Contextos

LEYENDO A CLAUSEWITZ1

JUAN CARLOS MARÍN

LEYENDO A CLAUSEWITZ1

Diferencias. Revista de Teoría Social Contemporánea, vol. 1, núm. 6, 2018

Universidad de Buenos Aires

CONVERSACIÓN I. EL DUELO

Clausewitz escribe a mediados del siglo XIX:

  1. 1. Introducción

    Nos proponemos considerar, en primer lugar, los diversos elementos de nuestro tema; sus distintas partes o divisiones y finalmente el conjunto en su íntima conexión. Procederemos, de este modo, de lo simple a lo complejo. Pero en esta cuestión más que en otra alguna, es necesario comenzar por referirse a la naturaleza del conjunto, ya que en esto la parte y el todo deben siempre ser considerados simultáneamente.

  2. 2. Definición

    No vamos a comenzar con una definición pedante y cargosa de la guerra, sino que nos limitaremos a su esencia, el duelo.

El punto de partida de la exposición de Clausewitz es el duelo; lo que veremos a lo largo de su obra es como va reestructurando esta imagen del duelo². Cuando Clausewitz habla del duelo está reordenando todos los elementos preexistentes sobre teoría de la guerra y el avance de su conocimiento práctico; pero, además, sobre esta tesis va a construir su edificio teórico. El duelo es así punto de llegada de su reflexión e implica el reordenamiento del preexistente avance teórico en el campo de la teoría de la guerra. Y es punto de partida de su texto, de la construcción en que se expresa su edificio teórico.

Continúa Clausewitz: La guerra no es otra cosa que un duelo en una escala más amplia.

Primera incorporación: Después de haber señalado su punto de partida: el duelo, señala que “la guerra” es un “duelo en escala más amplia”. El duelo, punto de llegada de su reflexión, punto de partida en el texto es remitido por él a una imagen de escala mayor³.

Si concibiéramos a un mismo tiempo los innumerables duelos aislados que la forman, podríamos representárnosla bajo la forma de dos luchadores, cada uno de los cuales trata de imponer al otro su voluntad por medio de la fuerza física; su propósito inmediato es derribar al adversario y privarlo de toda resistencia.

Él desplaza nuestra imagen convencional del duelo y construye una imagen que es patrimonio de su teorización: esta imagen inicial es la de dos luchadores, que son tales en tanto usan la fuerza, y “tratan” de imponer al otro su voluntad. En este texto entran en juego varios elementos: Un medio, la fuerza física; un objetivo teleonómico, imponer la voluntad al otro; pero también una cierta inmediatez, la condición para lograr imponer la voluntad al otro es “derribar al adversario y privarlo de toda resistencia”.4 El punto de partida es la relación entre “dos iguales”; tanto “uno” como el “otro” tienen la misma meta: imponer su voluntad, derribar al otro para quitarle la capacidad de resistir. Son simétricos e iguales, no hay diferencia. El duelo, es al inicio, una relación simétrica entre iguales.

Aparecen dos propósitos. El primero es el de imponer su voluntad, pero para lograrlo es necesario un medio: la fuerza física. La situación buscada es una situación intermedia: arrebatar la capacidad de resistencia.

Al avanzar en su modelo del duelo Clausewitz retorna a la guerra: La guerra es, en consecuencia, un acto de violencia para imponer nuestra voluntad al adversario.

Todo acto de violencia para imponer nuestra voluntad al adversario: eso es guerra.

Los atributos de la guerra son hasta ahora:

  1. 1. Uso de la fuerza (“violencia”), para:
  2. 2. Quitar la capacidad de resistencia al adversario.
  3. 3. Imponer la propia voluntad.

La violencia para enfrentarse con la violencia, recurre a las creaciones del arte y de la ciencia.

Él ha llamado violencia al uso de la fuerza, pero ¿qué es la fuerza? Retomemos el texto y analicemos su caracterización de la fuerza está aquí: “uno de los cuales trata de imponer al otro su voluntad por medio de la fuerza física”. Por el momento, la noción de fuerza nos remite a fuerza física.

Pero además, en la frase que encabeza este párrafo, Clausewitz sustantiviza la violencia porque está centrando la atención en el ámbito de la violencia para caracterizarla. Así la “personifica”: la violencia, como si fuera una persona “recurre” a “las creaciones del arte y de la ciencia”5.

La referencia a ciencia nos remite al conocimiento, la referencia al arte, nos remite al uso de ese conocimiento. Recurre, entonces, a la constitución de un conocimiento y al uso de ese conocimiento.

Va acompañada de restricciones insignificantes que es casi inútil mencionar, que se impone a sí misma y son conocidas bajo el nombre de leyes y usos internacionales, pero que en realidad no debilitan su fuerza.

Este “sujeto”, esta personificación, este elemento sustantivo que es la violencia, tiene una limitación. La violencia en Clausewitz, es decir, el uso de la fuerza física material en el contexto del duelo, está “cerrada” por leyes de carácter jurídico-institucional, tanto nacionales como internacionales. El uso de la violencia no se reduce a la plenitud de las leyes físicas de la naturaleza, sino que está acotada, entornada, por este marco jurídico-institucional.

Recordemos que Clausewitz se está dirigiendo a un lector. Hay una complicidad: su mundo, su medio, su momento. Pero Clausewitz no se subordina a esa complicidad, aunque inicialmente diga: “que es casi inútil mencionar”, “que se impone a sí misma”; tratando de no soslayar la concepción del mundo del lector. Lo sustantivo es señalado al final del párrafo: “pero que en realidad no debilitan su fuerza”. Aquí relativiza el peso de estas leyes, le restringe su papel: su consecuencia no es el debilitamiento de las fuerzas existentes.

¿Qué se traduce de toda esta línea? Que el desarrollo de la fuerza física está constituida por dos procesos: el de existencia de las leyes naturales y el jurídico-normativo.

La guerra no es el uso infinito y ciego de la violencia, pero –diría Clausewitz– en la guerra se usa infinita y ciegamente la violencia.

Clausewitz ha utilizado ya varios conceptos:

Es necesario caracterizar la palabra violencia ¿no nos remite a una situación? ¿Es solo fuerza o fuerza aplicada de determinada manera? La noción de fuerza física es, estrictamente hablando, un tipo de realidad del campo de las leyes físico-naturales, estén o no involucrados cuerpos humanos.

Es al hablar de duelo que aparece la idea de violencia, de dos luchadores que usan la fuerza física para imponer su voluntad al otro.

Violencia es, en realidad, el proceso de imposición de la voluntad a otro mediante el uso de la fuerza. La guerra es el uso de las violencias.

Clausewitz prosigue caracterizando la violencia como violencia física:

La violencia, es decir, la violencia física (porque no existe violencia moral fuera de los conceptos de ley y estado), es de este modo el medio: imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo7.

Clausewitz analiza los duelos innumerables, observa en ellos la fuerza física y señala: es un medio, es necesario diferenciarlo del objetivo.

Para tener la seguridad de alcanzar este objetivo debemos desarmar al enemigo; y este desarme es, por definición, el propósito específico de la acción militar, propósito que reemplaza al objetivo y en cierto sentido prescinde de él como si no formara parte de la propia guerra.

Este párrafo es sustantivo porque el objetivo que era antes la noción de imponer la voluntad, es dejado fuera de este modelo y desarmar al enemigo ocupa el lugar que hace consistente el uso de medios. El uso del medio –fuerza física– tiene como propósito inmediato y directo el desarme del enemigo, pero no tiene como propósito inmediato imponer la voluntad al enemigo.

Dice Clausewitz:

...y este desarme es, por definición, el propósito específico de la acción militar; propósito que reemplaza al objetivo y en cierto sentido prescinde de él como si no formara parte de la propia guerra.8

La guerra no es definida por el criterio de imponer la voluntad. Esto, veremos luego, está más bien ligado con la relación entre “guerra” y “política”, independientemente de la relación que se establezca entre ambas. Los objetivos de la política no constituyen el ámbito de la guerra; la guerra pretende el desarme del otro, ese es su ámbito. Clausewitz lo está despejando, reduciendo a su esencia.

La guerra queda así definida por un medio: el uso de la fuerza física; y por un objetivo: desarmar al enemigo. La legitimidad del uso de la fuerza está dada en función del nivel e intensidad del desarme alcanzado.9

CONVERSACIÓN II. LA VOLUNTAD

Seguimos con Clausewitz:

3. Uso ilimitado de la fuerza Muchas almas filantrópicas imaginan que existe una manera artística de desarmar o derrotar al adversario sin excesivo derramamiento de sangre, y que esto es lo que se propondría lograr un verdadero arte de la guerra. Esta es una concepción falsa que debe ser rechazada, pese a todo lo agradable que pueda parecer. En asuntos tan peligrosos como la guerra, las ideas falsas inspiradas en el sentimentalismo son precisamente las peores. Como el uso máximo de la fuerza física no excluye en modo alguno esta fuerza con crueldad, sin retroceder ante el derramamiento de sangre por grande que sea, obtiene ventaja sobre el adversario, siempre que éste no haga lo mismo. De este modo dicta su ley al adversario y cada cual empuja al otro a la adopción de medidas extremas que le oponga el contrario.

Es así como debemos encarar este asunto ya que el tratar de ignorar el elemento brutalidad, a causa de la repugnancia que inspira, sería un despilfarro de fuerza por no decir un error.

El límite de la fuerza física es fuerza física. En la guerra hay una relación entre fuerzas físicas. Cuando se analiza al enemigo no se lo puede ver solamente como él se ve a sí mismo, sino como objetivamente es, con toda la fuerza física que él es, la use o no.

Lo que subraya Clausewitz al decir que “las leyes y usos internacionales” no debilitan la existencia de violencia, es que él no soslaya a esas “almas filantrópicas” que quieren evitar el derramamiento de sangre. Pero el acento de Clausewitz está puesto en que ni los sistemas jurídicos, ni las almas filantrópicas frenan el uso de la fuerza, lo único que la frena es que se le contraponga otra fuerza material.

Clausewitz está mirando una relación, no uno de los polos de ésta. La guerra es una relación en la que entra toda la fuerza física preexistente, lo que hay que estudiar es cómo se ordenan, cómo se contraponen y cómo se relacionan entre sí tales fuerzas.

Si las guerras entre naciones civilizadas son menos crueles y destructoras que las de las no civilizadas, la razón reside en la situación social de los estados considerados en sí mismos y en sus relaciones recíprocas. La guerra surge, con esa condición y sus circunstancias concomitantes. Pero tales elementos de por sí, no son parte de la guerra, sino que preexisten con respecto a ella. En filosofía de la guerra no podemos introducir en modo alguno un principio moderador sin caer en el absurdo.

Una vez creadas las condiciones para el ejercicio de las “leyes de la guerra” toda la fuerza en juego se usa.

En los conflictos entre los hombres intervienen en realidad dos elementos diferentes: el sentimiento hostil y la intención hostil. Hemos elegido el último de estos dos elementos como rasgo distintivo de nuestra definición por ser el más general. Es inconcebible que un odio salvaje, casi instintivo, exista sin la intención hostil, mientras que hay casos de intenciones hostiles que no van acompañados de ninguna animosidad o, por lo menos, de ningún sentimiento de animosidad predominante. Entre los salvajes prevalecen las intenciones de origen emocional; entre los pueblos civilizados, las inspiradas por la inteligencia. Pero esta diferencia no reside en la naturaleza intrínseca del salvajismo o de la civilización sino de las circunstancias que los rodean, sus instituciones, etc. Por lo tanto, no existe necesariamente en todos los casos, pero prevalece en la mayoría de ellos. En una palabra, hasta las naciones más civilizadas pueden inflamarse con pasión en odio recíproco.

Vemos, por lo tanto, cuán lejos estaríamos de la verdad si atribuyéramos la guerra entre pueblos civilizados a actos puramente racionales de sus gobiernos, y si la concibiéramos como libre siempre de todo apasionamiento, de modo que en conclusión no habría de ser necesaria la existencia física de los ejércitos, sino que bastarían las relaciones teóricas entre ellos o lo que habría de ser una especie de álgebra de la acción.

La teoría comenzaba a orientarse en esta dirección cuando los acontecimientos de las últimas guerras le imprimieron un nuevo. Si la guerra es un acto de violencia, las emociones están necesariamente involucradas en ella. 10

Comienza a incorporar “lo social”, a partir del carácter físico que tiene lo social. No lo introduce a partir de las formas sociales, que son punto de llegada, sino a partir del punto de partida mismo.

Si las emociones no dan origen a la guerra, éstas ejercen, sin embargo, una acción mayor o menor sobre ella, y el grado de la reacción depende no del estado de la civilización sino de la importancia y duración de los intereses hostiles.11

El uso de la violencia depende de la relación entre fuerzas materiales en cada momento. Aquí, introduce por primera vez dos elementos que desarrollará después: intensidad y duración de la fuerza. La guerra es una relación entre fuerzas físicas; así solo haya cuerpos humanos, en principio, estos están presentes en tanto son capaces de generar fuerza material.

Por lo tanto, si vemos que los pueblos civilizados no matan a los prisioneros, ni saquean las ciudades, ni arrasan los campos, esto se debe a que la inteligencia desempeña un papel importante en la conducción de la guerra y les ha enseñado a aplicar su fuerza recurriendo a medios más eficaces que los de esas brutales manifestaciones del instinto.

La finalidad de Clausewitz en todo este párrafo es reiterar que el “estado de ánimo”, las “emociones”, etc. no son una explicación causal para la relación de guerra, en tanto relación de fuerzas materiales.

Son una variable interviniente, pero no causal. No se establece una relación de guerra por el “estado de ánimo”, si bien éste es componente esencial en el proceso mismo de esa relación material. Clausewitz decía, al iniciar este párrafo, que es necesario distinguir entre el sentimiento de hostilidad y la intención hostil, y que él se ocupaba esencialmente de la intención hostil, porque la intención hostil es la que norma el tema de la violencia, del uso de la fuerza. El sentimiento hostil es un componente.

Una relación de hostilidad como es la guerra, supone dos vectores: intención y sentimientos. Involuntariamente, para la mayoría de las personas, se diluye el vector intención y se tiende a enfatizar el vector “estado de ánimo”, “sentimiento”. Clausewitz, respondiendo a esta visión, enfatiza el elemento de la intención.

Pero el núcleo es que la relación de hostilidad tiene dos vectores. El vector de la intención es el que tiene fuerza explicativa acerca de la forma y el contenido de esa relación de hostilidad. El vector “estado de ánimo” tiene el carácter de un elemento interviniente, pero que no tiene la fuerza de ser explicativo, ni por supuesto limitativo.

La invención de la pólvora y el constante perfeccionamiento de las armas de fuego muestran por sí mismos, con suficiente claridad, que la necesidad inherente al concepto teórico de la guerra, la de destruir al enemigo, no ha sido en modo alguno debilitada o desviada por el avance de la civilización.

Repetimos por lo tanto nuestra afirmación: la guerra es un acto de violencia y no hay límite a la manifestación de esta violencia. Cada adversario impone su ley al otro y esto redunda en una acción recíproca que, teóricamente, debe llegar a sus últimas consecuencias. Esta es la primera acción recíproca que se nos presenta y el primer extremo.

(Primera acción recíproca)

AXIOMA I. TODA LA FUERZA MATERIAL INVOLUCRADA ENTRA EN JUEGO.

Este axioma es como el “principio de inercia”12 del modelo, no nos responde aún el problema del cómo.

A esto Clausewitz lo llama “Primera acción recíproca” porque está siempre intentando caracterizar una relación, no a un luchador aislado. La guerra es una relación que debe ser caracterizada, es una relación que depende, en primera instancia, de la fuerza material existente. No se reduce a esto, pero esto es algo que Clausewitz nunca soslaya.

El propósito de desarmar al enemigo

Hemos dicho que el desarme del enemigo es el propósito de la acción militar, y queremos mostrar que esto es necesariamente así, por lo menos en teoría.

Para que nuestro oponente se someta a nuestra voluntad debemos colocarlo en una posición más desventajosa que la que implica el sacrificio que le exigimos. Las desventajas de tal posición no habrán de ser naturalmente transitorias o, al menos, no habrán de parecerlo, ya que de lo contrario nuestro oponente habría de esperar un momento más favorable y se negaría a rendirse. Como resultado de la continuación de la acción militar, todo cambio en su posición debe conducirlo, por lo menos teóricamente, a posiciones aún menos desventajosas. La peor situación ha que debe ser llevado un beligerante es la del desarme completo. Por lo tanto, si por medio de la acción militar obligamos a nuestro oponente a hacer nuestra voluntad, debemos, o bien desarmarlo de hecho, o bien colocarlo en tal condición que se sienta amenazado por la posibilidad de que lo logremos. De aquí se desprende que el desarmar o destruir al enemigo (cualquiera sea la expresión que elijamos) debe ser siempre el propósito de la acción militar.

Pero la guerra no es la acción de una fuerza viva sobre una masa inerte (la no resistencia absoluta no sería guerra en forma alguna), sino que es siempre el choque entre dos fuerzas vivas, y damos por sentado que lo que hemos dicho sobre el propósito último de la acción militar se aplica a ambos bandos. Tenemos aquí nuevamente, una acción recíproca. Mientras no haya derrotado a mi adversario debo temer que él pueda derrotarme. Yo no soy, pues dueño de mi mismo ya que él me impone su ley al igual que yo impongo la mía. Esta es la segunda acción recíproca que conduce a un segundo extremo.13 (Segunda acción recíproca)

De aquí desprendemos la “Segunda acción recíproca”, es decir, el

AXIOMA II. CADA UNO SE RELACIONA CON LA PROPIA FUERZA PARA INTENTAR DESARMAR AL OTRO.

Clausewitz habla de un estado de enajenación en que “no soy dueño de mí mismo”. Lo que remarca es que existe un grado de subordinación a las fuerzas materiales, y que esta subordinación “se impone” como algo ya ajeno al control individual.14

Hay aquí una imagen de “fuerzas ciegas” que no pueden ser controladas por la voluntad.

5. Máximo despliegue de fuerzas

Si queremos derrotar a nuestro adversario debemos regular nuestro esfuerzo de acuerdo con su fuerza de resistencia. Esta se manifiesta como producto de dos factores inseparables: la magnitud de los medios a su disposición y la fuerza de su voluntad. Es posible calcular la magnitud de los medios de que dispone ya que estos se basan en cifras (aunque no del todo); pero la fuerza de la voluntad sólo puede ser medida en forma aproximada, por la fuerza del motivo que la impulsa. Suponiendo que por este camino lográramos un cálculo razonable aproximado del poder de resistencia de nuestro oponente, podríamos regular nuestros esfuerzos de acuerdo con dicho calculo e intensificarlos para obtener una ventaja o bien sacar de ellos el máximo posible, si nuestros medios no bastaran para asegurarnos esa ventaja. Pero nuestro adversario procede del mismo modo y surge así entre nosotros una nueva pujanza que desde el punto de vista de la teoría pura nos lleva una vez más a un punto extremo. Esta es la tercera acción recíproca que encontramos y el tercer extremo.15 (Tercera acción recíproca)

Recapitulemos los Axiomas descriptos:

AXIOMA III. ES NECESARIO EL CONOCIMIENTO DE LA FUERZA DEL ENEMIGO, DE ACUERDO A DOS MAGNITUDES: LA MAGNITUD DE FUERZA Y SU VOLUNTAD.

Hasta este momento la guerra sólo es visualizada como un modelo de intención hostil, cuyo punto de partida es que la guerra es un conjunto de duelos entre iguales. La guerra es por ahora sólo el uso de fuerzas materiales, y en tanto fuerzas materiales sólo así los Axiomas I, II y III se cumplen.

Pero estos tres elementos no son los únicos que actúan para determinar la magnitud de la fuerza y como ésta se emplea. Porque si bien la guerra es una relación, no es la única relación que entra en juego. Como relación de fuerzas únicas se rige por las Tres Acciones Recíprocas, por los tres axiomas que tienden al uso extremo de las fuerzas.16

CONVERSACIÓN III. LA REALIDAD.

6. Modificaciones en la práctica

En el dominio abstracto de las concepciones puras, el pensamiento reflexivo no descansa hasta alcanzar el punto extremo porque es con extremos con lo que tiene que enfrentarse, con un choque de fuerzas libradas a sí mismas y que no obedecen a más ley que la propia. Por lo tanto, si queremos deducir de la concepción puramente teórica de la guerra un propósito absoluto, preconcebido y los medios a emplear, estas acciones recíprocas continuas nos conducirán a extremos que no habrían de ser más que un juego de imaginación producido por el encadenamiento apenas visible de sutilizas lógicas.

Clausewitz comienza aquí la tarea de señalar y reafirmar que los tres axiomas anteriores sólo son válidos en el campo de la reflexión, y, además de una reflexión que sólo tuviera en cuenta la específica existencia de esas fuerzas materiales. Es decir, en tanto sólo existen esas fuerzas materiales, las tres acciones recíprocas serían verdaderas. Este es el campo de la abstracción pura, y de una sola abstracción pura, la que hace referencia solamente a esas fuerzas materiales.

Si, ciñéndonos estrechamente a lo absoluto, nos proponemos eludir con una simple afirmación todas las dificultades y con rigor lógico insistimos para ofrecer el máximo de resistencia y hacer frente al máximo de esfuerzo, esa afirmación será letra muerta y sin aplicación en el mundo real.

Si suponemos también que este máximo de esfuerzo es un absoluto, fácil de determinar, debemos admitir sin embargo que no es fácil que la mente humana se someta al gobierno de esas fantasías lógicas. En muchos casos, el resultado habría de ser un derroche inútil de fuerza que se vería restringido por otros principios del arte de gobernar. Esto requeriría un esfuerzo de voluntad desproporcionado en relación con el objetivo que nos proponemos e imposible de realizar. En efecto, la voluntad del hombre nunca extrae su fuerza de sutilezas lógicas.

Todo cambia de aspecto, sin embargo, si pasamos del mundo abstracto al de la realidad. En el primero todo debía quedar supeditado al optimismo, de modo de concebir ambos bandos no sólo tendiendo a la perfección sino alcanzándola. ¿Sucederá esto siempre en la práctica? Las condiciones para ello serían las siguientes:

1) Que la guerra fuera un acto totalmente aislado: que surgiera súbitamente sin conexión con la vida anterior del estado;

2) Que consistiera en una decisión única o en varias decisiones simultáneas;

3) Que su decisión fuera definitiva y que la consiguiente situación política no fuera tenida en cuenta ni influyera sobre ella.17

7. La guerra nunca es un acto aislado

Al referirnos al primero de estos tres puntos debemos recordar que ninguno de los dos oponentes es para el otro un ente abstracto, ni aun en lo que concierne al factor de la capacidad de resistencia que no depende de cosas externas, o sea, la voluntad. Esta voluntad no es algo totalmente desconocido; lo que ha sido hasta hoy nos indica lo que será mañana 18 . La guerra nunca estalla súbitamente ni su propagación se produce en un instante. De tal modo, cada uno de los adversarios puede, en gran medida, formarse una opinión sobre el otro, por lo que éste realmente es y hace, y no por lo que teóricamente debería ser y hacer. Sin embargo, por su imperfecta organización, el hombre se mantiene siempre por debajo del nivel de la perfección absoluta y así estas deficiencias, inherentes a ambos bandos se convierten en un principio moderador.

Tomando los supuestos anteriores la imagen es el uso total de la fuerza, el agotamiento de la fuerza. Clausewitz ahora trata de establecer las condiciones de existencia de las fuerzas materiales, ahora va a mostrar las condiciones de existencia objetivas de esas fuerzas materiales.

“La guerra nunca es una acto aislado”: porque la existencia de estas fuerzas materiales no está aislada de sus condiciones objetivas.

En este inciso 7, Clausewitz hace una primera aproximación a su noción de tiempo. Su noción de tiempo estará articulada con la sucesión de los enfrentamientos, con la existencia de las fuerzas materiales.

Su noción de tiempo va a estar signada por las formas que en la realidad van tomando los encuentros, y las fuerzas involucradas en esos encuentros.

En su argumentación anterior, Clausewitz anulaba la dimensión espacio-temporal; espacio y tiempo tendían a 0, pero ahora, él comienza a cuestionar esto. La dimensión tiempo de Clausewitz va más allá del reloj y el calendario, depende de lo que sucede: de la magnitud de las fuerzas y sus interrelaciones, de la forma en que estas fuerzas se articulan.

El contenido de la dimensión temporal va a estar definido por la sucesión de las relaciones entre fuerzas. Así, Clausewitz dice: “La guerra nunca estalla súbitamente ni su propagación se produce en un instante”.

En la primera teorización de Clausewitz, en los III Axiomas, están siempre presentes los volúmenes totales de fuerza, la intensidad total de la fuerza, por eso la fuerza tendía al agotamiento; el uso total de la fuerza se daba en un instante donde el espacio y el tiempo tendían a 0.19

Ahora vamos a comenzar a ver como él nos da los criterios, los atributos, para comprender cuál es la forma de existencia real de ese total de fuerza. Esta forma real de existencia, adopta características específicas peculiares, que no son las del desarrollo abstracto anterior.

Primera advertencia, entonces: existe la dimensión tiempo. El tiempo se refiere a los volúmenes de fuerza existentes en una secuencia y no en un instante.

8. La guerra no consiste en un golpe sin dirección.

El segundo de estos tres puntos nos sugiere las siguientes observaciones: Si el resultado de la guerra dependiera de una decisión única o de varias decisiones imultáneas, los preparativos para esa decisión o para estas decisiones diversas deberían llevarse hasta el último extremo. Nunca podría recuperarse una oportunidad perdida; la única norma que podría darnos el mundo real para los preparativos pertinentes, sería, en el mejor de los casos, la medida de los preparativos de nuestro adversario, por lo que de ellos llegáramos a conocer, y todo lo demás habría de quedar nuevamente relegado al campo de la abstracción. Si la decisión consistiera en varios actos sucesivos, cada uno de éstos, con sus circunstancias concomitantes, podría suministrar una norma para los siguientes y, de este modo, el mundo real ocuparía también aquí el lugar del mundo abstracto, atenuando de acuerdo con ello, la tendencia hacia el extremo.

El segundo Axioma estaba fundado en que la tendencia, en la relación entre ambas fuerzas, era al agotamiento de la fuerza; en cambio, al hacer entrar la dimensión temporal, Clausewitz cuestiona esta tendencia al agotamiento de la fuerza.

Si en el enfrentamiento se usa toda la fuerza, la tendencia sería a un solo combate en el cual está toda la fuerza implicada. Esta imagen deja de lado el desarrollo de la relación entre fuerzas, porque ese desarrollo exige que no entre en forma instantánea y total la fuerza, sino que se efectúe una “distribución”, una secuencia de esa fuerza.20

Sin embargo, toda guerra quedaría reducida necesariamente a una decisión única o a varias decisiones simultáneas, si los medios disponibles para la lucha fueran puestos en acción a un tiempo o pudieran ser puestos de este modo. Un resultado adverso reduciría estos medios; y si hubieran sido empleados o agotados todos en la primera decisión, no habría base para pensar en una segunda decisión. Todas las acciones en esencia parten de la primera, y sólo constituirían su continuación.

Pero hemos visto que, ya en los preparativos para la guerra, el mundo real ha ocupado el lugar de la idea abstracta, y que una medida real ha ocupado el lugar de un extremo hipotético. Cada uno de los oponentes, aunque no fuera por otra razón, se detendrá por lo tanto en su acción recíproca lejos del esfuerzo máximo y no pondrá en juego al mismo tiempo la totalidad de sus recursos.

Pero la naturaleza misma de estos recursos y de su empleo, hace imposible la entrada en acción simultánea de los mismos. Estos recursos comprenden las fuerzas militares propiamente dichas, el país con su superficie y población y los aliados.

Aquí empieza a establecer el entorno de la existencia de las fuerzas materiales y de sus relaciones. Comienza a suplantar las condiciones de verdad teóricas, lógico-abstractas, por condiciones de existencia real-concreta de esas fuerzas materiales, es allí donde enumera los recursos:

El país, con su superficie y población, no sólo es la fuente de las fuerzas militares propiamente dichas, sino que, en sí mismo, es también una parte integral de los factores que actúan en la guerra, aunque solo sea la parte que suministra el teatro de operaciones o tiene marcada influencia sobre él. Ahora bien; todos los efectivos militares pueden ser movilizados simultáneamente, pero esto no se aplica a las fortalezas, los ríos, las montañas, los habitantes, etc., en una palabra, el país entero, a menos que sea tan pequeño que la primera acción bélica lo envuelva totalmente. Además, la cooperación de los aliados no es cosa que dependa de la voluntad de los beligerantes, y ocurre frecuentemente, por la misma naturaleza de las relaciones políticas, que no se hace efectiva sino más tarde, o se refuerza con el propósito de restablecer el equilibrio perdido.

Clausewitz quiere señalar en esta etapa que los elementos que constituyen las fuerzas materiales, invalidan la concepción del “instante”; es decir, invalidan cualquier concepción donde no aparezca el elemento tiempo [t = 0].

La primera imagen de fuerza material, es una imagen “sin tiempo ni espacio”, lo que comenzamos a desarrollar en esta parte es cómo se constituyen las nociones de “tiempo” y “espacio” en Clausewitz, en la guerra. El “tiempo” es la forma concreta en que se articula la existencia de una fuerza material, su proceso de formación y constitución, y sus relaciones con otras fuerzas materiales. La secuencia en que se construye y se articula una fuerza material es el “tiempo”.

Este elemento nos ayudará a constituir los verdaderos vectores de la dimensión “tiempo” en la lucha de clases.

El “espacio” más que la referencia a la localización geográfica –que es la concepción en la que hemos sido construidos, y que permanentemente nos gana– es la referencia a las “formas” constitutivas de las fuerzas materiales y su relación con otras.

Pero entonces ¿cuál es la diferencia entre “tiempo” y “espacio”? Una cosa es observar la articulación de las fuerzas, y otras es observar el proceso mismo de constitución de lo que se va articulando. Observar la articulación nos ayuda a construir nuestra dimensión temporal; al observar el proceso mismo de constitución, estamos construyendo la dimensión “espacio”.

¿Es esta la concepción de “tiempo” y “espacio” que tiene Clausewitz? Se trata más bien, de la que se desprende del desarrollo de su modelo. El “tiempo” y el “espacio” son atributos de existencia de estas fuerzas materiales concretas. 21

Más adelante explicaremos con lujo de detalles que esta parte de los medios de resistencia que no puede ser puesta en acción a un tiempo es, en muchos casos, una parte del total mucho mayor de lo que podríamos pensar a primera vista y que, por lo tanto es capaz de restablecer el equilibrio de fuerzas, aun cuando la primera decisión se haya producido con tal violencia que de ese modo haya alterado seriamente el equilibrio. Por ahora, bastará con dejar sentado que es contrario a la naturaleza de la guerra el que todos nuestros recursos estén en juego al mismo tiempo. Esto, en sí mismo, no habrá de motivar la disminución de la intensidad de nuestros esfuerzos en la decisión de las acciones iniciales, ya que un comienzo desfavorable es desventaja a la cual nadie se expondría de intento, dado que si bien la primera decisión es seguida por otras, mientras más decisiva sea, mayor será su influencia sobre las que le sigan. Pero el hombre trata de eludir el esfuerzo excesivo al amparo de la posibilidad de que se produzca una decisión subsiguiente y, por lo tanto, no concreta ni pone en tensión sus recursos para la primera decisión hasta donde hubiera podido hacerlo, de no mediar aquella circunstancia. Lo que uno de los adversarios no hace por debilidad, se convierte para el otro en base real y objetivo para aminorar sus propios esfuerzos y, de este modo, a través de esta acción recíproca, la tendencia hacia el extremo se reduce una vez más a un esfuerzo limitado.

En su primer modelo (el que se regía por los tres axiomas o acciones recíprocas), las fuerzas tienden al agotamiento, es decir F 0. En el modelo que presenta ahora, más complejo, se mueve entre una tendencia al agotamiento F 0 y una tendencia al infinito F ∞. Las fuerzas, en abstracto, tienden al agotamiento; en concreto, tienden a la prolongación infinita. [El modelo implícito es el del cálculo infinitesimal].

En realidad los dos modelos son abstractos, teórico-metodológicos. En el primero, tiene sólo en cuenta la existencia de fuerzas materiales –sin humanidad, diríamos–. Si la guerra es sólo existencia de fuerza material tiene una tendencia al agotamiento. En el segundo, tiene en cuenta el modelo concreto de guerra, aún cuando en términos de la existencia de fuerzas materiales, sin humanidad plena, todo se transforma en un infinito. Se trata, primero, de un modelo de fuerzas materiales en abstracto (F 0) después, de un modelo de fuerzas materiales en concreto (F ∞).

[El modelo que él va a construir es un modelo que posibilita la desmitificación de las fuerzas materiales.]

9. El resultado de la guerra nunca es absoluto.

Por último, la decisión final de una guerra total no siempre debe ser considerada como absoluta. El Estado derrotado, a menudo ve en ella un mal transitorio para el que puede encontrarse un remedio en las circunstancias políticas venideras. Es evidente que esto atenúa en gran medida, la violencia de la tensión y la intensidad del esfuerzo.

En el siguiente párrafo, que es sustantivo, se va a producir un corte, una línea divisoria entre los dos modelos. Pero es una línea que establece una articulación entre las dos polaridades:

10. Las posibilidades de la vida real ocupan el lugar de lo extremo y de lo absoluto conceptuales.

De este modo, toda la acción de la guerra deja de estar sujeta a la ley estricta de las fuerzas compelidas hacia el punto extremo. Dado que no se evita ni se busca ya el extremo, se deja que la razón determine los límites del esfuerzo, y esto sólo se puede hacer con la ley de las probabilidades por deducción de los datos suministrados por los fenómenos del mundo real. Si los adversarios no son ya abstracción pura sino estado y gobiernos individuales; si el curso de los acontecimientos no es ya teórico, sino que está determinado de acuerdo con sus propias leyes, entonces la situación real suministra los datos para determinar lo que se espera, la incógnita que debe ser despejada. De acuerdo con la ley de las probabilidades y por el carácter, las instituciones, la situación sacará sus conclusiones respecto a cuál será la acción del contrario y de acuerdo con ello determinará la suya propia.

¿Qué tipo de racionalidad sugiere Clausewitz?: Una racionalidad probabilística.22 Inicialmente, cuando suponía la relación entre dos fuerzas materiales, no introducía aún el elemento probabilístico; pero lo introduce una vez que concretiza su concepción de relación entre fuerzas materiales. Por lo tanto, la racionalidad que permite entender esas fuerzas desiguales es probabilística.

Una mirada probabilística está fundada en la teoría del azar, construye un discurso teórico “azaroso”, que tiene en cuenta los factores “necesarios” y los factores “imponderables”.

[Clausewitz se adscribe a un discurso teórico que se construye entre los siglos XVIII-XIX].

A los tres puntos de llegada de Clausewitz, éste opone una razón probabilística que pondera las fuerzas existentes y limita esos tres puntos. La razón probabilística se convierte en razón normativa.

CONVERSACIÓN IV. LA TOTALIDAD.

Precondiciones para las nociones de estrategia y táctica.

Imagen de TOTALIDAD.

Clausewitz, mediante el doble movimiento de la construcción de los axiomas y de su crítica posterior, construye las bases sobre las que se fundará el status teórico de las nociones de estrategia y táctica.

La estrategia, hace referencia al campo de la decisión de los encuentros que un determinado volumen de fuerza va estableciendo, se refiere a la decisión sobre la distribución de los encuentros.

La táctica, hace referencia a las fuerzas parciales involucradas en los encuentros. La noción de estrategia se refiere al volumen total de la fuerza, a la distribución de la fuerza en relación al conjunto de los encuentros; mientras la noción de táctica se refiere a la distribución parcial de la fuerza en cada encuentro.

En esta parte del texto, Clausewitz está sentando las bases para la formulación de las nociones de táctica y estrategia, a partir de la delimitación de las dimensiones tiempo y espacio.

Clausewitz intenta hacernos comprender la necesidad de observar los volúmenes parciales y totales de fuerza; para ello remarca una etapa preliminar: las relaciones entre fuerzas siempre deben ser leídas en función de que esa relación específica y particular que toman las fuerzas es la resultante de la existencia de un volumen total de fuerza, y del hecho que ese volumen total de fuerza no se presenta como un volumen total abstracto, sino constituido de fuerzas parciales en relación.

Clausewitz aún no ha llegado a la imagen de la dimensión estratégica y la dimensión táctica, pero está dando los prerrequisitos para que su noción de fuerza tenga la simultaneidad de ser un “conjunto total” constituido por “conjuntos parciales” interrelacionados (Piaget, 1980). Para construir la imagen de “totalidad” apela a una reflexión que es abstracta en la medida en que parte de la fuerza material “in abstracto”. La forma específica, la existencia real concreta de esa fuerza material, no deviene sólo de su existencia total, sino de su existencia en cada momento, de sus “parcialidades”.

La centralidad de su énfasis siempre va a estar dado porque su objeto son fuerzas materiales; pero todavía no analiza sus formas de existencia, quiere previamente asentar de manera sólida la imagen de la “totalidad” de la fuerza material.

Esta premisa de Clausewitz es válida, porque al analizar una confrontación su comprensión sólo es posible si tomo en cuenta la presencia de la totalidad de la fuerza, y por otra parte, si tengo claridad de lo que objetivamente es la existencia real de esa fuerza.

Sólo lograré captar si una estrategia tiene un carácter de ofensiva o defensiva, si tomo en cuenta la totalidad y la existencia parcial de las fuerzas materiales.

Volviendo al texto de Clausewitz, e intentando sintetizar, veremos que en esta primera parte del libro, hay un primer movimiento en el plano de la reflexión abstracta porque no tiene en cuenta la dimensión real y concreta de esta dimensión del análisis que es la fuerza material.

La vulgarización de la noción de fuerza material –como algo fetichizado y reificado– piensa a las fuerzas materiales como cosas.

Clausewitz está hablando de “fuerza material” como una dimensión teórica. Comienza su proceso de reflexión, tratando de fundar esta dimensión que es la fuerza material. En tanto se mueve en una abstracción, señala tres axiomas, que tendrá su modelo abstracto del duelo. Al criticar este modelo, Clausewitz va a criticar estos tres axiomas de acción-reacción para construir nuevas dimensiones abstractas del modelo, cuyo anclaje es el campo de la realidad; empieza, así, un proceso de aproximación al campo de la realidad, pero construyendo un nuevo ámbito de la reflexión abstracta. Va trasladándose del ámbito de una totalidad abstracta, a la construcción de una totalidad concreta (constituida por partes).

Es decir, él construye desde el inicio una totalidad, pero una totalidad abstracta, que irá transformándose en una totalidad concreta (concreto-abstracta).

En el estructuralismo la noción de totalidad como abstracción, muchas veces es reificada en un concreto falso. La función de la totalidad como abstracción no debe perderse al construir la totalidad concreta.

CONVERSACIÓN V. CONDICIONES DE VERDAD

Algunas conclusiones metodológicas.

Clausewitz en los tres axiomas –y por eso los comparábamos con el principio de inercia– se refiere estrictamente al proceso entre las fuerzas materiales existentes; por este motivo, hace abstracción de todo el resto.

El siguiente paso que da, es definir las condiciones necesarias para que los tres axiomas se cumplan. Es aquí que Clausewitz introduce una mirada distinta; a partir del señalamiento de la imposibilidad de que se den las condiciones de existencia de los tres axiomas, introduce una serie de principios moderadores. Es decir, comienza a corregir su modelo inicial, teórico-abstracto. 23

Clausewitz al invalidar los primeros tres axiomas, está intentando obtener otros, consistentes con los principios moderadores.

En los puntos 7, 8 y 9 del texto desarrolla la corrección de sus afirmaciones iniciales y la incorporación de otros señalamientos.

Cuando en el título del punto 7, afirma: La guerra nunca es un acto aislado, recordemos que uno de los presupuestos metodológicos del que parte su modelo inicial es que la guerra es un conjunto de duelos, con lo que anulaba la dimensión espacio-temporal, tomaba simultáneamente también parte y todo. Ahora, en cambio, comienza a otorgarse un valor a la dimensión espacio-temporal.

Por su imperfecta organización, el hombre se mantiene siempre por debajo del nivel de la perfección absoluta y así estas deficiencias, inherentes a ambos bandos se convierten en un principio moderador.

La distancia entre lo que cada fuerza “es” y lo que “debe ser” funciona como un principio moderador del uso de la fuerza: “De tal modo cada uno de los adversarios puede, en gran medida, formarse una opinión sobre el otro, por lo que realmente éste es y hace, y no por lo que teóricamente debería ser y hacer”. Clausewitz construye los tres axiomas primeros, a partir de una hipótesis: que alguien es lo que potencialmente puede llegar a ser. Abstraía el duelo en la pura noción de fuerza material; observaba toda la fuerza material, la realidad era todo lo que potencialmente podía ser. Ahora, en cambio, parte de que el enemigo no puede verse como el volumen total de la fuerza material que tiene, ese es su deber ser, su ser hace al acotamiento de su fuerza, al uso real de la misma.

El primer modelo se basa en el volumen total de la fuerza material y en ciertas relaciones que entre los volúmenes totales de fuerza se establecen, librados sólo a la influencia de las leyes de la naturaleza.

Para hacer existente la dimensión espacio-temporal, para que ésta deje de tender a 0, es necesario instaurar el campo de lo social en el modelo. Esto no quiere decir olvidarse del punto de partida anterior, sino acotarlo. No se trata de anular el ámbito de las “leyes de la naturaleza” que regía el modelo anterior, sino de trazarle límites, por eso se trata de principios moderadores. [Por supuesto, Clausewitz instaura “lo social” desde su perspectiva, desde su tiempo histórico y sus coordenadas sociales].

Es un principio moderador el comportamiento de quienes participan en el duelo, de la personificación social de las fuerzas materiales. [Esta es una traducción marxista de Clausewitz, no es en rigor lo que él dice.]

En el punto 8, Clausewitz afirma: La guerra no consiste en un golpe sin duración. Una vez que demostró que el duelo no está aislado, comienza a desarrollar la crítica de la noción de que el tiempo es igual a 0. La guerra tiene una secuencia, un ordenamiento.

¿Qué tipo de modelo está tratando de construir? Un modelo donde la existencia de fuerzas parciales sólo es inteligible a partir del conjunto total de la fuerza. En la guerra, la fuerza parcial tiene un ordenamiento construido en función de la fuerza total, pero no de una totalidad abstracta, sino de la expresión parcial, concreta, de esa fuerza total.

El contenido de la dimensión espacio-temporal es, para Clausewitz, la fuerza material y su forma de ordenarse secuencialmente. Así se definirán tiempo y espacio.

Clausewitz empieza aquí a trazar los fundamentos de sus nociones de estrategia y táctica. La táctica es una relación entre fuerzas parciales, determinada por el conjunto total de la fuerza. Clausewitz trasciende, con mucho, la estrecha concepción de la táctica como mediación.

La estrategia se refiere al uso de la fuerza total, no porque se use toda simultáneamente, sino porque siempre se mide a partir de la fuerza total. Sólo la lectura del conjunto de la fuerza permite conocer el valor estratégico del encuentro, y, por lo tanto, la decisión del uso de la fuerza parcial.24

La centralidad de la guerra es siempre el desarme, la noción de aniquilamiento, de destrucción de la fuerza material del enemigo. Esta es la diferencia entre la guerra y otros usos de la fuerza material como la represión policíaca. 25

Cuando un hombre piensa en términos revolucionarios, a partir de ese día, está en guerra. Debe entonces tener la concepción total de las fuerzas en pugna, sólo así puede entender la totalidad del proceso social porque las fuerzas materiales son procesos sociales.

Para la lectura de procesos revolucionarios sugerimos entonces la siguiente hipótesis: la lectura de todo encuentro exige, para llegar a comprender el volumen e intensidad de la fuerza involucrada en él, no sólo la lectura (táctica) de ese encuentro preciso, sino el conocimiento de su valor estratégico, y para ello es necesario llevar en cuenta el volumen total de la fuerza involucrada.

La meta de Clausewitz en De la guerra es, además de construir la dimensión estratégica y la dimensión táctica, delimitar la diferencia cualitativa esencial entre ataque y defensa.

Pienso que la centralidad de Clausewitz es fundar rigurosamente el corte entre ataque y defensa. Define, además, que el operador central de la guerra es la defensa; es ella la que marca el inicio de la guerra. Estos elementos son esenciales en la teoría de la lucha de clases.

La burguesía se comporta como una clase dominante –propietaria– de un territorio social y no sólo material, lo cual puede objetivarse cuando se analizan los aportes tecnológicos en sus estrategias político-militares. La estrategia y la táctica se vuelven los operadores básicos de toda reflexión sobre la lucha de clases–ya sea desde la perspectiva de la decisión de la burguesía, como de la reflexión revolucionaria y en particular sobre toda posibilidad de periodización de los enfrentamientos. Ambas categorías –la estrategia y la táctica– nacieron como consecuencia de la necesidad de objetivar las relaciones, las operaciones, que se producían en los enfrentamientos armados entre las fuerzas sociales de las clases dominantes; esas categorías nos indicaban las relaciones de fuerza existentes en relación a los diferentes niveles de enfrentamiento entre fuerzas sociales. La guerra –-lucha social desde la perspectiva de la burguesía–- presupone la búsqueda del aniquilamiento de la fuerza moral y material del enemigo; el encuentro –la decisión por las armas– se constituye en el eje sustantivo del ordenamiento social de la guerra. La estrategia y la táctica están necesariamente subordinadas al encuentro.

Pero, ¿cuándo comienza la guerra en la perspectiva burguesa? ¿Cuándo es que considera necesario imponer la decisión por las armas?

Clausewitz es elocuente al respecto:

Si pensamos cómo surge la guerra veremos que la concepción de la guerra no surge con la ofensiva, porque esta tiene como objetivo absoluto, no tanto el combate sino tomar posesión de algo. La guerra surge primero con la defensa, porque esta tiene como objetivo directo el combate, ya que la acción de detener el golpe y el combate son, evidentemente, una misma cosa. Detener el golpe es una acción dirigida por entero contra el ataque y, por lo tanto, lo presupone necesariamente; pero el ataque no está dirigido contra la acción de detener el golpe, sino hacia otra cosa: la posesión de algo y, en consecuencia, no presupone a la primera. Por consiguiente, es natural que quien haga entrar en acción primero al elemento de la guerra, quien desde su punto de vista sea el que primero conciba dos bandos opuestos, establecerá también las primeras leyes para la guerra, y es natural que lo sea el defensor.

Es la conciencia de clase poseedora que la burguesía tiene de sí misma –como expresión de su ser social– la que la lleva permanentemente a “sentirse” atacada ante cada intento de conquista, recuperación social y política de los sectores desposeídos.

Para regresar posteriormente al modelo del duelo, analizaremos aquí el modelo de las relaciones de intercambio.26

En las relaciones sociales de cambio, hay sólo dos tipos de relaciones posibles:

  1. - Venta

  2. - Compra

A Vende M. En el mismo instante A no puede vender- comprar.

D Compra B es necesaria una secuencia, u otro sujeto, B que compra con D.

Dentro de la fórmula de Marx D-M-D’ hay un esquema más complejo, que es el que desarrollaremos. Se trata de un leguaje codificado para describir un proceso social.

Nuestra simbología será la siguiente:

sujeto social, la letra lo individualiza.

propiedad.

propiedad que compra y/o vende.

Relación de intercambio:


¿Cuántas relaciones sociales tengo aquí?

  1. - Relaciones sociales de propiedad.

  2. - Relaciones sociales de cambio.

Veamos cómo, mediante un tipo de relación social (de cambio), altero otras relaciones (de propiedad), porque la resultante del proceso es:


El problema es que para explicar este proceso D-M-D’ me hacen falta otras relaciones. Hasta ahora:

  1. - Relaciones sociales de propiedad: Mercancía en sus distintas formas.

  2. - Relaciones sociales de cambio:

Vende

Compra

Veamos:

En D-M-D’

Tengo:

M-D-M-D’-M

D’= D

El modelo que podría presuponer es:


Que intercambian


¿Pero qué pasó aquí?

En la primera relación de intercambio, utilizamos a dos sujetos sociales (A y B) que tenían dos pares de relaciones sociales cada uno: propiedad y venta-compra.

Pero para hacer referencia al proceso de D-M-D’ requiero apelar a C, para explicar de dónde proviene D’, lo cual es una falacia. Porque C tendría que poder ser reemplazado por un gesto antojadizo de A o B, ya que A o B podrían vender algo después de haberlo comprado…

En términos de exigencia lógica C es una muletilla, podríamos haber hecho lo siguiente:


Y así aparece la falacia, porque como en un acto de magia aparece D’.

En realidad, lo que sucedió es que como había tres cosas (D-M-D’) decidimos arbitrariamente poner tres propietarios, cada uno de los cuales estaba definido por la acción de vender o de comprar.

Pero en la lógica estricta de la relación de cambio, tendría que bastar con dos. Esta es la famosa “alquimia” a que hacía referencia Marx: mágicamente D se transforma en D’, obtenemos más dinero. Incorporar C es una forma de fetichismo, de personificar D’ para intentar explicarlo.

El cambio nos permite describir la alteración de las relaciones de propiedad, pero no la alteración de las mediaciones (D). El intercambio describe y señala –no explica–, es el cambio en las relaciones de propiedad, pero no tiene capacidad ni de describir, ni de explicar, cómo D se transforma en D’. No explica el cambio de la realidad mercancía, cualquiera sea su forma.

El tercer personaje (C) da la apariencia de la consistencia, que encubre el error. Hay un tonto que vende más barato y uno que vende más caro. Pero si volvemos al esquema inicial se hace evidente el absurdo. (Para ello sólo requerimos que el sistema sea reversible, hecho que nada contradice hasta ahora).

El mecanismo que se utiliza –lo veíamos ya cuando Clausewitz personifica la violencia– es en vez de resolver la emergencia de D’, que es la referencia a un proceso que lo constituye, personificar este proceso.27

Así, para explicar a D’ se hace aparecer la personificación de C, un capitalista, un ganancioso.

Inicialmente teníamos un código definido a partir de dos tipos de relaciones sociales: de cambio y de propiedad. Las relaciones de cambio definían a su sujeto en términos de acciones posibles (vender o comprar) subordinadas a las relaciones de propiedad establecidas.

Hasta ese momento no habían tenido importancia las mediaciones, no resultaba fundamental saber de qué se era propietario. Pero ¿qué quiere decir que alguien es propietario de algo?

En nuestro modelo inicial existía una reificación porque llamábamos sociales a las relaciones de propiedad; y sin embargo, las hemos tratado como una relación con cosas. En realidad, son relaciones sociales entre personas a través de cosas. Nuestro modelo estaba incompleto:


El proceso de intercambio cambia la relación con el conjunto total.

En D-M-D’, el guión es un signo de equivalencia. Pero no sabemos cómo establecerla, porque entre D y D’ no hay equivalencia.

Llegados a este punto, aparece la necesidad de ir hacia otros conjuntos, hacia otros espacios sociales.

Ya no basta con hablar de M, sino de las “n” formas que puede asumir M. No basta conocer las mediaciones de las relaciones sociales, es necesario observar el proceso de constitución, de producción de las mediaciones.

Ello remite a los problemas tratados en los capítulos I y V de El Capital; al análisis del valor, como unidad entre el valor de uso y el valor de cambio, como mediación que expresa una relación social. Esto nos lleva, al mismo tiempo, al análisis del proceso de formación de valor y al proceso de valorización. Nos remite, también, a otros ámbitos de relaciones sociales. Este camino es necesario para saber cómo se producen nuestros “preexistentes”: M y D.

El modelo inicial de Clausewitz, el duelo, es similar a éste del intercambio. Los dos contrincantes hacen uso de la fuerza; ambos quieren imponer al otro su voluntad y buscan el desarme del otro. Es un modelo simétrico: basta con definir las características de uno de los contrincantes para saber qué es el duelo. ¿En qué momento rompe Clausewitz esta imagen ingenua? En el momento en que no están los dos al ataque, sino que hay una relación de ataque y defensa. A partir de aquí se origina otra ruptura con el modelo ingenuo; irrumpe la pregunta ¿quién comienza la guerra? ¿Cómo se origina esta relación social?

En el modelo de Marx pasa algo similar al preguntarse ¿de dónde surge D’? esta pregunta tiene el mismo status teórico-metodológico que la pregunta de Clausewitz ¿cómo comienza la guerra? (Que tengan el mismo status no quiere decir que sean análogas).

Marx resuelve el problema que él mismo plantea, remitiéndose a otro ámbito que sí tiene capacidad explicativa, el de las relaciones sociales de producción.

Pero ¿cómo resuelve Clausewitz la cuestión de cómo se origina la guerra?: primero rompe la simetría del duelo, define que no hay polaridad, que los contrincantes son distintos. Después define, a partir de la noción de ataque y defensa, que la guerra no comienza a partir de la subjetividad, sino de que se toma posesión de algo y que, por tanto, la guerra no comienza con el ataque (podría la posición afectada con el ataque no ser de importancia para el atacado, no implicar, para él, pérdida de algo, y, por tanto, no provocar una defensa). Quien define el ataque es el atacado.

En realidad, el proceso de la guerra está definido por los dos. La defensa no basta para explicar el origen de la guerra, del proceso global.

El problema de la definición de en qué momento una relación de fuerzas determinada, será considerada un ataque, no puede ser explicada a partir de la polaridad abstracta del modelo del duelo. Porque su explicación nos remite a otro ámbito; Clausewitz presupone la política. La guerra es una relación social en el ámbito del poder.

Clausewitz presupone el problema del poder, en ese ámbito de relaciones se establece la relación de guerra. Las relaciones humanas, las relaciones sociales, tienen un territorio específico que es el de las relaciones de poder, y el ámbito del poder en su desarrollo, en el proceso mismo de su existencia, constituye la guerra. La guerra en Clausewitz es la política misma, mediante la incorporación de otro instrumento. Para él nunca desaparece la política. Pero la frase “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, da una idea que ha sido malinterpretada, una idea secuencial, de sustitución. En realidad la guerra sucede siempre en el ámbito del poder. Para Clausewitz, la guerra está implícita en la política.

No adscribimos a la concepción de Clausewitz, pero sin duda su desarrollo es un avance explicativo sobre el tema del poder. Porque si con algo tiene que ver la política es con lucha, el poder es lucha, pero siempre se lo reifica en un “Estado” –una situación–, cuando, en realidad, la cuestión del Estado nos remite a nada más que el “estado del poder”, “el estado de la lucha”. Pero en la reflexión se quita sistemáticamente el operador lucha, enfrentamiento. Por eso Clausewitz implica un avance en este terreno, en la clarificación de los problemas del poder.

Notas

1 Publicado en Agosto de 2009 por Colectivo Ediciones y Ediciones PICASO (Programa de Investigaciones sobre Cambio Social, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires). Originalmente, el autor incluyó en el artículo una serie de notas al margen de distinta índole. Para esta edición, a los fines de facilitar su lectura, se decidió incluir aquellas que constituyen un comentario analítico como notas al pie, dejando afuera las que operan como simples marcaciones del texto.
2 El duelo tiene el mismo estatus teórico-metodológico en su exposición, que la noción de “mercancía” para Marx. Esto no quiere decir que “mercancía” = “duelo”, sino que nos remite al inicio de El Capital, cuando Marx señala que “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza…” (K. Marx: 1978, p. 43.)
3 De esta manera –la “guerra como el conjunto de los duelos”– es que Clausewitz intenta ampliar su exigencia de que “la parte y el todo deben...” en el punto 1. Introducción. Volveremos sobre esta decisión metodológica.
4 El subrayado es nuestro.
5 Personificación que es una analogía de la reificación. Es la forma de reificación de procesos (relaciones que se cosifican mediante la personificación).

Estos comentarios pretenden no sólo comprender al autor en términos teórico-metodológicos. Procuramos también comenzar a elaborar una distancia crítica, la posibilidad de objetivarlo.

6 La lectura de la fuerza física actual, presente en el duelo y en la guerra, sólo es inteligible si es la consecuencia de la articulación de dos procesos: uno en el campo físico-natural, otro en el social. Clausewitz no dice esto pero allana el camino, elimina los obstáculos para que esto pueda ser tenido presente.
7 Violencia moral es remitida al ámbito “jurídico” y “estatal”, no “físico”.
8 El subrayado es nuestro.
9 Violencia sería, entonces, el proceso del desarme del otro mediante el uso de la fuerza física. Interesante, pues no se trataría sólo del uso de fuerza material sino, y esencialmente, del desarme del otro. De la eliminación del poder material y/o fuerza física del otro; de la fuerza que el otro tiene para continuar la lucha [proceso de expropiación del poder de los cuerpos.]

De aquí podemos extraer varias conclusiones: en principio, intentar imponer nuestra voluntad a alguien que ha sido “derrotado” pero no desarmado sería un error. En tal sentido, un prerrequisito para imponer la voluntad a otro es el desarme porque mientras el otro esté armado estará en lucha. Plantearse imponer la voluntad sin este prerrequisito del desarme, es continuar la guerra sin saberlo.

10 El concepto de Clausewitz son las guerras napoleónicas que rompen el discurso teórico-idílico sobre la guerra.
11 El tema de las “emociones”, no desarrollado plenamente en este momento del texto, tendrá más tarde expresión al tratar la “iniciativa”.

Adelantando algunos elementos, la cuestión del “estado de ánimo” tiene un lugar sustantivo en el tema de la “iniciativa”, porque es un proceso, no se reviertela iniciativa de uno de los contendientes, sino es mediante la voluntad y en el proceso de “construcción de la voluntad”, el estado de ánimo, las bases emocionales son esenciales.

La toma de conciencia es la transformación, ordenamiento y articulación delos “puntos de partida”, y los puntos de partida no son otra cosa que “estados de ánimo” (relaciones sociales que deben ser conocidas). Para plantearse la cuestión de la iniciativa, es necesario no sólo un desarrollo teórico-intelectual en quien se la plantea, sino también un desarrollo moral y emocional. No se plantea el problema de la iniciativa alguien que no odia, que no confronta en crisis real como es su existencia social.

12 “La piedra angular del método científico es el postulado de la objetividad de la Naturaleza. Es decir la negativa sistemática de considerar capaz de de conducir a un conocimiento ‘verdadero’ toda interpretación de los fenómenos dada en términos de causas finales, es decir de ‘proyecto’. Se puede datar exactamente el descubrimiento de este principio. La formulación de Galileo y Descartes, del principio de inercia, no fundaba sólo la mecánica, sino la epistemología de la ciencia moderna, aboliendo la física y la cosmología de Aristóteles. Cierto: ni la razón, ni la lógica, ni la experiencia, ni incluso la idea de su confrontación sistemática habían faltado a los predecesores de Descartes. Pero la ciencia, tal como la entendemos hoy, no podía constituirse sobre estas únicas bases. Le faltaba todavía la austera censura planteada por el postulado de la objetividad. Postulado puro, por siempre indemostrable, porque evidentemente es imposible imaginar una experiencia que pudiera probar la no existencia de un proyecto, de un fin perseguido, en cualquier parte de la naturaleza.

Mas el postulado de objetividad es consustancial a la ciencia, ha guiado todo su prodigioso desarrollo desde hace tres siglos. Es imposible desembarazarse de él, aunque sólo sea provisionalmente, o en un ámbito limitado, sin salir de la ciencia” (Monod: 1970, p. 31.). De aquí se desprende un elemento que deberíamos desarrollar, cuyo interrogante sería: ¿el proyecto establece el ámbito del azar y no el de la necesidad en los procesos sociales? Subsidiariamente, debiéramos interrogarnos acerca de cómo se vincula esto a la discusión sobre la teoría del ensayo-error en la práctica social.

13 Clausewitz busca establecer los aspectos “objetivos” y distinguirlos de los “subjetivos”. De ahí su señalamiento de “fuerzas vivas” para el campo de la subjetividad, y su relación con “las acciones recíprocas” que se establecen entre las fuerzas materiales. Su señalamiento de que “no soy dueño de mí mismo” nos habla también del campo de la subjetividad. Estamos ante lo que Marx llamaba “fetichismo de la mercancía”, aquí sería el “fetichismo de las fuerzas materiales”.
14 Leyes físicas, naturales. Hasta este momento el modelo que Clausewitz está construyendo es un modelo de “acción reacción” no depende de la individualidad humana sino de leyes estrictas que norman el comportamiento de las fuerzas materiales. Clausewitz está tremendamente influído por el modelo de la “inercia” de la mecánica y su impacto en la constitución de la metodología científica.
15 La centralidad de la voluntad, como fuerza material, en el tercer axioma. Esto es esencial no sólo en la “guerra” sino en el “poder”. La reflexión y no sólo el conocimiento en su más alto grado se transforma en voluntad, al límite y al inicio de su transformación en fuerza material. La reflexión transformada en voluntad es capaz de transformar el mundo. “Cierto es que el arma de la crítica no puede aplicar a la crítica de las armas, que el poder material tiene que ser derrotado por el poder material, pero también la teoría se convierte en un poder material cuando prende en las masas. Y la teoría puede prender en las masas a condición de que argumente y demuestre ad hominem, para lo cual tiene que hacerse una crítica radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo.”(Marx: 1982, p. 501-2).

Entonces la reflexión como la búsqueda del código que hace comprensible (comunicable-transformable) una determinada situación. Esto está vinculado a la voluntad, en tanto ella es justamente esa reflexión, de ahí que sea capaz (la reflexión) cuando se transforma en voluntad, de transformar materialmente el mundo.

16 Un problema pendiente es la relación que existe entre la guerra y el resto de las relaciones sociales. Esto podrá hacerse desde la perspectiva de que:

a) La guerra se reduce a un tipo de relación social

b) es un conjunto de relaciones sociales

c) es un conjunto de relaciones sociales que tienen, entablan, un tipo determinado de relación entre sí.

Es en el tema de la voluntad en el que encontraremos una articulación con las otras relaciones…

17 Estas serían las condiciones de verdad, para que se cumplieran los tres axiomas señalados.
18 Al decir Clausewitz en este punto 7, refiriéndose a la voluntad: “lo que ha sido hasta hoy nos indica lo que será mañana” comete un error desgraciado sobre la noción de probabilidad. En el texto, usa a veces correctamente esta noción, pero en otros casos pasa lo que aquí sucede: usa la probabilidad de manera determinista, como capacidad predictiva en función de lo que ha sido. (Para la noción de probabilidad véase M. Bunge, 1978, La causalidad.)
19 Al anular la dimensión “temporal”, en realidad lo que impone es que la “fuerza material” sea considerada como una “totalidad” (por supuesto abstracta) es decir, la “suma” total o el conjunto total hipotético de los concretos reales de las fuerzas materiales del “duelo”.

Se trata de un recurso metodológico de Clausewitz que tendrá no menos de dos consecuencias: por un lado, para Clausewitz, le permite señalar y enfatizar sobremanera que estamos en el “duelo” frente a un conjunto de relaciones de fuerzas materiales, que, de alguna manera, imponen ciertas condiciones en el desarrollo del “duelo” como consecuencia de su realidad –concretez material–; y por otro, para nosotros, una sugerencia importante respecto al tratamiento acerca de una “dimensión temporal” de los procesos sociales.

Nuestra dimensión temporal (su construcción metodológica), acerca de los procesos sociales tendrá que ver con la existencia de fuerzas materiales “parciales” y con su articulación (formación de una totalidad concreta de carácter estructural) en una fuerza “total”. Es decir, que nos remitirá a problemas de orden “táctico” (fuerzas parciales) y de su relación con el orden estratégico (“fuerza total”) que se expresan en el desarrollo de la trayectoria de “encuentros” (“duelos”) que toda “guerra” (“lucha de clases”) impone.

20 Ver capítulo V.
21 Este libro de Clausewitz no está ordenado en un sentido riguroso. No es como en El Capital, en que cada personaje que aparece sólo aparece por razones necesarias y rigurosamente. En este texto, en cambio, la exposición no tiene una articulación rigurosa, lo que no invalida que exponga una teoría rigurosa.
22 Causalidad Probabilística (Bunge: 1978).
23 Un proceso similar es el desarrollado por Marx (1978) en el capítulo IV de El Capital, para explicar el proceso D-M-D’. Marx agota todas las posibilidades que ofrecen las relaciones sociales de cambio y muestra que cualquiera de las respuestas en este ámbito es inconsistente, no es lógicamente viable. Para desarrollar el modelo y explicar la transformación D-M-D’, instaura un nuevo ámbito: las relaciones sociales de producción.
23 La fuerza con que se responde a un ataque, está determinada por la medición de la fuerza total en juego, no la fuerza empleada por el enemigo en ese encuentro preciso, sino por el conjunto de la fuerza del enemigo, por eso tiene que ser muy superior. Un ejemplo es, al principio de la Revolución Cubana, la respuesta al grupo contrarrevolucionario en el Escambray. “Sin embargo, aun cuando ese núcleo contrarrevolucionario se desarrolló allí y tuvo dos, o trescientos, o cuatrocientos, y llegó a tener quinientos, pocos eran del Escambray porque allí fue a parar mucha gente lumpen, y, en cambio, las fuerzas que perseguían a los contrarrevolucionarios tenían tres mil campesinos del Escambray. Es decir, las milicias revolucionarias del Escambray tenían tres mil mientras ellos no tenían ni cien…” (Castro: 1976, p. 416).
25 Nos referimos por supuesto a la guerra moderna. En otros contextos históricos, como se desprende del siguiente texto, esto no ocurría.

“Históricamente la guerra oscila entre la caza y el torneo, entre la matanza y el deporte. El elemento de rivalidad le es esencial, la orienta lo mismo hacia el atentado que hacia el duelo. Una sociedad de tipo feudal, dividida en señoríos prácticamente autónomos y en los que una casta privilegiada se reserva el oficio de las armas, favorece eminentemente esta segunda tendencia: la guerra se presenta ahora como una lucha reglamentada que ofrece todas las características convencionales del juego. Se comprende que se desarrolla según leyes estrictas dentro de un tiempo y espacio limitados. Algunos golpes están prohibidos. No se ataca a un enemigo desarmado o desprevenido. Además, no se busca ni la muerte ni el aniquilamiento del adversario. No se desea sino la aceptación de su derrota”. (Caillois: 1975, p. 30)

26 En el Capítulo IV de El Capital (Marx: 1978), están planteados los problemas que aquí desarrollamos. Allí se refieren las respuestas incorrectas que la economía clásica daba al surgimiento de la plusvalía. Pero para explicar las causas, el origen de la plusvalía, es necesario remitirse al Capítulo I, donde queda claro que el valor es una relación social; y al Capítulo V, donde se encuentra la solución real al problema en el ámbito de las relaciones sociales de producción.
27 Clausewitz personifica la violencia al decir: “La violencia, para enfrentarse con la violencia, recurre a las creaciones del arte y de la ciencia”.

La teoría del fetichismo de la mercancía tiene un amplio espectro de significación. Aquí nos referimos a dos: la “reificación” (plasmar relaciones sociales en cosas) y la “personificación” que consiste en personificar un proceso, ante la carencia de una explicación para el mismo (por ejemplo: el Estado, la violencia, la vida, la muerte, etc.).

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