Reseñas
Recepción: 04 Septiembre 2023
Aprobación: 17 Octubre 2023
Publicación: 31 Diciembre 2023
Sintetizar la historia de los movimientos estudiantiles en América Latina en un libro con pocas páginas, no es fácil; empero Nicolás Dip logra este objetivo, pues nos brinda un panorama de los movimientos estudiantiles latinoamericanos en un texto que inicia desde la reforma universitaria, que se originó en Argentina en 1918, hasta las experiencias feministas contemporáneas.
Frente a la existencia en la actualidad de una vasta bibliografía que ha sido producida por especialistas, los cuales en muchos casos fueron protagonistas de movimientos estudiantiles, el libro aporta una serie de cuestiones para indagar y debatir la historia, así como el presente y el futuro de los activismos estudiantiles latinoamericanos.
El autor es doctor en Historia y licenciado en Sociología por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la Plata (UNPL), investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina; sus líneas de investigación se abocan al estudio socio político de los movimientos sociales y a la historia reciente de los movimientos estudiantiles, los intelectuales y las universidades de América Latina, temas que ha publicado en su amplia producción académica.
En esta obra formula una serie de interrogantes y sus respuestas ofrecen una visión amplia y una puerta de entrada a problemáticas clave para cualquier persona interesada en el tema. Cada apartado, a su vez, incluye al final un conjunto de preguntas que apuntan a continuar discutiendo los derroteros de los movimientos estudiantiles en el continente.
En este sentido, el libro se sitúa en la afirmación de Inés Cuadro Cawen de que en los albores del siglo xx se puede identificar un movimiento estudiantil que empieza a trazarse una identidad propia a nivel nacional y continental[1]. Para ello refiere algunas ideas fundamentales que han sido parte de la genealogía en el estudio de los movimientos estudiantiles latinoamericanos en el siglo XX, tales como la relación entre la renovación educativa y la política nacional, la construcción de identidades en clave latinoamericana, el factor generacional y sus límites, la democratización del acceso a la enseñanza y las formas de ascenso social, las dinámicas de la protesta y la represión de los movimientos estudiantiles como movimientos sociales, las articulaciones entre clases y circulación de las élites, las cuales marcan una continuidad con el interés de comprender el factor estudiantil en América Latina[2].
La reseña de este libro destaca su virtud de ofrecer una mirada crítica sobre distintas interpretaciones de los movimientos estudiantiles en la historia reciente de América Latina. Pues es resultado de la discusión que este autor ha entablado con las visiones historiográficas predominantes. Estas tendencias han generado la repetición de una matriz interpretativa que analiza a los movimientos estudiantiles en relación o comparación a la experiencia de la movilización de 1968; periodo que es visto como la génesis de la participación política de jóvenes y estudiantes, dejando fuera distintos contextos históricos, tradiciones de participación, identidades políticas y espacio de conflicto, entre otros.
En este sentido, el autor no menosprecia estas visiones históricas, pues han sido útiles para comprender la importancia de las movilizaciones estudiantiles de la segunda mitad del siglo XX. No obstante, sostiene que las demandas y cursos de acción de los movimientos estudiantiles actuales, requieren de nuevas formas de abordaje conceptual y líneas de discusión que enriquezcan las perspectivas futuras por sus múltiples manifestaciones.
El autor mantiene en todo momento un hilo conductor de lo que implican los movimientos estudiantiles: la organización política de los estudiantes que enfrentan problemáticas o enarbolan demandas que buscan mejorar las condiciones de la comunidad estudiantil, las cuales son el reflejo, en buena medida, de lo que sucede en la sociedad.
Nicolás Dip afirma que el surgimiento de movimientos estudiantiles conlleva la práctica política del estudiantado, ya que los activismos estudiantiles pueden surgir a raíz de acciones políticas más o menos espontáneas. Sin embargo, para su consolidación como movimiento, requieren cierto grado de organización que puede tener una mayor o menor coordinación. Por lo tanto es importante identificar y analizar las instancias organizativas asociadas a ellos. En este sentido, todo movimiento tiene una dimensión política, pero no debe de perderse de vista que está dado por su anclaje educacional.
El autor reflexiona sobre la política y la educación, dos dimensiones centrales y constitutivas de los movimientos estudiantiles, lo que se convierte en una «doble cara» que explica que sus problemáticas y demandas conjugan reivindicaciones de tipo gremial y educacional, con otras de fuerte carga política y social. Además, cuestiona aquellas perspectivas que sostienen que la politización de los actores educativos solo lleva a la disolución de las cuestiones y debates que hacen a su ámbito particular, pues este tipo de posiciones consideran la educación como espacio neutral, donde la interferencia de la política y de los movimientos estudiantiles no hace más que distorsionar sus funciones y finalidades.
Esta doble cara de los movimientos estudiantiles no tiene que llevar a pensar que puede otorgarse una definición de manual, pues la constitución de dichos movimientos depende de cada contexto y circunstancia; es decir, «nunca están determinadas de antemano sus formas de organización, sus relaciones, sus acciones y demandas»[3].
¿Cuál es la importancia de los movimientos estudiantiles? Desde inicios del siglo XX esta interrogante dio lugar a diversas controversias y posicionamientos. No obstante, en las décadas de los años sesenta y setenta, tuvo, nos dice el autor, una relevancia destacada en medio del auge de las ciencias sociales y de las apuestas revolucionarias de la región. De allí que reconocidos intelectuales coincidieron en cuestionar la idea de que los movimientos estudiantiles eran el motor principal en los grandes cambios políticos, sociales y culturales latinoamericanos.
El diagnóstico de esta cuestión tenía diferentes matices, pues en el último cuarto del siglo XX, tras el retroceso de las protestas sociales en la región y el avance de los gobiernos autoritarios y dictatoriales, aparecieron apuestas intelectuales que llevaron este diagnóstico aún más allá y pronosticaron el declive e incluso el fin de los movimientos estudiantiles latinoamericanos.
Según Dip, al cierre del siglo XX en América latina, en un mundo que pregonaba el fin de las ideologías y promovía las políticas neoliberales, se sugería la idea de la muerte de los movimientos estudiantiles. Pero a principios del siglo XXI, se avivó el debate de aquellas voces críticas que argumentaban que era muy difícil sostener esta idea por dos tipos de razones:
Porque la participación de los movimientos estudiantiles en la vida política y educativa de América latina no parecía haber desaparecido y, más que hablar de la muerte de los movimientos estudiantiles había que poner bajo sospecha a los estudios sobre la educación, los cuales pasaron a preocuparse casi exclusivamente por asuntos institucionales en detrimento de problemáticas vinculadas a los estudiantes y los activismos[4].
El autor destaca, en la revisión histórica que lleva a cabo, la importancia de la celebración del doble aniversario de 1918 y 1968. En este contexto, se retomó el debate en lugar de aceptar la idea de la muerte de los movimientos estudiantiles. Se optó por un enfoque de largo plazo que resalta su activismo en cuatro ciclos de protestas que transcurren entre los siglos XX y XXI y atraviesan el sur, el centro y el norte de América Latina.
Nicolás Dip, afirma en su libro, que más allá de las distintas posturas e intervenciones abordadas hasta el momento, la pregunta sobre la importancia de los movimientos estudiantiles en la historia y en la actualidad de América Latina sigue abierta y a la espera de otras intervenciones. Para generar nuevas instancias de debate futuro considera «prescindir de visiones dicotómicas y de homenajes autocelebratorios». Lo cual puede ser productivo para distanciarse de dos tendencias antagónicas: «La de sobreestimar el rol de los movimientos estudiantiles sin tener en cuenta sus obstáculos y limitaciones, así como negarles su efectiva incidencia dentro de las disputas político-educativas de la región»[5].
Después de hacer estos planteamientos sobre los movimientos estudiantiles en América Latina, el autor profundiza en los interrogantes para su historia, y responde de manera sistemática y en forma clara a preguntas fundamentales, tales como ¿Qué fue de la Reforma Universitaria de 1918 y cuáles son sus legados? ¿Existió un 68 latinoamericano? ¿Están vivos los movimientos estudiantiles? ¿Hay lugares comunes en la historia y el presente de los activismos estudiantiles?
La forma en que el autor responde a estas preguntas nos hace retrotraer en el tiempo, como un sistema de ecos de una época a otra. En primer lugar, refleja su conocimiento del tema y, en segundo lugar, la importancia del mismo. Basa sus análisis en las perspectivas compartidas para entender determinados hechos o acontecimientos, como el de 1968, que es visto como un año particular de protestas estudiantiles amplias y simultáneas en países como México, Brasil y Uruguay, que se han arraigado en la conciencia popular. A pesar de sus potencialidades, estas creencias en ocasiones «obturan nuevas miradas de la sociedad u ocultan experiencias que están en un segundo plano a raíz de relaciones de poder y dominación, que crean desigualdades y hacen visibles ciertos casos más que otros»[6].
El autor se refiere a:
… las visiones recurrentes que ocultan el protagonismo de las mujeres y reducen las identidades políticas de los activismos del estudiantado a las izquierdas, hasta los diagnósticos que privilegian a ciertos países de la región en detrimento de otros y desdeñan las experiencias contemporáneas por no adecuarse a formas organizativas que se consideran «históricas» y «legítimas»[7].
En este sentido, el libro de Nicolás Dip no solo nos permite eventualmente superar prejuicios y desconocimientos del pasado, sino también del presente, pues nos pone al día de los movimientos estudiantiles de las últimas décadas del siglo XXI.
Aun cuando el autor reconoce que el trazado de una cartografía exhaustiva sobre la geografía de protesta de los movimientos estudiantiles latinoamericanos de las últimas décadas es una tarea pendiente, en su libro recupera las experiencias de la rebelión popular en Chile, las protestas en favor de la democracia y contra el autoritarismo en Nicaragua y en Colombia. Además, señala una caracterización del creciente protagonismo de las experiencias estudiantiles feministas en países como Argentina, Chile, Guatemala y México.
Lejos de visiones tendenciosas, Nicolás Dip afirma que «la escena contemporánea evidencia la aparición de luchas estudiantiles que muestran creatividad, vitalidad e incluso trascendencia de sus propios marcos, cuando confluyen con movimientos de protesta más amplios y multisectoriales»[8]. Por ello, deja preguntas que quedan abiertas hacia el futuro de los movimientos estudiantiles en la región, como la siguiente: ¿Cómo atravesaron los activismos estudiantiles los desafíos surgidos a raíz de las adversidades de la pandemia del covid-19, cuando la mayoría de las instituciones educativas permanecieron cerradas y funcionando a distancia?
A la hora de considerar la importancia futura de los movimientos estudiantiles, el autor recomienda en el libro no perder de vista que son un tipo de movimiento social sui géneris con una temporalidad diferente, porque comprender la «cuestión estudiantil» requiere conocer la historia de los activismos estudiantiles de la región.
Referencias
Cuadro, Inés. «Unidad Estudiantil y participación en el gobierno universitario: el Primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos en 1908». En Movimientos estudiantiles en América Latina. Rosario: Humanidades y Artes Ediciones, 2018.
Dip, Nicolás. Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: clacso, iec-conadu, 2023.
Markarian, Vania. Movimientos estudiantiles en América Latina. Rosario: Humanidades y Artes Ediciones, 2018.
Notas