Reseñas

Fernández Cozman, C. (2020). Raúl Porras Barrenechea y la literatura peruana (2.a ed.). Lima: Academia Peruana de la Lengua, 170 páginas. ISBN 978-612-4159-73-2.

María de los Angeles Morales Isla
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

Boletín de la Academia Peruana de la Lengua

Academia Peruana de la Lengua, Perú

ISSN: 0567-6002

ISSN-e: 2708-2644

Periodicidad: Semestral

núm. 70, 2021

boletin@apl.org.pe

Fernández Cozman, C.. Raúl Porras Barrenechea y la literatura peruana (2.a ed.). 2020. Lima. Academia Peruana de la Lengua. 170pp.. 978-612-4159-73-2


DOI: https://doi.org/10.46744/bapl.202102.024

A doscientos años de nuestra Independencia, resulta fundamental recurrir a autores anteriores y actuales para repensar el devenir de la historia. En ese marco, una de las figuras recalcitrantes sobre la reflexión peruana y el tema que nos convoca hoy, la literatura, es Raúl Porras Barrenechea (1897-1960), quien supo conciliar sus fuentes históricas con el proceso literario peruano para abordar el mestizaje e incluso su lenguaje prosaico.

En ese panorama, se publica Raúl Porras Barrenechea y la literatura peruana (2020), una reedición ampliada y corregida del investigador Camilo Fernández Cozman, bajo el sello editorial de la Academia Peruana de la Lengua. Fernández persigue los pasos del referido historiador desde sus indagaciones sobre una literatura prehispánica hasta su labor en el lenguaje como ensayista.

El libro se divide en cuatro capítulos. El primero inicia con un estudio sobre las expresiones prehispánicas, a las cuales les otorga un sentido literario y civilizatorio, una línea que traza a lo largo del libro para referirse a la literatura oral y andina. En tanto, Fernández realiza una comparación entre Porras y Riva Agüero sobre la literatura poshispánica, a fin de destacar que las ideas del primero continúan vigentes en la actualidad, toda vez que sostiene que la producción española se inserta en el corpus de la literatura nacional, es decir, un diálogo de los elementos lingüístico-españoles y peruanos. A partir de lo anterior, el pensamiento de Porras es considerado por el especialista como un «mesticismo telúrico», en otras palabras, «el contacto de los conquistadores con las tierras amerindias originó un cambio en el plano literario y cultural» (p. 146). En ese mismo capítulo, se encuentra una comparación relevante entre Mariátegui y Porras con respecto a la obra de Eguren, que incluso se ha repetido hasta la actualidad. Fernández apunta que ambos autores obvian la relevancia social del poeta de Simbólicas, quien, en su poema «Tiza blanca», critica el utilitarismo y presenta una emoción social.

El segundo capítulo se centra en la transculturación. De acuerdo con Fernández, Porras pone sobre el tapete el concepto, pero aclara las distancias con lo planteado por Ángel Rama. El término es empleado por primera vez por el autor de Fuentes históricas peruanas en los años cuarenta, cuando investiga sobre las crónicas de Cieza de León y el Inca Garcilaso. A partir de ello, se afirma que la escritura irá reemplazando a la oralidad, pero no para desterrarla, ya que esta última invade el terreno de las letras: «“Transculturación” se asocia, en el pensamiento de Porras, a “mestización”, es decir, a cruce de culturas y de razas» (p. 83). Asimismo, este apartado hace hincapié en las contradicciones de Vargas Llosa, pues cuestiona si es discípulo de Porras. Allí Fernández discute las ideas del Nobel sobre el pensamiento andino, que, pese a carecer de sustento, las mantiene hasta el día de hoy, y ello evidencia el etnocentrismo de Vargas Llosa. Un análisis relevante, sobre todo en un periodo como el que se vive hoy en día, marcado por la polarización entre Lima y las regiones del interior del país.

En el tercer capítulo, Fernández aborda el estudio de Porras sobre tres autores claves de la modernidad: Ricardo Palma, Manuel González Prada y José Santos Chocano. Por un lado, Fernández resalta la concepción de Porras sobre el trabajo de Palma. Según indica, Porras observa en Palma un estilo transculturador, en tanto que crea un género y habla de referencias andinas, como los incas; además, satiriza a los españoles, con lo cual se aleja de una visión colonial. Por otro lado, Fernández señala que González Prada es admirado por Porras, debido a sus metáforas con proclamas políticas, y también porque marca una nueva concepción de la poesía, pues el vate peruano se especializa en estudiar las formas poéticas francesas; además, posee un espíritu de rebeldía. Con respecto a Santos Chocano, según Fernández, Porras pone de relieve el animismo andino, la sensibilidad por la tierra y el panteísmo cósmico.

Por último, el cuarto capítulo es el más interesante, pues se centra en el lenguaje de los ensayos de Porras, particularmente, en el uso de la metáfora sobre la base de los aportes de los especialistas Lakoff y Johnson. A partir de ello, Fernández analiza El sentido tradicional de la literatura peruana (1969), donde encuentra que Porras desarrolla la metáfora biológica de tres clases: la vegetal, la animal y de la enfermedad, a fin de convencer al receptor. La metáfora vegetal se manifiesta a través de la raíz: la literatura peruana nace («tiene raíces») como producto del mestizaje; la animal se presenta cuando Porras cita el consejo de González Prada: trabajar con la paciencia de una hormiga; y, la metáfora de la enfermedad se expresa cuando Porras describe el romanticismo peruano como una enfermedad que se propaga en los escritores que rinden culto a la muerte: «la epidemia en buena cuenta del “mal del siglo” solo llega al Perú hacia 1850» (p. 152). Porras entiende esta triada como la implantación de una cultura (que deviene en el mestizaje), la producción (labora como hormiga) y la imitación de autores extranjeros en la literatura. Este último apartado, sin duda, merece un sentido más amplio, que incluso puede indagarse desde los postulados del Tratado de la argumentación, de Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca.

El libro permite esbozar cómo se estudió la literatura peruana a través de la incorporación de la oralidad, el mestizaje y lo andino, toda vez que Porras es uno de los primeros en otorgarle un sentido literario y racional a las expresiones prehispánicas. Además, Fernández permite apuntalar el término de transculturación, que ya se había empleado con anterioridad a Ángel Rama y, sobre todo, repensar a Porras desde su lenguaje, marcado por la metáfora, en el que hace uso de su sensibilidad y su esfera emotiva.

Sin duda, el hilo argumental que sostiene las reflexiones de Porras es otorgarle a la cosmovisión y las expresiones andinas un espacio en la literatura peruana desde su origen.

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