Reseñas
Lovón M.. Las palabras compuestas en el aimara. 2020. Lima. Academia Peruana de la Lengua. 396pp.. 978-612-415969-5 |
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El texto de Marco Lovón Cueva Las palabras compuestas en la lengua aimara que ha publicado la Academia Peruana de la Lengua aborda los procesos de formación de palabras en aimara. Al analizar las lenguas en el mundo, los lingüistas encuentran que los procesos de palabras más conocidos son la derivación y la composición; sin embargo, estos tópicos son poco estudiados, sobre todo dentro de las lenguas amerindias. Con la investigación minuciosa realizada por Marco Lovón conocemos ahora la composición en aimara. Su trabajo, además, abre un espacio para los estudios posteriores sobre los procesos de formación en variedades dialectales aimara. En este estudio se ve que las formas de crear palabras en la lengua dependen de sus propios patrones lingüísticos. En la composición intervienen procesos morfofonológicos propios de la lengua. Este libro reúne 7 capítulos y, como es el primero en el tema, merece ser detallado.
En el primer capítulo del libro, «La composición de palabras como universal lingüístico», el autor parte de la idea de que la composición está presente en las lenguas del mundo, es decir, se trata de un universal del lenguaje; por tanto, si lo es, este tiene que estar presente en el aimara. Así, el lingüista Marco Lovón demuestra en este libro que el aimara, como otras lenguas, presenta este recurso de creación de palabras.
En el segundo capítulo, «Las palabras compuestas en las lenguas andinas», se hace mención a la formación de palabras en las diferentes lenguas andinas, como el quechua, el chipaya, el uro, el puquina, el jacaru y el aimara sureño. Aquí por la importancia de las lenguas andinas voy a explayarme en algunos aspectos. En el texto se indica que la formación de palabras en el quechua fue abordada por el lingüista alemán Ernst Middendorf. Los datos empleados en su gramática no son muy claros. Por otro lado, también señala que David Weber presenta un capítulo titulado «Reduplicación». Weber había señalado que algunas reduplicaciones palabra-palabra son casos de compuestos, mientras que el resto de las agrupaciones serían vistas como meras reduplicaciones por motivos sintácticos o incluso discursivos. Lovón muestra que en la tesis de Carreño sobre el quechua cajatambino se ofrece algunos ejemplos de palabras compuestas; sin embargo, sostiene que Carreño tampoco profundiza respecto al proceso de formación de palabras en el quechua, dado que no fue el objetivo de su investigación. Asimismo, se ve una referencia actual sobre el fenómeno de composición en el artículo de Adolfo Zárate «Los compuestos N+N en quechua: estructura y clasificación», donde identifica y analiza palabras compuestas, básicamente nominales, sobre la base de la variedad del quechua Cuzco-Collao. Con esto, Lovón deja antecedentes para el estudio de las palabras compuestas en quechua. Por otro lado, quiero notar que, en el libro, se indica que la formación de palabras compuestas está presente en la lengua chipaya. Lovón hace ver que los datos estudiados por Rodolfo Cerrón-Palomino y Enrique Ballón muestran como casos de palabras compuestas aquellas en las que se adjuntan dos lexemas en chipaya para formar una nueva palabra. También precisa que, en los trabajos realizados por Cerrón-Palomino, se recogen diversos listados recopilados en una serie de apéndices en el que se ilustra la presencia de palabras compuestas. Asimismo, Lovón sugiere que, en el puquina, los estudios sobre toponimia arrojaron que en la lengua se forman topónimos compuestos. También sostiene que hay palabras compuestas en el aimara central, es decir, en el jacaru. Para ello, evidencia que Martha Hardman había escrito en una de sus investigaciones un apartado de sustantivos complejos, en donde la mayor parte de estos sustantivos complejos fueron topónimos o nombres botánicos, que resultan de procesos de formación con sufijos y composiciones, las cuales se crean con la adjunción de morfemas derivativos.
Ahora bien, de acuerdo con Lovón, el estudio de las palabras compuestas ha pasado inadvertido tanto en la lengua aimara ya sea en sus variedades dialectológicas más concretas, sea en Bolivia y más aún en el Perú, salvo con los únicos antecedentes que puede considerarse y son los que nos remiten, actualmente, Cerrón-Palomino (1994/2008), Huayhua (2001), Apaza (2009), Hardman, Vásquez y Yapita, y otros. En la tesis de Paola Cépeda (2011), en la que se estudia el aimara de Moquegua, tampoco se hace mención del proceso de composición. Sin embargo, en el vocabulario consignado, de las 1 100 expresiones lingüísticas registradas, parece ser que 39 palabras son casos de palabras compuestas. En la tesis de Roger Gonzalo Segura (2011), sobre la derivación verbal en el aimara de Pomata, el autor hace una referencia a las palabras compuestas, aludiendo a la reduplicación. Todo ello indica para Lovón que es necesario realizar un estudio profundo sobre la composición de palabras en las lenguas originarias ya mencionadas.
En el tercer capítulo, «Los aimaras y su lengua», Lovón presenta una descripción general de la lengua, con especial énfasis en la morfología. De esta manera, explica al lector qué tipo de lengua es, cómo es y que fenómenos sociales, incluso, afecta su supervivencia. Recordemos que las lenguas andinas, como el aimara, están amenazadas por la presencia del castellano; sus hablantes suelen ser marginados y racializados porque se cree que sus lenguas son menos valiosas, como lo ha ido señalando Lovón (2020) y Lovón y Quispe (2020) en otros trabajos.
En el cuarto capítulo, «Estatus de las palabras compuestas en aimara», indica que, dentro de los procesos de formación de palabras, la composición, junto con la derivación, permite producir nuevos vocablos; por consiguiente, posibilita enriquecer el léxico de una lengua. En términos estructurales, las palabras compuestas son palabras complejas, en contraste con las palabras simples como sol, pan o comer. Según la teoría de formación de palabras, las palabras complejas son aquellas que resultan de una derivación o una composición morfológica, pero no todas las palabras pueden denominarse compuestas. Por ello, Marco Lovón plantea algunos criterios para la identificación de una palabra compuesta: 1) el acento, 2) la formación de un significado propio o nuevo, y 3) la cohesión sintáctica. Esta última impide, por ejemplo, que los compuestos puedan separarse en tanto constituyen una unidad. En vista de la coincidencia de tales indicadores en las diversas lenguas, Lovón asume estos criterios como básicos para el reconocimiento de una palabra compuesta.
En primer lugar, Lovón considera los criterios semánticos para la formación de un significado propio. Dentro de este criterio, presenta las propiedades de opacidad conceptual y unidad conceptual. Con esta propiedad, se puede reconocer palabras compuestas que registran un significado no derivable de las partes que las componen; en estos casos, se está ante un nuevo significado independiente del significado de sus partes. Estos ejemplos se consideran en el aimara: pacha hawira hace referencia a ‘vía láctea’, un concepto nuevo, distinto de las referencias conceptuales de pacha ‘tierra’ y hawira ‘río’; y en anu ch’aphi hace una referencia a un concepto diferente de anu ‘perro’ y ch’aphi ‘espina’. Lo mismo sucede con qarwa nayra ‘constelación (de Centauro)’ (parafraseando: ‘ojos de llama’) y warmi chuyma ‘mujeriego’ (parafraseando: ‘corazón que gusta de mujeres’): sus significados finales son diferentes de kayu ‘pie’ y nasa ‘nariz’, palabras compuestas que designan realidades nuevas, cuyo significado no responde a la suma de los valores de los constituyentes, sino a uno «opaco» respecto de los significados básicos de los elementos del compuesto. Sobre la unidad conceptual, Lovón señala que son compuestos composicionales o compuestos transparentes, puesto que el significado del compuesto responde al significado de las partes; en otras palabras, se deriva de estas. Por ejemplo, janq’u ñik’uta ‘canoso’, que deriva de janq’u ‘blanco’ y ñik’uta ‘cabello, pelo’; jichhu pampa ‘llanura en la que abunda la planta de ichu’, que está conformado por jichhu ‘ichu’ y pampa ‘llanura; junt’u pacha ‘verano’, que está formado por junt’u ‘caliente’ y pacha ‘tiempo, época’; y nasa phulu ‘fosas nasales’, formado por nasa ‘nariz’ y phulu ‘hueco’.
Seguidamente, el autor presenta los criterios fonológicos para la formación de una unidad fónica. Dentro de este criterio, describe los siguientes aspectos: el patrón acentual y los procesos fonológicos. El patrón acentual es una característica de las palabras compuestas, que posibilita reconocer la existencia de compuestos. Se tiene como ejemplos kayu nasa y anu ch´aphi. Para él, a todas las palabras que poseen un solo acento se les puede identificar como una unidad fonológica: se leen como palabras simples. En todas estas palabras, el acento tónico se ubica en la penúltima sílaba; en ellas opera la regla del acento que se aplica de manera uniforme. En aimara, las frases, conjunto de palabras que tienen un sentido, registran, de acuerdo con lo señalado, más de un acento tónico; por eso, las descarta como palabras compuestas. Ahora, sobre los procesos fonológicos, señala que dos palabras pueden verse afectadas por algún fenómeno fonético-fonológico que produce la fusión de los constituyentes en una sola unidad, la cual se interpreta como una palabra; dicho de otro modo, se genera una reinterpretación del material fonémico. Lovón hace notar que, en su escritura, dicha fusión se suele escribir unida: los constituyentes se escriben juntos dando paso a una nueva unidad. En la variedad aimara de Conima, por ejemplo, se evidencia la presencia de un fenómeno fonético-fonológico que resulta de la fusión léxica de dos lexemas. Estos datos muestran que dos palabras, la primera terminada en vocal y la segunda iniciada igualmente en vocal, fusionan sus vocales para dar paso a una nueva palabra. Algunos ejemplos son jurpi + aruma, que da paso a jurpïruma ‘noche pasada’ y masa + uru, que da paso a masüru ‘ayer’. El autor señala que el proceso morfofonémico que opera en los ejemplos anteriores se conoce como contracción transléxica, nombre que toma de los estudios de Cerrón-Palomino y Huayhua.
En los criterios sintácticos para la formación de una unidad sintáctica, Lovón propone el de la imposibilidad de extraer uno de los constituyentes. Este primer rasgo diagnóstico ayuda a identificar que en la existencia de palabras compuestas es imposible extraer uno de sus constituyentes sin que la unidad sintáctica se vea afectada. Así, el compuesto nominal qala phurka (< qala phurk’a) depende de la interacción de dos categorías nominales y no solo de una; si se elimina uno de ellos, se pierde incluso el significado composicional. Otro criterio que muestra es la imposibilidad de intercambiar la posición de los constituyentes. Como las formas compuestas están estructuradas por dos constituyentes, cuyo orden es fijo e indesligable, cada elemento tiene una posición determinada, es decir, inalterable. En los ejemplos alaxa pacha ‘cielo’ y juyphi pacha ‘tiempo de helada’ se muestra que siguen el orden sintáctico de la lengua, en el sentido de que el complemento antecede al núcleo. Si cambiaran los órdenes, los compuestos se descomponen. Sin embargo, el autor curiosamente señala que, dentro de la variedad aimara de Pomata, registró casos en los que algunos complementos ocupan la posición de núcleo y se comportan como afijos para significar posesión hiperbólica, lo que hace discutible una vez más el criterio de la imposibilidad de intercambiar la posición de los constituyentes. Dicho fenómeno ha sido llamado por Roger Gonzalo como postposición. Algunos de sus ejemplos son jach’a nasa ‘la nariz grande’ y el compuesto toponímico Jachanasa. También, el autor presenta el criterio de la imposibilidad de insertar elementos en el interior del compuesto, dado que los compuestos son unidades congeladas que impiden la inserción de expresiones lingüísticas entre los elementos componentes. De incrustarse una pieza morfológica o léxica dentro del compuesto, este se vería afectado sintáctica y semánticamente.
Luego, en el quinto capítulo, «Caracterización de las palabras compuestas en aimara», el más extenso, aborda la caracterización de las palabras compuestas en el aimara. Una de las formas de caracterizar los compuestos, señala, es mediante su formación estructural. Formalmente, las composiciones pueden estar constituidas por la unión de raíces simples [X+X] o de raíces complejas [[X-Gen] + X]], en la que una de ellas es una raíz derivada y la otra no. En general, las palabras compuestas, por su formación, se caracterizan por ser simples y complejas. Las palabras compuestas, que él ilustra, pueden ser caracterizadas también por la combinatoria sintáctica. Lo que resulta, por tanto, son combinatorias gramaticales, dado que se respetan las reglas sintácticas o reglas de buena formación. Para el autor, las unidades léxicas de una gramática (nombre, adjetivo, verbo, preposición) se combinan para formar palabras gramaticales. En el aimara, por ejemplo, no existen preposiciones, por lo que no encontraremos palabras compuestas con preposiciones. En el aimara también las palabras compuestas son caracterizadas por su combinatoria sintáctica. De acuerdo con el material lingüístico, se presentaría patrones como [N + N], [A + N], [A + A] y las probables combinaciones [Adv + V], [Adv + A], [Adv + Adv]. Algunos ejemplos son [N + N]: allpi jupha ‘quinua para hacer mazamorra’; [A + N]: junt’u uma ‘infusión; [A + A]: churi q’illu ‘anaranjado’; [Adv + V]: jani luraña ‘difícil’ (literalmente: no + hacedero), etc. Aquí, advertimos que el autor se distancia de las combinaciones sintácticas que Apaza ha propuesto en su estudio aimara de Bolivia. También Lovón indica que los compuestos se pueden caracterizar por la posición sintáctica del núcleo y por el significado. En relación a la posición sintáctica del núcleo, el aimara es una lengua cuyos núcleos se registran a la derecha, mientras que los complementos a la izquierda, modificando el núcleo. Dicha estructura responde a la configuración sintáctica que presenta, pues es una lengua del tipo SOV. Respecto al significado de los compuestos aimaras, este deriva, por lo general, del significado de los componentes que lo conforman, pero no siempre sucede ello. Por tanto, la forma como se comportan semánticamente sirve también para establecer una caracterización de los compuestos, como lo sostiene el autor. Según este aspecto, encontramos dos tipos: los endocéntricos y los exocéntricos. Los compuestos endocéntricos son resultantes de la suma de los significados que posee cada componente. En estos, el núcleo semántico aporta el significado principal y el complemento lo especifica o determina. Por ejemplo, pacha es el núcleo semántico de awti pacha ‘sequía o tiempo de escasez’, de jallu pacha ‘tiempo de lluvias’ y sata pacha ‘tiempo de sembrar’. El lexema pacha es el que aporta el significado principal ‘tiempo o periodo’. Y awti ‘hambre’, jallu ‘lluvia’ y sata ‘sembrío’ son los complementos del núcleo, que especifican el significado de las nuevas palabras. Los compuestos resultantes, por tanto, derivan del significado del núcleo semántico y su complemento. Los compuestos exocéntricos son aquellos cuyo significado resultante no deriva inmediatamente de los constituyentes. El significado final es figurado, por lo que no se puede afirmar que se trata de la suma de los significados de los componentes; en estos casos, se piensa que ha operado una reinterpretación. Algunos ejemplos son ampara muqu, en donde ni el lexema muqu ‘nudo’ ni el lexema ampara ‘mano’ constituyen estrictamente núcleo semántico del compuesto. El significado de ampara muqu no es composicional: es una reinterpretación del significado literal ‘el nudo de la mano’.
El autor sostiene que las palabras aimaras también pueden caracterizarse por la relación gramatical que se presenta entre los constituyentes del compuesto. Los tipos de relación que se pueden establecer son principalmente de coordinación y subordinación. Esta caracterización ayuda a estudios posteriores sobre la sintaxis de la lengua. En el libro de Lovón, los compuestos coordinativos —tradicionalmente llamados compuestos dvandva— son los que entrañan una relación de coordinación sintáctica y semántica entre los constituyentes. Él presenta los siguientes ejemplos: jila sullka (mayor + menor) ‘hermanos’ o awki tayka (padre + madre) ‘padres’. Por su lado, los compuestos subordinativos, llamados también compuestos determinativos —o tradicionalmente llamados compuestos tatpurusha— son los que entrañan una relación de subordinación sintáctica y semántica, como en amajay(a) apilla ‘oca harinosa’ u ‘oca que es harinosa’, formado de [amajay(a)]N ‘tubérculo harinoso’ + [apilla]N ‘oca’ → [amajay(a) apilla]N. Estos compuestos se forman a través de una relación gramatical de subordinación, donde el complemento, el componente que se localiza a la izquierda de la palabra, subordina al núcleo sintáctico.
Según el autor, los compuestos aimaras también se pueden caracterizar por el tipo de motivación que opera en la creación de palabras. Dichos vocablos resultan de la intervención de procesos de transposición semántica como la metáfora o la antonimia. En la lengua, la metáfora es uno de los recursos muy empleados para crear nuevos significados (Mamani, 2020). Sin embargo, hace falta realizar estudios sobre la presencia de metonimias en las composiciones aimaras. Los compuestos metafóricos son aquellos cuyo significado final se establece por medio de una comparación. A continuación, se registra dos casos en los que se presenta este tipo de motivación: pachajawira ‘vía láctea’ y wawaluk’ana ‘meñique’ (lit. ‘dedo del bebé’). En ambos casos, las palabras se crean por una motivación metafórica. Así, pacha jawira ‘vía láctea’ no responde a la suma estricta de los significados de pacha ‘espacio, tierra’ y jawira ‘río’, sino a una metaforización. Lo mismo ocurre con wawa luk’ana ‘meñique’, donde el significado no es la suma literal de wawa ‘bebé’ y luk’ana ‘dedo’, sino de un proceso cognitivo más refinado. En cambio, los compuestos antonímicos son aquellos que resultan de la combinación léxica de dos raíces que oponen sus significados. Este mecanismo semántico ocurre en los casos de compuestos coordinativos, principalmente, en el léxico sobre las relaciones familiares o de parentesco, o en cualquier otro en que se presente una relación antonímica complementaria, como se muestra en los siguientes ejemplos: jila ‘hermano mayor’ + sullka ‘hermano menor’ → jilasullka ‘hermanos’; chacha ‘marido’ + warmi ‘mujer’ → chachawarmi ‘esposos’. Es meritorio que el autor destaque la información semántica de la lengua, que es muy poco estudiada por los lingüistas. En este apartado, el autor aprovecha para postular que existe también motivaciones fonéticas en la creación de palabras compuestas. Así, encontramos los compuestos onomatopéyicos, los que se forman a partir de las emisiones de los sonidos que producen ciertos animales o de aquellos que se producen en la naturaleza, con lo cual se da paso a la formación de una nueva palabra que permite construir un nuevo referente.
El autor, asimismo, propone la caracterización de compuestos por el número de las piezas léxicas. En el aimara, los casos arquetípicos en la formación de palabras compuestas son aquellos formados por dos raíces o lexemas. Sin embargo, ha registrado formas compuestas de tres palabras, que son escasas en la lengua, y que en estudios posteriores se puede profundizar. Por ejemplo, apu + qullana + awki → apu qullan(a) awki,
‘dios’, ‘divino’, ‘padre’, es decir, ‘padre’ (lit. ‘dios, padre, divino’). Ch’iyara + khusu + uma → ch’iyar(a) khus(u) uma, ‘negro’, ‘espeso’, ‘líquido’, es decir ‘petróleo’ (lit. ‘negro, espeso, líquido’). De acuerdo con Marco Lovón, estos son compuestos de tres raíces cuya creación parece responder a calcos del español y que, particularmente, referieren al ámbito religioso e incluso al campo de los hidrocarburos, como sucede con el significante de ‘petróleo’, formado con dos adjetivos y un sustantivo, que está presente en la versión aimara de la Constitución de Bolivia.
El autor también propone una caracterización mediante el fenómeno de la lexicalización, que es el proceso que explica la creación de una nueva palabra en términos de diacronía. En la lengua, se han lexicalizado un conjunto de palabras como palabras compuestas —al respecto, se indica que las palabras compuestas lexicalizadas constituyen un porcentaje menor que el de los compuestos no lexicalizados—, como los números siete (paqallqu), ocho (kimsaqallqu) y nueve (llätunka). Aparte de esos números, en el aimara, otro caso de lexicalización es el pronombre interrogativo kuna.wurasa ‘cuándo’, compuesto de una raíz aimara y un préstamo del castellano —en este caso, se une un interrogativo nominal con un nombre; en otras palabras, dos elementos nominales—.
Además, propone otra caracterización por el fenómeno de la gramaticalización, sobre el caso de posposición en aimara. En algunas lenguas suele suceder que un lexema, con una determinada carga léxico-semántica, puede significar algo nuevo cuando este adquiere el valor de morfema, particularmente si se comporta como un morfema gramatical. Así, al parecer, en el aimara de Pomata, existen casos de adjetivos que parecen perder su categoría gramatical y su significado léxico a favor de una categoría nombre o sustantivo cuando se colocan al lado derecho de la nueva palabra para caracterizar posesión (traducibles a glosas como ‘el que tiene…’ o ‘el de…’). Lovón cita que el aimarista Roger Gonzalo ha señalado que se trata de fenómenos únicos, en los que los adjetivos aparecen en la posición diestra de la palabra y ya no en su posición original, que es la de modificación, a la izquierda del compuesto.
En el sexto capítulo, «Los compuestos reduplicados», Lovón sostiene que otra de las formas de composición son las reduplicaciones. Él indica que el aimara presenta compuestos reduplicativos bajo la forma de reduplicaciones totales: qala ‘piedra’ → qala qala ‘pedregal’ y awki ‘viejo’ → awki awki ‘danza satírica sobre ancianos españoles’. Emérita Escobar (2003) afirma que en el fenómeno de la reduplicación, tanto en aimara como en el quechua, «[g]eneralmente, se repiten las raíces por igual y sin que se produzcan consecuencias morfofonémicas» (p. 46). Sin embargo, el autor discrepa de su planteamiento en tanto que en el aimara y al parecer también en el quechua ocurren en algunos casos consecuencias morfofonémicas en el encuentro de dos lexemas. Por otro lado, el autor al recoger los criterios de reconocimiento de palabras compuestas precisa que las reduplicaciones se crean gracias a la interacción de los componentes semánticos, sintácticos y fonológicos. Así, el vocablo qalaqala ‘pedregal’ tiene en cuenta el significado, la sintaxis y la fonología que contiene qala ‘piedra’ para expresar un ‘conjunto de piedras’. Y awkiawki ‘danza en la que se imita a los ancianos’ considera el significado, la sintaxis y la fonología de awki ‘viejo o anciano’ para hacer una referencia a un baile típico de la zona. Asimismo, menciona que hay una diferencia semántica entre los compuestos reduplicados: el primero, qala qala, responde a un caso de endocentricidad y el segundo, awki awki, a un caso de exocentridad. Sobre ello, la hipótesis sostenida por Lovón, la de reconocer las reduplicaciones como palabras compuestas en el aimara, es también aceptada por Roger Gonzalo (2011) y Cerrón-Palomino (1995). Sobre el reconocimiento de compuestos reduplicativos en aimara, las reduplicaciones se comportan entonces como casos de composición, presentan un solo significado, que se distinguen del de sus constituyentes, y un solo acento, que se ubica en la posición penúltima de la palabra. Asimismo, las palabras compuestas son piezas sintácticas sólidas, que cuentan con su propia categoría gramatical y que pueden ser objeto de la flexión y derivación, o de cualquier otra modificación morfosintáctica, sin que estas alteren su cohesión formal.
En este capítulo, el autor describe la semántica de los compuestos reduplicativos y señala que, en el aimara, se presentan conceptualizaciones de pluralidad, intensidad, cantidad, extensión y cualidad mediante la reproducción de la carga semántica del lexema reduplicado. Los compuestos reduplicativos de forma se producen para describir similitudes, apariencias o semejanzas estructurales: qawra + qawra → qawra qawra ‘planta de hoja parecida a las huellas de la pisada de la llama’. Los compuestos reduplicativos de intensidad se producen para señalar propiedades de intensificación o exageración: k’aja k’aja ‘tos convulsiva’, que expresa mayor intensidad que k’aja ‘tos’. Los compuestos reduplicativos de cantidad describen propiedades acumulativas del referente expresado por el elemento duplicado: de uta ‘casa’ se forma uta uta para transmitir el significado de ‘caserío’ o ‘conjunto de casas’. Los compuestos reduplicativos de calidad se producen para señalar algunas propiedades específicas de acciones, estados o características de una persona u objeto; estos compuestos expresan de alguna manera cómo se realiza la acción o estado que se describe: thunku thunku alude a un tipo de juego en el que los niños saltan de un solo pie.
Finalmente, en el séptimo capítulo, «La productividad del proceso de composición en aimara», Lovón ofrece una descripción sobre la productividad del proceso de composición en aimara. Teniendo en cuenta dicho concepto, ilustra las áreas léxicas en las cuales se producen o crean las palabras compuestas. Para el autor, son estas áreas las que permiten evidenciar la particular proclividad que tiene la lengua para formar compuestos. En su investigación, opta por analizar la producción de los compuestos en torno a las áreas léxicas en las que suelen aparecer, y luego ofrece una descripción cuantitativa general. En el aimara, la aparición de palabras compuestas tiene, con frecuencia, presencia en áreas como la toponimia, la fitonimia, la zoología, las danzas, las partes del cuerpo humano. El autor cita entre diversos ejemplos los siguientes: para la zoonimia, siwi ‘anillo’ + q’ara ‘pelado’ → siwiq’ara ‘buitre carroñero’; para las danzas, awki ‘padre’ + puli ‘racimo’ → awkipuli ‘danza que representa la maduración de la quinua’; para los colores, ch’iyara ‘negro’ + wila ‘rojo’ → ch’iyara wila ‘púrpura (lit. rojo oscuro)’; para las enfermedades, t’uku ‘letargo, convulsión’ + usu ‘enfermedad’ → t’uku usu ‘epilepsia’.
En suma, el trabajo de Marco Lovón constituye una descripción gramatical y semántica detallada del fenómeno de composición que faltaba en los estudios sobre la lengua. Lovón se convierte en un aimarista al preocuparse por el estudio del aimara. Su estudio sirve para indagar en las otras lenguas andinas. Quiero resaltar que parte de su investigación la había publicado de manera sucinta en un artículo publicado en la revista Lexis, en el 2019, que tituló «Las palabras compuestas en el aimara de Conima». Además, señalo que este libro es producto de su trabajo de tesis titulada Formación de palabras compuestas en aimara, la cual fue asesorada por el maestro Rodolfo Cerrón-Palomino y revisada por los lingüistas Luis Andrade Ciudad y Roger Gonzalo Segura en el 2017, lo cual le otorga el visto bueno de grandes aimaristas peruanos. Con este libro, nos da a conocer abiertamente al público el proceso de formación de palabras compuestas en la lengua. Finalmente, si bien los datos de Lovón se centran más en las variedades de Conima y Pomata, antes que otras —lo que puede resultar ajeno para un aimarahablante de otras variedades—, eso no desmerece el aporte que nos deja: el saber que el mecanismo de composición está presente en el aimara.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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