EXPOSICIONES

Hogar dulce hogar. Hábitos artísticos contemporáneos

María Florencia Blanco Esmoris
Instituto de Desarrollo Económico y Social, Argentina
María Jazmín Ohanian
CONICET/UBA, Argentina

Anuario TAREA

Universidad Nacional de San Martín, Argentina

ISSN: 2469-0422

ISSN-e: 2362-6070

Periodicidad: Anual

núm. 8, 2021

atarea@unsam.edu.ar



Copyright Anuario TAREA 2021

[Hogar dulce hogar. Hábitos artísticos contemporáneos [1]

Museo de Artes Visuales de la Universidad de Tres de Febrero (MUNTREF), Sede Caseros, Municipio de Tres de Febrero, Provincia de Buenos Aires 28 de abril al 26 de agosto de 2018

A cargo de Florencia Battiti y Fernando Farina

María Florencia Blanco Esmoris

Instituto de Desarrollo Económico y Social

flor.blancoesmoris@gmail.com

María Jazmín Ohanian

Centro de Investigaciones Sociales / CONICET / Instituto de Ciencias antropológicas, UBA

jaz.ohanian@gmail.com

“Hogar dulce hogar” se tituló la muestra presentada en el Espacio UNTREF que nucleó diversas obras de más de 20 artistas argentinos e internacionales. Como analizaremos en este escrito, fue una experiencia poco habitual la de disponer un recorrido museográfico y visual como propuesta de un territorio por descubrir, recorrer, apropiar y habitar. Las obras contemporáneas trastocaron esquemas interpretativos y normativos de cómo se atraviesa un espacio artístico y generaron nuevos modos para acoger representaciones sobre la materialidad, así como experiencias vívidas sobre el hogar y sus ritmos.

Florencia Battiti y Fernando Farina fueron lxs curadorxs de la muestra. Florencia es curadora, crítica de arte y docente, y se licenció en Artes por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Luego, realizó estudios de posgrado sobre gestión cultural y, en la actualidad, forma parte del equipo docente de la Maestría en Curaduría de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Por su parte, Fernando Farina es crítico de arte, docente de sociología del arte y se desempeñó como director del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino de Rosario. Se licenció en Bellas Artes por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y también es ingeniero civil por la misma universidad.

Bajo la consigna de remitir al hogar como un lugar que conmueve y afecta a quienes lo habitan y visitan, los espacios de esta casa colectiva estuvieron habitados por obras de Xul Solar, Román Vitali, Nicola Constantino, Diego Perrota, Jorge Macchi, Miguel Harte, Leo Chiachio y Daniel Giannone, Andrea Cavagnaro, Eugenia Calvo, Viviana Blanco, Marcela Cabutti, Irina Kirchuk, Mauro Koliva, Luis Rodríguez, Miguel Rothschild, Diana Schufer, Marcela Sinclair, Tamara Stuby, Mariana Tellería y Catalina León.

Lxs curadorxs eligieron una frase de Gastón Bachelard en la Poética del Espacio como sintetizadora de la experiencia: “Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa”.[2] Aquí se entiende como antesala necesaria para la constitución del hogar, poniendo de relieve la casa como un hogar practicado, materializado y sentido. En esta composición lxs artistas desplegaron sensibilidades para con cada habitación real o imaginada. Una característica común a las obras fue cierto animismo en la caracterización del hogar mediante frutas, animales, sentimientos y acciones. Las escenas y experiencias retratadas por lxs autorxs de las obras ponían en evidencia momentos biográficos vinculados al hogar y a su paradójica “dulzura”, pero también a su “soledad” y su carácter “mágico”. Esta era una casa particular.

El montaje y la presentación de las obras invitaron a recorrer los ambientes como una experiencia cotidiana a la vez que exótica. La división arquitectónica de cada sección no emula una casa sino que la construye: baños, living, patios, dormitorios y pasillos son invadidos y construidos a través de objetos artísticos y eclécticos que son hogareños y museográficos a la vez. Lo establecido y lo cotidiano de ambos mundos es desarmado y reensamblado con materiales que escapan a lo esperado. Cada ambiente es el producto de un juego creativo entre lxs curadores de la muestra, lxs artistas de las obras y lxs que habitamos, momentáneamente, esa casa. El espacio se hace hogar a través de una disposición muy particular de objetos, texturas y materiales.

De manera inicial, la exhibición se presenta como un lugar a ser circulado de acuerdo con los criterios propios de quienes la visitan. Sin embargo, la organización edilicia y experiencial hace que “lo establecido” prime como lógica del transitar, del transcurrir. Al igual que las personas invitan a otrxs a sus casas e inicialmente le hacen untour, marcan el paso, señalan recovecos e indican en donde guardan o atesoran diversos objetos; la muestra, por momentos, puntea un andar pautado por sus curadorxs, al menos, en los primeros espacios para pronto dejar abierto los ambientes y lanzar al visitante a su propia experiencia, como una suerte de pasaje de la fragmentación espacial a la continuidad corporal en el espacio. Ahora bien, como cuando hace tiempo visitamos una misma casa y ya sabemos de qué alacena sacar los vasos y de qué cajón los cubiertos, el transcurrir por la muestra hace que, metro a metro, quien la visite tenga libertad para elegir el recorrido.

Un patio rebosante de postes transparentes inflables marca el tono de aquello entre superficial y artificial que se ubica en una casa. Las obras presentan lo ecléctico y móvil del habitar que tiene por ejemplo un baño devenido en instalación, que problematiza cuestiones vinculadas a la identidad y al vestir (Tamara Stuby), o que presenta un sótano oscuro y con fractales de vidrio que generan preguntas sobre cómo y desde dónde se ve el espacio (Miguel Rothschild). De igual manera, cartas astrológicas y símbolos zodiacales sobre una mesa y paredes ponen en evidencia el carácter esotérico de la vida mediante estas cartas astrales intervenidas. Un living con floreros artesanales hechos con cuentas de acrílicos de infinitos colores tejidos es la antesala o la frontera (Román Vitali), hacia un dormitorio melancólico que tiene una cama de dos plazas con sábanas blancas desordenadas como protagonista: cubierta y desbordada por cartas de amor escritas a mano o a máquina que esconden llantos y más de un corazón roto (Diana Schufer). Otra forma de evocar la intimidad del dormitorio se hizo manifiesta en la instalación de un tocador con video que presenta a una mujer, la misma artista, peinándose/despeinándose, maquillándose/desmaquillándose como un loop de hábitos y rutinas que modifican milimétricamente los cuerpos (Nicola Costantino). Naranjas presentadas entremedio de persianas (Marcela Sinclair) o coloridas guirnaldas con ekekos (Leo Chiachio y Daniel Giannone) tornaban palpable la multiplicidad de formas de concebir el hogar y las muchas emociones que movilizan, entre las que alegría, añoranza, incertidumbre, malestar, sospecha o fortuna no faltaban. Así, se mostraba la experiencia de lo múltiple en el espacio y en los objetos.

Estos salones, que tenían habitaciones y espacios multipropósitos, creemos que pusieron en acto características propias de las viviendas modernas –aquellas que apelan a lo móvil y a la diafanía como valor–. A saber, entendemos que esta muestra se propuso habitar las inmediaciones de una localidad del conurbano bonaerense para presentar el paisaje material de lo posible. Al respecto, nos interrogamos sobre las casas en el Municipio de Tres de Febrero, sus texturas, sus barrios y localidades: ¿cómo serán esas casas cercanas a este edificio, a esta muestra? Asimismo, queríamos saber ¿cómo había surgido esta muestra? ¿En qué contextos se habían producido estas reflexiones artísticas? No entendíamos si lxs curadorxs habían convocado a artistxs que trabajan tópicos vinculados al hogar o si bien lxs curadorxs entendían que había algo de cada obra que evocaba algún sentido muy propio y particular de lo que podría entenderse como hogar. Cada “estación” de la muestra igualmente actuaba como compartimentos estancos puesto que no había referencias en torno a las trayectorias de lxs artistas y/o el momento de producción o notas sobre la interrelación entre las obras, la convocatoria de la propuesta o el contexto en el que se encontraba la muestra. Pero, como una casa que unx desconoce, nos entregamos a recorrerla y a descubrir sus secretos.

Creemos que es una muestra que provoca inquietudes y moviliza la palabra, se exhibe un proyecto de futuro, que hace de unx transeúnte un ávidx visitante y que torna el conmover una forma de expresión cultural, en tanto derecho colectivamente experimentado. Esta exposición a inmediaciones de la estación de tren hacía eso. Asimismo, quienes escribimos esta reseña, antropólogas, nos preguntábamos ¿cuál era esa biografía sociocultural y material de “hogar dulce hogar”?

Los méritos de esta iniciativa están involucrados en el mismo recorrido de los distintos panoramas visuales y experienciales que no sólo incluyen sino que requieren de un visitante, no en términos de usuario, sino en su condición de habitante. En la presentación de la muestra, sus curadorxs señalaron en el texto de sala: “Pensamos la casa, entonces, como ese espacio-tiempo donde se despliega la experiencia del habitar, donde se ancla el deseo primario de la mujer y del hombre por ocupar un lugar en el mundo, pero también como el sitio donde se emplaza la imaginación”. Proponiendo una mirada crítica sobre esta frase, ¿en qué medida podemos referir a un tipo de deseo primario? ¿Qué otras sexualidades y diversidades pueden hilvanarse en un habitar múltiple más allá de “la mujer y el hombre”? ¿De qué manera la desigualdad se plasma en tal experiencia del habitar?

Inquietudes de distinto tenor se hicieron eco en esta casa construida por curadorxs y artistas contemporáneos que se propone activa, cambiante y dinámica y contagia a (re)pensar lo cotidiano de muchas maneras. Lo cotidiano entonces, se revela como un plano intersticial que articula y enlaza esferas y mundos que en verdad nunca estuvieron separados. En consecuencia, entendemos que el arte se presenta siempre i(nte)rrumpida por lo cotidiano, entendido esto último, en su sentido estético, político y territorializado.

“Hogar dulce hogar” entonces, convocó desplazamientos: reflexivos, interpretativos y materiales. Su invitación a un tipo de incomodidad lúdico-creativa se torna reveladora y al mismo tiempo motoriza un conjunto de interrogantes para con unx mismx, para con otrxs y con relación al espacio habitado.

Notas

[1] Agradecemos los comentarios de Fernando Javier Blanco Esmoris a unas versiones previas de esta reseña.
[2] Florencia Battti y Fernando Farina, "Hogar, dulce hogar. Hábitos artísticos contemporáneos", MUNTREF, 2018. Disponible en: http://untref.edu.ar/muntref/hogardulcehogar/.
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