciones acerca del comportamiento durante reuniones y festejos públicos propios de la élite de finales del siglo XIX, difieren y contrastan con las costumbres de las diferentes naciones indias que le tocó presenciar.
Dicho de otro modo, dentro de la comunidad imaginada civilizada, las distintas parcialidades originarias visitadas por Moreno no tendrían lugar. Esto habría reforzado una imagen necesariamente negativa que luego fue profundizada y difundida de manera general durante las décadas siguientes. En todo caso, en su relato evidenciamos cómo la utilización de los conceptos se encuentra asociado a la carga propia que trae consigo y la referencia a una red mucho más amplia que da el sustento y la autonomía cada uno de ellos. Por tanto, un análisis sobre su obra a partir de la utilización de los conceptos de centros civilizados, bárbaros, desierto e indios debe contemplar, indefectiblemente, la consideración del contexto histórico en el cual se insertaban y se difundían. Al respecto hemos señalado que la temprana imagen de una vecindad amenazante habría impulsado el auspicio del gobierno nacional de estos viajes realizados por Moreno, algo que este reconocido perito reconocía en sus trabajos.
Posteriormente, su figura quedará asociada justamente a su labor en la demarcación de la frontera, sobre todo por su participación activa en la resolución de los conflictos que surgieron a la hora de definir los límites entre Argentina y Chile. En particular actuó como agente mediador entre ambos gobiernos en torno a la carrera armamentista surgida en los últimos años del siglo XIX y que culminaría con la firma de los Pactos de Mayo de 1902. No obstante, también hay detractores de su persona, ya que es considerado como un agente clave en la planificación de la “Conquista del Desierto” o incluso, por las diferentes colecciones presentes en el Museo de La Plata. En todo caso, su legado como viajero intelectual y su grado de participación en las diferentes acciones emprendidas por el Estado argentino desde 1870 en adelante, queda abierto al debate y a la reflexión, algo que excede a esta primera aproximación que hemos realizado.
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artículo:: APA: Di Renzo, C. A. (2022). Viaje a la Patagonia
Austral: reflexiones en torno al buen gusto y la necesidad de consolidar las
fronteras frente a la vecindad amenazante en la prosa de Francisco Pascasio
Moreno. Nuevo Itinerario, 18 (1), 29-53. DOI: https://doi.org/10.30972/nvt.1815909