Artículos
Territorialidades conflictivas: riesgo ambiental, resiliencia y sostenibilidad en la gestión del basural a cielo abierto del partido de Luján, provincia de Buenos Aires.
Conflictive territorialities: environmental risk, resilience and sustainability in the management of the open-air waste dump in Luján, Buenos Aires.
Geográfica Digital
Universidad Nacional del Nordeste, Argentina
ISSN-e: 1668-5180
Periodicidad: Semestral
vol. 19, núm. 37, 2022
Recepción: 28 Septiembre 2021
Aprobación: 06 Abril 2022
Resumen:
Este artículo expone las territorialidades conflictivas que se generan en el basural a cielo abierto del Partido de Luján y la forma en que estas tensiones condicionan la gestión integral de residuos sólidos urbanos [RSU], la resiliencia y la sostenibilidad local. Para ello, se propone examinar el negocio de los materiales reciclables y las luchas de poder entre los distintos actores sociales que conviven en el predio municipal. A partir de la observación directa y la revisión de documentos se busca evidenciar las particularidades que convierten al basural en un territorio en riesgo y en disputa. Mediante las entrevistas en profundidad a actores clave se busca conocer y comprender las dinámicas territorializadoras que se originan a partir de las formas en que se ejerce, se resiste y se disputa el manejo de la basura. A partir de lo estudiado, se evidencia que la población que se dedica a la recuperación de materiales reciclables vive en situación de injusticia social, vulnerabilidad ambiental e informalidad laboral. Esta situación de emergencia crónica demanda prioridad en la agenda pública desde una perspectiva que refuerce el componente social de la sostenibilidad. Los resultados demuestran que es prioritario resolver los conflictos preexistentes en el territorio vinculados a informalidad de la comercialización de los RSU para implementar una gestión integral inclusiva y asociada para el desarrollo sostenible local.
Palabras clave: Territorialidades conflictivas, Basural a cielo abierto, Sostenibilidad.
Abstract:
This article exposes the conflictive territorialities generated in the open-air dump in Luján city, and the way in which these tensions condition the integral management of urban solid waste [MSW], resilience and local sustainability. It is proposed to examine the business of recyclable materials and the power struggles between the different social actors that coexist in the municipal property. From direct observation and document review, the present study tries to highlight the particularities that make the dump a territory at risk and in dispute. Through in-depth interviews with key actors, we seek to know and understand the territorializing dynamics that originate from the ways in which garbage management is exercised, resisted and disputed. From what was studied, it is evident that the population that is dedicated to the recovery of recyclable materials lives in a situation of social injustice, environmental vulnerability and labor informality. This chronic emergency situation demands priority on the public agenda from a perspective that reinforces the social component of sustainability. Results show that it is a priority to resolve the pre-existing conflicts in the territory linked to the informality of the commercialization of MSW to implement an inclusive and associated integral management for local sustainable development.
Keywords: Conflictive Territorialities, Landfill, Sustainability.
1. Introducción
En la región latinoamericana, el 80% de la población se concentra en ciudades donde se generan 540.000 toneladas de residuos por día, de los cuales el 30% se arroja en lugares inadecuados (Programa Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2018). Esta acumulación de desechos en vertederos sin control sanitario se caracteriza por ser un fenómeno cotidiano y permanente de las áreas más pobladas, donde la mayoría de las personas naturalizan la presencia de los basurales, ya sea porque asumen que forman parte del paisaje urbano o porque representan una fuente de trabajo para quienes viven en situación de pobreza.
Los peligros se convierten en polizones del consumo normal. Viajan con el viento y con el agua, están presentes en todo y atraviesan con lo más necesario para la vida (el aire, el alimento, la ropa, los muebles) (…) El riesgo existente realmente tiene en la inimaginabilidad e imperceptibilidad del peligro sus cómplices más poderosos. (Beck, 1998, p. 13)
En los países en vías de desarrollo, la gestión ecológica de los residuos, en especial de los basureros, está directamente relacionada con la pobreza y las condiciones insalubres en la que mujeres, niños, ancianos, desocupados y migrantes llevan adelante el reciclado informal. Generalmente, las personas desconocen o no imaginan la peligrosidad inherente, al mismo tiempo que aceptan esta situación como un mal necesario que no tiene solución en el corto plazo.
En la ciudad de Luján existe uno de los basurales a cielo abierto más grandes de la provincia de Buenos Aires y de Argentina. En Corado (2019) este vertedero es calificado como una amenaza principal de la cual se desprenden amenazas secundarias[1],que impactan gravemente en la calidad del aire, del suelo y del agua derivando en el detrimento de la calidad de vida de la población más vulnerable del Bloque los Santos[2]. Esta interacción de una amenaza y una población vulnerable en un momento y un lugar determinados da como resultado un escenario de riesgo (González y Torchia, 2007).
La propuesta de Natenzon y Ríos (2015) amplía un poco más la definición y manifiesta que el riesgo está determinado por la compleja relación entre la peligrosidad de la amenaza, la exposición, la vulnerabilidad social, la resiliencia y la incertidumbre. En la ecuación, se entiende por peligrosidad al grado de daño que puede causar un determinado fenómeno, ya sea de origen natural o antrópico; mientras que la exposición se refiere al componente físico de una comunidad, por ejemplo, la localización de los asentamientos humanos, las deficiencias en la infraestructura y la precariedad en las construcciones de las viviendas. “La vulnerabilidad social hace referencia a las condiciones sociales y económicas habitacionales, sanitarias, nutricionales, psicosociales y ambientales de la población afectada” (Herzer y Gurevich 1996, p.10). Estas circunstancias, a su vez, determinarán la resiliencia de la comunidad, es decir, la capacidad de afrontamiento y recuperación ante un evento adverso. Por su parte, la incertidumbre hace referencia al desconocimiento científico en la materia y las consecuencias de los fenómenos y su relación con los procesos de toma de decisiones y el poder.
Paralelamente a esta situación de riesgo ambiental y sanitario[3]existe un comercio informal de residuos reciclables que convierte al basural en un espacio de tensión. Esta tirantez está determinada por una economía cotidiana de subsistencia que podría considerarse, en términos originarios aristotélicos[4], según (Cendra et al., 2005) como una oikonomía; una crematística, (en el sentido moralmente inferior del solo arte de ganar dinero)[5]y una pretendida economía circular sustentable[6]. Dichas perspectivas proyectan la generación de un circuito productivo que causa conflictos que se inscriben, se reproducen y persisten en el territorio, disimulados y silenciados por el encanto de la economía circular. El basurero municipal es escenario de conflictos, donde se plasman las disputas de poder, la informalidad y la precariedad laboral. Esta situación de exclusión social y territorial se vincula íntimamente con prácticas que persisten desde comienzos del siglo pasado y comprometen la resiliencia y la sostenibilidad local.
Este artículo nace como derivación de la tarea desarrollada[7] en los proyectos de investigación[8] del Grupo Epistemologías y Metodologías Ampliadas [GEMA] para el Trabajo en Red de la Universidad Nacional de Luján [UNLu][9] .Al cabo de la labor conjunta con los distintos sectores de la comunidad surgieron como problemas prioritarios a resolver: el riesgo por la presencia de basurales, la falta de una apropiada gestión de RSU, la inadecuada infraestructura de saneamiento y la contaminación de suelo, agua y aire por la acumulación de desechos en microbasurales espontáneos e itinerantes. En una segunda instancia, en mesas de trabajo participativas y vinculantes se elaboró un Plan de Acción Local[10]para la gestión integral de RSU para cada distrito[11]. En octubre de 2016 el Honorable Consejo Deliberante declaró de interés municipal ambos instrumentos y demandó su urgente implementación, sin embargo, al término de esta investigación el plan para el partido de Luján no ha sido implementado[12].
En este sentido se plantea el siguiente interrogante: ¿De qué manera los conflictos territoriales y las disputas de poder en el basural municipal condicionan la gestión integral de RSU en Luján? A modo de arribar a una respuesta se identificarán los distintos actores sociales involucrados y los roles que desempeñan cada uno, para finalmente exponer las relaciones y tensiones en torno al manejo de los residuos.
La presentación de este trabajo se ordenará de la siguiente manera: en el apartado de metodología se presentan las técnicas e instrumentos utilizados para la recolección de la información, las categorías de estudio que se tendrán en cuenta y el análisis de los datos obtenidos. Seguidamente, a partir de conceptualizaciones teóricas, se exponen las categorías de análisis elegidas para posteriormente exponer las interrelaciones entre estas categorías y su incidencia en los conflictos del basural. Por último, se esboza una discusión sobre los resultados obtenidos y las conclusiones.
2. Metodología
El análisis de la información se aborda desde un diseño hermenéutico, descriptivo-explicativo con un enfoque cualitativo y un encuadre epistemológico-metodológico basado en una racionalidad ampliada[13]. Este acople de saberes a partir de hacer ciencia con las personas, permite ampliar el conocimiento y rescatar las significaciones que tiene el territorio para los distintos actores y desde allí hacer visibles las relaciones y tensiones que se generan entre el espacio percibido, el espacio concebido y el espacio vivido[14].
Las unidades de análisis según Samaja (1999) estuvieron determinadas por:
a- Una unidad de análisis general o de contexto: el nivel supraunitario, en este caso, el tejido social del Partido de Luján,
b-Una unidad de anclaje: que se refiere a cada sector que forma parte de la dinámica del basural a cielo abierto y que tiene significados particulares sobre la problemática: los trabajadores informales, los intermediarios, las cooperativas de reciclado, la administración pública municipal y la comunidad científica, y
c-Una unidad de análisis subunitario: que corresponde a cada actor social referente de esa porción (unidad de anclaje) que interviene en el manejo formal e informal de los residuos.
En una primera aproximación al objeto de estudio, se realizó la observación de documentos referidos a las categorías de análisis que guiaron la investigación: territorialidades conflictivas, riesgo ambiental, resiliencia, sostenibilidad, y gestión integral de RSU, en las distintas escalas geográficas: global, nacional, y local. Para el análisis de documentos se tuvo en cuenta la autenticidad, la competencia del autor y su conocimiento del tema, la coyuntura política y social en que fue escrito, el fin de la publicación del documento, que derivó en un análisis primario y global.
En un segundo momento, se procedió a la observación directa global, simple y descriptiva del área de estudio para registrar la situación actual del basural, mediante el registro fílmico y fotográfico.
Paralelamente, se identificaron los individuos involucrados en la problemática y a partir de un muestreo intencional fueron seleccionados aquellos informantes a los que posteriormente se les realizaron las entrevistas en profundidad[15]. Dado que las estructuras de poder de las que forman parte dejan su impronta en el territorio, los convierte en protagonistas relevantes para ser consultados (Da Costa Pereira, 2018). En este sentido, la caracterización del universo poblacional procuró identificar actores sociales comprometidos y con capacidad de actuar para resolver cuestiones de interés comunal (Bourdieu, 1980). Glaser y Strauss (1967) utilizan la expresión de muestreo teorético para referirse a esta técnica, donde el tamaño de la muestra evoluciona a medida que el estudio progresa y el límite de informantes se determina a partir de la saturación teórica de los resultados. La saturación de los datos se da cuando ya no se obtiene nueva información y ésta comienza a ser redundante (Martínez Salgado, 2012). Para esta investigación se alcanzó la saturación de los datos con un número de 12 entrevistas.
Para organizar las entrevistas en profundidad se utilizaron las mismas categorías de análisis que guiaron la revisión de documentos. Las conversaciones presenciales y virtuales fueron grabadas para guardar un registro de la información obtenida. A los resultados arrojados por las entrevistas, se les aplicó el análisis de contenido y el modo analítico de Demaziere y Dubar (como se citó en Kornblit, 2007) que proponen analizar las construcciones que los entrevistados hacen de los temas a través de la identificación de las principales categorías que organizan sus relatos. Para ello, se siguieron los siguientes pasos: se establecieron las categorías y subcategorías de análisis, se seleccionaron las unidades de análisis, como las frases y respuestas a cada interrogante, y se interpretaron los datos obtenidos mediante los giros lingüísticos, genealógicos y hermenéuticos.
Mediante el giro lingüístico se buscó comprender, interpretar y codificar el lenguaje. Aquí, el lenguaje es concebido como materia prima del mundo social, reconociendo la intencionalidad que se aloja en la dimensión semántica, es decir, en la relación de los signos con los objetos. También se tuvieron en cuenta la sintaxis, que es la relación entre los signos, y la pragmática, que es la relación de los signos con los intérpretes. Con el giro genealógico como método de retrospección histórica y minuciosa se buscó analizar las configuraciones espaciales, en el decir de Foucault, desentrañar las relaciones que dieron lugar a determinada organización del territorio (como se citó en Da Costa Pereira y Poggi 2016). Para conocer cuáles fueron las condiciones de posibilidad que dieron origen a los conflictos actuales se llevaron a cabo algunos procedimientos como: la confrontación de documentos, para establecer jerarquías a partir del análisis del discurso; la búsqueda de relaciones históricas de poder que posibilitaron la conformación del basural; el análisis de discursos con la intención de detectar los hegemónicos de los sometidos o marginados. Se acudió al giro hermenéutico para un abordaje interpretativo del lenguaje cotidiano con la intención de encontrar en el discurso cosas que tengan sentido (Díaz, 2007)[16]. Taylor y Bogdan (2000) resaltan la importancia del lenguaje en la interpretación y comprensión de los discursos, donde las palabras y símbolos conocidos pueden tener otro significado totalmente diferente para los informantes; entonces, la tarea del investigador radica en develar esos significados distintos u ocultos. Mediante la triangulación de datos y métodos de observación se sometieron a control los resultados obtenidos en las entrevistas, en las salidas a campo y la revisión de documentos, tanto históricos y públicos como también las publicaciones en los distintos medios de comunicación durante el período 2019-2021.
3. Acerca de las territorialidades conflictivas. El cruce entre las conceptualizaciones de espacio, territorio y territorialidad
En este apartado se arrogan conceptualizaciones de autores referentes de la Geografía y la Filosofía, a fin de definir qué se entiende por espacio geográfico y territorio con el objetivo de desentrañar las territorialidades conflictivas en el basural. Desde un ejercicio de revisión de posturas de la geografía radical y crítica y, de una filosofía que enraíza rizomaticamente fenomenología y existencialismo; se buscan ideas fuerza para repensar el significado de espacio.
Así, Lefebvre (1974), filósofo, sociólogo y urbanista francés, define al espacio como la materialización de la existencia humana, dado que cada sociedad produce su propio espacio a partir de las relaciones sociales de producción; al mismo tiempo, sostiene que es el resultado de la acumulación histórica de determinadas relaciones de poder. En su libro La producción del espacio, expresa que el espacio es siempre político, es una construcción a partir de la lucha de poderes. Sostiene que el espacio es un terreno de disputas constantes por su definición, su uso y su control. Esta producción social es compleja y resulta de la interacción de los tres espacios: el espacio percibido, el espacio concebido y el espacio vivido. Soja (2008), explica la trilogía espacial donde el espacio percibido alude a prácticas espaciales materializadas, que trabajan en forma conjunta para producir y reproducir las formas concretas y los patrones específicos del urbanismo como forma de vida. En el espacio concebido, tienen lugar las imágenes, los pensamientos reflexivos y las representaciones simbólicas, es una perspectiva más mental, se ocupa de las reflexiones acerca del espacio. El espacio vivido, es un lugar simultáneamente real e imaginario, actual y virtual, lugar de experiencia y agencia estructuradas, individuales y colectivas.
En la misma línea, Santos (2000) define al espacio como un conjunto de sistemas de objetos y sistemas de acciones que conforman una totalidad (p.51). Esta definición de totalidad refiere a la idea de inseparabilidad e interacción de ambos sistemas, sociedad y naturaleza, como resultado y como proceso que transforma y produce el espacio. El acto de producir, es así mismo, el acto de producir espacio. Es una totalidad en permanente cambio. Es el mismo sentido, observando el decir de Mançano (2012), el espacio es complejo y tiene múltiples significados, dependiendo de la intencionalidad de quien lo utilice. Es así que los individuos construyen sus espacios y sus territorios de acuerdo a sus interpretaciones y sus experiencias de vida. Esta dinámica genera conflictos entre los distintos intereses de manera que las relaciones sociales producen espacios y los espacios a su vez producen relaciones sociales.
Si se dirige la mirada ahora hacia el concepto de territorio se registran diferentes argumentaciones. Lopes de Souza (1995) lo define como un “espacio determinado y delimitado por y a partir de relaciones de poder, que señala así un límite y que opera sobre un sustrato referencial” (p.78). Un campo de fuerzas donde las relaciones de poder están delimitadas espacialmente. En el mismo sentido, Giménez (1999) plantea que el territorio es el resultado de la apropiación y valorización del espacio por un grupo social para asegurar su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales mediante las relaciones de poder.
A partir de lo anotado y desde la mirada de Haesbaert (2011) se puede pensar al territorio como una fragmentación del espacio, que siempre tiene una intencionalidad política. Por lo tanto, el territorio adquiere un significado particular para cada actor o grupo social de acuerdo a las múltiples intenciones. Es así que “toda relación de poder mediada territorialmente es generadora de identidad, ya que controla, distingue, separa y, al separar, de algún modo nombra y clasifica a los individuos y a los grupos sociales” (p.76). En suma, el territorio pasa a ser un instrumento de clasificación, donde todas las personas que se encuentran dentro de las fronteras son iguales, al mismo tiempo que se diferencian de los que están afuera. Se marca así una territorialidad que debe ser considerada a la hora de generar, por ejemplo, estrategias de ordenamiento del territorio.
A partir de estas conceptualizaciones se plantea, primeramente, que la existencia de los basurales a cielo abierto son el resultado de las relaciones de poder. El basural de Luján, es visto aquí como un territorio de conquista, signado por intereses contrapuestos, donde se enfrentan los actores sociales que promueven su permanencia y aquellos que impulsan su cierre y saneamiento (Shammah, 2009).
3.1 Acerca del riesgo ambiental
Para entender la complejidad de la relación territorio-conflicto-riesgo se trabajan inicialmente nociones de la teoría social formulada por Anthony Giddens y Ulrich Beck y conceptualizaciones de Niklas Luhmann, Claudia Natenzon y Diego Ríos.
Estos autores asocian el riesgo a la incertidumbre y al impacto que tienen las decisiones presentes en la seguridad futura. El sociólogo británico Giddens (1995), se refiere al riesgo como una preocupación por el futuro y la seguridad, mientras que el sociólogo alemán Beck (1993) lo define como una manera sistemática de lidiar con los peligros e inseguridades inducidas e introducidas por la modernización misma, donde el riesgo es un proceso social de múltiples determinaciones. De esta manera, toda decisión presente (política) que necesariamente implica condiciones futuras, está íntimamente relacionadas con las luchas de poder que se materializan en el territorio.
En el sentido que Natenzon (1995) se refiere a los desastres como una crisis desatada por un proceso continuo de desajustes en la relación del ser humano y su entorno, se piensa a la acumulación de desechos en el basural como una clara evidencia de esos desajustes, que conllevan una gran cuota de incertidumbre respecto a los impactos que pudiera tener en el ambiente y la sociedad.
Por su parte, Beck (1998) sostiene que, al igual que la riqueza, los riesgos se reparten de manera desigual y afectan a las poblaciones más desfavorecidas, señala que nadie está totalmente seguro ante los riesgos de la modernización. Esta idea de seguridad limitada trae consigo la noción de previsibilidad de daños, donde el riesgo es el futuro que hay que evitar. A esta idea de previsibilidad se le asocia la noción de riesgo como probabilidad propuesta por Luhmann (1992), quien plantea que las decisiones que se tomen en el presente condicionarán el futuro de las comunidades en distintas escalas, tanto local, regional o global.
El riesgo existe cuando es posible cuantificar, cuando es posible calcular la probabilidad respecto a lo que va a ocurrir, cuando esto no es posible, hay incertidumbre. En este sentido, Natenzon y Ríos (2015) amplían la mirada e incorporan a la ecuación tradicional[17]la exposición, como otra forma de vulnerabilidad y la incertidumbre, como aspecto clave vinculado a la toma de decisiones y el poder.
Entonces, aquellos primeros dos conceptos (amenaza y vulnerabilidad) se actualizan y giran a la noción de peligrosidad con la intensión de rescatar la determinación social inherente de las amenazas. La incertidumbre representa aquellos aspectos que surgen del desconocimiento.
3.2 Acerca de la resiliencia, el desarrollo sostenible y la gestión integral de RSU.
El concepto de desarrollo sostenible fue presentado formalmente a partir del Informe Nuestro Futuro Común[18], más popularmente conocido como Informe Bruntland, en el año 1987 y su definición persiste hasta la actualidad. El Informe establece que Desarrollo sostenible es aquel que satisfaga las necesidades básicas del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las propias”, y agrega, “que debe extenderse a todos la oportunidad de colmar sus aspiraciones a una vida mejor”. Nótese que cuando se refiere “a todos” se exhorta a los países más ricos y sus elevados estándares de vida a que hagan un cambio tal que respete las limitaciones del medio para absorber los efectos de las actividades humanas.
Esta definición, se compone de dos conceptos centrales: el de necesidades, sobre todo de las poblaciones más desfavorecidas que deben ser atendidas con prioridad; y la noción de limitaciones que impone el medio ambiente. El desarrollo se entiende aquí como un proceso y como tal implica cambios y transformaciones. Si bien la idea de duradero se expresa en sentido físico, no puede dejarse de lado la igualdad social intra e intergeneracional. La idea de desarrollo sostenible trae consigo la noción de resiliencia, entendida como “la capacidad de los asentamientos humanos para resistir y recuperarse rápidamente de cualquier peligro plausible” (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2018). Esto implica reducir el riesgo y el daño sin volver a la situación previa al desastre.
Por su parte, Adger (como se citó en Barboza y Alexander, 2013) define la resiliencia social como la capacidad de los grupos o comunidades para hacer frente o resistir tensiones externas, los choques y perturbaciones a su infraestructura social, como resultado de los cambios sociales, políticos y ambientales. En este sentido, los autores agregan que la resiliencia social es más frágil en las comunidades y grupos sociales cuya estrategia de subsistencia dependen de un único recurso.
En el marco del desarrollo sostenible (que engloba estrategias para la prevención del riesgo y el fortalecimiento de la resiliencia) surge la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU), entendida como un sistema de gestión que radica en una conjunción multidisciplinaria de diversas ciencias y tecnologías. La gestión integral se plasma en distintos componentes operativos (generación, higiene urbana, recolección, transferencia, transporte, tratamiento y disposición final), interrelacionados entre sí de manera lógica y funcional. Este sistema aparece como una herramienta fundamental para incorporar mejoras en el circuito productivo a través de la minimización y la valorización de los residuos, mediante el reciclado, la reutilización y el reuso de los desechos, promoviendo la producción limpia y el consumo sustentable.
A continuación, se intenta exponer la interrelación de estas categorías de análisis en el caso del basural a cielo abierto de Luján, en la provincia de Buenos Aires.
4. Resultados
4.1 El basural como territorio de apropiación
Los modelos de desarrollo que los gobiernos intentan incorporar a través de políticas públicas, en ocasiones encuentran resistencia en los territorios locales, ya sea porque no contemplan los contextos particulares, o porque las comunidades no disponen de las herramientas necesarias para agenciar dichas iniciativas. En este sentido, Mançano (2012) sostiene que los modelos que no contemplan otras territorialidades originan e intensifican los conflictos que son insolubles. Así mismo, Manzanal et. al (2008) plantea que las relaciones que se dan en los ámbitos donde se disputa el poder son asimétricas, es decir, de desigualdad entre los actores intervinientes, de modo que traban la ordenación sustentable del territorio.
El basural a cielo abierto de Luján cobra relevancia a partir de la apropiación simbólica del espacio que llevan adelante los grupos que poseen el manejo de la basura, cuyo poder se consolida en un circuito económico informal, dentro en una organización interna que determina una territorialidad en el sentido de ejercer un poder sobre el territorio, que los iguala y los contiene, al mismo tiempo que los margina y los excluye. De este modo, se consolida un sentido de pertenencia de los recuperadores informales con el basural y un sentimiento de reconocerse en las diferencias con el resto de la sociedad, a partir de un vínculo que supone un compromiso intrínseco que caracteriza a la identidad con algo o con alguien (Huerta Orozco, 2018). Los cirujas de la quema[19] temen perder el espacio conquistado. Gottman (1973) expresa que “los seres humanos necesitan construir sus espacios y territorios que garanticen su existencia” (p.1-15). En consecuencia, en el afán de defender esa existencia, se reproduce la precariedad y la vulnerabilidad de la población más pobre y marginada.
Tanto Haesbaert (2011) como Gottman (1973) sostienen que el territorio está cargado de simbolismos, de forma que los seres humanos pertenecen a un territorio, es decir, no lo poseen, sino que se identifican como parte constitutiva del territorio. Los recuperadores son parte del basural, cobran entidad entre las toneladas de desechos, fuera del predio son invisibles. De esta manera, las personas reconstruyen el territorio constantemente, desde una “territorialización extremadamente precaria, en lucha por el territorio mínimo de la protección y el amparo cotidianos” (Haesbaert, 2011, p.1).
4.2 Los basurales a cielo abierto como desastre cotidiano
En el plano de la gestión, el Plan Nacional para la Reducción de Riesgos de Desastres (Ministerio de Seguridad, 2018) atiende principalmente eventos resultados de amenazas puntuales y cataloga a los vertederos como proceso de degradación. Sin embargo, se propone repensar la configuración del basural como un desastre continuado en el tiempo, catástrofe crónica o desastre cotidiano.
Al hablar de catástrofe crónica, frente a una catástrofe como evento, es más grave aún que estas formas de prevenir y reaccionar [...] no sean adecuadas a los riesgos. Y en los basurales vemos combinada la alta probabilidad del riesgo con la máxima vulnerabilidad, es decir, con situaciones más urgentes como el desempleo (que en muchos casos se zanja con el trabajo en la recuperación de materiales de la basura) y la falta de viviendas adecuadas. (D’hers, 2013, p.7)
Desde esta mirada, también se le asigna la clasificación de desastre a pequeña escala o a escala local de evolución lenta. Esta categorización es reciente y se refiere al tipo de desastre que solamente afecta a comunidades locales, a diferencia de los desastres a gran escala que impactan una sociedad y que requieren asistencia nacional e internacional; y se denominan de evolución lenta porque emergen gradualmente en el tiempo (Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, 2017). Por lo tanto, se reconoce al basural como una construcción histórica de condiciones inseguras a partir de: la peligrosidad inherente a la contaminación, que puede causar muertes, lesiones y daños a la salud en las personas que ingresan al predio y a la población circundante; la vulnerabilidad de la población y de los sistemas expuestos a daños o pérdidas potenciales que está definida por la situación socioeconómica, cultural y la deficiencia en las estructuras físicas de las viviendas cercanas; la exposición extrema de la población más vulnerable a los efectos de la acumulación de RSU; la incertidumbre en cuanto a las indeterminaciones técnicas y normativas y la resiliencia como la capacidad de adaptarse, absorber y recuperarse de los efectos adversos de la amenaza.
Los basurales como desastre cotidiano, son naturalizados por las personas debido a su permanencia en el tiempo y a su re significación como fuente de ingresos para la población más empobrecida, quienes se hallan en condición de injusticia ambiental,[20] por ser destinatarios de la mayor parte de los daños ambientales derivados del desarrollo. Corado (2019) lo denomina trasferencia de pasivos ambientales del centro a la periferia. Esta situación los lleva a percibir el riesgo de estar, trabajar y vivir en el basural como un riesgo inevitable. Los recuperadores manejan el riesgo, se adaptan a él por la necesidad urgente que desdibuja la peligrosidad. Así lo refleja el testimonio del empleado municipal: “Toda su vida tragaron este humo y tienen los pulmones hechos pelota. Son jóvenes, tienen tos, pero para ellos es normal. No los imposibilita trabajar. Se lastiman y al otro día vuelven a trabajar” (Moltoni, F., comunicación personal 27 de julio de 2021)[21].
El trabajo en el basural además de ser mal remunerado está sujeto a riesgos vinculados a la seguridad y la salud, principalmente enfermedades respiratorias por inhalación del humo producto de la quema intencional de residuos (para obtener los metales y reducir el volumen); afecciones gastrointestinales por ingestión de alimentos vencidos o en mal estado; y por contacto con sustancias peligrosas o exposición a procesos fisicoquímicos de descomposición. Manipular los residuos en el mismo sitio donde se acumulan sin ningún tipo de protección personal los expone a lesiones graves por elementos cortantes como latas o jeringas. Así mismo, corren peligro de perder la vida a causa de accidentes con maquinarias pesadas como las retroexcavadoras y los vehículos de gran porte que ingresan y circulan dentro del predio para descargar los residuos y compactarlos. La presencia de animales que se alimentan de los desechos aumenta el riesgo a la salud ya que transfieren los contaminantes a la cadena alimentaria. Así mismo, la acumulación de desechos es fuente de proliferación de moscas, parásitos, roedores y otros vectores de enfermedades infectocontagiosas. Con respecto al riesgo que implica la quema de residuos el operario municipal expresó: -Están acostumbrados a eso. Es así acá. Esto es la quema y acá esto se hace así”. (Moltoni, F., comunicación personal 27 de julio de 2021).
A pesar de todos los peligros que conlleva trabajar en el basural, los cirujas han desarrollado un vínculo de pertenencia muy fuerte con el lugar. Han sabido desarrollar una organización laboral sólida, difícil de penetrar. Se cuidan entre ellos de los ajenos, pero de igual modo, surgen conflictos internos propios del trabajo o por enfrenamientos que se originan en los barrios donde viven y se ponen de manifiesto ante la menor interacción.
4.3 El basural municipal de Luján como escenario de disputas y tensiones.
El Partido de Luján tiene una superficie de 777 km2, una población estimada de 120.000 habitantes y está situado a 67 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El río homónimo que atraviesa el casco histórico de la ciudad es, junto con la Basílica, uno de los atractivos turísticos más importantes de la zona. A tres kilómetros del área urbana, se ubica el basural a cielo abierto municipal, conocido como la quema (Figura 1). De acuerdo a los datos oficiales, el predio tiene una extensión de 14 hectáreas, una antigüedad de más de 50 años y recibe diariamente un promedio de 120 toneladas de desechos que ocupan el 95% de su superficie. Estudios de planialtimetría realizados recientemente estiman que la acumulación de residuos alcanza los 16 metros de altura, aproximadamente, y en períodos críticos supera los 28 metros de elevación (Municipio de Luján, 2020)[22]. El actual proyecto de saneamiento y reconversión del basural contempla el cierre del predio y la construcción de un centro ambiental en el predio de Sucre que incluye un relleno sanitario y una planta de tratamiento de RSU.
5. Circuito de acumulación: el comercio de los residuos sólidos urbanos
El sistema de relaciones que existe en el basural puede ser asimilable a un circuito de acumulación en torno de los materiales recuperados de la basura. Para poder discurrir sobre esta visión comparativa se puede apelar a las ideas de Rofman y Romero (1998) que refieren como circuito de acumulación a la estructuración del mercado de producción y distribución capitalista compuesto por clases dominantes y clases dependientes, capaz de retroalimentarse a sí mismo por su carácter circular y acumulativo. En coincidencia, Coraggio (1994) expone que, este proceso requiere, exige y solamente se da, en cuanto estas clases dominantes consiguen reproducir las relaciones de producción. Exacerbando la especialización y con un objetivo productivista, obstaculiza y bloquea la penetración de formas diferenciadas de generación de valor y de nuevas relaciones de producción. Como contracara, la concentración de capital tiende a dejar el negocio en manos de unos pocos y a generar circunstancias que reproducen acentuados desajustes y conflictos sociales.
Este circuito de acumulación que se origina con fines de supervivencia, en un contexto de informalidad y exclusión social se cristaliza en acciones propias de la economía circular, donde se engrandecen los beneficios ambientales y se subestima la labor de cirujas y galponeros. Las relaciones de producción capitalista se filtran en el mundo de la basura, y se reproducen de manera idéntica a la dinámica general: la jerarquía de vínculos verticales entre los agentes (Birkbeck como se citó en Lacabana, Schamber y Moreno, 2014), la acumulación del capital en manos de los sectores dominantes y la desigualdad de los más pobres como contracara.
En torno a los residuos se genera la convivencia de una economía de subsistencia y un negocio millonario disimulados por la economía circular. El circuito de comercialización en el que participan los recuperadores está integrado por otros agentes económicos que se interrelacionan paralelamente en una fase formal, que incluye las actividades que se llevan a cabo desde la Subdirección de Residuos Sólidos Urbanos y las transacciones comerciales entre privados registradas en la Administración Federal de Ingresos Públicos [AFIP]; y una fase informal, que corresponde a las operaciones en negro que llevan a cabo los recuperadores y galponeros. La primera etapa corresponde a la disposición inicial de RSU que realizan ciudadanos, comercios, industrias e instituciones educativas y/o administrativas. Aunque esta instancia es primordial para dar inicio al circuito económico, el valor comercial de ciertos residuos es ignorado, por lo que son desechados junto con los desperdicios (y recuperados por los carreros) o bien, entregados a las cooperativas de reciclaje a través de los puntos verdes[24]. En la segunda etapa intervienen, por un lado, el municipio que realiza la recolección domiciliaria, el transporte y la disposición final de RSU en el basural y, por otro lado, los cirujas, que recuperan allí los materiales comercializables. En una tercera instancia, el sector de los intermediarios, que agrupa a los acopiadores informales (galponeros y chatarreros), las cooperativas de reciclaje y los acopiadores formales, se encarga del acopio y el acondicionamiento de la mercancía[25]. En la cuarta etapa, de transformación y terminación, participan las pequeñas y medianas empresas [PyMEs] que se dedican al triturado de plástico, lavado y/o molienda de botellas de vidrio, compactación de cartones y metales, entre otros. En la quinta y última etapa, intervienen las grandes industrias que reinsertan los residuos como insumos o materia prima de nuevos procesos productivos.
Hasta aquí, se describieron brevemente los agentes que integran la red de comercialización de residuos recuperados y cómo se relacionan entre sí. Anteriormente se mencionó que a raíz de dicha actividad se generan conflictos que se plasman en el territorio. Para intentar explicar las tensiones se traen consideraciones de los autores antes citados, como Lacabana, Schamber y Moreno, (2014) quienes expresan que el circuito de comercialización de residuos reciclables se sustenta en una jerarquía de vínculos expresada en una relación de dominación vertical de la industria por sobre los otros eslabones. Es así, como en las etapas iniciales del circuito, sobre todo en la fase informal, la tensión se genera a partir de la transformación de los residuos en mercancía y de la puja por el valor de los materiales recuperados. Es importante resaltar en este punto que el precio de la mercancía no incluye el valor de la fuerza laboral, es decir, el monto que se paga corresponde exclusivamente al precio por peso que se fija para cada material. De modo que se establece una relación de dependencia de los recicladores respecto de los galponeros, ya que éstos son quienes deciden qué materiales comprar y qué precio están dispuestos a pagar. En la relación entre acopiadores la tensión surge a raíz de la monopolización de los proveedores, ya sea a partir de la ubicación estratégica de los galpones, las mejoras en las condiciones de compra u otro tipo de manejos como el préstamo de dinero o aprietes. Por su parte, el Estado ensaya medidas de regularización de la actividad desde un plano gris de indeterminación. En la relación acopiadores-industria la disputa por el poder se da a partir de la demanda de cantidad y calidad por parte de la industria y el acopio de la mercancía por parte de los acopiadores. En la (Figura N°2) se muestran las interrelaciones entre los distintos agentes económicos.
Puede observarse que la gestión municipal abarca las etapas 1 y 2, mientras que la circularidad se fortalece a partir de los eslabones informales y las cooperativas de reciclaje que recuperan los materiales que utilizan las pymes y las industrias para la fabricación de nuevos productos para el consumo.
6. Anotaciones finales
Todo lo escrito en el presente artículo intenta fortalecer la concepción de los basurales a cielo abierto como escenarios de disputa por un mismo territorio con territorialidades contrapuestas para el poder político, el poder económico y el poder simbólico. La identidad, la apropiación, la diferenciación social y económica junto con las luchas de poder son factores fundamentales al momento de pensar estrategias de ordenamiento territorial.
A partir de lo expuesto se observa que los primeros eslabones del circuito de acumulación de materiales reciclables son el soporte de la economía circular, que se gesta en un contexto de desigualdad y reproducción de prácticas insostenibles que se arrastran desde los tiempos de la colonia. Las nociones de sustentabilidad y circularidad en el ámbito del basural quedan relegadas por la urgencia de las condiciones mínimas de amparo. La cotidianeidad de estas personas se forja entre la marginalidad y la ilegalidad y al quedar excluidos del circuito económico formal defienden su permanencia en el basural, su identidad y su existencia. Porque fuera del basural, los cirujas no existen, son funcionales a los intereses de los agentes económicos más poderosos.
Esta resistencia de los marginados se da en un ambiente insalubre y de riesgo, donde las políticas ambientales que se intentan implementar[26] chocan con la cotidianeidad del basural y se plasman en “el ejercicio de una permisividad con lo clandestino, y aún con lo no sanitario como una suerte de política social perversa” (Shammah,2009, p.18). La situación de vulnerabilidad social que se arrastra desde hace casi medio siglo queda invisibilizada por la ilusión de la economía circular. Ilusión en dos sentidos: desde una concepción negativa, como aquello que parece ser y no es y desde una perspectiva positiva, como el deseo de lo que podría ser. Esta idea es tomada de Galimberti y Cimadevilla (2016) quienes critican la idea de la ilusión implícita en el concepto de desarrollo. Para ellos, con la ilusión del desarrollo se proyecta, se gestiona y se legitima la nueva modernidad. Las numerosas bondades de la circularidad invisibilizan los reclamos y las necesidades de los desprotegidos, que en el afán de ser reconocidos se suben a la rueda y aceptan las nuevas reglas del juego, a medias, ambivalentes, incrédulos, des-ilusionados. Invisibilizados como los cirujas de siempre, pero reconocidos en esta nueva era como recuperadores urbanos. La repetición sistemática de discursos, imágenes e ideas de las bondades del desarrollo sostenible y de la economía circular reproduce un permanente juego de invisibilización. El rebusque, el cirujeo, la vulnerabilidad de las personas rompen el encanto e interrogan, hasta qué punto el desarrollo sostenible, pensado y diseñado jerárquicamente, se impone como solución sin considerar a los que se suponen destinatarios de la buena nueva.
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