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Las categorías de subsunción formal y real en Marx: Una breve aproximación para comprender la universidad en el siglo XXI
Revista Economía, vol. 70, núm. 111, pp. 187-200, 2018
Universidad Central del Ecuador

Estudios Socioeconómicos

Revista Economía
Universidad Central del Ecuador, Ecuador
ISSN: 2697-3332
ISSN-e: 2697-3340
Periodicidad: Semestral
vol. 70, núm. 111, 2018

Recepción: 28 Febrero 2018

Aprobación: 13 Abril 2018


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

Resumen: Este trabajo pretende abordar el estudio de las categorías subsunción formal y real propuestas por Karl Marx. Con este fin se realiza un breve recorrido histórico para sustentar la actualidad de El capital y, a partir de estas categorías, abordar el estudio de los problemas actuales de la sociedad, pero de manera especial concentrándo el análisis de forma particular en la comprensión de las dinámicas educativas y el trabajo especializado. Esto, con la pretención de esclarecer las lógicas latentes de subsunción de la universidad a las condiciones de reproducción capitalista y, además, la necesidad de transformación de la institución universitaria.

Palabras clave: Subsunción formal y real, El capital, Marx, universidad.

Abstract: This paper aims to address the study of categories formal and real subsumption from Karl Marx. To this end, a brief historical tour is carried out to support the current affairs of Capital and, based on these categories, to study the current problems of society but in a special way, concentrating the analysis in a particular way on the understanding of the dynamics educational and specialized work. This, with the intention of clarifying the latent logics of subsumption of the university to the conditions of capitalist reproduction and, in addition, the need for transformation of the university institution.

Keywords: Formal and real subsumption, The capital, Marx, university.

INTRODUCCIÓN

Las transiciones epocales, así como los cambios de siglo, siempre tienen como característica fundamental el hecho de que los instrumentos teóricos existentes suelen ser insuficientes o, en todo caso, menos complejos que el objeto que intentan explicar o describir. Normalmente, el mundo social tiende por sí solo a desarrollar más complejidad que cualquier observador, pero esta situación es más palpable cuando la teoría tiene que, exigida en última instancia por la sociedad, batirse en el contexto de los grandes cambios sociales que influyen sobre ella misma.

El desarrollo de la modernidad capitalista, iniciado hace más de 500 años, que define el marco epocal de todo tipo de cambio social incluido nuestro horizonte histórico, constituye desde un punto de vista epistemológico crítico-sistémico, un macro-objeto que contiene todo el curso de nuestra experiencia social o territorial-global y, además, las condiciones de posibilidad de producción y reproducción de nuestro conocimiento sobre el mundo físico y social. Por ello, cualquier teoría sobre el cambio social no puede ser sino una teoría general de la sociedad y ser capaz de construir y reconstruir, bajo premisas críticas y sistémicas, teóricamente su objeto, como un momento de abstracción negativo de su mismo objeto, es decir, como una autodescripción o una crítica de la sociedad en la sociedad; por intermedio de la ciencia y de la universidad, como ámbitos de producción —investigación— y reproducción —formación—, respectivamente, de la construcción teórica de tal objeto.

Con respecto a lo que nos interesa aquí, podemos decir, que la relación teórica entre El capital de K. Marx, como obra crítico-sistémica, y el capital, en tanto sujeto-objeto histórico- práctico de las relaciones capitalistas realmente existentes, constituye una problemática crucial para el análisis de nuestra transición epocal signada por la emergencia, desarrollo y crisis de la modernidad capitalista como proyecto civilizatorio. En efecto, es claro para los investigadores contemporáneos, más allá de sus posiciones político-ideológicas, que sería muy difícil hacernos hoy alguna idea fundamentada acerca del funcionamiento del modo de producción capitalista, sin la consideración del instrumentarium heredado por el opus magnum de Marx. Y si esto es así, sobre todo las ciencias económicas y sociales deberían tenerlo en cuenta, es porque, gracias a la construcción de un método histórico-materialista, la obra de Marx pudo ofrecer, por encima de los gigantes de su tiempo, una respuesta contundente a las exigencias teóricas planteadas a sus contemporáneos relativas al ascenso maduro de la modernidad capitalista, plenamente vigoroso a mediados del siglo XIX (Echeverría, 2011).

Este trabajo parte de la noción de «vigencia» de la obra de Marx, pues, reconoce plenamente las mismas limitaciones demostradas antes por la producción intelectual burguesa decimonónica —la filosofía moderna, la economía política clásica, el positivismo, el evolucionismo y, por supuesto, el reformismo revolucionario, principalmente— incapaz, al igual que los ideólogos capitalistas de nuestros tiempos, de poder dar ella misma con un diagnóstico estructural de los dramas principales de su propia sociedad.

La crítica-sistémica de Marx al capitalismo sigue estando vigente en la medida en que el fundamentalismo de las categorías y teorías burguesas de la producción y del mercado, no han podido ofrecer una explicación adecuada de la génesis, lógica y estructura del capital, y debido a que el capital en cuanto tal, no ha descubierto formas significativamente distintas o alternativas de producción y reproducción social que le hayan permitido hasta ahora sortear las expresiones fundamentales de su metacontradicción subyacente a la relación entre valor y valor de uso. Más bien el capital no ha dejado de funcionar con independencia de los dispositivos, mecanismos y estrategias señalados por Marx con respecto a la forma productiva y reproductiva que adopta la riqueza social bajo su hegemonía sistémica. Quizás a esto se deba el hecho, irónica y objetivamente verificable, de que el capital —como relación positiva— encuentre en El capital ya no su forma especular o espectralmente visible, como se presenta éste cotidianamente, sino, todo lo contrario, puesto teóricamente, por un momento, sobre sus pies, negativamente. Existe pues una relación de paralaje entre la forma histórica —el capital— y su forma teórica —El capital— que únicamente puede ser rota y definitivamente desterrada en la medida en que, por así decir: sea el mismo sistema quien supere los diagnósticos epocales de la obra, sea la obra la que ratifique la historicidad del sistema o que el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad revelen progresivamente la contingencia del sistema y de la obra, superándolos a ambos (Marx 1972b; 2011).

Existen una serie de argumentos para pensar que estamos viviendo realidades provenientes del segundo caso, pudiendo ser visible para el análisis social, al menos a largo plazo, el surgimiento de las bases sociales y tecnológicas de la sociedad mundial poscapitalista de los próximos siglos. Sin embargo, en este artículo nos referiremos, exclusiva y brevemente: i) al contexto teórico general actual dentro del cual se está produciendo, fuere como fuere, el retorno de la obra de Marx; ii) a la vigencia de los conceptos fundamentales de la obra de Marx, en rigor, el concepto de subsunción —formal y real—, en el análisis del sistema capitalista visto en su totalidad; y iii) a la relevancia de la utilidad teórica de los mismos en el análisis de los problemas actuales del modo de producción y reproducción capitalista, sobre todo, en el tratamiento de las problemáticas aparentemente «no-económicas», como sucede con las prácticas de la actividad científica y universitaria afincadas en el ámbito de la reproducción social o, mejor, de la producción simbólica de la sociedad.

CONTEXTO TEÓRICO GENERAL

Han transcurrido 150 años desde la publicación alemana de la primera edición del primer tomo de El capital (1867) —o de la cuarta edición, según el Marx cronológico descrito por Dussel (1984) —, y aún hoy su interpretación sigue generando controversias. A pesar de que el tiempo transcurrido ha llegado a dar la impresión, por acción de los ideólogos, de que todos los problemas de constitución y legitimación de la modernidad capitalista, han sido superados por el propio capital a través de distintas vías —especialmente, por la articulación sui generis producida en la modernidad entre varios modos de dominación, a saber: la violencia física y legal representada en última instancia en el Estado, con las formas de violencia simbólica producida a nivel del sistema de la ciencias, el sistema educativo y el sistema de los medios de comunicación de masas—, y que los que problemas que permanecen —los relativos a la mercantilización de los derechos sociales, la mundialización de la pobreza, la bancarización de la economía y la devastación del planeta, entre otros grandes problemas—, se corresponden inevitablemente con el funcionamiento de la sociedad moderna, en tanto se asume a esta sociedad falazmente como la única posible, o con el fenómeno humano de la evolución sociocultural y se introduce a la experiencia europeo-americana como horizonte de mundo de todos los pueblos del planeta: decimos entonces que, a pesar de tales problemas endógenos del capitalismo y los abiertos en el transcurso del desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad hasta nuestros días, éstos han logrado casi anularse en su importancia y disiparse de las preocupaciones científicas de buena parte los agentes de la teoría social. Solo recientemente existe una renovada atención por la obra de Marx (Mandel, 1998; Heinrich, 2008; Veraza, 2011; Dussel, 2014; Moseley, 2016; Roberts, 2017).

Esta preocupación está no solo en los centros universitarios y académicos más reconocidos de la ideología dominante, sino dentro de los propia intelligentia de los centros productivos y financieros del capitalismo. Preocupación surgida justamente como correlato de que más allá de la abundancia de las alternativas teóricas dominantes, éstas no son suficientes para encarar los problemas originarios y presentes del proceso de acumulación capitalista de la riqueza social.

Pero esta abundancia solo ha contribuido a confundir, tal es el caso de la incorporación reciente de la tecnocracia futurista al estudio instrumental de la obra del filósofo, tomada en ciertos círculos como una contribución dentro de la gran tarea de actualización de Marx (Mason, 2016). Por otro lado, algo muy parecido a esto ocurre hoy con ciertos intelectuales críticos sureuropeos, quienes, de la mano de Marx, pero más allá de él —por lo menos esta es la intención, aunque su interés no consiste en revitalizar el marxismo—, han buscado revisar o relativizar la conveniencia de los conceptos marxistas para el análisis del capitalismo avanzado, basados en la importancia crecientemente determinante del trabajo inmaterial sobre el trabajo manual (Sohn-Rethel, 1979).

Estas dos formas del futurismo pseudomarxista actual nos parecen, sin embargo, geométricamente desmarcadas de la obra crítica de Marx y, lo que es más grave, totalmente desenfocadas con respecto al conocimiento de las causas y efectos de la gran crisis capitalista que cunde todo el planeta desde 2008, sobre cuyo trasfondo pueden ser explicadas —histórica, objetiva y prácticamente—, al intentar deconstruir el objeto cosificado teóricamente por medio de una abstracción falsa, antes que la reflexión sobre el modo de dominación propiamente económico que oprime, reprime y explota a los sujetos dominados material e inmaterialmente por el capital (Tapia 2003, 2010; Roberts, 2016).

Una de las posiciones más difundidas a este respecto proviene de los cientistas sociales relacionados con la escuela del «capitalismo cognitivo», también conocida como del general intellect. Aunque podría resultar un poco simplificador, sintetizamos los elementos de distanciamiento de estos autores respecto de los alcances analíticos del El capital, en los siguientes puntos: a) para estos autores, la idea de capitalismo cognitivo implica un cambio en el régimen de acumulación capitalista, el mismo que trae consigo la crisis de la teoría de valor-trabajo de Marx (Vercellone, 2006; Lebert y Vercellone, 2006); b) el régimen de acumulación histórico del capital, ha transitado del modelo prefordista y fordista basado en la producción de mercancías y la creciente productividad del trabajo, al taylorismo digital, cuyo énfasis está en la valorización del conocimiento o del ámbito cognitivo del trabajo cognitivo —que es también trabajo vivo— que produce valor por medio del conocimiento (Fumagalli, 2010); c) en el criterio de estos mismos autores, la transición del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo, implica la supresión del plusvalor y la emergencia de nuevas formas de ganancia capitalista en cuanto tal, del capital-renta, caracterizándose este momento ya no por la valorización productiva del valor, sino por «valorización improductiva de capital» (Chevallier, 1977); d) en el capitalismo cognitivo todas las mercancías han perdido su materialidad, llevándonos esta situación inédita en la historia del capitalismo, a los fenómenos de la generación artificial de escasez, de una estructura de costos marginales cercanos a cero, de transacciones cada vez más veloces, de las tasas de interés negativas, como nuevos elementos ordenadores de la economía mundial capitalista (Moulier-Boutang, 2004) —tomando en cuenta que la producción de estos fenómenos para estos autores ocurren como un proceso espontáneo de la economía capitalista o como una forma de descontrol de los ideólogos capitalistas y sus practicantes—; e) el nuevo régimen de acumulación tiene como argumento de base el agotamiento de la fuerza productiva del capital y de su reconfiguración parasitaria, para estos autores, se trataría de un fenómeno totalmente nuevo, el mismo que, según ellos, Marx no vio con mucha claridad, por lo que el concepto de «subsunción», surgido en el contexto de su teoría del valor-tiempo de trabajo, no tendría sino una importancia marginal o, en todo caso, dicho concepto a pesar de señalar de algún modo la emergencia de estos fenómenos, aporta más dificultades que soluciones: ahí residen precisamente las dificultades de esta «subsunción», que impiden reducir de manera simple el conocimiento a capital y que, por consiguiente, dan sentido a la idea de capitalismo cognitivo (Rullani, 2004); f) con la emergencia del capitalismo cognitivo ha nacido dentro de su ser —para estos autores se trataría de una posibilidad anunciada por el propio Marx en sus Grundrisse de 1857-58—, una nueva entidad social emancipatoria, el general intellect, compuesto de una colectividad de saberes o conocimientos que, liberados de la lógica de la acumulación del capitalismo industrial, ya no se cosifican en el «saber muerto» sino que, todo lo contrario, se objetivan, por así decir, en la coproducción del «saber vivo» (Roggero y Curcio, 2010).

En este sentido, la relación entre la construcción y la crítica del conocimiento social y el desarrollo del capitalismo siempre ha sido contradictoria y es anterior a la forma expresa de la diferencia entre trabajo material y trabajo inmaterial, pero es correspondiente, irremisiblemente, con dicha relación contradictoria. El concepto de capitalismo cognitivo, nos parece, hasta cierto punto, una extensión contemporánea del viejo idealismo alemán. El idealismo posterior, se puede decir, sentó, en el nivel filosófico, las bases del proceso de desmaterialización del mundo. Proyecto metafísico de dominación del mundo que parece ser el mismo que entusiasma a los intelectuales del capitalismo cognitivo. Los mismos a los que podemos extender la expresión crítica de cyberidealismo.

Es esto lo que sugiere la idea acerca de la desaparición de la importancia del trabajo material en el proceso de la acumulación capitalista, dado que olvidan que la extracción de plusvalor en el capitalismo cognitivo, radica en la apropiación capitalista del conocimiento social en contra de la sociedad. Aunque en el nuevo momento se pueda reconocer la preponderancia del trabajo inmaterial sobre el manual, no existen condiciones sociales e históricas que permitan hablar sobre la existencia de una transformación en régimen de acumulación capitalista. Se podría incluso periodizar el proceso actual como capitalismo cognitivo, pero, a la par, habría que dar cuenta de las nuevas formas de extracción de plusvalor y en los cambios ocurridos en el proceso de subsunción real de la sociedad contemporánea.

No obstante, a pesar de la pertinencia de algunos de estos planteamientos —sobre todo en atención a los literales a, b y d—, existen severas falencias en la interpretación realizada de la obra de Marx por parte de estos autores. En este sentido se esgrimen tres argumentos.

En primera instancia, en su propuesta de ruptura con la teoría del valor-trabajo, la escuela italiana del general intellect, realiza principalmente una lectura parcial, desconociendo la naturaleza del capital como máquina histórica productora de prácticas capitalistas, y de la heurística de El capital, al colocar sus preferencias analíticas exclusivamente en la crítica del tomo III de El capital (Vercellone, 2001, pp. 223-226), dejando de lado, de plano el tomo i y II, relativos al proceso de producción y al proceso de circulación del capital, respectivamente, que se reconstruyen en el tomo III, por parte de Marx, como un análisis del proceso de producción capitalista en su conjunto, es decir, de la dialéctica de la realización del proceso de producción y reproducción del capital en su totalidad; pero, incluso la lectura del tomo III de El capital realizada por estos autores, deja de lado el debate de la sección tercera, dedicada al estudio de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, asunto que hoy provoca sendos debates entre los economistas críticos marxistas de nuestro tiempo (Marx, 2011, 2015, 2016; Moseley, 2017; Tapia, 2017; Roberts, 2016; Kliman, 2012). Continuando con lo anterior, destacamos que la constancia de la subsunción capitalista, formal y real, del conocimiento social no es extraña a Marx ni al desarrollo de la modernidad capitalista en cuanto tal, puesto que «la naturaleza no construye, máquinas, ni locomotoras, ferrocarriles, electric telegraphs, selfacting mules, etc. Son éstos productos de la industria humana; material natural, transformado en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza o de su actuación en la naturaleza» (Marx 1972a, pp. 230-231).

En segundo lugar, su análisis del capitalismo real, al igual que los estudios basados en la perspectiva eurocéntrica del desarrollo de la modernidad capitalista, deja de lado problemas estructurales del desarrollo de la sociedad mundial capitalista actual, por ejemplo, la dependencia política, comercial, industrial, financiera de las económicas periféricas del planeta, como si en la lógica del funcionamiento del capitalismo mundial los problemas descritos desde el centro capitalista, estuvieran desconectados del funcionamiento de la sociedad mundial capitalista como un todo, como si éste funcionara nada más por la emanación cognitiva del capitalismo central y no necesitara de las formas de producción y reproducción capitalistas, existentes en todo el globo, subsumidas realmente a la lógica de la acumulación del capital en su fase hiperdesarrollada (Veraza, 2008).

Finalmente, y como una derivación de los dos puntos anteriores, se resume que estos autores no ofrecen una lectura crítico-sistémica de lo que ellos han denominado como un cambio en el «régimen de acumulación» y en las «relaciones de producción» en sí mismas (Moulier- Boutang, 2004), y su necesaria relación con la universidad y que más bien su proliferación, en tal sentido conceptos como sociedad de la información, sociedad del conocimiento, nueva economía, revolución informática, economía basada en el conocimiento, la revolución de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a pesar de su pretensión, no explican la crisis de las instituciones fundamentales de la sociedad capitalista, incluida en éstas la universidad moderna. Existe el riesgo de constituirse en la semántica o el velo ideológico con el que la sociedad capitalista encubre como un logro los dramas de sus problemas estructurales de producción y reproducción como sistema social, pero, más que todo, encubre la potencia de las fuerzas productivas de la humanidad alcanzadas en la era tecnológica actual ya casi maduras para la superación de las relaciones sociales capitalistas.

LA SUBSUNCIÓN FORMAL Y REAL:

VIGENCIA CONCEPTUAL PARA ENTENDER LA UNIVERSIDAD EN EL MUNDO ACTUAL

Una forma adecuada de replantear la cuestión es traer de vuelta los conceptos fundamentales de la obra de Marx y aguzarlos lo suficiente hasta que brote de ellos la riqueza conceptual de la totalidad de su obra. Este procedimiento parece particularmente correcto cuando nos referimos al concepto de subsunción y, más abstractamente, a los conceptos de subsunción formal y subsunción real, es decir, a los modos de dominación económicos e históricos del capital, que no se deben confundir con los mecanismos históricos de extracción económica de plusvalor —o sea, del plusvalor absoluto y relativo—, pero que tienen su lugar específico dentro de la arquitectura de El capital (Marx, 1972b; 2016).1

El concepto de subsunción tiene en Marx, una forma mucho más elaborada en El capital, relacionado de un modo fundamental con las contradicciones estructurales devenidas del antagonismo existente entre los valores de uso de la sociedad y la lógica universalista y univalente del valor de cambio. Hablamos pues de una relación estrecha entre el concepto de subsunción y la contradicción universal, valor uso y forma valor, propia del capitalismo, lo cual excluye la idea de atribuir a Marx la autoría de la teoría del valor-trabajo, que más bien pertenece a David Ricardo.

Dada la confusión existente, debemos insistir sobre este punto. Hablamos de que Marx no planteó el hecho de su autoría sobre la teoría del valor-trabajo, reconoció más bien su origen ricardiano (Marx, 1974). Su contribución consiste, más bien, en haber descubierto el carácter recurrente de la contradicción o la relación contradictoria entre el valor y el valor de uso, en el contexto de la puesta en relación dialéctica de las esferas del proceso de producción y circulación del capital. Como lo sugirió Bolívar Echeverría —en uno de sus trabajos maduros de sistematización teórica de la problemática marxista del valor—, la contradicción del valor y el valor de uso en El capital de Marx, es la que sostiene a todas las contradicciones del mundo moderno.2

El concepto de subsunción describe así la constitución hegemónica de la forma valor y la recodificación mercantil del mundo social en su conjunto. En efecto, en orden a su lógica evolutiva, a la par que toda forma de actividad humana —su subsunción en la estructura de clases de la sociedad— y toda forma de riqueza social —subsumida como una forma de garantizar las condiciones de sobrevivencia de la sociedad capitalista—, toman la forma de valor. El concepto de subsunción, desde un inicio anticipa la toma capitalista del mundo social como un proceso global que requiere el dominio y la subordinación de todas sus esferas o sistemas sociales, un modo de dominación capaz de subsumir el resto del mundo en su ecosistema inmediato (Marx 1972a; 1972).

De esta manera, la subsunción del trabajo y la apropiación de los productos del trabajo por parte de los capitalistas, implica de plano su incorporación al proceso de producción del capital como un momento, de la valorización del propio capital. Ahora bien, los conceptos de subsunción real y subsunción formal tienen más que todo una utilidad histórica. Se puede decir, algo apresuradamente, que el proceso de subsunción formal se puede aplicar al análisis de los orígenes y maduración del capitalismo entre los siglos XVI y XVIII, en donde tuvo lugar no solo larga transformación del trabajo en mercancía, sino también la conversión de la naturaleza en renta (Marx 1972a; 1972b; Polanyi, 2015).

En este momento de maduración de las condiciones de emergencia del capital, la organización de la producción capitalista se sirve todavía de la estructura y prácticas productivas características del viejo taller artesanal, pero introduce recurrentemente modificaciones en el proceso productivo general. Las mismas que contribuyen a minar definitivamente la propia autonomía del trabajo y profundizar sobre esta base la extracción de plusvalía, subsumiendo la resistencia ofrecida por el trabajo (Marx, 1972b).

De su parte, el concepto de subsunción real es aplicable, por así decir, al devenir de su historia posterior. Por tanto, una vez que el capitalismo ha logrado subsumir completamente al trabajo, por la vía de la transformación industrial, es decir, de la «revolución de las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, por tanto, el modo de producción mismo, la productividad del trabajo y la relación entre el capitalista y el obrero» (Castillo, 2002; Marx, 1972a). Según Marx, el proceso de subsunción real del trabajo en el capital advino una vez que la maquinización o esta relación entre máquina y fábrica, empezó a ser determinante en el proceso productivo. Con ello, pudo el trabajo ser subsumido no ya únicamente en su exterioridad, como trabajo productivo, sino materialmente —formal y realmente— en el proceso de valorización del capital.

Lo relevante en el proceso de subsunción real es el lugar destacado de la máquina tanto como organizador de la producción y medio de extracción permanente y sistemática de plusvalor, cuanto que como un dispositivo que busca suprimir la relación antagónica entre el capitalista y el trabajador. Así, el trabajador, convertido en sujeto-objeto de la máquina, termina sucumbiendo ante la cuasiobjetividad del nuevo proceso técnico de producción. Es, justamente, esta objetividad cosificada el objeto de la crítica filosófico-económica del joven Marx (1967), la misma que en El capital se desplegará de forma madura. Y que volverá aparecer en el capítulo vi —inédito— del primer tomo como un problema político de la acumulación capitalista, como el trasfondo de la lucha de clases de la sociedad (Marx, 1972a).

No obstante, la subsunción del trabajo en el capital implica todavía la interiorización de las condiciones objetivas del proceso de producción, y la introducción de nuevos elementos psicosociales de disciplinamiento e integración colectiva. De cierta forma, este modo de dominación implica un rol cada vez —más— determinante en el proceso de valorización en el conjunto de la sociedad. O, en su caso extremo, la conversión de la fábrica en la unidad propiamente política de la sociedad moderna. En su desarrollo, sin embargo, el proceso de subsunción del trabajo se expandió del ámbito productivo al espacio del consumo. Ello ha implicado desde entonces que todo análisis del proceso de subsunción del trabajo en el capital, deba ser, a la vez, un análisis sobre la subsunción del proceso de reproducción de la sociedad, es decir, sobre el proceso —mismo— de la producción capitalista en su conjunto (Veraza, 2008).

A modo de síntesis se puede decir que el desarrollo del sistema capitalista es inconcebible sin la subsunción de la actividad humana, en tanto el objeto inmediato del capital es la producción de plusvalor, de la ganancia capitalista. El proceso de subsunción formal y real, en sentido general, crea las condiciones para que esto sea posible. Pero el hecho de que el proceso deba referirse al proceso productivo global —producción-reproducción—, no significa que no existan diferencias entre ambos modos de subsunción, aunque se trate de un mismo proceso histórico y sean la base fundamental aún hoy, en estricto sentido, de la lógica de la acumulación actual. En esta dinámica se encuentra el desarrollo de universidad moderna y los profesionales —trabajadores calificados— que ella forma, como parte de las regulaciones económicas y no-económicas requeridas por el modo de producción y reproducción capitalista.

Mientras que la subsunción real expresa por su parte el momento de la edad madura de las relaciones capitalistas, a partir de lo cual el capital intenta autonomizarse de todo tipo de regulación natural y social, iniciándose el proceso de subsunción total del trabajo material e inmaterial de la humanidad. O, lo que es lo mismo, de sus formas de producción económica y sus formas de reproducción simbólica (Bourdieu, 2012). En tanto tiene lugar la subsunción real de toda la sociedad, las relaciones sociales capitalistas se expanden por fuera de la fábrica o, en su defecto, convierten al mundo entero en una fábrica universal en una máquina de producción infinita (re)productiva del capital, totalmente desterritorializada, como presuponía Deleuze (2016). Téngase en cuenta que esta dinámica abarca la historia y desarrollo de la universidad moderna como centro de producción de la tecno-ciencia fundamental para consolidar la sociedad capitalista mediante la formación de mano de obra calificada y especializada funcional a la acumulación.

Llegados a este punto, debe señalarse que los conceptos fundamentales de Marx, como el de subsunción, es operativamente pertinente a causa de los problemas que resuelve y que abre dentro del estudio de la modernidad capitalista y su universidad, cuyo desenlace histórico-planetario nos determina —oprimen, reprimen y explotan— homogéneamente.

Es cierto, que el actual proceso capitalista de producción y reproducción de la vida social, caracterizado por la digitalización del mundo físico y social, ha relativizado las formas productivas y el conjunto de valores de la sociedad industrial, y que se ha producido un cambio en las expectativas y las formas de socialización de los seres humanos modernos, y, por lo tanto, matiza las actuales formas de subsunción a las que la institución universitaria debe responder desde su autonomía.

LA SUBSUNCIÓN, UNA CATEGORÍA PARA TRANSFORMAR LA UNIVERSIDAD

El proceso de subsunción de la vida humana durante el capitalismo, empezó a causar preocupación una vez que varias de las estructuras más antiguas de la evolución sociocultural humana empezaron a ser incorporadas en la lógica de la valorización del valor: la religión, la ciencia, el arte, el Estado y, entre estos sistemas sociales, la educación y las universidades.

En el caso del campo científico y el educativo, el proceso de subsunción formal y real parece haber producido sus propias formas de conocimiento y socialización, tomando como referencia la producción intelectual y científica de las civilizaciones anteriores: la paideia griega, la universitas romana y los logros en la especialización del trabajo intelectual generados en la universidad medieval (Björk, 1996). Para el surgimiento de las ciencias y la universidad moderna, éstas quedan enmarcadas, en la misma lógica que la de impulsar el desarrollo del capitalismo (Mignolo, 2001).

Hasta cierto punto se puede denominar este proceso usando el mismo eje teórico propuesto por Marx con respecto a la acumulación primitiva del capital. Por esto, estamos tentados a decir, no solo que el proceso de acumulación primitiva del capital es paralelo a la acumulación primitiva de saber, sino que dicha acumulación primitiva, si bien fue en su nivel formal, extracción de fuerza de trabajo impaga y de recursos minerales, en su nivel de latencia, fue principalmente, acumulación de saber.

Suponemos que es únicamente sobre la base de esta acumulación primitiva de saber, que pudo desarrollarse el sistema de las ciencias y más tarde el sistema de las universidades modernas. En este caso, tendríamos que el proceso de subsunción de las ciencias, que puede ser asociado con el momento de constitución de las disciplinas modernas, o sea, de la división y fragmentación del trabajo científico, constituye en la historia crítica del capitalismo, el inicio de la subsunción formal del saber, atada, de inicio a fin, al proceso de transformación del condiciones técnicas de producción capitalista y, adecuándose, a la misión encomendada por el naciente ethos capitalista, de acelerar la producción de valor.

A su vez, el proceso de subsunción formal de la educación determinó, para los seres humanos de los tiempos modernos, la segmentación del proceso formativo y la introducción, por primera vez en un sentido amplio, de la diferencia entre trabajo manual y trabajo intelectual. Desde su aparición, normalmente, la ciencia y la educación siempre han tenido que lidiar, como sistemas sociales en proceso de formación, con las sobrecargas funcionales predispuestas por la sociedad (Luhmann, 2017), o, para ser más precisos, por los grupos dominantes de las sociedades precapitalistas, pero sus inventos y prestaciones siempre fueron acogidas progresivamente por la sociedad en esta fase. Así, mientras que su producción era eminentemente privada su apropiación era, mal que bien, colectiva. La subsunción formal de la ciencia y la educación, implicó desde un inicio, en cambio, una apropiación cada vez más reducida de los beneficios de dichos sistemas sociales, dado que su apropiación por parte del capitalista es absoluta. No se trata ya de inventos aislados o promovidos por la sola curiosidad científica, sino de dispositivos técnicos generados conscientemente por los capitalistas con el objeto de transformar las condiciones técnicas de la producción y de la extracción de plusvalor. Denominamos, pues, ligeramente, a esta pérdida de autonomía del código científico y su presencia todavía externa a la fábrica, como subsunción formal.

Pero como, pese a todo, el proceso paralelo de diferenciación funcional moderna conlleva a la autonomía de los subsistemas funcionales (Luhmann, 2007), el capitalismo necesitó aún subsumir realmente la ciencia y la educación bajo el propósito de controlar a los sujetos modernos, no solo por medio de la violencia política del Estado, sino desde la generación de una nueva ontología de la producción fundada en el saber científico y la internalización del sentido común capitalista por medio de la educación (Dussel, 1984; Guademar, 1991). Desde el punto de vista histórico, la subsunción real del saber y de las prácticas humanas tuvo como consecuencias la fusión, hasta ahora problemática, de las áreas investigativas y formativas en una sola entidad, convertida ahora en modo de dominación complejo, es decir, de producción y reproducción de la doxa capitalista: la universidad moderna, nacida en el siglo XIX. Por ello, el talante crítico que aún existe en las universidades modernas debe verse como una voz latente, débilmente audible, pero cuestionadora de la capacidad crítica de las ciencias.

Convertidas las universidades en un modo de dominación, técnico-ilustrado, específico de la sociedad capitalista, de control de investigación y la formación, el proceso de subsunción real empieza a determinar, como si fuese una extensión de fábrica, pero bajo la conducción del Estado, el modo de producción y reproducción capitalista. Ahora bien, una vez que el mundo social por entero ha sido mercantilizado, existen nuevas tendencias, desatadas por la revolución digital, han aparecido nuevas lógicas en la organización técnica de la producción y las formas de simbólicas de reproducción social. Por ello, el actual desmembramiento de la universidad moderna no debe ser entendido como una pérdida de sintonía con las exigencias actuales de la sociedad moderna, sino con las formas radicalmente distintas que adopta la subsunción real trabajo material y el trabajo inmaterial, del trabajo productivo e improductivo, en beneficio de la producción y extracción de plusvalor. La universidad torre de marfil necesita ser superada. Pero ¿bajo qué proyecto histórico social?

CONCLUSIONES

Este trabajo busca, por un lado, poner de manifiesto la vigencia de la obra de Marx en torno a una serie de elementos teóricos que gravitan alrededor de las formas y características de lo que se denomina subsunción formal y real, considerando para ello el recorrido histórico, evolución y la connotación de estos conceptos en el intento —macro— de plantear un diagnostico estructural de los dramas principales de la —propia— sociedad. A partir de ello, por otro lado, se ha apuntalado la crítica-sistémica de Marx al capitalismo y su radical utilidad en la medida en que el fundamentalismo de las categorías y teorías burguesas de la producción y del mercado, a nuestro criterio, no han podido estructurar una explicación suficientemente potente y articulada para superar el problema de la contradicción entre el valor y el valor de uso y, en consecuencia, sus derivaciones.

A pesar de haber transcurrido siglo y medio de la obra de Marx y su legado teórico, se tiene la impresión, por acción de los ideólogos, de que los problemas de constitución y legitimación de la modernidad capitalista han sido superados por el propio capital, pero realmente ello ha sido articulado través de distintos modos de dominación: violencia física y legal a través del Estado, así como de otras formas de violencia simbólica producidas a nivel del sistema de las ciencias, el sistema educativo y el sistema de los medios de comunicación de masas; reconociendo, además, por otro lado, los problemas asociados a la mercantilización de los derechos sociales, la mundialización de la pobreza, la bancarización de la economía y la devastación del planeta, por citar unos cuantos ejemplos. Estos «efectos colaterales» —exógenos —son entendidos equívocamente, al final, como una derivación inevitable —admisible— del funcionamiento de la —única posible— sociedad moderna y no como realmente lo que son: expresiones —endógenas— de las contradicciones fundacionales del capitalismo.

La idea acabada de subsunción planteada por Marx aparece orgánicamente en El capital expresando esa condición contradictoria y estructural devenida del antagonismo entre los valores de uso de la sociedad y la lógica universalista y univalente del valor de cambio. El concepto de subsunción describe, al final, la constitución hegemónica de la forma valor y la recodificación mercantil del mundo social en su conjunto. Ello, desde un inicio, anticipa la toma capitalista del mundo social, como un proceso global que requiere el dominio y la subordinación de todas sus esferas o sistemas sociales.

En este marco se vuelve imprescindible destacar el hecho de que el desarrollo y perpetuación del sistema capitalista es inconcebible sin la subsunción de la actividad humana, en tanto el objeto inmediato del capital es la producción de plusvalor, de la ganancia capitalista. El proceso de subsunción formal y real, en sentido general, crea las condiciones para que esto sea posible. De esta manera se sostienen dos vértices. Por un lado, la subsunción formal que, de algún modo, revela un momento de la historia del capitalismo en donde éste debía servirse aún, de forma directa, de las capacidades humanas —productivas y creativas— y de la colaboración negociada con otros sistemas sociales, especialmente, el Estado-nación moderno. Por otro lado, la subsunción real que expresa el momento de la edad madura de las relaciones capitalistas, a partir de lo cual el capital intenta autonomizarse de todo tipo de regulación natural y social, iniciándose el proceso de subsunción total del trabajo material e inmaterial de la humanidad. El proceso de subsunción de la vida en el capitalismo es una fuente de preocupación permanente sobre todo si consideramos que las estructuras de la evolución sociocultural: la religión, el arte, la ciencia, el Estado y, como derivación de éste, la educación. En términos de la producción científica y educativa, el proceso de subsunción formal y real, parece haber producido sus propias formas de conocimiento y socialización. De esta manera, y al existir una serie de elementos de paralelismo con el eje teórico propuesto por Marx, sostenemos que no solo que el proceso de acumulación primitiva del capital es paralelo a la acumulación primitiva de saber, sino que dicha acumulación primitiva, si bien fue en su nivel formal, extracción de fuerza de trabajo impaga y de recursos minerales, en su nivel de latencia, fue, principalmente, acumulación de saber. Esto apunta en el sentido de que es únicamente sobre la base de esta acumulación primitiva de saber, que pudo desarrollarse el sistema de las ciencias y más tarde el sistema de las universidades modernas.

Finalmente, el grado de importancia de la noción de subsunción formal en la ciencia y la educación gira en torno a que permite esclarecer las sinergias de producción —social— y apropiación —privada— del saber científico. De esta manera, la génesis de los nuevos descubrimientos o avances no son activados por la «sola» curiosidad científica, sino por la necesidad latente de, constantemente, crear o renovar una serie de dispositivos técnicos destinados a la optimización de las condiciones técnicas de producción, articulados sobre la base del interés de los capitalistas. Las universidades, en el sentido más amplio, en su ímpetu de procurar el saber no han permanecido ajenas a estas dinámicas y han terminado convertidas, pues, en instrumentos de dominación técnico-ilustrado de control de la investigación y formación bajo las exigencias del modo de producción y reproducción capitalista. Esto, a nuestro juicio, debe ser replanteado para proponer una nueva institucionalidad universitaria en América Latina, una tal que permita descolonizar el pensamiento y con ello la generación de conocimientos al servicio de liberación de nuestras sociedades.

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Notas

1 Lo cual en una línea histórico-crítica podría ser extendido a la historia del marxismo crítico, por medio de varios autores célebres, cuya trayectoria intelectual y política revolucionaria siempre ha devuelto al marxismo la autoconciencia de su unidad teórico-práctica. Se recomienda consultar el diccionario histórico-crítico del marxismo de Fritz Haug de la Universidad de Berlín: http://dhcm.inkrit.org/
2 Se trata pues de una hipercontradicción presente en el desarrollo de la obra de Marx y que es actualmente vigente. En palabras de Echeverría, lo que Marx entiende por contradicción entre valor y valor de uso, consiste en la absurda condición de la vida moderna que todo acto productivo y reproductivo natural humano tenga que, para poder autogenerarse, ser un proceso de valorización de valor o de acumulación de capital.

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CODES JEL: O13



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