Dossier
Recepción: 20 Diciembre 2022
Aprobación: 26 Febrero 2023
Resumen: En el marco de la línea de investigación sobre historia del campo profesional del Trabajo Social en Córdoba que nuestro equipo desarrolla desde el año 2004, nos proponemos orientar la mirada hacia los territorios y sus problemas sociales desde la perspectiva de la historia oral y de la memoria colectiva.De esta manera, en el presente escrito se abordan algunos resultados del proyecto de investigación realizado en el bienio 2016-2017 denominado “Reconstrucción histórica de espacios barriales y sus problemáticas, desde la memoria de los vecinos”, en el cual se indaga la presencia del Estado y de otros actores en los procesos organizativos para la resolución de problemas sociales de los barrios Revol, Bella Vista, Observatorio y Alberdi de la ciudad de Córdoba. En el estudio cualitativo se combinaron fuentes primarias -grupos focales- y fuentes secundarias -producciones de historia oral de estudiantes de la carrera de trabajo social desarrolladas durante el periodo 2009-2014 y consulta de bibliografía sobre el objeto de estudio-.
Palabras clave: campo, territorios, problemas sociales, memoria, historia oral.
Abstract: Within the framework of the research line on the history of the professional field of Social Work in Córdoba that our team has been developing since 2004, we propose to focus on the territories and their social problems from the perspective of oral history and collective memory. In this way, this paper addresses some results of the research project carried out in the biennium 2016-2017 called "Historical reconstruction of neighborhood spaces and their problems, from the memory of the neighbors", in which the presence of the State and other actors in the organizational processes for the resolution of social problems in the Revol, Bella Vista, Observatorio and Alberdi neighborhoods of the city of Córdoba is investigated. The qualitative study combined primary sources -focus groups- and secondary sources -oral history productions of students of the social work career developed during the period 2009-2014 and consultation of bibliography on the object of study-.
Keywords: field, territories, social problems, memory, oral history.
1.Sobre el enfoque teórico
La posición teórica adoptada sobre la profesión se asienta sobre tres principios fundamentales:
Enmarcar toda reflexión de la realidad social y profesional en la totalidad que conforma la dimensión material y simbólica.
Tomar, como herramienta de análisis de la profesión de Trabajo Social, el concepto de campo bourdiano y sus elementos constitutivos -internos y externos-.
Ubicar al Trabajo Social como una práctica profesional fundada científicamente, que se diferencia de otras prácticas que intervienen en lo social.
Desde este marco, comprendemos nuestra profesión como una práctica histórica - social en formación, que es parte y expresión de la cuestión social, es decir, de las transformaciones históricas de la sociedad y de sus contradicciones. En tanto reconocemos que la práctica profesional encuentra su origen en las diversas formas institucionalizadas de atención a las manifestaciones de la cuestión social, es que nos proponemos indagar la presencia del Estado y de otros actores en los procesos organizativos para la resolución de problemas sociales de los barrios Revol, Bella Vista, Observatorio y Alberdi de la ciudad de Córdoba. Analizar los procesos históricos de conformación de esos barrios en términos de espacio social y las estrategias colectivas desplegadas para la resolución de necesidades y problemas sociales nos permite, a la vez, desentrañar un aspecto transversal de nuestro ejercicio profesional: el vínculo entre Trabajo Social y Cuestión Social.
Nuestro acercamiento al concepto de espacio social lo hicimos desde la perspectiva relacional de Bourdieu (2000), quien propone que se deben abandonar las visiones dicotómicas que presentan una alternativa ficticia entre objetivismo y subjetivismo en las ciencias sociales, debido a que las condiciones objetivas no existen sino en y por el producto de la interiorización de esas condiciones en los agentes.
La realidad social es objeto de percepción y la ciencia social debe tomar por objeto de análisis, a la vez, la realidad y la percepción de esa realidad. Entonces, Bourdieu (2000) sostiene que, si la visión del mundo de los agentes sociales está asociada al lugar que ocupan en ese mundo, no sólo implica pensar en términos de "construcción de la realidad social", sino también y más precisamente en términos de "construcción social de la realidad social" (p. 133).
Para ello, Bourdieu (2000) propone como camino metodológico para superar la dicotomía -objetivismo-subjetivismo- dos conceptos centrales: campo y habitus. El espacio social se constituye de tal forma que los agentes o los grupos se distribuyen en él en función de su posición en las distribuciones estadísticas según dos principios de diferenciación: el capital económico y el capital cultural.
Desde esta perspectiva, podemos comprender que los relatos y cartografías oficiales sobre los problemas sociales suelen ser, muchas veces, aceptados por la sociedad como representaciones naturales e incuestionables, pese a ser el resultado de miradas interesadas que los poderes dominantes despliegan sobre los territorios, donde el Estado -con sus tres poderes: legislativo, judicial y ejecutivo- y los medios de comunicación -en tanto forman parte o son representantes de los poderes económicos fácticos- ocupan un lugar central.
Ese modo de operar ha sido históricamente utilizado para la apropiación utilitaria de los territorios -en sus distintas escalas, sea en términos de región, nación, territorio o barrio-, mediante la implementación de diversas estrategias de normalización, ordenamiento y demarcación espacial -donde los mecanismos de la biopolítica son fundamentales para dominar y disciplinar los cuerpos, las representaciones y las prácticas (Risler y Ares, 2013). Al decir de Lefebvre (2013), el espacio social también contiene representaciones de las relaciones sociales -de producción y reproducción- o dicho en las palabras del autor: “Las representaciones simbólicas sirven para mantener estas relaciones sociales en estado de coexistencia y de cohesión” (p. 92).
Sin embargo, la lucha simbólica por el monopolio de la nominación legítima o el efecto de la nominación oficial es el acto por el cual se le otorga a alguien o lugar una calificación socialmente reconocida, siendo una de las manifestaciones más típicas del monopolio de la violencia simbólica legítima que pertenece al Estado o a sus mandatarios. Es decir, hay un punto de vista de las/os funcionarias/os que se expresa en el discurso oficial, en la lucha por la producción y la imposición de la visión legítima del mundo social, pero los poseedores de una autoridad burocrática, no obtienen nunca un monopolio absoluto (Bourdieu, 2000).
La legitimación del orden social no es el producto solo de una acción orientada de propaganda o de imposición simbólica, sino que resulta en cuanto los agentes aplican a las estructuras objetivas del mundo social estructuras de percepción y de apreciación que salen de esas estructuras objetivas y tienden por eso mismo a percibir el mundo como evidente. Esto no supone una reproducción mecanicista, sino que se da en un espacio de luchas simbólicas por la percepción del mundo social, que pueden tomar diferentes formas (Bourdieu, 2000).
Por ello, lo que se busca es abordar un proceso más complejo donde actores colectivos e individuales desarrollan luchas, protagonizan conflictos, construyen trayectorias y discursos emancipatorios, donde se expresa la tensión entre lo instituido y lo instituyente en la explicación e intervención de lo social. Se pretende, así, identificar los acontecimientos que han quedado registrados como tales en la memoria individual y colectiva en los barrios de Córdoba, los actores y sus posicionamientos en torno a los problemas sociales y el impacto organizativo generado por la búsqueda de resolución de las necesidades sociales. De este modo, se propone una estrategia de análisis de problemas sociales, que pone el foco en la participación de los sujetos y en la reconstrucción de sus memorias.
La categoría memoria, como herramienta conceptual, guía la reconstrucción e interpretación de un pasado compartido desde el momento actual. Sostenemos con Halbwachs (2004) que “[…] cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva, que este punto de vista cambia según el lugar que ocupa en ella y que este mismo lugar cambia según las relaciones que mantengo con otros entornos” (p.36). Así, en el proceso de reconstrucción del pasado a partir de fuentes orales, los recuerdos y relatos de los sujetos sacan a la luz las memorias y reflejan la construcción colectiva de un pasado compartido. La historia oral, a su vez, constituye una opción política e ideológica, ya que:
[…] al dedicarse principalmente a la historia de los sectores subalternos, a la de aquellos que han dejado poco rastro en los documentos escritos, necesariamente es una historia ‘politizada’. La historia oral y la tradición oral sirven de fundamento para reescribir la historia, pero también para combatir las injusticias del pasado (Pozzi; 2013; 10).
Reescribir las historias de los barrios desde el diálogo que posibilita la memoria y la historia oral permite el entrecruce de sentidos, identidades, acciones y disputas que son parte de los territorios, donde los problemas sociales cuando son instalados en la agenda pública tienen mayores posibilidades de transformarse en objeto de la política pública, lugar primordial de la profesión.
Lefebvre (2013) considera que cada sociedad y, en consecuencia, cada modo de producción con las diversidades que engloba, produce socialmente un espacio. Los patrones de asentamiento territorial y social no son aislados e independientes del principio que rige la estructuración de la sociedad en general; por lo tanto, la comunidad o espacio poblacional es un espacio abierto y conflictivo, con desigualdades producidas por el contexto social del que forma parte. El territorio es definido como un espacio geográfico, demográfico, cultural, histórico, social y político que se compone de heterogeneidades en su interior y se constituye como espacio de tensión y conflictos; pero también como espacio de vecindad, construcción de redes, cooperación y solidaridad (Aquín y Acevedo, 2000).
Al respecto, Baringo Ezquerra (2013) sostiene que para Lefebvre el proceso de producción del espacio -proceso- y el producto -objeto o sea, el mismo espacio social producido- se presentan como un único elemento inseparable. Cada sociedad produce un espacio en cada coyuntura histórica, en un proceso eternamente inacabado no de naturaleza dialéctica, sino trialéctica apoyado en un trípode conceptual: las representaciones del espacio, los espacios de representación y las prácticas espaciales.
Representaciones del espacio: se trata de un espacio concebido y abstracto que suele representarse en forma de mapas, planos técnicos, memorias, discursos. Conceptualizado por las/os “especialistas” –que provienen del urbanismo, arquitectura, sociología, geografía o cualquier otra rama de la ciencia-, suele convertirse en el espacio dominante y está directamente ligado con las relaciones de producción existentes en una sociedad y al orden en el que estas relaciones se imponen. Este espacio está compuesto por signos, códigos y jergas específicas usadas y producidas por aquellas especialidades.
Espacio de representación: para Lefebvre es el espacio del “debería ser”, el plenamente vivido. Es el espacio experimentado directamente por sus habitantes a través de una compleja amalgama de símbolos e imágenes. Es un espacio que supera al espacio físico, ya que las personas hacen un uso simbólico de los objetos que lo componen. Es también un espacio evasivo, ya que la imaginación humana busca cambiarlo y apropiarselo. El espacio de representación es un espacio dominado y experimentado de forma pasiva por las personas siendo “objeto de deseo” por parte de los ya mentados “especialistas” que intentan codificarlo, racionalizarlo y, finalmente, tratan de usurparlo.
Prácticas espaciales: para Lefebvre es el espacio percibido que integra las relaciones sociales de producción y reproducción, en especial, la división del trabajo, la interacción entre personas de diferentes grupos de edad y género, la procreación biológica de la familia y la provisión de la futura fuerza de trabajo. Incluye la producción material de las necesidades de la vida cotidiana -casas, ciudades, rutas- y el conocimiento acumulado por el que las sociedades transforman su ambiente construido. Este es para Lefebvre el principal secreto del espacio de cada sociedad y está directamente relacionado con la percepción que las personas tienen de él con respecto a su uso cotidiano: sus rutas de paseo, los lugares de encuentro (Baringo Ezquerra, 2013).
A su vez, interesa recuperar el concepto de espacio abstracto de Lefebvre (2013), que es el espacio por excelencia del capitalismo, asociado a la acumulación de capital, donde los procesos de producción y de reproducción se separan, a la vez, que el espacio adquiere una función instrumental. En la configuración de este espacio abstracto juega un papel determinante las representaciones del espacio, o sea, los denominados tecnócratas que utilizan todas las herramientas del poder que tienen a su disposición para tratar de imponerlo al conjunto de la sociedad. El autor le atribuye una especial importancia en la producción y reproducción del espacio dominante generando un nuevo discurso, una nueva ideología, denominada urbanismo, que encubre una estrategia de dominación de clase, obsesionada en la técnica de planificación, la racionalidad científica y su especial interés por la clasificación y el control.
La relación entre esas esferas suele ser conflictiva, especialmente, entre las representaciones del espacio -el espacio de las/os burócratas y técnicas/os- frente a los espacios de representación -el espacio vivido y apropiado directamente por las personas-. Es una dialéctica profundamente marcada por la política y la ideología, o sea, entre el espacio concebido y el espacio vivido.
En este punto es importante retomar a Baringo Ezquerra (2013), quien afirma que el concepto de habitus de Bourdieu contribuye a comprender esta cuestión. El habitus lo constituyen todas aquellas formas de pensar y actuar, de sentir y percibir, que se incorporan al individuo de acuerdo a sus circunstancias específicas, es decir, produce al individuo, le interioriza inconscientemente los valores y las reglas de la sociedad y del grupo social de pertenencia. Por ello, el individuo actúa según lo que considera natural, evidente e instituido cuando en realidad lo hace de acuerdo a un habitus socialmente construido. Realizando un paralelismo que facilite la comprensión del argumento, se podría decir que para Lefebvre cada grupo social procede y se relaciona con su espacio urbano de una manera dialéctica, poniendo en práctica su habitus en la producción del espacio y, a la vez, siendo profundamente mediatizado por el habitus de quien a su vez lo produjo (Baringo Ezquerra, 2013).
En este sentido, en los relatos de los actores sociales entrevistados se entrelazan aspectos subjetivos que remiten a cómo cada/o una/o vivió ese momento histórico y problema social que se recuerda, con aspectos objetivos y estructurales que permiten dotar de significación y situar -temporal y espacialmente- ese relato.
Ahora bien, resulta necesario explicitar la perspectiva desde la cual comprendemos los problemas sociales. Entendemos a los problemas sociales como expresión de la cuestión social, es decir, como “la puesta en escena de esa falla estructural del capitalismo moderno” (Grassi, 2003,21), que “siendo desigualdad también es rebeldía, por involucrar sujetos que viven las desigualdades, que las resisten y a ellas se oponen” (Iamamoto, 2003, 42). Por ello, la emergencia y atención de los problemas sociales se convierte en un proceso eminentemente atravesado por el contexto social, económico y político de cada momento histórico.
Por un lado, al comprender los problemas sociales de los espacios territoriales–en tanto expresión de la cuestión social y los procesos resolutivos y/o de rebeldía frente a los mismos-, lo que emerge son los dilemas entre intereses del capital y el bienestar, y la tensión entre ciudadanía y derechos sociales. Al respecto, Álvarez Leguizamón (2005) expresa que esa tensión se visibiliza en un proceso histórico entre los derechos sociales -asociada su emergencia al Estado de bienestar- y las necesidades básicas -que se cristalizan en la década neoliberal-. Estamos hablando, entonces, de dos posiciones -enfoque de derechos o de necesidades básicas- que luchan por apropiarse de la hegemonía en la explicación de lo social (Álvarez Leguizamón, 2005; Pautassi, 2007).
Por otro lado, estudiamos a los espacios territoriales desde dimensiones que proponen autores como Gravano (2004), Bourdieu (2000, 1997), Lefebvre (2013), Baringo Ezquerra (2013) y Bozzano (2009) que nos permiten dar cuenta de la manera de cómo se produce socialmente el espacio o el campo, a la vez, que dan pistas para el análisis de los procesos territoriales y los problemas sociales.
Particular interés reviste para nuestro objeto de estudio el análisis de las dimensiones de lo barrial propuestas por Gravano (2004), en tanto identidad, estructura y sede de lo social, las cuales sirven para mirar los procesos organizativos de resolución de necesidades y problemas sociales, identificando la interrelación de aspectos materiales, simbólicos y relacionales, inmersos en un contexto local y nacional. La concepción de barrio que nos propone Gravano (2004) lo define como:
[…] realidad tangible y material y como parte del imaginario: como práctica y como representación, como valor cultural, como identidad colectiva, especificidad espacial, polo disyunción ideológica y sede social de las más variadas relaciones y dinámicas. Podemos aglutinar tres sentidos de lo barrial: el barrio como componente de la reproducción material de la sociedad, como espacio físico, como parte de la ciudad. El barrio como identidad social, atribuida y adscripta por los actores sociales. El barrio como símbolo y conjunto de valores condensados y compartidos socialmente. Y también; […] El barrio es aquel espacio compartido y cotidiano en dónde podemos sentirnos identificados con el otro: el vecino. Lugar de cruce entre lo público y lo privado, aquí crecemos, convivimos, entablamos relaciones afectivas, deliberamos y trabajamos. Casi sin pensarlo diseñamos unas formas particulares de habitarlo. Con el tiempo nos forjamos un sentido de pertenencia y nos apropiamos de su materialidad y de sus imaginarios. Hemos construido unas identidades que son barriales. En los barrios se recuerda a los que lucharon por tener los equipamientos básicos: el agua, la electricidad, el pavimento, el dispensario, la plaza, el club, la biblioteca, la parroquia. Se recuerda a la sociedad de fomento y los centros vecinales, el almacén, la panadería, el bar […] se recuerdan las casas, los amigos, los vecinos (p.43).
Así, el proceso de investigación desarrollado nos permitió identificar que la reconstrucción de las historias barriales problematiza y re-significa los procesos vividos en los territorios en cuanto a los problemas sociales y las diferentes respuestas que se organizan para resolverlos, ya sea desde algún actor externo o desde las/os vecinas/os y organizaciones barriales. Se trata de recuperar y visibilizar el espacio diferencial que se contrapone a ese espacio abstracto del capital, siguiendo los planteos de Lefebvre (2013), como aquel espacio del “debería ser”, de una nueva sociedad, con sus contradicciones y potencial de conflictos, en la búsqueda del derecho a la diferencia, como un derecho conseguido a través de la lucha por el acceso a la ciudad.
Las categorías enunciadas de cuestión social y problemas sociales, junto a otras como espacio social, habitus, trialéctica del espacio, memoria, acontecimientos y actores sociales orientan el proceso de historización. Consideramos que es en ese proceso de historización de los problemas sociales en los espacios territoriales, desde las memorias de los sujetos, que se reconstruye también la historia del campo profesional del Trabajo Social.
2. Mirar a los territorios desde el campo del Trabajo Social
Luego de este recorrido teórico es necesario abordar, siguiendo el planteo de Gravano (2004), la categoría de barrio en sus dimensiones de espacio social, identidad y estructura.
El barrio como estructura es una consecuencia de la apropiación desigual del excedente urbano, concretada en el proceso de localización y segregación residencial; y si bien la espacialidad es la variable más tangible -como límites e identificación de lugares concretos-, el barrio no constituye una comunidad o unidad espacial ecológica, natural ni exclusivamente física.
Respecto a la dimensión de barrio como estructura, recuperamos aportes de Díaz Terreno (2011) que posibilitan visibilizar el proceso de constitución histórica de la Ciudad de Córdoba. Dicho autor realiza un trabajo de análisis sobre los territorios periurbanos de Córdoba y su estructura, donde el Estado, la geografía y el mercado influyen en la conformación y diagramación del espacio, proponiendo un modo de relación entre la economía y sus consecuencias productivas, técnicas y culturales en la organización del territorio y las lógicas sobre las cuales se sustenta.
La escala del territorio, el origen de los fenómenos urbanos, la relación entre ciudad y medio, la naturaleza de las expansiones y la suburbanizaciòn, las intensidades de ocupación del suelo y densidades de infraestructura, entre otros, son algunos de los aspectos en donde es posible encontrar importantes diferencias entre los procesos de desarrollo de la ciudad (Díaz Terreno, 2011: 66).
La dimensión de barrio como sede de lo social recupera la multiplicidad de sentidos de “lo barrial” como un espacio no sólo físico, sino también relacional, enlazando este aspecto con lo que el autor identifica como prácticas y ritualidades barriales, que no están exentas de ambigüedades en su ejercicio, sino que se constituyen en prácticas en la medida en que son reconocidas y ejercidas por integrantes del barrio. Es decir, es el resultado de una sociabilidad o forma que adquieren las relaciones interpersonales en los barrios, que le brinda un aire de vecindad.
Gravano (2004) afirma que la ambigüedad de muchas de las formas de manifestarse lo barrial coloca dentro de él -como paradigma- tanto la relacionalidad positiva como la negativa. En este sentido, esas formas de manifestación dan cuenta que las prácticas barriales no son unívocas y homogéneas, sino que las perspectivas de los que pertenecen a un mismo barrio difieren entre sí a la hora de entender el uso del espacio barrial.
Teniendo en cuenta estos elementos conceptuales, a continuación, describiremos la conformación del espacio social, los actores y los problemas sociales identificados en los diferentes momentos históricos de los barrios estudiados -Revol, Bella Vista, Observatorio y Alberdi-, donde las expresiones de la cuestión social son vivenciadas, rememoradas y resistidas.
2.1. Alberdi
Alberdi, o también conocido como Pueblito La Toma, Barrio Clínicas, surge a fines del siglo XIX, como uno de los barrios pueblos de la Ciudad de Córdoba, donde los primeros pobladores fueron miembros del pueblo originario de los Comechingones.
Hablamos en un contexto de que si vos ves la ciudad, la ciudad está más como en el centro; y los barrios pueblos, si se quiere, que son San Vicente, Pueyrredón, las zonas más de las vías del ferrocarril, Güemes, Alberdi, Alta Córdoba son esos barrios los de comienzo de siglo; hasta te das cuenta en el mismo trazado arquitectónico y todo: las calles más anchas. Ahí se pensó como ciudad porque cada barrio era un pueblo (Pablo, Club Belgrano).
En el marco de la instauración de la sociedad capitalista y del Estado nación en Argentina, promovida por la generación del 80' como grupo perteneciente a la élite gobernante y con el auge de la campaña del desierto que impulsó el presidente Julio Argentino Roca -1880- que pretendía el aniquilamiento de los pueblos originarios, los primeros pobladores de barrio Alberdi fueron despojados de sus tierras y segregados, invisibilizados, perseguidos y obligados a trabajar en la toma de agua.
Los pueblos originarios vienen desde hace muchos años luchando, resistiendo y manifestando en el espacio público -no sin ser objeto de variadas represiones- los problemas sociales que vivencian: el hábitat, la tierra, la lucha por sobrevivir, por no extinguirse o por la recuperación de su identidad y memoria ancestral. Por su parte, el Estado como principal actor productor y regulador de las manifestaciones de la cuestión social, ha dado principalmente respuestas vinculadas con el orden represivo y normalizador, al implementar políticas públicas de aculturación, de negación o de rechazo a los pueblos originarios, favoreciendo su desplazamiento territorial, pero también en el imaginario social.
La diagramación del espacio territorial y las instituciones que fue construyendo el Estado nación a lo largo de la historia de Alberdi, contribuyó de manera decisiva con el proceso identitario caracterizado como barrio de estudiantes, doctores y obreros, pero con una importante huella revolucionaria, aunque a costa del borramiento de la identidad de los pueblos originarios. De ese modo, la identidad del barrio se fue modificando también con su denominación a través del tiempo: Pueblo La Toma, Barrio de las Quintas, Barrio Clínicas o Barrio Alberdi. La denominación de Alberdi como barrio Clínicas se construyó como un símbolo identitario de lucha asociado al Hospital Nacional de Clínicas.
Los espacios de representación (Lefebvre, citado en Baringo Ezquerra, 2013) son posibles de advertir en los grafitis que se encuentran en el espacio público que expresan: “Alberdi, Cuna de Revoluciones” o “Primer territorio libre de América”. Esos graffitis pueden ser interpretados como expresión simbólica y afectiva de variadas luchas sociales, obreras y estudiantiles que se dieron a lo largo de la historia del barrio, donde la calle fue el escenario principal de reclamos y expresión organizativa para la resolución de las problemáticas y necesidades.
En este sentido, la historia de luchas y resistencias nos muestra que Alberdi ha sido un espacio clave desde la Reforma Universitaria, en las huelgas estudiantiles en la década del 40' y 50', en el Cordobazo, hasta la toma de la Cervecería Córdoba en el 2010, la cual marca una nueva etapa de acciones, caracterizada por la resistencia a las amenazas del mercado inmobiliario por el patrimonio -tangible e intangible- y por una renovada participación barrial. Respecto de esas luchas uno de los referentes barriales comenta:
[…] y de la reforma que eran estudiantes reformistas porque la universidad era una élite, y el Cordobazo fue una rebelión de los estudiantes y los obreros contra un gobierno militar. Y la toma de la Cervecería Córdoba, por el trabajo digno, duró 105 días tomada (Marcelo, Centro Vecinal).
En la actualidad, se percibe en el barrio una recuperación de utopías, de volver a gestar luchas frente a los problemas sociales, que se ejemplifica en la organización y movilización por la no demolición del patrimonio cultural y edificios históricos, como por ejemplo el Teatro Colón, más conocido popularmente como La Piojera. Un referente institucional afirma respecto de las expresiones de los problemas sociales:
[…] nosotros luchamos para que nos paren de demoler, ¿pero porque no paran de demoler? Porque están demoliendo un montón de casas antiguas y hacen edificios […] pero no hacen infraestructura para tener cloacas, tener el alumbrado público, mantener limpias las calles. No hay seguridad, un montón de cosas” (Marcelo, Centro Vecinal).
La expresión “Paren de demoler” forma parte de una estrategia discursiva de resistencia ante la especulación inmobiliaria de los grandes desarrolladores urbanos, que pretenden llevar a cabo negocios mediante la apropiación de tierras y privatizando el espacio y la cultura por la inacción u omisión del Estado. La relación entre Estado, barrio y mercado se torna más palpable en esas luchas por lo público, sus instituciones, espacios, lugares de trabajo, poniendo de relieve que la ciudad es el resultado de tres lógicas contradictorias que operan permanentemente en el territorio: la lógica de la presencia del Estado por medio de las políticas públicas -principalmente las políticas sociales y económicas-, la lógica del mercado o de la acumulación capitalista y la lógica de la reproducción de la vida social, que es la de los grupos y movimientos sociales (Resse, citado en Terceiro; 2012).
La década neoliberal de los 90' constituyó subjetividades fuertemente individualistas ancladas en prácticas meritocráticas que, paulatinamente, se fueron interpelando, dando paso a procesos organizativos de carácter colectivos que promueven una mayor visibilización y búsqueda de reconocimiento de los primeros pobladores del barrio -principalmente, comechingones-, a la vez, que luchan por la conservación del patrimonio material y simbólico - identitario de Alberdi, priorizando la calle, las prácticas solidarias y las redes vecinales.
2.2. Revol
Con respecto a Revol, podemos decir, que de la mano de la expansión del ferrocarril, la construcción del Dique San Roque y con la llegada del agua a la zona sur de la ciudad de Córdoba a través de los canales maestros se reconocen los orígenes del barrio y sus anexos. Dicho proceso se corresponde con el desborde modernizador y las expansiones que tuvieron las ciudades a finales del siglo XIX (Díaz Terreno, 2011), donde el paso de la infraestructura del ferrocarril y el asentamiento de industrias marcaron los pactos fundacionales de los territorios. Es decir, se produce la hibridación entre la historia natural del territorio y la historia social de la apropiación del espacio. “Villa Revol comenzaba desde el parque Sarmiento hacia el sur donde se construyeron casas precarias, ´ranchos´, los dueños eran los empleados de la fábrica Portland” (Torres, vecino, 2009).
Revol, a diferencia de otros barrios de la ciudad de Córdoba como Alberdi u Observatorio, no tuvo instituciones educativas o de salud que marcaran los orígenes de la dinámica barrial y condicionarán, siguiendo a Santos (2000), los parámetros cualitativos y cuantitativos en lo barrial. A su vez, el Estado como actor y mediador entre los terratenientes e inversores capitalistas y las/os vecinas/os no realizó, en ese momento, intervenciones para la construcción de obras de infraestructura en el barrio, dejando a las personas sin apoyo en el proceso de organización territorial.
Había un espacio interno que tenía dos o tres hamacas, pero nada más. Nosotros no teníamos plaza. Jugábamos en la calle, nos peleábamos en la calle. Bailábamos en la calle. Éramos dueños de la calle. La calle era nuestra. Nosotros no teníamos miedo a andar, no existían los robos. Lo máximo pasaba alguna “vieja” embolada porque cantábamos hasta tarde, o llamaba la policía y nosotros nos metíamos rápido a nuestras casas y la policía no nos podía agarrar [Se ríe]. Eran travesuras las que hacíamos. Nos matábamos de risa. Incluso la misma policía a nosotros, imaginate éramos tan gansotes!! ¿Qué íbamos a hacer? Cantábamos y tocábamos una guitarra!! Entonces nos pegaban el reto porque al otro día había que madrugar para laburar. Y bueno a dormir y chau. Eso era todo. Imaginate que hacíamos competencia con los grillos y los sapos!! Esa era nuestra diversión [Nos reímos todos]" (Teresita, Vecina, 2013).
2.3. Bella Vista
Por su parte, los orígenes de Bella Vista se ubican en los márgenes de la creciente ciudad de Córdoba, donde las características naturales del territorio marcan su identidad, a la vez, que condicionan el tipo de población que va a habitarlo. La Cañada como límite, obstáculo y lugar de cristalización de las relaciones sociales va a signar la condición de orilleros de sus habitantes. Como espacio social de apropiación colectiva también propicia las primeras acciones vecinales que buscaban “llegar al otro lado” para acceder a comercios y servicios, y, así, “estar” en la ciudad, es decir, sentirse incluidas/os en ella.
La Cañada con sus curvas, paisajes y limitaciones se incorpora a la vida cotidiana de las/os vecinas/os, constituyéndose en escenario de un sinnúmero de prácticas sociales. Si bien el cauce del arroyo se inicia en el año 1944 para el centro de la ciudad, las barrancas se mantuvieron en estado natural hasta bien entrados los años ’90, cuando el Estado se propone reformarlas como parte del proceso de urbanización de la ciudad.
Desde ese momento, se entreteje en forma contradictoria la presencia del Estado con la construcción de obras de infraestructura que mejoran las condiciones de vida, pero también contribuyen a que las barrancas dejen de ser parte significativa en la identidad barrial, dando cuenta de cómo los procesos de desarrollo territorial (Bozzano, 2009) implican rupturas en representaciones y formas de apropiación del espacio de quienes habitan el territorio.
La localización de Bella Vista también va a ser determinante de la clase social que va a habitarlo: el bajo costo de los terrenos o su utilización como forma de trueque por trabajos rurales; la composición de la tierra que la hacía poco apta para actividades productivas; las dificultades para el acceso al barrio y la ausencia de servicios públicos, no convertían a esta zona en un espacio atractivo para los sectores sociales acomodados, dando cuenta de la apropiación desigual del espacio urbano en relación con la división social del trabajo.
La lucha por la resolución de necesidades fue posible en función de un Estado cuya intervención se basó en la ausencia, a tal punto que la primera presencia estatal en el barrio se materializa con la construcción de la comisaría, la que junto a la iglesia, se convertirá en una de las primeras instituciones del barrio. De este modo, las/os vecinas/os debieron organizarse y generar acciones colectivas para acceder a los servicios básicos como el agua potable o la luz eléctrica. Luchas que continuaron para asegurar el derecho a la educación y que encontraron su máximo exponente en el Padre Fugante, quien buscó instalar la lógica de los derechos, promoviendo todo tipo de acciones colectivas.
2.4. Observatorio
Observatorio es uno de los barrios de la ciudad de Córdoba que también emerge en los márgenes de la ciudad, tras una barrera -primero natural y luego arquitectónica- que hasta el día de hoy comparte como límite con el centro: la cañada, dando cuenta de cómo los:
[…] bordes urbanos se someten, así, a lo arbitrario de lo natural que deja un margen estrecho para el despliegue de la actividad humana […] la realidad del modelo teórico manifestada en una marcada diferenciación funcional y social entre ciudad y espacios “extramuros” -que alojan aquello que la ciudad expulsa- y en la dispersión, la irregularidad de los caminos y el desdibujamiento de los límites físicos (Díaz Terreno, 2011; 69).
Ubicado en los “altos”, al sudoeste de la ciudad de Córdoba, se caracteriza por la inauguración del Observatorio Astronómico Nacional ocurrida el 24 de octubre de 1871. Ese acontecimiento marca el pacto fundacional del barrio, por ser la institución que dará no solo identidad al espacio territorial, sino también permitirá que el Estado municipal comience a desarrollar una serie de planificaciones para su diagramación.
Las múltiples demandas que buscan respuestas a los problemas sociales del territorio adquieren características diferentes en los inicios del barrio y en el momento de su consolidación. En Observatorio, esos procesos se dieron fuertemente vinculados al trabajo de vecinas/os para el surgimiento de las instituciones barriales e instalación de los primeros servicios públicos, apareciendo el Estado como un actor relevante en relación con otros actores sociales como la iglesia, centro vecinal, escuelas y club o centro de fomento, etc. “Se juntaban los vecinos, hacían una nota, la firmaban […] en el año 28/29 mi padre con los vecinos, armaron toda una presentación para pedir el agua corriente”, relata una vecina, refiriéndose a los procesos organizativos mediante los cuales se fueron gestionando las principales instituciones y servicios.
La primera problemática a sortear en el proceso de urbanización es el acceso al barrio, dado que se erige sobre un terreno rodeado por barrancas. Aparece aquí una fuerte presencia institucional –desde el Observatorio Astronómico- en los reclamos al Estado para el acondicionamiento de caminos. Más allá de los reclamos de intervención del Estado de parte del Observatorio Astronómico, sumada a las denuncias por parte de medios de comunicación, en los relatos aparece con fuerza un registro de la construcción del espacio ligado directa y casi exclusivamente a la participación y trabajo colectivo de vecinas/os.
El club, la iglesia y la escuela aparecen como instituciones vertebradoras en la conformación del barrio, del mismo modo que en los barrios anteriormente analizados. El club se verá materializado en Observatorio con el Centro de Fomento, como una de las principales instituciones erigidas a partir de la necesidad de encuentro de quienes comenzaban a instalarse en el territorio. Esos espacios de encuentro, a su vez, estuvieron atravesados fuertemente por estereotipos de género, debido a que la participación de las mujeres se ligaba a tareas asignadas socialmente: organizar las ferias de platos, las ventas de empanadas o decorar para las fiestas. La iglesia surge también respondiendo a las necesidades de las/os vecinas/os, con una fuerte presencia en la vida cotidiana.
Por otra parte, desde las memorias recuperadas por medio de la historia oral, podemos identificar diversos ejes desde los cuales se articulan las identidades barriales y que constituyen a nuestro entender los principales sellos identitarios: a) barrio de “inmigrantes - obreros - estudiantes - gente luchadora”, que da cuenta de la posición de los sujetos y de las representaciones del espacio social y de sí mismos; b) el cordobazo y la participación vecinal en la gesta; y c) la periferia. De este modo, podemos decir que cada grupo social procede y se relaciona con su espacio urbano de una manera dialéctica, poniendo en práctica su habitus en la producción del espacio y, a la vez, siendo profundamente mediatizado por el habitus de quien a su vez lo produjo (Baringo Ezquerra; 2013:117).
3. Algunas reflexiones
Reescribir las historias de los barrios, desde el diálogo que posibilita la memoria colectiva y la historia oral, nos permite asomarnos al entrecruce de sentidos, acciones y disputas que son parte de los territorios y que los construyen, donde los problemas sociales, en tanto manifestaciones de la cuestión social, emergen, se gestan y luego de intensas luchas barriales suelen transformarse en objeto de la política pública. Así, la emergencia y atención de los problemas sociales en los territorios es un proceso complejo atravesado por el contexto económico, político y cultural de cada momento histórico.
Probablemente, uno de los principales hallazgos en los barrios se relacione con lo geográfico-natural en tanto margen que posibilita la conformación del espacio físico, pero también se convierte en el elemento fundamental del proceso de construcción de identidades localizadas. Otro de los hallazgos hace referencia a las omisiones estatales -que en el momento de surgimiento de los barrios estudiados se relacionaba con un modelo de estado liberal- que dieron origen a determinados procesos de organización, lucha y resistencia colectiva por el derecho a la ciudad, que no solo se convierten en parte de las identidades y de las memorias de los barrios, sino también en herramientas de análisis que fundamentan las estrategias de intervención en los territorios, dando mayor visibilidad a las tensiones existentes en el campo profesional y a la construcción de relaciones en el campo más amplio de las políticas públicas.
Como hemos pretendido señalar en este trabajo, es el análisis de los problemas sociales en los barrios estudiados, desde el aporte de la perspectiva de la historia oral y de la memoria colectiva, lo que brinda pistas para la comprensión histórica del proceso de conformación del campo del Trabajo Social como profesión centralmente vinculada a la lectura, análisis e intervención en las expresiones territorializadas de la cuestión social.
En este sentido, creemos que las voces y recuerdos de las/os vecinas/os y referentes barriales que hemos podido escuchar y analizar durante estos años, tienen en sí el potencial para reconstruir las historias de los territorios desde una lógica más humanizada que el relato oficial, en tanto herramienta que permite reparar el tejido social otrora roto, fragmentado e invisibilizado.
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Notas de autor