Reseñas
Recepción: 29 Mayo 2023
Aprobación: 31 Julio 2023
| Águila Gabriela. Historia de la última dictadura militar. 2023. Siglo XXI. 272 pp. |
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Resumen: El presente comentario recupera los principales aportes del último libro de Gabriela Águila. Plantea que el texto se presenta como investigación histórica y como síntesis historiográfica de los estudios sobre la última dictadura en Argentina siendo su publicación un importante acontecimiento para el campo de la Historia Reciente. Asimismo, subraya la diversidad de actores, los énfasis, los principales argumentos y las distintas dimensiones que la obra comprende.
El más reciente libro de Gabriela Águila es una apuesta por explicar uno de los pasados más álgidos para la historia política, social y económica argentina. El proceso histórico que va de 1976 a 1983, como atestigua el libro, ha sido objeto de una nutrida cantidad de investigaciones. No obstante, en los senderos que hoy transita nuestra disciplina pocas veces encontramos títulos que animen a anunciar una historia total en el sentido que lo ha propuesto Eric Hobsbawm. La parcelación y segmentación temporal, temática y de enfoque, contribuyen sin duda a profundizar lo que conocemos sobre el pasado, pero solo la superación de ese proceso de abstracción logra dar un salto cualitativo y, además, socializar el conocimiento por fuera del círculo más experto. Historia de la última dictadura militar asume el riesgo e indaga en las múltiples dimensiones del período comprendiendo el despliegue del gobierno de las Fuerzas Armadas, sus proyectos y la interacción con diferentes actores de la sociedad civil; lo hace con precisión y sin perder de vista cómo esa experiencia histórica articuló la reestructuración de la sociedad. En ese sentido, el libro pone en diálogo una mirada minuciosa y analítica de la historia de la dictadura con una más amplia y reflexiva que la ubica en coordenadas más dilatadas: las continuidades que la dictadura establece con la historia argentina anterior y la inscripción del golpe en el concierto de dictaduras conosureñas.
Con esto, el libro es, en más de un sentido, un libro de historia. Es histórico en tanto narración de un proceso pretérito; lo es también en cuanto recupera una serie de discursos históricos y producciones historiográficas elaboradas desde el momento de los hechos hasta el presente; y, en tercer término, lo es porque interviene en un conjunto de discusiones actuales sobre un pasado que no pasa y sobre el que se inauguran persistentemente nuevas interpretaciones. En tanto libro de historia, analiza una serie de documentos de diverso tipo (desde archivos de la represión hasta prensa comercial), realiza una síntesis de trabajos previos y aporta a la verdad histórica por adoptar una estrategia de contextualización notable. Esto le permite evadir la caracterización de la dictadura como atrocidad excepcional y, por el contrario, explicarla históricamente sin resignar su carácter más singular: la sistematicidad, modalidad y amplitud que alcanzó la represión.
En ese sentido el libro realiza una serie de aportes de orden teórico–metodológico que implican pensar tanto los proyectos políticos de los actores del poder, como las resistencias, las adhesiones y las transformaciones socio estructurales mediante un ordenamiento cronológico que propone un seguimiento inteligible de la evolución y el despliegue de los problemas. Por ello, en cada capítulo, se rearticulan diferentes dimensiones de análisis dando por resultado un libro claro, de ágil lectura y sin embargo con una cantidad importante de referencias eruditas y maduradas reflexiones. Esto convoca a un amplio público lector en tanto el libro aborda un pasado signado por la condena al accionar represivo que una buena parte de la sociedad realiza actualmente (más aún en un contexto de visibilización de posturas negacionistas en América Latina, de un lado, y la defensa de un cierto reconocimiento de los crímenes de lesa humanidad como tarea diaria, del otro).[1] En otro plano, es un texto indispensable para docentes de todos los niveles, no solo porque su lectura corrida alimenta lo que conocemos y sirve a nuestra formación, sino además como fuente de consulta de lo que se ha producido en aquel período y como guía para ordenar momentos y problemas de aquel pasado. Para historiadores e historiadoras profesionales, el texto es ineludible en tanto muestra de forma audaz la necesaria articulación entre investigación histórica, reflexión teórica, crítica bibliográfica y escritura como forma de presentación de los resultados del trabajo intelectual. A veinte años de la última publicación de una «historia de la última dictadura»,[2] el presente libro es una superación en términos temáticos, metodológicos, empíricos y académicos.
De sus cinco capítulos, los primeros dos buscan inscribir el problema en la historia argentina del siglo XX y la modulación de las formas represivas a partir de la instalación de la última dictadura, los siguientes tres buscan comprender sus lógicas, contradicciones y resultados. El libro presenta un valor adicional: la experticia de Águila sobre las dinámicas represivas y la violencia política, quien impulsó la creación y el desarrollo de la Red de Estudios sobre la Represión.[3]
El primer capítulo, «El golpe de Estado», repone los antecedentes: es una explicación acabada e históricamente fundamentada de lo acontecido el 24 de marzo de 1976. Para ello, se distancia de dos modelos interpretativos más o menos mecánicos: de un lado, la escalada de violencia como forma explicativa y cuya derivación es la llamada teoría de los dos demonios; de otro lado, la acción represiva como forma excepcional fundamentada en la crueldad. Por el contrario, recupera dimensiones estructurales y políticas; explica la crisis y el conflicto del gobierno peronista subrayando la conflictividad social y la persecución estatal y paraestatal. Si bien resulta evidente que la violencia se acrecentó en el período, la autora insiste en la articulación entre las dinámicas represivas que junto con la crisis económica, las intrigas al interior de las Fuerzas Armadas, la debilidad política del gobierno y la presión empresarial, son las bases de gestación del golpe. Desde muy temprano, el libro permite comprender dos dimensiones principales de la dictadura que van a perdurar (aunque con tensiones) como se evidencia en los capítulos siguientes: la heterogeneidad de las Fuerzas Armadas y el consenso político, corporativo, mediático y eclesiástico al momento del golpe.
El segundo capítulo, «Represión y orden social» se centra en el análisis de las diferentes modalidades represivas de las Fuerzas Armadas durante el terrorismo de Estado y sus distintas dimensiones: la sección repone de manera meticulosa la continuidad represiva entre el Operativo Independencia (1975) y la dictadura, pero también repara en momentos de mutabilidad como el de «decisión de aniquilamiento» o «la nueva fase en la “lucha antisubversiva”» que implicó el golpe en marzo de 1976, cuando esta actividad fue centralizada, ampliada y coordinada a nivel nacional. La principal virtud de este capítulo se haya en que logra explicar sucintamente la complejidad de la acción represiva y de su trama. Para ello, indica, en primer lugar, la forma organizativa, circunscripta, descentralizada y jerarquizada que adoptan las Fuerzas Armadas junto con otras agencias legales y clandestinas. Allí la lectura permite comprender cómo se organizó el escenario represivo en diferentes tareas, niveles y con sus particularidades regionales. En segundo lugar, el capítulo identifica, además de las instituciones y grupos, las prácticas represivas distinguiendo aquellas que fueron clandestinas de las legales; sin embargo, la atención está puesta en cómo formas criminales como la desaparición de personas y la apropiación de bebés estuvieron articuladas e integradas con dispositivos legales que tenían una cierta regularidad burocrática. Lo que completa la sección es cómo esa represión «legal» e «ilegal» se articuló con las dinámicas e imaginarios de algunas instituciones de la sociedad civil para la elaboración del consenso a partir de dos asuntos; por un lado, la relación de las Fuerzas Armadas con la sociedad y sus operaciones para presentarse como garantía del orden; por otro lado, mediante la omnipresencia de la moralidad en el discurso público.
Los siguientes tres capítulos logran componer una historia de la dictadura cronológicamente organizada implicando una reflexión en torno a la posibilidad de pensar al régimen en diferentes momentos, esto es, periodizarlo. Esta elección se corresponde temática, problemática y metodológicamente con la estrategia narrativa: las diferentes etapas se explican en función de la efectiva modulación de las estrategias políticas, las decisiones económicas, las lógicas represivas y los comportamientos sociales de una amplia gama de actores.
El tercer capítulo, se centra en las formas políticas y económicas en contrapunto con las lógicas represivas explicadas en el capítulo anterior. Así, «El gobierno militar, entre la política y la economía (1976–1978)» logra evidenciar cómo mientras la violencia Estatal clandestina experimentaba su momento más cruento, las Fuerzas Armadas estaban dinamitadas internamente en relación a su proyecto de gobierno. En tanto el poder militar acordaba que el principal problema era limitar a la «subversión» y liquidar la radicalización política, disidía en otros planos. Allí Águila recupera las políticas implementadas por el Ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, y enfatiza tanto en las contradictorias adscripciones teóricas como en los puntos de coincidencia del círculo empresario que el Ministerio había integrado. El congelamiento de los salarios, la racionalización del Estado y una serie de políticas de liberalización de la economía, se articulaban con políticas emergentes al calor de los acontecimientos que suponían una desviación del programa económico. El capítulo reconoce que los objetivos gravitaron en el disciplinamiento de la clase trabajadora y la reestructuración del patrón de acumulación, pero también señala cómo necesidades de corto plazo, como detener el procesoinflacionario, marcaron la agenda y las políticas de gobierno.
Por otra parte, resulta central una mirada que se contrapone con un sentido más extendido sobre la dictadura: el golpe no supuso el fin de la política. En el tercer capítulo del libro, la autora logra demostrar que el régimen dio un lugar importante a la política tanto en la relación que las Fuerzas Armadas establecieron con los partidos, como en las propias lógicas de poder al interior de la interna militar. Por lo tanto, la principal relevancia que tiene esta sección es la de lograr echar luz sobre lo que la dictadura sí hizo en términos de decisiones económicas y la conformación del «Proyecto Nacional» que constituía las bases políticas del gobierno. Este capítulo rompe con el imaginario y las claves interpretativas que al poner el foco en el terror pierden de vista la búsqueda del consenso y la reorganización de la sociedad y el Estado.
El capítulo siguiente, «El quiebre del consenso (1978–1981)», avanza sobre los mismos problemas pero en una temporalidad diferente delimitada por algunas fisuras que provocan acontecimientos específicos. A los problemas en torno a la crisis económica, las políticas establecidas en ese plano y los límites del diálogo político, se suman una serie de hechos que quiebran el consenso. La autora demuestra cómo el año 1978 con el mundial de fútbol en Argentina y el conflicto de los límites con Chile fue el momento en que el régimen dirigió su aparato a la propaganda (en sentido amplio) para construir una discursividad que estableciera una contraposición entre lo argentino (pro–régimen) y lo antiargentino (anti–régimen). Sin embargo, las críticas en el plano económico, político y social que supuso una resistencia cada vez más abierta de sindicatos, organismos de derechos humanos, partidos políticos y organizaciones barriales terminó por erosionar la legitimidad del gobierno. Esto se evidenció en una serie de cambios estratégicos en la Junta Militar que dieron paso a una sucesión de cuatro presidentes en el transcurso de 1981, año que marca la tercer etapa de la dictadura y el quinto y último capítulo del libro de Águila.
En «La dictadura en crisis (1981–1983)» aborda tres grandes problemas que suponen tres momentos, el primero, la relativa apertura política del gobierno de Eduardo Viola que pretendía una «liberalización controlada» que lograse una «ampliación de las bases de sustentación del régimen a través de la incorporación de civiles en cargos gubernamentales y (…) vínculos más fluidos con los partidos políticos» (p.184). Ante el aumento de la conflictividad social y la evidente crisis dictatorial, el segundo momento es el de la presidencia de Leopoldo Galtieri y la movilización para la guerra como forma de legitimación de un gobierno golpeado por la protesta. La posguerra, como tercer problema y momento final de la dictadura, recoge algunas de las más acusadas manifestaciones culturales de resistencia y oposición integrando el cuadro más amplio de actores que la autora destacó en su investigación. Allí el libro observa cómo los militares no estuvieron absolutamente limitados por la crisis y que tuvieron capacidad para marcar los tiempos de la salida política.
En definitiva, Historia de la última dictadura militar ofrece un relato coherente, sustentado en documentos históricos, prensa de la época y una importante cantidad de bibliografía. Como resulta evidente, la producción de trabajos académicos pero también de discursos públicos sobre el tema hace que la aspiración de una historia vasta no sea una tarea fácil. En ese sentido, es que uno de los valores del libro es la toma de decisiones estratégicas. Para dar cuenta de una historia nacional que es regionalmente dispar, Águila pone en escena casos locales o provinciales diversos pero no de manera aleatoria, sino logrando mostrar excepcionalidades, dinámicas más regulares o modalidades en espacios habitacionalmente más concurridos. La necesidad de abarcar en doscientas páginas un proceso complejo, lleva también a la jerarquía de problemas y actores. Un público lector siempre inconforme encontrará zonas menos exploradas y algunas tan solo enunciadas, sin embargo, hallará también una marca y referencia sobre los aspectos más marginales del libro. En la experiencia humana pretérita, la marginalidad es ciertamente relativa, pero la estrategia de comprender el funcionamiento del régimen y recuperar las dinámicas sociales en función de la relación arriba–abajo logra resolverlo. Además, no es menos cierto que, por cada asunto, quien se acerque al trabajo también encontrará en las más de trescientas notas una guía para seguir leyendo sobre temas puntuales que en el texto solo aparecen cuando aportan al argumento central.
Huelga decir que resulta una obra conclusiva en tanto cumple un rol historiográfico significativo. La autora en publicaciones anteriores[4] ha reconocido la dificultad de realizar estudios que amplíen la escala nacional y adopten una perspectiva transnacional o comparativa por la falta de síntesis de las múltiples (y a veces fragmentarias) investigaciones nacionales. Consciente de este problema para las historias latinoamericanas, no reposó en el enunciado y avanzó sobre un asunto que cambia efectivamente de carácter la historiografía argentina y latinoamericana, pues donde no había una historia actualizada, profesional y accesible de la última dictadura, ahora sí la hay.
Referencias Bibliográficas
AA.VV. (2022). Dossier Negacionismos, relativizaciones, banalizaciones, manipulaciones. Las nuevas derechas latinoamericanas y los usos del pasado reciente. Contenciosa, 10 (12). https://doi.org/10.14409/rc.10.12
Águila, G. (2013). ¿Qué es ser un/a Latinoamericanista? Los derroteros de la historia Latinoamericana contemporánea en la Argentina. Anuario de la Escuela de Historia (24), 23-37.
Novaro, M. y Palermo, V. (2003). La Dictadura Militar 1976/1983: Del golpe de Estado a la restauración democrática. Editorial Paidós.
Notas
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