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Agricultura familiar, base de la comercialización agroecológica
Family agriculture, the basis of agroecological marketing
Revista Economía, vol. 75, núm. 122, pp. 67-79, 2023
Universidad Central del Ecuador

Estudios Socioeconómicos

Revista Economía
Universidad Central del Ecuador, Ecuador
ISSN: 2697-3332
ISSN-e: 2697-3340
Periodicidad: Semestral
vol. 75, núm. 122, 2023

Recepción: 05 Junio 2023

Revisado: 01 Septiembre 2023

Aprobación: 21 Septiembre 2023


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

Resumen: El objetivo del artículo es identificar, a través de revisión documental, la resistencia de la agricultu- ra familiar y su participación en el mercado, a pesar de las condiciones adversas, en épocas de crisis como la pandemia. Las trayectorias de adaptación y resiliencia documentadas evidencian que es central fortalecer la interlocución de la agricultura familiar como institución informal en el área rural atendiendo a su diversidad, heterogeneidad y revalorizar los ámbitos en los que se desenvuelve que no solo son comerciales y con valores exclusivamente monetarios, sino están fuera del mercado.

Palabras clave: Agricultura familiar, circuitos cortos de comercialización, agroecología.

Abstract: The objective of the article is to identify, through documentary review, the resistance of family farm-

ing and its participation in the market, despite adverse conditions, in times of crisis such as the pandemic. The documented adaptation and resilience trajectories show that it is essential to strengthen the dialogue of family farming as an informal institution in rural areas, considering its diversity, heterogeneity and revaluing the areas in which it operates that are not only commercial and with values exclusively monetary. They are out of the market.

Keywords: Family farming, short marketing circuits, agroecology.

INTRODUCCIÓN

La agricultura familiar (af), dedicada a la agroecología, obtiene una parte o la totali- dad de ingresos y alimentos de su finca. La finca no solo es un medio de producción y reproducción física, sino que incluye también reproducción social y cultural; es de- cir, las actividades de la finca involucran relaciones entre sus miembros y su entor- no, que se trasmiten de generación en generación. Para Vander Ploeg (2013, p. 7) «la agricultura familiar es parte de un flujo que une pasado, presente y futuro»; en este esquema, la finca familiar es también un espacio de aprendizaje entre generaciones

y de experimentación de nuevas prácticas. Ya que la agricultura familiar preserva la cultura, es un patrimonio cultural vinculado a la localidad de la cual es parte. En suma, la agricultura familiar es parte del paisaje rural, por cuanto trabaja con la na- turaleza, pero además en estas prácticas, desde la perspectiva agroecológica, contri- buye a la conservación de la biodiversidad y al reciclaje de nutrientes, que favorecen a la reducción del calentamiento global.

Sin embargo, la af compite por recursos, por espacio de producción y reproduc- ción con cadenas transnacionales agroindustriales, cuyo objetivo es la comerciali- zación en mercados globales de comodities que no necesariamente son alimentos. Vander Ploeg (2010) señala a esta dinámica como «imperios alimentarios» En este marco, es importante identificar e interpretar el potencial concreto de resistencia de la agricultura familiar y su participación en el mercado, a pesar de las condiciones adversas en las que comúnmente se desempeña, lo que se ha visto evidenciado en épocas de crisis como la pandemia.

El texto se organiza en tres partes: una primera, que resume brevemente las concepciones de agricultura familiar en América Latina; la segunda, que aborda la af desde la perspectiva institucional; la tercera, presenta ejemplos del rol de la af en la producción y comercialización de productos agroecológicos en épocas de crisis y después se expone una reflexión final.

REVISIÓN DE LITERATURA DE LA AGRICULTURA FAMILIAR

La revisión que se realiza no es exhaustiva, tiene el propósito de identificar rasgos propios de la agricultura familiar que le permiten tener mayor capacidad de resilien- cia en situaciones de crisis como la pandemia.

Jan Douwe van der Ploeg, en referencia a tres estudios de caso en Perú, Italia y Holanda, a lo largo de tres décadas, señala a la agricultura familiar como una forma de vida que se caracteriza por controlar los principales recursos de la finca, no solo físicos, como tierra y agua, sino también intangibles, como conocimiento, manejo de redes, mercados y copropiedad de cooperativas. La mayor cantidad de fuerza de trabajo es familiar y el nexo entre las familias y la finca determina decisiones de desarrollo que permiten un balance entre disponibilidad de recursos, producción y satisfacción de necesidades (Van der Ploeg, 2013). En esta concepción, es relevante resaltar el control de los recursos que dispone la agricultura, lo que le permite tomar sus propias decisio- nes y tener un grado de autonomía en el desempeño de sus actividades.

Schneider, señala que la agricultura familiar tiene como antecedentes al cam- pesinado y a la pequeña propiedad, términos que han sido utilizados en contextos y momentos políticos diferentes en América Latina. El investigador hace un recorri- do de los distintos contenidos del término. Así, en los años cincuenta y sesenta que se impulsaron las reformas agrarias en América Latina, el campesinado y su po- tencial revolucionario trató de ser contenido con el programa de la Alianza para el Progreso. Después, en la década de los setenta, los pequeños productores aparecen vinculados a la modernización de la agricultura a través de la Revolución Verde. A partir de mediados de los noventa (1996) con la Cumbre de Roma y las Metas del Milenio, se reaviva el debate y la preocupación por la pobreza rural y el hambre y

se trata a la pequeña producción bajo el término de agricultura familiar (Schneider, 2014). Esta perspectiva, además de presentar la variedad de significados que se ha dado a la agricultura familiar, enfatiza la permanencia de esta agricultura a lo largo del tiempo.

Estudios de Ecuador, como el de Wong y Ludeña (2006), a partir de los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ecv) de 1998, evidencian la magnitud de la agricultura familiar en el país y determinan una tipología, para lo cual consideran como criterios de segregación al trabajo familiar y la contratación o no de mano de obra asalariada. Los investigadores identifican tres tipos de agricultura familiar:

a) agricultura familiar de subsistencia (no contrata mano de obra), b) agricultura familiar de transición (contrata mano de obra ocasional), y c) agricultura familiar consolidada (contrata mano de obra permanente) (Martínez, 2013 p.10). El conjunto de datos indica que más del 50% de agricultura familiar, en todas las regiones del Ecuador, se concentra en la agricultura familiar de subsistencia.

Por su parte, Martínez, en el 2013, utilizando los datos de la ecv de 1999 y del 2006 del Ecuador, construyó como unidad de análisis «hogares familiares» seleccio- nados a través de: acceso a algún recurso agropecuario (tierra, agua), b) utilización de mano de obra familiar, c) contratación de un asalariado externo a la familia, d) producción de algún bien agro-silvo-pastoril. Posteriormente, discriminó los hogares por ingreso agropecuario y obtuvo dos tipos de agricultura familiar: la diversificada y la especializada. Martínez consideró que: los hogares que tienen un 75% y más de ingreso proveniente de la agricultura corresponden a la agricultura familiar espe- cializada (afe) y los hogares que tienen el 25% o menos ingresos provenientes de actividades agropecuarias pertenecen a la agricultura familiar diversificada (afd) (Martínez, 2013, pp. 12-13). Con esta tipología, más del 30% de la agricultura familiar en todas las regiones del país, pertenecía a la agricultura familiar diversificada debi- do a que el 75% de sus ingresos provenían de fuentes diferentes a las agropecuarias. Las características develan también diversas trayectorias que podría seguir la agricultura familiar diversificada y especializada. Esta última, afe, si bien tiene como eje la actividad agrícola y su vinculación al mercado interno y de exportación, las actividades no agropecuarias podrían estar desempeñadas por las nuevas gene- raciones, lo que representa una disminución de la mano de obra familiar para la

agricultura (Hernández Phelias, 2012 citado por Martínez, 2013, p. 23).

La afd, en cambio, depende de otra serie de ingresos como bono de desarrollo humano, remesas, otras actividades no agrícolas. En este espacio se abre una gama de posibilidades desde sectores pauperizados hasta sectores con viabilidad econó- mica que no desempeñan actividades agropecuarias. La tipología propuesta, según lo resalta Martínez, plantea contextos más y menos favorables para la permanencia de la agricultura familiar, que no son generalizables a todo el país. Por ejemplo, las provincias de Tungurahua y Azuay con «presencia amigable de mercados, la ausencia de procesos de concentración de tierra, el apoyo de gobiernos locales hacia las inicia- tivas económicas locales ha creado las condiciones para que la afd pueda convertirse en el eje del desarrollo territorial» (Martínez 2013, p. 24). Las tipologías presentan a la agricultura familiar como una entidad dinámica que demuestra evolución a lo largo del tiempo con diversos grados de articulación a objetivos más amplios, como podría ser la integración al mercado.

Justamente, en relación con los objetivos de mercado, Forero (2010), en su aprecia- ción de la agricultura familiar colombiana, con relación a la disyuntiva de su raciona- lidad capitalista o no, se pregunta si el campesinado es un empresario con una lógica totalmente de mercado, o bien, en el otro ámbito, se considera un campesinado au- tosuficiente, alejado y vinculado a mercados exclusivos o de nicho que les permite continuar con su reproducción centrada en la satisfacción de sus necesidades y no la acumulación. Las características específicas del campesinado en cada una de es- tas interpretaciones se exponen en la tabla 1 (ver Tabla 1).

La constatación de Forero (2010, p. 15), es que la racionalidad económica de la agricultura familiar está entre al ámbito monetario y el ámbito doméstico o no monetario, en el primero se desenvuelven las transacciones mediadas por el dine- ro; en tanto que, en el segundo, se desenvuelven las relaciones vinculadas con la reciprocidad, intercambio no monetario (Forero, 2010). Es decir, existe una relación complementaria entre las dos tendencias en la agricultura familiar.

Lo señalado por Forero está vinculado a lo que constató Polanyi (1957) en las comunidades primitivas, en las que no está presente solo un interés económico, sino que priman otros intereses vinculados con la reciprocidad y otras formas de intercambio que exceden el valor de cambio. En estas últimas lo «económico» es observable empíricamente y se refiere a las relaciones que los grupos establecen para la provisión de bienes y servicios materiales. La anterior es una definición sustantiva o real de «lo económico». Se diferencia de la definición formal de lo «económico» que corresponde a las sociedades de mercado y hace referencia a una acción racional que implica fines explícitos, medios delimitados y la distribución de bienes escasos (Narotzky, 2004, p.76).

A partir de la definición sustantiva de lo económico Polanyi identifica tres patro- nes que integran las economías y que se repiten recurrentemente, la reciprocidad, la redistribución y el intercambio. Mientras que en el primer patrón existe una rela- ción simétrica entre los grupos, en el segundo, la redistribución supone primero una centralización de los bienes y servicios para después distribuirlos, lo que implica una distribución de poder asimétrica. El último patrón supone tres tipos de intercambio uno de manos exclusivamente, otro por una tasa fija y un tercer tipo de intercambio a una tasa negociada (1957, pp. 254-255). Este intercambio hace relación al mercado como institución1 exclusivamente económica, el intercambio se realiza a través de la oferta y la demanda. En suma, en una interpretación más completa, el mercado no solo incluye lo «económico», sino otras instituciones sociales, por tanto, las decisiones de producción, distribución y consumo no están integradas. Los mercados periféricos donde se intercambian productos de agricultura familiar son un ejemplo de este tipo (Narotzky, 2004, pp. 79, 82, 83). En consecuencia, en estos mercados se estima que existe una racionalidad diferente, basada en las relaciones sociales, culturales en la que una de las entidades que mayor participación tiene es la agricultura familiar.

Paz (2017, pp. 43, 45-46) recoge lo mencionado por los investigadores anteriores cuando señala que la agricultura familiar (af) tiene una «racionalidad económica

1 Instituciones se entiende como los movimientos interdependientes y recurrentes para el empleo de los recursos naturales y la organización de la cooperación humana que forman una estructura que integra los procesos económicos de toda sociedad y que sigue patrones de integración (Naroztsky, 2004, 77).

ductores a consumidores

Tabla 1. Características del campesinado de acuerdo a su racionalidad

Tabla 1
Características del campesinado de acuerdo a su racionalidad

Fuente: Forero Álvarez (2010, p. 15).

campesina práctica» en la que no dominan los mismos valores y lógicas de los prin- cipios de mercado capitalista, por ello su subsistencia corresponde con que no solo existe el mercado formal capitalista, no existe una correspondencia entre tiempo de producción y tiempo de trabajo en la producción agropecuaria, y la af se inserta en lo que el investigador llaman «grietas» del mercado capitalista donde la af se inserta con sus propias estrategias. La racionalidad campesina práctica, señala Paz, es parte de la cosmovisión de los campesinos dentro de los que se aplican «pericias, conoci- mientos y destrezas que permiten generar un proyecto propio en el que se recogen recursos disponibles y posibles como son disponibilidad de mercado, redes sociales, tecnología, conocimientos propios» (Paz, 2017, p, 46).

Justamente, se propone en este artículo que es esta racionalidad campesina práctica la que permitió que la agricultura familiar campesina pueda resistir frente a situaciones de crisis como la pandemia, ya que la agricultura familiar, como insti- tución informal, en el transcurso del tiempo ha acumulado pericias, conocimientos y destrezas que se aplicaron para responder a las restricciones que la pandemia impuso. Una de las prácticas que se fortaleció en este proceso fueron los circuitos cortos de comercialización que, desde la perspectiva agroecológica al favorecer las relaciones sociales de comercio directas, reconoce a la agricultura familiar como productora y rescata el papel de los y las consumidoras.

AGRICULTURA FAMILIAR, UNA INSTITUCIÓN EN EL ÁREA RURAL

Una de las formas de analizar las instituciones son las tendencias neoinstituciona- listas, que surgen como una crítica a la teoría neoclásica reduccionista, que centra la atención en el mercado como único medio de asignación de recursos y que pone

énfasis en la racionalidad del individuo para la toma de decisiones en el mercado. Incorporan en el análisis económico a las instituciones formales (normas de carác- ter legal) e informales (costumbres y percepciones) como factor determinante del desarrollo (Téllez y Cubillos 2009, p. 223).

Veblen y North (1993) representan a las tendencias neoinstitucionalistas. Para ellos, las instituciones tienen que ver con las normas conductuales que despliegan una trayectoria que va desde el individuo al colectivo. Veblen, en relación con las formas institucionales no formales, señala que son los hábitos que se convierten en conocimiento, mientras que North las identifica como códigos de conducta que se transmiten socialmente y son parte de la herencia cultural.

La propuesta neoinstitucionalista integra las formas institucionales no formales con el área rural, esto es el fundamento de la nueva ruralidad, que implica el uso multifuncional del espacio para producción, transformación y recreación, así como la gestión para conservación de recursos naturales; la integración de la población ru- ral a redes globales de comunicación, información e intercambio mercantil, el mane- jo descentralizado de la institucionalidad. «En conjunto, estas tendencias se traducen en una revalorización de las funciones del medio rural para que los agentes puedan cumplir con las nuevas funciones» Clemens y Rubén (2001, p. 68). En este sentido, es en la agricultura familiar donde se produce esta revalorización de las funciones.

Ante los desafíos de la nueva ruralidad, la agroecología emerge desde una serie de proyectos productivos de comunidades rurales implementados para la agricultura familiar, que combinan el manejo sustentable de recursos naturales, el bienestar de sus miembros y la generación de excedentes bajo formas organizativas propias, que implican acuerdos formales e informales (Barkin y Rosas, 2009, p. 92).

La agricultura familiar que practica la agroecología al conjugar costumbres, prácticas y el uso multifuncional del espacio, puede ser considerada como institución informal. Además, se alinea con las corrientes neo-institucionalistas que reconocen como parte de las instituciones al conocimiento cultural ancestral acumulado y del cual depende su futuro. Asimismo, desde la perspectiva de la agroecología, la agri- cultura familiar es la base de los agroecosistemas y de las instituciones y las organiza- ciones bajo las que se desarrollan los sistemas agroecológicos, ya que, según Altieri,

«la agroecología puede servir como paradigma directivo ya que define, clasifica y estudia los sistemas agrícolas desde una perspectiva ecológica y socioeconómica» (Altieri, 2009, p. 79).

Los principios anotados han sido desarrollados en iniciativas emprendidas a nivel local, territorial y mundial por ong, la academia, instituciones públicas y privadas. En varios lugares de América Latina, con organizaciones campesinas, el enfoque general ha sido mejorar cuidadosamente los sistemas campesinos existentes con elementos apropiados de la etnociencia y de la ciencia agrícola moderna (Altieri, 2009, p. 102).

North (1993), adicionalmente, señala que una ventaja de las instituciones es el manejo de la información y el poder para generar un contexto más estable, en esta premisa se articula con la agroecología a través de los mecanismos de acercamien- to y transparencia propuestos en los canales alternativos de comercialización, por ejemplo, los circuitos cortos alimentarios. Binimelis y Descombes (2010), desde las experiencias europeas, definen a los circuitos como redes alternativas fuertes que abarcan no solo criterios de mercado, de calidad del producto y cuidado ambiental,

sino además condiciones laborales y de protección animal. Los criterios centrales para abordar el estudio de los circuitos son proximidad, relación, información, participación, inclusión y sostenibilidad social. En este punto de vista, los circuitos cortos de comercialización son parte de iniciativas que transforman el mercado en un medio para el desarrollo más que en un fin en sí.

En el caso de las experiencias latinoamericanas, la agroecología, al favorecer las relaciones sociales de comercio directas, reconoce a la agricultura familiar como productora y rescata el papel de los y las consumidoras. De acuerdo con Altieri y Toledo, la agroecología busca de esta manera fortalecer los mercados locales, donde se promocionan las redes horizontales que vinculan a la agricultura familiar para promover el intercambio de innovaciones exitosas y conseguir la soberanía alimen- taria, tecnológica y energética. (Altieri y Toledo, 2011). López (2012) complementa lo señalado enfatizando que tanto productor como consumidor en los circuitos cortos de comercialización mantienen un alto poder de decisión en cuanto a qué se produce y cómo se produce. La agricultura familiar en el sentido señalado por López aplica la «racionalidad práctica campesina» (Paz, 2017), al discernir qué producto ofrecer y cómo intercambiarlo.

Por otra parte, estos circuitos cortos de comercialización basados en la confianza, solidaridad y acuerdos institucionales no formales que se gestan en la agricultura fa- miliar, favorecen también la reducción de costos, debido a la vecindad como bien lo señala Azalea y Mercado, debido a la «especificidad de sitio o ubicación, el comprador y el vendedor se encuentran en una relación de estrecha vecindad geográfica minimi- zando los costos de transportación e inventario» (Azalea y Mercado, 2011, p. 96).

Chauveau y Taipe (2012), en un estudio sobre comercialización en Ecuador, de- finen a los circuitos cortos de comercialización como cialco (circuitos cortos alter- nativos) abarcan una variedad de productos a diferencia de la cadena de producción de un solo producto. El adjetivo cortos describe la relación directa entre productor y consumidor o los representantes de cada grupo, en tanto que alternativos se refiere a los objetivos distintos a la comercialización de agricultura convencional. Este tipo de comercialización puede asumir varios mecanismos que son ferias campesinas, tiendas de productos campesinos, canastas de consumidores, compras públicas por parte del Estado, mercados internacionales de comercio justo. De acuerdo con la investigación en Ecuador, en los circuitos cortos los actores están organizados, hacen referencia a la agricultura familiar en tanto abarcan la soberanía alimentaria, al em- poderamiento de familias, la sostenibilidad económica y ambiental en los territorios rurales y al fomento de relaciones más equitativas entre campo y ciudad (2012, p. 9). En este orden de ideas, los circuitos cortos de comercialización no son simple- mente económicos, sino que están imbricados en el conjunto de la vida social de la agricultura familiar. A diferencia de las otras definiciones de circuitos cortos, la agroecología enfatiza la calidad de los productos, que no solo se reconoce en el mer- cado, sino que involucra el proceso productivo. Privilegia los circuitos cortos cara a cara, que se dan en los mercados de cercanía o proximidad que ancestralmente se realizaban en las localidades, de esta manera, en una estrategia de más largo plazo se tendría como meta la formación de «territorios agroecológicos» (Altieri, 2015). Estos territorios podrían ser interpretados como espacios locales donde se producen de forma sostenible, ofrecen, demandan y consumen productos agroecológicos, a través

de redes de apoyo económico, social y cultural. Vale resaltar que la base de los espa- cios locales señalados es la agricultura familiar y sus redes de apoyo e intercambio. Appendini y Nuijten (2008, p. 257), por su parte, al estudiar las instituciones loca-

les llaman la atención sobre los arreglos que los grupos establecen para su subsisten- cia cotidiana y como ellos pueden calificarse como «prácticas organizativas», que no necesariamente establecen organizaciones, pero que movilizan redes de información para proporcionar datos cruciales, apoyo financiero y ayuda práctica. Estas prácticas podrían con el tiempo devenir en formas de ordenación y regularización o, como las autoras señalan, podrán institucionalizarse.

Las formas institucionales no formales de acuerdo a lo sugerido, entonces, tendrían mayor relevancia en los ámbitos locales, que son los territorios donde mayor can- tidad de investigación agroecológica se realiza, pero además son el camino para el flujo de información que es la base para la reducción de los costos de transacción y para el mantenimiento de las actividades agropecuarias. Vale la pena resaltar que estas instituciones no formales están basadas en la agricultura familiar.

El análisis de redes, desde la sociología de las organizaciones presenta un paso adelante a lo señalado, «intenta dar cuenta de las relaciones que unen entre sí actores y unidades (hogares, empresas, naciones) con una perspectiva interna y del entorno que les rodea» (Urteaga, 2012, p. 166). Especial interés merece en este análisis las relaciones que se establecen entre los actores que se caracterizan por intercambios no económicos.

Estas relaciones pueden generar capital social entendido como «un conjunto de recursos disponibles para los individuos derivados de su participación en redes sociales». La definición estructural de capital social se deriva fundamentalmente de los trabajos de Bourdieu (1986), Coleman (1988, 1990) y Lin (2001), citado por Gar- cía-Valdecasas, (2011, p. 139). En este marco de referencia se genera reciprocidad y confianza entre los miembros de la red y se puede difundir información y nuevas ideas a través de la innovación (García-Valdecasas, 2011, p. 141).

Durston (2002, pp. 104, 105) extiende el concepto de capital social a la comu- nidad sugiriendo que el capital social puede ser comunitario, como una forma de institucionalidad social, con un arraigo local, donde los participantes plantean el bien común como objetivo, estas relaciones existentes pueden ser observables, es la institucionalidad informal.

No obstante, la reciprocidad es la base de la generación y mantenimiento del capital social comunitario, con base en la agricultura familiar, que se expresa en la entrega y recepción de dones y regalos; estos fenómenos son hechos sociales totales en el sentido que involucran no solo a la economía, sino a la religión, el derecho, la estética, entre otros. Las transacciones involucran tres momentos el dar, recibir y devolver. El intercambio, por tanto, al no ser puramente económico comporta una serie de características que definen una circulación no solo de objetos inertes, sino de cortesías, festines y espíritus del objeto entregado. Además, en el intercambio intervienen grupos, colectividades y no individuos. Lo que se intercambia no son mercancías, sino dones, que es un indicativo también de la jerarquía de quien da (Mauss, 1971).

En el marco señalado, la agricultura familiar tiene este capital social que compo- ne la racionalidad campesina, práctica que mencionó Paz (2017) y es lo que permitió

a la agricultura familiar resistir una crisis como la pandemia. En el acápite que sigue se presentan algunos ejemplos que evidencian esto.

PANDEMIA Y AGRICULTURA FAMILIAR CAMPESINA

La centralidad de la agricultura familiar como institución informal clave para la co- mercialización agroecológica se reaviva en épocas de crisis, como la pandemia de- clarada en Ecuador, América Latina y el Caribe a partir de 2019. De acuerdo con el director ejecutivo del pma «la pandemia de covid-19 ha sido devastadora en Améri- ca Latina […] Las familias pasan dificultades para comprar productos básicos como comida» (onu, 2020). Frente a esta situación de crisis, varios estudios documentan como las potencialidades de la agricultura familiar, en cuanto a establecer estrate- gias frente a sus propios recursos, en palabras de Paz (2017), la aplicación de la «ra- cionalidad campesina práctica», ha brindado soluciones reales a la situación, que además representan resistencia y revalorización de otros aspectos diferentes a los centrados exclusivamente en el mercado de bienes y servicios.

El caso de Queseros Artesanales en el Centro de México, documentado por Fer- nández, Espinoza, Thomé, Cervantes (2022), como respuesta al bloqueo comercial por la pandemia, señala que los agricultores familiares, productores de leche y de queso en el área rural, utilizaron la vía de comunicación digital para mantener, pri- mero, los contactos entre los propios productores, después esta comunicación se extendió a las personas que articulaban la cadena de la leche, es decir, no se modi- ficaron las «prácticas organizativas» lo que se cambio es el canal de comunicación. La comercialización de sus productos se mantuvo e incluso aprovecharon sus redes para darse a conocer en su territorio, creando nuevos canales de comercialización directa, entre productores y consumidores. En suma, la «racionalidad práctica cam- pesina» demostró su capacidad para que la crisis sea una oportunidad y mantener su fuente de vida y trabajo. Además de suscitar iniciativas de circuitos cortos de comercialización.

Experiencias similares a la señalada se encuentran documentadas a lo largo del continente sudamericano. La revalorización de la agricultura familiar en este contex- to ha propiciado además sistemas innovadores, como señalan Viteri, M. L., Vitale, J. y Quinteros, G. (2020) al referirse a la agricultura familiar en Argentina, los circuitos cortos que estaban ya organizados y funcionando en el territorio desde antes de la pandemia, innovaron creando grupos de comercio a través de redes con el internet y tuvieron más asertividad las organizaciones de agricultura familiar, que las unidades de agricultura familiar que funcionaron de manera individual. La organización sirvió como red de apoyo para la distribución y venta, este es otro ejemplo de «racionalidad práctica campesina» que favorece el mantenimiento del capital social a través de la organización y en el que los circuitos cortos de comercialización en el territorio se vieron fortalecidos.

Contreras (2017) al estudiar la organización de productores pacat, compuesta por más de 300 agricultores familiares agroecológicos, evidenció que gracias a sus redes sociales y culturales de apoyo mantienen un mercado permanente en Ambato, Ecuador. Se puntualizó que en estos mercados se ha generado una fidelización de los

consumidores y un proceso de valoración de los productos que va más allá del aspec- to económico. Por tanto, se rescató en estas transacciones aspectos de reciprocidad y entrega de regalos y agrados como son la «yapa», por ejemplo, que son productos que se regalan al «casero» o comprador/ consumidor (Contreras, Paredes, Turbay, 2017). Esta misma organización al ser consultada en junio de 2021 (Paredes y Contreras, 2021) para conocer los cambios más importantes y las estrategias para enfrentar las medidas para controlar la pandemia, señalaron: lo esencial de poseer un medio de alimentación propia centrada en la producción agrícola; mencionaron que las acti- vidades agrícolas se incrementaron por la dificultad de movilizarse, además todos los miembros de la familia se volcaron a las tareas agropecuarias e incluso en muchos de los casos se ampliaron los territorios utilizados para estas tareas. Es decir, los propios conocimientos de la agricultura familiar permitieron contar con autonomía en la crisis. Además, indicaron que, dentro de la familia, las tareas se incrementaron para las mujeres y hubo un relevo generacional de madres a hijos e hijas, quienes incluso buscaron nuevas formas de comercializar los productos, debido al cierre del merca- do permanente de la organización que se implementaba todos los días sábados. Así los hijos jóvenes compartieron sus productos con amigos de la ciudad cercana que es Ambato. Lo señalado se ajusta a esta «racionalidad práctica campesina» porque incorpora prácticas organizativas en la propia agricultura familiar que, de manera resiliente, como señala Paz (2017), se insertan en las grietas del mercado capitalista. Igualmente, en este caso los circuitos cortos de comercialización se vieron fortale-

cidos en el tiempo de crisis.

La investigación sobre el covid en la agricultura familiar, realizada por el fiaN, ocaru, iee, Unión Tierra y Vida para el 2022, señala con mayor detalle las múltiples estrategias que las comunidades rurales aplicaron para enfrentar la crisis del covid. Estas estrategias son, por ejemplo, formas de control comunitario de los contagios, protocolos de autoprotección, tratamientos preventivos con medicina casera, inter- cambio de productos entre familias, activación de redes de comercialización entre el campo y la ciudad (fiaN et al., 2022, p. 8). Estas estrategias se pueden identificar como «prácticas organizativas», que surgieron de los conocimientos y pericias que la agricultura familiar ha acumulado a lo largo del tiempo y que se activaron y adapta- ron para las circunstancias que las medidas restrictivas de la pandemia imponían, lo que compone como hemos ya señalado la «racionalidad práctica campesina». En el estudio se pone en evidencia, una vez más, el fortalecimiento de los circuitos cortos de comercialización en la época de la pandemia.

REFLEXIÓN FINAL

Las trayectorias de adaptación y resiliencia documentadas han evidenciado como la agricultura familiar, al ser una institución informal es la base de la nueva ruralidad y gracias a la aplicación de la racionalidad práctica campesina, que supone conoci- mientos, pericias y su adaptación a los distintos contextos, ha permitido que encuen- tre oportunidades en medio de la crisis de la pandemia. Sin embargo, es relevante

reconocer las necesidades permanentes de la agricultura familiar en cuanto a me- dios financieros, legales para continuar con su trabajo y comercialización justa de sus productos, la carencia de los mecanismos dentro de sus territorios para que es- tas necesidades sean escuchadas y concretadas a través de políticas públicas, de ahí que se hace central fortalecer a la agricultura familiar como institución informal en el área rural y su interlocución como Grisa y Sauborin (2019) mencionan atendiendo a la diversidad y heterogeneidad de la agricultura familiar, pero, además, revalori- zando los ámbitos en los que se desenvuelve, que se encuentran fuera del mercado de transacciones exclusivamente comerciales con valores exclusivamente monetarios.

REFERENCIAS

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