Reseñas

Reseña de Valeria Snitcofsky, Historia de las villas en la ciudad de Buenos Aires. De los orígenes hasta nuestros días. Tejido Urbano, 2022, 332 págs.

Gabriela Gomes *
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina

Contenciosa

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN-e: 2347-0011

Periodicidad: Anual

núm. 13, e0042, 2023

revistacontenciosa@fhuc.unl.edu.ar

Snitcofsky Valeria. Historia de las villas en la ciudad de Buenos Aires. De los orígenes hasta nuestros días. . 2022. Tejido Urbano. 332 pp.

Recepción: 19 Mayo 2023

Aprobación: 29 Octubre 2023



DOI: https://doi.org/10.14409/rc.2023.13.e0042

Resumen: En este texto se reseña el libro de Valeria Snitcofsky, Historia de las villas en la ciudad de Buenos Aires. De los orígenes hasta nuestros días. Se trata de una obra que plantea el problema de la informalidad urbana y cómo ha sido nombrada en un extenso período que se inicia a finales del siglo XIX, cuando aún no se empleaba el término villa para designarla, hasta el inicio de la pandemia de coronavirus. A lo largo de ese período, Snitcofsky analiza las formas de negociación, confrontación y resistencia que los movimientos villeros establecieron con el Estado y sus agentes.

La informalidad urbana es un problema que recorre la historia latinoamericana. Sin embargo, ha sido poco atendido por el campo historiográfico. Los problemas vinculados a la informalidad urbana suscitaron más interés en la antropología, la sociología y los estudios urbanos en general. A lo largo de las últimas décadas, el campo de la historia urbana adquirió una notable relevancia para reflexionar sobre cómo se pensaron las ciudades latinoamericanas, sus problemas estructurales y qué tipo de políticas gubernamentales se implementaron. Al respecto, Snitcofsky aborda el problema de la informalidad urbana en un extenso período que se inicia a finales del siglo XIX, cuando aún no se empleaba el término villa para designarla, hasta el inicio de la pandemia de coronavirus. Snitcofsky propone un enfoque novedoso porque combina el análisis de la materialidad, la forma y el lugar que ocuparon las villas en la ciudad con la preocupación por cómo se organizaron sus habitantes.

El libro de Snitcofsky propone una reconstrucción de la historia de las villas en la ciudad de Buenos Aires con especial énfasis en la Villa 31, un caso bien representativo por su ubicación estratégica en la zona portuaria, que enfrentó numerosos conflictos debido a los variados intentos por desalojarla. Snitcofsky pone foco en la Junta de Delegados, la Federación de Villas y Barrios de Emergencia, el Movimiento Villero Peronista y la Comisión de Demandantes (pp. 248–267). La autora analiza rigurosamente las formas de negociación, confrontación y resistencia que esos movimientos establecieron con el Estado y sus agentes en diferentes niveles gubernamentales, así como los vínculos entre las organizaciones locales. Reconstruye la organización social surgida en las villas para enfrentar las políticas de erradicaciones y proponer soluciones habitacionales participativas entre 1958 y 1983, así como la organización de las tomas de tierras en la zona sur del conurbano bonaerense (pp. 246–247).

Dentro de las nuevas propuestas de análisis elaboradas en los últimos años, el libro de Snitcofsky forma parte de una nueva generación de historiadoras atravesadas por el impacto social de la crisis del 2001 en Argentina. Aborda la dimensión política y organizacional de un conjunto anónimo de personas contra los violentos desalojos y para encontrar soluciones al problema de la precariedad habitacional. El libro de Snitcofsky ha contribuido mucho a la historia social urbana en varios aspectos. En primer lugar, la autora se propone abordar cómo ha sido nombrada la informalidad urbana en Argentina. Snitcofsky historiza el concepto villa[1] y reflexiona sobre la pertinencia de la palabra. En su propuesta analítica, la autora hace uso y abuso del término villa porque la considera más precisa para abordar la informalidad urbana y permite distinguir de lo que ocurre en otros países donde también existen palabras propias que dan cuenta de la especificidad asumida en cada caso: cantegriles, chabolas, favelas, poblaciones callampas, etc. Snitcofsky demuestra que villa fue la primera denominación de la informalidad urbana que se usó en Argentina.

La primera villa del país se conformó hacia principios de 1932, en el marco de la Gran Depresión. Estuvo ubicada en la zona portuaria de Buenos Aires y fue conocida poco después como «Villa Desocupación», desalojada definitivamente en 1935. Esta villa pionera estuvo poblada mayoritariamente por inmigrantes europeos. Snitcofsky señala que hasta principios de 1933, las fuentes sobre el tema hacían referencia a los campamentos de la zona portuaria sin usar un nombre propio para designarlos. En cambio, desde mediados de ese año se empezó a emplear el término «Villa Desocupación» para mencionar el espacio ocupado informalmente por los desempleados (pp. 25–55). Junto con el nombre «Villa Desocupación», en octubre de 1933 el barrio fue designado también como villa de la miseria, nombre del que posiblemente haya derivado el término villa miseria, popularizado en la década de 1950 por Bernardo Verbitsky (pp. 58–65).

Hacia mediados de los años 1950, la palabra villas se consolidó como concepto general, cuando el Estado empezó a intervenir más sistemáticamente sobre la informalidad urbana. Posteriormente, comenzaron a registrarse las primeras construcciones identitarias vinculadas al sentido de la pertenencia que se expresó en las diversas e históricas tradiciones organizativas expresadas en los movimientos villeros. En la religión surgieron los curas villeros vinculados al Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo y en la música se registró el surgimiento de la cumbia villera. En ese sentido, Snitcofsky considera que la palabra Villa no implica un problema, en cambio, hablar de villa miseria sí lo es, porque es más despectivo y no es un término que no suelen usar sus habitantes. Lo mismo ocurre con el término villa de emergencia, que es un concepto adjudicado por el propio Estado para referir a la informalidad urbana.[2] Respecto a la distinción entre villas y asentamientos, la bibliografía tradicional ha sugerido que las primeras se caracterizaron por surgir espontáneamente de forma gradual y desordenada mientras que los asentamientos tienen su origen en un momento puntual, producto de una toma organizada donde se prevé, por ejemplo, una traza regular con cierta integración en el tejido urbano. Sin embargo, Snitcofsky presenta un conjunto de evidencias que cuestionan dicha diferencia conceptual y permiten matizar esa distinción, ya que hubo villas que se formaron a partir de la toma de tierras y otras que surgieron producto de intervenciones estatales, algo así como «una mezcla entre lo espontáneo y lo organizado» (p. 5).

El segundo aspecto a destacar del libro es que para dar cuenta de la informalidad urbana, Snitcofsky propone una heurística basada en una propuesta metodológica que combina una pluralidad de fuentes primarias para rescatar la voz de los habitantes de las villas. Snitcofsky realiza un prolífico trabajo cartográfico que le aporta una enorme riqueza a la investigación en su esfuerzo por mapear cuidadosamente la ubicación de las villas. Se trata de una reconstrucción orientada a que el público lector pueda ubicar espacialmente las transformaciones que experimentaron las villas en la ciudad de Buenos Aires en función de las políticas de erradicación de la informalidad urbana, promovidas por los gobiernos civiles y militares. Snitcofsky se sirve de un amplio abanico de fuentes primarias (demográficas, documentos gubernamentales y notas periodísticas). El exhaustivo trabajo de entrevistas realizadas a un conjunto de abogados, arquitectos, curas villeros, referentes territoriales y a los habitantes de las villas le permitió acceder a sus colecciones privadas (como petitorios, actas de organizaciones territoriales, etc.) y construir un acervo privado de fuentes que aportan densidad a la investigación histórica. Todo ello, se combina con un cruce original con la música popular y la literatura y documentales cinematográficos. Asimismo, la autora se sirve de acervos fotográficos para documentar la informalidad urbana: los cambios en la fisonomía de las villas y en el paisaje urbano, las condiciones de vida y cultura material de sus habitantes, además le permite recuperar el rol de las mujeres en esos procesos.

El tercer punto novedoso del libro que merece especial destaque es que la autora cuestiona las periodizaciones tradicionales sobre la historia de las villas en Buenos Aires, complejizando las explicaciones existentes acerca de sus orígenes. Snitcofsky propone una interpretación original sobre la relación entre el mundo del trabajo y el territorio, temas que la bibliografía ha abordado de manera separada como si fueran compartimentos estancos. Snitcofsky señala los profundos vasos comunicantes que existieron entre las fábricas y las villas. El aprendizaje de la resistencia de los delegados gremiales de las fábricas muchas veces surgió en las villas, habitadas por trabajadores industriales de medianas y de grandes empresas.

Snitcofsky demuestra que las villas de la ciudad de Buenos Aires históricamente funcionaron como un núcleo primario de integración social, con sólidas formas de organización política y con identidades profundamente arraigadas que se habían retroalimentado con aquellas adquiridas en los ámbitos laborales (p. 284). Así, surgieron organizaciones villeras cuyos nombres remiten a expresiones del sindicalismo de base como las coordinadoras, comisiones y cuerpos de delegados, cuyo declive empezó a evidenciarse justamente hacia finales del siglo XX (p. 14). La concepción de que el lugar donde se habita es el espacio donde también se organiza la lucha sindical, así como en el ámbito de trabajo se comparten las experiencias de vida y habitacionales, se fue erosionando a mediados de los años 1980, en el marco del retorno a la democracia. El cierre sistemático de fábricas ocasionó la expansión del trabajo informal y la precariedad, eso contribuyó al debilitamiento de los espacios comunitarios, surgidos en la segunda mitad del siglo XX. Snitcofsky observó el impacto que tuvo dicho proceso en el movimiento de villas de la Capital Federal del país. El surgimiento de las ollas populares, como respuesta espontánea frente al problema del hambre, dio lugar a los comedores comunitarios en las villas que estuvieron subsidiados por el Estado. En 1987 surgió el Movimiento de Villas y Barrios Carenciados de la Capital Federal, que evidenció una nueva forma de organización comunitaria. Así, a partir de 1988 y 1989 se fue consolidando una nueva estructura organizativa de contención social con soluciones paliativas tendientes a generar una economía de subsistencia que tendió a reemplazar a las comisiones vecinales de los años previos.

Snitcofsky señala que a finales del siglo XX se inició una nueva etapa en la historia política de las villas, marcada por la dependencia de las organizaciones locales de los subsidios estatales para su funcionamiento, proclives al clientelismo político. Durante los años menemistas se incrementó la presencia estatal en el territorio y se hizo popular el término «puntero» para designar a los referentes territoriales que se aprovechaban de su papel de mediadores entre el Estado y los pobres urbanos (p. 283). La enorme desigualdad en el acceso a la vivienda y en el ejercicio del derecho universal de habitar la ciudad son problemáticas estructurales de las ciudades argentinas que se incrementaron a partir de las políticas urbanas que promovieron las dictaduras militares. En esos años, se fue consolidando un modelo de ciudad que apuntó a la segregación socioespacial, lo que generó una mayor concentración de la tierra urbana por parte del mercado inmobiliario y un modelo de fragmentación social que se profundizó durante el retorno democrático.

Historia de las villas en la Ciudad de Buenos Aires. De los orígenes hasta nuestros días es un aporte significativo para el campo de la historia social urbana de Argentina. Se trata, en definitiva, de una propuesta analítica que da cuenta de la renovación historiográfica de los últimos tiempos y nos invita a interrogar los problemas de la informalidad urbana desde una perspectiva social.

Finalmente, a propósito de la lectura del epílogo de Snitcofsky, retomaremos algunas ideas vinculadas al problema de cómo nombrar la informalidad urbana. Actualmente, se observa que para nombrar a una villa se ha generalizado el uso de una «nueva» palabra: barrios . barrios populares, que se usa indiscriminadamente como sinónimo de villa. Incluso, en un intento de reparación lingüística y por anular los estigmas sociales, parece un término políticamente más «correcto». El precio a pagar por el uso del «nuevo» término, que se sugiere como «menos» peyorativo, es sencillamente negar al Otro. Desterrar del lenguaje el «viejo» concepto implica anular las identidades y autopercepciones de sus propios habitantes. Sin embargo, la imprecisión y lo edulcorado del «nuevo» término es, paradójicamente, lo que lo hace más atractivo. Su potencia radica en que resulta funcional para encubrir una realidad que es social y políticamente incómoda. El efecto de dejar de nombrar a las villas es el de negar el problema de la pobreza urbana. Por ende, sostener dicha imprecisión resulta conveniente porque permite eludir la responsabilidad política de la clase gobernante de la ciudad de Buenos Aires —la ciudad más rica de la Argentina— de brindar soluciones de raíz para enfrentar los problemas estructurales que conlleva la pobreza urbana. Así, cuando se plantea urbanizar a los barrios, en realidad se proponen un conjunto de medidas que son meramente paliativas y siguen fines electoralistas en detrimento de soluciones integrales que permitan consolidar un proyecto de integración a la trama urbana mediante políticas de planeamiento e intervenciones sanitarias concretas y de largo plazo.

Notas

[1] Snitcofsky señala que el término villa designa a los barrios informales, es decir que refiere a los espacios caracterizados por la informalidad en la tenencia de la tierra, la carencia de servicios básicos y la precariedad de la infraestructura y de los materiales.
[2] Cabe señalar que a lo largo del libro Snitcofsky utiliza la palabra barrio para designar y diferenciar a las distintas poblaciones que integraban una villa. Por ejemplo, Saldías, Comunicaciones, Güemes, Inmigrantes, YPF y Laprida son los seis barrios que integraban la Villa 31.

Notas de autor

* Gabriela Gomes es Doctora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Magíster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Actualmente es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y profesora adjunta en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Es autora del libro La política social de los regímenes dictatoriales en Argentina y Chile (1960–1970) (2016) y de varios artículos sobre historia política en revistas de Argentina, Brasil, Chile y Francia. Investiga las políticas habitacionales llevadas adelante por los regímenes dictatoriales del Cono Sur, así como las juventudes y las mujeres de derechas partidarias de un proyecto político corporativista en Argentina y en Chile.
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