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Hallazgos en torno a la feminización del trabajo social. Santa Fe en los años '40
Findings about the feminization of social work. Santa Fe in the 40 years
PAPELES del Centro de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL, vol. 15, núm. 26, e0007, 2023
Universidad Nacional del Litoral

Dossier

PAPELES del Centro de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 1853-2845
ISSN-e: 2591-2852
Periodicidad: Semestral
vol. 15, núm. 26, e0007, 2023

Recepción: 26 Diciembre 2022

Aprobación: 30 Marzo 2023

Resumen: Este artículo es elaborado en el marco de una investigación de grado de la Licenciatura en Trabajo Social. El tema es la Feminización del Trabajo Social, en el contexto del proceso de profesionalización en Santa Fe en los años ´40. Se comparten en este trabajo los hallazgos realizados hasta el momento, luego de un trabajo de fuentes documentales que buscan recuperar la historia local desde la perspectiva de sus actores. Esta primera aproximación habilita nuevas lecturas de los procesos sociales, busca complejizar la comprensión de los fenómenos, desde un posicionamiento que comprende que los mismos son contradictorias y particulares según cada contexto socio-histórico. En este caso en particular, el interés es recuperar la historia de la Escuela de Servicio Social de Santa Fe, realizar un acercamiento a las experiencias de las primeras egresadas que fueron construyendo sus propios caminos, cuestionando desde sus acciones los mandatos y estereotipos establecidos en la época.

Palabras clave: feminización, trabajo social, Santa Fe, hallazgos, profesionalización.

Abstract: This article is prepared within the framework of a degree research for the Bachelor of Social Work. The theme is the Feminization of Social Work, in the context of the professionalization process in Santa Fe in the 40s. The findings made so far are shared in this work, after a work of documentary sources that seek to recover local history from the perspective of its actors. This first approximation enables new readings of social processes, seeks to make the understanding of phenomena more complex, from a position that understands that they are contradictory and particular according to each socio-historical context. In this particular case, the interest is to recover the history of the Santa Fe School of Social Service, to approach the experiences of the first graduates who were building their own paths, questioning from their actions the mandates and stereotypes established in the epoch.

Keywords: feminization, social work, Santa Fe, findings, professionalization.

1. Introducción

Esta presentación se enmarca en una investigación más amplia, junto a un grupo de investigadoras[1] y es parte de la tesina de grado que estoy desarrollando. La misma refiere a la Feminización del Trabajo Social en los inicios de su profesionalización, en los años ´40 en Santa Fe. El objetivo general de la misma es comprender el carácter femenino con que nace la profesión en la ciudad, a partir del análisis de diferentes documentos de la época pertenecientes a quienes pensaron la formación, quienes fueron docentes de la Escuela y quienes transitaron la misma como estudiantes. A partir de estos propósitos surgen preguntas como ¿qué lugar ocupaba la mujer en la sociedad durante el periodo? ¿Qué relación tiene esto con la profesionalización del Trabajo Social en la época? ¿Con qué perfil fue formado el estudiantado?

Dentro de las fuentes trabajadas se encuentran: Revistas especializadas (Revista de la Escuela de Servicio Social de Santa Fe; Revista del Museo Social Argentino; Revista Internacional del Trabajo); Discursos de funcionarios y docentes (en periódicos de la época; Boletines de Educación); Libros de época; Documentos públicos (planes de estudios, memorias, decretos, leyes); Tesis de primeras egresadas. Los mismos fueron localizados a través de un trabajo de archivo en la Escuela de Servicio Social de Santa Fe, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales - UNL, en el Archivo Histórico de la Provincia de Santa Fe y en la Hemeroteca Digital del archivo de la Provincia de Santa Fe.

En esta presentación, me centraré en los hallazgos producidos durante la investigación, los cuales forman parte de uno de los capítulos de la tesina. A partir de la indagación de los documentos, me encontré con aspectos que ponen en cuestión la perspectiva que liga directamente al Servicio Social como la extensión del rol materno de cuidados, amor al servicio del otro, entre otros atribuidos que son asignados sólo por el hecho de ser mujer; lo cual posibilita le lectura en termino de matices. Es decir, en esta profesión que en su mayoría está conformada por mujeres y se le atribuyen algunos valores que son culturalmente considerados femeninos - marcando una segregación en el ámbito laboral de manera horizontal - se presentan aspectos que no responden directamente con esa perspectiva, lo que habilita nuevas lecturas de los procesos.

En este sentido, es relevante considerar dos conceptos que vertebran el trabajo: feminización y profesionalización. El proceso de feminización, se puede dividir en dos formas de segregación, una vertical y otra horizontal. En la primera, existe una diferencia significativa entre los potenciales aspirantes a los puestos de conducción y quienes realmente ocupan tales cargos. Y la segregación horizontal refiere a la forma en que actúan los estereotipos sexuados dentro del ámbito de trabajo; se distingue la virilidad (asociada al trabajo pesado, sucio, insalubre, a veces peligroso, que requiere coraje) de la femineidad (ligada al trabajo liviano, fácil, limpio, que exige paciencia y minuciosidad). Entiendo que estas diferencias no se generan dentro del ámbito laboral, sino que provienen de diferentes socializaciones previas. Para el desarrollo de mi investigación, me centré en trabajar la segmentación horizontal. Es así que, entiendo por feminización del mercado laboral, al incremento de la participación de mujeres en este ámbito y la asignación de valores culturalmente considerados femeninos a las relaciones sociales y por esa vía a las profesiones. Para comprender este proceso, tomo como referencia a Ramacciotti y Valobra (2014), quienes, en una de sus producciones, sostienen que la feminización se manifiesta como la consecuencia de diversos aspectos, entre ellos, la mayor autonomía de las mujeres, el reconocimiento como sujetos, asociado a las diferentes etapas del capitalismo (con justificaciones ideológicas y económicas para emplear a las mujeres).

En cuanto a la profesionalización, las autoras mencionadas anteriormente, afirman que resulta complejo arribar a consensos en torno a qué es una profesión y en qué consisten los procesos de profesionalización. Sin embargo, Gómez Campo y Tenti Fanfani (1989) refieren que la profesión “(…) exige la posesión de una serie de conocimientos (saber especifico y especializado) que requieren una práctica de aprendizaje extensa y de pruebas que acrediten la posesión de aptitudes necesarias” (1989, p. 19). Es decir, la profesión hace referencia a una tarea basada en un estudio intelectual especializado que tiene como fin proporcionar un servicio o asesoramiento experimentado a otros. Estas profesiones generan un sistema de normas que van a derivar en un rol especial que es asignado en la sociedad. En este sentido, el proceso de profesionalización -siguiendo a los autores- consiste en hacer que los límites entre profesiones y no profesiones sean realmente efectivos, de esta manera, los nuevos saberes se desarrollan mediante la negación o el desconocimiento de los saberes y culturas anteriores.

En este marco, en este artículo se hace una breve mención al contexto socio histórico y de ideas hegemónicas en el periodo, lo cual brinda un marco general para comprender lo que sucede en la época. Luego, se exponen los hallazgos en dos sentidos: por un lado, los que se producen a partir de pensar la salida de la mujer al mundo laboral como una transgresión en el espacio público; y por otro, los hallazgos que surge de las particularidades del Servicio Social en Santa Fe.

2. Sobre el contexto de época y las ideas hegemónicas

En este apartado, presento – a modo introductorio y breve - el contexto social e histórico en el que se ubica la investigación, para que luego puedan ser comprendidos los hallazgos. Este trabajo se enmarca en los años ’40, periodo de mayor involucramiento del Estado, quien incrementa su intervención no sólo en cuestiones económicas, sino también sociales. Las anteriores formas de intervención ya no dan resultados favorables para hacer frente a la cuestión social, por lo cual, se comienza a pensar en nuevas políticas. Este crecimiento del accionar estatal está atravesado por dos lógicas diferentes: por un lado, una lógica de gestión “(...) que tiene su norte en la modernización de los aparatos del Estado, desde la que se intenta crear marcos institucionales para responder a las demandas (...)” (Piazzesi, 2009, p. 4), y por otro, una lógica que guía la acción gubernamental desde las necesidades más primarias de la política, del ejercicio del clientelismo y del control de la población. Específicamente, en políticas de salud y bienestar, se incorporan perspectivas modernas en torno a la planificación y coordinación por parte del Estado, que perviven hasta el peronismo.

Las iniciativas en materia de acción social incluyeron a la asistencia social, que fue tomando su propio perfil basándose en conceptos del Servicio Social imperante en la década. Es así que, en 1942, en la provincia de Santa Fe se sancionó la ley de Asistencia Social N° 3069 que estipulaba la provisión de insumos culturales y materiales: vivienda, educación, alimentos, espectáculos artísticos, deportivos, vestimenta a infantes y adultos de la provincia, entre otras cuestiones que sientan las bases de mayor protagonismo y autonomía por parte del Estado provincial respecto a la intervención en la sociedad civil. Para que eso pueda ser llevado a cabo, fue necesaria la formación de agentes específicos. En la normativa se propone que los mismos lleven adelante la acción social desde la racionalidad científica, y como característica personal, que cuenten con vocación para intervenir en el campo. Desde esa perspectiva, fue creada la Escuela de Servicio Social de Santa Fe, que abre sus puertas en marzo de 1943.

En relación a eso, durante los gobiernos provinciales peronistas, las principales áreas de preocupación y acción estuvieron referidas a los problemas de vivienda, la escolaridad y las tasas de alfabetización, la política sanitaria provincial y la asistencia social.

En este contexto, y teniendo en cuenta el tema de investigación, es relevante recuperar algunas ideas hegemonías en torno a la familia y la mujer, que permiten comprender cómo se los describía y prescribía a través de los documentos de época que fueron relevados y analizados. Es importante aclarar que las descripciones refieren al modelo hegemónico de la época; si bien existían otras configuraciones familiares, estaba presente un modelo mayormente difundido y esperado por el conjunto de la sociedad.

Durante el periodo estudiado, la familia tiene un lugar de suma relevancia, a tal punto, que hay quienes la conciben como la célula básica de la sociedad, regulando el funcionamiento de esta última. Esto implica que se le depositan expectativas y se asignan determinados roles a sus miembros, quienes -ante esto- ven influenciado su accionar, no sólo en el interior de la misma, sino también, en las relaciones extra familiares. En esta socialización, se generan las segregaciones horizontales mencionadas anteriormente, en las que los estereotipos sexuados diferencian entre virilidad (socialmente atribuida a los hombres) y feminidad (socialmente atribuida a las mujeres). Las mismas se manifiestan en los ámbitos laborales y en la constitución y funcionamiento cotidiano del grupo familiar.

En cuanto al “padre de familia”, es visto como el jefe de la misma, el juez supremo y dueño del hogar, responsable de la perpetuidad del culto y de la familia. De él se espera -además de cierta virilidad- que trabaje fuera del hogar y que sea quien realice el aporte económico que sustente al resto del grupo. Al momento de estar en su casa, se espera que descanse luego de la jornada laboral, mientras los demás miembros se ocupan de los quehaceres domésticos. En general, y salvo situaciones de excepción (guerra, recesión económica, enfermedad, etc.), los varones permanecen ininterrumpidamente en el mercado de trabajo a partir de su ingreso a la vida activa y hasta que decidan retirarse.

Por el lado de la mujer, es sobre todo descripta y prescripta como madre y esposa, siendo considerada el núcleo de la célula social, la familia. Desde el discurso hegemónico, es la responsable y encargada principal del funcionamiento del hogar, le son atribuidas las tareas domésticas y la crianza de los hijos. En este sentido, las tareas que son asignadas en el espacio familiar, son descriptas como “defender el hogar tradicional, velar por los niños, difundir la educación, practicar la asistencia, mejorar las condiciones de trabajo, forjar una paz permanente y atar fuertes lazos de solidaridad entre todos los argentinos (…)” (De Gregorio Lavié, 1947, p. 23). Estas actividades requieren tiempo y dedicación por parte de la mujer, lo cual tiene repercusiones directas en el mercado laboral, con dificultades en el acceso e interrupciones según los momentos del grupo familiar. Es decir, en este relato hegemónico, la maternidad se presenta como un modelo, que prescribe conductas, modos de sentir y pensar, genera vínculos, prácticas y deseos, que -a su vez- construyen identidades.

En relación a la finalidad de la familia, se enuncia que la procreación es el fin principal; la felicidad de los esposos su fin secundario. Pero ambos no pueden separarse como no puede separarse el matrimonio de la familia. Se presentan, de esta manera, rasgos básicos e ineludibles, como la procreación y la unión en matrimonio, los cuales están marcados por una influencia religiosa, que no acepta otra configuración.

En este sentido, si bien se reconoce que las jóvenes de la época comienzan a tener una cierta independencia, todavía romper con los mayores mandatos o rutinas es desafiar a la sociedad. Se sostiene fuertemente la idea de amor maternal o instinto materno, que en diversos documentos aparece como irrenunciable, o que sólo puede ser pospuesto por un tiempo, pero tarde o temprano ese mandato se cumplirá. Estas ideas se relacionan con la configuración familiar hegemónica que fue descripta.

Sin embargo, es relevante destacar que la mujer en esta década y desde algunos años antes, comienza a salir al mercado laboral -impulsada por diversas causas- lo que genera uno de los matices que ponen en cuestión este modelo hegemónico.

Estas ideas hegemónicas, generan perspectivas que relacionan directamente el Servicio Social como una profesión que es una extensión del rol materno, relacionado con el cuidado, el amor y el servicio a otros. Esta se constituye en una de las lecturas posibles sobre la feminización desde el inicio. Sin embargo, es pertinente realizar nuevas lecturas, que enriquezcan la reconstrucción e interpretación de los procesos sociales e históricos.

En relación a eso, a lo largo de esta investigación, se produjeron hallazgos que generan matices en la configuración de la historia. Ponen en cuestión las hipótesis que relacionan directamente al Servicio Social con el amor maternal, lo cual liga directa e ineludiblemente a la mujer con las tareas que le son asignadas socialmente sólo por serlo. En los próximos apartados, serán presentadas interpretaciones que habilitan nuevas miradas al fenómeno de la feminización de la profesión en la ciudad de Santa Fe.

Para eso, se destaca la importancia de realizar lecturas y análisis locales de las particularidades del Trabajo Social en cada contexto, ya que, al analizar los Estados provinciales, se presentan situaciones heterogéneas que no pueden subsumirse en fórmulas generalizadoras. Desde estas recuperaciones, se recobra la riqueza de la profesión y la formación.

3. Hallazgos a partir de la transgresión de las mujeres en el espacio público

Desde comienzos del siglo XX crece de manera paulatina el ingreso de las mujeres en el ámbito laboral. Fenómeno que toma mayor masividad a mediados del siglo. Si bien, se dice que -en general- las profesiones en las que se formaban tenían que ver con una extensión del rol asignado al interior del hogar, referido al cuidado, el amor, la comprensión y las tareas domésticas, esta es sólo una lectura de la historia posible. Esa perspectiva está mediada por la consolidación de los estereotipos de mujer que se producen ante la naturalización de la condición femenina reducida a lo emocional, lo subjetivo, lo maternal. Matus (2004) al respecto, plantea que “estas concepciones indudablemente han entorpecido la expresión de capacidades femeninas para desenvolverse en la esfera pública, y en este sentido, los campos referidos a lo político y lo intelectual representan los espacios que han sido más herméticos a la incorporación y legitimación de los aportes que pueden realizar las mujeres” (p. 271) No obstante, las afirmaciones precedentes admiten algunos intersticios que ponen en cuestión la lectura taxativa de esta perspectiva.

Desde la investigación que llevo adelante, pretendo comprender el fenómeno de la feminización desde diversas aristas; he hallado interpretaciones que enriquecen la manera de entender la historia y que serán expuestas a continuación.

Hay interpretaciones que plantean que el rol modélico de mujer reproductora comienza a resquebrajarse con el surgimiento de nuevas oportunidades en el mercado laboral. Es decir, las mujeres encuentran otras posibilidades de desarrollo personal, que están más allá de lo asignado socialmente, que las determinaba a estar en el interior del hogar. En relación a eso, Argonz (1945) -quien fue Gobernador de la Provincia de Santa Fe (1941-1943)- enuncia en su libro diferentes causas que impulsan a los hogares a reducir el número de hijos, entre ellas, un nuevo concepto sobre cómo afrontar desafíos a la hora de conformar una familia y la implantación cada vez más difundida del trabajo femenino.

En este entramado, se puede pensar el trabajo como una transgresión al “deber ser” impuesto a la mujer, donde establece nuevos vínculos, nuevos conocimientos, ingreso económico, más allá de qué tareas realice en ese espacio. Asimismo, diversas profesiones, entre ellas el Servicio Social, se vinculaban en su accionar profesional con la escritura, así sea de informes, diagnósticos, registros, entre otros documentos. En este sentido, “la acción de escribir ha sido siempre para la mujer una actividad política transgresora en una cultura patriarcal que la ha ligado a la esfera privada y el quehacer doméstico, a la reproducción y crianza de los hijos y las hijas”. (Ricard, 2017, p. 3) Es decir, otras perspectivas aportan al proceso de feminización lecturas que tienen que ver con las transgresiones a lo que se suponía estaba establecido, enriqueciendo la comprensión del fenómeno.

Asimismo, en el período se produce el crecimiento en la participación política de la mujer, con el reclamo y posterior conquista del derecho al voto. En 1947 el Congreso sanciona la ley del voto femenino, y en 1951 votaron por primera vez en nuestro país. Ese día, miles de mujeres concurrieron a ejercer su derecho, produciendo rupturas con visiones más tradicionales que las ligaban directamente en el mismo nivel de capacidades que los niños.

Por otro lado, el ingreso de la mujer a los estudios terciarios y/o universitarios se constituye como otro hito importante. Se desafía -como se mencionó anteriormente- los límites que los estereotipos establecían, inmiscuyéndose en un ámbito que hasta algunas décadas antes, era reservado para los varones. En relación a eso, la investigadora Alicia Genolet et. al. (2005), haciendo referencia específicamente al Trabajo Social, refiere que “el acceder a un título académico se transforma en una herramienta posibilitadora de reconocimiento profesional a una tarea ejercida anteriormente desde el voluntariado, marcada por lo intuitivo y lo valórico” (p. 60) Sin embargo, es cierto que, en esta incorporación, también hubo ciertas dificultades, no sólo para ingresar, sino también para permanecer y egresar de esos espacios. No se debe perder de vista que, desde que las mujeres ingresan al ámbito público, se llevan a cabo prácticas discriminatorias que ponen en cuestión sus capacidades e intentan que regrese a realizar actividades exclusivamente en el ámbito doméstico, haciéndose cargo de otras personas, y, en consecuencia, disminuyendo el tiempo que puedan dedicarle a la formación profesional.

En cuanto a la Escuela de Servicio Social de Santa Fe, las dificultades para permanecer y egresar, estuvieron dadas por diversas exigencias para transitar el cursado de año a año y obtener el título correspondiente. Es decir, sólo se promovía a alumnos regulares, con una asistencia obligatoria del 80% y la aprobación de todos los trabajos, y, los periodos de exámenes únicamente en marzo y diciembre teniendo como requisito que los estudiantes no podían inscribirse en el año siguiente si les faltaba aprobar más de una asignatura. Todo esto significaba una dedicación casi exclusiva al estudio. A su vez, cada año debían abonar un derecho de inscripción y derecho a examen, lo cual no hacía que sea de libre acceso. Por último, para recibir el título, debían realizar y aprobar un trabajo final, el cual consistía en una investigación sobre una temática de interés que haya sido abordada durante la formación. Este requisito final fue un obstáculo para muchas estudiantes que, por diferentes motivos, no cumplían con la entrega. Es a partir de ello, que se realiza una diferenciación entre estudiantes que “egresaron” pero no se “recibieron”.

Luego de esta formación, el ejercicio profesional amerita la percepción de una remuneración económica. La misma significa una emancipación para las mujeres, quienes -muchas de ellas- hasta el momento dependían sólo del sustento económico de su marido o grupo familiar. Más allá de las decisiones que cada una pueda tomar con su remuneración, no deja de ser importante la percepción de este factor para la toma de decisiones personales.

En este sentido, hay perspectivas de los procesos socio históricos que nos permiten pensar en nuevas lecturas, aportando miradas que complejizan la comprensión de los fenómenos y que invitan, como se mencionó anteriormente, a tener en cuenta los contextos particulares en que ocurren.

4. Hallazgos en las particularidades del Servicio Social en Santa Fe

A partir de estudiar el proceso de profesionalización del Servicio Social en Santa Fe, se produjeron algunos hallazgos de documentos que invitan a seguir analizando particularidades de la historia local. Los mismos pertenecen a funcionarios que tuvieron cargos de docentes en la Escuela y a las primeras egresadas.

Uno de los documentos, refiere al Boletín de Educación, donde Roberto Lavagna (1944)-docente de la casa de estudios- expresa que es un error considerar a la profesión del Servicio Social como exclusivo para mujeres, y brinda porcentajes de varones que estudian y ejercen el Servicio Social en otro país. Sin embargo, alude que la diferencia entre los géneros se encuentra en los campos de ejercicio profesional de cada uno: los varones, intervienen en trabajos de organización, investigaciones especializadas o dentro del campo de la industria, entre otros. Es decir, publicaciones como la de Lavagna (1944) y Genolet (2015) – quien también menciona la participación de hombres desde la primera promoción de Asistentes Sociales – reconocen que, si bien las estudiantes y posteriores profesionales eran en su mayoría mujeres, había presencia de varones. Indagando un poco más en esta cuestión, se visualiza que ellos eran quienes ocupaban los puestos de mayor jerarquía o toma de decisiones.

Con relación a eso, se pueden mencionar algunos ejemplos de la Escuela de Santa Fe que así lo confirman. Por empezar, los primeros directores y docentes de la Escuela fueron varones -en su mayoría médicos- hasta la llegada de Emma Guastavino[2] y algunas de las primeras egresadas que comienzan a tener diferentes cargos. Si se tiene en cuenta, por ejemplo, el cuerpo de redacción de la Revista de la Escuela de Servicio Social – en 1946 – el Director es Francisco Menchaca, dentro del cuerpo de profesores hay tres mujeres –Emma Guastavino, Selva Ucha y Carmen Insaurralde- de dieciséis integrantes, y es exclusiva la participación de mujeres en la administración, secretaria y auxiliares de redacción.[3] De la misma manera -teniendo en cuenta la Comisión que organizó la primer Jornada de Servicio Social en la provincia en 1947- su presidente era Edmundo Frassoni y luego, con otras funciones, se encontraban mujeres -egresadas de la Escuela- como Marta Escudero, Yolanda Potolichio, Marcelina Cuesta y Elda Peruzzi.

Sin embargo, una de las primeras que comenzó a disputar espacios en la docencia de la Escuela, fue Emma Guastavino. La misma, elabora un documento como propuesta para la preparación profesional, donde hace alusión a la investigación en Servicio Social como uno de los componentes necesarios para la formación del Asistente Social, expresando que “una investigación social seria y metódica de algún aspecto o problema de Servicio Social, que incluye recolección, análisis e interpretación de hechos sociales debe formar parte del programa de los que aspiran a obtener diploma profesional” (Emma Guastavino Ureta, 1947) Es decir, brinda un lugar de relevancia para la investigación en la formación, a la vez que la comprende como un proceso metódico. Considero que esto genera tensiones con la idea previamente descripta que relaciona a la profesión como una extensión del rol materno que desarrolla la mujer al interior del hogar. Sobre todo, si se tiene en cuenta que -si bien no había una formación sólida en investigación- esta relevancia que se menciona hacia la misma, no sólo estaba presente en una propuesta de Emma, sino que era una condición para recibir el título realizar una monografía o tesina sobre un tema a elección que debía estar en relación con lo desarrollado durante la etapa formativa. Sin embargo, este requisito final generó dificultades para muchas estudiantes que no cumplieron con eso, lo cual generó una diferencia entre quienes “egresaron” y quienes se “recibieron”.

En este sentido, durante los primeros años de la Escuela funcionó un Centro de Investigaciones Económicas y Sociales dependiente de la misma, el cual tenía dos finalidades específicas: por un lado, realizar estudios sobre problemas sociales concretos que sean de interés general, por ejemplo: encuestas sobre alimentación de las familias, el costo y las condiciones en que vivían, la organización de servicios sociales, entre otros. Por otro lado, se proponía la capacitación del estudiantado en materia investigativa.

Siguiendo con la preparación profesional, a partir de realizar una lectura de la enunciación de las materias en los distintos planes de estudio de los años ´40, si bien existían algunas materias que, teniendo en cuenta el rol hegemónico asignado a la mujer, podían tener alguna relación con el cuidado de otros – como Higiene y Puericultura, Economía Doméstica, Alimentación y Maternología- había muchas otras que brindaban un fortalecimiento de la formación general en Ciencias Sociales; entre ellas se puede mencionar Economía Política, Medicina Social, varias referidas a legislaciones (en el trabajo, infantil, social), Psicología, Sociología con Orientación Profesional, entre otras. Lo que implica, que la formación sea general y – a través de los diversos cambios que fueron teniendo los planes – se fue complejizando las perspectivas, abarcando diversos aspectos que brindan herramientas en diferentes campos a los futuros profesionales.

En torno a algunas de las particularidades de las primeras egresadas, son diversos los hallazgos que permiten refutar la hipótesis que vincula al Trabajo Social directamente con la extensión del rol maternal.

En 1945 culminó sus estudios la primera promoción de estudiantes que había iniciado apenas se inauguró la Escuela. Finalizaron un total de 44 personas, de las cuales sólo 2 eran varones, el resto mujeres. En ese grupo, hubo quienes comenzaron a estudiar apenas terminaron el nivel secundario con el título de maestras, otras ejercieron algunos años y luego comenzaron la carrera de Servicio Social con la intencionalidad de seguir perfeccionándose. Asimismo, había quienes anteriormente se formaron en otras profesiones: profesorado de filosofía, ciencias económicas, enfermería y visitadoras de higiene.

En términos de las mismas estudiantes, se afirma que “la elección de la profesión obedeció a diferentes inquietudes personales. En algunos casos, estuvo relacionada a la sensibilidad fomentada en sus casas frente a la pobreza; en otros, fue la necesidad de ampliar los estudios docentes y, por último, la falta de posibilidades para las mujeres de esa época de estudiar carreras que las alejaran de sus familias” (Genolet, 2015, p. 112).

En relación a eso, Alicia Genolet en su tesis de maestría desarrolla un análisis que surge de entrevistas realizadas a alguna de las primeras egresadas de la Escuela de Servicio Social de Santa Fe, por lo cual es una referente en la temática. En un espacio de entrevista en el marco de la tesina de grado, la investigadora hizo referencia a que estas mujeres fueron generando rupturas con el modelo patriarcal de la época. Algunos ejemplos de esas acciones refieren a que transitaban a altas horas de la noche por los barrios; intervenían en la vida cotidiana, trabajaban con las familias, los varones, las mujeres, con quienes debieron realizar diversas negociaciones. A su vez, hubo quienes comenzaron a viajar a otras ciudades donde consiguieron trabajo –incluso- algunas se fueron a vivir a esos lugares, siendo además solteras; hubo quienes, también, organizaban reuniones de comisiones vecinales, las cuales no eran en horarios en los cuales –generalmente- no era esperado que la mujer transite por la calle. Así mismo, otras acciones que generaron algunas rupturas tienen que ver con pelear contra algunos funcionarios determinadas cuestiones que se relacionaban con reivindicaciones o necesidades de la gente, desafiando los lugares de poder y haciendo sentir su palabra, defendiendo los derechos de las personas, una idea que en esa época ya estaba en ellas. Es decir, “desempeñaron tareas casi consideradas masculinas de acuerdo a los roles asignados en sus momentos: organizaron, dirigieron, ejecutaron acciones que las implicaba personalmente en cuanto a las salidas nocturnas, reuniones en horarios poco comunes, transitar por barrios inseguros, irse a vivir solas a pueblos del interior sin estar aún casadas” (Genolet, 2015, p. 113).

Entre algunos aspectos de índole personal de las primeras egresadas, es pertinente considerar el lugar que le daban a la educación. Según Genolet, esta recibía un gran valor, sobre todo porque estaba presente la idea que a través de la educación se podía lograr acceder a un mejor nivel social. Inclusive, muchas de ellas ya eran profesionales, la mayoría de la docencia, pero veían en el Servicio Social una herramienta que les brindaba posibilidades laborales, lo concebían como una especie de perfeccionamiento. En términos de la investigadora “(…) era muy importante esto, porque recién las mujeres acceden masivamente a la universidad en la década del sesenta, entonces era como que la carrera terciaria era una aspiración importante para una mujer, de poder estudiar, o sea, terminar el secundario y después poder seguir estudiando” (Genolet, 2018). Asi mismo, sus grupos familiares provenian de hogares donde habia recursos economicos, lo cual les brindaba un sustento para poder realizar los estudios. Las que no tenian trabajo de docencia, sus padres eran -en su mayoria- comerciantes, empleados de la administración publica, es decir, tenían un trabajo formal que pudiera sustentar el estudio de sus hijas.

Asimismo, en la tesina de grado, se tuvieron en cuenta las tesis de las primeras egresadas – también denominadas monografías y trabajos finales. De las estudiantes que culminaron en la década del ´40, sólo hay dos trabajos disponibles, los demás no están en el archivo de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Estos escritos eran una condición para recibir el título de “Asistente Social”, debían investigar sobre alguna temática de su interés que hubieran tenido acercamiento durante su formación profesional.

En este sentido, se tuvieron en cuenta los trabajos finales de Ángela Teresa Vigetti denominado “Trascendencia del conocimiento sociológico para el Servicio Social” y el de Yolanda del Carmen Potolicchio “Asistencia Social de los Ciegos”. Las mismas presentan como imprescindible la investigación en el Servicio Social, cada una haciendo foco en su temática de interés.

En cuanto a la tesis de Vigetti -presentada en el año 1948- tiene como objetivo demostrar la importancia del conocimiento sociológico y su particular forma, el conocimiento sociográfico, para la racionalización del Servicio Social. Esto resulta novedoso para la época, ya que es anterior a la institucionalización de la sociología como disciplina científica en Argentina.[4] Durante el desarrollo de su trabajo persigue dicha finalidad haciendo hincapié en diferentes aspectos, entre ellos, plantea la necesidad de fijar grandes líneas del Servicio Social. Para eso alude a diversos eventos académicos de Latinoamérica donde se aborda esta temática. Asimismo, presenta a la sociología como la ciencia informadora y orientadora para determinar la verdadera función y sentido del Servicio Social en el marco de una compleja realidad social. Se destaca también el aporte a pensar la realidad desde diversos factores (ecológicos, demográficos, sanitarios, educativos) que intervienen para que una situación se presente de determinada manera en un momento y lugar dado, a eso lo llama “conocimiento integral de la realidad”. Otro de los aportes que realiza, refiere a la necesidad de la planificación de las formas de acción, tarea que se desarrolla entre el conocimiento de la realidad y la acción racional propiamente dicha. Se destaca que, para la realización de este trabajo, retoma publicaciones de artículos de Servicio Social de diferentes lugares de América, entre los que se destaca Nueva York, Sao Paulo, México, Chile, incluso Buenos Aires; y, para definir a la sociología cita autores como Max Weber y Augusto Comte, interesándose por las fuentes primarias a la hora de desarrollar su trabajo.

En cuanto a la tesina de Yolanda Potolicchio -correspondiente al año 1946- desarrolla un trabajo a partir de su experiencia de prácticas durante la formación académica, realizadas en una institución para personas ciegas. Allí analiza la realidad en la que viven quienes tienen esta discapacidad caracterizada –según ella- por la inferioridad, el rencor y la sensibilidad. Frente a eso, destaca la tarea del Trabajador Social, quien debe “levantarlos” de esa condición e introducirlo en diferentes esferas sociales, para lo cual se necesita vocación para ejercer la profesión por ser una tarea ardua. Presenta como importante conocer en profundidad la situación antes de intervenir, dejando de lado los preconceptos y tratando con varias personas ciegas durante un tiempo prolongado. Asimismo, propone realizar censos que permitan estudiar las condiciones sociales en que viven, crear escuelas, talleres, bibliotecas especializadas, bolsas de trabajo que permitan brindarles nuevas oportunidades en sus trayectorias de vida. Es decir, propone alternativas desde lo propositivo, buscando -de alguna manera- brindar herramientas a los sujetos ante las situaciones que fue conociendo.

Para finalizar este escrito, considero de importancia detenerme en la figura de Teresa Vigetti. A partir de las indagaciones realizadas, puedo afirmar que – a través de sus experiencias- rompe con diversos estereotipos de la época. En principio, porque ya en 1948 -antes de la institucionalización de la sociología en Argentina- se preocupaba por demostrar la importancia del conocimiento sociológico y su particular forma, el conocimiento sociográfico para la racionalización del Servicio Social. En ese sentido, expresa que “la sociología es la ciencia que tiene por objeto el análisis, descripción y explicación pertinente de los fenómenos de convivencia social, formas de interrelaciones humanas, dependencia e influencia mutua de las mismas, agrupaciones resultantes, evolución, etc.” (Vigetti, 1948, p. 14). Es decir, concibe a la sociología como la ciencia informadora y orientadora por excelencia, para intervenir en la realidad social.

A través de su investigación, se visualiza el interés en conocer y relacionarse con el Servicio Social de otros países, a través de la participación en diversos encuentros, lectura de revistas, recepción de visitas y viajes a otras delegaciones. Teresa por medio de sus aportes, fue una de las pioneras en la investigación en Servicio Social en la Escuela.

Además, formó parte del primer grupo de egresadas en 1945. En ese periodo, fue co-fundadora del Centro de Estudiantes en el cual participó como Secretaria de Hacienda en 1944 y Presidenta en 1945. Una vez recibida, participó del Centro de Investigaciones, fue ayudante de cátedra, docente – de las asignaturas Investigación Social y Estadística Metodológica- y, años más tarde, se convirtió en Directora de la Casa de Estudios. A su vez, fue Jefa de la División “Estadística Social” de la Dirección General de Investigaciones, Estadísticas y Censos de la Provincia, Presidenta de la Asociación Argentina de Escuelas de Servicio Social; y estuvo becada por la Universidad de Chicago. Asimismo, integró la Asociación Argentina de Escuelas de Servicio Social, representando a la Escuela. Y, en 1965, publica el libro “Investigación en Servicio Social”.

Por supuesto que no todo eso ocurrió en los años ’40, pero, sin dudas, su trayectoria merece un reconocimiento. En lo que respecta a los objetivos propuestos en la tesina de grado, ella rompió con los estereotipos de mujer de la época, dedicando su vida a estudiar y profundizar su conocimiento, al recibirse de contadora y posteriormente, Asistente Social. Su intervención se desarrolló mayormente en el mundo académico, donde realizó múltiples aportes; por vincularse directamente con este espacio recibió múltiples críticas y desvalorizaciones de sus propias compañeras, al considerar que el “verdadero Servicio Social” estaba en el terreno.

Teresa se convirtió, en mi investigación, en uno lo de los mayores hallazgos, al poner en cuestión de principio a fin la hipótesis de Servicio Social como extensión de los roles maternos, y al desarrollar una participación activa en la Escuela de Servicio Social, a través de diversas funciones desde su ingreso como estudiante, hasta su retiro como Directora.

5. Reflexiones finales

Este artículo es fruto de una primera aproximación a los hallazgos correspondientes a una investigación de grado referida a la Feminización del Servicio Social en los inicios de su profesionalización en la ciudad de Santa Fe. En el marco de un Estado Provincial que incrementa su accionar en cuestiones sociales, para lo cual aporta legislaciones y políticas, en el año 1943 es creada la Escuela de Servicio Social.

A partir de los análisis desarrollados, es posible comprender a la feminización como un proceso en el cual están presentes múltiples factores, entre los cuales el incremento de la participación de mujeres en el ámbito de Trabajo Social no es lineal, ni posible de ser explicado de manera taxativa.

En los documentos analizados se encuentran datos que forman parte de los hallazgos fruto de esta investigación. En este sentido, se puede arribar a ciertos matices a la hora de pensar el proceso de feminización del Servicio Social en Santa Fe. Por un lado, al comprender las nuevas oportunidades que surgen en el espacio público, es posible entender el trabajo desarrollado por mujeres como una transgresión de los espacios y tareas atribuidas en la época; así mismo, se desafían los límites a partir del ingreso a la formación en estudios tanto terciarios como universitarios y la percepción de una remuneración económica. En el periodo, ocurre un incremento en la participación política, sobre todo a partir del voto femenino. Es decir, hay perspectivas que permiten pensar de manera positiva el ingreso al espacio público, destacando las conquistas producidas a partir de eso.

Así mismo, se destaca la importancia de realizar lecturas locales de los procesos socio histórico, evitando formulas generalizadoras. Es en este sentido, que se recuperan algunas particularidades del proceso de feminización y profesionalización en la ciudad de Santa Fe, desde la lectura de fuentes primarias y locales. Uno de los principales hallazgos en ellos, remite al reconocimiento de la participación de varones en la profesión, aunque con diferencias en los campos de acción respecto a las mujeres.

Se destaca –además- la preocupación por la investigación en el Servicio Social, desde los planes de estudios, propuestas de formación y la creación de un Centro de Investigaciones propio en la Escuela. Lo cual brinda, -de alguna manera- un aprendizaje que atraviesa cuestiones generales y deja de lado la atribución de roles maternos, como es descripta desde otras perspectivas la profesión.

En este sentido, en la Escuela de Servicio Social de Santa Fe se destacan figuras como la Emma Guastavino y Teresa Vigetti. Ellas transitaron la institución de maneras diferentes. No sólo como pioneras, sino también participes de manera activa como estudiantes, docentes, investigadoras y directivos; manifestando una preocupación por la formación, y asignando a la educación un lugar destacado en sus vidas y las de sus compañeras.

Por último, es importante destacar que las tareas llevadas a cabo por las primeras egresadas durante y después de la formación –en su ejercicio profesional- pone en cuestión lo esperado socialmente de ellas; a partir de inmiscuirse en la cotidianeidad de los barrios y las relaciones familiares, transitar lugares en momentos que no eran “lo esperado” por las mujeres de la época.

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Notas

[1] Auxiliares de redacción: Srta. Eulogia Gastiarena, Srta. Nélida Yamhur y Srta. Elvira B. de Chizzini Melo. Administración: Sra. Judith G. de Brautigam. Traductora: Srta. Jacqueline Dachary.
[2] En el año 1957 se crea la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA)

Notas de autor

* María Teresa Tempo es Licenciada en Trabajo Social, egresada de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL; maestranda en Trabajo Social por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Docente en “Trabajo Social su configuración como profesión y disciplina” e “Investigación Social II” de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL. Integrante del CAID “La profesionalización de Trabajo Social en Santa Fe, desde sus orígenes institucionales en la década del'40 hasta la década del ‘70”, dirigido por Indiana Vallejos. Trabajadora Social de la Secretaría de Bienestar Universitario – UNL.


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