Dossier
Recepción: 02 Febrero 2024
Revisado: 27 Marzo 2024
Aprobación: 09 Abril 2024
Resumen: El artículo se adhiere al pensar crítico respecto a la modernidad existente, por lo tanto, fue necesario acudir a la perspectiva de Bolívar Echeverría, ella hace énfasis en la urgencia y necesidad de transformar el orden existente, y así, salvaguardar el mundo de la vida. Por otro lado, se optó por construir un discurso sintético, con el riesgo de incurrir en bagatelas, sin embargo, el artículo no pierde el núcleo de reflexión en tanto que se insiste en la relevancia de contra-decir el discurso que avala y celebra el orden existente, y así, poder darles cabida a las alternativas. Ahora bien, el pensamiento crítico y alternativo busca la transformación del orden, de ahí que es preciso no confundirlo con el performance, éste se da por satisfecho únicamente con desconcertar por un momento el orden social vigente, para después continuar inmerso en la rutina. En este sentido, el performance vale como medio, pero no en tanto fin.
Palabras clave: abundancia, naturaleza, ser humano, cosificación, crítica.
Abstract: : The article adheres to critical thinking regarding existing modernity, therefore, it was necessary to turn to the perspective of Bolívar Echeverría, she emphasizes the urgency and need to transform the existing order, and thus, safeguard the world of life. On the other hand, it was decided to construct a synthetic discourse, with the risk of incurring trifles, however, the article does not lose the core of reflection as it insists on the relevance of contradicting the discourse that endorses and celebrates the existing order, and thus, be able to make room for alternatives. Now, critical and alternative thinking seeks the transformation of order, hence it is necessary not to confuse it with performance, which is satisfied only with disconcerting the current social order for a moment, and then continuing immersed in routine. In this sense, performance is valid as a means, but not as an end.
Keywords: abundance, nature, human being, reification, criticism.
¿En qué consiste el uso crítico o desestructurador de
las categorías que definen la riqueza social moderna?
(Bolívar Echeverría, 1986)
Introducción
Ante el mensaje pro moderno-capitalista que se transmite por doquier, la obra de Bolívar Echeverría invita a sopesar el orden existente, además de intervenir en él, y así, coadyuvar a que sea superado. La crítica echeverriana emite cuestionamientos hacia la historia del progreso y modernización capitalista, de ahí que este artículo realiza a grosso modo una destrucción del mito de la abundancia, la utopía técnica, la representación de sí y la política de la dominación, en tanto emblemas de la modernidad existente. Asimismo, la perspectiva crítica tiene su punto de referencia en siete textos del filósofo ecuatoriano-mexicano y en algunos comentarios a propósito de sus reflexiones en torno a la modernidad capitalista.
El pensamiento crítico no está desfasado, pero tiene que estar atento para captar las coyunturas. Sin embargo, no basta con estar atento, también es indispensable adquirir un bagaje teórico que permita leer e interpretar la coyuntura. El fracaso del socialismo y el fin de las ideologías, no significa el ocaso de la modernidad capitalista, por el contrario, ella sigue operando, aunque bajo otros medios, dejando constancia de su capacidad de adaptación. Así pues, es cardinal identificar los medios que usa el poscapitalismo para seguir realizándose históricamente, criticarlos y mostrar su repercusión en el mundo de la vida; por ejemplo, el desarrollo de la cibernética continúa deteriorando in extremis la naturaleza, además de esparcir la siguiente creencia: es innecesaria la sociabilidad o el encuentro, basta con el encierro para sobrellevar la existencia.
La naturaleza sobreexplotada y el ser humano parapetado ¿en eso consiste el triunfo de la modernidad capitalista? Es imperante cuestionar el triunfo, de no hacerlo, quizá sea el colapso, no de los discursos y conceptos, sino del mundo de la vida; de ninguna manera se apela a la tragedia y el apocalipsis, el pensamiento crítico evita las fantasmagorías. Empero, si se deja de objetar el orden existente, es probable que el futuro simple y llanamente siga reproduciéndolo, cancelando la posibilidad de una revolución alternativa.
La modernidad capitalista y el mito de la abundancia
La modernidad existente dice de sí misma que es racional y progresiva, de ahí que considera que todo es posible, la consideración está avalada en la fe y no en los hechos; además dice que, si en otras épocas no se podía acceder a la abundancia, con ella se dará a raudales. Por otro lado, la modernidad ha ido adecuando sus estrategias e instrumentos de acuerdo a su transformación y necesidades. Empero, no ha renunciado a la abundancia, por más que la naturaleza se deteriore y el desempleo sea parte del modus vivendi.
La modernidad existente se sostiene en mitos, la abundancia es uno de ellos, puesto que si los pueblos y sus habitantes pudieran acceder a los bienes y servicios no habría desigualdad, sin embargo, con ello colapsaría la modernidad, ésta requiere ser desigual para persistir; además los recursos naturales no se renuevan de forma inmediata, así por más que las tecnologías causan asombros, puesto que a través de ellas se pueden hacer actividades en un tiempo breve, todavía no consiguen renovar un bosque en ipso facto, al respecto Echeverría comenta:
Junto a la destrucción incontenible de la Naturaleza, obligada a cumplir un papel de simple “fuente de recursos”, se da igualmente la ineficiencia real de un proceso técnico de producción de bienes sometido a los caprichos absurdos de un proceso económico de producción de rentas y valores especulativos. (Echeverría,1997, p.19)
Para la modernidad capitalista, la naturaleza es un medio que sirve para sostener la promesa de la abundancia. En este sentido, a la modernidad le preocupa que algún día escasee el agua, los árboles y las tierras fértiles, pero no porque le importe la naturaleza per se, sino porque mediante ella obtiene ganancias, por lo tanto, no son casuales las campañas que invitan al rescate y cuidado de la naturaleza, pues por más que la tecnología y la especulación financiera sean rentables al capital, éste sigue requiriendo de la naturaleza para persistir en la historia.[1]
La modernidad capitalista no está constituida para hacer promesas supra terrenales, ya que con la muerte de Dios ¿Quién va a querer indulgencias? ¿Quién va a implorar al cielo por el pan? La abundancia se logra con la racionalidad técnica, pero para dominarla hay que estudiarla, y así, poder usarla con eficiencia, en ese sentido la acción se convierte en un factor preponderante para la modernidad. Asimismo, el trabajo adquiere una connotación cualitativa, puesto que en la era de la abundancia: “si no logras satisfacer tus necesidades es porque no trabajas lo suficiente”, aunque el cuerpo exprese lo contrario con sus enfermedades crónico-degenerativas.
La naturaleza y el ser humano sufren la desmesura de la modernidad capitalista, además en ella no hay abundancia para todos, es sólo un mito, lo cierto es que la escasez causa estragos en los que contribuyen con su trabajo a mantener los cimientos, el presente y futuro de la modernidad: “De instrumento de la abundancia, la revolución técnica se vuelve, en manos del capitalismo, generadora de escasez” (Echeverría, 1997, p.59). La racionalidad técnica, no sólo va a instrumentalizar y destruir la naturaleza, también va a dejar sin trabajo a los que sólo tienen en tanto propiedad privada su cuerpo y oficio para ofertar en el mercado. Por otro lado, las máquinas reducen costos de producción y no se reúnen para pugnar por derechos sociales, por lo tanto, a la modernidad capitalista le resulta benéfico prescindir de los trabajadores, pues se incrementan las ganancias y se evitan los conflictos.
La modernidad capitalista, no sólo genera el mito de la abundancia, sino también la utopía técnica, de ahí que los límites de la naturaleza y las situaciones históricas que condicionan las actividades del ser humano parecen no existir para la modernidad capitalista, pues ella considera que nada es imposible, puesto que con su racionalidad domina lo que se encuentra y aparece en el mundo, de ahí que le sea imprescindible objetualizar a diestra y siniestra. En este sentido, no es casual que desde el discurso científico se promueva ser objetivos, es decir, dar cuenta de las cosas tal como son, mejor dicho, tal como el moderno capitalista se las representa, quien logra dominar los significados en torno a los objetos, también estipula los valores sociales.[2]
La abundancia no tiene relación con lo festivo, sino con la producción, no es la espontaneidad, sino la repetición lo que hará que las acciones y tecnologías progresen. La modernidad promete abundancia, y a su vez, propicia el pesimismo ¿cómo superar las contradicciones de la modernidad capitalista? El pesimismo se relaja en el espectáculo, éste también es rentable; lo festivo no forma parte de la modernidad capitalista porque es improductivo, en tanto que no cuantifica el tiempo y tampoco contribuye al progreso de la racionalidad técnica, pues se entrega al goce de las actividades.
Para la modernidad capitalista lo que tiene frente a sí sólo son objetos e instrumentos, sin embargo, aunque consigue dominarlos, no está exenta de la enajenación, el funcionalismo también la asedia; además la abundancia no cesa, siempre quiere más, pero no cualquier cosa, sino sólo lo que tiene valor económico, huye de lo gratuito: “El valor económico de la cosa disfrutada viene no sólo a distorsionar sino a dañar el valor de uso de la misma” (Echeverría,1998, p. 57). La comida, la ropa, la casa y el calzado, no valen porque satisfacen necesidades, sino por el precio que se paga por ellos.
La creencia en la abundancia se sostiene en la realidad de la carencia. Asimismo, la modernidad capitalista esparce la creencia de que la abundancia sólo depende del esfuerzo, si no se pueden cubrir necesidades y menos vivir en el derroche, pues hay que trabajar para conseguirlo, si a pesar del trabajo no es posible cubrir las necesidades, se continúa con la explotación del ser humano, pero no se cuestiona el hecho de que algunos sí gozan de la abundancia, sin que ello implique abandonarse a sí mismos en términos físicos y espirituales. Además, no debe olvidarse que la modernidad capitalista compra a bajo costo, y así, hace acrecentar su riqueza, al respecto apunta Bolívar Echeverría:
La modernidad debió entregarse al comportamiento capitalista del mercado- que consiste en sacar un plusvalor comprando barato para vender caro- como método y dispositivo capaz de introducir en la vida económica el progresismo y el universalismo indispensables para el despliegue efectivo de dicho revolucionamiento. (1998, p. 112)
La abundancia, aunque sea relativa, se obtiene a través del capital y la explotación, no sólo es dable con el trabajo en tanto esfuerzo. La relatividad de la abundancia sirve para sostenerla en cuanto mito y esparcirla como promesa, sin embargo, es imposible la igualdad económica o abundancia para todos, porque la riqueza que se puede obtener a través de la naturaleza y el ser humano es insuficiente para satisfacer a las poblaciones bajo el modo de vida del capitalismo, de ahí que la riqueza y abundancia para todos no es más que una ilusión.[3]
La modernidad irrumpió en la historia y sedujo al ser humano con la promesa de realizar sus deseos y emanciparlo de las autoridades y dogmas religioso-trascendentes, a partir de ahí el ser humano creyó ser Dios, pero se olvidó que una cosa es imaginar y crear dioses, y otra querer interpretar el papel de un omnipotente, por eso cuando las limitaciones físicas e históricas le demuestran al ser humano que la inteligencia y voluntad no logran acceder y dominar el absoluto, él deviene destructivo y violento.
Con el mito de la abundancia se han justificado y seguirán justificando atrocidades, las justificaciones surgen a raudales, pero ¿valdrá la pena soportar la violencia y la desigualdad sólo por mantener la ilusión de que la abundancia un día será para todos? La modernidad capitalista reitera que la abundancia puede ser alcanzada y que las tecnologías contribuirán a lograr el objetivo. Además, insiste que la violencia y desigualdad pueden ser controladas y disminuidas mediante estrategias capitalistas: “¿Es posible vencer el desarrollo sin volver atrás, a la comunidad arcaica, sino yendo más allá de él, hacia una comunidad "abierta"?” (Echeverría, 2000, p. 159). La violencia y la desigualdad no serán superadas dentro del proyecto que las produce y las requiere para ser, la abundancia debe ser cuestionada hasta evidenciar su mitificación, es oportuno recordar que la modernidad capitalista se deshizo de los mitos y dogmas que contradecían la idea del mundo que quería realizar históricamente.[4]
La modernidad capitalista y el mundo como representación de sí
Los seres vivos incluido el ser humano buscan espacios que les permiten vivir, además los adecuan a sus necesidades. Ahora bien, la modernidad capitalista hará algo sin parangón en la historia, ya que su visión específica del mundo la va a universalizar, se trata de una universalización abstracta que busca desaparecer lo que contradiga a su racionalidad técnica.
La modernidad capitalista no se da por satisfecha con ser una civilización entre las habidas y por haber, lo que quiere es ser lo civilizado por excelencia. Así pues, no es casual que, con su aparición, expansión y dominio, las demás civilizaciones que pueblan la tierra sean consideradas pre modernas y reacias al progreso, además, lo civilizado ya no será lo que logra crear una cultura, y así, rebasar la animalidad del ser humano, sino lo que consigue avances y descubrimientos que permiten dominar el todo:
La "Europa profunda" de los conquistadores y los colonizadores, la que emergía a pesar del humanismo de los proyectos evangelizadores y de las buenas intenciones de la Corona, respetaba el universalismo abstracto de la iglesia católica, pero sólo como condición del buen funcionamiento de la circulación mercantil de los bienes; más allá de este límite, lo usaba como simple pretexto para la destrucción del Otro. (Echeverría, 2000, p. 24)
La modernidad que se jacta de ser libre, racional y humanista, destruye lo que no se parece a ella, pues todo debe estar a la disposición de su utopía técnica. Así pues, el otro desaparece en tanto ser capaz de hacer civilizaciones, pero no en cuanto instrumento para el capitalismo. Asimismo, el sueño de la modernidad capitalista es que la naturaleza y el ser humano que no se deje dominar y forjar bajo la lógica del progreso desaparezcan, también quisiera que la realidad no develará lo abstracto de su universalismo y lo aldeano de su propuesta civilizatoria. La modernidad en cuanto promesa de abundancia y utopía técnica, se niega a aceptar que es una civilización entre otras, porque no quiere perder el dominio del mundo, sin el cual le sería imposible gozar de la riqueza.[5]
La modernidad capitalista se propone dominar cada rincón del planeta tierra, no le basta con realizarse en su aldea, ésta le servirá de modelo para la expansión y el dominio sobre los pueblos e historias. Asimismo, la modernidad existente ha hecho que la vida dependa de la industria, ella necesita de la transformación inmediata de las cosas. En este sentido, el ser humano vive una especie de fantasmagoría, porque lo real y verdadero pronto deja de serlo. Ahora bien, con la industria se consigue el progreso, sin embargo, el triunfo de la modernidad capitalista es la derrota para los que no pueden competir y ganar en el mercado:
La civilización europea debía dar forma o convertir en sustancia suya un estado de cosas inédito: el de la abundancia y la emancipación posibles-que la fantasía del género humano había pintado desde siempre como lo más deseable y lo menos realizable en este mundo. Debía dar cuenta de un impulso cuya dirección espontánea iba justamente en sentido contrario al del estado de cosas sobre el que ella, como todas las demás, se había levantado. (Echeverría, 2000, pp. 146)
La utopía técnica de la modernidad capitalista ha conseguido realizarse históricamente, ello provoca imitación allende el territorio europeo. La modernidad capitalista se vanagloria de su magnificencia, pero niega que trae consigo desigualdad; asimismo, su lógica es coherente, pero su práctica es conflictiva. Por otro lado, las guerras en la modernidad no son porque la naturaleza hace que el ser humano sea un lupus, sino porque el moderno capitalista quiere tener acceso y control de los recursos naturales y mano de obra, y así, incrementar su riqueza.[6] Sin embargo, cabe preguntar ¿el triunfo de la modernidad capitalista ha logrado eliminar al ser humano o sólo le basta con dominarlo?
La modernidad capitalista hace del mundo una mercancía. La valorización del mundo en cuanto mercancía posibilita la aniquilación de las cosas y los seres cuando dejan de ser funcionales para el capital. Asimismo, el mundo de las mercancías va a propiciar que lo común y las comunidades sean irrelevantes. Sin embargo, la modernidad capitalista no renuncia a un proyecto identitario, pues le es necesario reproducirse mediante prácticas y costumbres. El proyecto identitario es de carácter sustancialista, una contradicción más para una civilización que recurre a la historia y el progreso:
Si la identidad cultural deja de ser concebida como una sustancia y es vista más bien como un “estado de código” – como una peculiar configuración transitoria de la subcodificación que vuelve usable, “hablable”, a dicho código-,entonces, esa “identidad” puede mostrarse también como una realidad evanescente, como una entidad histórica que, al mismo tiempo que determina los comportamientos de los sujetos que la usan o “hablan”, está, simultáneamente, siendo hecha, transformada, modificada, por ellos. (Echeverría, 1997, p. 74)
La modernidad capitalista en cuanto dominante no le interesa la transformación radical. Es decir, las reformulaciones de su proyecto son para sofisticarlo y adaptarlo a los contextos, va a impedir voces que digan: “la modernidad capitalista ha caducado y es momento de que sea superada”, permite que se hable de crisis y malestares de la modernidad, esto es, se puede hablar del fin del Estado-nacional y la necesidad de un desarrollo sustentable, pero no les da cabida a otras formas de producir significados y realidades sociales.
Un imperativo de la modernidad capitalista es pensar racionalmente, a su vez, la racionalidad se verifica, por ejemplo, en la mercantilización de la tierra. Además, la forma de pensar de la modernidad existente hace que se observe al mundo de manera unidimensional, es decir, lo que se encuentra enfrente tiene que corresponder a la imagen creada por ella, sino se parece queda la posibilidad de instruir al ser humano y si se trata de la naturaleza basta con que pueda ser útil para sostener el mito de la abundancia y la utopía técnica:
El racionalismo moderno, la reducción de la especificidad de lo humano al desarrollo de la facultad raciocinante y la reducción de ésta al modo en que ella se realiza en la práctica puramente técnica o instrumentalizadora del mundo, es así el modo de manifestación más directo del humanismo propio de la modernidad capitalista. (Echeverría, 1997, pp. 151)
La preponderancia del pensamiento racional, además de su consecuente dominación respecto a otras formas de vida, propicia que las alternativas civilizatorias sean consideras imposibles, no sólo de ser pensadas, sino de tener la pericia para ser llevadas a cabo, porque al crear el mundo a su imagen y semejanza, la modernidad capitalista ha conseguido sostener la creencia de que ella es lo civilizado por excelencia.[7]
El ser humano al estar en el mundo sin Dios y comunidad tiene que confiar en algo, de lo contrario, la orfandad lo llevará a la destrucción de sí. El moderno capitalista confiará en la revolución, ésta es dable en la medida que hay acciones, la revolución moderna quiere hacer progresar el mundo, incluso el socialismo histórico quiso revolucionarlo y hacerlo progresar a través del pensamiento racional. Ahora bien, en un mundo sin Dios y sin relaciones comunitarias, el ser humano se olvida de su orfandad y anhela ser un superhombre:
El mito moderno de la revolución supone que el ser humano está en la capacidad de crear y re-crear ex nihilo no sólo las formas de socialidad sino la socialidad misma, sin necesidad de atenerse a ninguna determinación natural o histórica preexistente; de acuerdo a él, la “segunda naturaleza”, el conjunto de las normas de la convivencia comunitaria, es un material neutro y pasivo, puesto a disposición de la actividad del Hombre como sujeto de la “política”. (Echeverría, 1998, p. 68)
La modernidad capitalista sigue vigente porque ha logrado seducir, actualmente la seducción gira en torno al consumo, éste sí efectivamente democrático. Es decir, si bien es imposible que se viva bajo la abundancia absoluta, sí son factibles las experiencias hedonistas a través del consumo, pero únicamente son paliativos que hacen olvidar el estado de orfandad en el que se halla el ser humano, además de la imposibilidad de superar los límites y convertirse en un superhombre. Asimismo, a pesar del dominio de la modernidad capitalista, ésta todavía no ha conseguido evitar las contradicciones y menos aún las resistencias, éstas son las que hacen posible el fin de la modernidad capitalista, en tanto que no se conforman con lo que sucede y hacen que la realidad haga añicos la imagen dominante del mundo.[8]
La modernidad capitalista y la cosificación del mundo
La modernidad domina a la naturaleza y al ser humano, pero en tanto que se jacta de buscar la emancipación, encubre los problemas éticos dimanados de la dominación, para no darle al traste a su discurso humanista. La naturaleza y el ser humano pierden el estatus de ser en la modernidad capitalista y se convierten en cosas. Asimismo, a través del dominio de las cosas se consigue la abundancia, no hay progreso sin el sometimiento y cosificación de la naturaleza y el ser humano.
La modernidad capitalista se afirma interviniendo racional y técnicamente en el mundo, pero mientras ella puede desarrollarse e ir conquistando territorios, los seres que han sido dominados y cosificados padecen la violencia y destrucción del humanismo moderno. Es decir, la razón, la emancipación y el mejoramiento técnico del mundo, no hacen que la naturaleza sea potenciada y protegida, tampoco permiten que el ser humano se determine a sí mismo, eso es imposible en una situación de dominio y explotación:
La modernidad capitalista es una actualización de la tendencia de la modernidad a la abundancia y la emancipación, pero es al mismo tiempo un "autosabotaje" de esa actualización, que termina por descalificarla en cuanto tal. Éste sería el secreto de la ambivalencia del mundo moderno, de la consistencia totalmente inestable, al mismo tiempo fascinante y abominable, de todos los hechos que son propios de la sociedad moderna. (Echeverría, 2010, p. 32)
La cosificación de la naturaleza y el ser humano, le permite a la modernidad capitalista expandirse, para ella la naturaleza no es más que un medio, mismo que es útil en la medida que contribuye al progreso. En este sentido, derribar montañas para construir parques científicos, edificar y hacer funcionar ciudades encima de mantos acuíferos, en vez de ocasionar disgusto, lo que causa es euforia, porque ninguna civilización ha logrado liberarse en demasía de la naturaleza, ésta siempre ha sido el límite del ser humano, pero la modernidad capitalista quiere mostrar que no hay imposibles, aunque se logren a costa de la vida.[9]
La cosificación del ser humano es compleja, pues a pesar de que la modernidad capitalista anhela que carezca de habla, expresión y determinación de sí, el ser humano se expresa y actúa. Ahora bien, ante la complejidad por cosificarlo, se recurre a dotarlo de una identidad, instruyéndolo e integrándolo, con el objetivo de evitar su cuestionamiento y resistencia:
La identidad humana propuesta por la modernidad "realmente existente" consiste en el conjunto de características que constituyen a un tipo de ser humano que se ha construido para satisfacer al "espíritu del capitalismo" e interiorizar plenamente la solicitud de comportamiento que viene con él. (Echeverría, 2010, p. 58)
La integración es consecuente con el humanismo moderno. Ahora bien, no se integra para que todos los seres humanos realicen su ser, sino para coadyuvar a que el capitalismo se siga afirmando históricamente. Así pues, el ser humano no es más que un instrumento y en cuanto tal es útil para el funcionamiento de la modernidad, pero si habla porque considera que se puede vivir de otro modo, entonces, lo que diga será banalizado y silenciado.
El valor de lo que hay en el mundo lo determina el capital, por tanto, una ética pragmática es lo que permite al moderno capitalista no hacerse embrollos al momento de dominar y cosificar la naturaleza y al ser humano, de ahí que un cuestionamiento recurrente que se hace el moderno es ¿para qué sirve eso que está enfrente de mí? La modernidad capitalista surge aldeanamente, pero su pretensión es dominar la tierra en su conjunto. En este sentido, de facto no le preocupa la bondad, sino el dominio del mundo, de ahí que le resulta ocioso cuestionarse respecto a la destrucción que hace de la naturaleza y el ser humano.[10]
Las civilizaciones lo son en la medida que logran superar la naturaleza, o sea, no hay civilización si el ser humano no es capaz de transgredir su animalidad. Empero, la modernidad capitalista lleva la transgresión al extremo cuando destruye a diestra y siniestra, sin importarle que también perpetua su ocaso. La abundancia propicia la cerrazón, al ser la prioridad de la modernidad capitalista, no importa si para conseguirla se actúa irracionalmente y se van dando pérdidas, éstas son un mal menor, lo relevante es hacer que el progreso no cese.
El dominio de la modernidad capitalista, si bien es destructivo, no es rotundo. Es decir, por más que se deshaga de los seres al cosificarlos y tomar posesión del mundo, eso no conlleva lucidez y un cuidado de sí misma, pues la desmesura con la que actúa, también la afecta al grado de enajenarla: “La socialidad humana en la modernidad capitalista es una socialidad que sólo se constituye bajo el modo de la enajenación” (Echeverría, 2006, p. 46). Los malestares que se expresan en la modernidad capitalista indican que ella no está satisfecha, a pesar del progreso y el avance tecnológico, éstos también la han colapsado y dejado en ruinas. Ahora bien, la modernidad capitalista le encuentra utilidad cuasi a todo, de ahí que el colapso es la oportunidad para demostrar que sólo la racionalidad técnica puede rehacer una civilización. Así pues, las crisis de la modernidad capitalista no tienen que ser celebradas, porque detrás de ellas vienen nuevos embates destructivos para la naturaleza y el ser humano.
Las cosas no tienen historia y es imposible que se hagan de una. El moderno capitalista se jacta de hacer la historia, lo que sucedió antes de él es denominado prehistórico y lo que no tiene alguna relación con sus ideales es colocado fuera de la historia. Sin embargo, las actividades del ser humano son diversas y no tienen el deber de ajustarse al canon de la modernidad capitalista, además la temporalidad del ser humano, no sólo le permite progresar, también le da la oportunidad de recrearse y satisfacerse, sin que sea necesario invocar al progreso:
El ser humano es un ser histórico porque los hechos que resultan de esas acciones, los triunfos, pero también los fracasos en los que ellos consisten, quedan como recuerdos grabados en la memoria muda, objetiva, que es inherente a la consistencia misma de las cosas de ese mundo de la vida; recuerdos que pugnan por expresarse, por revivir los momentos de esas acciones. (Echeverría, 2006, p. 132)
La historicidad del ser humano se realiza de modos diferentes, aunque la modernidad capitalista insista en que la única manera de afirmarse históricamente es a través de la racionalidad técnica, ésta necesita cosificar a los seres para funcionar. La modernidad es nihilista, porque niega la pluralidad histórica, ésta rompe con su imagen homogénea del mundo. [11]
La cosificación del mundo y su valorización dependiente del capital, necesita una justificación. En este sentido, la narración del ser humano en tanto inventor, aventurero y descubridor, se va a transmitir por cada uno de los medios de comunicación disponibles. Sin embargo, una visión del mundo es insuficiente para saber las necesidades y los deseos de los demás, así al pretender dictaminar y controlar lo que ha de ser necesitado y deseado, se incurre en violencia hacia el ser humano, pero no hay justificación que pueda obstruir, de una vez y para siempre, la resistencia y liberación.
El ser humano en tanto cosificado e integrado es anulado en su diferencia, y a su vez, se le limita en sus capacidades para realizar una civilización. El humanismo moderno es abstracto porque no habla del ser humano en concreto, sino sólo del que representa sus ideales. Ahora bien, la humanidad no sólo es científica, racional y propensa a la abundancia: “La modernidad capitalista ha intentado sistemáticamente, con embates cada vez más consistentes y extendidos, cerrarle el paso a la comunidad humana para obligarla a abdicar del ejercicio directo de la función política” (Echeverría, 2010, pp. 38). La cosificación al formar parte de la dominación moderna capitalista tiene consecuencias políticas en tanto que impide la realización de otras formas de comunidad.
La realización y afirmación histórica de la modernidad capitalista ha propiciado el deterioro de la naturaleza y el ser humano, además del fetichismo de la cosa. En un mundo sin Dios y tradiciones también hay ídolos, por más que se insista en que la racionalidad técnica, sólo necesita conocer las cosas tal cual son. No obstante, se omite que todo creador da de sí a sus obras, no se está negando la realidad, pero es necesario hacer constar que ella es más que un hecho, por lo menos para el ser humano, los significados son necesarios para orientarse en el mundo.[12]
La modernidad capitalista y la dominación como política
El ser humano es un ser político, no sólo porque se reúne con sus iguales, sino porque es capaz de ser libre. No hay una única manera de ser libre, los modos bajo los cuales se ejerce la libertad dependen de la época, las situaciones y sus conflictos. Ahora bien, modernidad capitalista ha podido existir porque supo entender que ejerciendo la libertad superaría el orden medieval del mundo. Sin embargo, la libertad moderna capitalista al ser prioritariamente económica, va a privilegiar a los propietarios de la tierra y las tecnologías, pero será perjudicial para los que no son propietarios capitalistas.[13]
El discurso humanista de emancipación y apropiación del mundo a través de la racionalidad técnica, debe ser esparcido por el orbe, por lo tanto, no se puede declarar que, el moderno capitalista requiere dominar y explotar la naturaleza y el ser humano. El moderno capitalista es aventurero y emancipador, lo que tiene es porque se sabe disciplinar:
La modernidad, motivada por una lenta pero radical transformación revolucionaria de las fuerzas productivas, es una promesa de abundancia y emancipación, una promesa que llega a desdecirse a medio camino porque el medio que debió elegir para cumplirse, el capitalismo, la desvirtúa sistemáticamente. Sólo así es que la “muerte de Dios” llega a convertirse en una deificación del Hombre, que la apertura del mundo de la vida termina por llevar a una clausura futurista del tiempo y a un estrechamiento urbanicista del espacio, que la liberación del individuo desemboca en una pérdida de su capacidad de convivir en reciprocidad con los otros y una sujeción siempre renovada a una comunidad ilusoria. (Echeverría, 2010, p. 232)
La libertad moderna capitalista persiste, pero no porque coadyuve a la liberación del ser humano, sino porque lo sigue cosificando. La modernidad capitalista pone en práctica una política de la dominación, ésta le dicta al ser humano su modus vivendi; es decir, le dice las reglas de la sociabilidad y le indica cómo llevarlas a cabo, y así, la promesa de la abundancia se convierta en una experiencia histórica. La búsqueda de la libertad moderna capitalista conduce al ser humano a insertarse cuasi voluntariamente en la dominación. En este sentido, la liberación del ser humano requiere la superación de la libertad mercantil capitalista:
El mercado mundial universaliza a todos los habitantes del planeta, aunque lo haga en términos puramente abstractos. Los constituye en calidad de miembros de un género humano compuesto de propietarios privados y, al hacerlo, rompe los “universos” cerrados del valor de uso en los que se reflejan las innumerables identidades concretas que están siendo conectadas entre sí. (Echeverría, 2010, p. 237)
La modernidad capitalista al universalizar la propiedad privada suscita las condiciones para realizar su proyecto sin trabas, así deviene culto y se le defiende de manera exacerbada, aunque sus defensores carezcan de ella, pues no todos cuentan con capital para invertir y ganar en el mercado. En este sentido, la política de la dominación funciona porque ilusiona a los dominados con la posibilidad de ser libres y competentes, para dominar y explotar a cabalidad tanto a la naturaleza como al ser humano.
La integración política a través del Estado-nación es la estrategia que la modernidad capitalista usa para lograr que el capital funcione e incremente sus ganancias. En el Estado-nación hay igualdad para todos, pero ella es abstracta y formal, porque va a vigilar y controlar al ser humano, para que no busque emanciparse de la modernidad capitalista. Asimismo, la modernización de un Estado-nación sirve de pretexto para ejercer el dominio sobre los otros. Ahora bien, llevar tecnologías y medicamentos a espacios geográficos e histórico-culturales, para mejorar las condiciones de vida, no es erróneo, sin embargo, la modernización también implica la posesión y explotación de la naturaleza y la mano de obra:
Modernizar es para ellos finiquitar el proceso de la conquista. Claro que de una manera “civilizada”, por la vía de la inducción y no tanto por la de la represión; por la vía del apartheid que hace evidente la paciencia de tolerarlos mientras ellos, por sí mismos, se convencen de la necesidad de esfumarse. (Echeverría, 2006, p. 251)
La modernidad capitalista persiste por la dominación, ésta hace posible su desenvolvimiento histórico, pero no es represiva. Es decir, la libertad de compra, venta y consumo no se llevaría a cabo, si es que todo estuviera prohibido, los dominados son libres para vender su fuerza de trabajo, también pueden desear, siempre y cuando sus deseos coadyuven a la realización histórica de la modernidad y confíen en su promesa de abundancia. Asimismo, la política de la dominación requiere mandar a alguien, pero sin que él se dé cuenta que sus acciones están siendo dirigidas: no hay represión, sino control a través de la integración al Estado-nación.[14]
La política de la dominación tiene por objetivo, potenciar la libertad económica. En este sentido, el Estado-nación le sirve a la modernidad capitalista para tutelar al ser humano, no sólo porque lo hace acatar las leyes, sino porque lo induce a creer que ellas benefician a la Nación, la creencia le impide observar que los beneficios de la ley son para los propietarios del capital:
Los Estados modernos son los grandes convertidores de la voluntad abstracta de autovalorización del valor capitalista en una pluralidad de empresas concretas de enriquecimiento colectivo, propias de una serie de grupos humanos singularizados cada uno por un proyecto propio de autoconstrucción. La apariencia de sujetos soberanos que los Estados modernos ofrecen a sus respectivas colectividades se desvanece cada vez que éstas exigen de ellos alguna iniciativa que pueda contradecir el encargo que el verdadero sujeto les tiene hecho. (Echeverría, 2006, pp. 264-265)
Las formas de gobierno pueden variar y ser disímiles entre sí, pero eso no le preocupa a la modernidad capitalista, ésta le importa ejercer el dominio, le es indiferente la ideología que pregone el gobierno. Así pues, la dominación de la modernidad, no se erradica modificando gobiernos, la liberación política del ser humano requiere la propuesta y construcción de una civilización que no necesite la cosificación y explotación para realizarse en la historia. Sin embargo, la política de la dominación ha propiciado que se considere nefasto intervenir políticamente, lo que pretende es clausurar las alternativas políticas, y así, se mantenga vigente el dominio de la modernidad capitalista.[15]
La modernidad capitalista está presente en los actos y deseos del ser humano, la política de la dominación ha cumplido la encomienda de impedir las liberaciones políticas. La clausura de las alternativas no supone el fin de las resistencias, éstas son creativas y aunque padecen los embates del capitalismo, su rendición no es definitiva, justo ahí se encuentra la posibilidad de transformar la vida, es decir, hacer que se produzca y reproduzca sin recurrir a la cosificación y explotación.
La modernidad capitalista insiste que la libertad sólo sirve para hacer progresar la sociedad, al reducir la libertad se opone a la capacidad y creatividad que tiene el ser humano para superarse a sí mismo. La libertad moderna capitalista es propicia para el sedentarismo e impide la movilidad en tanto que teme a las transformaciones radicales. Así pues, traiciona su espíritu revolucionario, pero mantiene el dominio que tiene sobre la naturaleza y el ser humano:
El dominio de la modernidad capitalista convierte a todos y cada uno de los individuos singulares que viven de acuerdo a ella, voluntaria o involuntariamente, en "socios" de sus respectivas entidades estatales' capitalistas, en cómplices de la explotación, tanto de los otros como de sí mismos, y sobre todo de la abdicación de su dignidad humana, de la renuncia a su carácter de sujetos libres, de artífices de su propia vida. (Echeverría, 2010, p. 168)
La libertad e igualdad de la modernidad capitalista es oportuna para los socios, en ese sentido no es casual que la política esté convertida en un negocio, sus intereses giran en torno a los valores del capitalismo, de ahí que se le da prioridad a lo que deja ganancias, por ello la erradicación de la desigualdad no es una prioridad, puesto que para la modernidad capitalista lo importante son las mercancías , no la naturaleza y menos aún el ser humano en sí mismo, por más que sea ciudadano del Estado-nación, lo que no es útil es desechado, nada debe detener el progreso de la modernidad.[16]
Conclusión
Bolívar Echeverría considera que la crítica es un contra-decir, eso implica que se expresa lo negativo del orden existente (Echeverría,1986). La negatividad en el pensamiento de Bolívar, no se relaciona con el fatalismo, sino con la alternativa o un qué hacer a partir de mencionar lo negativo del orden existente. Así pues, frente a la efusividad de la modernidad capitalista suscitada por la racionalidad técnica y la abundancia, el filósofo amparado en el marxismo insiste: hay una cosificación de la naturaleza y del ser humano, en ese sentido el progreso se afirma a costa de la vida.
El dominio ideológico de la modernidad capitalista hace creer que lo importante es el progreso, así se suscita una despreocupación por la vida. En este sentido, la crítica a la modernidad existente, es un pronunciamiento y posicionamiento en pos de la vida, por lo tanto, naturaleza y ser humano tienen que dejar de ser cosificados. Ahora bien, le corresponde al ser humano superar la cosificación o el dominio del mundo a partir del valor de cambio. Sin embargo, no se invoca al individualismo y voluntarismo, éstos son destruidos con facilidad por el orden existente, de ahí que se requiere un proyecto crítico e integral; Bolívar siguiendo a Marx apela al comunismo ¿es viable retomar el proyecto comunista después del socialismo realmente existente y la declaración del fin de las ideologías?
La crítica no sólo es un contra-decir, también es apertura. En otras palabras, después de expresar la negatividad hacia la modernidad existente, es necesario asumir el reto de construir una objetividad social que no replique lo criticado, esto es, la cosificación y explotación. Ahora bien ¿desde dónde comenzar a transformar el mundo de la vida? No debe olvidarse que se requiere de un proyecto integral o político en sensu stricto. Es decir, la transformación, no sólo depende de repartir la riqueza o de la forma de educar, sino de una forma cultural-civilizatoria alterna y distinta a la existente, tal vez, sea el momento de retomar y resignificar el concepto de revolución, de lo contrario, se retornará constantemente al principio y la crítica e impugnación del estado de cosas será considerada innecesaria.
Referencias
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[1] Andrea Torres en su artículo denominado: Bolívar Echeverría: el discurso crítico y la política de la forma natural, argumenta que el concepto de valor de uso ha sido olvidado por el marxismo, sin embargo, algunos lo retoman, uno de ellos es Bolívar Echeverría, para él siguiendo a Torres, no sólo es el proceso de producción el que está subsumido al capital, sino también la forma social-natural. Por otro lado, se concuerda con la lectura que hace Andrea Torres respecto al capitalismo y su manera de considerar el valor de uso, éste es prescindible a pesar de ser su soporte: “Si bien para la lógica del valor el valor de uso se presenta como un “pretexto” necesario para la valorización del capital, éste es imprescindible, y cuando el capital olvida dicho hecho, por lo general entra en crisis, crisis de acumulación, crisis ambientales” (Torres, 2020, pp. 271). Ahora bien, siguiendo a Andrea Torres, al recuperar el valor de uso se dan las condiciones de posibilidad para pensar en un marxismo contemporáneo crítico negativo respecto a la forma imperante de valor del capitalismo.
[2] Al comienzo de la entrevista intitulada: Una mirada crítica sobre la modernidad. Entrevista con Bolívar Echeverría, realizada por Ignacio Díaz de la Serna, José Luis Valdés Ugalde y Javier Sigüenza Reyes; el filósofo ecuatoriano-mexicano dice que la modernidad es un proyecto de refundación radical, además persigue con visos realistas la construcción de un reino de la abundancia generalizada. Así pues, no es un disparate considerar a la modernidad en cuanto utopía que se realiza y reconstruye al unísono, es decir, la modernidad se cumple permanentemente, dicho cumplimiento la lleva a replantear sus estrategias y objetivos, por decirlo así: “La modernización capitalista de Europa es así una modernización impura y la línea que ella sigue es sinuosa y retardada. Ella misma se ve obligada a diversificarse, a “desdoblarse” en distintas versiones para poder avanzar en dirección a su télos” (Echeverría en Díaz de la Serna y otros, 2009, pp. 209). Por otro lado, en su surgimiento el proyecto moderno capitalista es europeo, posteriormente ha sido apropiado y actualizado por los Estados Unidos de Norte América.
[3] Si la abundancia es experimentada, aunque sea para unos cuantos es debido a la explotación, ésta para la apologética del orden aparece como condición necesaria del desarrollo económico, así lo piensa Yankel Peralta en su artículo intitulado: Bolívar Echeverría y el concepto de “abundancia”. Asimismo, la abundancia es un mito dentro de la modernidad capitalista, porque son imposibles dos cosas: la riqueza y explotación para todos. Ahora bien, el mito de la abundancia no se cuestiona y mucho menos la explotación, porque la apologética del orden esencializa las relaciones sociales: “La socialización del excedente no pone en crisis realmente al ethos productivista; muy al contrario, se basa en él y lo desarrolla” (Peralta, 2020, pp. 99). Además, en caso de que se socializará la abundancia o el excedente, la explotación sería más extrema, esa posibilidad también la considera Peralta, aunado a que cree que Echeverría apunta hacia la socialización da la abundancia. Sin embargo, también es viable sostener que Bolívar realiza una crítica de la abundancia en tanto promesa de la modernidad capitalista.
[4] Moisés Martínez Gutiérrez en su artículo intitulado: Modernidad capitalista y valor de uso en Bolívar Echeverría, comienza diciendo en sintonía con Marx que la economía moderna capitalista es un absurdo. Ahora bien, la economía capitalista condiciona un modo de vida-civilización, de ahí que el absurdo se puede extender a cada uno de los ámbitos de la modernidad capitalista. Asimismo, la dualidad de la modernidad capitalista hace que perviva entre la realidad y el mito, es más, no sólo produce mitos, sino que ella misma deviene mito. Ahora bien, también Bolívar Echeverría ve el absurdo y el mito de la modernidad, en la medida que hace un discurso crítico de ella, a partir de ahí: “Le devuelve al sujeto el derecho de proyectar la objetividad de lo material y definir un nuevo sentido para las relaciones económicas […] La forma representativa de la socialidad nunca es definitiva” (Martínez, 2017, p. 28). La modernidad existente, sus absurdos y mitos puede ser derrocada, es posible pasar de una sociedad de las mercancías o del valor a una que se rija por el valor de uso. No obstante, la apologética del orden va a insistir que el valor de uso no es redituable e impide la abundancia, aunque en ciertos sectores de la sociedad se clame y reclame por satisfacer las necesidades.
[5] En el artículo intitulado: Radicalidad y crítica del buen vivir: una lectura desde Bolívar Echeverría, escrito por Eleder Piñeiro subyacen dos ideas: el capitalismo lo arrasa todo y la producción del cuento de la modernidad existente, tales ideas resultan cruciales para la crítica, porque el cuento va a justificar el arrase o la destrucción, además la modernidad existente no lo sería, si no hubiera recurrido a la destrucción. Ahora bien, como es imposible evadir la realidad, queda la posibilidad de problematizarla y mostrar su lado negativo para avizorar alternativas, a partir de ahí también se reafirma lo relevante y fructífero del pensamiento crítico. El pensamiento crítico de Echeverría no cae en fatalismo, sino que se desdobla en alternativas, esto es, frente a la destrucción que la modernidad existente acomete, él considera que puede ser contrarrestada: “Las implicaciones subversivas y de resistencia del mundo indígena en la obra de Echeverría, desde nuestro punto de vista, son más profundas, no solo dialécticas y referidas a la sumisión, el dominio, la explotación y la exclusión, sino que tienen capacidad generadora y agencias alternativas” (Piñeiro, 2016, p. 126). Los afectados por la modernidad existente pueden transformar la historia por venir, pues no hay cosificación absoluta.
[6] Si la guerra del capital destruye, la revolución en clave marxista ha de transformar las relaciones sociales, hacerlas distintas y mejores a las establecidas, de ahí que Erick Mancha en su artículo denominado: La idea de revolución en el pensamiento de Bolívar Echeverría, rastrea la revolución en el pensamiento de Bolívar y su comienzo histórico lo sitúa en el contexto de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX, en ese sentido la revolución es un instrumento que sirve para contrarrestar las dictaduras que se valen de las armas para amedrentar y someter. Asimismo, al situar históricamente el pensamiento de Echeverría, le permite a Mancha detectar lo siguiente: “Para Bolívar la clase revolucionaria seguía siendo el proletariado; sin embargo, no la considera como estática y determinada materialmente por el hecho constitutivo de la relación capital-trabajo, sino que se remite al terreno ideológico y el proceso histórico de creación de un discurso crítico significante comunista que proyectara otra forma de reproducción social” (Mancha, 2022, p. 11). Además, para Bolívar Echeverría no es suficiente con la crítica de lo existente, se tienen que proponer alternativas o vías de solución para mejorar el mundo de la vida.
[7] Luis Arizmendi en su artículo intitulado: Bolívar Echeverría: la aventura de la Teoría Crítica al barroquismo, comienza diciendo que el pensamiento de Echeverría es crítico y radical respecto a la unidimensionalización predominante de la modernidad en el siglo XXI. La criticidad del pensamiento de Echeverria es una muestra de que las alternativas no han fenecido, por más que la modernidad existente haga creer lo contrario. Ahora bien, la criticidad del pensamiento de Echeverría no celebra, por decirlo así, la desilusión. Arismendi se cuida de no nivelar la crítica de la modernidad de Echeverría, con la de pensadores como Vattimo, Lyotard entre otros. Además, para Arizmendi siguiendo a Echeverría y la teoría crítica de la escuela de Frankfurt: “Desde lo más profundo de las desventuras en la modernidad otra historia es posible” (Arizmendi, 2018, pp. 138). A partir de pensar en otra historia se torna viable la ruptura con la modernidad existente.
[8] Santiago Cevallos en su artículo denominado: La crítica de Bolívar Echeverría del barroco y de la modernidad capitalista, apunta que para Echeverría el barroco no es una alternativa a la modernidad existente en tanto que se realiza dentro de ella. Ahora bien, Cevallos también señala que para Echeverría siguiendo a Benjamin es importante que el discurso crítico no se someta al continuum del progreso, respecto a la realidad social el sometimiento se da a través de las experiencias hedonistas ¿cómo resquebrajar el sometimiento? La pregunta en torno al cómo, evita refugiarse en la melancolía, no se trata de ir hacia atrás de la modernidad capitalista, sino a contrapelo: “Echeverría transita por el discurso ambivalente del barroco para leer la modernidad capitalista de América Latina. Éste es un tránsito necesario para el filósofo ecuatoriano-mexicano, como lo fue para Benjamin, quien estaba pensando, posiblemente en contraposición con el movimiento de la alegoría barroca, en contraposición con la recuperación melancólica-canibalesca de los restos del pasado, en la potencialidad crítica del surrealismo” (Cevallos, 2012, p. 123). La melancolía impide hacerse cargo de lo que sucede, y así, se vuelven imposibles las alternativas al orden.
[9] En su artículo intitulado: Valor de uso y naturaleza en la concepción de Bolívar Echeverría, José Emanuel Campos comienza diciendo que el capitalismo cosifica las relaciones sociales, dicho procedimiento también afecta a la naturaleza. La cosificación de la naturaleza requiere abstraerla de cabo a rabo, mientras que respecto al ser humano basta con desvincularlo de la comunidad, de esa manera sus demandas las hará en el plano individual, con lo cual es fácil que sean ignoradas, porque no hay un sujeto colectivo que las respalde. Por otro lado, siguiendo a Marx, Campos apunta que el ser humano, más precisamente, el capitalista se asume externo a la naturaleza, de ahí que no le da valor de uso, sino de mercancía: “Este “metabolismo” entre el ser humano y la naturaleza sufre un impacto radical cuando los valores de uso se transforman en meros objetos, en mercancías, a su vez las formas básicas de la riqueza. Por consiguiente, el valor de uso queda subordinado al valor de cambio” (Campos, 2021, p. 6). El valor de cambio requiere que se cosifiquen tanto la naturaleza como las relaciones sociales, para imperar a sus anchas, por decirlo de alguna manera.
[10] Alberto Constante en su artículo intitulado: La memoria perdida de las cosas (crítica a la modernidad), señala que la modernidad es la época de las revoluciones. Además, para Constante con la modernidad se da un cambio vocacional, esto es, el hombre quiere el dominio sobre el ser. Ahora bien, Alberto ve dos aspectos de la modernidad: “El problema de fondo es que este fenómeno se nos presenta como un modelo emancipatorio, revolucionario, de cambios profundos y seculares y otro, como el resultado mismo enajenante y que nos ha llevado al borde de la destrucción “(Constante, 2007, pp. 98). La modernidad al ser la época de las revoluciones no se va a detener, el problema es que con frecuencia su desborde la lleva a destruir. El texto de Constante provoca un cuestionamiento ¿cómo afrontar la modernidad? No se puede partir de cero y borrar esa historia, pero tampoco se puede continuar dentro de un proyecto que va siempre en pos de la destrucción.
[11] En su artículo denominado: Concepto de ethos histórico. Alcances y limitaciones: el problema de la cosificación, Stefan Gandler dice siguiendo a Echeverría que las formas de vida cotidiana o el ethos histórico, es variable de acuerdo a la región y época, ese señalamiento que parece obvio, es soterrado por la forma de vida cotidiana que se asume dominante. Así pues, es el ethos histórico de la modernidad existente el que le marca el ritmo a lo cotidiano y las actividades. Por otro lado, Gandler detecta una limitación a la noción de ethos, en tanto que puede propiciar la aceptación de lo inaceptable: “Los cuatro ethe de la modernidad capitalista son falsos porque convierten en soportable algo que no se puede ni se debe soportar, es decir, hacen posible no sólo la supervivencia de los seres humanos en las relaciones capitalistas de producción, sino además la supervivencia de las relaciones existentes mismas” (Gandler, 2021, p.165). Las limitaciones de la argumentación a propósito de los cuatro ethe son detectadas a posteriori o en las situaciones donde se recurre a la teorización para poder darles una interpretación y sentido.
[12] A propósito de los significados y su repercusión en el posicionamiento y realización del ser humano en el mundo, Abdiel Rodríguez Reyes en su artículo intitulado: Bartolomé de las Casas y su crítica de la modernidad, hace una distinción importante y dice que, aunque se cruzan el de y el a no son lo mismo. Es decir, la crítica de la modernidad es interna, un ejemplo de esa tipología sería la obra de Habermas, además de la de las Casas; mientras que una crítica a la modernidad se da de manera externa y puede ser encontrada en pensadores como Echeverría, Dussel. Aunque es preferible una crítica a la modernidad, Rodríguez no demerita lo hecho por Bartolomé de las Casas: “Lo enriquecedor de la crítica de la modernidad de Bartolomé de las Casas radica en el enorme arsenal teórico y argumentativo para la tarea inconclusa del reconocimiento de lo distinto más allá de un universalismo abstracto” (Rodríguez, 2018, p.5). No sólo se trata de reconocer lo distinto, sino de que ya no se le cosifique, en ese sentido la crítica a la modernidad de Bolívar Echeverría es radical, pues cuestiona al capitalismo y la cosificación en la que incurre.
[13] El productivismo de la modernidad existente, no toma en cuenta que hay otras formas de ser, reduce la libertad a lo económico. Ahora bien, Stefan Gandler en su artículo intitulado: La teoría crítica de Bolívar Echeverría. Una reinterpretación del paradigma de la comunicación desde América Latina, reflexiona a partir de la temática de los signos y el habla, otra forma de libertad, misma que está desvinculada del productivismo y el progreso: “Echeverría capta la unidad de producción y consumo de valores de uso al modo en que en la semiótica es captado el lenguaje, como facultad de hablar, o sea, la capacidad de darse a entender de un modo que, si bien no es caótico, de todos modos es libre. No es libre en el sentido de que en todo momento se puedan, sin más, inventar de la nada signos del todo nuevos, porque entonces, a fin de cuentas se pondría en duda el funcionamiento del sistema de signos pero por lo menos es lo bastante libre para no darse a entender como puros animales en base a formas de estímulo y reacción fijadas por lo biológico, en los instintos” (Gandler, 2015, pp. 72). Definir al ser humano por el instinto y el productivismo, implica querer someterlo al orden de las cosas, olvidando u omitiendo que su primera vocación es la libertad.
[14] En su artículo intitulado: Contrapunto de Estado desde Bolívar Echeverría, Carolina Bruna Castro emite una pregunta crítica ¿Puede el Estado ser algo distinto que la institucionalización de una relación de dominación? Ese cuestionamiento además de crítico es pertinente, puesto que la modernidad capitalista sigue siendo la que comanda, una de las formas políticas bajo la cual se efectúa el comando es a través de la democracia representativa. Ahora bien, la pregunta de Castro también es una invitación para pensar la política más allá de la dominación y lo procedimental: “Quienes levantan las formas sociales autárquicas, no siempre participan de la democracia de procedimientos electorales que conocemos, no siempre votan por representantes, no obstante, aparecen donde la sustancia social se da su propia forma” (Castro, 2023, p.612). En concordancia con Castro se considera necesaria una democracia que no sea procedimental, y así, erradicar la institucionalización de la dominación.
[15] Partiendo de Esther Ceceña, Yakir Sagal dice en su artículo denominado: En torno a la crisis capitalista de y desde la reproducción social, que el capitalismo es un modo de comprensión, además de ser una relación social. Ésta requiere de la dominación y despolitización de los sujetos sociales para que el mundo de las mercancías funcione sin contratiempos. Así pues, en el capitalismo: “Lo político, o capacidad de intervención del sujeto en la materialidad social, es subordinado a un mecanismo económico de reproducción de la riqueza objetiva” (Sagal, 2016, p. 111). Al despolitizar al sujeto social la modernidad capitalista somete la capacidad de liberación, de ahí que es primordial la politización, puesto que a partir de ella se comenzaría a objetar el modo de comprensión y la relación social dominante. Ahora bien, ¿cómo ha de politizarse el sujeto social? El individualismo de la modernidad existente propicia que el ser humano deje de pretender la convivencia, y así, instala su existir en lo asocial.
[16] Marco Aurelio García Barrios en su artículo intitulado: Sobre el concepto de “cultura política” en Bolívar Echeverría, va a aludir a la idea de libertad que Echeverría elabora a partir de Heidegger y Sartre, según García Barrios. Por otro lado, la libertad es cardinal para una cultura política, sobre todo dentro del contexto de la modernidad existente, ésta reduce las relaciones sociales a negocios. Además, la modernidad existente al abstraer lo humano va a encubrir lo humano en concreto, y así, se olvida que lo humano sólo existe a través de proyectos diversificados de humanidad, parafraseando a García Barrios. Ahora bien, en el mundo de las mercancías o donde el valor de uso sucumbe frente al valor de cambio, lo importante es la unidimensionalización, de esa manera se evita el cuestionamiento en torno a la cosificación y enajenación del ser humano y las relaciones sociales: “La civilización es así, por definición, civilización de la violencia; de lo que se trata entonces es de darle cauce a la violencia mediante el “ordenamiento” o restitución de los equilibrios, de eso es de lo que se trata la civilización y la cultura” ( García, 2012, p. 38). Sin embargo, la modernidad existente no le ha dado cause a la violencia, en su afán por la abundancia hace caso omiso de los equilibrios, y así, es el ser humano en concreto el que recibe la violencia y padece los desequilibrios de la modernidad capitalista.